──── 041.

Acariciaba suavemente la barriga de Sky mientras oía junto a Ron como Hermione y Harry hablaban con Phineas Nigellus sobre la espada de Gryffindor.

—¡Oh, por Merlín! —exclamó repentinamente Hermione cuando el retrato de Phineas desapareció. La chica se levantó de su asiento, se acercó a su bolso, y sacó un libro para así abrirlo en una página—. ¡La espada destruye los Horrocruxes! ¡Las armas fabricadas por duendes solo se imbuyen de aquello que las fortalece! ¡Harry, esa espada está impregnada con veneno de basilisco!

Harry se levantó y se acercó a ella para así mirar el libro brevemente.

—Dumbledore no me dio la espada porque todavía la necesitaba; quería utilizarla para destruir el guardapelo...

—... y debió de prever que si la ponía en su testamento no te la entregarían...

—... y por eso hizo una copia...

—... y la puso en la urna de cristal.

—... y dejó la auténtica... ¿Dónde?

—¡Piensa! —le susurró Hermione—. ¡Piensa! ¿Dónde pudo dejarla?

—En Hogwarts no —contestó, y reanudó sus paseos por la tienda.

—¿Y en Hogsmeade?

—¿En la Casa de los Gritos? Allí nunca va nadie.

—Pero Snape sabe cómo se entra, ¿no sería eso un poco arriesgado?

—Dumbledore confiaba en Snape —le recordó Harry.

—No lo suficiente para explicarle que había cambiado las espadas —razonó Hermione.

—¡Sí, tienes razón! —Harry se alegró aún más de pensar que el anciano profesor había tenido ciertas reservas, aunque débiles, acerca de la honradez de Snape—. Entonces, ¿crees que decidió esconder la espada muy lejos de Hogsmeade? ¿Qué opinan ustedes?

Harry nos miró a la espera de una respuesta positiva de nuestra parte, pero de manera repentina Ron soltó un bufido y dijo:

—Ah, ¿te has acordado de que existimos?

—¿Cómo dices?

Ron dio un resoplido sin dejar de mirar a Harry.

—Nada, nada. Por mí pueden continuar; no quiero estropearles la fiesta.

Harry, perplejo, me miró buscando ayuda, pero yo estaba tan desconcertada como él.

—¿Qué te pasa? —preguntó Harry.

—¿Que qué me pasa? No me pasa nada —respondió Ron—. Al menos, según tú.

Se oyeron unos golpecitos en el techo de la tienda. Había empezado a llover.

—Oye, es evidente que algo te ocurre —insistió Harry—. Suéltalo ya, ¿quieres?

Ron se levantó precipitadamente, provocando que Sky pegara un brinco del susto; el chico tenía una expresión ruin, nada propia de él.

—Está bien, lo soltaré. No esperes que me ponga a dar vueltas por la tienda porque hay algún otro maldito cacharro que tenemos que encontrar. Limítate a añadirlo a la lista de cosas que no sabes.

—¿De cosas que no sé? —se asombró Harry—. ¿Qué yo no sé?

Plaf, plaf, plaf; la lluvia caía cada vez con más fuerza, tamborileando en la tienda, así como en la hojarasca de la orilla y en el río.

—No es que no me lo esté pasando en grande aquí —dijo Ron—, con un brazo destrozado, sin nada que comer y congelándome el trasero todas las noches. Lo que pasa es que esperaba... no sé, que después de varias semanas dando vueltas hubiéramos descubierto algo.

—Ron —intervino Hermione, pero en voz tan baja que el chico hizo como si no la hubiera oído, ya que el golpeteo de la lluvia en el techo amortiguaba cualquier sonido.

—Creía que sabías dónde te habías metido —insinuó Harry.

—Sí, yo también.

—A ver, ¿Qué parte de nuestra empresa no está a la altura de tus expectativas? —La rabia estaba acudiendo en su ayuda—. ¿Creías que nos alojaríamos en hoteles de cinco estrellas, o que encontraríamos un Horrocrux un día sí y otro también? ¿O tal vez creías que por Navidad habrías vuelto con tu mami?

—¡Creíamos que sabías lo que hacías! —replicó Ron—. ¡Creíamos que Dumbledore te había explicado qué debías hacer! ¡Creíamos que tenías un plan!

—¡Ron! —gritó Hermione, y esta vez se la oyó perfectamente a pesar del fragor de la lluvia, pero el chico volvió a hacer oídos sordos.

—Bueno, pues lamento decepcionarlos —dijo Harry con voz serena—. He sido sincero con ustedes desde el principio, les he contado todo lo que me dijo Dumbledore. Y por si no te habías enterado, hemos encontrado un Horrocrux...

—Sí, y estamos tan cerca de deshacernos de él como de encontrar los otros. ¡O sea, a años luz!

—Será mejor que te quites el guardapelo, Ron —le pedí con un tono suave para así tranquilizarlo—. No estás pensando con claridad lo que dices. Quítatelo.

—Él lo estaría pensando igualmente —me contradijo Harry, quien miró brevemente a Hermione y luego a Ron—. ¿Creen que no me di cuenta de que ustedes dos hablan a mis espaldas? ¿Qué no sospechaba que pensasen esto?

—Harry, nosotros no...

—¡No mientas! —saltó Ron—. ¡Tú también lo dijiste, dijiste que estabas decepcionada, que creías que Harry tenía un poco más de...!

—¡No lo decía en ese sentido! ¡De verdad, Harry! —chilló Hermione.

La lluvia seguía martilleando la tienda. Hermione fue presa del llanto, y la emoción de unos minutos atrás se desvaneció por completo, como unos fuegos artificiales que, tras su fugaz estallido, lo hubieran dejado todo oscuro, húmedo y frío. No sabíamos dónde se encontraba la espada de Gryffindor, y nosotros cuatro solo éramos unos adolescentes refugiados en una tienda de campaña cuyo único objetivo era no morir todavía.

—Nos acusas de hablar a las espaldas, pero tú también lo has hecho —terció Ron al momento en que me miraba—. ¿Sabías que Harry cree que eres la culpable de que los mortífagos nos encontraran? Ha dicho que Malfoy te regaló aquel collar, y que lo hechizó para saber nuestra ubicación.

—¿Eh? —dije desconcertada al momento en que tocaba mi collar y miraba fijamente a Harry esperando que lo que dijo Ron fuera mentira, sin embargo, el chico simplemente se limitó a apartar la mirada.

—¿Lo ves? Ni tiene las agallas de admitirlo.

—¡Ya basta, Ron! —chilló Hermione—. ¡No podemos seguir peleándonos!

—Draco no haría algo así —dije firmemente, captando la atención de los tres—. Él, aunque lo hubiera hechizado, nunca revelaría nuestra ubicación.

—¿Cómo estás tan segura de eso? —preguntó Harry con aspereza.

—Porque él no me pondría en peligro.

—¿Debemos recordarte que él es un mortífago? ¡A ellos no les importa nada más que su lealtad a Voldemort!

—¡Él no se convirtió en un mortífago porque quisiera! ¡Tú mismo oíste que lo tienen amenazado!

—Simplemente, debió de ser una actuación y como tú eres tan ingenua te lo has creído —espetó con enfado—. Seguramente te está utilizando para llegar a mí, y así hacer que me atrapen y triunfar ante su señor.

—No es así. Yo confío en él.

—¡Pues nosotros no! ¡Y si no destruyes ese collar ahora mismo, tendrás que irte!  —exclamó, provocando de esa forma mi sorpresa—. No queremos que nos acompañe alguien que está del lado de un mortífago —escupió con asco para luego mirar a Ron—. En cuanto a ti, también puedes irte. Vete con tu mami y deja de quejarte.

En aquel momento, Ron hizo un movimiento brusco y Harry reaccionó, pero antes de que cualquiera de los dos pudiera sacar su varita mágica, Hermione sacó la suya.

—¡Protego! —chilló, y un escudo invisible se extendió dejándolos a ella y a Harry de un lado y a Ron y a mí del otro; los cuatro nos vimos obligados a retroceder por la fuerza del hechizo.

Escuché el sonido de algo arrastrándose y al mirar hacia el suelo he podido ver a mi Escarbato arrastrar mi maleta hacia mí. Mordí levemente mi labio por la frustración que sentía, entonces, tomé mi maleta y miré a Harry para luego decir:

—Prometí que te acompañaría y te ayudaría con los Horrocruxes. Pero si desconfías de mi lealtad... No puedo quedarme.

—¡No! ¡Espera! —exclamó Hermione, quien intentó acercarse. Pero el encantamiento escudo que ella misma había hecho le impedía moverse.

Salí inmediatamente de la carpa, y la lluvia comenzó a empaparme cuando avancé entre los árboles. Finalmente, me desaparecí para así dejar el grupo de Harry.

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