──── 009.

Harry, Hermione y Ron ingresaron a la cabaña de Hagrid. Fang no tardó en abalanzarse sobre Harry mientras ladraba como loco.

El muchacho se libró de Fan y miró a su alrededor, donde al verme se quedó sorprendido.

—Creo que nos hará falta más té —dijo Dumbledore, cerrando la puerta tras ellos.

Sacó la varita e hizo una floritura con ella, y en medio del aire apareció, dando vueltas, una bandeja con el servicio de té y un plato de bizcochos. Dumbledore la hizo posarse sobre la mesa, y todos se sentaron.

Hubo una breve pausa, y luego el director dijo:

—Parece ser que Hermione, Harry y Ron aún quieren ser amigos tuyos, a juzgar por la forma en que intentaban echar la puerta abajo.

—¡Por supuesto que sí! —exclamó Harry mirando a Hagrid—. Te tienes que importar un bledo lo que esa vaca... Perdón, profesor —añadió apresuradamente, mirando a Dumbledore.

—Me he vuelto sordo por un momento y no tengo la menor idea de qué es lo que has dicho —dijo Dumbledore, jugando con los pulgares y mirando al techo—. Quizá la edad me esté afectando. Tampoco oí las palabras de la señorita Scamander cuando vino hasta aquí.

—Yo dije algo peor —le dije a Harry y este soltó una risa incómoda.

—Eh... bien —dijo mansamente—. Solo quería decir... ¿Cómo pudiste pensar, Hagrid, que a nosotros podía importarnos lo que esa...mujer escribió de ti?

Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos color azabache de Hagrid y cayeron lentamente sobre la barba enmarañada.

—Aquí tienes la prueba de lo que te he estado diciendo, Hagrid —dijo Dumbledore, sin dejar de mirar al techo—. Ya te he mostrado las innumerables cartas de padres que te recuerdan de cuando estudiaron aquí, diciéndome en términos muy claros que, si yo te despidiera, ellos tomarían cartas en el asunto.

—No todos —repuso Hagrid con voz ronca—. No todos los padres quieren que me quede.

—Hagrid, no deberías de buscar la aprobación de todo el mundo —dije captando su atención—. Mírame a mí. Me tratan como una loca obsesiva por las Criaturas Mágicas e incluso algunos se burlan de lo que sucedió con mi abuelo cuando estudiaba aquí. He sabido conllevar cada una de las miradas y palabras que me lanzan e incluso he podido conseguir un amigo que me apoya, quien pronto abandonará el colegio. No obstante, seguiré yendo a todas mis actividades y me gustaría verte guiándome en ello, ya sea como profesor o como un gran amigo.

—Vuelve a las clases, Hagrid —pidió Hermione en voz baja—. Vuelve, por favor: te echamos de menos.

Hagrid tragó saliva. Nuevas lágrimas se derramaron por sus mejillas hasta la barba.

—Me niego a aceptar tu dimisión, Hagrid, y espero que vuelvas al trabajo el lunes —dijo Dumbledore—. Nos veremos en el Gran Comedor para desayunar, a las ocho y media. No quiero excusas. Buenas tardes a todos.

Dumbledore salió de la cabaña, deteniéndose solo para rascarle las orejas a Fang. Cuando la puerta se hubo cerrado tras él, Hagrid comenzó a sollozar tapándose la cara con las manos. Hermione le dio unas palmadas en el brazo, y al final Hagrid levantó la vista, con los ojos enrojecidos, y dijo:

—Dumbledore es un gran hombre... un gran hombre...

—Sí que lo es —afirmó Ron—. ¿Me puedo comer unos de estos bizcochos, Hagrid?

—Todos los que quieras —contestó Hagrid, secándose los ojos con el reverso de la mano—. Tienen razón: he sido un tonto. A mi padre le hubiera dado vergüenza la forma en que me he comportado...

La mayoría de la tarde de ese sábado la pasamos junto a Hagrid, y entonces cuando fue momento de irnos, hemos visto como la mirada de Hagrid volvía a tener aquel brillo.

—Lo lamento —dijo Hermione una vez nos hemos alejado lo suficiente de la cabaña—. Lamento si alguna vez te he mirado como lo hacían los demás...

—Yo lamento decir que eres solo una loca obsesiva por las Criaturas Mágicas —dijo Ron, rascando su nuca de manera nerviosa—. Ahora puedo ver que eres alguien bastante agradable.

—También lo lamento. Especialmente por ignorarte en el baile de Navidad —dijo Harry, apenado—. No tuve en cuenta tus sentimientos...

—Todo está bien —dije, sonriente—. Sin rencores.

—Desde ahora en adelante, si necesitas de algo puedes decirnos —dijo Hermione.

Iba a mencionar algo, pero la voz de Malfoy llamándome se llevó por completo mi atención. Draco Malfoy se encontraba al otro lado del camino con los brazos cruzados y con una mirada de desprecio.

—¿Qué quieres, Malfoy? —respondió Harry por mí y aquello hizo reír al muchacho de Slytherin.

—¿Te cambiaste el apellido? —preguntó con un tono socarrón—. He llamado a Scamander, no a un idiota como tú.

—Ella está con nosotros.

—¿Y eso que tiene que ver, Weasley?

—Que no tiene tiempo de estar con un imbécil como tú.

Antes de que las cosas se pusieran peor de la que ya estaban he preferido intervenir.

—Ustedes pueden seguir sin mí —dije, calmadamente—. Yo hablaré con Malfoy.

Hermione arrastró a sus amigos al ver que no pensaban irse y entonces cuando estos se fueron he soltado un suspiro para así finalmente mirar a Draco, quien no dejaba de mirar con desagrado por donde se habían ido los anteriores muchachos.

—Si sigues juntándote con ellos te colocarás en muchos problemas —dijo—. Te recomendaría reconsiderar ser su amiga.

—Bueno. No somos amigos —dije, captando su atención—. Solo hoy he hablado con ellos.

—De todas formas, te recomiendo mantenerte alejada de ellos.

—Lo pensaré —suspiré—. Ahora... ¿Qué necesitabas?

Draco se mantuvo en silencio unos minutos, pero luego me ha mirado y dijo:

—¿Sigues enojada por ese articulo que te mostré en clases hace unos días?

—No. Ya no estoy enfadada —respondí, tranquilamente.

Draco pareció alegrarse. Su mirada se clavó en mí por lo que comencé a perderme en sus brillantes ojos grisáceos. 

—La siguiente prueba está cerca. ¿Qué te parece si vemos a Potter perder?

—¿Qué...?

Había estado tan concentrada en su mirada que no había oído bien lo que me dijo.

—Que si quieres ver conmigo como Potter pierde —dijo con un tono socarrón—. ¿Oíste bien? ¿O piensas apoyarlo?

—Yo apoyaré firmemente a Cedric.

—Ah, sí, Diggory... —dijo, realizando una mueca. Pero luego me ha mirado con orgullo—. Entonces en la siguiente prueba nos buscaré los mejores lugares.

—Estaré esperando por ello.

Se produjo un silencio entre nosotros, pero no era un silencio incómodo, sino que era uno de tranquilidad.

Malfoy y yo caminamos en silencio en dirección al castillo, y una vez ahí hemos tomado caminos separados. Sonreí en todo el camino a mi sala común, ya que estaría mirando la segunda prueba con él.

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