Capítulo 4

Después de aquel día, Natalia ha estado desanimada por todo lo que pasó. Pero eso no le quitaba las ganas de seguir yendo a la academia de danza.

Cada día iba a bailar para mantener la cabeza ocupada, incluso demoraba más de lo habitual.

Natalia salía de los vestidores, enfundada en su traje de ballet. La suave y delicada falda de chifon blanco se mecía con cada uno de sus pasos, mientras que sus zapatillas de punta se deslizaban elegantemente por el piso de madera.

Su cabello, recogido en un moño impecable, destacaba el delicado contorno de su rostro. Aunque sus ojos aún reflejaban la tristeza y la decepción por lo sucedido con Sergio, había una determinación inquebrantable en su mirada.

Mientras caminaba hacia la sala de ballet, Natalia respiraba profundamente, intentando despejar su mente de aquellos pensamientos que la atormentaban. La danza siempre había sido su refugio, el lugar donde podía expresar todas sus emociones sin palabras.

Al llegar a la sala, Natalia se detuvo frente al enorme espejo que cubría la pared, observando su reflejo con atención. Pasó sus dedos suavemente por la pulsera que aún llevaba en su muñeca, evocando los recuerdos de aquella preciada joya.

"No voy a dejar que esto me derrote", se dijo a sí misma, con determinación. "Voy a seguir adelante y demostrar que soy más fuerte que todo esto."

Tomando una posición en el centro de la sala, Natalia comenzó a calentar sus músculos, realizando una serie de estiramientos y ejercicios de danza clásica. Poco a poco, su cuerpo se fue relajando, y la tensión en sus hombros fue disipándose.

Cerró los ojos por un momento, dejando que la música que sonaba en el estudio la envolviera. Entonces, con un gesto fluido, inició los primeros pasos de una rutina de ballet que había practicado innumerables veces.

Sus brazos se elevaban con gracia, mientras sus piernas se alzaban en elegantes développés. Cada movimiento era preciso y controlado, reflejando la pasión y dedicación que Natalia había volcado en su entrenamiento.

A medida que la música se intensificaba, Natalia se dejaba llevar por la energía del baile, olvidando por completo los problemas que la atormentaban. En ese momento, solo existía ella y la danza, una unión íntima y mágica que le permitía expresar todo lo que sus palabras no lograban transmitir.

Cada giro, cada salto, cada pequeño detalle de su coreografía estaba cargado de emoción. Natalia se entregaba por completo a la danza, dejando que su cuerpo hablara por ella.

Cuando la música llegó a su clímax, Natalia realizó un elegante grand jeté, aterrizando con gracia y precisión. Permaneció inmóvil por unos segundos, jadeando ligeramente, antes de relajar su cuerpo.

Abrió los ojos, observando su reflejo en el espejo. Su rostro, antes sombrío, ahora resplandecía con una serenidad que no había sentido en días.

"Aquí es donde pertenezco", pensó, con una pequeña sonrisa. "Aquí es donde puedo ser yo misma, sin que nada ni nadie me lastime."

Natalia fue inmediatamente a buscar su mochila donde guardaba sus cosas, y dentro sacó un inhalador.

Natalia se llevó el inhalador a los labios, respirando profundamente para aliviar el leve ardor en su pecho causado por el intenso ejercicio. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la sensación de la medicina recorriendo sus vías respiratorias.

Una vez que se sintió más tranquila, guardó el inhalador de vuelta en su mochila y se dirigió al espejo una vez más. 
Y de pronto, una de las bailarinas entró a la sala.

—¡Natalia! Ahí estabas. Ven, estamos haciendo una reunión con los profesores y los bailarines de jazz —dijo la chica.

—¿Una reunión? Ah, sí. Voy enseguida —tomó su mochila para seguirla.

Natalia siguió a la bailarina hasta la sala de reuniones, donde ya se encontraban varios de sus compañeros de danza, así como los profesores de ballet y jazz.

Al entrar, Natalia saludó a todos con una pequeña sonrisa, tratando de mantener una actitud serena. No quería que notaran la tristeza que aún se reflejaba en sus ojos.

La profesora de ballet, una mujer elegante y de porte distinguido, se acercó a Natalia.

—Me alegro de verte aquí, Natalia —dijo, con una mirada cálida—. Temía que después de lo sucedido, ya no querrías volver.

Natalia asintió, apretando con suavidad la correa de su mochila.

—Lamento mucho lo que pasó, profesora —respondió, con sinceridad—. Pero la danza es mi pasión, y no pienso dejar que nada ni nadie me la quite.

La profesora sonrió, colocando una mano en su hombro.

—Me alegra escucharte decir eso —dijo, con aprobación—. Sabía que tu compromiso con el ballet era inquebrantable.

En ese momento, el profesor de jazz, un hombre de aspecto desenfadado, se acercó al grupo.

—¡Bien, chicos! Gracias a todos por venir —anunció, con entusiasmo—. Tenemos algunas noticias emocionantes que compartir con ustedes.

Los bailarines de ambos grupos se miraron con curiosidad, esperando a que el profesor continuara.

—Como saben, el próximo mes tendremos una presentación conjunta de ballet y jazz —explicó el profesor—. Y hemos decidido que esta será una oportunidad para que algunos de ustedes puedan mostrar sus habilidades en solos o dúos.

Un murmullo de emoción recorrió a los estudiantes, quienes comenzaron a intercambiar miradas y sonrisas.

—¡Eso es fantástico! —exclamó una de las bailarinas de jazz—. ¿Cuándo empezaremos a preparar nuestras coreografías?

La profesora de ballet levantó una mano, solicitando silencio.

—Tranquilos, chicos —dijo, con tono sereno—. Primero necesitamos que algunos de ustedes se postulen para los solos y dúos. Luego, los profesores seleccionaremos a los afortunados.

Natalia se mordió el labio inferior, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Siempre había soñado con tener la oportunidad de brillar en un solo, pero después de todo lo sucedido, no estaba segura de querer exponerse de esa manera.

Sin embargo, la idea de poder compartir su pasión por la danza con el público le resultaba sumamente tentadora. Tal vez esta era la oportunidad perfecta para demostrar que era más fuerte de lo que parecía.

Decidida, Natalia levantó la mano, captando la atención de los profesores.

—Yo... Me gustaría postularme para un solo —dijo, con voz firme, aunque sus ojos aún reflejaban cierta inseguridad.

La profesora de ballet le dedicó una sonrisa complacida.

—Excelente, Natalia —respondió, con aprobación—. Estoy segura de que tu actuación será magnífica.

El profesor de jazz asintió, anotando el nombre de Natalia en una lista.

—Perfecto. Bien, ahora necesitamos que algunos de ustedes también se postulen para dúos —dijo, mirando al grupo.

Natalia se mantuvo en silencio, observando cómo sus compañeros comenzaban a levantar la mano, emocionados por la oportunidad. Ella aún no estaba segura de querer compartir el escenario con alguien más.

Sin embargo, una voz la hizo girar la cabeza.

—Yo quiero postularme para un dúo —dijo un joven, con timidez, levantando la mano.

Natalia observó con sorpresa al joven que se había postulado para un dúo. Su mirada se encontró con la de Wàng Mìngzé, y por un momento, se sintió cautivada por la intensidad de sus ojos azules.

"Wàng Mìngzé...", pensó, repitiendo su nombre en su mente. Había notado a ese chico en algunas de las clases de danza, pero nunca había tenido la oportunidad de hablar con él.

Su aspecto era un tanto diferente al del resto de los bailarines. Con su cabello negro cubriendo parcialmente su rostro, le daba un aire misterioso y atrapante. Natalia no pudo evitar sentir cierta curiosidad por ese joven que parecía destacar entre los demás.

Cuando Wàng Mìngzé la miró, Natalia sintió como si una descarga eléctrica recorriera su cuerpo. Había algo en esa mirada que la cautivaba, una conexión que no lograba explicar.

Sin darse cuenta, Natalia se había quedado en silencio, observando al chino con evidente interés. Fue la voz del profesor de jazz la que la trajo de vuelta a la realidad.

—Excelente, Wàng Mìngzé —dijo el profesor, anotando su nombre en la lista—. ¿Tienes alguien en mente para tu dúo?

Wàng Mìngzé desvió la mirada por un momento, como si estuviera debatiéndose internamente. Luego, con un gesto más decidido, se giró hacia Natalia.

—Me gustaría hacer el dúo con Natalia —dijo, con voz suave pero firme.

Natalia sintió cómo sus mejillas se sonrojaban ante la petición. No esperaba que ese chico la eligiera a ella, especialmente después de todo lo que había pasado con Sergio.

—Yo... —titubeó Natalia, sin saber muy bien qué decir.

La profesora de ballet intervino, con una sonrisa complacida.

—Excelente elección, Wàng Mìngzé —dijo, dirigiéndose a Natalia—. ¿Qué dices, Natalia? ¿Aceptas hacer el dúo con Wàng Mìngzé?

Natalia miró a Wàng Mìngzé una vez más, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Había algo en él que la atraía, algo que le daba la sensación de que podía confiar en él.

Después de unos segundos de silencio, Natalia asintió con determinación.

—Sí, acepto —respondió, esbozando una pequeña sonrisa—. Será un honor bailar junto a ti, Wàng Mìngzé.

El chico le devolvió la sonrisa, y Natalia pudo ver una chispa de emoción en sus ojos. Algo dentro de ella le decía que esta era una oportunidad para dejarlo todo atrás y empezar de nuevo.

Mientras los profesores continuaban dando más detalles sobre la presentación, Natalia no podía dejar de mirar a Wàng Mìngzé. Tal vez, en medio de todo ese caos, había encontrado a alguien con quien podría encontrar la conexión y la confianza que tanto necesitaba.

Después de la reunión, Wàng miraba a Natalia caminando hacia la salida. Inmediatamente, se dirigió hacia ella para detenerla.

—¡Espera!

Natalia se detuvo al escuchar la voz de Wàng Mìngzé, sintiendo una repentina sensación de nerviosismo en su estómago. Se giró lentamente para encararlo, intentando mantener una expresión serena.

—¿Sí? —preguntó, con suavidad.

Wàng se acercó a ella, su cabello negro aún cubriendo parcialmente su rostro. Natalia no pudo evitar notar lo atractivo que era, a pesar de su apariencia ligeramente atormentada.

—Yo... Quería disculparme —dijo Wàng, con timidez—. Sé que no nos conocemos mucho, y es posible que mi petición haya sido demasiado repentina.

Natalia parpadeó, sorprendida por sus palabras. No se esperaba que él se disculpara, y eso hizo que su corazón se acelerara aún más.

—No, está bien —lo interrumpió, con una pequeña sonrisa—. Me siento honrada de que hayas querido bailar conmigo. Será un placer trabajar junto a ti.

Wàng la miró con una mezcla de alivio y emoción en sus ojos.

—Me alegro mucho de escucharlo —dijo, relajándose visiblemente—. Realmente espero que podamos crear algo especial juntos.

Natalia asintió, sintiendo una sincera calidez en sus palabras.

—Yo también lo espero —respondió, sintiéndose cada vez más cómoda en su presencia.

Un breve silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Natalia podía sentir cómo la tensión que había acumulado en los últimos días comenzaba a disiparse poco a poco.

Finalmente, Wàng se aclaró la garganta, como si quisiera decir algo más.

—Natalia... —dijo, con suavidad—. Sé que has pasado por una situación difícil, y entiendo si no quieres hablar de ello. Pero quiero que sepas que, si necesitas a alguien con quien conversar, puedes contar conmigo.

Natalia sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas ante esas palabras. La sinceridad y preocupación en la voz de Wàng la conmovieron profundamente.

—Gracias, Wàng —murmuró, con la voz ligeramente temblorosa—. Eso significa mucho para mí.

Wàng le dedicó una cálida sonrisa, extendiendo su mano con suavidad.

—Entonces, ¿empezamos a ensayar mañana? —preguntó, con entusiasmo.

Natalia tomó su mano, sintiendo una descarga eléctrica recorrer su cuerpo.

—Sí, mañana será perfecto —respondió, sintiendo cómo una nueva emoción nacía en su interior.

Mientras caminaba de regreso a casa, Natalia no podía dejar de pensar en Wàng Mìngzé. Había algo en ese chico que la intrigaba y la atraía, algo que iba más allá de su apariencia misteriosa.

"Tal vez... Tal vez esta sea mi oportunidad de sanar y volver a confiar en alguien", pensó, sonriendo con esperanza.

La perspectiva de trabajar junto a Wàng en el dúo la emocionaba y, por primera vez en días, Natalia sintió que podía dejar atrás el dolor y la decepción que Sergio le había causado.

Con un nuevo brillo en los ojos, Natalia se dirigió a su hogar, ansiosa por que llegara el día siguiente y poder comenzar a ensayar con Wàng.

Han pasado varias semanas desde que Natalia se postuló para un dúo con Wàng Mìngzé en la presentación de ballet y jazz de la academia. Durante este tiempo, ella ha estado inmersa en los ensayos, dedicando gran parte de su tiempo libre a perfeccionar la coreografía.

Marinette y Kagami han notado que Natalia ya no pasa tanto tiempo con ellas como antes. Cuando terminan las clases, Natalia se apresura a recoger sus cosas y se marcha rápidamente, sin dar mayores explicaciones.

Preocupadas por su amiga, Marinette y Kagami deciden interceptarla un día después de clases.

—Natalia, ¿podemos hablar contigo un momento? —dice Marinette, con suavidad.

Natalia, un poco sorprendida, asiente y se detiene.

—Claro, chicas. ¿Qué sucede?

Kagami toma la palabra, mirándola con atención.

—Hemos notado que últimamente pasas menos tiempo con nosotras. Siempre te marchas tan rápido después de las clases —comenta, con tono preocupado—. ¿Estás bien? ¿Hay algo que quieras contarnos?

Natalia sonríe ligeramente, sintiéndose un poco culpable por haberlas descuidado.

—Lamento si las he tenido un poco abandonadas —se disculpa—. Es solo que he estado muy ocupada con... ciertos asuntos.

Marinette la mira con curiosidad.

—¿Asuntos? ¿Tiene que ver con lo que pasó con Sergio? —pregunta, con cautela.

Natalia niega con la cabeza, su expresión tornándose más animada.

—No, no tiene nada que ver con eso —responde, con una pequeña sonrisa—. De hecho, he estado ensayando para una nueva presentación en la academia de baile.

Tanto Marinette como Kagami la miran sorprendidas.

—¿Una presentación? —exclama Kagami—. ¿Es por eso que has estado tan ausente?

Natalia asiente, emocionada.

—Sí, me he estado preparando para un dúo de ballet y jazz —explica, con entusiasmo—. Y mi compañero de baile es Wàng Mìngzé.

Kagami parpadea, claramente sorprendida.

—¿Wàng Mìngzé? ¿El chico ese de jazz? —pregunta, ligeramente confundida.

—Sí, él mismo —responde Natalia, con una sonrisa radiante—. Fue él quien me eligió como su pareja de baile.

—¡Wow! Es increíble. Ah-- Espera, ¿Wàng? ¿Por qué se me hace conocido el nombre? —pensó Marinette rascando su cabeza.

—Es porque es popular en las redes sociales —comentó Kagami—. Tienes mucha suerte de bailar con él, Nat.

Natalia asiente con una sonrisa, emocionada por compartir la noticia con sus amigas.

—Lo sé, chicas. Cuando Wàng me pidió que fuera su pareja, me sorprendí mucho —confiesa—. Pero es realmente una oportunidad increíble, y estoy trabajando muy duro para que nuestra coreografía sea perfecta.

Marinette la mira con una mezcla de alegría y curiosidad.

—Me alegro mucho por ti, Natalia —dice, agarrando sus manos con entusiasmo—. Debe ser emocionante poder bailar junto a Wàng.

Natalia siente cómo sus mejillas se sonrojan ligeramente ante la mención del joven bailarín.

—Lo es... —responde, con suavidad—. Wàng ha sido muy paciente y atento conmigo durante los ensayos. Realmente se ha esforzado por hacer que me sienta cómoda.

Kagami asiente, con una mirada comprensiva.

—Eso es maravilloso —dice, colocando una mano en el hombro de Natalia—. Después de todo lo que has pasado, te mereces tener una experiencia agradable como esta.

Natalia siente un nudo en la garganta al recordar lo sucedido con Sergio. Sin embargo, la presencia de sus amigas y la emoción por su nueva oportunidad hacen que esos recuerdos se desvanezcan poco a poco.

—Gracias, chicas —susurra, con sinceridad—. Ustedes han sido un gran apoyo durante todo este tiempo. Significa mucho para mí.

Marinette y Kagami la abrazan con cariño, mostrándole su incondicional apoyo.

—Sabes que siempre estaremos aquí para ti, Natalia —dice Marinette, con una sonrisa cálida.

Natalia se siente reconfortada por el gesto de sus amigas, y una sensación de gratitud llena su corazón.

—Lo sé, y se los agradezco muchísimo —responde, aferrándose a ellas con suavidad.

En ese momento, Natalia recordó algo. Ella se separó y miró a ambas.

—¿Saben dónde está Nino? Quería llevármelo a la academia.

—Debe estar con Adrien haciendo cosas de chicos —bromeó Kagami—. Seguramente está con él, búscalo.

Natalia asintió, sonriéndole a sus amigas.

—Iré a buscarlo entonces. Nos vemos luego, chicas —dijo, despidiéndose con un gesto.

Mientras se dirigía a buscar a Nino, Natalia no podía evitar sentir una punzada de emoción en su pecho. La idea de poder bailar junto a Wàng Mìngzé la llenaba de entusiasmo y, por primera vez en semanas, se sentía genuinamente alegre.

"Tal vez esta sea la oportunidad que necesitaba para dejar todo atrás y empezar de nuevo", pensó, con una pequeña sonrisa.

Encontró a Nino charlando animadamente con Adrien en uno de los pasillos del instituto. Al verla, él le dedicó una amplia sonrisa.

—¡Natalia! Justo estaba por ir a buscarte —dijo Nino, acercándose a ella.

—Hola, Nino —saludó Natalia, con una expresión suave—. ¿Tienes un momento? Quería preguntarte si puedes acompañarme a la academia de baile.

Nino asintió con energía.

—¡Claro! Estaba terminando de hablar con Adrien, pero puedo ir contigo ahora mismo —respondió, dirigiéndose a su amigo—. Nos vemos luego, Adrien.

Adrien les dedicó una sonrisa amistosa.

—Que tengan una buena tarde —se despidió, observando cómo Nino y Natalia se alejaban.

Nino siguió a Natalia emocionado, intrigado por la propuesta de ir a la academia de baile. Había notado que ella había estado ausente últimamente, pero ahora parecía tener algo importante que compartir con él.

—Entonces, ¿me vas a contar qué es lo que te trae tan ocupada estos días? —preguntó Nino, mientras caminaban por los pasillos.

Natalia le dedicó una sonrisa entusiasmada.

—Bueno, verás... —comenzó a decir, con un brillo especial en sus ojos—. Me he postulado para una presentación de ballet y jazz de la academia. ¡Y me eligieron para hacerlo!

Nino la miró sorprendido, pero rápidamente su expresión se iluminó con una gran sonrisa.

—¡Eso es increíble, Natalia! —exclamó, emocionado—. ¿Podré verte entonces?

—¡Claro! Me encantaría que vinieras a verme bailar, con nuestros amigos también —expresó contenta. Sin haberlo notado, ya habían llegado a la academia—. ¡Ah, hemos llegado! Ven.

Natalia entró a la academia, seguida por Nino.

Nino siguió a Natalia entusiasmado mientras caminaban por los pasillos de la academia de baile. Una vez que llegaron a los vestidores, Natalia se detuvo.

—Quédate aquí, me cambiaré. No te me escapes —bromeó antes de entrar para cambiarse de ropa.

Nino asintió con una sonrisa, sin poder contener su entusiasmo.

—No me moveré de aquí, no te preocupes —respondió, observando cómo Natalia entraba a los vestidores.

Mientras esperaba, Nino no pudo evitar sentir una creciente emoción. Estaba realmente feliz por su amiga y su oportunidad de brillar en la presentación de ballet y jazz. Sabía lo mucho que Natalia amaba la danza, y verla tan entusiasmada era reconfortante después de todo lo que había pasado.

Poco después, Natalia salió de los vestidores, enfundada en su elegante traje de ballet. Nino se quedó boquiabierto al verla, su mirada recorriendo cada uno de los delicados detalles de su atuendo.

La suave y vaporosa falda de chifón blanco se mecía con gracia con cada uno de sus pasos, y las zapatillas de punta le daban un aire de gracilidad y elegancia. Su cabello, recogido en un impecable moño, enmarcaba perfectamente su rostro.

Nino sintió cómo su corazón se aceleraba al contemplar a su amiga. Natalia se veía radiante, como si una nueva luz hubiera nacido dentro de ella.

—Wow, Natalia... —murmuró, sin poder apartar la mirada—. Te ves increíble.

Natalia le dedicó una sonrisa cálida, sin notar el leve sonrojo en las mejillas de Nino.

—Gracias, Nino —respondió, con suavidad—. Ven, vamos a la sala de ensayo. Quiero presentarte a alguien.

Sin esperar una respuesta, Natalia lo tomó de la mano y lo guió hasta una de las salas vacías de la academia. Al entrar, Nino pudo ver a un joven de cabello negro y ojos profundos, quien los observaba con atención.

—Wàng, él es Nino, mi mejor amigo —lo presentó Natalia, con entusiasmo—. Nino, él es Wàng Mìngzé, mi compañero de baile.

Nino sintió cómo un nudo se formaba en su garganta al escuchar esas palabras. "Otra vez...", pensó, esforzándose por mantener una expresión cordial.

—Hola, mucho gusto —dijo Wàng, acercándose a ellos con una sonrisa tímida—. Natalia me ha hablado mucho de ti.

Nino asintió con rigidez, tratando de controlar los celos que comenzaban a surgir en su interior.

—Igualmente, hombre —respondió, con una fingida tranquilidad—. Espero que cuides bien de Natalia.

Wàng pareció notar la tensión en la voz de Nino, pero antes de que pudiera decir algo, Natalia intervino.

—Bueno, ¿qué les parece si comenzamos a ensayar? —preguntó, con entusiasmo—. Quiero que vean lo que hemos estado preparando.

Nino tragó saliva, tratando de disimular su incomodidad.

—Claro, vamos a ver —respondió, con una sonrisa forzada.

Mientras observaba a Natalia y Wàng moverse con gracia y sincronía en la pista de baile, Nino no pudo evitar sentir una punzada de celos. No era la primera vez que veía a Natalia estando con otro chico, y eso lo inquietaba más de lo que quería admitir.

"Sé fuerte, Nino", se dijo a sí mismo, respirando profundamente. "No hagas ningún escándalo... o lo arruinaras todo".

De pronto, escuchó la voz de Natalia llamándolo. Haciendo que saliera del trance.

—¿Nino? ¡Nino! —lo llamó de nuevo.

Nino salió de sus pensamientos al escuchar la voz de Natalia. Se acercó a ella y a Wàng, tratando de mantener una expresión tranquila.

—¿Sí? ¿Qué sucede? —preguntó, con una sonrisa forzada.

Natalia lo miró con preocupación, notando la tensión en su amigo.

—¿Estás bien? Te veías un poco ausente —dijo, con suavidad.

Nino asintió rápidamente, no queriendo preocuparla.

—Sí, sí, estoy bien. Solo me quedé fascinado con su baile —respondió, tratando de sonar convincente.

Wàng lo miró con una expresión apacible, como si pudiera percibir el conflicto interno de Nino.

—Me alegro de que te haya gustado —dijo, con calma—. Natalia y yo hemos estado trabajando mucho en esta coreografía.

Nino sintió cómo los celos volvían a apoderarse de él, pero se esforzó por mantener la compostura.

—Se nota que lo han hecho muy bien —comentó, mirando a Natalia con una mezcla de orgullo y nerviosismo—. Luces fantástica, Nat.

Natalia le dedicó una sonrisa radiante, ajena a los sentimientos turbulentos que atormentaban a su amigo.

—Gracias, Nino. Estoy realmente emocionada por esta presentación —dijo, con evidente entusiasmo—. Espero que puedan venir a verlo.

Nino asintió, tragando saliva con dificultad.

—Por supuesto que iremos —respondió, forzando una sonrisa—. No me lo perdería por nada.

—¡Excelente! Bueno, ya es tiempo de descansar. Wàng, ¿me acompañas por agua? —preguntó Natalia.

Wàng asintió con una pequeña sonrisa y acompañó a Natalia hacia la fuente de agua, dejando a Nino solo en el salón de ensayo.

Una vez que se quedó a solas, Nino apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo los celos lo consumían por dentro. Observó a la pareja de bailarines alejarse, y una oleada de frustración lo invadió.

"¿Cómo se atreve a robarme la atención de Natalia?", pensó, rechinando los dientes. "Ella es mía, nadie más puede tenerla".

Nino se paseó inquieto por la sala, tratando de contener la ira que ardía en su interior. Sabía que no podía actuar de forma impulsiva, pero su mente no dejaba de maquinar un plan para deshacerse de ese intruso.

"Tengo que encontrar la manera de alejar a Wàng de Natalia", se dijo, frunciendo el ceño. "No puedo permitir que arruine mis planes".

Mientras Nino se sumía en sus pensamientos, Wàng y Natalia regresaron con un par de botellas de agua. Natalia le sonrió a Nino, ajena a la tormenta que se desataba en el interior de su amigo.

—¿Quieres un poco de agua, Nino? —preguntó, ofreciéndole una de las botellas.

Nino miró la botella y luego a Wàng, quien también le ofrecía un poco. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener la calma y aceptar el gesto.

—Gracias —respondió, tratando de sonar casual.

Mientras bebía el agua, Nino observaba a Wàng con detenimiento, buscando cualquier señal que pudiera utilizar en su contra. No podía permitir que ese chico se interpusiera entre él y Natalia.

"Tengo que hacer algo... Tengo que deshacerme de él", se repetía, sintiendo cómo la determinación se apoderaba de él.

En ese momento, Natalia se acercó a ambos chicos.

—Oigan, me acorde que tengo un pendiente en la calle. Wàng, mañana seguiremos.

—Está bien, yo también tengo que irme. Hasta mañana —Wàng se despidió de su compañera antes de tomar su mochila e irse.

Nino observó cómo Wàng se marchaba, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. Por un lado, se alegraba de que ese chico se fuera y dejara a Natalia a solas con él. Pero por otro, eso significaba que tendría que esperar más tiempo para poder poner en marcha su plan.

Cuando Wàng desapareció por la puerta, Nino se acercó a Natalia con una sonrisa amistosa.

—Bueno, parece que ahora tenemos un momento a solas —dijo, tratando de sonar casual—. ¿Quieres qué te acompañe?

Natalia lo miró con sorpresa, pero luego le devolvió la sonrisa.

—Ah, no es necesario. Pero gracias —respondió, agradecida—. Tengo prisa, nos vemos mañana, adiós —se despidió antes de dirigirse a la puerta.

Nino observó cómo Natalia se alejaba, sintiendo una punzada de decepción. Suspiró profundamente y se fue de la academia para ir a casa.

Los días fueron pasando, Natalia y Wàng seguían ensayando. Por otra parte, Nino pasaba por la academia algunas veces para mantener su ojo fijo en su chica.

Una tarde, los dos bailarines a terminar de ensayar ahora en un teatro, bajaron de la plataforma para sentarse en las butacas.

Natalia tomó su mochila y se sentó a lado de Nino, sacando su inhalador al igual que Wàng.

Nino abrió sus ojos sorprendido, ¿Natalia? ¿Usando inhalador?

—Ah... ¿Nat? ¿Qué traes en la mano...?

Natalia miró a Nino con una pequeña sonrisa, guardando su inhalador en su mochila luego de usarlo.

—¡Ah, esto? Es solo un inhalador —respondió con tranquilidad—. A veces me cuesta un poco respirar después de los ensayos intensos.

Nino frunció el ceño ligeramente, observando a Wàng hacer lo mismo con su propio inhalador.

—¿Por qué tú y Wàng tienen que usar eso? —preguntó, tratando de sonar casual, pero sin poder ocultar cierta preocupación en su voz.

Natalia lo miró con comprensión, notando la leve inquietud en su amigo.

—Bueno, Yo y Wàng somos asmáticos —explicó, con suavidad—. El agitado ritmo del baile a veces nos deja sin aire. Pero no te preocupes, es algo que manejamos bien.

Nino asintió, sintiéndose un poco más tranquilo al escuchar esa aclaración. Sin embargo, no pudo evitar lanzar una mirada de reojo hacia Wàng, quien parecía estar recuperándose de la sesión de baile.

"Así que también tiene problemas para respirar", pensó Nino, entrecerrando los ojos ligeramente. "Interesante..."

Natalia, ajena a los pensamientos de su amigo, le sonrió con gratitud.

—Me alegra que te preocupes por mí, Nino —dijo, apoyando su mano sobre la de él—. Eres un gran amigo.

Nino sintió cómo su corazón se aceleraba al sentir el contacto de la mano de Natalia. Una calidez se extendió por todo su cuerpo, y por un momento, sus celos y sospechas se desvanecieron.

—Sabes que siempre estaré aquí para ti, Nat —respondió, con suavidad, entrelazando sus dedos con los de ella.

Wàng, que había estado observando la escena, carraspeó ligeramente para llamar la atención de los dos amigos.

—Disculpen, ¿deberíamos seguir ensayando? —preguntó, con una sonrisa amistosa.

Natalia soltó la mano de Nino y se levantó rápidamente.

—¡Cierto! Vamos, Nino, ¿quieres ver cómo va la coreografía? —invitó, con entusiasmo.

Nino asintió, ocultando su disgusto ante la interrupción de Wàng.

—Claro, me encantaría —respondió, poniéndose de pie.

A medida que Natalia y Wàng retomaban los ensayos, Nino observaba atentamente cada uno de sus movimientos. Estudiaba cada gesto, cada mirada que intercambiaban, buscando cualquier indicio de una conexión más allá de la profesional.

"Tengo que encontrar la forma de separarlos", se repetía, frunciendo el ceño. "No puedo permitir que ese tipo se quede con Natalia".

Mientras seguía observando, notó que Wàng parecía estar agotado. Su respiración era cada vez más entrecortada, y en varias ocasiones tuvo que detenerse para utilizar su inhalador.

Una idea comenzó a formarse en la mente de Nino, y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.

"Tal vez... pueda usar esto a mi favor", pensó, sintiendo cómo la determinación se apoderaba de él.

Cuando finalmente terminaron los ensayos, Natalia junto a los dos chicos, caminaban hacia los vestidores.

Una vez que llegaron, Wàng se fue primero despidiéndose de los dos con una sonrisa y Natalia le devolvió el gesto.

—Bueno, Nino... es momento de irme. Gracias por verme bailar —agradeció ella.

—No es nada, me encantó verte bailar —dijo Nino, dedicándole una sonrisa sincera.

Un breve silencio se instaló entre ellos, hasta que Natalia carraspeó ligeramente.

—Bueno, es mejor que me vaya a cambiar —comentó, mirando hacia los vestidores—. ¡Nos vemos mañana, Nino!

—Claro, hasta mañana —respondió Nino, observando cómo su chica se dirigía a los vestidores femeninos.

Una vez que Natalia desapareció, la expresión de Nino se endureció. Sus ojos se entrecerraron con determinación y un gran suspiro salió de su boca.

—Será mejor que me vaya... —murmuró antes de dar media vuelta e irse de la academia.

Nino se alejó de la academia, su mente inundada por una mezcla de celos y determinación. Sabía que no podía permitir que Wàng se interpusiera entre él y Natalia, y estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para mantenerla a su lado.

Al día siguiente, la rutina de Natalia fue algo diferente, ya que luego de estudiar, iba con Marinette hacia la panadería Dupain-Cheng.

—¡Estoy tan emocionada de probar los macarrones! ¿De verdad hay de todos los sabores? —preguntó Natalia entusiasmada.

—¡Claro que sí! —respondió Marinette con una gran sonrisa—. Mis padres tienen todo un surtido, así que podremos probar muchos sabores diferentes.

Natalia no podía contener su emoción. Había escuchado mucho sobre los deliciosos macarrones de la panadería, y finalmente tendría la oportunidad de probarlos.

—¡No puedo esperar! —dijo, apresurando el paso—. ¿Crees que a Wàng también le gustarán?

Marinette la miró con una expresión cálida.

—Estoy segura de que le encantarán —aseguró—. ¡A todos les encantan los macarrones de la panadería Dupain-Cheng!

Al llegar a la panadería, fueron recibidas por los padres de Marinette, quienes les dieron una cálida bienvenida.

—¡Marinette, querida! Y tú debes ser Natalia —saludó Sabine, acercándose a ellas–. ¿Cómo están? ¿Cómo les está yendo la escuela?

—Bien, gracias por preguntar —sonrió Nat y se acercó al mostrador—. Wow, son muchos macarrones... ¿De que sabores hay?

—¡Ah, tenemos tantos sabores deliciosos! —exclamó Sabine, emocionada—. Aquí tenemos macarrones de vainilla, chocolate, frambuesa, pistacho, limón, caramelo... ¡Incluso tenemos algunos con sabores más exóticos como té matcha y frutos rojos!

Natalia escuchaba con atención, sus ojos brillantes de emoción.

—¡Me llevo una caja con un poco de cada uno, por favor! —pidió, entusiasmada.

Mientras Sabine empacaba cuidadosamente los macarrones, Marinette se acercó a Natalia con una sonrisa.

—¿Quieres subir a mi habitación para probarlos? —ofreció—. Será más cómodo que quedarnos aquí.

—¡Me encantaría! —respondió Natalia, siguiendo a su amiga escaleras arriba.

Al llegar al cuarto de Marinette, Natalia no pudo evitar mirar a su alrededor con fascinación.

—¡Wow, Marinette! Tu habitación es tan linda y acogedora —comentó, recorriendo el espacio con la mirada.

Marinette se ruborizó un poco, siempre sintiéndose un poco avergonzada de su desorganizada habitación.

—Gracias, Nat —dijo, acercándose a la bandeja de macarrones que habían traído—. Bueno, ¿qué tal si empezamos a probarlos?

Natalia asintió entusiasmada y se sentó en el diván, abriendo la caja con delicadeza.

—¡De acuerdo! No puedo esperar más —exclamó, tomando un macarrón de color verde—. A ver... este debe ser de té matcha.

Le dio un mordisco y sus ojos se iluminaron al saborear el delicado y suave relleno.

—¡Está delicioso! —exclamó, encantada—. ¡Tus padres son unos maestros reposteros!

Marinette sonrió, complacida de ver a su amiga tan emocionada.

—Me alegro de que te gusten —dijo, tomando un macarrón rosa—. ¡Ahora probemos este de frambuesa!

Las dos amigas continuaron degustando los diferentes sabores, riendo y conversando animadamente mientras disfrutaban de los exquisitos bocados.

Ajeno a todo esto, Nino se encontraba afuera de la academia. Llevaba ropa oscura para no llamar la atención para lo que iba a hacer.

Se adentró sigilosamente al lugar y buscó a donde podría estar Wàng ensayando.

Nino caminó por los pasillos en silencio, con la mirada fija en la búsqueda de Wàng. Sabía que Natalia no estaría allí, así que podía centrarse en su objetivo sin distracciones.

Finalmente, llegó al teatro de la academia. Y, ahí estaba Wàng, distraído hablando con unos compañeros suyos.

Nino entró sigilosamente al teatro, manteniendo la mirada fija en Wàng y sus compañeros. Aprovechando que el chico estaba distraído, Nino se acercó con cautela hacia donde había dejado su mochila.

Con movimientos precisos, Nino abrió la mochila y buscó el inhalador de Wàng. Al encontrarlo, lo sacó con cuidado y lo escondió rápidamente en el bolsillo de su chaqueta.

Una vez que tenía el inhalador en su poder, Nino cerró la mochila y se alejó sin hacer el menor ruido, asegurándose de que nadie se hubiera percatado de su acción.

Una vez que logró salir de la academia, se dirigió a su casa luciendo casual.

Mientras tanto, Wàng terminó de hablar con sus compañeros y se dirigió a la plataforma para comenzar a ensayar.

Grave error.

Wàng comenzó a moverse por el escenario, siguiendo el ritmo de la música que sonaba desde su celular. Mientras bailaba, podía sentir cómo su respiración se iba acelerando, pero en ese momento no le dio mayor importancia.

Al terminar la rutina, Wàng se acercó rápidamente a su mochila, buscando su inhalador. Sin embargo, al abrirla, se dio cuenta de que no estaba allí.

—¿Qué...? ¿Dónde está? —exclamó, comenzando a sentir la angustia apoderarse de él.

Empezó a revisar desesperadamente en su mochila, pero no lograba encontrar el medicamento. Su respiración se volvía cada vez más agitada, y un terrible miedo lo invadió.

—No... no puede ser —jadeó, llevándose las manos al pecho.

De pronto, sintió que el aire le faltaba. Sus pulmones parecían estar cerrándose, y un intenso dolor punzante lo recorrió. Tosió con fuerza, luchando por tomar una bocanada de aire.

—¡Ayuda! —gritó, cayendo de rodillas al suelo—. ¡Necesito... mi... inhalador!

Sus compañeros, que habían estado observando la escena, reaccionaron rápidamente. Uno de ellos corrió a buscar ayuda, mientras los demás se acercaban a Wàng, intentando calmarlo.

—¡Tranquilo, Wàng! Respira despacio —dijo uno de los chicos, colocando una mano en su espalda.

Pero Wàng apenas podía escucharlos. El pánico se había apoderado de él, y todo a su alrededor parecía volverse borroso. Sentía que se ahogaba, que el aire se le escapaba de los pulmones.

En cuestión de minutos, se escuchó el sonido de las sirenas de una ambulancia acercándose. Los paramédicos entraron rápidamente al teatro y se apresuraron a atender a Wàng, que se debatía entre la vida y la muerte.

Lo pusieron en una camilla y se lo llevaron afuera de la academia.

Para agravar las cosas, Natalia había llegado con Marinette a la academia y pudo observar la ambulancia.

—¿Qué hace una ambulancia aquí? —cuestionó Marinette extrañada.

—No lo sé... vayamos a ver —Nat aceleró el paso lo más rápido posible.

Natalia corrió con desesperación, empujando suavemente a la gente que se amontonaba alrededor de la ambulancia. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba, temiendo lo peor.

—¡Con permiso, por favor! —exclamó, con desesperación en su voz.

Cuando logró llegar al frente, su mirada se encontró con la imagen de Wàng siendo atendido por los paramédicos. Al ver a su compañero de baile en esa condición, Natalia no pudo contener un grito desgarrador.

—¡Wàng! —gritó, corriendo hacia la camilla donde lo estaban trasladando—. ¡Wàng, por favor, dime que estás bien!

Los paramédicos intentaron mantener a Natalia alejada, pero ella se aferraba a la camilla, suplicando poder acompañar a su amigo.

—¡Por favor, déjenme ir con él! ¡No puedo dejarlo solo! —suplicó, con lágrimas brotando de sus ojos.

Uno de los paramédicos se acercó a Natalia con gesto compasivo.

—Señorita, necesitamos llevarlo de inmediato al hospital. Puede encontrarse con él allá, pero ahora debemos irnos —explicó, con calma.

Natalia asintió con la cabeza, sin dejar de mirar a Wàng con profunda preocupación.

—Por favor, resiste... —susurró, antes de ver cómo la ambulancia se alejaba a toda prisa.

Sintiéndose impotente, Natalia se quedó de pie, viendo cómo la ambulancia desaparecía de su vista. Su corazón latía con fuerza, y la angustia la invadía por completo.

"Wàng... ¿Qué te ha pasado?", se preguntaba, sin poder contener las lágrimas que corrían por sus mejillas.

En ese momento, Marinette llegó corriendo a su lado, con el rostro lleno de preocupación.

—¡Natalia! ¿Qué pasó? —preguntó, al ver el estado de su amiga.

Natalia la miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Es Wàng, Marinette —sollozó, aferrándose a ella—. Algo le pasó, lo llevaron a la ambulancia y no me dejaron ir con él.

Marinette la abrazó con fuerza, intentando consolarla.

—Tranquila, Nat —dijo, con voz suave—. Seguro que todo va a estar bien. Vamos a ir al hospital a ver cómo está.

Natalia asintió, limpiándose las lágrimas con el dorso de su muñeca.

—Tienes razón —murmuró, apretando los puños con determinación—. Tengo que estar allí para él.

Sin perder más tiempo, las dos amigas fueron hacia el hospital mediante metro.

Cuando Natalia y Marinette llegaron al hospital, Natalia rápidamente se acercó al mostrador de recepción, su rostro lleno de preocupación.

—Disculpe, ¿sabe dónde puedo encontrar a Wàng Mìngzé? —preguntó, con urgencia en su voz—. Él fue traído en una ambulancia.

La recepcionista revisó rápidamente en su computadora antes de responder.

—Sí, el joven Wàng Mìngzé se encuentra en cuidados intensivos —informó—. Permítame indicarles el camino.

La mujer les explicó la ruta a seguir y Natalia y Marinette se apresuraron a llegar a la unidad de cuidados intensivos.

Cuando estaban cerca, Natalia iba tan concentrada en encontrar a Wàng que sin querer chocó con alguien que caminaba en dirección contraria.

—¡Ay, lo siento mucho! —exclamó, levantando la mirada.

Para su sorpresa, se encontró cara a cara con su propio padre, Haru, quien la miraba con preocupación.

—¿Natalia? ¿Qué haces aquí? —preguntó Haru, colocando sus manos sobre los hombros de su hija.

Natalia sintió un nudo en la garganta. No esperaba encontrarse con su padre en el hospital, y mucho menos en estas circunstancias.

—Papá... —balbuceó, antes de que la preocupación volviera a invadir su rostro—. Es Wàng, él... él fue llevado a cuidados intensivos.

Haru frunció el ceño, su expresión tornándose seria.

—¿Qué pasó? —preguntó, con tono urgente.

—No lo sé —respondió Natalia, con lágrimas en los ojos—. Cuando llegue a la academia, los paramédicos ya se lo estaban llevando...

Haru asintió, su mirada mostrando comprensión.

—Entiendo —dijo, apretando suavemente el hombro de su hija—. Ven, vamos a ver cómo se encuentra.

Sin soltar a Natalia, Haru guió a las dos jóvenes hacia la unidad de cuidados intensivos, donde una enfermera les indicó la cama donde se encontraba Wàng.

Al ver a su amigo conectado a varios aparatos, Natalia sintió que el corazón se le encogía. Se acercó a la cama, tomando con delicadeza la mano de Wàng.

—Wàng... —susurró, con la voz entrecortada.

Haru se mantuvo a su lado, observando con atención el estado de Wàng. En ese entonces, entro otro Doctor a la habitación.

—¿Doctor Haru? Vaya, no me esperaba verte aquí.

Haru se giró al escuchar la voz del otro doctor y asintió con seriedad.

—Buenas tardes, Dr. Benoit —saludó, estrechando su mano—. ¿Qué ha pasado con este joven?

El Dr. Benoit suspiró con gravedad.

—Ha sufrido una crisis de asma severa —explicó—. Cuando llegó a urgencias, su respiración era muy dificultosa y presentaba un cuadro de broncoespasmo agudo. Tuvimos que aplicarle tratamiento de emergencia.

Haru asintió, su expresión tornándose más preocupada.

—Ya veo... —murmuró, lanzando una mirada hacia donde Wàng yacía inconsciente—. ¿Cómo se encuentra ahora?

—Afortunadamente, logramos estabilizarlo —informó el doctor—. Está recibiendo oxígeno y medicación para controlar la inflamación de las vías respiratorias. Esperamos que pueda recuperarse pronto.

Natalia, quien había escuchado atentamente la conversación, sintió un gran alivio al saber que Wàng se encontraba fuera de peligro. Sin embargo, la preocupación aún estaba presente en su rostro.

—Gracias a Dios... —suspiró, acariciando suavemente la mano de su amigo.

Marinette, que había permanecido en silencio junto a ella, se acercó y puso una mano reconfortante sobre su hombro.

—Nat, ¿por qué no vamos a tomar un poco de agua? Necesitas calmarte un poco —sugirió, con voz suave.

Natalia miró a Marinette y luego a su padre, indecisa. No quería alejarse de Wàng, pero comprendía que necesitaba un momento para recomponerse.

—Está bien... —accedió, poniéndose de pie—. Volveré pronto, Wàng.

Haru asintió, poniendo una mano en el hombro de su hija.

—Ve con Marinette, hija —dijo, con tono tranquilizador—. Yo me quedaré aquí y estaré pendiente de tu amigo.

Natalia le dedicó una mirada agradecida a su padre y siguió a Marinette fuera de la habitación.

Una vez en el pasillo, Natalia se dejó caer en una silla, enterrando el rostro entre sus manos. Marinette se sentó a su lado, pasando un brazo por sus hombros.

—Tranquila, Nat —murmuró, con voz suave—. Wàng está a salvo ahora.

Natalia asintió lentamente, levantando la mirada con los ojos enrojecidos.

—Sí, lo sé... —respondió, con un hilo de voz—. Pero no puedo evitar sentirme culpable. Si tan solo hubiera estado allí...

Marinette apretó el abrazo, brindándole consuelo a su amiga.

—No digas eso, Nat —dijo, con firmeza—. Lo importante es que ahora está recibiendo la atención que necesita. Tú no tienes nada que ver con esto.

Natalia suspiró profundamente, intentando calmarse.

—Tienes razón... —murmuró, secándose las lágrimas con el dorso de la mano—. Gracias por estar aquí, Marinette.

Marinette le dedicó una cálida sonrisa.

—Para eso están las amigas —respondió, apretando suavemente su mano—. Ahora, ¿por qué no tomas un poco de agua? Te hará bien.

Natalia asintió y aceptó el vaso de agua que Marinette le ofrecía. Mientras bebía, intentaba recuperar la compostura, esperando que Wàng se recuperara pronto.

Horas más tarde, los padres de Wàng llegaron al hospital. Natalia y Marinette se pusieron de pie al verlos acercarse, con expresión preocupada.

—¿Cómo está Wàng? —preguntó la madre de Wàng, con lágrimas en los ojos.

—El médico dijo que ya lo lograron estabilizar —explicó Natalia con calma—. Está recibiendo oxígeno y tratamiento para controlar la inflamación.

El padre de Wàng soltó un suspiro de alivio, pasando una mano por su cabello.

—Gracias a Dios... —murmuró, apretando la mano de su esposa—. Podemos pasar a verlo, ¿verdad?

Haru, que había estado cuidando de Wàng, se acercó a ellos.

—Sí, pueden pasar a verlo —dijo, con gesto tranquilizador—. Acaba de despertar y considero que ya está fuera de peligro.

Los padres de Wàng asintieron y, sin perder más tiempo, entraron a la habitación donde su hijo se encontraba. Natalia y Marinette se quedaron esperando afuera para darles privacidad.

Unos minutos después, los padres de Wàng salieron con un semblante más tranquilo.

—Natalia, Wàng quiere hablar contigo —avisó la señora–. Nosotros ya nos vamos.

Natalia asintió con una expresión aliviada al escuchar que Wàng quería verla. Sin perder tiempo, se encaminó hacia la habitación, seguida de cerca por Marinette.

Al entrar, Wàng le dedicó una débil sonrisa desde la cama.

—Hola, Nat... —saludó, con voz apagada.

Natalia se acercó rápidamente a su lado, tomando su mano con suavidad.

—Wàng... —murmuró, con ojos brillantes—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, gracias a los doctores —respondió él, con un suspiro—. Lamento haberte preocupado.

Natalia negó con la cabeza, apretando suavemente su mano.

—No tienes por qué disculparte —dijo, con voz suave—. Lo importante es que estás bien ahora.

Wàng desvió la mirada, una expresión de preocupación cruzando su rostro.

—Natalia... hay algo que quiero decirte. No quiero que te lo tomes a mal, pero... no podré hacer dúo contigo. Tengo que descansar mucho después de todo esto, lo siento.

La sonrisa de Natalia se desvaneció al escuchar las palabras de Wàng. Sabía que su amigo necesitaba descansar y recuperarse, pero no podía evitar sentir una profunda tristeza ante la noticia.

—Oh... ya veo —murmuró, apretando suavemente la mano de su amigo—. Entiendo, Wàng. Tu salud es lo más importante ahora. No te preocupes por eso.

Wàng pudo ver la desilusión en los ojos de Natalia, y eso le dolía más que cualquier otra cosa. Odiaba tener que decepcionarla de esa manera.

—Lo siento mucho, Nat —dijo, con voz suave—. Sé lo mucho que habías estado esperando este baile. Realmente quería poder hacerlo contigo.

Natalia esbozó una débil sonrisa, intentando no mostrar cuánto le había afectado la noticia.

—No tienes por qué disculparte —aseguró—. Tu salud es lo primero. Nos encargaremos de todo lo demás más adelante.

Wàng asintió, aliviado de que Natalia lo entendiera. Después de hablar un rato más, Natalia se despidió de Wàng y salió de la habitación, donde Marinette la esperaba.

—¿Cómo está él? —preguntó Marinette, con preocupación.

—Mejor, pero... —Natalia hizo una pausa, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos—. No podrá hacer el dúo conmigo.

Marinette la miró con empatía y la abrazó con fuerza.

—Oh, Nat... Lo siento mucho —murmuró, acariciando su espalda con suavidad.

Natalia correspondió el abrazo, dejando que algunas lágrimas escaparan de sus ojos.

—Está bien, Marinette —dijo, con voz temblorosa—. Lo importante es que Wàng se recupere.

Marinette se separó un poco para mirarla a los ojos.

—Sabes que cuentas conmigo, ¿verdad? —ofreció, con una sonrisa reconfortante—. Podemos encontrar una solución juntas.

Natalia esbozó una pequeña sonrisa y asintió.

—Gracias, Marinette. No sé qué haría sin ti.

Más tarde, cuando Natalia llegó a su casa, se dejó caer sobre su cama, sintiéndose abrumada por las emociones. La noticia de Wàng la había entristecido profundamente, y ahora se encontraba en un estado de melancolía.

Abrazó su almohada, cerrando los ojos con fuerza mientras las lágrimas volvían a brotar. Sabía que Wàng necesitaba tiempo para recuperarse, pero no podía evitar sentir la decepción de no poder bailar con él como lo habían planeado.

"¿Qué voy a hacer ahora?", se preguntaba, sintiéndose perdida. Habían trabajado tan duro para preparar su dúo, y ahora todo eso se había desvanecido.

Permaneciendo acostada en su cama, Natalia dejó que las lágrimas fluyeran libremente, permitiendo que la tristeza y la frustración se apoderaran de ella. Sabía que debía ser fuerte, pero en ese momento, solo quería desahogarse y procesar todo lo que había sucedido.

Con un suspiro tembloroso, Natalia se acomodó mejor en la cama, abrazando con más fuerza la almohada. Esperaba poder encontrar una solución a esta situación, pero por ahora, solo quería llorar.














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