──── 027.
Sucedieron varias cosas mientras me encontraba inconsciente; las cuales me contaron Neville y Luna cuando desperté en la enfermería de Hogwarts.
Pasé varios días en la enfermería luego de recibir aquel ataque directo en mi pecho. Mi cuerpo ya no dolía y todo era gracias a la señora Pomfrey; aunque ella mencionó que mi mejoramiento se incrementó desde que Neville y Luna venían a visitarme a la enfermería constantemente.
Debía regresar a mi habitación para arreglar mis cosas para el fin de curso y mientras me dirigía hacia la sala común de Hufflepuff no pude evitar pensar en Cedric.
Aquel acontecimiento era todavía muy confuso para mí y por lo que supe de los demás, ellos no habían visto a mi amigo de lado de nuestro enemigo. ¿Acaso me había confundido?
No. Yo no me había confundido y la persona que vi allí era Cedric, pero... ¿Por qué?
¿Qué hacía Cedric con unos mortífagos?
Muchas dudas se me venían a la cabeza, lo cual me hizo cuestionarme si la decisión que tomé aquel día había sido la correcta. Realmente nunca imaginé que salvando la vida de Cedric terminaría convirtiéndolo en un seguidor de Voldemort.
Recorrí el vacío pasillo cuando pude ver a Draco apoyado a una pared y el verlo no pude evitar sonreír, ya que habían sido varios días desde que no lo había visto.
Neville me había contado que él estuvo a mi lado protegiéndome cuando me desmayé y que no se alejó de mi lado hasta que tuvo que irse para ver cómo se encontraba su madre con la noticia de que Lucius Malfoy fue encarcelado.
—Draco —Al mencionar su nombre capté su atención, donde él no tardó en levantar su mirada y fijarse en mí.
Di unos pocos pasos más hasta quedar frente a él, y entonces le di un pequeño abrazo; sin embargo, él no me correspondió.
—Tenemos que hablar.
—Claro —asentí, mientras me apartaba y el ver su mirada seria me hizo preocupar—. ¿Qué sucede?
La expresión de Draco se endureció por lo que comencé a acercar mi mano derecha a su rostro para así intentar tranquilizarlo como siempre lo hacía cuando él se sentía mal, pero antes de que pudiera siquiera tocarlo él me ha detenido.
—Estoy cansado...
—¿Qué quieres decir? —pregunté confundida mientras alejaba mi mano de él—. ¿Sucedió algo malo?
—Estoy cansado de seguir fingiendo que hay algo entre nosotros.
En ese instante mi cuerpo comenzó a temblar ligeramente, pero intenté mantenerme firme.
—Si hay algo mal podemos hablarlo... Podemos solucionarlo —dije, llevando mi mano hacia la suya—. Yo sé que...
—¿Es que no puedes entenderlo? ¡Te he dicho que estoy cansado de fingir!
—¡Entonces dímelo directamente a la cara! —exclamé, mientras presionaba su mano—. Estos sentimientos que tenemos sé que no son una farsa...
En todo este tiempo Draco no me había mirado directamente. Es más, él evitaba completamente el cruzar nuestras miradas y eso me hacía pensar que realmente no sentía lo que estaba mencionando.
—Espera... ¿Realmente pensaste que yo tenía sentimientos por ti? —preguntó y esta vez había alzado su mirada para así dejarme ver una sonrisa arrogante—. ¡Vamos creí que eras un poco más inteligente! Soy Draco Malfoy y nunca hubiera salido contigo si no fuera por ese estúpido juego que hice con Zabini.
Que me dijera aquello directamente a los ojos me hizo sentir un fuerte dolor en mi pecho e incluso ya no pude contener el temblor de mi cuerpo.
—Finalmente te encuentro, Draco —oí la voz de Pansy Parkinson—. Tenemos que guiar a los de primero al banquete de fin de año... Espera, ¿interrumpí algo?
—No. Ya terminé aquí —dijo, mientras soltaba mi mano con la que anteriormente intenté tranquilizarlo y se limpiaba en su túnica—. No puedo creer cuanto tuve que soportar el estar con una espantosa sangre mestiza.
Él pasó por mi lado sin dejar de sonreír de manera arrogante, pero antes de que se acercara a Pansy volví a detenerlo y él al mirarme iba a pronunciar algo; sin embargo, se lo impedí propinándole una fuerte cachetada que resonó por el silencioso pasillo.
—En verdad pensé que eras distinto a como los demás decían que eras...
—¡¿Qué te pasa loca?! —exclamó Pansy, mientras se acercaba a Draco—. ¡¿Cómo se te ocurre dañar su rostro?!
No le presté atención, ya que comencé a alejarme todo lo posible de ellos. Caminé a un paso rápido, mientras oía las voces de los demás alumnos de Hogwarts e incluso logré oír como alguien me llamaba, pero lo ignoré completamente y seguí caminando hasta salir del castillo.
Caminé un poco alrededor del lago, me senté en la orilla, detrás de unos arbustos, protegida de la curiosidad de los que pasaban por allí, y me largué a llorar mientras recordaba todo lo que Draco había mencionado.
Algunos me habían mencionado que Draco era de las peores personas y que lo ideal era que no me involucrara con él, pero yo realmente creía que las cosas no eran así. Pensé que él era diferente a como los demás decían y estaba convencida de ello por cómo nos íbamos tratando en todo este último tiempo; sin embargo, me equivoqué...
Draco estuvo jugando conmigo todo este último tiempo o eso era lo que pensaba mi mente, ya que mi corazón me decía que algo más sucedía.
Permanecí un largo rato sentada, contemplando la superficie del agua hasta que el sol comenzó a ocultarse. Cuando comencé a sentir frío me levanté y emprendí mi caminata de regreso al castillo, y mientras iba por el camino me limpié las lágrimas con mi túnica.
—Me la pagarás —oí la voz de Draco y mi corazón se apretujó en ese instante. Él se encontraba frente a Harry en el vestíbulo—. Vas a pagar muy caro lo que le has hecho a mi padre.
—Mira cómo tiemblo —respondió Harry con sarcasmo—. Tu padre está donde debería de estar por estar siguiendo los pasos de Lord Voldemort.
—Los dementores se han marchado de Azkaban —continuó Malfoy, impasible—. Mi padre y los demás no tardarán en salir de allí.
—Sí, no me extrañaría. Pero al menos ahora todo el mundo sabe que son unos cerdos —le provocó Harry—. Incluso Ainara sabe la clase de familia que es la tuya y no tardará en alejarse de ti.
Pude ver que Draco intentó sacar su varita, pero Harry se le había adelantado: había sacado la suya antes de que Draco hubiera metido siquiera los dedos en el bolsillo de su túnica.
—¡Potter! —se oyó la voz de Snape, que ocasionó que Harry y Draco se percataran de mi presencia—. ¿Qué crees que estás haciendo?
—Intento decidir qué maldición emplear contra Malfoy, señor —contestó Harry.
—Guarda inmediatamente esa varita —le ordenó Snape taladrándolo con la mirada—. Diez puntos menos para Gryff... —empezó a decir dirigiendo la vista hacia los gigantescos relojes de arena que había en las paredes, y esbozó una sonrisa burlona—. ¡Ah, veo que ya no queda ningún punto que quitar en el reloj de Gryffindor! En ese caso, Potter, tendremos que...
—¿Añadir unos cuantos?
La profesora McGonagall acababa de subir la escalera de piedra de la entrada del castillo; llevaba un maletín de cuadros escoceses en una mano y con la otra se apoyaba en un bastón, pero por lo demás tenía buen aspecto.
—¡Profesora McGonagall! —exclamó Snape, y fue hacia ella dando grandes zancadas—. ¡Veo que ya ha salido de San Mungo!
—Sí, profesor Snape —repuso ella, y se quitó la capa de viaje—. Estoy como nueva.
—Me alegro verla, Profesora —dije con una pequeña sonrisa, ya que todavía me costaba sonreír al tener a Draco cerca de mí.
—Yo me alegro de que nada te haya sucedido —sonrió—. Muy bien —dijo la profesora McGonagall mientras miraba los relojes de arena de la pared—. Bueno, creo que Potter y sus amigos se merecen cincuenta puntos cada uno por alertar al mundo del regreso de Ya-sabes-quien. ¿Qué opina usted, profesor Snape?
—¿Cómo? —replicó este, aunque nosotros sabíamos que había oído perfectamente—. Ah, bueno, supongo que...
—Serán cincuenta para Potter, los dos Weasley, Longbottom y la señorita Granger —enumeró la profesora McGonagall, y una lluvia de rubíes cayó en la parte inferior del reloj de arena de Gryffindor mientras hablaba—. Cincuenta puntos para la señorita Scamander y Cincuenta más para el joven Malfoy—mencionó mientras una lluvia de diamantes amarillos y unas esmeraldas caían sobre los relojes de Hufflepuff y Slytherin— ¡Ah, cincuenta para la señorita Lovegood, se me olvidaba! —añadió, y unos cuantos zafiros cayeron en el reloj de Ravenclaw—. Bueno, creo que usted quería quitarle diez al señor Potter, profesor Snape, de modo que... —Unos cuantos rubíes subieron a la parte superior del reloj, pero quedó una cantidad considerable en la inferior—. Bueno, Potter, Malfoy, Scamander, creo que deberían de volver a sus salas comunes para prepararse para el banquete de fin de curso.
No tardé en hacerle caso a la profesora por lo que comencé a dirigirme a mi sala común mientras evitaba por completo mirar a Draco.
—Espera, Ainara —oí la voz de Harry llamándome.
Detuve mis pasos en ese instante y lo miré. Harry no decía nada por lo que me dejaba un poco confusa, pero entonces se acercó un poco más y llevó una de sus manos a mi rostro, donde acarició mi mejilla con la yema de su dedo.
—¿Malfoy?
—Malfoy —respondí, ya que sabía a qué se estaba refiriendo y era todo debido a que en mi rostro debía tener todavía rastros de que estuve llorando.
—¿Quieres hablar?
—Gracias, pero ahora quisiera estar sola.
—Entiendo.
Harry volvió a acariciar mi mejilla con la yema de su dedo para luego alejarse por completo. Me despedí de él para así dirigirme a mi sala común, donde arreglaría mis cosas e intentaría no pensar en el chico de Slytherin.
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