Capítulo 5

Los días fueron pasando cada vez más lento para Natalia, aunque no quería estudiar se sentía obligada a ir. Para tristeza para ella, había pensado en no participar en la presentación de ballet y jazz de su academia por lo decaída que estaba.

Mientras los días pasaban, Natalia luchaba por recuperar el ánimo. Aunque seguía sintiéndose triste por la situación con Wàng, poco a poco fue recobrando las fuerzas.

Una mañana, cuando Natalia caminaba hacia su salón de clases, se detuvo un momento antes de entrar. Su mirada se posó en la puerta, y una sensación de duda la invadió.

"¿De verdad debo participar en la presentación de baile?" se preguntó, sintiendo como el peso de la responsabilidad la abrumaba otra vez.

Wàng aún se encontraba en proceso de recuperación, y ella se sentía culpable al pensar en seguir adelante sin él. Pero por otro lado, sabía que él querría que ella continuara y disfrutara de esta oportunidad.

Tomando una profunda respiración, Natalia empujó suavemente la puerta y entró al salón. Sus compañeros la saludaron con alegría, pero ella respondió con una sonrisa tímida.

Al sentarse en su lugar, Natalia miró hacia el frente, observando cómo el resto de los estudiantes se preparaban para comenzar las clases.

"Tal vez...debería hablar con el maestro sobre esto," pensó, mordiéndose el labio inferior con preocupación.

La decisión de participar o no en la presentación de baile aún pesaba sobre ella, y Natalia sabía que necesitaba encontrar la respuesta correcta. No quería defraudar a nadie, pero tampoco se sentía lista para asumir ese compromiso sin Wàng a su lado.

Con cierta inquietud, esperó a que la clase diera inicio, mientras su mente no dejaba de dar vueltas a este dilema.

Natalia se encontraba sentada en su lugar, sumida en sus pensamientos, cuando de pronto escuchó unas voces familiares aproximándose.

—¡Hola, Natalia! Buenos días —saludaron Marinette y Kagami, acercándose a su amiga.

Natalia levantó la mirada y les dedicó una pequeña sonrisa.

—Hola, chicas —respondió, intentando ocultar su inquietud.

Marinette y Kagami notaron de inmediato el semblante un poco decaído de Natalia, y se miraron con preocupación.

—¿Sucede algo, Nat? —preguntó Marinette, colocando una mano sobre el hombro de su amiga.

Natalia suspiró, decidiendo ser honesta.

—Bueno, la verdad es que... aún no estoy segura de si participaré en la presentación de baile —confesó, con un dejo de tristeza en su voz.

Antes de que las chicas pudieran responder, la puerta del salón se abrió y entraron Adrien y Nino. Nino, al ver a Natalia con ese semblante, se acercó a ella con cautela.

—Hey, Nat... ¿Estás bien? —preguntó, con tono suave.

Natalia levantó la mirada hacia Nino y asintió lentamente.

—Sí, estoy bien... Bueno, más o menos —admitió, sin poder ocultar su preocupación.

Nino se sentó a su lado, mostrando una expresión comprensiva.

—¿Qué sucede? —insistió, con genuina preocupación.

Natalia lo miró, sintiéndose agradecida por su interés.

—Es sobre la presentación de baile... —explicó, jugueteando nerviosamente con sus manos—. No estoy segura de si debo participar.

Nino frunció el ceño, sorprendido por la revelación.

—¿Por qué? —cuestionó, sin poder ocultar su confusión—. Pensé que estabas muy emocionada por ese evento.

Natalia suspiró, bajando la mirada.

—Lo sé, pero... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Wàng no podrá bailar conmigo, y no sé si puedo hacerlo sin él.

—Ya veo... —murmuró, pensativo—. Pero, Nat, no puedes dejar pasar esta oportunidad solo por eso.

Natalia lo miró con incertidumbre.

—¿Tú crees? —preguntó, sin ocultar su inseguridad.

Nino le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Estoy seguro —afirmó, con convicción—. Wàng... querría que siguieras adelante y disfrutaras de esto. Y nosotros estaremos aquí para apoyarte.

Las palabras de Nino lograron aliviar un poco la carga que Natalia llevaba sobre sus hombros. Sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su interior.

—Tienes razón —murmuró, esbozando una tímida sonrisa—. Tal vez... deba hablar con el maestro y ver qué puedo hacer.

Nino asintió, colocando una mano sobre el hombro de Natalia.

—Eso es, Nat —dijo, con tono alentador—. Estoy seguro de que encontrarás la manera de brillar en esa presentación.

Natalia se sintió reconfortada por el apoyo de Nino. En ese momento, el timbre sonó indicando que las clases iniciaron.

La profesora Bustier entró al salón, con su habitual sonrisa cálida, y comenzó a impartir la clase. Natalia intentaba concentrarse en las lecciones, pero su mente seguía divagando sobre la presentación de baile.

Mientras la profesora hablaba, una de las otras maestras asomó la cabeza por la puerta y llamó a Bustier.

—Disculpe, Caline, ¿puede venir un momento? Necesito su ayuda con algo urgente.

—Por supuesto, enseguida vuelvo —respondió Bustier, dirigiéndose hacia la puerta.

Los estudiantes observaron extrañados cómo la profesora salía y volvía a entrar al salón varias veces, interrumpiendo la clase.

Natalia miró a Marinette y Kagami con expresión confundida.

—¿Qué estará pasando? —murmuró, en voz baja.

Marinette se encogió de hombros, igualmente desconcertada.

—No tengo idea —susurró—. Espero que no sea nada grave.

Kagami permaneció en silencio, observando con atención la situación. La constante entrada y salida de la profesora Bustier empezaba a crear un ambiente de nerviosismo y distracción entre los alumnos.

Finalmente, después de unos minutos, Bustier volvió a entrar, luciendo algo agitada.

—Bien, chicos, lamento las interrupciones —dijo, intentando recomponer la calma—. Hoy van a llegar unos estudiantes de intercambio y el instituto organizó todo a última hora.

Todos se miraron entre sí, interesados.

—¡Profesora! ¿Podemos ver cuando llegan los nuevos? —cuestionó Marinette interesada.

—Claro, Marinette —respondió la profesora Bustier con una sonrisa—. De hecho, deberían llegar en cualquier momento. Esperen aquí y ya podrán recibirlos.

Los estudiantes intercambiaron miradas emocionados, murmurando entre ellos sobre los nuevos estudiantes que llegarían. Natalia, por su parte, no pudo evitar sentir una pequeña punzada de nerviosismo.

"Nuevos estudiantes... Espero que todo salga bien", pensó, jugueteando nerviosamente con su lápiz.

Mientras esperaban, la puerta del salón se abrió de nuevo y se asomó el director.

—Profesora Bustier, ¿puedes venir un momento? Ya han llegado los estudiantes de intercambio.

Natalia observó con una mezcla de curiosidad y nerviosismo cómo la profesora Bustier salía del salón para atender a los nuevos estudiantes de intercambio. La idea de conocer a personas nuevas siempre le generaba cierta ansiedad, pero al mismo tiempo le emocionaba la posibilidad de hacer más amistades.

Mientras esperaban, Natalia intercambió miradas con Marinette y Kagami, quienes también parecían intrigadas por la situación.

—¿Creen que serán chicos o chicas? —preguntó Marinette en voz baja, con una sonrisa emocionada.

—No lo sé, pero espero que sean amigables —comentó Marinette, manteniendo su usual expresión serena.

Natalia asintió en silencio, preguntándose cómo sería conocer a estos nuevos estudiantes. ¿Serían fáciles de tratar? ¿Lograrían integrarse al grupo sin problemas?

—Oigan chicos, ¿qué tal si salgamos a ver? —sugirió Rosita.

—¡Sí! ¡buena idea! —exclamó Mylene.

Natalia observó cómo sus compañeros se ponían de pie emocionados, ante la propuesta de ir a recibir a los nuevos estudiantes. Aunque por dentro sentía un ligero nerviosismo, no quiso quedarse atrás.

—Está bien, vamos —dijo, poniéndose de pie junto a Marinette y Kagami.

Juntas, siguieron al resto del grupo hasta el vestíbulo de la escuela, entusiasmados por ver quiénes iban a ser los nuevos.

Mientras se acercaban al vestíbulo, Natalia podía sentir la emoción de sus compañeros. Algunos murmuraban que seguramente serían estudiantes refinados y de familias adineradas.

—Apuesto a que van a llegar en una lujosa limosina —comentó Chloé con aire presumido—. Después de todo, son estudiantes de intercambio.

Marinette rodó los ojos ante el comentario de Chloé.

—No todos los estudiantes de intercambio vienen de familias ricas, Chloé —replicó, con tono serio.

Natalia asintió, compartiendo la opinión de Marinette. No quería juzgar a los nuevos estudiantes antes de conocerlos.

Cuando finalmente llegaron al vestíbulo, todos se acercaron a las puertas de entrada, expectantes. Algunos incluso se imaginaban el lujoso vehículo que traería a los nuevos alumnos.

Sin embargo, en lugar de una limosina, un autobús común y corriente se detuvo frente a la escuela. Las puertas se abrieron y un grupo de jóvenes de diferentes nacionalidades comenzó a bajar, algunos incluso tropezando entre sí debido a la estrechez del vehículo.

Natalia observó la escena con una mezcla de sorpresa e diversión. Definitivamente, la llegada de los nuevos estudiantes no había sido como la imaginaban.

—Bueno, eso no es lo que esperábamos —comentó Marinette, conteniéndo una risita.

Kagami asintió, manteniendo su usual expresión serena, aunque Marinette creyó ver un atisbo de diversión en sus ojos.

Natalia observaba atentamente a los estudiantes recién llegados, y una la llamó la atención.

Era una chica de cabello rosa y ojos morados, parecía simpática.

La profesora y el director le dieron la bienvenida a los nuevos, después fueron llevados a sus salones respectivos.

Cuando los estudiantes regresaron a sus salones, Natalia no podía dejar de pensar en la chica de cabello rosado que había visto entre los nuevos alumnos de intercambio. Había algo en ella que captó su atención, aunque no lograba explicar qué era exactamente.

Durante el resto de las clases, Natalia se encontró distraída, su mente divagando una y otra vez hacia esa misteriosa estudiante. ¿Quién sería ella? ¿De dónde vendría? Natalia sentía una extraña curiosidad por conocerla mejor.

Cuando finalmente llegó la hora del almuerzo, Natalia salió del salón junto a Marinette, charlando animadamente sobre los nuevos estudiantes. Mientras caminaban por el pasillo, Natalia divisó a la chica de cabello rosa cargando su mochila.

—Mira, ahí está la chica que vi antes —murmuró Natalia, interrumpiendo a Marinette.

Marinette detuvo su incesante parloteo y siguió la mirada de su amiga.

—¡Oh, es cierto! —exclamó, mirándola con interés—. ¿Por qué no vamos a saludarla?

Natalia sintió como un leve nerviosismo la invadía, pero asintió con una tímida sonrisa.

—Está bien —respondió, siguiendo a Marinette mientras se acercaban a la nueva estudiante.

Mientras se acercaban, Natalia no pudo evitar notar un llavero con la fotografía de uno de sus ídolos de K-pop favoritos, Minjae, colgando de la mochila de la chica. Una emoción inesperada la inundó al ver aquel detalle.

"¡No puedo creerlo, también es fan de Eclipse!" pensó, sintiendo como una sonrisa se formaba en sus labios.

—¡Hola! —saludó Marinette alegremente, llamando la atención de la chica—. Tú debes ser una de las nuevas estudiantes de intercambio, ¿verdad? ¡Bienvenida a la escuela!

La chica de cabello rosa les dedicó una cálida sonrisa.

—¡Hola! Sí, soy una de las nuevas —respondió, su voz cargada de entusiasmo—. Me llamo Lumy, es un gusto conocerlas.

Natalia se acercó a Zoe, su mirada atraída inevitablemente por el pequeño llavero de Minjae.

—Hola, Lumy —saludó, sintiendo como la emoción le hacía sonreír abiertamente—. Yo soy Natalia, y ella es Marinette.

Lumy reparó en la mirada de Natalia y siguió su línea de visión hacia el llavero.

—¿¡Conoces el grupo Eclipse!? —exclamó sorprendida.

—¡Sí! No puedo creer que haya encontrado una fan de un grupo que apenas debutó —expresó Natalia impresionada.

Natalia no podía creer su suerte al encontrar a otra fanática de Eclipse entre los nuevos estudiantes. Con una sonrisa radiante, se acercó más a Lumy, sin poder contener su emoción.

—¡Es increíble! —exclamó, sus ojos brillando con entusiasmo—. Yo también soy una gran fan de Eclipse. ¿Cuál es tu miembro favorito?

Lumy correspondió la sonrisa de Natalia, notando de inmediato la conexión que parecían compartir.

—¡Mi favorito es Minjae! —respondió, señalando el llavero en su mochila—. Su voz y su presencia en el escenario me fascinan.

—Yo amo a Sunwoo, ¡soy su gran fan! —exclamó Natalia con entusiasmo.

Marinette observaba la escena con una sonrisa, encantada de ver a Natalia tan animada. Era evidente que haber encontrado a otra fan de Eclipse era algo que la había alegrado mucho.

—Veo que tienen mucho en común —comentó Marinette, interviniendo en la conversación—. Estoy segura de que se llevarán muy bien.

Lumy asintió, sonriendo ampliamente.

—Definitivamente —afirmó, mirando a Natalia con simpatía—. ¡Me alegro de haber encontrado a alguien tan apasionada por Eclipse como yo!

Natalia se sintió profundamente aliviada y emocionada. Tener a otra persona con quien poder compartir su entusiasmo por su grupo favorito era algo que realmente la llenaba de alegría.

—¡A mí también! —exclamó, regalándole a Lumy una sonrisa sincera—. Tenemos que juntarnos a hablar más sobre Eclipse. ¿Qué te parece si vamos a almorzar juntas?

Lumy asintió entusiasmada.

—¡Me encantaría! —respondió, y luego se volvió hacia Marinette—. ¿Tú también puedes venir, Marinette?

Marinette sonrió con amabilidad.

—Por supuesto —aceptó, feliz de ver a Natalia tan emocionada—. Vamos a comer juntas.

Los tres estudiantes se encaminaron hacia la cafetería, conversando animadamente sobre sus grupos favoritos de K-pop y compartiendo sus experiencias como fans. Natalia se sentía aliviada de haber encontrado a alguien con quien poder conectar en torno a su pasión musical, y estaba ansiosa por poder profundizar esa nueva amistad.

Mientras caminaban, Natalia no podía evitar sentir que esta pequeña, pero significativa, conexión con Lumy le había levantado el ánimo. Tal vez, después de todo, las cosas empezaban a mejorar para ella.

Nino y Adrien entraron a la cafetería, buscando un lugar donde sentarse. Desde la distancia, Nino notó a Natalia riendo y conversando animadamente con una chica que no había visto antes.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Nino al ver a su amada tan entusiasmada. Después de los días difíciles que había pasado, le alegraba ver que Natalia parecía haber recuperado su buen humor.

—Oye, mira allá —dijo Adrien, señalando discretamente hacia donde estaban Natalia y las otras chicas—. Parece que Nat ha hecho una nueva amiga.

Nino siguió la mirada de Adrien y sonrió al ver a Natalia tan alegre.

—Sí, se ve que están pasándola bien —comentó Nino, dándole una palmada  en el hombro—. ¿Vamos a sentarnos?

Nino asintió con una sonrisa, siguiendo a Adrien hacia una de las mesas de la cafetería. Desde que Natalia había entablado amistad con Lumy, las dos chicas se habían vuelto casi inseparables.

Lumy, con su alegre y extrovertida personalidad, había logrado contagiar a Natalia de su entusiasmo. Juntas, se pasaban los recesos escolares hablando animadamente sobre sus pasiones compartidas, como la música K-pop y otros temas de conversación.

Incluso, Lumy solía acompañar a Natalia a las prácticas de baile en la academia. Aunque al principio Natalia se mostraba un poco reticente, la compañía y el apoyo de Lumy la habían ayudado a recuperar la confianza y la emoción por participar en la próxima presentación.

El día más esperado para Natalia, fue un gran éxito.

Natalia se encontraba detrás del escenario, sintiendo los nervios recorrer cada fibra de su ser. Después de mucho dudar, finalmente se había decidido a participar en la presentación de baile, y ahora que el momento había llegado, no podía evitar sentir una mezcla de emoción y ansiedad.

Tomó varias respiraciones profundas, intentando calmar sus acelerados latidos. Sabía que sus amigos estaban allí, observándola, y eso la llenaba de determinación. No quería decepcionarlos.

Cuando llegó su turno, Natalia salió al escenario con una gracia y seguridad que sorprendió incluso a ella misma. Sus movimientos fluidos y expresivos demostraban la pasión que sentía por el baile. A medida que la música avanzaba, Natalia se sumergía cada vez más en la coreografía, dejando que su cuerpo se moviera al ritmo de los acordes.

Cuando la presentación llegó a su fin, los aplausos estruendosos del público llenaron el teatro. Natalia sintió que una inmensa alegría la invadía. Lo había logrado, y lo mejor de todo era que sus amigos la habían apoyado incondicionalmente.

Después de hacer una reverencia, Natalia bajó del escenario, con una sonrisa radiante en el rostro.
Nino estaba apuntó de correr a abrazarla, pero
había dado un paso y Lumy ya lo había alcanzado. Se lanzó a abrazar a su amiga, riendo y saltando de emoción.

—¡Natalia, lo hiciste increíble! —exclamó Lumy, estrujándola con entusiasmo—. ¡Estuviste fantástica!

Natalia correspondió el abrazo, sintiendo que las lágrimas de felicidad amenazaban con brotar de sus ojos.

—Gracias, Lumy —murmuró, su voz cargada de emoción—. No lo habría logrado sin tu apoyo.

En ese momento, Nino mordió sus labios. Esto... no iba a terminar muy bien.

Los siguientes días, Nino estaba un poco... diferente. No estaba contento por ver a su chica pasando todo el día a lado de Lumy, sentía que ella... estorbaba.

Nino miraba con el ceño fruncido cómo Natalia y Lumy conversaban y reían juntas durante los descansos. Podía sentir los celos bullendo en su interior, amenazando con abrumar su buen juicio.

—"¿Quién se cree que es esa chica para acaparar todo el tiempo de mi Natalia?" —pensó con amargura, apretando los puños con fuerza.

Claro que Natalia merecía estar feliz, pero ya era bastante tiempo que ella pasaba tiempo con Lumy.

Le ardía la piel cuando veía a ambas chicas riendo mientras miraban el celular.

Nino no podía evitar sentirse cada vez más molesto con la presencia de Lumy. A medida que pasaban los días, veía cómo su crush parecía más interesada en pasar tiempo con la nueva estudiante que con él.

—No puedo soportar verlas tan juntas todo el tiempo, debo hacer algo —pensó Nino, apretando la mandíbula con frustración.

Sentía que Lumy se estaba interponiendo entre él y Natalia, robándole la atención que tanto anhelaba. Esos momentos que solía compartir con Natalia ahora estaban siendo monopolizados por esa chica de cabello rosa.

Una tarde, mientras Natalia le contaba emocionada sobre una nueva coreografía que había estado practicando con Lumy, Nino decidió acercarse para saludar.

—Hola Natalia, hola... eh... Lumy.

Natalia levantó la mirada y lo saludó sonriente—. ¡Nino! ¡Hola! ¿Qué pasa?

—Eh... bueno, me gustaría saber si en sábado, o sea mañana, te gustaría ir al cine conmigo —habló Nino.

—¡Claro! ¿Puede venir Lumy con nosotros? —preguntó Nat genuinamente.

—Ah... pues--... —Nino fue interrumpido por Natalia.

—¡Entonces eso es un sí! —respondió Natalia feliz—. Yo ya sé que película veremos, ¡les va a encantar!

—Sí, claro que puede venir Lumy —respondió Nino con una sonrisa forzada, sintiendo una punzada de irritación en su interior.

Aunque por fuera intentaba mantener la calma y la compostura, por dentro Nino se sentía frustrado. Había esperado este momento a solas con Natalia, y ahora tendría que compartirla con Lumy.

Sin embargo, no quería mostrar su molestia frente a ella. Sabía que Natalia era feliz con la compañía de la nueva estudiante y no quería arruinar eso. Así que, con un gran esfuerzo, Nino se tragó sus celos y acrecentó su sonrisa.

Por dentro, Nino se preguntaba cómo lograría pasar un tiempo a solas con Natalia si Lumy las acompañaba a todos lados. Tendría que buscar la forma de tener un momento íntimo con su chica, aunque fuera por unos minutos.

Cuando llegó el sábado, Nino se reunió con Natalia y Lumy en la entrada del vine. Intentó mantener una actitud amigable y participar en la conversación, pero no podía evitar sentir que Lumy acaparaba toda la atención de Natalia.

Durante la película, Nino observaba con frustración cómo Natalia y Lumy cuchicheaban y reían juntas, pareciendo formar su propio mundo. Intentó en varias ocasiones tomar la mano de Natalia, pero ella estaba tan concentrada en su amiga que ni siquiera lo notó.

Cuando finalmente salieron del vine, Natalia le comentó a Nino que debía irse porque le había prometido a Lumy que iban a comprar algunos materiales escolares para un proyecto escolar. Nino se quedó ahí, quieto... en plena calle solo.

Nino observó cómo Natalia y Lumy se alejaban, sintiendo una mezcla de frustración y decepción. Apretó los puños con fuerza, luchando por contener los celos que amenazaban con consumirlo.

—"¿Por qué tiene que estar esa chica siempre con Natalia?" —pensó amargamente, su mirada fija en las siluetas de las dos jóvenes que se perdían entre la multitud.

Sabía que debía estar feliz por Natalia, por verla tan animada y haciendo nuevas amistades. Después de todo lo que había pasado, merecía ser feliz. Pero Nino no podía evitar sentir que Lumy se estaba entrometiendo en su relación, robándole el tiempo y la atención que tanto anhelaba de su crush.

Con un suspiro pesado, Nino se giró y comenzó a caminar de regreso a su casa. En su mente, las imágenes de Natalia y Lumy riendo juntas no lo dejaban en paz.

—"Tengo que hacer algo... no puedo permitir que esa chica se interponga entre nosotros" —se dijo, determinado.

Mientras caminaba, Nino empezó a maquinar un plan. Debía encontrar la forma de alejar a Lumy de Natalia, de recuperar el tiempo a solas con su crush. No importaba lo que tuviera que hacer, estaba decidido a no perder a Natalia.

Esa noche, Nino apenas pudo conciliar el sueño. Su mente no dejaba de dar vueltas a la situación. Sé sentía perdido, nervioso y sobre todo... celoso.

Nino se dio vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Su mente era un torbellino de pensamientos, todos ellos centrados en Natalia y Lumy.

"¿Qué tiene esa chica que yo no?" se preguntaba una y otra vez, sintiéndose cada vez más frustrado. "¿Por qué Natalia parece pasar más tiempo con ella que conmigo?"

Mordió su labio inferior con fuerza, sintiendo la frustración y los celos consumiéndolo por dentro. No podía entender cómo había permitido que esa chica de cabello rosa se interpusiera entre él y su amada.

Apretó los puños con fuerza, las uñas clavándose en sus palmas.

De pronto, una serie de pensamientos y voces invadió la mente de Nino.

"A ella no le agradas, ella te la quiere arrebatar"

"Todo es tú culpa, tú dejaste que sucediera"

"No la mereces, nisiquiera eres capaz de alejarla de una amiga fastidiosa"

"Todo lo hiciste en vano"

Nino sacudió la cabeza, intentando acallar esas voces que lo atormentaban. No, no podía dejarse llevar por esos pensamientos negativos. Natalia lo era todo para él, y no iba a permitir que nadie, ni siquiera Lumy, se la arrebatara.

Con determinación, se levantó de la cama y comenzó a dar vueltas por su habitación. Tenía que pensar en un plan, algo que le permitiera recuperar la atención de Natalia y alejar a esa entrometida.

Recordó los momentos que había pasado con Natalia, la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaban de su pasión por el baile. Eso era, tendría que encontrar la manera de acercarse a ella a través de eso.

No tenía más ideas, estaba acabado. Sus esfuerzos... fue en vano después de todo.

Nino se dejó sentar en el suelo y abrazó sus piernas. Ya no tenía elección...

Al día siguiente, Nino ya no recordaba nada de lo que pasó ayer, y estaba muy decaído como para ir a estudiar, pero se propuso a ir para ver a Natalia.

Nino suspiró profundamente mientras se preparaba para ir al instituto. Se sentía agotado y desanimado, pero sabía que tenía que esforzarse por ver a Natalia.

Con movimientos lentos, se vistió con su atuendo habitual: su gorra roja, su camiseta favorita con el diseño de ojos, sus vaqueros y sus zapatillas deportivas. Al llegar a la puerta, buscó sus inseparables audífonos, pero no lograba encontrarlos.

—"¿Dónde dejé mis audífonos?" —se preguntó, revolviendo en su mochila con frustración.

Finalmente, se rindió y salió de su casa sintiéndose desorientado y desanimado. Mientras caminaba hacia la escuela, su mirada parecía perdida y su usual entusiasmo había sido reemplazado por una abrumadora tristeza.

Al llegar al instituto, Nino vio a Adrien esperándolo en la entrada. Su amigo se acercó a él con una sonrisa, pero al ver la expresión decaída de Nino, su gesto se transformó en uno de preocupación.

—¡Nino, ahí estás! —exclamó Adrien, palmeando su hombro—. Oye, ¿dónde dejaste tus audífonos? Siempre los llevas puestos.

Nino levantó la mirada hacia Adrien, sus ojos reflejando una profunda melancolía.

—Ah, no sé... los he perdido —murmuró, su voz sonando apagada.

Adrien frunció el ceño, notando la desánimo en su amigo.

—¿Estás bien, Nino? —preguntó, su tono impregnado de preocupación—. Te ves... cabizbajo.

Nino suspiró y se encogió de hombros.

—Sí, es solo que... no me siento muy bien hoy —respondió, desviando la mirada.

En el fondo, Nino temía que Adrien pudiera notar la agitación que sentía en su interior. No quería preocupar a su amigo, pero la ausencia de Natalia a su lado le pesaba como una losa.

—"Ojala pudiera estar con Natalia ahora mismo" —pensó, sintiendo el familiar nudo en la garganta.

Adrien posó una mano en el hombro de Nino, mirándolo con comprensión.

—Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? —le dijo, su voz cálida y reconfortante—. Si algo te preocupa, no dudes en decírmelo.

Nino asintió levemente, esbozando una sonrisa forzada.

—Gracias, Adrien —murmuró, agradecido por tener un amigo tan atento.

Aunque en ese momento no se sentía capaz de compartir sus inquietudes, sabía que Adrien estaría ahí para él cuando lo necesitara. Por ahora, solo deseaba poder encontrar a Natalia y sentir su reconfortante presencia a su lado.

Con un suspiro, Nino siguió a Adrien al interior del instituto. Una vez que llegaron al salón, se sentaron a donde siempre.

Durante la clase, Nino seguía cabizbajo, incluso... ausente. Una sensación extraña, como si estuviera fuera de su cuerpo u algo.

Nino se encontraba ausente, su mirada perdida fija en un punto indefinido del salón. Parecía estar sumergido en un torbellino de pensamientos que lo mantenían completamente distante de la realidad a su alrededor.

De pronto, la voz de la profesora irrumpió en su letargo mental.

—Señor Lahiffe, ¿me está escuchando?

Nino parpadeó confundido, como si acabara de despertar de un sueño profundo. Miró a su alrededor, desorientado, antes de fijar su atención en la docente.

—Eh... sí, profesora, lo siento —balbuceó, intentando recuperar la compostura.

La mujer lo observó con seriedad, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Entonces, si me estaba escuchando, ¿podría responder a la pregunta que acabo de hacer?

Nino tragó saliva, sintiendo la mirada de todos sus compañeros sobre él. Su mente se había quedado en blanco, incapaz de recordar siquiera de qué estaban hablando.

—Yo... lo siento, no... no la escuché —admitió, su voz apenas un susurro.

La profesora frunció el ceño, claramente molesta por la falta de atención de Nino.

—Señor Lahiffe, le sugiero que preste más atención a la clase —le reprendió—. De lo contrario, tendré que pedirle que se retire.

Nino asintió en silencio, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. Se sentía avergonzado y frustrado consigo mismo por haberse perdido en sus pensamientos de esa manera.

Cuando la clase finalmente terminó, Nino recogió sus cosas en silencio, evitando cruzar miradas con Adrien. No quería tener que explicar lo que le había sucedido.

Mientras caminaba por los pasillos, Nino se detuvo al ver a Natalia y Lumy charlando animadamente. Su corazón se aceleró al ver a su amada, pero también sintió cómo los celos volvían a apoderarse de él al ver a Lumy a su lado.

—"Ahí está ella... robándose la atención de Natalia" —pensó, apretando los puños con fuerza.

Nino observó cómo las chicas reían y hablaban, sintiéndose cada vez más frustrado e impotente. Quería ir y separarlas, reclamar el tiempo y la atención de Natalia que sentía que le pertenecían.

Con un suspiro pesado, Nino se dio la vuelta y se alejó, dejando que las lágrimas de frustración y celos se deslizaran por sus mejillas.

—"No puedo seguir así... tengo que hacer algo" —se dijo a sí mismo, sintiendo cómo la desesperación lo consumía cada vez más.

De regreso a clases, Nino le tocó realizar una pequeña exposición con unos compañeros suyos.

Nino se acercó lentamente a sus compañeros, aún sintiendo ese nudo de frustración en su pecho. Sabía que tenía que esforzarse y participar, pero le costaba concentrarse después del incidente en clase.

—Chicos, ¿de qué tema teníamos que hacer la exposición? —preguntó, tratando de mantener la calma en su voz.

Uno de sus compañeros lo miró con preocupación.

—¿Te sientes bien, Nino? Te noto un poco... ausente —comentó.

Nino asintió con desgana.

—Sí, sí, estoy bien... solo un poco distraído, es todo —respondió, esforzándose por sonreír.

Sus compañeros lo miraron con escepticismo, pero decidieron no presionarlo más.

—Bueno, teníamos que preparar una presentación sobre las diferentes culturas y tradiciones de Francia —explicó uno de ellos.

Nino asintió, intentando enfocar su atención en la tarea. Sin embargo, su mirada seguía desviándose hacia donde estaba Natalia, observando con una mezcla de anhelo y celos cómo ella y Lumy intercambiaban bromas y risas.

—"¿Por qué tiene que estar siempre con ella?" —se cuestionaba una y otra vez, sintiendo cómo los celos lo consumían.

A pesar de sus esfuerzos, Nino fue incapaz de concentrarse durante la preparación de la presentación. Su mente seguía divagando, enfocada en la presencia de Lumy y en cómo esa chica parecía estar arrebatándole la atención de Natalia.

Cuando llegó el momento de exponer, Nino se sentía tenso y nervioso. Tropezó con sus palabras en varias ocasiones, dejando que sus compañeros llevaran gran parte del peso de la exposición. Esto nunca le pasaba, él era un buen alumno aún así por su personalidad. Pero hoy... nada tenía sentido.

Parecía que alguien o algo lo estaba controlando.

Justo cuando le tocó hablar el grupo de Natalia y Lumy, la chica de cabello rosa tuvo que retirarse con la excusa de contestar una llamada por teléfono.

Nino observó cómo Lumy se alejaba, sintiéndose repentinamente aliviado. Espero un momento para pedir permiso para "ir al baño" y se fue del salón.

Al salir, nota que Lumy estaba distraída hablando por teléfono y nisuquiera se agarraba del barandal de la escalera.

Nino se movió sigilosamente por los pasillos, sus ojos fijos en la figura de Lumy. Podía sentir cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, la adrenalina recorriendo sus venas.

Observó cuidadosamente a su alrededor, asegurándose de que no hubiera nadie más cerca. Luego, con pasos cautelosos, se acercó a Lumy por detrás, sintiendo cómo la ira y los celos nublaban su juicio.

Nino se detuvo en seco, sintiendo como si una niebla oscura se hubiera apoderado de su mente. En un impulso que parecía ajeno a él, extendió sus manos y empujó con fuerza a Lumy, quien estaba distraída hablando por teléfono.

La chica de cabello rosa trastabilló, soltando el celular mientras caía por las escaleras. Nino observó con horror cómo el cuerpo de Lumy rodaba por los escalones, el sonido del impacto resonando en el pasillo vacío.

Tan pronto como Lumy llegó al final de las escaleras, Nino volvió en sí, aterrorizado por lo que acababa de hacer. Miró sus manos temblorosas, incrédulo ante la violencia de sus acciones.

-¿Qué... qué ha pasado? -susurró, sintiendo como si despertara de una terrible pesadilla.

La chica yacía inmóvil, Nino entró en pánico al ver el cuerpo inmóvil de Lumy al pie de las escaleras. Su mente se nubló y su juicio se vio distorsionado por los celos y la desesperación que lo habían consumido.

—¡Dios mío, ¿qué he hecho?! —exclamó, la culpa y el horror inundando cada fibra de su ser.

Corrió hacia Lumy, arrodillándose a su lado con las manos temblorosas. Al ver la preocupante mancha de sangre, un nudo se formó en su garganta.

—¡Lumy, por favor, despierta! —rogó, zarandeando suavemente a la chica inconsciente—. ¡No puedes... no puedes estar...!

La idea de que Lumy pudiera estar... muerta, lo aterrorizaba. Sabía que Natalia la adoraba, y la sola imagen de su amada llorando desconsolada por la pérdida de su amiga lo consumía de culpa.

—"Natalia me va a odiar, me va a odiar por esto" —pensaba con desesperación, las lágrimas resbalando por sus mejillas.

Sin saber qué más hacer, Nino se levantó tembloroso y subió corriendo las escaleras, dirigiéndose a la dirección. Tenía que pedir ayuda, tenía que hacer algo antes de que Natalia se enterara.

Al llegar, irrumpió en la oficina del director, su voz quebrada por el pánico.

—¡Por favor, ayuda! ¡Lumy... Lumy ha tenido un accidente, está herida, tirada al pie de las escaleras! —exclamó, prácticamente suplicando.

El director y el personal de la escuela se apresuraron a seguir a Nino, llamando a una ambulancia de inmediato. Mientras esperaban, Nino se mantuvo al margen, incapaz de enfrentar a nadie. Su mente era un torbellino de culpa, miedo y desesperación.

—"¿Qué he hecho?... Natalia me va a odiar, me va a odiar para siempre" —se repetía una y otra vez, sintiéndose como la peor basura del mundo.

Mientras tanto, los chicos comenzaron a oír un alboroto afuera. Natalia dejó de escribir y dirigió su mirada hacia la puerta.

—¿Qué estará pasando afuera? —preguntó a Marinette.

Marinette se encogió de hombros, confundida por el alboroto que se escuchaba fuera del salón.

—No lo sé... —respondió, mirando a los demás con incertidumbre—. ¿Deberíamos ir a ver qué pasa?

Adrien asintió, su mirada reflejando la curiosidad que todos sentían.

—Sí, vamos a echar un vistazo —dijo, poniéndose de pie.

El grupo de estudiantes salieron del salón y se dirigieron hacia el pasillo, donde podían ver a algunas personas congregadas cerca de las escaleras. Natalia les siguió, también intrigada por la situación.

Al llegar, todos contuvieron el aliento al ver a Lumy tendida al pie de las escaleras, rodeada de maestros y personal de la escuela. La enfermera se arrodillaba a su lado, examinándola con urgencia.

Natalia sintió que el mundo a su alrededor se detenía. Sus ojos se abrieron de par en par, reflejando el horror y la preocupación que la invadían.

—¡Lumy! —gritó, corriendo hacia su amiga.

Se arrodilló junto a ella, tomando su mano con desesperación.

—¡Lumy, por favor, despierta! —suplicó, su voz quebrada por el llanto—. ¿Qué ha pasado?

La enfermera levantó la mirada, su expresión grave.

—Parece que ha sufrido una caída por las escaleras —explicó con cautela—. La ambulancia debe estar en camino.

Natalia sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Sus ojos se llenaron de lágrimas y un doloroso nudo se formó en su garganta.

—¡No, no puede ser! —sollozó, aferrándose a la mano de Lumy—. Ella no puede... no puede estar...

Adrien y los demás observaban la escena con profunda consternación, incapaces de creer lo que estaba ocurriendo. Marinette se acercó a Natalia, posando una mano en su hombro en un gesto de consuelo.

—Tranquila, Natalia —dijo con voz suave—. La ambulancia llegará pronto y Lumy recibirá la atención que necesita.

Pero Natalia apenas la escuchaba, su mundo reducido a la figura inmóvil de su amiga. Las lágrimas resbalaban sin cesar por sus mejillas, y su corazón se rompía con cada latido.

—"¿Cómo ha podido pasar esto?" —se preguntaba, sintiendo que todo a su alrededor se desvanecía.

En medio de la conmoción, Nino observaba la escena desde lejos, su rostro pálido y su mirada atormentada. Sabía que era el responsable de esto, y el peso de su culpa lo consumía por dentro.

—"Natalia me odiará... me odiará por esto" —pensaba, sintiendo que se ahogaba en un mar de desesperación.

Mientras tanto, la ambulancia arribaba y los paramédicos se apresuraban a atender a Lumy, preparándose para trasladarla al hospital. Natalia se aferraba a ella, rezando en silencio por que su amiga lograra sobrevivir.

Natalia seguía a los paramédicos, aferrándose a su amiga con ojos de suplica.

—Por favor, déjenme ir con ella. Es mi amiga... ¡Soy hija del Doctor Haru! ¡Tengo derecho ir al hospital con ustedes!

Los paramédicos se intercambiaron miradas sorprendidos al escuchar que Natalia era la hija del Doctor Haru.

—Está bien, señorita, puede venir con nosotros —dijo uno de los paramédicos, abriendo las puertas de la ambulancia.

Natalia se apresuró a subir, sin soltar la mano de Lumy ni un momento. Su rostro estaba bañado en lágrimas, pero su determinación era inquebrantable.

Desde la puerta, Marinette gritó:

—¡Natalia, no te preocupes! Yo llevaré tu mochila al hospital para ti —dijo, con un gesto de profunda preocupación.

Natalia apenas pudo asentir, su atención completamente enfocada en su amiga inconsciente. La ambulancia cerró las puertas y partió con urgencia, las sirenas resonando por los pasillos.

Mientras la ambulancia se alejaba, Nino observaba la escena con el corazón desbocado. Sentía que le faltaba el aire, su culpa le carcomía por dentro.

—"¿Qué he hecho?..." —se lamentaba, hundiendo el rostro entre sus manos.

Adrien se acercó a él, posando una mano en su hombro con gesto comprensivo.

—Nino... ¿tú sabes qué ha pasado? —preguntó con cautela, notando el evidente malestar de su amigo.

Nino levantó la mirada, sus ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

—Yo... cuando salí del baño, escuche un grito y cuando salí... la encontré así —mintió, incapaz de encontrar las palabras.

Adrien frunció el ceño, desconcertado.

—Nino... ¿tú fuiste él que fue avisar al director sobre el accidente?

Nino apenas pudo asentir, nervioso. Los estudiantes intercambiaron miradas impresionados.

—¡Eres un héroe! —exclamó Adrien sorprendido.

Nino se estremeció ante las palabras de Adrien. Lejos de sentirse como un héroe, se veía a sí mismo como un monstruo.

—"No, no soy un héroe... soy un...monstruo" —pensó con desesperación, luchando por contener las lágrimas.

Miró a su alrededor, viendo las miradas aliviadas y agradecidas de sus compañeros. La idea de que lo estuvieran felicitando por algo que había hecho le enfermaba. ¿Cómo podían considerarlo un héroe cuando había sido él quien había empujado a Lumy?

—Yo... yo no hice nada heroico —murmuró, su voz temblando—. Yo... yo no sé qué pasó, solo escuché el grito y fui a avisar.

Adrien lo miró con confusión, sin entender la actitud tan apagada de su amigo.

—Pero Nino, has actuado rápido y has llamado a los profesores. Eso es muy valiente —insistió, dándole un apretón reconfortante en el hombro.

Nino negó con la cabeza, apartándose de su amigo.

—No entiendes... yo no soy un héroe —susurró, las lágrimas deslizándose por sus mejillas—. Yo... yo soy el culpable de todo esto.

Adrien frunció el ceño, perplejo ante las palabras de Nino.

—¿Qué quieres decir? ¿Tú sabes lo que le pasó a Lumy? —preguntó, su tono impregnado de preocupación.

Nino se mordió el labio inferior, no tenía elección. Tenía que mentir.

—Yo... me demore mucho en salir del baño, fui demasiado lento —balbuceó en un susurro quebrado—. No pude salvarla, perdónenme...

Él comenzó a llorar, causando que los demás se sintieran mal por Nino. Adrien lo abrazó con fuerza, reconfortando a su amigo.

Nino se abrazó a Adrien, su cuerpo temblando con los sollozos que sacudían su ser. Su amigo lo sujetaba con firmeza, ofreciéndole el consuelo que necesitaba con tanto fervor.

—"Soy un monstruo..." —pensaba Nino, abrumado por la culpa y el horror de lo que había hecho.

En su mente, las voces que lo atormentaban no cesaban de acosarlo, recordándole una y otra vez que él era el único responsable de la caída de Lumy.

"Todo es tu culpa, tú la empujaste"

"Natalia te va a odiar por esto"

"¿Cómo pudiste ser tan débil?"

Nino apretó los ojos con fuerza, deseando poder acallar esos pensamientos que lo atormentaban. Pero la realidad era innegable: él había sido el causante de la desgracia de Lumy, y eso era algo que iba a perseguirlo por siempre.

Respiró hondo, intentando calmarse un poco antes de separarse del abrazo de Adrien. Su amigo lo miraba con preocupación, sin entender realmente lo que estaba pasando por la mente de Nino.

—Nino, ¿estás seguro de que no sabes lo que le pasó a Lumy? —insistió Adrien, buscando su mirada.

Nino desvió la mirada, incapaz de sostener la intensidad de los ojos verdes de su amigo.

—Yo... yo no puedo hablar de eso, Adrien —murmuró, sintiendo cómo la culpa lo oprimía cada vez más—. Solo... por favor, déjame solo un momento.

Adrien lo miró con preocupación, pero asintió en silencio. Sabía que presionar a Nino en este momento sólo conseguiría alejarlo más.

—Está bien, amigo —dijo, apretando suavemente su hombro—. Aquí estaré si me necesitas. Veámonos adentro chicos.

Nino observó cómo Adrien y los demás se alejaban, sintiéndose más solo que nunca. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas mientras se repetía una y otra vez lo que había hecho.

—"Soy un monstruo... Natalia me odiará, me odiará por esto" —se lamentaba, su corazón partiéndose en mil pedazos.

Desesperado, Nino se alejó, buscando un lugar donde poder estar a solas y llorar su miseria.

Horas después, Marinette se estaba dirigiendo hacia el hospital para encontrarse con su amiga Natalia mediante bicicleta.

Una vez que llegó, estacionó su bicicleta en un espacio y tomó la mochila de Natalia antes de entrar al hospital.

Marinette caminó rápidamente por los pasillos del hospital, sosteniendo la mochila de Natalia con preocupación. Sabía que su amiga debía estar destrozada por lo que había ocurrido con Lumy, y quería estar ahí para brindarle su apoyo.

Al llegar a la sala de espera, Marinette divisó a Natalia sentada en uno de los sillones, con la mirada fija en la puerta de la sala de emergencias. Su rostro estaba marcado por las lágrimas y la angustia.

—¡Natalia! —exclamó Marinette, acercándose a ella.

Natalia levantó la mirada, sus ojos rojos e hinchados.

—Marinette... —murmuró, esbozando una débil sonrisa.

Marinette se sentó a su lado, extendiendo la mochila hacia ella.

—Aquí está tu mochila, como te prometí —dijo, posando una mano sobre la de su amiga en un gesto de apoyo.

Natalia tomó la mochila, aferrándose a ella como si fuera un salvavidas.

—Gracias... —respondió, su voz quebrada por el llanto—. No sé qué habría hecho sin ti.

Marinette la envolvió en un cálido abrazo, dejando que Natalia se desahogara en su hombro.

—Tranquila, Natalia. Lumy es fuerte, estoy segura de que va a estar bien —susurró, acariciando su espalda con suavidad.

Natalia asintió en silencio, incapaz de contener las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

—Yo... yo no sé qué haría si algo le pasara —sollozó, su voz impregnada de angustia—. Ella es mi mejor amiga, mi confidente... no puedo perderla.

Marinette sintió cómo su propio corazón se encogía al ver el sufrimiento de su amiga.

—Lo sé, lo sé... —murmuró, apretando el abrazo—. Pero Lumy es una chica fuerte, estoy segura de que va a salir de esta.

Natalia asintió, tratando de aferrarse a esa esperanza. Permaneció abrazada a Marinette, dejando que las lágrimas fluyeran libremente, hasta que finalmente una enfermera salió de la sala de emergencias.

—¿Familiares de Lumy Chénier? —llamó la enfermera.

Natalia se levantó de un salto, acercándose a ella con el corazón latiéndole a mil por hora.

—Soy yo, soy Natalia, su mejor amiga —dijo, secándose las lágrimas—. ¿Cómo está Lumy? ¿Está bien?

La enfermera la miró con expresión seria.

—La señorita Chénier sufrió golpes y fracturas a causa de la caída —explicó, su voz grave—. Está siendo atendida de urgencia, pero su estado es delicado.

Natalia sintió que el mundo se le venía encima. Lumy, su querida Lumy, estaba gravemente herida por culpa de ese accidente.

—¿Puedo verla? —suplicó, su rostro reflejando la angustia que la consumía.

La enfermera asintió con pesar.

—Por el momento no —respondió—. Les avisaré cuando puedan verla, no sé preocupen. Ella estará bien.

Natalia asintió con tristeza, aceptando las palabras de la enfermera. Abrazó a Marinette con fuerza, necesitando el consuelo de su amiga en ese momento tan difícil.

Poco después, la misma enfermera regresó a la sala de espera, esta vez con una expresión más aliviada.

—¿Señorita Natalia? —llamó, acercándose a ellas.

Natalia se levantó de inmediato, sus ojos brillando con esperanza.

—¿Sí? ¿Cómo está Lumy? —preguntó, ansiosa.

La enfermera esbozó una pequeña sonrisa.

—La señorita Chénier se encuentra estable —anunció—. Ha sufrido algunas fracturas, pero nada de gravedad. Afortunadamente, el golpe no fue tan severo como temíamos.

Un profundo suspiro de alivio escapó de los labios de Natalia. Marinette también parecía visiblemente más tranquila.

—¡Oh, gracias a Dios! —exclamó Natalia, una sonrisa quebrándose en su rostro—. ¿Puedo verla?

—Por supuesto —respondió la enfermera—. Síganme, las llevaré a su habitación.

Natalia tomó la mano de Marinette y ambas siguieron a la enfermera por los pasillos del hospital. Al llegar frente a la puerta de la habitación, Natalia se detuvo un momento, respirando hondo para calmarse.

—Gracias por estar aquí, Marinette —dijo, apretando la mano de su amiga—. No sé qué haría sin ti.

Marinette le dedicó una cálida sonrisa.

—Para eso están las amigas —respondió, acompañándola a entrar a la habitación.

Al ver a Lumy acostada en la cama, con algunos vendajes y aparatos médicos, el corazón de Natalia se estrujó. Aun así, la respiración acompasada de su amiga y su semblante tranquilo la llenaron de alivio.

—Lumy... —susurró, acercándose a su lado y tomando su mano con delicadeza.

La chica de cabello rosa pareció reaccionar al tacto, abriendo lentamente los ojos.

—¿Nat...? —murmuró con voz débil.

Natalia sonrió entre lágrimas, apretando suavemente su mano.

—Aquí estoy, Lumy. Estás a salvo —dijo, su voz impregnada de emoción—. Todo va a estar bien.

Lumy esbozó una pequeña sonrisa, sus ojos reflejando la alegría de ver a su mejor amiga.

—Me alegro... de que hayas... venido —susurró, antes de volver a cerrar los ojos, abandonándose al descanso.

Natalia observó a Lumy con ternura, acariciando con cuidado su cabello. Sabía que su amiga se recuperaría, y eso era lo único que importaba en ese momento.

Marinette se mantuvo al margen, observando la escena con una sonrisa. Podía ver cómo el alivio y la tranquilidad inundaban el semblante de Natalia, y eso le llenaba el corazón de alegría.

De pronto, el celular de Marinette sonó.

—¿Hm? ¿Qué será? —sacó su teléfono de su bolsa y miró las notificaciones—. Es Adrien... —abrió el mensaje y lo leyó.

—¿Qué dice, Marinette? —preguntó Nat.

—Nada de mas. Lumy, Nat ¡no saben lo que pasó! —se acercó a ellas emocionada—. Lumy, ¿te acuerdas de Nino, cierto?

Lumy asintió débilmente, sus ojos reflejando cierta confusión.

—Sí, recuerdo a Nino... —murmuró, su voz aún rasposa por el accidente.

Marinette se acercó a la cama, emocionada.

—¡Pues resulta que Nino fue el que avisó a la dirección sobre tu accidente! —exclamó, una sonrisa amplia iluminando su rostro—. ¡Él es el héroe que llamó para que te auxiliaran!

Natalia abrió los ojos con sorpresa, su mirada pasando de Marinette a Lumy y viceversa.

—¿Nino hizo eso? —preguntó, una pequeña sonrisa asomando en sus labios—. Vaya, eso fue muy valiente de su parte.

Lumy también pareció sorprendida ante la noticia, parpadeando con lentitud.

—Wow... no tenía idea —musitó, su voz aún débil—. Dile a Nino que le agradezco mucho.

Marinette asintió enérgicamente, emocionada por compartir tan buena noticia.

—¡Por supuesto que se lo diré! —exclamó, notando la sutil reacción de Natalia—. Creo que Nino se merece un agradecimiento especial, ¿no crees, Nat?

Natalia desvió la mirada, un leve rubor tiñendo sus mejillas.

—Bueno, supongo que sí —respondió, con un tono un tanto insinuante—. Tal vez Nino se merezca algo más que un simple agradecimiento.

Marinette sonrió con picardía, percibiendo las implicaciones en las palabras de su amiga.

—¿Algo más, eh? —dijo, dándole un pequeño codazo a Natalia—. ¿Acaso hay algo que quieras compartir con nosotras, Nat?

Natalia se sonrojó aún más, evitando la mirada divertida de Marinette.

—¿Qué? No, no es nada de eso —se apresuró a decir, aunque su tono de voz la traicionaba—. Simplemente creo que Nino se merece una recompensa por su valentía, eso es todo.

Marinette y Lumy intercambiaron miradas llenas de complicidad, sin poder contener una pequeña risa ante el evidente nerviosismo de Natalia.

—¿Así que una "recompensa", eh? —dijo Marinette con tono pícaro, codando suavemente a Natalia—. Creo que alguien tiene un enamoramiento.

Lumy rio débilmente, divertida por la situación.

—Vamos, Nat, no tienes por qué estar tan nerviosa —comentó, esbozando una sonrisa traviesa—. A todos nos ha sorprendido la valentía de Nino. Creo que merece que lo reconozcas.

Natalia desvió la mirada, sus mejillas aún ardiendo por la vergüenza.

—Bueno, sí, supongo que sí —murmuró, jugueteando nerviosamente con un mechón de su cabello—. Pero no es nada... ya sabes, no es que me guste ni nada de eso.

Lumy rio de nuevo, esta vez con un poco más de fuerza.

—Claro, claro —dijo en tono burlón—. Como digas, Nat. Pero si quieres mi opinión, creo que deberías darle a Nino algo más que un simple agradecimiento.

Natalia abrió la boca para protestar, pero antes de que pudiera decir algo, Lumy la interrumpió.

—Ah, por cierto —dijo, su tono repentinamente más serio—. Chicas, por favor, no le digan nada a mi papá sobre... bueno, sobre mi cabello. Todavía no le he dicho que me lo teñí.

Marinette y Natalia intercambiaron una mirada, sorprendidas por la repentina petición de Lumy.

—¿Tu papá? ¿Por qué no quieres que se entere? —preguntó Marinette, frunciendo el ceño.

Lumy suspiró, su mirada reflejando una mezcla de temor y resignación.

—Se pondría como loco si se entera —explicó, apretando ligeramente la mano de Natalia—. Por favor, chicas, no digan nada. Díganle también al doctor que no le cuente la locura que cometí.

Natalia asintió de inmediato, apretando suavemente la mano de su amiga.

—Tranquila, Lumy, no diremos nada —le aseguró, dedicándole una cálida sonrisa—. Tu secreto está a salvo con nosotras.

Marinette también asintió, entendiendo la preocupación de Lumy.

—Claro, no te preocupes. Tu papá no se va a enterar por nosotras —dijo, guiñándole un ojo.

Lumy pareció relajarse visiblemente, esbozando una sonrisa agradecida.

—Gracias, chicas. De verdad, no sé qué haría sin ustedes —murmuró, su voz débil pero llena de gratitud.

Natalia y Marinette intercambiaron una mirada cómplice, decididas a mantener el secreto de Lumy.

Al día siguiente, todo volvió a la normalidad para el instituto. Natalia estaba buscando a Nino para conversar con él.

Natalia caminaba por los pasillos, su mirada atenta a cada rincón en busca de Nino. Sabía que debía agradecerle por haber avisado sobre el accidente de Lumy, y quería hacerlo en persona.

Finalmente, logró divisar a Nino sentado en una de las bancas, aparentemente sumido en sus propios pensamientos. Natalia se acercó a él con pasos decididos.

—¡Nino! —lo llamó, su voz cálida y suave.

Nino levantó la mirada, claramente sorprendido al ver a Natalia acercarse.

—¿Na-Natalia? —tartamudeó, un nudo formándose en su garganta.

Natalia le dedicó una sonrisa sincera, sentándose a su lado.

—Hola, Nino. Quería agradecerte... por lo que hiciste ayer —dijo, su mirada reflejando la gratitud que sentía.

Nino se tensó visiblemente, claramente nervioso.

—N-No tienes que agradecerme...

—¡Claro que sí! Nino, si gustas podemos ir algún día de esta semana a comer helado con el heladero Andre —sugirió Natalia.

Nino se quedó sin habla por un momento ante la propuesta de Natalia. Una mezcla de emociones lo abrumaba, desde la culpa hasta la incrédula alegría.

—Y-yo... —titubeó, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba—. E-Está bien, me encantaría ir a comer helado contigo.

Natalia sonrió radiante, sin sospechar siquiera la carga que Nino llevaba sobre sus hombros.

Sin previo aviso, Natalia se inclinó y depositó un suave beso en la mejilla de Nino, haciéndolo enrojecer hasta las orejas.

—¡Genial! —exclamó Natalia, poniéndose de pie—. Entonces nos vemos este fin de semana, ¿de acuerdo? ¡Hasta luego, Nino!

Nino se quedó congelado en su lugar, una mano temblorosa tocando la mejilla que Natalia había besado.

—Me acaba de... besar —murmuró, sintiéndose eufórico a pesar del peso de su culpa.

Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios, y sin poder contenerse, Nino brincó de la banca, una risa aliviada escapando de sus labios.

—¡Sí! —exclamó, su corazón latiendo desbocado—. ¡Me acaba de besar!

A pesar de la sombra de su crimen, Nino no podía evitar sentirse feliz. Natalia, la chica que tanto amaba, acababa de darle un beso en la mejilla. Era como un sueño hecho realidad.

Mientras caminaba por los pasillos con una sonrisa boba en el rostro. Después de todo, había valido la pena.














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