9.- De príncipes y espadas (parte 1)

Como parte de sus labores diarias en Hystoria, algunos alumnos debían encargarse de atender a los caballos, pero Viktor, pese a ser un maestro, prefería ocuparse de Makkachin personalmente. Y es que más que una simple montura, Makkachin era su fiel compañero de aventuras y alguien que jamás, bajo ninguna circunstancia, lo juzgaria.

Al acercarse, fue recibido por un entusiasta relincho que le arrancó una sonrisa. Un hermoso caballo café sacudió la cabeza y golpeó el suelo con sus cascos al reconocerlo.

─ ¿Cómo estás, Makka? ─le acarició justo detrás de las orejas ─. Yo también te extrañé.

Makkachin no perdió tiempo para frotar su hocico contra la mejilla de su humano, pasando después al bolsillo de la chaqueta de Viktor para robar una zanahoria.

─ Claro, sólo te intereso por la comida ─bromeó, tomando un cepillo para peinar su crin─. ¿Sabes, Makka? Me pasaron muchas cosas cuando nos separamos. Hasta conocí a alguien...

Visualizó a Yuuri y experimentó una punzada de culpa por no estar más al pendiente de él. Quiso buscarlo y preguntarle si logró convencer a Lila, pero el trabajo acumulado consecuencia de su ausencia imprevista se lo impidió. Por un lado, quería pensar que Yuuri le habría pedido ayuda si tuvo problemas; aunque por lo poco que convivieron, se imaginaba que era el tipo de persona que prefería resolver sus asuntos por su cuenta.

─ Tal vez Lilia haga una excepción esta vez ─ deseó Viktor, y Makachin lo escuchó muy atento, aunque no comprendía lo que decía─. Aún si nunca tuvo una invitación, no debería de importar.

En el fondo, Viktor siempre puso en duda la existencia de la invitación de Yuuri, y es que éste se rehusó tajantemente a darle el nombre de su reclutador y cómo fue que la obtuvo. Lo único que pudo arrancarle, era que se trataba de una amiga de su familia y vieja conocida de la directora, lo que para Viktor carecía de lógica y le llevó a catalogarlo como "uno de esos jóvenes". Dicho término, era empleado por Lilia para referirse a los chicos y chicas que no habían sido reclutados por nadie y por ende carecían de invitación y el derecho a entrar a Hystoria. La excusa más frecuente, era que la habían extraviado. Cuando les pedía que señalaran a la persona que se las dio, la mayoría se derrumbaba y comenzaban a dar miles de justificaciones a por qué deberían ser admitidos. En un par de ocasiones, llegaron a amenazar a la misma Lilia sin que ella cediera ni lo reconsiderara.

─ Aunque no parece ser de los que amenazan ─reconoció Viktor, acercándole otra zanahoria a Makkachin─. Pero supongo que en una situación desesperada, somos capaces de hacer lo inimaginable.

Y eso, a él le constaba de sobra.

No queriendo agobiarse con pensamientos que juzgaba como negativos e innecesarios, prefirió enfocarse en mimar a su caballo consentido, por lo que no se dio cuenta que alguien más había entrado a los establos.

Un hombre mayor de semblante severo lo observaba con los brazos cruzados, aguardando a que lo notaran; lo que no iba a pasar pronto, si se basaba en la forma de ser de su pupilo.

─ Vitya.

El aludido se limitó a servir una buena cantidad de alfalfa en el comedero de Makkachin, ajeno al creciente disgusto del recién llegado, quien sentía su paciencia disminuir peligrosamente. Por suerte, Makkachin sí estaba prestando atención y relinchó para alertar a su dueño que ya no estaban solos.

─ Al menos tu caballo no baja la guardia ─habló el hombre, y Viktor se giró para contemplarlo y dedicarle una sonrisa─. Por eso Makkachin regresó a salvo, mientras tú fuiste asaltado y requeriste que te ayudaran.

─ ¡Hola, Yakov! ─saludó con alegría, pasando por alto la crítica─. ¿Me extrañaste?

─ ¿Qué si te...? ¡No tienes vergüenza! ¡Se suponía que tenías que reportarte conmigo apenas llegaras!

─ Pensé que el equivalente era avisarle a Lilia y que ella te contaría ─repuso sin darle mucha importancia, acariciando a Makkachin─, y que su regaño valía por el de los dos.

Yakov frunció el ceño y reprimió como pudo las ganas de gritarle. Algo que al parecer nunca cambiaría, sería la habilidad de Viktor para sacarlo de quicio.

─ Como sea ─masculló el hombre, rehusándose a que el imprudente joven supiera lo mucho que lo había enfadado─. ¿Ya escribiste a tus padres para informarles lo que te sucedió? ─Viktor dejó de cepillar a Makkachin y casi deja caer el cepillo─, ¿cuándo fue la última vez que les enviaste una carta?

─ Les escribiré cuando tenga algo que quiera contarles ─dijo en tono serio, luchando para ocultar cómo se sentía en verdad─. Hasta entonces, estoy muy ocupado y seguro ellos también. Apuesto que salieron en otro de sus viajes.

Yakov suspiró y sacudió la cabeza. Puesto que conocía a Viktor desde que era un niño, sabía que aquel era un tema que le incomodaba de sobremanera y que era mejor no presionarlo demasiado o de lo contrario terminaría cubierto de hielo, literalmente.

─ También, esperaba tratar otro asunto contigo ─retomó Yakov, ansioso por calmar los ánimos─. Es acerca del chico que te acompañó hasta aquí.

─ ¿Te refieres a Yuuri? ─cuestionó con una mezcla de preocupación y emoción, la comprobación de que la táctica de su maestro funcionó─. ¿Qué pasó? ¿Lilia lo aceptó?

─ Sí, Lilia tuvo la oportunidad de conversar con él y...

─ Todo lo que le dije fue en serio. Yuuri posee una increíble valentía y aunque es un poco ingenuo, es muy noble y bondadoso.

─ Vitya...

─ Técnicamente, es como si yo lo hubiera reclutado ─prosiguió Viktor, ignorando por completo a Yakov─. Seguro que sobresaldrá en algo. Hystoria tiene suficientes clases, deberá destacarse en una, por lo menos. ¿Qué importa si nunca contó con una invitación?

─ ¡Vitya! ─le gritó Yakov, para hacerlo callar─. ¿De qué estás hablando? ¡Por supuesto que Katsuki tenía una invitación!

Esta vez, Viktor soltó el cepillo sin poder evitarlo. Makkachin golpeó el suelo con uno de sus cascos en señal de protesta y su dueño le dio unos suaves golpecitos en el lomo a manera de disculpa para después observar a Yakov con la boca y los ojos bien abiertos.

─ ¿Es en serio? ─cuestionó asombrado, y Yakov asintió, solemne.

─ ¿Cuando Lilia ha aceptado a alguien sin una? ─inquirió el hombre, sin esperar realmente una respuesta─. Aunque el que intercedieras a su favor le dio puntos extras. Debió llegar hace días y Lilia estaba muy enfadada por su retraso. Dado que tuviste mucho que ver con eso, decidió pasarlo por alto. Además, corrobora lo dicho por su reclutadora. Curiosamente, tú y ella coinciden en algunos de los puntos fuertes de Katsuki.

Viktor enmudeció de pronto. En verdad, se trataba de un escenario que no creyó fuera realidad. Ciertamente, Yuuri se perfilaba como una persona única.

─ ¿Puedo saber quién fue su reclutadora?

La expresión de Yakov se tornó más severa, si acaso era posible. Viktor no estaba seguro de cómo interpretarlo.

─ La conoces. Su nombre es Minako, Minako Okukawa.

Reconoció el nombre de inmediato. ¿Cómo no hacerlo? Okukawa, junto a Yakov, Lilia y el profesor Celestino, formaron un grupo de héroes que lograron grandes hazañas en su juventud. Viktor inclusive llegó a estudiar algunos de esos hechos tan notables. Sin embargo, la mujer representaba para él algo más que una leyenda viviente. Viktor pudo verla en una ocasión, hacía unos años, y Minako Okukawa indirectamente se relacionaba con uno de sus peores recuerdos.

─ Yuuri, él... no me dijo nada ─admitió Viktor con dificultad, escarbando en su memoria sin rememorar que alguna vez hiciera mención de Okukawa, o el nombre de su pueblo natal.

─ No me sorprende. Hace mucho que no teníamos noticias suyas. Según Celestino, Katsuki desconocía los múltiples logros de Minako. Ni siquiera le habló de nosotros ─le contó, con un deje de resentimiento─. Yuuri Katsuki no es sólo uno de los muy selectos alumnos de Minako, es el mejor de entre ellos. Y por esa razón, decidí cambiarlo a las clases avanzadas de esgrima. No tengo nada que enseñarle, así que a partir de mañana, tú serás su maestro.

Viktor asintió en silencio, no muy seguro de cómo sentirse. Comprobaba que Yuuri se trataba de alguien especial, y que para él podía resultar peligroso, dado que sabía de su habilidad innata.

"Está bien, ésto es lo ideal" pensó, cerrando los ojos para tranquilizarse "Así podré vigilarlo de cerca".

***

Yuuri inició su día trabajando en la cocina, siguiendo el rol de labores para los alumnos.

Estar ahí era agradable, como estar en casa. Los olores del desayuno recién preparado le abrían el apetito y el calor irradiado por las estufas y fogones hacían que el ambiente se sintiera más cálido.

─ Si tienes tiempo para soñar despierto, puedes trabajar más deprisa ─le ordenó una mujer mayor, la cocinera, quien era su jefa en ese lugar─. ¡Anda! El pan no se horneará solo.

El joven musitó un rápido "lo siento" antes de acomodar la masa en la bandeja para meterla al horno y sacar las que ya estaban listas. La mujer se cruzó de brazos y asintió, complacida. Yuuri aguardó a que ella se ocupara antes de examinarla discretamente. Apenas había transcurrido poco más de una hora en la cocina, y ya podía hacerse una idea del tipo de persona que era: estricta, organizada y sin temor al trabajo duro.

─ Cómo te decía, muchos me criticaron cuando me casé con mi esposo.

También, era alguien a quien le gustaba mucho hablar y contar su historia.

─ Para ellos era muy extraño que eligiera a un "carta rota". Pero yo siempre dije que me casaba con él y no con su carta, y que aún si no estaríamos juntos por mucho tiempo, lo aprovecharíamos al máximo.

Dada su situación como carta en blanco, Yuuri encontraba fascinante aprender sobre los distintos puntos de vista en relación a las cartas y le sorprendía y maravillaba que existieran individuos como Phichit y esa mujer, que claramente no se dejaban llevar por lo aparente.

─ Falleció diez años después de casarnos. Fue una inundación. Por eso era que había nubes de lluvia en su carta y que era de color azul ─recordó, esbozando una triste sonrisa.

─ Yo... lo lamento ─expresó Yuuri con auténtico pesar. Ella sacudió la cabeza.

─ Ahora que puedo verlo en perspectiva, que tuviera una carta rasgada en cierta forma fue algo bueno.

─ ¿Cómo así? ─ preguntó curioso, ya que era la primera vez que escuchaba que se refiririeran a eso de manera positiva.

─ Nos enseñó a disfrutar de cada instante como si fuera el último. Siempre tuve en claro que me amó, y él nunca dudó de mis sentimientos ─explicó sin ocultar la nostalgia en su voz─. Además, me dejó a nuestros niños para recordarlo. Aunque ya hace mucho que dejaron de serlo ─dejó escapar una risita─. Madame Baranovskaya les permitió estudiar en Hystoria y aún si sus destinos no eran tan importantes, ser alumnos de aquí les ayudó mucho.

Yuuri se limitó a cumplir con sus labores en silencio para no interrumpirla. Podía relacionarse con eso a la perfección. La mujer prosiguió con su relato.

─ Mi hija es un cinco, supongo que por el número de citas que tuvo con su pareja antes de casarse con ella. Las dos tienen una florería en la ciudad, muy exitosa gracias a los contactos que hizo en Hystoria ─indicó un jarrón con bellísimas flores de colores─. Adoptaron a mi primer nieto hace unos meses y ya consideran agrandar la familia. Mi hijo, por otro lado, es un ocho. Su destino fue volverse cocinero, como yo. Se hizo amigo de un príncipe que también estudiaba aquí y cuando regresó a su reino, lo contrató como jefe de cocina en su castillo. Me escribe siempre que le es posible para que intercambiemos recetas y le gusta enviarme ingredientes raros para que ideé nuevos platillos.

El consenso general, era que las cartas lo definían todo y según Yuuri, se encargaban tanto de definir como de limitar el destino y nada más remitirse a su propia familia: su madre tuvo todo el talento y la habilidad para convertirse en una pintora de renombre, pero su carta le señaló otro camino que ella aceptó de buen agrado. Mari atravesó por una etapa de rebeldía que él no recordaba bien, puesto que sucedió cuando era pequeño, pero sí tenía presente que en algún punto de su vida, el hacerse cargo de la posada no le hacía ni pizca de gracia a su hermana. Sin embargo, aquello cambió por alguna misteriosa razón y de sentirse inconforme, pasó a mostrarse dispuesta y a trabajar con gusto.

"En verdad, la felicidad depende de mucho más que sólo una carta" reflexionó algo que solía olvidar e instintivamente se llevó una mano al pecho.

Tal vez, ya era hora de dejar de autocompadecerse definitivamente y enfocarse en otras cosas. ¿Qué si no tenía un destino fijo? De cualquier forma podía vivir su vida de la mejor manera posible, labrar su propio camino e intentar ser la mejor versión de sí mismo posible, justo como los hijos de aquella mujer.

─ Aquí están las manzanas y la harina.

Yuuri se tensó instintivamente. Por el rabillo del ojo divisó a Seung Gil en la entrada de la cocina. Recién se acordaba que compartían turno en las labores.

─ Muchas gracias, cielo ─pronunció la cocinera en tono dulce─. ¿Puedes dejar la fruta allá? Y el saco de harina junto con los otros.

Seung Gil asintió y cargó con facilidad un pesado barril. Fue entonces que Yuuri se percató que no estaba solo. Un diminuto perrito blanco marchaba con alegría detrás de él, con la lengua de fuera y meneando la cola. Basándose en su pelaje inmaculado y su lujoso collar, con toda probabilidad se trataba de la mascota de un alumno importante.

─ Si ya terminaste, por favor acomoda los platos. No quisiera retrasarme con el desayuno, pero antes... ─la mujer tomó uno de los panes recién hechos y lo envolvió en una servilleta de papel─, ¿quieres un bocadillo?

Seung Gil volvió a asentir y lo aceptó sin decir nada. El perrito ladró y mientras el joven le lanzaba un trozo de pan, Yuuri salió de su ensimismamiento.

─ ¡Um! ¡Se... Seung Gil! ─lo llamó gritando, y el otro se giró para contemplarlo con el ceño fruncido. Yuuri tragó grueso─. Phi... Phichit y yo tenemos algunas horas libres, y él... había pensado en mostrarme el resto de la escuela. Pensaba que, si tienes tiempo, podrías acompañarnos y aprovechar para que almorcemos jun...

─ No, gracias ─lo rechazó secamente y acto seguido, se marchó sin mirar atrás con el animalito pegado a sus pies.

Yuuri suspiró con desgano. Le prometió a Phichit no juzgar a Seung Gil por su carta, y se hizo el juramento personal de que tendría la mejor disposición y sería tan amistoso como pudiera con él, ¡pero le era tan difícil tratarlo! Nunca sabía cuando estaba enfadado, lo que sumado a que para Yuuri hacer amigos no era sencillo, complicaba todo.

─ Sé lo que intentabas hacer ─habló la cocinera, destapando una olla para revolver su contenido y después apagar el fuego─, y es muy gentil de tu parte.

─ Pero si yo no... ¿A qué se refiere? ─cuestionó confundido. Ella le sonrió.

─ Llevo muchos años aquí. Muchos alumnos han ido y venido, pero jamás vi que nadie recibiera un trato tan malo como ese pobre chico ─probó un poco de la avena y luego de dudar por unos segundos, agregó una pizca de canela─. No son solamente los estudiantes, algunos de los trabajadores también le tienen miedo.

─ ¿Sabe lo que pasó?

─ Oh, todos nos enteramos. Las noticias circulan muy rápido en Hystoria.

─ Pero... usted no le teme a Seung Gil ─se atrevió a afirmar Yuuri, recordando la actitud de la mujer cuando el otro apareció.

─ ¿Por qué debería? ─inquirió a su vez─. Yo creo que los animales son mejores para juzgar el interior de las personas. Ellos no se dejan influenciar por las cartas o símbolos, a diferencia de nosotros ─sacudió la cabeza─. He visto cómo se portan a su alrededor. Si fuera el villano que todos creen lo más natural sería que le huyeran, y al contrario, lo siguen. Así que, si ellos no le tienen miedo, yo tampoco.

Yuuri dedicó unos minutos a reflexionar y concluyó que ella estaba en lo correcto. Él mismo acababa de presenciarlo, gracias a ese pequeño perrito blanco.

"Si tan sólo más gente pensara como ella..." deseó con todas sus fuerzas.

─ Eres un buen chico ─halagó la mujer con sinceridad, ocasionando que el joven se sonrojara─. Modesto y además, sabes escuchar ─expresó, satisfecha─. Soy Blanca. Búscame si alguna vez necesitas ayuda, o una porción de comida extra.

***

Yuuri apenas dispuso del tiempo suficiente para desayunar y limpiar la cocina antes de dirigirse a su primera clase del día.

Iba ligeramente retrasado, por lo que su intención inicial, era realizar una entrada discreta. Si bien alguien más tenía otra idea.

─ ¡Yuuri, ven! ─gritó Phichit nada más divisarlo, agitando la mano─. ¡Te aparté un lugar!

El aludido avanzó encogido sobre sí mismo, luchando en vano por no hacer caso de las miradas del resto. Sin contar con el saludo entusiasta de Phichit, estaba seguro que llamaba la atención por otra razón.

─ Todavía creo que no debí empezar desde el nivel avanzado de Cardología ─murmuró, para que sólo su amigo pudiera escucharlo.

─ ¿Huh? ¿De qué hablas? Celestino estuvo de acuerdo, así que deja de preocuparte.

Yuuri abrió la boca para alegar, pero terminó por guardarse sus opiniones. Por ser de nuevo ingreso, lo normal hubiera sido que cursara las clases avanzadas hasta aprobar los exámenes de transición. Sin embargo, Phichit logró convencer al profesor Cialdini de permitirle saltarse los niveles iniciales de Cardología, argumentando que él lo apoyaría hasta que estuviera a la par de los otros estudiantes.

─ Es mejor así ─comentó Phichit, colocándole una mano en el hombro─, de lo contrario te esperaban seis meses de analizar formas y las diferencias entre colores y luego de un rato es muy aburrido decir por qué el rojo carmín es diferente del persa o del coral. Así que... ¡oh! ¡Seung Gil! ─llamó a quien acababa de entrar, y los demás lo contemplaron entre ruidosos cuchicheos─. También te reservé un...

─ No, gracias ─respondió pasando de largo y sin dirigirle siquiera una mirada, eligiendo un asiento vacío en un rincón del aula, cerca de alguien al que Yuuri ya conocía.

"¡Es Altin!" pensó emocionado, e inconscientemente se incorporó a medias para verlo mejor. "Es cierto, creo que debería agradecerle apropiadamente por ayudarme la otra vez".

Otabek debió sentirse observado y su mirada se cruzó con la de Yuuri, quien se apresuró a apartarla, apenado. Y fue así que notó la expresión herida de Phichit. Le constaba que a éste le sobraban los amigos. A donde quiera que iban, siempre alguien se detenía a saludarlo o a charlar con él, lo que demostraba que se trataba de un joven alegre y accesible. Yuuri comprendía que Seung Gil lo rechazara, dada la forma en que se conocieron y puesto que recién empezaron a convivir, pero suponía que estaría feliz porque al menos una persona lo veía como algo más que un villano en potencia. Phichit era sincero, ¿por qué tratarlo de esa manera tan cortante?

─ ¡Muy bien! Si ya todos están listos, comencemos con la clase de hoy.

La voz de Celestino Cialdini cortó de golpe con las pláticas individuales de sus alumnos. Yuuri se apresuró a tomar una hoja y se preparó para escribir. En su situación, intuía que Cardología era una materia de vital importancia y ansiaba aprender cuánto le fuera posible.

─ ¿Algún voluntario que haga un resumen de la lección anterior?

Ante la petición del maestro, los jóvenes intercambiaron miradas nerviosas y otros prefirieron fingir que escribían o revisaban sus notas para pasar desapercibidos.

─ Um... nos estaba contando sobre la importancia de los elementos individuales en las cartas ─habló una chica de largo cabello negro recogido en una trenza─. Y la manera correcta de interpretarlos.

─ ¡Sí, sí! Excelente, señorita Wu ─felicitó a su alumna, quien esbozó una tímida sonrisa─. Como ya les dije ayer, los motivos individuales, junto con el símbolo o número principal y el color, son los aspectos a analizar para hacer una lectura apropiada ─ hizo un ademán y un pergamino se desenrolló sobre el pizarrón─. Quiero que observen la siguiente carta.

El salón entero contempló la imagen y una serie de murmullos y gritos ahogados inundaron el lugar. La carta en cuestión era un dos de corazones que representaba a un hombre con elegantes vestiduras, que en una mano sostenía un cráneo y en la otra una pluma. Estaba rodeado por hojas de papel y manchas de color obscuro.

─ ¿Cuáles son sus impresiones? ─cuestionó el maestro, y nadie le respondió─. Bueno, probemos con un nuevo enfoque. ¿Cuántos de ustedes piensan que se relaciona con un criminal o una persona violenta? ─más de la mitad de las manos de los alumnos se alzaron─. ¿Alguien que difiera?

─ Bueno, la carta es de corazones ─habló Phichit, y Celestino le indicó que continuara─, así que... ¿podría ser un artista?

─ ¿Ves otros elementos que te hagan pensar eso?

─ La pluma y las hojas ─prosiguió Phichit─, y las manchas... por el color no estoy seguro si son tinta u otra cosa. Aunque honestamente, dudo que sea un asesino que escriba sobre sus crímenes.

Celestino soltó una estrepitosa carcajada, y un chico al fondo que dormitaba, abrió los ojos al instante.

─ ¡Excelente, joven Chulanont! Tiene toda la razón─ asintió, complacido. Phichit intercambió una sonrisa con Yuuri ─. La carta de hecho perteneció a un muy famoso escritor y dramaturgo, nacido hace cien años. Aunque claro, como se centraron exclusivamente en un único elemento individual, nunca lo habrían notado.

─ Para eso están los lectores, ¿o no, profesor?

La voz de un estudiante se hizo escuchar, seguida por un coro de risitas. Celestino frunció el ceño. Dejándose llevar por la curiosidad, Yuuri se giró para averiguar de quién se trataba y descubrió que era un joven de cabello obscuro y ojos grises. Todo él irradiaba confianza y seguridad.

Confundido, Yuuri parpadeó un par de veces, optando por quitarse los lentes para limpiarlos, esperando que eso le ayudara a ver mejor.

"Creo que... ¿lo he visto antes?" se planteó, vacilante.

─ ¿Algo que quiera compartir, señor Leroy? ─ preguntó Celestino, aunque en base su expresión y tono, Yuuri adivinó que no tenía muchas ganas de seguir con ese tema.

─ A decir verdad, sí ─ asintió el otro, reclinándose en su silla con actitud arrogante. Al lado de Yuuri, Phichit masculló un "aquí vamos de nuevo", y rodó los ojos─. Sin ánimo de ofender, profesor, no entiendo cómo Cardología nos ayudará a ser buenos gobernantes, guerreros o héroes. ¿No sería mejor reservar ésta materia para quienes desean convertirse en lectores?

Los chicos y chicas en torno a Leroy aplaudieron y exclamaron para demostrar que estaban de acuerdo. El salón entero se llenó de ruido, con todos queriendo externar sus opiniones, algunas a favor y otras en contra. Yuuri se mantuvo en silencio. Cardología le interesaba por su situación particular, pero admitía que le resultaba extraño que fuera de carácter obligatorio en la academia.

─ Señor Leroy, ya hemos tenido esta discusión antes, así que ya conoce la respuesta ─ informó el profesor Cialdini, realizando un ademán que acalló a todos como por arte de magia.

─ Para vencer la ignorancia y los prejuicios subyacentes a ciertas cartas y símbolos... ─ recitó de memoria, sin tomárselo en serio─, para ampliar nuestra visión del mundo y nuestra comprensión y empatía hacia otros...

─ Entonces, si ya conoce el motivo, no me explico porque debe interrumpir a su maestro con una pregunta innecesaria.

Leroy palideció al instante y Yuuri creyó que se desmayaría. Los demás alumnos se apresuraron a ponerse de pie y él los imitó por instinto. La directora, Lilia Baranovskaya se hallaba en la entrada del salón, con la mirada clavada en el impertinente joven y cruzada de brazos.

─ ¿Tiene alguna queja de mi manera de dirigir Hystoria, señor Leroy?

─ N-no... ─ balbuceó, parándose muy recto ─. Ninguna, Madame...

─ Pues no fue esa la impresión que me dio ─ declaró la mujer, avanzando hacia el frente a paso firme y lento. Únicamente se escuchaba el sonido de sus tacones golpeando contra el suelo─. Y no quiero que piensen que no me interesa la opinión de mis alumnos. Así que, estaré encantada de recibirlo en mi oficina para que discutamos al respecto. Lo espero mañana por la tarde con reportes por escrito acerca de la Cardología: su historia y raíces, y su impacto y relevancia en la sociedad actual. ¿Le parecen bien cinco páginas?

El joven se sobresaltó y fue obvio que deseó reclamarle, sin embargo, Lilia lo frenó simplemente arqueando una ceja.

─ Me alegra que estemos de acuerdo ─ asintió ella ─. Y señor Leroy, voy a asumir que hará su trabajo usted mismo y no pedirá que lo auxilien los miembros de su séquito ─agregó, mirando fugazmente al grupo en torno a él, y los otros jóvenes experimentaron un escalofrío que fue más que visible─, porque le advierto que si alguien más escribe los ensayos en su lugar, me daré cuenta y habrán consecuencias. ¿Está claro?

─ Sí, señora ─ afirmó con una sonrisa forzada.

Phichit se cubrió la boca con la mano para reprimir una risita y Yuuri dedujo que el tal Leroy no le agradaba mucho, algo inusual en su amigo, que siempre se mostraba amable con todo el mundo.

─ ¿Me estaba buscando? ─ preguntó Celestino a la mujer, finalmente dignándose a intervenir para detener el sufrimiento de su alumno.

─ Hay unos asuntos urgentes que debo discutir con usted, profesor. Mucho me temo que su clase tendrá que acabarse más temprano de lo previsto.

Hubo algunos lamentos fingidos en combinación con suspiros de alivio. Lejos de molestarse, Celestino rió de buena gana, batiendo las palmas.

─ ¿Qué acaso creen que los dejaré marchar así como así? Para la próxima clase, espero que estudien sobre los "arquetipos", sus características distintivas, ventajas, desventajas y ejemplos ─ Yuuri anotó el encargo a toda prisa ─. Voy a cuestionarlos al respecto al inicio de la lección, aquel que no responda correctamente, tendrá una nota negativa. ¡Ahora, fuera!

Los estudiantes se levantaron con desgano ante la perspectiva de la tarea, y el más decaído de todos era definitivamente Leroy. Su "séquito" caminaba a su alrededor, tratando de consolarlo. Phichit chasqueó la lengua.

─ "Su alteza real", el príncipe Jean-Jacques Leroy, mejor conocido por sus amigos, o lo que es lo mismo, su séquito, como JJ ─ le dijo a Yuuri en tono burlón, una vez que se aseguró de que el aludido no podía oírlos─. Aunque si quieres mi opinión, es más que nada una molestia real, y una muy incómoda.

─ Tuvo que hacerte algo terrible para que te refieras a él de esa forma ─ expresó Yuuri, vigilando que el príncipe Leroy no fuera a aparecer.

─ Oh, a mí no me ha hecho nada ─ admitió apenado, sentimiento que no tardó en ser dejado de lado─. Pero a Seung Gil...

Yuuri se detuvo en seco, analizando la información recibida.

─ ¿Quieres decir qué...?

─ JJ fue el responsable de lo que le pasó. Él y su séquito lo descubrieron leyendo en uno de los jardines y pensaron que sería muy divertido jugarle una broma. Claro, no tenían manera de saber cómo terminaría, pero tampoco es que se mostraran muy arrepentidos después ─le contó sin ocultar su creciente enojo─. Reconozco que JJ no es de los que se meten con Seung Gil, pero no puedo decir lo mismo de su séquito. Ellos hacen lo que él les dice, así que si de verdad lo lamentara, podría pedirles que lo dejaran en paz.

Yuuri guardó silencio. De pronto se sentía muy nervioso. Hasta el momento, todos en Hystoria habían sido muy agradables y gentiles con él. Recién recordaba que también existían personas prejuiciosas y malentencionadas, y que debía andarse con cuidado.

─ En fin, basta de malos temas ─ se encogió de hombros Phichit ─. ¿A dónde quieres ir? Creo que ambos tenemos algo de tiempo libre antes de la siguiente clase. Podríamos ir a los jardines, o hacer el resto del recorrido por la Academia.

─ En realidad, pensaba pasarme a la cocina para adelantar mi turno de trabajo. Por la tarde tengo danza y esgrima, así que...

─ ¿Ah? Pero si las clases de esgrima son por la mañana. Por la tarde son las lecciones avanza... ¡Oh! ─ se interrumpió, contemplando a su amigo con los ojos y la boca bien abiertos. Yuuri se dio cuenta muy tarde de que olvidó contarle de su cambio─. No me digas que... ¿Es lo que estoy pensando?

Yuuri tragó grueso. Se sentía muy nervioso.

─ Sí, algo así. Referente a eso...

____________________________________________________________

FIN DE LA PRIMERA PARTE

Los comentarios serán agregados al término de la segunda, gracias por leer!!!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top