──── 032.

A las ocho en punto, cuando llegué al vestíbulo, había más chicas de lo habitual merodeando por allí, y al dirigirme hacia Harry pude notar que las demás me miraban con rencor.

—¡Hola! —me saludó en cuanto me vio acercarme—. ¿Nos vamos?

—Sí, sí —dije alegremente—. ¿Dónde es la fiesta?

—En el despacho de Slughorn —contestó Harry, guiándome por la escalinata de mármol.

Ya estábamos llegando al despacho de Slughorn y el murmullo de risas, música y conversaciones iba creciendo. El despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores, bien porque lo habían construido así, bien porque Slughorn lo había ampliado mediante algún truco mágico. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado, lo que daba la impresión de estar en una tienda. La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad que, vistas desde abajo, parecían relucientes motas de luz.

Desde un rincón apartado llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas, pero, como quedaban ocultos por las pesadas bandejas de plata llenas de comida que transportaban, tenían el aspecto de mesitas móviles.

—¡Harry, amigo mío! —exclamó Slughorn en cuanto lo ha visto llegar—. ¡Pasa, pasa! ¡Hay un montón de gente que quiero presentarte!

Slughorn llevaba un sombrero de terciopelo adornado con borlas haciendo juego con su bata. Agarró con fuerza a Harry por el brazo, como si quisiera desaparecerse con él, y lo guio resueltamente hacia el centro de la fiesta; Harry terminó por separarse de mí.

Me quedé mirando a mi alrededor, sintiéndome completamente fuera de lugar debido a que no estaba acostumbrada a asistir a fiestas. Por un momento pensé en regresarme a mi habitación, arroparme en mi cómoda cama y leer aquel libro de criaturas mágicas que todavía no terminaba; no obstante, minutos más tarde, Argus Filch apareció en la fiesta arrastrando a Draco Malfoy por una oreja.

—Profesor Slughorn —dijo Filch con su jadeante voz; le temblaban los carrillos y en sus ojos saltones brillaba la obsesión por detectar travesuras—, he descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Dice que venía a su fiesta, pero que se ha extraviado. ¿Es verdad que está invitado?

Draco se soltó con un tirón.

—¡Está bien, no me han invitado! —reconoció a regañadientes—. Quería colarme. ¿Satisfecho?

—¡No, no estoy nada satisfecho! —repuso Filch, aunque su afirmación no concordaba con su expresión triunfante—. ¡Te has metido en un buen problema, te lo garantizo! ¿Acaso no dijo el director que estaba prohibido pasearse por el castillo de noche, a menos que tuvieras un permiso especial? ¿Eh, eh?

—No pasa nada, Argus —lo apaciguó Slughorn agitando una mano—. Es Navidad, y querer entrar en una fiesta no es ningún crimen. Por esta vez no lo castigaremos. Puedes quedarte, Draco.

Filch se había dado la vuelta y se marchaba murmurando por lo bajo; Malfoy sonreía y estaba dándole las gracias a Slughorn por su generosidad.

—No tienes que agradecerme nada —dijo Slughorn restándole importancia—. Ahora que lo pienso, creo que sí conocí a tu abuelo...

—Él siempre hablaba muy bien de usted, señor —repuso Draco, ágil como un zorro—. Aseguraba que usted preparaba las pociones mejor que nadie.

Solo miré a Draco por unos segundos para luego concentrarme en la encantadora melodía que había en la fiesta; donde la mayoría se iba al centro del salón a bailar con su respectivo acompañante. Comenzaba a aburrirme, por lo que empecé a buscar a Harry entre la multitud para así al menos hablar con él y no sentirme tan solitaria en esta fiesta que claramente no era de mi estilo.

—Harry —le llamé una vez lo encontré. Él se encontraba un poco apartado de los demás, mirando fijamente como Snape se llevaba consigo a Malfoy—. ¿Qué tal te parece la fiesta? —pregunté, pero no obtuve ninguna respuesta de su parte—. Harry...

—Tengo que ir al baño —informó, y se alejó rápidamente del lugar, dejándome nuevamente sola.

Me quedé en aquella esquina esperando el regreso de Harry, pero con cada minuto que pasaba no había señal alguna de que él fuera a regresar y aquello me hizo recordar a la vez en que me abandonó en la fiesta de nuestro cuarto año.

Una gran decepción y tristeza se plantó en mi pecho al ser plantada por segunda vez por el mismo chico, por lo que no tardé en dirigirme hacia la salida para así comenzar a caminar por los pasillos en dirección a mi habitación.

Caminaba a un paso lento mientras miraba a mi alrededor, entonces, cuando mis ojos se toparon con la gran escalera que daba hacia la torre de astronomía, he sentido la gran necesidad de dirigirme hacia allí, por lo que no tardé en comenzar a subir dichas escaleras. Tardé nada más unos pocos segundos en llegar a mi destino y lo que me encontré allí arriba me dejó completamente sorprendida; Draco Malfoy se encontraba apoyado en las barandas mientras miraba fijamente la luna que lo iluminaba ligeramente.

—Ainara... —El suave susurro de mi nombre saliendo de sus labios me hizo estremecer debido a que sonó como si él estuviera lastimado—. ¿Qué haces aquí?

—Yo... No lo sé —respondí con total sinceridad mientras intentaba retener mis ganas de querer acercarme debido a la mirada entristecida que me dedicaba—. Extrañamente, he tenido la necesidad de venir aquí, pero ya me iba... No era mi intención molestarte.

—No me molestas —dijo rápidamente cuando he retrocedido unos pasos—. Puedes quedarte si lo deseas.

Un gran silencio se formó entre nosotros debido a que ninguno supo qué decir. Fue entonces que mientras los miraba he podido notar que su aspecto físico se veía bastante demacrado.

—¿Estás bien? —Esa pregunta salió de mi boca sin siquiera pensarlo y ocasionó que Draco se sorprendiera.

—Lo estoy —respondió apartando su mirada de la mía. Tal vez para que no siguiera notando el hecho de lo mal que se veía—. ¿Qué tal la fiesta?

—La fiesta —mencioné con incomodidad luego de recordar cómo me habían vuelto a plantar—. Diría que estuvo bien, pero eso sería una gran mentira. Ni siquiera tuve la oportunidad de bailar...

—¿No estabas acompañada por Potter? —preguntó todavía sin mirarme—. He oído que has ido a la fiesta como su pareja.

Pude notar la amargura y la inquietud en aquellas palabras que me acababa de mencionar.

—Es cierto que he ido a la fiesta acompañada de Harry, pero he ido como su amiga —respondí, ocasionando que esta vez Draco me mirara—. Los rumores que se mencionan sobre mi persona no son ciertos.

—Ya veo —dijo, y esta vez pude notar un alivio en sus palabras—. Entonces... ¿Potter te ha dejado sola?

—Sí...

—De seguro, Potter todavía no tiene ni la menor idea de cómo bailar.

No pude evitar soltar una pequeña risa al oírlo, pero esa risa comenzó a apagarse cuando he sentido una nostalgia al recordar cuando él mencionó palabras similares en nuestro primer gran acercamiento.

Déjà vu.

Pronuncié esas palabras bajando mi mirada para que así él no notara lo mal que comenzaba a sentirme.

—Déjà vu —pronunció él también—. Lo único que faltaría sería la música, pero... Podemos imaginarlo, ¿no?

En ese instante pude ver como Draco me extendía su mano y al mirarlo pude notar un toque de intranquilidad en su persona a la espera de que yo la aceptara. Entonces, cuando sostuve su mano con firmeza, he podido apreciar una pequeña sonrisa en su rostro mientras me atraía hacia él para así comenzar a movernos de un lado a otro en una pequeña y encantadora danza.

En mitad de la danza, Draco hizo que diera un pequeño giro para luego acercarme a él y aquel pequeño acto ocasionó que nuestros rostros quedaran cerca el uno del otro, por lo que podíamos sentir nuestras respiraciones. Ambos nos hemos mirado fijamente con una expresión cálida, pero a la vez anhelante que hacía que la distancia entre nosotros cada vez fuera menor.

Fue en aquel momento en que sucedió; Él y yo comenzamos a besarnos de una forma que hacía a mi cuerpo estremecer a tal punto en que no quería separarme de él.

No obstante, aquel beso solo duró un corto tiempo debido a que Draco no tardó en separarse y mirarme con arrepentimiento e incluso lástima.

—Esto no debió suceder —mencionó rápidamente mientras se alejaba—. Solamente olvídalo.

—Draco —le llamé esperando detenerlo, pero mi llamado fue en vano porque él no se detuvo; se fue dejándome sola con demasiadas dudas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top