13.- Olvido involuntario

─¿Lo tiene?

Un pequeño grupo se encontraba reunido en una amplia y lujosa estancia. Se trataba de un grupo conformados por entre siete hombres y mujeres ataviados con trajes elegantes, algunos inclusive lucían espléndidas joyas. Aunque ninguno de ellos se comparaba con el hombre sentado en una lujosa silla forrada de terciopelo rojo, al lado de una ventana, que evocaba al trono de un rey.

El sujeto, cuyos ropajes eran más llamativos y finos que los del resto de sus compañeros esbozó una amplia sonrisa, deleitándose por las miradas ansiosas de los demás, y se tomó su tiempo para ponerse de pie y caminar con exagerada lentitud hacia un magnífico tapiz en la pared que en realidad cubría una puertecilla oculta. El hombre pasó su mano sobre ésta y un candado se materializó. Discretamente, se sacó una llave que colgaba de su cuello y la utilizó para abrir una caja fuerte que resguardaba un cofre.

El tipo sostuvo la caja de madera entre sus manos y murmuró algo en lengua desconocida. Luego, dio una serie de golpecitos rítmicos en la cubierta, sonriendo cuando se escuchó un "clic" que puso a sus invitados al borde de sus asientos.

─No fue fácil conseguirla y ha sido todavía más difícil conservarla. Los rumores se esparcen rápido y en los dos meses que la he tenido en mi poder, ya he sufrido de cuatro intentos de robo─explicó sin darle mucha importancia─Naturalmente, tuve que mejorar la seguridad. Son más sueldos a pagar, sin mencionar el gasto en los encantamientos protectores...

─¡Al grano! ─soltó uno de los asistentes sin ánimos de seguir esperando. Los demás le lanzaron miradas de reproche, en tanto que el anfitrión rió y los calmó con un ademán.

─La impaciencia es normal. Después de todo, no todos los días uno se encuentra frente a una auténtica reliquia.

Los otros se acercaron, manteniendo una prudente distancia del hombre del cofre. Y cuando finalmente lo abrió, exclamaciones de admiración y murmullos de asombro inundaron el lugar.

Colocado cuidadosamente sobre un cojincito de terciopelo, estaba un anillo de oro con forma de rosa roja. Era una alhaja extraordinaria. Resplandecía con luz propia y de la rosa, cuyos pétalos lucían tan suaves al tacto como los de una flor real, manaba un exquisito aroma.

─El anillo de Primavera─pronunció su dueño lo que los demás ya sabían, y su voz destiló orgullo.

Uno de los hombres reunidos, un anciano de larga barba blanca que vestía con una elegante túnica púrpura, se dirigió al anfitrión con una pequeña reverencia y le pidió permiso para tomar el anillo. El otro asintió y le permitió que sacara la joya del cofrecito.

En lugar de levantarlo con sus manos, el mago lo hizo levitar sobre su palma, examinándolo con atención mientras el resto de los asistentes contenían la respiración, expectantes. El anciano pronunció una serie de complicados conjuros y alguien gritó cuando el anillo fue envuelto en llamas. El anfitrión esbozó una sonrisa confiada y al cabo de unos instantes, el fuego se extinguió sin que la joya presentara ningún daño.

─Estoy casi convencido de que es una de las auténticas reliquias de primavera─informó el mago luego de su análisis.

─¿Casi? ─repitió ofendido el dueño de la joya─Es la verdadera. ¿Viste el interior? Tiene el grabado.

En efecto, la cara interna del anillo poseía una inscripción: "Renovación, florecimiento, renacimiento". Sin embargo, el mago sacudió la cabeza, no dispuesto a dejarse impresionar.

─Sólo hay una manera de comprobarlo y si están de acuerdo, seré yo quien corra el riesgo.

Los otros intercambiaron miradas, algunos de preocupación y otros de emoción. El anfitrión asintió y una de las presentes, una mujer que usaba un vestido rojo con bordados en dorado, se le acercó y le entregó un saquito de tela que contenía el bulbo de una planta sin germinar. Fue el turno del hombre para mostrarse asombrado.

─El legendario tulipán "Narciso". Se encuentra exclusivamente en un sólo bosque, donde florece una vez cada cincuenta años durante la primavera─explicó ella─Se dice que sus pétalos blancos se tiñen de dorado al ser tocados por el sol, y son tan suaves como la seda. La gran mayoría nunca llega admirarlo, muchos de nosotros probablemente ya no estemos aquí para cuando el Narciso crezca. A menos que...

El anfitrión y el mago se contemplaron en silencio. El anciano cerró los ojos e inhaló hondo, tomó el anillo y se dispuso a colocárselo...

Un fuerte ruido los sobresaltó y el anciano casi deja caer la joya. La puerta de la estancia se abrió de golpe y un súbito estallido inundó el sitio de humo.

─¡Guardias, guardias! ─exclamó el dueño del anillo y pretendió seguir gritando, pero un brusco acceso de toso se lo impidió. A su alrededor, sus compañeros luchaban en vano por sobreponerse al humo que les calaba en los ojos y la garganta y les dificultaba respirar.

El viejo mago se las ingenió para efectuar un ademán que produjo una corriente de viento que ayudó a disipar levemente el humo. Probablemente hubiera limpiado la habitación del todo, de no haber recibido un fuerte empujón que lo desconcentró, ocasionando que dejara el conjuro a medias. Logró divisar a una figura encapuchada con el rosto cubierto por una máscara y las manos enfundadas en guantes, que se alejaba a toda prisa y al instante adivinó lo sucedido.

─¡Tiene el anillo!

El grito puso sobre aviso a los presentes y algunos se precipitaron a detener al ladrón, pero estaban en desventaja, puesto que el humo les impedía ver con claridad, en tanto que el intruso estaba protegido. El encapuchado corrió a la salida, cuando un chorro de agua lo golpeó de lleno en la espalda, provocando que se estrellara contra la pared.

El mago consiguió ponerse de pie y con ayuda de su mano izquierda cubrió su nariz y boca con un trozo de tela rasgado de su propia túnica, mientras que tenía su mano derecha extendida al frente, listo para realizar otro conjuro.

La estancia comenzó a limpiarse del humo y dos hombres se aprestaron a detener al ladrón, sujetándolo con fuerza por ambos brazos para impedir que se resistiera.

─Éste es el quinto intento de robo─proclamó orgulloso el poseedor del anillo─Y la comprobación de que tengo la verdadera reliquia. Nadie se tomaría tantas molestias si fuera falsa.

─Me intriga más saber quién sería tan tonto como para intentar robarla─expresó el mago.

Ansioso, el anciano le arrebató la máscara de un tirón y un coro de exclamaciones de asombro se hizo eco. Cada uno de los presentes involuntariamente le había puesto rostro al ladrón y ahora que le veían la cara, no era para nada como ninguno creyó. No era un hombre malicioso ni una mujer de expresión astuta, como originalmente supusieron. Frente a ellos se hallaba un jovencito rubio de ojos verdes que, lejos de verse intimidado o asustado, lucía sumamente irritado.

─ Es un niño─expresó uno de los asistentes, incrédulo.

Ante la observación, los captores del ladrón aflojaron su agarre de manera inconsciente y el "niño" aprovechó la oportunidad. Se impulsó con todas sus fuerzas y arrojó a uno de los hombres sobre el anciano mago para inhabilitarlo. Acto seguido, pateó al otro hombre que lo retenía, consiguiendo que lo soltara y que cayera sobre otros tres individuos que pretendían recapturarlo.

Sin darles oportunidad e reaccionar, el joven ladrón contuvo la respiración y tomó de su cinturón una pequeña esfera que arrojó al suelo. Un polvo amarillo comenzó a esparcirse, ocasionando que quienes lo respiraban fueran debilitándose. El ladrón recogió el anillo y se arrojó por la ventana, haciendo gala de una extraordinaria agilidad felina al caer de pie desde el segundo piso.

Yuri Plisetsky inhaló hondo pare reponer el aire perdido y después se alejó sin mirar atrás, escalando el muro con la ayuda de una cuerda que había dejado colocada previamente. Los guardias seguían incapacitados y gracias al paralizador, los demás sujetos igualmente permanecerían fuera de combate por un buen rato, dándole tiempo para alejarse.

Una vez que consideró había puesto suficiente distancia de por medio, Yuri finalmente se detuvo, entreteniéndose en examinar el anillo. El rubio gruñó y frunció el ceño. Tantos problemas por esa cosa.

Más a pesar de su enfado, era capaz de percibir el aura de poder que emanaba de la joya.

Yuri inspeccionó sus alrededores con la mirada y, dejándose llevar, se sacó uno de los guantes. No usaría el anillo, por lo que en teoría no pasaría nada. Y claro, tampoco pensaba contarles a Yakov o Lilia que se lo había puesto. Lo que no supieran no los lastimaría... y evitaría que lo regañaran.

El joven deslizó la joya en el dedo anular de su mano derecha... y al instante se arrepintió.

─¡Mierda, mierda, mierda!

El grito cargado de dolor de Plisetsky resonó fuerte y claro. Desesperado, el rubio manoteó para sacarse ese maldito objeto. Sentía como si le hubiera caído un carbón ardiendo y después le vertieran ácido. Un entumecimiento le recorrió el brazo. Yuri se mordió el labio mientras trataba en vano de abrir y cerrar la mano. No era la primera vez que algo así le pasaba, de modo que sabía su molestia cesaría en un par de horas, aunque no por eso era menos fastidioso.

Todavía refunfuñando, dio un paso atrás sin darse cuenta y algo crujió bajo sus pies. Yuri resistió el impulso de darse un fuerte golpe en la frente con su mano sana. En el suelo, la rosa se había roto y separado del anillo.

Definitivamente Yakov y Lilia iban a regañarlo.

***

─¿Alguien sabe cuánto duró la Guerra de los Cien años?

Guang Hong se encogió sobre sí mismo cuando sus amigos lo contemplaron con extrañeza. El jovencito se removió en su asiento, incómodo.

─Es para la clase de historia. El profesor Magnus pidió que escribiéramos un ensayo del tema y pues... estoy trabajando en eso.

En la biblioteca se encontraban reunidos, además de Guang, Leo, Yuuri y Phichit. Éste último se mostró especialmente desconcertado.

─Ajá. Lo que no entiendo es, en primer lugar, ¿por qué esa pregunta? Y en segundo, ¿El profesor Magnus? Creí que todos le decían Masumi.

─De hecho, la pregunta de Guang es muy válida─intervino Yuuri en favor de su avergonzado compañero─La guerra entre los reinos de Hannegar y Garibaldi duró noventa y ocho años y dos meses, el tiempo restante fue lo que se demoraron en negociar el tratado de paz. Ya tengo listo mi reporte, puedes revisarlo si quieres.

─Si Guang no quiere, yo sí─Leo alzó la mano─Estoy retrasado con mis deberes. Pronto tendremos una presentación, así que Jean y yo...

No bien escuchó ese nombre, Phichit hizo una mueca y Guang se apresuró a interrumpir a Leo con un codazo.

─Yo sé que JJ no te agrada, pero no es tan malo cuando lo conoces. Y cuando está lejos de sus seguidores─agregó tras considerarlo por unos segundos.

─Entonces va a ser imposible que me agrade porque JJ jamás se aleja de su séquito. Y además...

Mientras Phichit y Leo iniciaban un debate, Yuuri mantuvo la vista clavada en sus libros, tanto de historia como de otros temas, sin que le ayudara a bloquearse de la conversación que tuvo con el príncipe Leroy. Si lo que le dijo era cierto, ellos ya se habían visto antes y aunque no lo recordaba, sí se imaginaba bajo qué circunstancias fue, con lo que el enojo de JJ hacia él se justificaba en cierta medida.

El de lentes sintió que una punzada de dolor le taladraba la cabeza y se llevó una mano a la sien. En verdad, muchos de sus recuerdos de aquello eran borrosos y cada vez que se obligaba a rememorarlos terminaba con una terrible jaqueca.

"Sé que ese invierno fue muy importante para mí, pero no me acuerdo del motivo..."

¿Habría sido por la emoción de conocer a un miembro de la realeza? ¿Por qué pudo derrotarlo como JJ le contó? O tal vez, ¿por otra razón?

Phichit y Leo decidieron tener un duelo de vencidas y Guang se ocultaba nerviosamente detrás de un libro. Yuuri, que contemplaba sin ver unas hojas en la mesa, no les prestó atención...

─Vaya, parece que se divierten.

Hasta que escuchó la voz de Sara Crispino. Leo igualmente se distrajo y Phichit aprovechó para terminar de empujar su brazo sobre la mesa, celebrando de manera bastante ruidosa por haber ganado su pequeño juego. Algunos de los chicos sentados en las otras mesas se giraron para callarlo con un coro de "¡Shhh!" que provocó que tanto Phichit como sus amigos musitaran una disculpa. Sara se cubrió la boca con la mano para reprimir una risita.

─¿Necesitas algo, además de hacer que nos regañen? ─la increpó Phichit.

─Hey, eso no fue culpa mía. Gritar y jugar en la biblioteca va en contra de las reglas. Pero no, no vine para eso. Quería avisarles que el registro para el próximo entrenamiento de supervivencia está abierto oficialmente.

─¿Oh? ¿Van a organizar otro tan pronto? ¡Genial! ─más "shh" enfadados le recordaron al mago que debía modular su voz─Bueno, cuenten conmigo.

─Yo paso. Mi destino es ser músico, así que dejaré que los aspirantes a héroes lo aprovechen─comentó Leo, más que feliz de librarse de la práctica─¿Qué hay de ti, Guang?

El muchacho suspiró con desgano y se encogió sobre sí mismo. Era evidente que eso no le hacía mucha gracia. Leo le colocó una mano en el hombro.

─O podría inscribirme en esta ocasión. Si termino siendo un bardo o un artista ambulante, quién sabe hasta dónde tenga que viajar o a qué me enfrente.

─¿Harías eso por mí?

─¿No preferirían que los dejáramos un rato a solas, chicos? ─bromeó Phichit, y los otros dos desviaron la mirada, sonrojados. El mago sonrió─¿Y tú, Yuuri? ¿Te gustaría participar?

─Pues, suena divertido. Pero... ¿exactamente que hacen en un entrenamiento de supervivencia?

─Es como un simulacro de un viaje real con una misión. Tienes que cumplir con un objetivo mientras vas de un sitio a otro con algunos retos de por medio─explicó Phichit─La vez anterior Guang y yo hicimos equipo, podrías unírtenos. Nuestra misión fue entregar una reliquia. Aunque tuvimos algunos problemas fue muy divertido.

Por la expresión de Guang, Yuuri intuyó que no necesariamente estaba de acuerdo con Phichit. Sara suspiró y jugó a enredar un mechón de su cabello entre sus dedos.

─Yo espero estar en un equipo diferente por esta ocasión.

─¿Sin Mickey? ─Phichit soltó un respingo y fue imitado por Guang y Leo─Le vas a romper el corazón.

─Tarde o temprano mi hermano deberá aceptar el hecho de que no podremos estar juntos para siempre. A fin de cuentas, nuestros destinos señalan caminos distintos

Ninguno de los presentes se atrevió a agregar algo luego del comentario tan serio. Sara desvió la mirada y su atención fue atraída por una de las muchas hojas de papel dispuestas en la mesa. Antes de que Yuuri pudiera reaccionar, la chica tomó su ensayo y lo leyó rápidamente.

─¿Asumo que es la tarea de Historia? Es un trabajo muy completo─asintió satisfecha, y las mejillas de Yuuri se pintaron ligeramente de rojo─Aunque... los datos no son correctos.

─¿Qué? ¿Por qué? ─quiso saber Katsuki. La chica esbozó una amplia sonrisa.

─Aquí, la duración de la guerra. El tiempo real fueron ciento dos días. Tras las negociaciones, el tratado de paz tardó dos días extras en firmarse porque ninguno de los dos reyes quería ser nombrado en segundo lugar, así que se practicó una entrada simultánea al salón donde se sellaría el tratado.

─¿De verdad? ─se asombró Yuuri─ No recuerdo que esa información estuviera en ninguno de los libros.

La chica arqueó las cejas en señal de sorpresa y finalmente soltó una risita suave. Acto seguido, le guiñó un ojo a su confundido compañero y se retiró sin más. Apenas Sara se marchó, Guang, Leo y Phichit se dirigieron al de lentes.

─¿De verdad no lo sabes? ─lo cuestionó Leo.

─¿Saber qué cosa?

─¡Sara!¿No sabes quién es ella? ─insistió Guang.

Yuuri se encogió sobre sí mismo. Para evitar que se sintiera más incómodo, Phichit decidió intervenir.

─Muchos tienden a olvidarlo porque Sara es muy sencilla y no presume de su linaje como otros, aún si tiene todo el derecho a hacerlo─Phichit tomó aire─Ella es la princesa de Garibaldi, la heredera al trono. Su destino es convertirse en reina algún día.

***

Yuuri continuó pensando en Sara y en lo que Phichit le contó por el resto del día.

Claro que intuyó que ella era alguien importante, pero nunca se imaginó que se tratara de una futura reina. Y es que era justo como Phichit le dijo, si la comparaba con JJ y su actitud orgullosa, o con Otabek y el aire de solemnidad que lo rodeaba, Sara más bien parecía una chica común y corriente.

"Por eso es que Michelle la protege tanto" reflexionó Yuuri "No sólo es su hermana, sino que de ella depende el futuro de su reino entero".

En las familias de reyes y gobernantes, la sucesión era un asunto serio y como casi todo en la vida, dictado por las cartas. Los herederos al trono eran quienes poseían un Rey, independientemente de si se trataba del primogénito, o de una mujer o varón. En algunas ocasiones sucedía que, cuando nacían dos reyes en la misma familia, se desarrollaban cruentas y prolongadas guerras civiles por la sucesión, debidas en su mayor parte a que alguno de los involucrados se convertía en un ladrón de historias, ocasionando que el conflicto se perpetuara por tiempo indefinido y se cobrara muchas víctimas inocentes, hasta que la persona con la carta indicada destinada a ponerle fin aparecía.

Yuuri se detuvo frente a la puerta del despacho del profesor Celestino y dejó de lado sus pensamientos en torno a la próxima reina de Garibaldi para concentrarse en su propio destino incierto. Con el fin de indagar en el misterio de su carta en blanco, el profesor le solicitó una lista con el mayor número de antepasados posibles, tanto por parte de su padre como de su madre. Si bien Hasetsu no tenía registros propiamente ni lectores por ser un pueblo pequeño, eso mismo facilitaba conservar los antecedentes de las familias, muchas de las cuales habían permanecido ahí por generaciones sin mudarse. Celestino hizo un énfasis especial en que se incluyeran todos los hijos que tuvo cada ancestro y a aquellos con cartas singulares, que poseyeran cualquier tipo de poder mágico o habilidad innata, o que se hubieran relacionado con criaturas. Sin embargo, a Yuuri le bastó un simple vistazo a la lista para comprobar lo que ya sabía: su familia era cien por ciento normal.

El joven llamó a la puerta y esperó a recibir la autorización correspondiente para entrar. No bien puso un pie dentro, se vio sorprendido por una inesperada nubecilla de un polvo blanco que le caló en los ojos y en el rostro.

─¡No, no te lo quites! ─lo frenó Celestino, antes de que se tallara la cara con las manos─A menos qué... ¿sientes algo?

La respuesta de Yuuri fue un estornudo. Celestino soltó una estrepitosa carcajada.

─Supongo que no. Lamento haberte sorprendido, pero era necesario, una pequeña prueba.

─¿Puedo saber por qué? ─quiso saber Yuuri, aceptando de buena gana un pañuelo que le ofreció Cialdini.

─Es una mezcla de sal, arena blanca y hierbas. Es útil para convocar criaturas. Si hubiera un poco de alguna en tu sangre, con eso se manifestaría. Dado que no pasó nada, podemos descartar que tengas algo de criatura en ti y por eso tu carta está en blanco. ¡Eh, no te desanimes! La investigación está lejos de acabar─agregó apresurado ante el evidente desánimo de su alumno─Y te juro que no descansaré hasta descubrir lo que tu carta significa. Simplemente agotamos una posibilidad. Lo que me recuerda, ¿tienes la lista?

Yuuri le acercó la hoja de papel con su genealogía familiar y permitió que Cialdini la revisara mientras él se limpiaba los lentes, todavía sucios de polvo. Alcanzó a escuchar una serie de murmullos de parte del profeso que no le indicaron nada en concreto, por lo que tuvo que aguardar un par de angustiosos minutos a que el maestro le diera su análisis.

─Creo que en todos mis años nunca vi a una familia más humana.

Yuuri suspiró. Ya se lo esperaba. De pequeño, cuando él y Mari aún tenían la expectativa de recibir sus cartas, con frecuencia acribillaban a sus padres con preguntas sobre sus antecedentes familiares esperando obtener algún indicio de que les deparaba un destino especial y repleto de aventuras, pero nada. Ninguno de sus ancestros hizo promesas o tratos con criaturas ni demostró tener algún tipo de magia o habilidad innata. No existían reliquias ni tesoros familiares, bebés extraviados al nacer o similares. Lo más sobresaliente era que el bisabuelo de su padre fue un hombre originario de otro pueblo que decidió establecerse en Hasetsu tras casarse para ayudar a su esposa a dirigir la posada. En resumen: los Katsuki eran la viva imagen de la normalidad.

─¿Entonces que falló conmigo? ─cuestionó en voz alta Yuuri, ya comenzando a desesperarse─¿Qué tengo de malo?

Celestino se detuvo a considerarlo y después abrió uno de los cajones de su escritorio. De ahí sacó un cristal transparente que le arrojó a Yuuri y que éste consiguió atrapar a duras penas.

─¿Hubo alguna razón para que eligieras un Uno como tu carta provisional?

─No realmente─lo meditó Yuuri, dejando su angustia de lado momentáneamente. Como divisó que Celestino negó con la cabeza cuando trató de depositar el cristal sobre el escritorio, apretó con fuerza el puño en el que lo sostenía─Solo creí que me ayudaría a encajar mejor entre el resto de los alumnos y no levantaría tantas sospechas.

─¿Sabes lo que significa? ─puesto que el de lentes guardó silencio, Celestino chasqueó los dados y de un librero salieron disparados unos naipes que permanecieron flotando a los lados de Yuuri─Si lo piensas, es curioso. Las cartas se basan en los símbolos de los naipes, pero estos no incluyen un Uno.

Yuuri utilizó el dedo índice de su mano libre para seguir la secuencia de los naipes y asintió sin atreverse a comentar nada.

─Los Unos son las cartas más raras de todas, y para algunos, las más especiales. Para la gran mayoría de la gente, significan "un destino importante, aunque menor". Tal vez un mensajero cuya función sea transportar el comunicado que pondrá fin a una larga guerra, un individuo que encuentra un arma legendaria y se la entrega al héroe que eliminará a la criatura que mantiene asolado un reino, o la persona en quien se inspira un artista para crear su obra maestra. Sin embargo...

Los naipes se recogieron y apilaron de manera ordenada, regresando a su sitio en el librero al tiempo que un pergamino se desenrollaba. Contenía dibujos y anotaciones comparando cartas. Yuuri dedujo que se trataba de un estudio en Cardología.

─Si bien todas las cartas siguen un destino en particular, con los Unos ocurre algo único. Si acaso alguna historia en su entorno permaneciera inconclusa, es posible que ellos asuman el rol faltante requerido para darle fin, o si no, actúan como facilitadores para que cuando los destinados a acabar dichas historias aparezcan, les resulte más sencillo.

Yuuri contempló la ironía de su elección. Pensar que por querer pasar desapercibido eligió el símbolo más inusual de todos, y a la vez, se planteó lo poco que sabía no solo de su situación, también de las cartas en sí.

─Creo que ya es suficiente, veamos el cristal.

El joven obedeció y para su sorpresa, la piedra que antes era transparente, ahora tenía manchas verdes y blancas en algunas zonas.

─Es un detector. Indica si has estado en contacto con magia y cómo te ha afectado. El verde indica una atribución natural, seguramente porque convives mucho con Phichit. El blanco, es magia sanadora.

─Debe ser por el tiempo que pasé con Yuuko, mi mejor amiga en mi pueblo natal─explicó Yuuri, feliz de recordarla.

─Si estuvieras bajo alguna maldición o influenciado por magia negra, se mostraría aquí. Así que puedes estar tranquilo.

Esa afirmación ayudó a que Yuuri se quitara un enorme peso de encima. Al menos podía tener la certeza de que su falta de carta no se debía a algo negativo y que tampoco dañaría a quienes se relacionaban con él.

"¿Pero y sí...?"

─¿Profesor? Disculpe, ¿entonces no estoy hechizado, ni nada parecido?

─¿Por qué lo dudas?

─¿No sería posible que, por ejemplo, un conjuro para inducir amnesia no se reflejara en el detector?

Celestino cerró los ojos y frunció el ceño, planeando cuidadosamente su respuesta. Yuuri contuvo la respiración, ansioso.

─El detector puede guardar todos los tipos de magia y hechizos que conoce su dueño. Si acaso uno no aparece, es porque yo no lo conozco, aunque sinceramente lo dudo─indicó con un ademán el resto del despacho, y los muchos libros y pergaminos que ahí se hallaban─O también, si olvidaste algo, pudiera ser que la causa es totalmente ajena a la magia.

***

Ya había amanecido cuando Yuuri llegó hasta el lago.

A pesar de su prisa, decidió tomarse unos minutos para contemplar el panorama. Todo estaba cubierto por un suave manto blanco de nieve en el que se vislumbraban las huellas de algunos animales, y a Yuuri le divirtió adivinar si un zorro o un conejo habrían pasado por ahí. Pero definitivamente, lo mejor era contemplar los tenues reflejos de la luz del sol sobre la superficie congelada del lago. La manera en la que los tonos cálidos del amanecer se combinaban con el azul del cielo y el blanco del hielo era simplemente magnífica. Le hacía pensar en un paisaje sacado de un cuento. Y cuando él se deslizaba sobre el lago congelado, podía imaginar fácilmente que era un hada, grácil y elegante, o un espíritu de la naturaleza capaz de cautivar a todos los que lo veían, en lugar del chico aburrido sin talento al que todos molestaban. Por eso y más, Yuuri adoraba el invierno.

El jovencito descendió por la pequeña colina y divisó la enorme roca plana en la que acostumbraba sentarse para colocarse los patines mientras esbozaba una gran sonrisa. Debido al inesperado exceso de trabajo en la posada, apenas disponía de tiempo libre, por lo que ese día optó por levantarse temprano para patinar un poco. Puesto que tenía que ayudar a su madre a preparar el desayuno para los distinguidos huéspedes no se demoraría demasiado, únicamente daría unas cuantas vueltas. Sin mencionar que apenas transcurrieron un par de días desde la primera helada, por lo que la superficie congelada podía no ser demasiado resistente, así que no se alejaría mucho de la orilla.

Yuuri retiró la nieve de la roca con su mano y se disponía a quitarse los zapatos, cuando un ruido lo sobresaltó. Instintivamente, alzó la mirada para descubrir una figura justo en el centro del lago. No llevaba sus lentes y aunque entrecerró los ojos no pudo verla con claridad. El desconocido se encontraba de rodillas y sostenía sobre su cabeza una roca con la que comenzó a golpear la superficie congelada.

Yuuri sintió que el corazón le daba un vuelco. ¿Pero qué demonios estaba haciendo? ¡Eso era peligroso!

Tal como supuso, el hielo, debilitado por los golpes, se fragmentó y rompió, cediendo bajo el peso del extraño, quien se hundió directamente al agua helada.

Yuuri gritó y corrió hacia él sin pensarlo. Sabía que Yuuko y su madre visitaban el lago por las mañanas para recoger la nieve recién caída para usarla en sus remedios, pero no podía esperar hasta que ellas aparecieran y no habían más casas en los alrededores. El otro no tenía tanto tiempo, dependía de él.

El joven echó un rápido vistazo al hueco formado por el hielo roto y vio al desconocido manotear con desesperación tan sólo para desaparecer bajo el agua. Los fragmentos alrededor estaban bastante separados, por lo que sólo quedaba una forma de acercarse. Tras armarse de valor, Yuuri contuvo la respiración y se arrojó al agua...

─¿Yuuri? ¡Yuuri!

El susodicho abrió los ojos y se incorporó de golpe. Respiraba agitadamente, estaba bañado en sudor y el corazón le latía tan rápido que podría jurar se le saldría del pecho en cualquier segundo.

─¿Qué ocurrió? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que pida ayuda?

Pichit estaba frente a él. Demoró un poco en reaccionar el todo, hasta que al fin se percató de que se encontraba en su habitación en Hystoria. Hasta Seung Gil, desde su cama, lo contemplaba sin disimular su preocupación.

─¿Qué me pasó? ─cuestionó confundido.

─Te quedaste dormido mientras leías. Creo que tuviste una pesadilla, porque comenzaste a gritar y nos despertaste a Seung Gil y a mí─le respondió Phichit, y Yuuri observó los libros esparcidos sobre su cama y suspiró─¿Deberíamos avisarle a alguien?

─¡Oh, no! Estoy bien, en serio. Fue sólo una pesadilla, como dijiste.

─¿Quieres hablar de eso?

─Preferiría dormir─lo tranquilizó Yuuri mientras recogía los libros para llevarlos a su escritorio─Lamento mucho haberlos preocupado.

Phichit y Seung Gil intercambiaron una mirada, claramente no muy convencidos, aunque como Yuuri continuó insistiendo, terminaron por creerle. Si bien Phichit le recalcó que lo llamara si necesitaba algo.

Yuuri terminó de acomodar los libros y regresó a la cama. En el fondo, era consciente de que por más que lo intentara, le resultaría imposible conciliar el sueño. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, y todas se relacionaban con aquel invierno olvidado. 

___________________________________________________________

NOTAS FINALES

Actualización!!!! Algunos tenían curiosidad de cómo se verían las reliquias, así que incluí una pequeña imagen. Con suerte Wattpad se portará bien y la mostrará sin problemas. ¿Que les parece la participación de Yuri? Creo que ya era hora de mostrarlo. Se que varias de ustedes esperaban por verlo, espero les guste!!! Como bonus, un poquito de Leo y Guang. Creo que es una parejita muy adorable que no recibe suficiente amor.

Si leyeron hasta aquí, muchas gracias!!!!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top