──── 029.

Siempre me divertía cuando tenía vacaciones, ya que pasaba tiempo con mi abuelo cuidando de las criaturas mágicas, sin embargo, las vacaciones que tuve al finalizar mi quinto año no han sido de las mejores debido a que no dejé de pensar en Draco.

Todo lo que me dijo al finalizar mi quinto año retumbaba en mi mente y debido a ello pensé en ignorarlo al volver a Hogwarts, pero lamentablemente él y yo compartíamos algunas clases por lo que no podría ignorarlo por siempre.

—Muy bien, muy bien —dijo el profesor Slughorn, cuyo colosal contorno oscilaba detrás de las diversas nubes de vapor—. He preparado algunas pociones para que les echen un vistazo. Es de esas cosas que deberían poder hacer cuando hayan terminado el ÉXTASIS. Seguro que habrán oído hablar de ellas, aunque nunca las hayan preparado. ¿Alguien puede decirme cuál es esta?

El profesor señaló el caldero más cercano a la mesa de Slytherin. Me levanté un poco del asiento y vi que en el caldero hervía un líquido que parecía agua normal y corriente por lo que inmediatamente supe de qué se trataba, pero cuando levanté mi mano para responder a la pregunta del profesor fue demasiado tarde porque Hermione ya se encontraba lista para responder.

—Es Veritaserum, una poción incolora e inodora que obliga a quien la bebe a decir la verdad —contestó Hermione.

—¡Estupendo, estupendo! —la felicitó el profesor, muy complacido—. Esta otra —continuó, y señaló el caldero cercano a la mesa de Ravenclaw— es muy conocida y últimamente aparece en unos folletos distribuidos por el ministerio. ¿Alguien sabe...?

La mano de Hermione volvió a ser más rápida que la mía por lo que solté un suspiro y dejé que ella respondiera.

—Es poción multijugos, señor —dijo.

—¡Excelente, excelente! Y ahora, esta de aquí... ¿Sí, querida? —dijo Slughorn mirando con cierto desconcierto a Hermione, que volvía a tener la mano levantada.

—¡Es Amortentia!

—En efecto. Bien, parece innecesario preguntarlo —dijo Slughorn, impresionado —, pero supongo que sabes qué efecto produce, ¿verdad?

—Es el filtro de amor más potente que existe —respondió Hermione.

—¡Exacto! La has reconocido por su característico brillo nacarado, ¿no?

—Sí, y porque el vapor asciende formando unas inconfundibles espirales —agregó ella con entusiasmo—. Y se supone que para cada uno tiene un olor diferente, según lo que nos atraiga. Yo huelo a césped recién cortado y a pergamino nuevo y a... —Pero se sonrojó un poco y no terminó la frase.

—Como ha dicho aquí la señorita. La Amortentia tiene un olor diferente para cada uno de ustedes —comenzó a hablar Slughorn al momento en que se acercaba más a la mesa de Slytherin—. ¿Podría decirme a que huele para usted la Amortentia?

La pregunta había sido dirigida a Draco, quien no tardó en olfatear la poción para así luego mencionar lo que él sentía:

—Naturaleza, un toque de vainilla y... —La voz de Draco se mantuvo callada luego de mencionar lo que olía por lo que el profesor continuó con su explicación.

Entonces, mientras escuchaba atentamente lo que se nos mencionaba de la Amortentia me he percatado por un momento de que alguien me estaba mirando y al mirar en dicha dirección me encontré solo por unos segundos con los ojos grisáceos de Draco, y digo por unos segundos porque él no tardó en mirar al profesor al darse cuenta de que lo miré.

Aquello me desconcertó por solo un momento, pero preferí ignorarlo y prestar atención a la clase.

A mediados de octubre tuvo lugar la primera excursión del curso a Hogsmeade por lo que me desperté temprano por la mañana ese día. Normalmente siempre que tenía tiempo libre iba donde Hagrid para ver si necesitaba de mi ayuda con alguna criatura o simplemente para hacerle compañía, pero esta vez me mantuve en cama leyendo algunos libros que mi abuelo me había regalado.

Cuando la hora para ir a Hogsmeade se acercaba he dejado de leer para así arreglarme solo un poco e irme, donde en el trayecto hacia la salida pude encontrarme con Harry y sus amigos.

—¿Vienes con nosotros? —preguntó el chico con una pequeña sonrisa.

—Me encantaría.

Harry volvió a sonreír al oírme y en eso noté una mirada curiosa en Hermione, pero preferí no tomarle demasiada atención.

El paseo hasta Hogsmeade no fue nada placentero. El camino que llevaba al pueblo estaba lleno de alumnos que se doblaban por la cintura para resistir el fuerte viento. Los cuatro por fin llegamos a Hogsmeade y vimos que la tienda de artículos de broma Zonko estaba cerrada con tablones por lo que Harry mencionó en voz baja que esta excursión no estaba destinada a ser divertida. Con una mano enfundada en un grueso guante Ron señaló hacia Honeydukes, que afortunadamente estaba abierta.

—¡Menos mal! —dijo Ron, tiritando, al verse acogido por un caldeado ambiente que olía a tofee—. Quedémonos toda la tarde aquí.

—¡Harry, amigo mío! —bramó una voz a nuestras espaldas.

—¡Oh, no! —masculló Harry.

Los cuatro nos dimos la vuelta y vimos al profesor Slughorn, que llevaba un grotesco sombrero de piel y un abrigo con cuello de piel a juego. Sostenía en la mano una gran bolsa de piña confitada y ocupaba al menos una cuarta parte de la tienda.

—¡Ya te has perdido tres de mis cenas, Harry! —rezongó Slughorn, y le dio unos golpecitos amistosos en el pecho—. ¡Pero no te vas a librar, amigo mío, porque me he propuesto tenerte en mi club! A la señorita Granger le encantan nuestras reuniones, ¿no es así?

—Sí —asintió Hermione, obligada—. Son muy...

—¿Por qué no vienes nunca, Harry? —inquirió Slughorn.

—Es que he tenido entrenamientos de quidditch, profesor —se excusó.

—¡Espero que ganes tu primer partido después de tanto esfuerzo! Pero un poco de esparcimiento no le viene mal a nadie. ¿Qué tal el lunes por la noche? No me dirás que vas a entrenar con este tiempo...

—No puedo, profesor. El lunes por la noche tengo... una cita con el profesor Dumbledore.

—¡Nada, no hay manera! —se lamentó Slughorn con gesto teatral—. ¡Está bien, Harry, pero no creas que podrás eludirme eternamente!

El profesor les dedicó un afectado ademán de despedida y salió de la tienda andando como un pato, sin fijarse en Ron o en mí, como si nosotros fuéramos invisibles. Realmente no me sorprendía ser ignorada, ya que en sus clases pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo.

—No puedo creer que le hayas dado esquinazo otra vez —comentó Hermione—. Esas reuniones no están tan mal. A veces hasta son divertidas. —Pero entonces se fijó en la expresión de Ron y dijo—: ¡Miren, tienen plumas de azúcar de lujo! ¡Deben de durar horas!

Harry, contento de que Hermione cambiara de tema, mostró más interés por las nuevas plumas de azúcar de tamaño especial del que habría demostrado en circunstancias normales, pero Ron siguió con aire taciturno y se limitó a encogerse de hombros cuando Hermione le preguntó adónde quería ir.

Al parecer no a todos les daba igual el ser ignorado.

—Vamos a Las Tres Escobas —propuso Harry al momento en que me miraba—. Allí no pasaremos frío.

Antes de abandonar el lugar donde nos encontrábamos, Harry me detuvo por un momento para así arreglar con cuidado mi bufanda y ante aquel acto repentino me quedé un segundo inmóvil, pero luego de que él se alejara le he agradecido aquel gesto amable que ha tenido conmigo.

No había mucha gente en la calle; nadie se entretenía para charlar y todos iban derecho a sus destinos. La excepción eran dos individuos plantados un poco más allá, delante de Las Tres Escobas. Uno de ellos era muy alto y delgado, mientras que el otro individuo era más bajito y sostenía algo en los brazos.

—¡Mundungus! —mencionó Harry.

El hombre, achaparrado, patizambo y de largo y desgreñado pelo rojizo, dio un respingo y dejó caer una vieja maleta, que al dar contra el suelo se abrió y esparció lo que parecía mercancía de una tienda de artículos usados.

—¡Ah, hola, Harry! —saludó Mundungus con un aire de ligereza nada convincente—. Bueno, no quisiera entretenerte.

Y empezó a recoger del suelo el contenido de su maleta. Era evidente que estaba deseando largarse de allí.

—¿Qué es esto? ¿Para vender? —preguntó Harry mientras Mundungus se afanaba en recuperar su surtido de objetos.

—Bueno, de alguna manera tengo que ganarme la vida... ¡Eh, dame eso!

Mundungus no tardó en arrebatarme una copa de plata que había recogido del suelo.

—Un momento —dijo Ron mirando la copa—. Eso me suena...

—¡Gracias! —exclamó Mundungus metiendo la copa de nuevo en la maleta—. Bueno, ya nos veremos... Pero ¡qué...!

Harry lo agarró por el cuello y lo estampó contra la pared del pub. A continuación, lo sujetó fuertemente con una mano y sacó su varita mágica, y ante acto me quedé sorprendida porque no había visto a Harry actuar de una forma tan agresiva.

—¡Harry! —gritó Hermione.

—Eso lo has tomado de casa de Sirius —lo acusó Harry con la nariz casi pegada a la suya—. Tiene el emblema de la casa de Black.

—Yo no... ¿Qué...? —farfulló Mundungus, cuyo rostro iba adquiriendo un tono azulado.

—¿Qué hiciste, volviste allí la noche que lo mataron y desvalijaste la casa?

—Yo no...

—¡Dámelo!

—¡Alto, Harry! —exclamé cuando vi que el rostro de Mundungus se ponía cada vez más morado—. Las cosas no deberían solucionarse de esta forma. Hay otras formas de hacerlo...

En ese instante se oyó un estallido y las manos de Harry se soltaron del cuello de Mundungus. Resollando y farfullando, el hombre recogió la maleta del suelo y entonces... ¡crac!, se desapareció.

—¡Vuelve, ladrón de...!

—No pierdas el tiempo, Harry —Una mujer de cabellera rosada había aparecido de la nada, con el desvaído cabello mojado por la aguanieve—. Mundungus ya debe de estar en Londres. De nada te servirá gritar.

—¡Ha robado las cosas de Sirius! ¡Las ha robado!

—Sí, pero, de cualquier modo —repuso la mujer, impasible ante esa revelación— deberían resguardarse del frío.

La bruja se quedó fuera y los cuatro entramos en Las Tres Escobas. Una vez dentro, Harry explotó:

—¡Esa sabandija ha robado las cosas de Sirius!

—Ya lo sé, Harry, pero no grites, por favor. Nos están mirando —susurró Hermione para luego mirarme—. Además... ¿Recuerdas que tenemos compañía?

Harry se me quedó viendo con sorpresa, tal vez al olvidar de que yo estaba acompañándolos y que estaba haciendo escenas que desconocía totalmente.

—Lo lamento —se disculpó cuando Ron y Hermione se fueron a buscar algo de beber—. No era mi intención que me vieras actuar de tal forma...

—Está bien. Todos tenemos nuestros malos momentos —dije con una pequeña sonrisa para luego mirar por la ventana y ver a la mujer que anteriormente se apareció frente a nosotros. En un principio no la había reconocido, pero el estar viéndola ahora mismo más detalladamente pude saber que se trataba de Tonks.

Hubo un día en que Tonks y un pequeño grupo de personas se presentó en mi casa para así pedirle a mis abuelos si podían hacer de nuestro hogar un lugar donde pudieran quedarse si las cosas se complicaban con lo de Voldemort. Mis abuelos sin problema aceptaron, ya que en el lugar donde nos encontrábamos viviendo era un lugar que no se podía encontrar fácilmente y todo se debía a que mi abuelo logró hacer un hechizo que por el momento solo él podía romper.

—¿Sucede algo? —preguntó Harry captando mi atención—. No has dejado de mirar hacia afuera por un largo rato... ¿Estás aburrida?

—Solo pensaba en algunas cosas que sucedieron en mis vacaciones —respondí con tranquilidad, pero esa tranquilidad se esfumó cuando vi una cabellera platinada.

Froté por un momento mis ojos para así ver nuevamente por donde vi la presencia de Draco, pero al no verlo solté un suspiro porque ni siquiera estando en otro lugar dejo de estar pensando en él. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top