──── 037.

Se suspendieron las clases y se aplazaron los exámenes luego de que los mortífagos abandonaran por completo Hogwarts.

En el Gran Comedor se respiraba una atmósfera de profunda melancolía. Todos llevaban sus túnicas de gala, pero nadie parecía tener hambre. La profesora McGonagall había dejado vacía la silla del centro de la mesa del profesorado, más grande que las demás. La silla de Hagrid también estaba vacía; cambio, el lugar de Snape lo había ocupado, sin ceremonias, Rufus Scrimgeour.

En la mesa de Slytherin, Crabbe y Goyle cuchicheaban con las cabezas muy juntas. Y aunque ambos eran fornidos, parecían indefensos sin la alta y pálida figura de Malfoy a su lado, dándoles órdenes. No había dejado de pensar en Malfoy desde que abandonó el colegio junto a los demás mortífagos. Me preguntaba constantemente si él estaría bien, ya que lo vi muy afligido cuando Snape se lo llevó lejos de mí.

¿Dónde estaría ahora? ¿Y qué estarían obligándole hacer?

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando he visto a la profesora McGonagall ponerse de pie.

—Ha llegado el momento —anunció la profesora—. Por favor, sigan a vuestros jefes de casa a los jardines. Los alumnos de Gryffindor esperen a que salga yo.

Los estudiantes nos levantamos de los bancos y desfilamos casi en silencio. Cuando llegamos al vestíbulo, vimos a la señora Pince de pie junto a Filch: ella iba con un tupido velo negro que le llegaba hasta las rodillas, y él con un viejo traje y una corbata negros que apestaban a naftalina. Los tibios rayos del sol me acariciaron la cara cuando salí hacia el jardín.

Habían colocado cientos de sillas en hileras a ambos lados de un pasillo y encaradas hacia una mesa de mármol que presidía la escena. La mitad de las sillas ya estaban ocupadas por una extraordinaria variedad de personas: elegantes y harapientas, jóvenes y viejas. También estaban presentes los fantasmas del castillo, que solamente eran visibles cuando se movían, pues la luz del sol hacía brillar sus intangibles y sutiles figuras.

Pude ver a mis abuelos sentados en primera fila junto a mi hermano menor. Ellos al verme me indicaron que me acercara, por lo tanto, comencé a ir con ellos. Tarde solo unos segundos en llegar a su lado, los saludé respetuosamente y me senté a un lado de mi abuela, quien sutilmente sostuvo la mano de su esposo cuando ha visto a Hagrid caminar despacio por el pasillo. Hagrid sollozaba en silencio y tenía el rostro surcado de lágrimas; en los brazos, envuelto en terciopelo morado salpicado de estrellas doradas, llevaba el cadáver de Dumbledore. Se me hizo un nudo en la garganta cuando lo he visto depositar el cadáver sobre la mesa de mármol.

Un individuo bajito y de cabello disperso, arreglado con una sencilla túnica negra, se puso de pie frente al cadáver de Dumbledore. El hombre comenzó a mencionar algunas palabras, las cuales provocaron que mis ojos comenzaran a molestarme. Fue entonces que comencé a llorar cuando recordé como el director murió frente a mí y en lo inútil que me sentí al no poder hacer nada para evitarlo.

Mi hermano golpeó suavemente mi espalda cuando unas llamas relucientes y blancas se habían prendido alrededor del cadáver de Dumbledore, alzándose hasta ocultar por completo su cadáver. Un humo blanco ascendió en espiral y moldeó extrañas formas: en un sobrecogedor instante, me pareció ver cómo un fénix volaba hacia el cielo, dichoso, pero un segundo más tarde el fuego había desaparecido. En su lugar había un sepulcro de mármol blanco que contenía el cuerpo de Dumbledore y la mesa sobre la que lo habían tendido.

—Lo lamento —susurré suavemente—. Necesito un poco de privacidad.

Ninguno de mi familia me reprochó, así que me levanté de mi asiento y comencé a alejarme de toda esa multitud. Caminé hacia el lago a un paso lento, esperando no encontrarme con nadie para poder estar sola, pero para mi sorpresa había otras personas por allí. Se trataba de Harry y algunas personas del ministerio. Supe inmediatamente que las cosas no iban bien cuando he visto a Harry alterarse.

Los del ministerio comenzaron a alejarse de él cuando terminaron su conversación. Fue entonces que Harry me vio y me dedicó una débil sonrisa.

—Hola, Harry —saludé sin una pizca de ánimo en mi tono de voz. El chico me miró con lástima al ver mi rostro un tanto demacrado por haber estado llorando.

—No te voy a preguntar como estás porque puedo imaginarme como te sientes —dijo con un tono de voz apagado—. Ambos estuvimos allí y no pudimos hacer nada.

—¿Qué es lo que piensas hacer? —pregunté al momento en que quitaba parte de mi cabello que se había pegado a mi rostro cuando lloré—. Tal vez el colegio vaya a cerrarse.

—Volveré una vez más a casa de los Dursley porque Dumbledore así lo deseaba. Pero será una breve visita y después me iré para siempre —respondió—. También pensaba que podría regresar al valle de Godric. Para mí, todo empezó allí. Tengo la sensación de que necesito ir a ese lugar. Así podré visitar la tumba de mis padres.

—Ya veo —murmuré al momento en que soltaba un pequeño suspiro—. Luego de eso piensas en buscar los Horrocruxes, ¿no?

Harry se quedó en silencio mirándome con sorpresa, tal vez preguntándose como había sabido eso. Solté una débil risa mientras le señalaba su cabeza. Fue entonces que él comprendió.

—Todavía me cuesta cerrar mi mente —dijo mientras tocaba suavemente su cabeza para luego mirarme fijamente—. Todavía quedan cuatro horrocruxes, así que debo encontrarlos y destruirlos. Luego iré a buscar la séptima parte del alma de Voldemort, la parte que todavía está en su cuerpo, y lo mataré.

—Entiendo. En ese caso tendré que preparar algunas cosas.

—¿Qué quieres decir?

—Si quiero acompañarte deberé de prepararme, ¿no?

—Ni hablar. Tú no me acompañarás —dijo firmemente sin quitarme la mirada de encima—. Voldemort utiliza a los seres queridos de sus enemigos. No pienso ponerte en peligro, así que será mejor que te quites ese pensamiento de tu cabeza.

—Harry. No te estoy pidiendo permiso —dije, tranquilamente—. Además... ¿Qué hay de Hermione y Ron? ¿Crees que ellos te dejarán solo?

—Ellos son diferentes.

—¿Por qué?

—¿Me preguntas el por qué aun cuando puedes leer mi mente?

—No voy por allí invadiendo la mente de las personas porque quiero. Solo lo hago cuando siento que algo malo sucede.

Harry se mantuvo mirándome fijamente en silencio, pero luego tomó una gran bocanada de aire y dijo:

—Porque si Voldemort se entera de que la persona que me gusta está conmigo de seguro irá detrás de ti... Nunca me perdonaría si algo malo llegara a sucederte.

Sostuve fuertemente el collar que se encontraba colgado en mi cuello cuando las palabras de Harry hicieron que recordara brevemente el rostro de Draco Malfoy. El chico me miró con tristeza al comprender perfectamente cuál sería mi respuesta ante su confesión.

Nos mantuvimos en silencio hasta que oímos las voces de Hermione y Ron, los cuales se habían acercado para preguntarle a su amigo lo que deberían de hacer a partir de ahora. Harry le explicó exactamente lo mismo que a mí, y como era de esperarse, ellos anunciaron firmemente que lo acompañarían.

Los cuatro comenzamos a alejarnos del lago, y mientras caminábamos no pude evitar mirar hacia la gran torre y pensar si algún día volvería a encontrarme con Malfoy.

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