卩卂尺ㄒ乇 ᗪㄖ丂
┏━━━━━━━━━━━━━━┓
I don't want to go to sleep now
I'll be making a masterpiece now
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Precuela.
No importaba cuán rápido huyera, sentía que sus piernas le fallaban. Nunca había sido rápido corriendo pero siempre se las arreglaba para meterse en situaciones que terminaban en él huyendo de alguien.
Sin embargo, ahora corría por su vida entre las calles del pueblo, siendo perseguido por un monstruo. No sabía cuánto tiempo ya había estado corriendo, y los gritos de ayuda dejaron de salir de su garganta muchas calles atrás, se había hecho ya a la idea de que nadie salvaría su vida.
Su vida comenzó a pasar por sus ojos cuando el aliento se le escapaba de los pulmones, ¿moriría solo? ¿siquiera alguien sentiría algo por su muerte? ¿por qué todas las desgracias le sucedían a él?
De pronto, resbaló en el lodo que producía la fuerte lluvia, las pisadas detrás de él se oían cada vez más cerca, todos sus sentidos estaban a flor de piel producto de la adrenalina y el miedo, hasta el sonido del agua cada vez que la criatura salpicaba por sus pisadas.
De repente, cuando ya se había hecho a la idea de que moriría finalmente, oyó un chillido infernal muy distinto a los aullidos del animal que le perseguía. Por instinto intentó averiguar la razón de que no haya muerto ya y se encontró una escena que heló cada parte de su sistema nervioso.
Un murciélago negro, del tamaño de un humano, montando la espalda de la otra bestia mientras esta trataba desesperadamente de quitársela de encima. Sin pensar mucho en querer quedarse observando, se paró rápidamente y corrió en dirección contraria.
Corrió hasta que sus piernas comenzaban a arder, hasta que el aire de sus pulmones desaparecía y se atragantaba con el agua de la lluvia. ¿Por qué siempre huía? Al final, siempre tenía que huir, vivía huyendo, lo había hecho desde que tenía memoria, así de injusto había sido el destino con él desde que era niño.
No se dió cuenta en qué momento dejó de escuchar ambas bestias, tampoco le importaba, necesitaba aire o moriría ahogado por el cansancio. Su cuerpo simplemente se relajó en la esquina de una pared. No escuchaba nada ya, y si moría, ya no le importaba.
Oyó el fuerte chapoteo del agua frente a él, pero mantenía los ojos cerrados esperando a su muerte.
¿Ya te rendiste tan fácil? Habló una voz grave frente a él, o tal vez estaba imaginando voces en su cabeza.
Sintió que alguien tomó de su mano y lo jaló con fuerza, desconcertado abrió los ojos para toparse con una silueta que no podía distinguir a falta de luz y por la lluvia.
La persona logró que se levante, y sin perder el tiempo comenzó a correr con él agarrado de la mano, manejándolo como muñeca de trapo. Chan no sabía qué estaba pasando, su cuerpo y su subconsciente ya no tenían las fuerzas suficientes para seguir, así que solo se dejó manejar por el extraño.
De repente dejó de sentir la lluvia sobre él, y un clima acogedor abrazó su cuerpo, abrió los ojos y miró hacía todas las direcciones posibles, estaba dentro de un edificio.
Se dejó caer al piso, a la vez que oía voces en su cerebro preguntándole su estaba bien. No podía hablar, tampoco moverse, se sentía como si estuviera perdiendo la consciencia de poco en poco.
Abrió los ojos nuevamente, ¿Dónde estaba? Se preguntó. No podía oír a la bestia que lo perseguía, ¿hace cuánto tiempo fue eso?. Su cuerpo dolía pero estaba consciente de nuevo. Estornudó de repente, se sentía horrible pero estaba consciente, o al menos lo suficiente.
Oh, despertaste. Mencionó una voz a su lado, se le hacía familiar, ¿Dónde la había oído antes? Por un momento creí que morirías y que salvarte fue inútil.
¿De qué estaba hablando? Escuchaba claramente su voz pero el dolor de su cabeza y cuerpo no le permitía procesar bien las palabras. Quería saber qué estaba pasando pero intentar recordar hacía que doliera más.
Entonces sintió un frío en su cabeza, con la poca iluminación que emitía una pequeña fuente de luz en el cuarto pudo ver que se trataba de una mano, había un brazo que conectaba a ella y siguiendo el camino pudo ver la silueta de alguien, era una silueta muy pequeña y no podía distinguir nada además, estaba todo muy oscuro.
No veo nada. Murmuró sin darse cuenta.
Oh, lo siento, prenderé más velas. Entonces la silueta se levantó y a los pocos segundos, la habitación se llenó de múltiples fuentes de luz. Ahora podía ver claramente quién había estado hablándole todo este tiempo. ¿Te sientes bien?
Asintió por instinto, a pesar de sentirse como una mierda, todo le dolía y estaba deseando estar muerto en ese mismo momento, pero ¿por qué no lo estaba? Lo último que recordaba era ser perseguido por un demonio o lo que sea que eso fuera, pero el resto era muy difuso.
Creo que estas mintiendo, estás ardiendo en fiebre.Chan se dió más tiempo para observar a la persona que le hablaba, era lindo, porque a juzgar por su voz era un chico, poseía facciones bonitas y un cabello gris muy llamativo, pero había algo en él que le resultaba familiar.
Su voz, la forma en la que sonreía, el tamaño de su cuerpo, era como si lo conociera perfectamente pero no podía recordar en dónde lo había visto.
¿Qué pasó? Sabía que debería estar muerto y no lo estaba, algo no cuadraba.
Te salvé de ese licántropo. El chico retiró las sábanas de encima de él sacándole un gruñido por el repentino frío, hasta ese momento Chan no se había dado cuenta de que estaba acostado en una cama. Tienes fiebre y no puedes quedarte con las sábanas. Chan volvió a gruñir. Lo siento, es mi culpa por no quitarte la ropa después de que te desmayaste.
Achicó los ojos. ¿A qué se refería con "licántropo"? ¿La monstruosidad que lo atacó tenía nombre?
Además no entendía el cómo un chico tan pequeño le había "salvado". Aunque poco le importaba, por fin podía descansar.
Se había quedado mirando a la pared pensante hasta que sintió la frente húmeda. El chico le estaba poniendo paños húmedos en la frente, probablemente para bajarle la fiebre. No entendía por qué hacía todo eso, pero le aspiraba confianza de alguna forma.
Debes estar muy agotado, puedes dormir aquí hoy si quieres. Tenía razón, no tenía fuerzas, le dolía todo y además parecía tener un resfriado.
Perdón por las molestias.
Chan estaba al borde, no podía decir más, el dolor no cesaba pero el cansancio ya había tomado por completo su cuerpo, sus ojos se sentían pesados y no podía controlar el abrazador sueño que lo estaba tomando por completo.
-Jeongin. Era extraño, ahora estaba en otro lugar completamente diferente, llamando a una persona que creía no conocer.
Ya te dije que no debes comer de esa forma. Era la misma voz, al mirar hacía dónde provenía, el peligris llevó un pañuelo hasta la comisura de sus labios para limpiarle. Aún hay mucho que debes aprender de modales y etiqueta.
¿Por qué no puedo simplemente comer con las manos? Lo he hecho toda mi vida. En su mente de pequeño de 10 años, algunas cosas como los "modales y la etiqueta" aún le parecían estúpidos.
Jeongin le sonrió sin mostrar los dientes, amaba su sonrisa. En realidad estaba seguro de que le gustaba todo de él, había algo extraño en el aura del mayor que le atraía, elegancia cautivadora en sus movimientos, sus palabras y todas sus acciones.
A penas abrió los ojos de nuevo sintió todos los músculos de su cuerpo doler, en todo el cuarto solo había una muy pequeña ventana cubierta con una cortina, y podía ver claramente la luz del sol tratando de colarse hacía dentro, evidenciando que ya era de día.
Jeongin estaba durmiendo, lo sabía, había recordado todo. En realidad se preguntaba cómo no había sido capaz de reconocerlo anteriormente pero a la vez, solo recuerda no haber estado en sus 5 sentidos después de despertar del desmayo.
Él siempre había sido una persona con costumbres extrañas que nunca entendió, pero que en la mente de un niño nunca resultaban sospechosas. No podía molestarlo cuando el sol aparezca, esa era la regla número uno, él aparecería apenas anochezca.
Trató de levantarse de la cama, cayendo al instante que puso pie en el suelo, producto del dolor en sus piernas. Con muecas en el rostro logró llegar hasta la puerta de la habitación, no sabía qué haría ahora pero una nota pegada a esta le dió la respuesta.
"Hay dinero en la mesa, cómprate algo para comer".
Regla número dos: no preguntes por el dinero, y regla número tres: Jeongin nunca come frente a alguien.
Volteó hacía la mesa al lado de la cama, había dinero encima tal como decía. Rodó los ojos, le había costado caminar hasta la puerta sintiéndose una mierda, pero estaba hambriento.
Sin ganas, salió de la casa en dirección al la calle para conseguir algo comestible. Había llegado al pueblo apenas un día antes y ya había sido perseguido por un monstruo. Tal vez lo soñó todo, pero el dolor en su cuerpo y el resfriado con el que cargaba demostraban que fue real.
Ya que lo pensaba, la tercera regla era un poco difusa, si bien nunca recuerda haber visto a Jeongin comer, también recuerda que según él, no necesitaba comer. De pequeño nunca cuestionaba nada pero ahora era completamente ilógico pensar en un ser humano que no necesite alimentarse.
Seguía pensando en cosas vagas mientras comía en el pueblo, revisó el dinero que Jeongin le había dado y era una cantidad bastante excedente para solo comida, pero siempre era así, tenía suficiente dinero para comprarse lo que quiera sin preocuparse por el dinero pero nunca supo dónde lo obtenía, y estaba prohibido preguntar.
Paseó todo lo que pudo, sabía que era inútil regresar a la casa de día, así que mientras observaba la caía del sol después de comer por segunda vez ese día se comenzó a poner nervioso. Quería verlo, tocarlo, abrazarlo, saber que era real y no una alucinación suya.
Debes estar muy agotado, puedes dormir aquí hoy si quieres. Tenía razón, no tenía fuerzas, le dolía todo y además parecía tener un resfriado.
Perdón por las molestias.
Chan estaba al borde, no podía decir más, el dolor no cesaba pero el cansancio ya había tomado por completo su cuerpo, sus ojos se sentían pesados y no podía controlar el abrazador sueño que lo estaba tomando por completo.
-Jeongin. Era extraño, ahora estaba en otro lugar completamente diferente, llamando a una persona que creía no conocer.
Ya te dije que no debes comer de esa forma. Era la misma voz, al mirar hacía dónde provenía, el peligris llevó un pañuelo hasta la comisura de sus labios para limpiarle. Aún hay mucho que debes aprender de modales y etiqueta.
¿Por qué no puedo simplemente comer con las manos? Lo he hecho toda mi vida. En su mente de pequeño de 10 años, algunas cosas como los "modales y la etiqueta" aún le parecían estúpidos.
Jeongin le sonrió sin mostrar los dientes, amaba su sonrisa. En realidad estaba seguro de que le gustaba todo de él, había algo extraño en el aura del mayor que le atraía, elegancia cautivadora en sus movimientos, sus palabras y todas sus acciones.
A penas abrió los ojos de nuevo sintió todos los músculos de su cuerpo doler, en todo el cuarto solo había una muy pequeña ventana cubierta con una cortina, y podía ver claramente la luz del sol tratando de colarse hacía dentro, evidenciando que ya era de día.
Jeongin estaba durmiendo, lo sabía, había recordado todo. En realidad se preguntaba cómo no había sido capaz de reconocerlo anteriormente pero a la vez, solo recuerda no haber estado en sus 5 sentidos después de despertar del desmayo.
Él siempre había sido una persona con costumbres extrañas que nunca entendió, pero que en la mente de un niño nunca resultaban sospechosas. No podía molestarlo cuando el sol aparezca, esa era la regla número uno, él aparecería apenas anochezca.
Trató de levantarse de la cama, cayendo al instante que puso pie en el suelo, producto del dolor en sus piernas. Con muecas en el rostro logró llegar hasta la puerta de la habitación, no sabía qué haría ahora pero una nota pegada a esta le dió la respuesta.
"Hay dinero en la mesa, cómprate algo para comer".
Regla número dos: no preguntes por el dinero, y regla número tres: Jeongin nunca come frente a alguien.
Volteó hacía la mesa al lado de la cama, había dinero encima tal como decía. Rodó los ojos, le había costado caminar hasta la puerta sintiéndose una mierda, pero estaba hambriento.
Sin ganas, salió de la casa en dirección al la calle para conseguir algo comestible. Había llegado al pueblo apenas un día antes y ya había sido perseguido por un monstruo. Tal vez lo soñó todo, pero el dolor en su cuerpo y el resfriado con el que cargaba demostraban que fue real.
Ya que lo pensaba, la tercera regla era un poco difusa, si bien nunca recuerda haber visto a Jeongin comer, también recuerda que según él, no necesitaba comer. De pequeño nunca cuestionaba nada pero ahora era completamente ilógico pensar en un ser humano que no necesite alimentarse.
Seguía pensando en cosas vagas mientras comía en el pueblo, revisó el dinero que Jeongin le había dado y era una cantidad bastante excedente para solo comida, pero siempre era así, tenía suficiente dinero para comprarse lo que quiera sin preocuparse por el dinero pero nunca supo dónde lo obtenía, y estaba prohibido preguntar.
Paseó todo lo que pudo, sabía que era inútil regresar a la casa de día, así que mientras observaba la caía del sol después de comer por segunda vez ese día se comenzó a poner nervioso. Quería verlo, tocarlo, abrazarlo, saber que era real y no una alucinación suya.
Mientras caminaba, el sol logró desaparecer, su cuerpo temblaba de la impaciencia y no podía evitar temblar incluso cuando tocaba la puerta de la casa. No hubo respuesta, pero aún así la puerta estaba entreabierta, no tenía más opción que entrar sin permiso.
¿Jeongin? No hubo respuesta, de nuevo. Tal vez no había despertado, la casa estaba completamente a oscuras salvo por ventanas en el primer piso por las cuáles entraba luz de la luna y lámparas de la calle. ¿Jeongin? Volvió a llamar, estaba comenzando a perder la ilusión, solo restaba revisar el cuarto en el que estuvo pero ciertamente no podía ver nada. Tal vez lo imaginé todo...
¿Me llamaste? Chan pegó un brinco del susto, volteó hacia donde lo escuchó pero no veía nada.
Regla número cuatro: Jeongin puede ver en la oscuridad, pregunta si necesitas más luces.
Como si le leyera la mente, el peligris encendió un fósforo para encender una vela. Chan aún no podía creer que se trataba de él, era tal como lo recordaba, como si los años no le hubieran pasado factura.
Su cabello perfectamente peinado, su ropa planchada y limpia, los accesorios en el cuello de su camisa blanca y toda su apariencia pulida perfectamente.
Por lo visto recuerdas mi nombre, Chan.
¿Cómo me reconociste? Habían pasado años, Jeongin se seguía viendo como un adolescente pero estaba seguro que él ahora lucía muy diferente. Jeongin rio, como si fuese obvio.
Hueles igual. En definitiva era él, sonaba exactamente como algo que solo él diría. El peligris encendió unas cuantas velas más, para alumbrar la sala, Chan solo podía observarlo fijamente caminando de un lugar a otro, con pasos tan suaves y una posición tan correcta que lucía como si flotara. ¿Comiste? Preguntó de la nada.
Si. Murmuró, aún no podía despegar los ojos del mayor. Comenzó a caminar hasta acercarse a él. Jeongin. Llamó de nuevo, logrando que él voltee para mirarlo. Siguió acercándose con cautela hacía él, quién lo miraba fijamente.
¿Si? Chan abrió los brazos una vez que estuvo frente a él, y rodeó su cuerpo entre ellos en un abrazo, tomándolo por sorpresa. ¿Chan?
¿Por qué me abandonaste? Le había querido preguntar toda la vida, se había sentido culpable y miserable por tantos años después de despertar un día y notar la ausencia del mayor. Podías haberme llevado contigo.
No lo entenderías. Su piel se sentía fría pero aún así, se sentía cálido en aquel abrazo, como si de nuevo estuviera en casa, o al menos lo más cercano que había tenido a una.
Un día, Jeongin se marchó sin más. La única persona en su vida que le había demostrado cariño y empatía lo abandonó, pero sabía que él tenía sus razones, sabía que tenía que viajar mucho. Todas aquellas reglas, siempre terminaban en un "no preguntes por qué", el por qué viajaba también era un secreto, pero ciertamente había creído que lo llevaría consigo una vez llegado el momento.
¿Puedo quedarme contigo esta vez? Reafirmó el abrazo, no quería soltarlo, no de nuevo. Jeongin se separó un poco de él, lo suficiente para llevar una de sus pequeñas manos hacía su mejilla, estaba fría pero su piel era suave, le sonreía suave, sin mostrar los dientes mientras las esquinas de sus ojos se arrugaban un poco.
¿Cuántos años tienes, Chan? Había cerrado los ojos ante el tacto, la voz profunda resonaba en su mente tan dulce como una canción de cuna, incluso cuando su voz era muy peculiar, hablaba con ese tono lento y delicado, adictivo de escuchar.
Diecinueve, creí que lo recordarías. Entreabrió los ojos, Jeongin seguía mirándolo con ese suave gesto en su rostro.
Dejé de contar los años hace mucho tiempo. "Ni siquiera sé en qué año estamos." Lo había escuchado decir en alguna ocasión. Te has vuelto todo un hombre, Chan.
Ahora soy más alto que tú. Jeongin soltó una pequeña risa, maravillado por la apariencia madura pero aún jóven de Chan, su cabello densamente negro corto y tapando su frente. Comenzó a tantear su rostro con sus manos, pasando por sus orejas, luego por su cuello, sus hombros y bajando por su brazo hasta tomar su mano entre la suya. Chan estaba impactado por la increíble diferencia de tamaño entre sus manos.
Dime Chan, ¿hay alguna forma de que puedas perdonarme? Había tomado su mano faltante con la contraria, haciendo que empezaran a jugar con ellas.
Déjame quedarme contigo. Automáticamente la sonrisa de Jeongin desapareció, asustando a Chan. Sin embargo respiró derrotado.
Supongo que ya eres suficiente mayor para entender. Te explicaré luego, por ahora... Soltó una de sus manos y tomó la otra con la mano contraria, para comenzar a guiarlo. ya es hora de dormir.
Aún cuando dócilmente dejó que Jeongin lo guiara, no le gustaba la idea. No iré a dormir. El mayor detuvo su paso. Me quedaré despierto contigo.
¿Has estado aguantando el dolor, verdad? Jeongin siempre evadía los temas de esa forma, pero sabía que su silencio significaba un sí. Siguió caminando en dirección hacía la habitación y una vez dentro encendió las velas que había colocado la noche anterior. Acuéstate. Chan lo miró confuso. Boca abajo.
No sabía por qué lo pedía, pero inconscientemente se había acondicionado tanto a las órdenes de Jeongin que simplemente ya no cuestionaba estas.
Tendió su cuerpo boca abajo en la cama y se sorprendió cuando Jeongin tomó lugar sentándose justo encima de él. Iba a preguntar pero sus hábiles manos comenzaron a masajear su espalda con fuerza. Al principio dolía como una mierda, pero de a poco se sentía realmente bien.
Oh... Mierda. Su voz había salido casi en un gemido, pero no pudo evitarlo, la tensión en su cuerpo desaparecía de a poco.
Eres un mocoso mal hablado. Chan rio, era muy melancólico, le recordaba su infancia, Jeongin siempre había estado pendiente de él y su salud, de educarlo y prepararlo lo suficiente para la vida.
Con un movimiento, sus huesos tronaron, tal vez era lo que le hacía falta desde hace un tiempo.
Además de quedarte, ¿hay otra cosa que pueda hacer para disculparme?
Chan dudó, pero el que no arriesga no gana. Prometí que me casaría contigo, ¿estás disponible aún? En su mente, sonó como la broma más divertida del mundo, pero Jeongin cambió su gesto a uno serio de un instante a otro.
Cualquier cosa menos eso. Estaba serio, y había bajado la mirada, se arrepintió de haber dicho aquello. No puedo casarme.
Chan soltó el aire, por un momento creyó que el problema era él pero agradecía no serlo. Jeongin tenía sus asuntos de los cuales no podría hablarle, tal vez aquél era uno, no tenía caso preguntar.
Antes solías dormir conmigo en noches de lluvia.
Llorabas si habían truenos. Lo escuchó reírse.
¿Podrías hacer lo mismo hoy? Sé que dije que estaría despierto contigo pero estoy muy agotado.
Sin decir nada, Jeongin se bajó de su espalda y se sentó a su lado en la cama, Chan tomó esa señal como un sí y se movió para luego indicarle el lugar al peligris. Lentamente se acostó a su lado, mirando hacia él mientras le sonreía, como siempre sin mostrar los dientes.
Una de sus pequeñas manos se posó en su mejilla mientras dejaba leves caricias, se sentía tan nostálgico, le hacía recordar que los únicos momentos verdaderamente felices de su infancia fueron justo al lado de él.
Chan quería profundizar el contacto, así que rodeó la cintura del peligris con sus brazos y lo acercó a su cuerpo, quedando con su cabeza a la altura del pecho de este, quien no había movido su mano de su rostro.
Nunca noté lo pequeño que eras. Jeongin comenzó a propiciar caricias en su cabello, se sentía realmente bien.
Porque tú también eras pequeño. Sin previo aviso, dejó un suave beso en el cachete de Chan, sorprendiéndolo y logrando que sus mejillas se empiecen a tornar rojas. También te gustaba eso, pero por lo visto es mejor que deje de hacerlo.
El pelinegro negó automáticamente. Su piel de repente se sentía muy caliente por la vergüenza, pero las manos de Jeongin permanecían frías como siempre. Es solo que me tomó por sorpresa.
Jeongin repitió la acción, esta vez quedándose por más tiempo con los labios pegados a sus mejillas antes de separarse. Para ser sincero, extrañaba tu compañía. Abrazó su cabeza, pegándola más a su pecho.
"¿Entonces por qué me dejaste?" Pensó para sí mismo, sin embargo no era capaz de martirizar la existencia del mayor con algo del pasado. A pesar de que todo ya estaba bien, para sus adentros aún sentía que al despertar al día siguiente volvería a encontrarse solo en aquella gran casa y eso lo aterraba de sobremanera.
Le llenaron la barriga de piedras y luego la volvieron a coser. Exclamó el pequeño, horrorizado, miró a Jeongin desconcertado quién solo le sonreía enternecido. ¿Por qué le hicieron algo tan horrible al lobo?
Porque es un lobo. La respuesta llegó más corta de lo que esperaba. Hizo algo malo y se le castigó por ello.
Jeongin le había tenido que enseñar a Yangr a Chan a la tardía edad de 9 años, sin embargo aprendió de forma casi automática, para el pequeño a pesar de que era tedioso tener que aprender un montón de cosas de Jeongin, le gustaba la forma en la que él era tan atento al enseñarle.
El pequeño cerró el libro, no quería seguir leyendo aquella horrible historia.
¿Te dio miedo? Asintió. El mundo es así Chan, existen personas buenas y malas, y también existen las criaturas más horribles que jamás hayas imaginado.
¿Existen? No quería ni pensarlo, le aterrorizaba pensar en que algo como aquello que fue capaz de engañar a Caperucita y comerse a su abuela existía.
Jeongin asintió. Pero no te preocupes, solo salen de noche, además los demonios tienen prohibido entrar a una casa ajena sin permiso.
Eso no fue suficiente para dejarlo tranquilo, no quería jamás en la vida tener la mala suerte de toparse con ello, no estaría seguro de ser lo suficientemente fuerte como el valiente cazador que llenó de piedras el estómago del lobo.
Era como si lo hubiera deseado de pequeño, tuvo la suerte tan horrible de realmente toparse con uno, pero había salido vivo de alguna manera. Jeongin dormía, de nuevo, así que repitió la misma rutina del día anterior de salir a caminar por el pueblo, a la seguridad de la luz del día.
La gente dice que oyó chillidos de un vampiro ese día. Oyó de los clientes a sus espaldas en aquella tienda.
Los vampiros no existen. Susurró para sí mismo, creyendo que nadie oiría.
Pareces no ser de aquí, muchacho. Un hombre, alto, calvo e intimidante, posó una mano en su hombro. Los vampiros y los hombres lobo son algo real en este pueblo maldito, te aconsejo no salir de noche.
Oye, ¿no eres tú el muchacho que vieron entrar a la casa del vampiro? Otro hombre, igual de intimidante le preguntó. No supo qué contestar, ni siquiera entendía la pregunta. No puedes negarlo, los rumores corren rápido por este pueblo.
Está hablando de la gran casa a dos calles de distancia idiota, donde vive el chico de cabello gris. Asintió aún confundido, no entendía la súbita aparición de Jeongin en la conversación.
¿Y así dices no creer en los vampiros? Ambos hombres se rieron al unísono.
Pero él no lo es. Alcanzó a decir, casi en un susurro con temor a hablar alto ante aquellos dos hombres.
¡Espabila, hombre! Está todo pálido y solo lo ven salir de noche.
Negó. Lo siento, creo que se han confundido de persona.
Chan salió correteado de aquella tienda. Los recuerdos de aquel día pegaron en su mente, de la bestia que lo había seguido durante varias calles hasta ser atacada por algo. Mientras más pensaba en ello era como si las piezas del rompecabezas que había juntado durante toda su vida empezaran a tomar sentido.
No creía en aquellos cuentos de seres maléficos que tanto oía del mayor, de las aventuras de valerosas personas que daban castigo a seres surgidos de la oscuridad, pero Jeongin siempre aclamó que estas criaturas existían.
¿Los vampiros existían también? Se sentía como un imbécil, todas las reglas y los secretos, el por qué Jeongin estaba tal cuál lo recordaba, con la juventud aún viva en su rostro, comenzaba a sentir un peso apretando su cuerpo, como si fuera una verdad que no quisiera aceptar.
Caminó apurado hacia aquella casa, aún era demasiado temprano para encontrarse con Jeongin despierto pero había respuestas que necesitaba encontrar.
Registró con desespero desde el primer piso hasta el segundo, la cocina ni siquiera parecía haber sido utilizada, las habitaciones tampoco a excepción de la que él mismo había usado, pero si logró encontrar pertenencias suyas como su ropa en algunos closets y variedad de libros. Había aún algo que no cuadraba ¿Dónde dormía Jeongin? ¿Había algún lugar que no hubiera revisado aún?
El sótano.
Bajó las escaleras hacía la puerta que había visto debajo de ellas, al abrirla todo estaba oscuro, pero lograba divisar un pasillo que bajaba hacia otro cuarto. Fue en busca de una vela y armándose de valentía, bajó hacia el tenebroso cuarto. Chan esperaba hallar respuestas, pero lo que no se esperaba era toparse con un ataúd situado justo a la mitad del sótano.
Respiró hondo, y se sentó frente a este con la vela en el piso, decidido a esperar a que Jeongin despierte. Cada fibra de su ser sentía miedo en ese momento, una parte de él quería huir despavorida de allí para jamás volver, y otra se carcomía por la necesidad de respuestas.
No sabía qué le diría una vez que lo tenga en frente suyo, pero sobraba de tiempo para analizarlo.
Había perdido el conteo de las horas, estuvo incluso a punto de irse y fingir que nada de eso había pasado, pero sabría que no podía fingir demencia. De repente oyó pequeños golpes provenir de la caja, como algo revolviéndose dentro, el ruido de la tapa abriéndose hizo que saltara en su lugar del susto.
Las pequeñas manos con uñas largas se colaron a través de la pequeña abertura, para terminar abriendo la tapa completamente. Jeongin se acomodó de lado y dio un bostezo arrugando la cara, tallándose luego los ojos con sus pequeñas manos.
Buenas noches, Chan. Su voz más grave de lo normal logró asustarlo, ¿era lo único que diría? ¿Ya comiste?
Ni siquiera logró asentir, estaba paralizado viendo al mayor salir de un ataúd mientras actuaba como si de lo más normal se tratase.
Este salió tranquilamente de la caja, y al ver que no recibía respuesta del pelinegro lo miró preocupado. Chan, ¿te pasa algo? Estás muy alterado.
Su ritmo cardíaco se encontraba por los cielos, no sabía cómo procesar todo lo que acababa de descubrir. El mayor acercó una de sus pequeñas manos intentando acariciar su rostro, haciendo que Chan se aleje aterrorizado.
¿Chan?
¿Alguna vez me mordiste? La pregunta llegó dura y fría, tenía miedo de mirar al mayor a los ojos pero aún así lo hizo, notando cómo de su gesto de preocupación emergía nerviosismo.
¿De qué estás hablando? Jeongin mantenía ese gesto inocente, como un niño pequeño temeroso ante un regaño.
No tienes que mentirme. Dime, ¿alguna vez me mordiste? Él bajó el rostro y negó efusivamente, la atmósfera se había trastornado como si hubiera soltado una bomba encima de Jeongin. ¿Cómo sé que no estás mintiéndome?
Cubrió su cabeza con sus pequeñas manos, volviendo a negar. Yo nunca haría eso.
Su voz sonaban quebrada, sonando al borde del llanto. Chan sintió pena por él, y por primera vez se dio cuenta que nunca había demostrado por Jeongin la misma preocupación que el mayor le demostraba.
Ahora se sentía culpable, viendo al supuesto vampiro cubrirse la cabeza sentado en posición fetal frente a él.
¿Es por eso que me dejaste? ¿No querías que yo supiera? Negó.
No podía pensar en que algún día morirías y yo tendría que vivir con tu pérdida.
Era como su su corazón haya explotado en múltiples piezas en ese mismo momento, no había pensado en ello en absoluto, la idea de la inmortalidad no había cruzado ante él. Sin embargo, mientras más pensaba en ello era como si el miedo desapareciese, la sensación de escalofríos era cubierta por una calidez que cubría todo su cuerpo en aquél frío sótano.
Nuevamente, recordó que nunca se había preocupado anteriormente por saber más allá de lo que Jeongin le decía. No sabía acerca de sus preocupaciones o dolencias, o incluso de lo que significaba para él estar juntos, lo único que sabía era que Jeongin lo había cuidado siempre y era un malagradecido por ello.
Si quieres irte, adelante. No te detendré. La misma voz quebradiza y el miedo en cada una de sus palabras. Se sentía estúpido por haber pensado en que Jeongin pudiera lastimarlo.
Se paró y extendió una mano frente a él. Jeongin, dame tu mano.
Sin saberlo, el chico en el suelo experimentaba una tormenta de emociones, que se vio apaciguada por la tranquila voz del pelinegro. Con miedo alzó la vista, y con el mismo miedo levantó la mano. Chan jaló con fuerza del brazo para pegar su cuerpo al suyo, tomándolo por la cintura con la otra mano.
No me separaré de ti, aún si tengo que morir primero.
Sabía que los latidos de su corazón bombeaban a toda marcha, sobre todo cuando el mayor estaba recostado encima de él en el sofá mientras acariciaba su pecho suavemente.
¿Dices que la gente del pueblo te dijo? Oh, esos imbéciles.
Chan asintió. Hablando de eso, el otro día... Los grandes ojos grises del mayor puestos encima de él le ponían tan nervioso. Me refiero a la cosa que me atacó.
¿El licántropo? Otra vez sus profundos ojos grises que lo miraban con inocencia.
Había otra de esas cosas aquella noche, pero no logro recordar. Jeongin soltó una risita, confundiendo más al ya perdido Chan.
Era yo, puedo convertirme en murciélago.
Chan estaba anonadado, no tanto por la súbita información sino porque, por primera vez en la vida había visto al mayor reírse mostrando los dientes.
-Jeongin, abre la boca. Este borró todo gesto en su rostro para sustituirlo por confusión. Tus dientes, quiero verlos. Negó sellando los labios aún más. Por favor, déjame verlos.
Suspiró derrotado ante la súplica, abriendo la boca para dejar ver dos pequeños colmillitos perfectamente notables. Chan sonrió con ternura, su vampirito era la cosa más adorable que había visto en la vida.
Son pequeños. Jeongin, todo en ti es pequeño. Tus manos, tu cuerpo, tu rostro. El vampiro bajó la mirada apenado.
Estoy desnutrido, Chan. Su sonrisa se borró al instante. Por no consumir sangre humana, es como si tuviera anemia. Por eso soy más pequeño y débil que el resto de los vampiros.
¿De qué te alimentas entonces?
Sangre de animales. Hizo una mueca, la idea se le hacía asquerosa. Pero no es lo suficientemente... ¿nutritiva?
¿Por qué no simplemente consumes sangre humana?
No podría, solo pensarlo me desagrada.
Chan no podía evitar sentir pena por él, ser un vampiro y al mismo tiempo odiar la sangre, causándose a sí mismo una especie de desnutrición que evidentemente lo estaba matando, pero sin poder morir.
Entró a la tienda que Jeongin le había indicado, los trozos de carne colgando del techo denotaban que evidentemente se trataba de una carnicería. Al alzar la mirada hacia la persona que la atendía se llevó la desagradable sorpresa de encontrarse con uno de los hombres que semanas atrás se habían topado con él.
Un pollo, vivo. Suspiró hondo antes de pedirlo, tratando lo más posible de pasar desapercibido.
¿Es para el vampiro? Se congeló al instante, el tipo solo se rió en su cara y procedió a buscar lo que le había pedido. No te preocupes hombre, Jeongin es un buen chico.
¿Lo conoce?
El hombre asintió. De vez en cuando viene a mi carnicería de noche y pide lo mismo que acabas de pedir. Metió el pollo en una bolsa, para luego entregárselo. Es algo demasiado peculiar para ser un humano.
¿Cuánto por la gallina?
Nada, dile a Jeongin que es por ahuyentar al lobo de la luna pasada.
La sangre de la gallina ahora reposaba sobre una copa de vidrio, Jeongin la miraba sin expresión alguna. Chan cenaba tranquilo justo enfrente de él.
¿No te la vas a tomar? Sus orbes azules se dirigieron hacia él, era como si pidiera auxilio con la mirada.
¿Podrías... dejarme solo un momento? Chan negó.
No entiendo qué te molesta. Estás peor que yo cuando me obligabas a comerme los vegetales.
Es desagradable, mucho más si es de un animal. Chan se levantó bruscamente, caminando hasta llegar frente a Jeongin, haciendo al vampiro sentirse intimidado.
Si tanto te desagrada entonces muérdeme a mí.
La mirada del vampiro cambió al instante, acompañada de enojo, jamás lo había visto reaccionar así.
Estás diciendo tonterías, Chan. Se levantó de la silla para empezar a dar vueltas al rededor. Crees estar enamorado de mí pero no lo estás, solo es tu cerebro imaginando cosas. Es porque soy un vampiro, eso hacemos, enamoramos gente para luego bebernos su sangre. Bufaba enojado dando vueltas. Creí que podría vivir tranquilamente contigo pero es obvio, eres un adulto ahora, es natural que me veas de una forma distinta a la que me veías cuando eras un niño.
¿Pero qué...?
Tu pulso se acelera cuando estoy cerca de ti, tus mejillas se calientan, y además eres muy obvio Chan. Ahora estás pidiéndome que te muerda porque tu enamoramiento te lo exige.
Jeongin miró tranquilamente a Chan por unos segundos, ambos en un silencio incómodo. Sabía que había dicho algo que no debió haber dicho.
Será mejor que te vayas, Chan. El enamoramiento debe quitarse en unos días.
Pero me ha durado toda la vida. Se apresuró a decir. ¿Recuerdas que te pedí matrimonio? Había soñado con el día en que pueda ser lo suficientemente mayor para casarme contigo... porque he estado enamorado de ti desde que tenía 10 años. Se acercó al vampiro, encarándolo. Te estoy pidiendo que me muerdas porque no soporto verte tan débil. ¿Lo harás o prefieres esa asquerosa sangre de gallina?
Luego de unos segundos, Jeongin se despegó bruscamente de él, a zancadas caminó hasta la mesa para tomar la copa con sangre y beberla de un trago, haciendo un gesto de evidente asco segundos después. Chan sintió como si ese fuera el rechazo más horrible que pudo haber recibido, hasta que oyó respuesta del mayor.
También te amo, Chan. Pero no podría hacerte daño.
Había bullicio por las calles del pueblo, los postes de luz se adornaban con papeles de colores entrelazados y lámparas por todos lados, había pobladores disfrazados de hombres lobo asustando a todo aquél que luzca como una víctima fácil.
Era porque en aquél pueblo maldito, en vez de permanecer indiferentes hacia las criaturas, se solía ofrecer tributo hacía los vampiros por proteger a todos en el pueblo, ahuyentado a los hombres lobo cada luna llena sin falta. Algunos pobladores donaban pequeñas cantidades de sangre, otros daban lo que podían como regalo, todo en señal de su agradecimiento.
Por primera vez en mucho tiempo, había salido acompañado de Jeongin, así que caminaban juntos con las manos entrelazadas, las pequeñas manos estaban frías, pero el simple toque hacía que sus mejillas se pongan calientes.
¿Hay algo que quieras comer? Jeongin miraba hacía los puestos, mirando las manzanas acarameladas con nostalgia.
Quiero beber. El vampiro lo miró confundido por la extraña respuesta. Alcohol, Jeongin. Quiero beber hasta perder el conocimiento y que tengas que llevarme a casa a rastras.
Su risita mostrando sus dientidos le resultó adorable, Jeongin ahora sonreía con más naturalidad que antes. Vamos a conseguirte una botella de vino entonces.
La chimenea de la casa estaba prendida, con ambos sentados en un sofá justo en frente. Volvieron a casa después de aburrirse entre tanta gente, se sentía mejor estar los dos solos después de todo.
¿Los vampiros se emborrachan?
Había tantas preguntas que quería hacerle, pero normalmente le parecería intrusivo preguntar. Las dos copas de vino que ya se había tomado estaban empezando a quitarle la pena.
El alcohol no nos hace efecto, ni siquiera recuerdo a qué sabe.
Chan se sirvió otra copa y comenzó a beberla, se sentía como un vampiro bebiendo un líquido rojo de las copas que Jeongin usaba para la sangre.
¿La sangre de gallina sabe diferente a la de otros animales? Jeongin asintió.
Es como la carne, por ejemplo, la sangre de cerdo sabe bien en pequeñas cantidades pero tiene mucha grasa, así que te da indigestión.
Rió por el comentario extra, terminando la copa que se había servido y rellenándola.
Luces muy joven. ¿Naciste siendo vampiro? Jeongin suspiró y negó, por un momento se arrepintió de haber preguntado
Tenía 20 años, no he visto mi rostro desde eso pero supongo que no he cambiado mucho.
Chan lo miró sorprendido. ¿Has tenido ese rostro tan bonito durante siglos?
Jeongin se sorprendió, llevando sus manos a su rostro en un intento por ocultar la vergüenza que sentía. Escuchó la risita de Chan, para después sentir que él lo apresaba con su cuerpo en el sofá, quedando encima de él y colocándose entre sus piernas.
¿Qué se siente ser mordido?
Jeongin destapó su cara, arrepintiéndose al segundo. Chan tenía la mirada fija en él, con la cara a escasos centímetros de distancia, podía sentir el cuerpo del humano y su sangre más calientes de lo normal, probablemente por la rápida efectividad del alcohol. Si Jeongin estuviera vivo, su cara se habría colorado de mil tipos distintos de rojo.
¿Duele mucho? Chan acercó su rostro a él aún más, buscando los suaves labios del vampiro para capturarlos entre los suyos. Jeongin correspondió el beso, y enrolló sus brazos al rededor del cuello del pelinegro, creando chasquidos dulces mientras se besaban. Responde mi pregunta.
Duele pero, es incluso placentero. Muchos humanos que son mordidos desarrollan una obsesión por querer ser mordidos de nuevo. Los ojos negros de Chan lo miraban fijamente. Pero no voy a morderte Chan.
Este negó. Tengo una última pregunta más. Esperó a que el vampiro asienta. ¿Los vampiros pueden tener sexo?
Jeongin se sorprendió de sobremanera con la pregunta. Chan tenía las manos puestas en sus caderas y ambos estaban tan juntos que sus pechos chocaban entre sí.
S-si. Su voz salió nerviosa, la conversación había girado 360 grados en segundos y no sabía cómo reaccionar. Estamos muertos pero aún conservamos ciertas... necesidades.
Chan le robó otro beso, su actitud atrevida era totalmente diferente a lo que solía ser. ¿Entonces tú y yo podemos tener sexo?
Gimió cuando Chan besó su cuello, se dió cuenta tarde que durante todo el tiempo el menor había estado dirigiendo la conversación de esa forma, y mientras acariciaba su cintura y piernas sentía su cuerpo reaccionando a los suaves toques.
El cosquilleo en su estómago se hizo presente y con ello el calor en su piel, la sensación era tan agradable que no quería que Chan parara. Solo estaba le besando su cuello y recorriendo su cuerpo por encima de la tela, pero se sentía de una forma que incluso había olvidado, hacía tanto que no se sentía así, así de vivo en muerte.
-Chan... deberíamos parar. Soltó su orgullo en aquella frase, ignorando completamente que todo su cuerpo le estaba exigiendo lo contrario, realmente quería ser follado y aún mejor si era con el menor, pero se sentía prohibido, no solo por la diferencia de edad sino porque aún seguía considerando a Chan casi como un hijo.
¿Deberíamos? A ninguno de los dos les gustaba la idea de detenerse. Chan siguió besando su cuello, succionando un poco de vez en cuando, llevó sus manos hacia el chaleco del vampiro para querer deshacerse de su ropa poco a poco, pero este lo detuvo, negando ligeramente.
Chan estuvo a punto de parar, creyendo que el vampiro no quería seguir con ello y no lo obligaría si no quería, pero este dirigió sus pequeñas manitas al cuello de su camisa y comenzó a desabotonarla, sus mirada se notaba diferente, de alguna forma le suplicaba con esta.
¿Seguro?
Estoy bien si me quedo con la camisa puesta.
Era evidente que no quería mostrar su cuerpo, Chan no estaba seguro por qué, pero no insistiría. Se apresuró a quitarse la camisa para llevar sus manos hacia el cierre del pantalón de Jeongin.
¿Puedo?
Supongo que no tengo opción. Chan le miró sorprendido, al momento en que empezaba a abrirlo lentamente, Jeongin estaba nervioso y podía darse cuenta. De alguna manera estaba exigiendo una respuesta con la mirada. No tengo un cuerpo bonito, lo siento.
Muchas cosas pasaron por la mente de Chan, algunas más insanas que otras, rió para sus adentros, no quería admitir que le había mirado el trasero más de una vez cuando lo veía subir las escaleras.
Llevó sus manos hacia este mientras se deshacía de los pantalones de Jeongin, y no pudo evitar masajearlo.
Quedó embobado cuando logró quitarle la prenda, él tenía unas piernas delgadas pero carnosas al mismo tiempo, podía ver claramente lo anchas que eran sus caderas, razón por la cuál los pantalones le ajustaban diferente, se moría por tener esas piernas apretándole la cadera, o incluso a ambos lados mientras Jeongin saltaba sobre su polla.
Su mirada oscura repasó su cuerpo, cada detalle del vampiro era precioso a su parecer. Él no se ruborizaba, probablemente por estar muerto, pero la forma en la cual apartaba su mirada y se sentía visiblemente acorralado por él era tan transparente, su vampirito no podía ocultarlo.
Algo en su corazón le hacía sentir que Jeongin lo deseaba tanto como él, pero había una pizca de miedo en el vampiro, además de la inseguridad que había señalado.
Acomodó su cara entre las piernas lechosas y suaves, y comenzó a repartir besos en su vientre bajo, Jeongin arqueó la espalda, el cosquilleo le estaba quemando. Chan apartó un poco de la tela para intentar llegar hasta su ombligo, la cintura de Jeongin era irrealmente pequeña, sus piernas delgadas y su piel blanca lo hacían lucir exactamente como una muñeca de porcelana, además de su apariencia quebradiza y frágil.
Pero él era todo menos frágil, era una criatura de la noche, otros como él son despiadados y conocidos por su sed de sangre, incluso olvidaba lo que Jeongin era debido a esa aura tan pura suya.
Se alejó para empezar a quitarse los pantalones, Jeongin lo observó desde abajo, a la expectativa, mirando fijamente cuando también se deshacía de su camisa. Había algo diferente en la mirada que el vampiro le dedicaba, una lujuria oscura plasmada en sus orbes grises, a pesar de que este se notaba nervioso, eso no no eximía de sentirse como su presa, con esos ojos de gato acorralando a un ratón antes de comérselo.
Había algo que Chan había notado en Jeongin, su naturaleza demoníaca hacía que en aquellos ojos claros se escondiera incluso más oscuridad que en los suyos negros. La forma en la que sonreía y actuaba, todo era intensamente peculiar y extravagante, su cuerpo le pedía a gritos ser mordido por él, era una necesidad incontrolable que le quemaba y era incapaz de ocultar.
Estaba desnudo ya frente al vampiro, mostrándose orgulloso. Aún cuando Jeongin intentaba ocultar su nerviosismo, su mirada estaba cargada de lujuria y deseo por él.
¿Te gusta lo que ves? Jeongin asintió tímido. A mí también me gusta lo que veo.
Tomó las caderas del vampiro y se hundió entre ellas, tomando su pene rígido y estimulándolo antes de metérselo a la boca, Jeongin gimió ahogado y tiró la cabeza para atrás.
Chan pasó la lengua por su piel fría y suave, subiendo y bajando por su miembro y sus testículos, luego siguiendo hasta llegar a su entrada y meter la lengua por dentro.
H-Chan. Gimió, llamando al pelinegro, quién entretenido con la tarea solo murmuró un "mhn" como respuesta. Creo que deberíamos subir al cuarto. Jeongin respiró pesadamente entre palabras.
¿Algún problema con el sofá?
No es... romántico.
Chan parpadeó un par de veces, se sentía un completo idiota que ni siquiera se preocupó por llevarlo a la cama. Era tal vez un poco anticuado pero no sabía de qué época provenía Jeongin, tal vez para él era algo sumamente importante.
Haberlo dicho antes. Se paró y jaló al vampiro de un brazo para abrazarlo por la cintura.
Besó su cuello mientras recorrían el camino hasta las escaleras, Jeongin se aferraba con sus brazos al cuello de Chan, extasiado por los besos y los roces. Sin darse cuenta, el pelinegro deshizo los botones de su chaleco antes de llegar a la puerta de la habitación.
Cuando llegaron, Jeongin cayó encima de la cama, había unas cuantas velas iluminando todo dándole un aura romántica, el vampiro miraba maravillado al humano que tomó lugar entre sus piernas. Notó por primera vez su ropa deshecha cuando Chan comenzó a besar sus clavículas y delinear su cintura por encima de la delgada tela de su camisa blanca.
Chan tomó su miembro para llevarlo a la entrada del vampiro. ¿Puedo?
Jeongin asintió varias veces. Por favor. Suplicó.
El cuerpo de Chan estaba bañado en una ligera capa de sudor que brillaba con la luz de las velas, Jeongin podía sentir el dulce aroma, activaba sus instintos incluso sin querer, no sabía por qué el olor de Chan se le hacía tan atractivo ahora a pesar de que nunca lo había sentido de esa manera.
Sentía impulsos por querer morderlo, era peligroso para ambos pero ninguno quería parar.
Chan se hundió dentro de Jeongin, su pene estaba siendo apretado entre las paredes anales, era diferente a tener sexo con un humano, no solo porque estaba frío, sino porque sentía un lazo invisible con él que nunca había sentido con nadie antes.
El vampiro apretó su cuerpo con sus piernas, sus ojos ahora tenían un color carmesí rodeando el iris, era como si sus receptores de peligro se encendieran, apagándose justo para sentir que ese era el lugar donde pertenecía, a donde sea que Jeongin vaya.
Comenzó a moverse, llevando las piernas de Jeongin hasta pegarlas a su pecho y sosteniéndolo de sus rodillas, así podía ver todo con claridad, Jeongin gimiendo mientras mostraba los dientes, su camisa deshecha con algunos botones abiertos y su miembro duro chocando contra su vientre cada vez que lo penetraba.
Jeongin se aferró a las sábanas debajo de él, porque sentía oleadas de placer cada vez que Chan volvía a entrar y golpeaba su próstata. Chan entraba profundo y duro, y el olor, el olor era tan bueno que cada vez olvidaba más su asco por la sangre.
Los dientes le picaban, necesitaba clavarlos en algo con desesperación. Pero una pequeña, muy pequeña parte de su conciencia aún le pedía a gritos alejarse de Chan antes de cometer una estupidez.
No podía, su cuerpo no reaccionaba antes las órdenes de su cerebro, solo podía sentir el calor humano encima de él que le quemaba por dentro, su vientre bajo cosquilleando y su piel necesitada por más toque.
Acercó a Chan para besarlo, este no dudó en corresponder el beso, pero sus dientes retraídos chocaron con sus labios hiriéndolo. Jeongin sintió el sabor de la sangre en medio del beso, era dulce, estaba caliente y deliciosa, quería más de ese sabor.
Abrió sus ojos intensamente rojos. Quiero morderte. Susurró, desconcertando a Chan. Quiero morderte. Repitió, Jeongin volvió a repetirlo numerosas veces más.
Está bien, vampirito, pero déjame terminar.
Estaba cerca en realidad, podía sentirlo. Jeongin se acercó a su cuello y comenzó a respirar pesado cerca, pero no hizo más que gemir ahogado cerca de su oído, si iba a morderlo al parecer estaba esperando de verdad.
Sintió una sensación eléctrica recorrerle todo el cuerpo antes de liberarse, Jeongin lo mordió al mismo tiempo que llegó al clímax.
La misma descarga eléctrica se volvió violenta, era una sensación agradable que podía sentir en cada nervio de su cuerpo, incluso sintió sus músculos retraerse con fuerza y sus piernas temblar. No sabía qué era y por qué se sentía así, pero aquello tardó mucho más que un orgasmo normal y fue mucho más extasiante.
De repente todo en él se sintió relajado, y perdió el conocimiento sin darse cuenta.
Una pequeña mano delante de su vista lo sacó de sus pensamientos. Miró hacia el dueño de esta, Jeongin lo miraba curioso desde su asiento a un lado de él.
Estás conduciendo y te veía muy distraído, ¿en qué tanto piensas, Chan?
Sacudió su cabeza para regresar a la realidad. Pensaba en la primera vez que me mordiste. Jeongin se sorprendió, de todas las cosas le parecía vergonzoso que recuerde eso.
Te dejaste crecer el cabello desde eso. Chan rió, le agradaba su apariencia ahora, habían pasado dos años ya y el corte le daba una sensación de madurez.
Habían pasado tantas cosas en esos dos años, realizó un pacto de sangre con Jeongin y ahora ambos se dedicaban a cazar hombres lobo juntos, tal como en las historias que leía cuando era pequeño, era felíz estando con él y viajando con él, porque su hogar estaba donde sea que Jeongin esté.
¿Cuánto más falta? Preguntó el vampiro. La carreta que conducían avanzaba lento entre el camino, escuchaba el trotar de los caballos y los sonidos nocturnos del bosque.
Ya falta poco.
Se dirigían hacia un pueblo fantasma en medio de la nada, donde habían recibido muchos reportes de apariciones de hombres lobo, la estadía allí sería gratis porque iba de parte de otro amigo cazador que también había hecho un pacto con un vampiro.
Y cuando lleguemos Jeongin, te voy a follar tan fuerte como no lo he hecho en varios días.
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Todos los créditos a la autora original @KarenTommoS
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