Capítulo 3
Natalia y su padre Haru llegaron a su hogar, la preocupación evidente en el rostro del hombre.
—Hija, ¿cómo te sientes? ¿Sigues sintiéndote mal? —preguntó Haru, ayudando a Natalia a entrar.
—Más o menos, papá —respondió Natalia, con voz cansada—. Todavía tengo un poco de malestar estomacal, pero creo que solo necesito descansar.
—Entiendo, entiendo —Haru asintió, guiando a su hija hacia su habitación—. Ven, te ayudaré a que te recuestes. Prepararé algo ligero para que puedas reponerte.
Una vez en el cuarto, Natalia se sentó en su cama, sintiendo cómo el cansancio se apoderaba de ella.
—Gracias, papá. Lamento haberte preocupado así —dijo, dándole una mirada apenada.
—No te preocupes, mi niña —Haru le sonrió con ternura, acariciando su cabello—. Lo importante es que estés bien. Déjame ver qué puedo prepararte para que te sientas mejor.
Haru se dirigió a la cocina, pensando en qué sería lo más adecuado para que Natalia recuperara sus fuerzas. Optó por un caldo de pollo ligero, con algunas verduras y un té de jengibre para calmar su estómago.
Mientras tanto, Natalia se recostó en su cama, cerrando los ojos por un momento. La confusión y el malestar aún la invadían. ¿Quién pudo haberle puesto laxante a su comida? ¿Sería posible que Kim realmente fuera el culpable? Después de todo, el chico era conocido por sus bromas pesadas.
Suspiró con cansancio, preguntándose si todo se resolvería pronto. Lo único que quería en ese momento era descansar y recuperarse.
Poco después, Haru regresó a la habitación con una bandeja que contenía el caldo y el té.
—Aquí tienes, hija mía —dijo, acercándose a la cama—. Bebe esto despacio, te hará sentir mejor.
Natalia se incorporó lentamente, tomando la taza de té con ambas manos.
—Gracias, papá. Eres el mejor —le dedicó una débil sonrisa, antes de dar un sorbo.
Haru se sentó a su lado, observándola con preocupación.
—¿Algo más que pueda hacer por ti, Natalia? No me gusta verte así —comentó, acariciando su brazo con suavidad.
—No, estoy bien. Solo necesito descansar un poco —respondió Natalia, sintiéndose más relajada al sentir el cariño de su padre.
—De acuerdo, hija. Estaré aquí por si necesitas algo —Haru le dio un beso en la frente, levantándose para dejarla descansar.
Natalia asintió, acomodándose mejor en la cama. A pesar de lo ocurrido, se sentía afortunada de tener a su padre cerca, cuidándola y velando por su bienestar. Poco a poco, siguió comiendo hasta terminar con todo el plato.
En toda la tarde, Natalia estuvo en su laptop viendo videos. Algo que hacía cuando no tenía nada que hacer.
Mientras tanto, Nino se encontraba en su apartamento, su mente inmersa en pensamientos sobre Natalia. Ahora que Kim había sido alejado gracias a su plan, tenía el camino libre para acercarse a ella y conquistar su corazón.
Nino se paseaba de un lado a otro de la habitación, una expresión de determinación en su rostro. Tenía que ser paciente y sutil, pero estaba decidido a hacer que Natalia fuera suya.
"Debo ganarme su confianza poco a poco. Ser un amigo en quien pueda confiar", se dijo a sí mismo. "Y una vez que tenga su corazón, me aseguraré de que nadie más pueda alejarla de mí".
Tomó su teléfono y comenzó a buscar información sobre Natalia. Necesitaba saber todo lo que pudiera sobre ella: sus intereses, sus hábitos, su rutina diaria. Cuanto más supiera, más fácil sería para él acercarse a ella sin levantar sospechas.
Mientras stalkeaba las redes sociales de Natalia, una sonrisa traviesa se formó en sus labios.
Nino observaba detenidamente el perfil de Natalia, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza al ver las diferentes fotos y videos que la joven había compartido.
La mayoría eran imágenes de Natalia en sus clases de ballet, mostrando su gracia y elegancia mientras bailaba. Nino no podía evitar admirar la belleza y la pasión que reflejaban cada uno de sus movimientos.
También encontró algunas fotografías de Natalia en sus viajes, capturando hermosos paisajes y escenas cotidianas. Nino sonrió al ver lo mucho que disfrutaba de la naturaleza y de explorar nuevos lugares.
Pero lo que más cautivó a Nino fueron los videos donde Natalia aparecía bailando. Verla moverse con tanta fluidez y expresividad lo dejaba sin aliento. Podía sentir la emoción que transmitía a través de cada paso, cada giro, cada salto.
"Es tan hermosa... y talentosa", pensó Nino, sintiendo cómo la admiración y la devoción se apoderaban de él.
Continuó navegando por el perfil de Natalia, recopilando toda la información que podía sobre ella. Descubrió que le encantaba la fotografía, la música clásica y pasar tiempo al aire libre. También vio que le gustaba dibujar y pintar.
Nino se sentía cada vez más fascinado por Natalia mientras exploraba su perfil. Verla hacer lo que más amaba, el ballet, lo llenaba de una profunda admiración y emoción. Podía percibir la pasión y la gracia que ella transmitía a través de cada uno de sus movimientos.
—"Es simplemente cautivadora", pensó Nino, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. —"Cada vez me convenzo más de que ella es la indicada para mí. Nadie más podrá entenderla y amarla como yo lo haré".
Continuó escudriñando los detalles de la vida de Natalia, absorbiéndolos como una esponja. Quería conocerla en profundidad, saber cada uno de sus gustos, intereses y hábitos. Cuanto más supiera sobre ella, mejor podría acercarse y ganarse su confianza.
—"Dibujo, música clásica, fotografía... Perfecto. Esos serán los temas que usaré para iniciar una amistad con ella", se dijo Nino, esbozando una sonrisa traviesa.
Guardó cuidadosamente en su memoria la información recopilada, sabiendo que le sería de gran utilidad en su plan de conquistar el corazón de Natalia.
Al día siguiente, Nino se encontró con Natalia en los pasillos de la escuela. Intentando mostrarse casual y amigable, se acercó a ella.
—¡Hola, Natalia! ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó, con una expresión de genuina preocupación.
Natalia lo miró con sorpresa, pero le dedicó una pequeña sonrisa.
—Hola, Nino. Estoy mejor, gracias por preguntar —respondió, aunque aún se notaba un poco cansada.
—Me alegro mucho de oír eso —dijo Nino, colocando una mano sobre su hombro en un gesto de apoyo—. Sabes, he estado pensando... ¿te gustaría ir a tomar un café conmigo? Podríamos charlar un rato y relajarnos un poco.
Natalia parpadeó, un poco sorprendida por la invitación.
—Bueno, yo... —titubeó, sin saber muy bien cómo reaccionar—. No lo sé, estoy un poco indispuesta. Mi padre me llevó aquí porque no quería que faltara a clases.
Nino asintió comprensivamente, sin dejar de mirar a Natalia con preocupación.
—Entiendo, no quiero agobiarte —dijo, con tono suave—. Pero si cambias de opinión y te apetece un poco de compañía, estaré más que encantado de acompañarte. Me preocupa que hayas pasado por ese incidente desagradable.
Natalia se sintió conmovida por la genuina preocupación de Nino. A pesar de que no lo conocía bien, parecía ser un chico amable y atento.
—Gracias, Nino. De verdad aprecio tu ofrecimiento —respondió, esbozando una tímida sonrisa—. Si me siento mejor más tarde, tal vez pueda aceptar tu invitación.
—Me parece perfecto —Nino le devolvió la sonrisa, sintiendo cómo su corazón se aceleraba—. Estaré por aquí, así que solo dime cuando estés lista.
Natalia asintió, sintiéndose un poco más animada. Nino se despidió y la observó alejarse, sin poder contener la emoción que lo embargaba.
"Lo has hecho bien, Nino. Ahora solo tienes que ser paciente y dejar que la confianza entre nosotros se forje poco a poco", se dijo a sí mismo, sonriendo con satisfacción.
Mientras tanto, Natalia caminaba por los pasillos, pensativa. No pudo evitar sentirse un poco confundida por la repentina preocupación de Nino. Después de todo, no eran realmente amigos cercanos.
"Supongo que solo está siendo amable. Aunque es agradable saber que tengo a alguien que se preocupa por mí", pensó, esbozando una pequeña sonrisa.
Siguió su camino hacia su próxima clase, con la esperanza de que el malestar que aún sentía se disipara pronto. Lo último que quería era preocupar más a su padre.
Durante el resto del día, Natalia estuvo estudiando. Cuando las clases terminaron, se fue a encontrarse con Marinette y Kagami.
Natalia se dirigió hacia donde se encontraban Marinette y Kagami, quienes la miraron con preocupación al verla.
—¡Natalia! ¿Cómo te sientes? —preguntó Marinette, acercándose a ella.
—Mejor, gracias —respondió Natalia, regalándoles una pequeña sonrisa—. El malestar ya se me ha pasado, pero aún me siento un poco cansada.
—Me alegro de que te hayas recuperado —dijo Kagami, poniendo una mano sobre su hombro—. ¿Qué te dijo el director sobre lo que pasó?
Natalia suspiró, recordando el incidente.
—Bueno, al parecer Nino vino a acusar a Kim de haber puesto laxante en mi comida —explicó, frunciendo el ceño ligeramente—. Pero Kim niega haberlo hecho. Ahora mis padres y los de él están involucrados.
Marinette y Kagami intercambiaron una mirada preocupada.
—Bueno... Honestamente si veo a Kim haciendo esa barbaridad. Él siempre hace bromas pesadas, ¿quieren que les cuente un secreto? —murmuró Marinette—. Pero no le digan esto a NADIE.
Natalia miró a sus amigas con curiosidad, preguntándose qué clase de secreto tendría Marinette sobre Kim.
—¿Un secreto? —preguntó, bajando la voz—. Claro, puedes confiar en nosotras. ¿Qué sabes?
Marinette se acercó un poco más a ellas, con una expresión de nervios y vergüenza.
—Bueno, cuando estaba en secundaria él antes me gustaba. Pero por causa de una broma que me hizo a mí dejó de gustarme —susurró ella.
Natalia hizo una mueca de desagrado, ¿Marinette? ¿Enamorada de Kim? Guacala.
—Lo sé, es asqueroso. ¡Pero ya no siento nada por él! Es un estúpido —susurró Marinette, cruzando sus brazos.
—Ya lo noté... —dijo Nat.
Kagami notó la incomodidad de Natalia y decidió cambiar de tema.
—Bueno, olvidémonos de Kim por ahora —dijo, mirando a sus amigas con una expresión más tranquila—. ¿Alguno de ustedes tiene planes para este fin de semana?
Natalia se relajó un poco, agradecida por el cambio de conversación.
—En realidad, sí tengo algo planeado —respondió, recordando la invitación de Nino—. Nino me pidió que fuéramos a tomar un café juntos.
Marinette levantó una ceja, sorprendida.
—¿Nino? ¿El mismo Nino que nos avisó sobre el incidente con Kim? —preguntó, con curiosidad.
—Sí, él mismo —asintió Natalia, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente—. Dijo que le preocupaba lo que me había pasado y quería acompañarme.
Kagami los observaba con atención, notando el leve rubor en el rostro de su amiga.
—Bueno, eso es muy amable de su parte —comentó, esbozando una sonrisa discreta—. ¿Y tú aceptaste su invitación?
—Aún no lo sé —admitió Natalia, sintiéndose un poco nerviosa—. Le dije que lo pensaría, pero la verdad es que me gustaría ir. Creo que sería agradable, y Nino se ha portado muy bien conmigo.
Marinette le dio un leve codazo, sonriendo de manera pícara.
—¡Vaya, vaya! Parece que a alguien le ha llamado la atención Nino —bromeó, guiñándole un ojo.
Natalia se sonrojó aún más, riendo nerviosamente.
—¡No digas tonterías, Marinette! Simplemente creo que es un buen amigo —se defendió, aunque en el fondo no podía negar que le agradaba la atención de Nino.
En ese momento, recordó la promesa que le había hecho a Nino.
—¡Oh, cierto! —exclamó, mirando a sus amigas con urgencia—. Chicas, tengo que irme. Olvidé que le prometí a Nino que lo llevaría a ver mi clase de ballet.
Kagami y Marinette intercambiaron una mirada divertida.
—Bueno, no queremos que hagas esperar a tu nuevo amigo —dijo Kagami, guiñándole un ojo.
—Sí, ve y diviértete con Nino —agregó Marinette, riendo suavemente.
Natalia les dedicó una sonrisa nerviosa y se despidió rápidamente, dirigiéndose a buscar a Nino. Su corazón latía con emoción ante la idea de pasar más tiempo con él.
Mientras caminaba por los pasillos, Natalia se preguntaba si era una buena idea llevar a Nino a su clase de ballet. Después de todo, apenas lo conocía, pero había sentido una conexión especial con él desde que se preocupó por ella.
"Tal vez esta sea una buena oportunidad para conocerlo mejor", pensó, sintiendo cómo la anticipación la invadía. Esperaba que Nino disfrutara de la experiencia y que, poco a poco, pudieran construir una amistad sincera.
Finalmente, Natalia divisó a Nino y se acercó a él, sonriéndole con timidez.
—Hola, Nino. ¿Tienes un momento? —preguntó, reuniendo el valor para invitarlo a su clase.
Nino, quien había estado sumido en sus propios pensamientos sobre Natalia, se sobresaltó al escuchar su voz.
—¿Ah? ¿Y-yo? ¿Me hablas a mí? —tartamudeó, sintiéndose nervioso de repente.
Natalia asintió con una sonrisa tímida.
—Sí, Nino. Recuerdas que te prometí llevarte a ver mi clase de ballet, ¿verdad? —dijo, jugueteando con un mechón de su cabello—. Bueno, a pesar de que aún me siento un poco recuperándome de lo que pasó, no quería romper mi palabra contigo.
Nino parpadeó, sorprendido por la invitación. Sentía que su corazón iba a salirse de su pecho.
—¡Ah, sí! Claro que lo recuerdo —respondió, esforzándose por mantener la calma—. Yo... Me encantaría acompañarte, Natalia. Es muy amable de tu parte.
Natalia se relajó al ver la reacción positiva de Nino.
—Me alegro de que puedas venir —dijo, con una sonrisa más genuina—. Vamos, te mostraré dónde es. ¡Estoy segura de que lo disfrutarás!
Sin más, Natalia tomó la mano de Nino y lo guió a través de los pasillos, emocionada por compartir su pasión con él. Nino, por su parte, sentía que iba a explotar de felicidad. Tener a Natalia tan cerca, tocando su mano, era como un sueño hecho realidad.
"No puedo creer que esto esté pasando", pensó, embriagado por la sensación de su piel suave contra la suya. "Esto es perfecto. ¡Jamás he estado tan feliz!"
Salieron del instituto y caminaron hacía la academia de danza a pie. Cuando llegaron, Nino quedó impresionado por lo increíble que era la academia. Era grandisimo y majestuoso.
Nino observaba todo a su alrededor, fascinado por la imponente estructura de la academia de danza. Cada detalle, desde las elegantes columnas hasta los amplios ventanales, denotaba una atmósfera de refinamiento y excelencia.
—¡Wow! Esto es increíble, Natalia —exclamó Nino, sin poder ocultar su asombro—. Realmente es un lugar fascinante. Puedo entender por qué amas venir aquí.
Natalia lo miró con una sonrisa radiante, complacida de ver la emoción reflejada en el rostro de Nino.
—Me alegra que te guste —dijo, apretando suavemente su mano—. Ven, te mostraré dónde practico. Estoy segura de que te encantará.
Sin soltar su mano, Natalia guió a Nino hacia una de las aulas principales, donde ya algunos estudiantes comenzaban a prepararse para la clase. El sonido de la música clásica llenaba el ambiente, creando una atmósfera serena y elegante.
Cuando entraron, Nino no pudo evitar contener el aliento. Las paredes espejadas, el piso de madera pulida y los barre de ballet a lo largo de las paredes le daban al lugar una sensación de gracia y refinamiento.
—¡Es increíble! —susurró Nino, girando sobre sí mismo para admirar cada rincón—. ¡Jamás imaginé que un lugar así existiera!
Natalia lo observaba con una sonrisa complacida, disfrutando de la emoción que emanaba de Nino.
—Me alegro de que te guste —dijo, soltando suavemente su mano—. Bueno, creo que es hora de que vaya a prepararme —dijo Natalia, dirigiéndose a Nino—. ¿Te quedarás a ver la clase?
Nino asintió con entusiasmo, sin poder contener su emoción.
—¡Por supuesto que sí! No me lo perdería por nada del mundo —respondió, con una sonrisa radiante.
Natalia le dedicó una última sonrisa antes de dirigirse a los vestidores, dejando a Nino solo, quien no podía creer su buena fortuna.
¡Esto es perfecto!", pensó Nino, eufórico. Estar aquí, en este lugar tan especial para Natalia, es un sueño hecho realidad. "¡Ahora tengo la oportunidad de verla bailar y admirar su gracia y talento!"
Con una sonrisa de satisfacción, Nino se acomodó en uno de los asientos reservados para los espectadores, ansioso por presenciar la clase de ballet de Natalia.
Nino se acomodó con una sonrisa de anticipación, ansioso por presenciar la clase de ballet de Natalia. Poco a poco, los demás estudiantes fueron llegando y ocupando sus posiciones frente al espejo. Algunos se estiraban con cuidado, mientras otros revisaban sus zapatillas de punta.
De pronto, la puerta del vestidor se abrió y Natalia apareció, con su elegante traje de ballet blanco. Nino contuvo el aliento al verla, sintiendo que su corazón iba a salirse de su pecho.
"Dios mío, se ve tan hermosa...", pensó, embelesado. Sus ojos no podían apartarse de la gracia y la elegancia que Natalia irradiaba.
La joven se posicionó frente al espejo, comenzando a realizar sus ejercicios de calentamiento con suma delicadeza y precisión. Nino observaba cada uno de sus movimientos, fascinado por la fluidez y la expresividad que emanaba de ella.
Cuando la clase finalmente comenzó, Nino se vio absorto en un mundo de belleza y armonía. Vio a Natalia deslizarse por el piso, ejecutar giros y saltos con una increíble ligereza y control. Su rostro reflejaba una concentración absoluta, pero a la vez una pasión desbordante.
Nino no podía apartar la mirada de ella. Era como si Natalia se hubiera transportado a otro plano, donde solo existía la música y el movimiento. Cada paso, cada gesto, parecía transmitir una historia, una emoción.
"Es simplemente cautivadora", pensó Nino, sintiendo cómo la admiración y el afecto que sentía por Natalia crecían a cada instante. "Nunca antes había visto algo tan hermoso y elegante."
Cuando la clase finalmente terminó, Nino se levantó de su asiento, aplaudiendo con entusiasmo. Su mirada estaba fija en Natalia, quien se acercaba a él con una sonrisa radiante.
—¡Eso fue increíble, Natalia! —exclamó Nino, sin poder contener su emoción—. ¡Eres una bailarina extraordinaria!
Natalia se sonrojó ligeramente, complacida por los elogios de Nino.
—Muchas gracias, Nino —dijo, con una sonrisa tímida—. Me alegra que hayas disfrutado de la clase.
—¿Disfrutar? ¡Fue mucho más que eso! —respondió Nino, entusiasmado—. Fue... Fue simplemente maravilloso. ¡Jamás había visto algo así en mi vida!
Natalia rio suavemente, sintiéndose cada vez más cómoda en presencia de Nino.
—Bueno, me alegro de que te haya gustado —dijo, colocando una mano sobre su brazo—. Oye... aquí abajo hay una pequeña cafetería, podemos ir ahí.
—¡Me encantaría! —respondió, entusiasmado—. De hecho, me parece una excelente idea. Podemos charlar un poco más y conocernos mejor.
Natalia asintió, complacida.
—Perfecto. Vamos, te mostraré el camino —dijo, guiándolo fuera del salón de baile.
Mientras caminaban, Nino no podía dejar de admirar a Natalia. Su gracia, su elegancia, todo en ella lo tenía hipnotizado.
—Dime, Natalia... ¿Cuánto tiempo llevas practicando ballet? —preguntó, deseoso de aprender más sobre su pasión.
—Bueno, empecé a los 3 años —respondió Natalia, con una sonrisa nostálgica—. Mis padres me inscribieron en una escuela de danza y desde entonces ha sido una parte fundamental de mi vida.
—¿A los 3 años? Eh... ¿por qué a tan temprana edad? —preguntó Nino curioso.
Natalia sonrió ante la curiosidad de Nino.
—Bueno, en mi caso, fue por una tradición surcoreana llamada 'doljanchi' —explicó con tranquilidad—. Cuando un niño cumple 1 año, se celebra esta ceremonia especial donde se le presenta al mundo y se espera que tenga una vida llena de salud, felicidad y éxito.
Nino escuchaba con atención, fascinado por aprender más sobre las costumbres de Natalia.
—¡Ah, ya veo! —exclamó—. Y entonces, ¿por qué empezaste a bailar ballet a esa edad tan temprana?
—Ah, eso tiene que ver con otra tradición del 'doljanchi' —continuó Natalia—. Se cree que el primer objeto que el niño elija durante la ceremonia será un indicio de su futuro. Mis padres colocaron varias cosas delante de mí, y yo escogí una pequeña figura de una bailarina.
Nino asintió, comprendiendo ahora la razón.
—Entonces tu pasión por el ballet comenzó desde ese momento, ¿no? —dijo, con una sonrisa.
—Exactamente —confirmó Natalia—. Mis padres lo tomaron como una señal de que yo debía dedicarme al ballet. Desde entonces, he estado entrenando y perfeccionando mis habilidades.
—Eso es realmente fascinante —comentó Nino, genuinamente interesado.
Natalia asintió con una sonrisa.
—Lo es —afirmó—. El ballet se convirtió en mi escape, mi lugar de paz. Cuando estoy danzando, puedo olvidarme de todo lo demás y simplemente dejarme llevar por la música. Pero... también tiene sus riesgos.
—¿Riesgos? ¿Cómo cuáles? —preguntó Nino.
—Esguinces, lesiones en los pies. Eso —comentó Nat—. Ya me ha pasado, pero es una consecuencia que quiero tomar.
Nino escuchó atentamente las palabras de Natalia, sintiendo una mezcla de admiración y preocupación ante los riesgos que ella enfrentaba.
—Entiendo... —dijo, con una expresión seria—. Pero siento que tu dedicación y pasión lo valen todo. Eres una bailarina increíble, Natalia. Admiro mucho tu disciplina.
Natalia se sonrojó ligeramente ante los halagos de Nino.
—Gracias...
Una vez que llegaron a la cafetería de la academia, pidieron dos frappes y salieron de ahí para caminar por los pasillos mientras platicaban.
Nino sostenía cuidadosamente el frappe mientras caminaba junto a Natalia por los pasillos de la academia. Su corazón latía con emoción ante la oportunidad de pasar más tiempo a solas con ella.
—Entonces, ¿qué te inspiró a comenzar con el ballet a tan temprana edad? —preguntó Nino, con genuina curiosidad—. Debe haber sido todo un desafío.
Natalia tomó un sorbo de su bebida, pensativa.
—Bueno, supongo que fue esa conexión especial que sentí desde el momento en que elegí esa figura de bailarina durante la ceremonia —explicó, con una sonrisa nostálgica—. Mis padres lo vieron como una señal de mi destino, y honestamente, yo también lo sentí así. El ballet se convirtió en mi pasión, mi forma de expresarme y escapar de la presión que muchas veces sentía.
Nino la escuchaba con atención, fascinado por la forma en que Natalia hablaba de su arte.
—Es increíble cómo el ballet se convirtió en tu refugio —comentó, esbozando una sonrisa comprensiva—. Puedo entender por qué es tan importante para ti. Debió haber sido un camino lleno de sacrificios y dedicación.
Natalia asintió, con una mirada que reflejaba determinación.
—Así es. Mis padres siempre me han apoyado, pero a veces la presión por mantener un nivel de excelencia es abrumadora —admitió, soltando un suspiro—. Pero en el fondo, sé que esto es lo que amo hacer. Y cuando estoy en el escenario, cuando puedo expresar todo lo que siento a través de la danza, nada más importa.
Nino la observaba con una mezcla de admiración y empatía.
—Puedo entender lo que quieres decir —dijo, colocando una mano sobre su hombro en un gesto de apoyo—. Debes sentirte muy orgullosa de ti misma, Natalia. Tienes un don único y extraordinario.
Natalia se sonrojó ante el gesto de Nino, sintiéndose reconfortada por sus palabras.
—Gracias, Nino —respondió, con una sonrisa sincera—. De verdad aprecio tu interés y tu apoyo. Es reconfortante saber que hay alguien que entiende lo que significan mis sueños y pasiones.
Nino se sintió embriagado por la cercanía de Natalia y la conexión que parecía estar forjándose entre ellos.
De pronto, el celular de Natalia comenzó a sonar. Natalia miró su teléfono con una expresión ligeramente sorprendida.
—Oh, cielos, parece que mi siguiente clase ya empezó —dijo, con un toque de preocupación en su voz.
Nino se sintió un poco desilusionado al ver que su agradable momento con Natalia llegaba a su fin.
—Entiendo —respondió, esbozando una sonrisa comprensiva—. No queremos que llegues tarde a tu clase.
Natalia lo miró con una expresión divertida.
—Hablando de eso, ¿crees que podrás encontrar la salida tú solo? —preguntó, con un tono bromista—. No quiero que te pierdas en este lugar.
Nino rió nerviosamente, rascándose la nuca.
—¿Eh? Bueno, la verdad es que sin tu guía me sentiría un poco perdido —admitió, sintiéndose ligeramente avergonzado—. Pero puedo intentarlo, si tú me das algunas indicaciones.
Natalia sonrió y le dio unas rápidas instrucciones.
—Bien, es sencillo —dijo, apretando suavemente su brazo—. Sigue el pasillo principal hasta la entrada principal y estarás fuera. ¿Crees poder recordarlo?
Nino asintió, sintiéndose más confiado.
—¡Claro, lo tengo! —respondió, con una sonrisa—. Aunque si me pierdo, ¿puedo llamarte para que vengas a rescatarme?
Natalia rió, divertida por la ocurrencia de Nino.
—Por supuesto —dijo, guiñándole un ojo—. Estaré pendiente de tu llamada de auxilio.
Nino se sonrojó ligeramente, sintiéndose embriagado por la cercanía y la camaradería que compartía con Natalia.
—Bien, entonces me voy —dijo Natalia, dándole una última sonrisa—. ¡Que tengas un buen resto del día, Nino!
—Igualmente, Natalia —respondió Nino, observándola alejarse con un sentimiento de anhelo—. ¡Suerte en tu clase!
Natalia le dedicó una última mirada antes de desaparecer por el pasillo, dejando a Nino con una sensación de felicidad y emoción.
"¡No puedo creer que esto esté pasando!", pensó Nino, sintiéndose como si flotara en una nube. "Pasar todo este tiempo con Natalia, escuchar su historia, ver su danza... Es simplemente perfecto."
Con una gran sonrisa en el rostro, Nino comenzó a seguir las instrucciones de Natalia. Sin embargo, se equivocó de lugar. Ahora estaba perdido.
Nino tomó un suspiró y siguió caminando, hasta que Nino se detuvo frente a la puerta de los vestuarios femeninos, dudando por un momento. Una parte de él sabía que entrar ahí sin permiso estaba mal, pero la tentación de estar más cerca de Natalia era demasiado fuerte.
"Vamos, Nino. Sólo será un momento", se dijo a sí mismo, mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie cerca.
Con cuidado, Nino abrió la puerta y entró en los vestuarios, sintiendo una extraña mezcla de emoción y culpa en el estómago. Sus ojos recorrieron rápidamente el lugar, hasta que finalmente localizó el casillero de Natalia.
Se acercó a él, observándolo con detenimiento. "¿Debería...?", pensó, dudando por un instante. Pero su impulso de poseer algo que le perteneciera a Natalia fue más fuerte.
Nino miró a su alrededor una vez más, asegurándose de que seguía solo, y luego comenzó a manipular el cierre del casillero, tratando de abrirlo sin hacer demasiado ruido.
Después de varios intentos, finalmente logró abrirlo. Sus ojos brillaron con emoción mientras examinaba el interior, buscando algo que pudiera llevarse como recuerdo.
"Perfecto", murmuró para sí mismo, tomando una de los calcetines de ballet de Natalia y guardándola con cuidado en su bolsillo. "Ahora tengo algo que me recordará a ella siempre."
Con una sonrisa satisfecha, Nino cerró el casillero y se dirigió a la salida, tratando de contener su emoción. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero en ese momento no le importaba. Todo lo que podía pensar era en el calcetín que ahora guardaba celosamente.
"Finalmente tengo algo de Natalia", pensó, sintiendo una oleada de posesividad.
Nino salió sigilosamente de los vestuarios, sintiendo una mezcla de emoción y culpa por lo que acababa de hacer. Sabía que no debería haber entrado ahí sin permiso, pero la tentación de tener algo que le perteneciera a Natalia había sido demasiado fuerte.
"Ahora tengo un pedazo de ella conmigo", pensó, con una sonrisa satisfecha mientras tocaba el calcetín que guardaba en su bolsillo. Se sentía como si hubiera logrado un pequeño triunfo, una forma de estar más cerca de la chica que lo fascinaba.
Con cuidado, Nino siguió las indicaciones que Natalia le había dado y finalmente logró encontrar la salida principal de la academia. Se sintió aliviado al ver que había logrado salir sin ser descubierto.
"Eso estuvo cerca", suspiró, relajándose un poco. Miró una vez más el calcetín en su mano y lo guardó con cuidado, decidido a atesorarlo como su más preciado tesoro.
Al día siguiente, cuando Natalia llegó, Nino la observó atentamente, notando de inmediato que llevaba un calcetín blanco en un pie y un calcetín rosa en el otro.
Marinette se acercó a Natalia con naturalidad, saludándola con una sonrisa.
—¡Buenos días, Natalia! —dijo ella—. Veo que has combinado tus calcetines hoy.
Natalia parpadeó, bajando la mirada hacia sus pies.
—¡Oh, vaya! Tienes razón —respondió, riendo con nerviosismo—. Ayer en mis clases de ballet, alguien tomó sin permiso uno de mis calcetines. Pero no te preocupes, solo es un calcetín.
—¿Alguien te los robó? Que extraño... ¿Quién robaría un calcetín? —cuestionó Marinette.
—No sé, pero dejemoslo así. ¿Vamos a clase? —Nat sonrió ampliamente, restándole importancia.
Marinette asintió y fueron allá. Mientras que ella y Natalia caminaban hacia el salón, Natalia aprovechó para preguntarle a su amiga sobre Alya.
—Oye, Marinette, ¿sabes por qué Alya ya no pasa tanto tiempo contigo? Las veía muy cercanas —preguntó Natalia, con un tono de genuina preocupación.
Marinette se mordió el labio inferior, dudando un poco antes de responder.
—Bueno, no estoy segura, pero... creo que tiene que ver con que ella y Nino rompieron —respondió Marinette, con cierta cautela.
Natalia se sorprendió al escuchar eso.
—¿En serio? ¿Nino y Alya terminaron? —preguntó, con visible consternación—. Vaya, no tenía idea. Eso es... inesperado.
Marinette asintió con suavidad.
—Sí, parece que fue una decisión de mutuo acuerdo —explicó—. Pero Alya ha estado un poco distante últimamente. Supongo que necesita algo de espacio.
Natalia reflexionó sobre esa información, sintiendo una mezcla de preocupación y... ¿esperanza? No pudo evitar pensar en Nino y en cómo se sentiría después de esa ruptura.
—Entiendo —dijo, con un tono más serio—. Espero que Alya y Nino puedan superar esta situación. Sé notaba lo mucho que se querían.
Marinette asintió con empatía.
—Yo también lo espero —respondió, dedicándole una sonrisa reconfortante a Natalia—. Pero por ahora, creo que lo mejor es darles su espacio.
Natalia suspiró y asintió, sabiendo que Marinette tenía razón. Mientras caminaban hacia el salón, no pudo evitar preguntarse cómo se sentiría Nino.
"Pobre Nino...", pensó, sintiéndose genuinamente preocupada por él. A pesar de todo, no podía negar que una pequeña parte de ella se sentía aliviada al saber que Alya ya no estaba con él.
Pero rápidamente desechó esos pensamientos. No era apropiado alegrarse por la desgracia de los demás. Una vez que llegaron, se sentaron en sus respectivos asientos.
Los demás estudiantes entraron cuando el timbre sonó, al igual que la profesora.
En el horario del almuerzo, Nino caminaba por los pasillos, sus ojos recorriendo cada rincón en busca de Natalia. Sabía que ella no conocía muy bien la academia, así que había decidido ofrecerle un pequeño recorrido.
De pronto, una voz alegre lo sacó de su concentración.
—¡Nino! —exclamó Adrien, acercándose a él con una sonrisa radiante—. ¡Qué coincidencia encontrarte por aquí!
Nino se giró al escuchar a su mejor amigo, una expresión de sorpresa inicial transformándose rápidamente en una sonrisa.
—¡Adrien! —respondió, estrechando su mano con entusiasmo—. ¿Qué haces por aquí?
—Bueno, estaba buscándote —explicó Adrien, relajado—. ¿Y tú? ¿Buscas a alguien en especial?
Nino asintió, sintiendo cómo sus mejillas se teñían levemente de rojo.
—Sí, de hecho... estoy buscando a Natalia —admitió, rascándose la nuca con nerviosismo—. Quería ofrecerle un recorrido por la academia, ya que creo que no la conoce muy bien.
Adrien sonrió con complicidad, palmeando amistosamente el hombro de Nino.
—¡Ah, ya veo! —exclamó, guiñándole el ojo—. Así que estás buscando a tu nueva amiga, ¿eh?
Nino se sonrojó aún más, riendo nerviosamente.
—Bueno, sí... Ella es muy especial para mí —admitió, sintiendo su corazón acelerarse al pensar en Natalia—. Y quiero que se sienta cómoda aquí.
Adrien asintió, comprensivo.
—Me parece una idea estupenda, Nino —dijo, con una sonrisa sincera—. Estoy seguro de que Natalia apreciará mucho tu gesto.
—Eso espero —respondió Nino, esbozando una sonrisa tímida—. Bueno, voy a seguir buscándola. ¿Quizás puedas acompañarme?
Adrien asintió, entusiasmado.
—¡Claro, vamos! —exclamó, pasando un brazo alrededor de los hombros de Nino—. Juntos la encontraremos.
Los dos amigos se encaminaron por los pasillos, buscando a Natalia. De pronto, escucharon la risa de ella...
Nino apresuró el paso, con una enorme sonrisa—. ¡Ahí esta! Hola Naty--
Nino se detuvo en seco, sintiendo como si le hubieran dado un golpe en el estómago. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a Natalia riendo y conversando animadamente con ese chico.
"¿Quién es él? ¿Por qué está hablando tan íntimamente con Natalia?", pensó Nino, sintiendo cómo los celos lo consumían.
Se quedó allí, paralizado, observando la escena con una mezcla de dolor y rabia. Ver a Natalia tan cercana a otro hombre le resultaba insoportable. Él había planeado pasar tiempo con ella, mostrarle el instituto y estar a solas. Pero ahora, todo eso se había esfumado.
Adrien notó la tensión en el rostro de su amigo y colocó una mano en su hombro, mirándolo con preocupación.
—Nino, ¿estás bien? —preguntó, consciente del cambio repentino en su actitud.
Nino apretó los puños, sin apartar la mirada de Natalia y el chico.
—Sí... Estoy bien —mintió, tragando saliva con dificultad—. Es solo que... No esperaba encontrarla acompañada.
Adrien siguió la dirección de su mirada y comenzó a entender la situación.
—Ya veo —dijo, con suavidad—. ¿Quieres que nos acerquemos y los saludemos?
Nino dudó por un momento, sintiendo cómo los celos nublaban su juicio. Pero luego, respiró hondo, tratando de recobrar la compostura.
—No... No creo que sea buena idea —respondió, con tono resignado—. No quiero molestarlos.
Adrien asintió, comprensivo. Sabía que su amigo estaba pasando por un momento difícil, pero no quería presionarlo.
—De acuerdo —dijo, palmeando suavemente su espalda—. Si cambias de opinión, estaré por aquí.
Nino le agradeció con una débil sonrisa, pero en su interior, sentía que se estaba desmoronando.
"¿Cómo pudo pasar esto?", se lamentó, observando a Natalia y al chico con agonía. "Ella... ¿Está interesada en alguien más?"
Apretó los puños con fuerza, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos. La idea de perder a Natalia antes siquiera de tener la oportunidad de acercarse a ella le resultaba insoportable.
"No, no puedo permitir que eso pase", se dijo, determinado. "Haré lo que sea necesario para ganarme su corazón."
Con ese pensamiento en mente, Nino se alejó a regañadientes, dejando que Adrien lo acompañara. Pero su mente y su corazón seguían enfocados en Natalia y ese chico, decidido a no dejar que nadie se interpusiera entre ellos.
Y ya tenía una pequeña idea... Iba a hacer que Natalia sintiera rechazo hacia Sergio. Pero, esto tomaría un pequeño tiempo.
Durante el fin de semana, Nino se encerró en su habitación, inmerso en un torbellino de pensamientos y planes para asegurarse de que Natalia no se acercara a ese chico que tanto le molestaba. Tomó una libreta y comenzó a escribir con determinación.
"Tengo que hacer que Natalia se aleje de él", se decía una y otra vez, sintiendo cómo los celos lo consumían.
A medida que las ideas iban surgiendo, Nino las plasmaba rápidamente en la libreta, sin detenerse a cuestionar la moralidad de sus planes.
Una vez que terminó de escribir, cerró la libreta para después acostarse en su cama.
Al día siguiente, Nino estaba en el instituto. Él frunció el ceño, mirando de nuevo la lista de planes que había escrito. Ninguno de ellos le convencía del todo. Sabía que tenía que hacer algo para alejar a Natalia de ese tal Sergio, pero no estaba seguro de si esos planes eran la mejor opción. El primero era demasiado simple, el segundo era muy arriesgado y el otro... meh.
—No sé, siento que son demasiado... aburridos —murmuró para sí mismo, pasando una mano por su cara con frustración.
Cerró la libreta y la guardó en su mochila, decidiéndose a dejar esos planes de lado por el momento.
Mientras caminaba hacia el salón de clases, trató de calmarse y pensar con más claridad. No quería que su comportamiento levantara sospechas ni incomodara a Natalia. Tenía que ser más sutil.
Se sentó en su lugar habitual y trató de prestar atención a la clase, aunque era difícil mantener la concentración cuando su mente estaba llena de pensamientos sobre Natalia y ese chico.
Con ese objetivo en mente, Nino se esforzó por mantenerse calmado y enfocado durante el resto de la jornada escolar. Tenía que encontrar una forma de acercarse a Natalia sin levantar sospechas.
Nino se había resignado a dejar pasar su plan, con ese típico pensamiento de "Qué flojera, lo dejaré así". Pero algo dentro de él le decía que no podía rendirse tan fácilmente. Decidió entonces ponerse a espiar a Sergio, su objetivo, como si fuera un felino acechando a su presa. Quería conocer a fondo sus hábitos y horarios, analizar cada uno de sus movimientos.
El primer día de su vigilancia, Nino encontró a Sergio en la sala de música, tocando el piano con maestría. Absorto en la melodía, Nino observaba con detenimiento cada uno de sus gestos.
Él parecía estar completamente concentrado, sus dedos danzando elegantemente sobre las teclas del piano.
Lo que Nino no se esperaba ver, era Natalia, quién bailaba con gracia y precisión al ritmo de la música.
Nino notó la conexión entre los dos, la forma en que parecían estar en sintonía, como si pudieran leer la mente del otro. Observó cómo Sergio ajustaba el ritmo de la música para acomodarse a los movimientos de Natalia, y cómo ella a su vez respondía a los cambios sutiles en la melodía.
A medida que pasaban los minutos, Nino se fue sintiendo cada vez más celoso... esto no debe ponerse cada vez peor.
El resto de la semana fue cada vez peor, tal cómo presintió. Cada minuto que pasaba, cada MALDITA hora, miraba a Natalia pasando el tiempo con Sergio.
Un día, Natalia estaba conversando con Sergio en los pasillos mientras platicaban.
—¿Cuáles son tus melodías favoritas, Sergio? —preguntó Natalia.
—Bueno, tengo varias favoritas, pero una en particular que me fascina es la Sonata Claro de Luna de Beethoven —respondió Sergio con una sonrisa—. Es una composición que expresa tantas emociones, desde la tranquilidad hasta la pasión. ¿Y tú, Natalia? ¿Tienes alguna pieza musical que te cautive?
Natalia pensó por un momento, con una expresión soñadora.
—Mmm... Creo que me inclino por algunas piezas de ballet, como El Lago de los Cisnes o La Bella Durmiente —dijo ella, con entusiasmo—. Hay algo mágico en la manera en que la música acompaña los movimientos de los bailarines, ¿no crees?
Sergio asintió, evidentemente fascinado por las respuestas de Natalia.
—Completamente de acuerdo —dijo él, con admiración—. Me encantaría poder tocar alguna de esas piezas para ti algún día, si te interesa.
Natalia sonrió ampliamente, emocionada ante la idea.
—¡Sería maravilloso! —exclamó ella—. Me encantaría escucharte interpretar esa música.
Nino, que había estado observando la escena a lo lejos, apretó los puños con frustración. Ver a Natalia tan interesada en Sergio le provocaba una punzada de celos que le revolvía el estómago.
"¿Cómo puede estar tan emocionada por pasar tiempo con él?", se preguntó, sintiendo que su corazón se encogía. "¡Yo debería ser el único que le interese!"
Tuvo que esforzarse por no interrumpir su conversación y hacer una escena. Sabía que eso solo empeoraría las cosas. En su lugar, se alejó discretamente, tratando de calmar sus emociones.
Una vez solo, Nino se recostó en una pared, respirando profundamente. Tenía que pensar en una manera de acercarse a Natalia sin que Sergio se interpusiera. Algo que le permitiera demostrarle que él era la mejor opción.
"¿Qué puedo hacer para que Natalia se fije en mí y no en ese tipo?", se preguntaba, buscando desesperadamente una solución.
Entonces, una idea cruzó por su mente. Recordó la pequeña Libreta en la que había anotado algunos planes. Tal vez alguno de ellos podría funcionar.
Con renovada determinación, Nino se dirigió a su casillero, buscó la libreta y comenzó a repasar sus opciones. Tenía que ser cuidadoso y sutil, pero estaba decidido a no dejar que Natalia se escapara de sus manos.
Una vez que escogió una opción, se fue a buscar la mochila de Natalia en su salón de clases. Claro, si es que estuviera ahí.
Su plan era lo siguiente: robar una pertenencia de Natalia y luego guardarlo en la mochila de Sergio para hacer creer que él lo robó.
Llegó a la sala de Natalia y pudo ver la mochila de ella reposada en la silla. Se acercó con sigilo y rápido la abrió para ver que había.
Nino se acercó con cuidado a la mochila de Natalia, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie lo estuviera observando. Con determinación, la abrió y comenzó a rebuscar entre sus pertenencias, buscando algo que pudiera servirle para su plan.
Sus ojos se posaron sobre una pulsera rosa pálido que sobresalía ligeramente de uno de los bolsillos. Lo tomó con delicadeza, sintiéndose victorioso.
"Perfecto", pensó, guardándolo discretamente en su propio bolsillo. "Esto será perfecto para mi plan".
Una vez que tuvo el objeto, se aseguró de dejar todo tal y como lo encontró, para que Natalia no sospechara nada. Con la pulsera a salvo, salió del salón y se dirigió rápidamente hacia la mochila de Sergio.
Buscó un lugar discreto donde nadie pudiera verlo y, con mucho cuidado, escondió el la pulsera dentro de la mochila de su rival. Sonrió satisfecho, sabiendo que esto sería el comienzo de su plan para alejar a Natalia de ese chico.
"Ahora, todo depende de que Sergio sea lo suficientemente tonto como para que lo atrapen", se dijo a sí mismo, sintiéndose seguro de su estrategia.
Salió de ahí con cautela, procurando no levantar sospechas. Tenía que asegurarse de que todo saliera a la perfección. Por Natalia, haría lo que fuera necesario.
Durante el resto del día, Nino se mantuvo alerta, esperando el momento adecuado para que su plan diera frutos. Sabía que sería cuestión de tiempo antes de que Sergio fuera descubierto con la pulsera en su mochila.
Cuando la hora del almuerzo llegó, Nino observó desde lejos cómo Natalia y sus amigas se reunían en la cafetería. Sonrió con malicia, anticipando lo que estaba por suceder.
De pronto, un grito de sorpresa resonó en el lugar. Nino se giró rápidamente, viendo cómo Natalia buscaba con desesperación algo en la mochila.
—Natalia, ¿qué sucede? —cuestionó Marinette preocupada.
—¡Mi pulsera! No está en mi mochila —dijo ella nerviosa—. Alguien... debía haberla robado...
Natalia estaba completamente devastada. Sentía como si un nudo se le formara en la garganta mientras Marinette y Kagami trataban de consolarla.
—No puedo creer que alguien haya robado mi pulsera —dijo Natalia, con la voz temblorosa—. Esa pulsera significa mucho para mí... Era de mi hermana mayor...
Marinette colocó una mano sobre el hombro de su amiga, mirándola con preocupación.
—Tranquila, Natalia. Vamos a encontrarla, te lo prometo —le aseguró, apretando su mano con suavidad.
Kagami intervino, con actitud decidida.
—Tienes razón, Marinette. Debemos avisar de inmediato a la profesora Bustier —dijo, frunciendo el ceño—. No podemos permitir que se salga con la suya.
Las tres chicas se apresuraron a buscar a la profesora, explicándole la situación con premura. Natalia les describió detalladamente la pulsera, enfatizando su valor sentimental.
—Es una pulsera de cuentas rosas y blancas, con un dije en forma de flor —explicó Natalia, con ojos ansiosos—. Por favor, tiene que encontrarla.
La profesora Bustier asintió con seriedad.
—No se preocupen, haremos una revisión exhaustiva de todas las mochilas —dijo, con tono resolutivo—. Quien haya tomado esa pulsera, tendrá que devolvérsela.
Dicho esto, la profesora convocó a todos los estudiantes del instituto en el salón de clases, solicitando que abrieran sus mochilas para ser revisadas. Uno por uno, los estudiantes fueron pasando al frente, con la esperanza de encontrar la preciada pulsera.
Natalia observaba con nerviosismo, rogando en silencio que la pulsera apareciera. Marinette y Kagami estaban a su lado, ofreciéndole su apoyo incondicional.
Finalmente, llegó el turno de Sergio. La profesora revisó cuidadosamente su mochila, hasta que, para sorpresa de todos, encontró la pulsera rosa.
—¡Aquí está! —exclamó la profesora, con una expresión de desconcierto—. Señor Valentin, ¿puede explicar cómo llegó esto a su mochila?
Sergio palideció, claramente sorprendido y confundido por el hallazgo.
—¿Qué? Yo... No sé cómo llegó eso ahí —balbuceó, negando con la cabeza—. Yo no he tomado nada que no me pertenezca.
Natalia sintió cómo la indignación y la decepción la invadían. Ese chico, al que consideraba amigo, había traicionado su confianza.
—¡Usted la robó! —acusó, con lágrimas de rabia en los ojos—. ¿Cómo pudo hacerme esto?
Sergio levantó las manos en señal de defensa, visiblemente aturdido por las acusaciones de Natalia.
—¡No, no! Yo no he robado nada, lo juro —insistió, con nerviosismo—. Debe haber algún error, yo...
Pero Natalia no lo dejó terminar, cerrándole la boca con un gesto brusco.
—¡Cállate! —le gritó, con lágrimas de rabia en los ojos—. ¿Cómo te atreves a mentirme de esa manera? ¡Eres un ladrón y un mentiroso!
Sergio retrocedió aún más, visiblemente intimidado por la ira de Natalia.
—Yo no... —intentó decir, pero Natalia lo interrumpió de nuevo.
—이런 일은 용납할 수 없어! 너는 내 신뢰를 배반했어! (¡Esto es inaceptable! ¡Has traicionado mi confianza!) —gritó, cambiando abruptamente al coreano, algo que solo hacía cuando estaba realmente enfadada.
Los demás estudiantes observaban la escena atónitos, incapaces de creer que la siempre amable y tranquila Natalia pudiera estallar de esa manera. Nadie se había imaginado que ella pudiera llegar a perder los estribos de esa forma.
Natalia seguía despotricando en coreano, su voz elevándose con cada palabra. Parecía que toda su ira y decepción se habían acumulado, y ahora brotaban sin control.
—미워요! (¡Te odio!) —gritó, señalando a Sergio con un dedo acusador—. 완전히 실망했습니다! (¡Estoy muy decepcionada!)
Todos los presentes observaban la escena con incredulidad, sin saber cómo reaccionar. Nunca antes habían visto a Natalia tan fuera de sí, y la intensidad de su ira los había dejado completamente sorprendidos.
—Natalia, por favor, cálmate —intervino Marinette, colocando una mano sobre su hombro—. Estoy segura de que debe haber una explicación para todo esto.
Pero Natalia no parecía estar dispuesta a escuchar razones. Su ira era demasiado grande en ese momento.
—¡No quiero escuchar nada! —espetó, apartando bruscamente la mano de Marinette—. ¡Ese ladrón no merece ni siquiera que lo mire!
Sergio intentó acercarse, aún más confundido y asustado por la reacción de Natalia.
—Natalia, por favor, déjame explicar... —suplicó, con voz temblorosa.
Pero Natalia lo fulminó con la mirada, haciéndolo retroceder.
—¡No te me acerques! —gritó, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No quiero volver a verte nunca más!
Dicho esto, Natalia salió corriendo del salón, todavía llorando de rabia. Marinette y Kagami se apresuraron a seguirla, dejando a todos los demás atónitos y confundidos por la escena.
Nino, que observaba la escena desde un rincón, sintió una mezcla de satisfacción y preocupación. Por un lado, se alegraba de ver a Natalia tan indignada con Sergio, lo que parecía estar funcionando según su plan. Pero, por otro lado, se sentía un poco culpable por haber provocado esa situación tan tensa.
"Quizás me excedí un poco...", pensó, tragando saliva con nerviosismo. "Pero al menos se está alejando de ese tipo".
Una vez que se calmó la situación, Nino buscó por todo el instituto hasta que finalmente encontró a Natalia refugiada en un rincón solitario, rodeada por Marinette y Kagami, quienes intentaban consolarla.
Se acercó con cautela, la preocupación reflejada en su rostro.
—Natalia... ¿Estás bien? —preguntó Nino, con suavidad.
Natalia levantó la vista, sus ojos aún enrojecidos por el llanto.
—Nino... —murmuró, con la voz quebrada—. ¿Cómo puede ser que Sergio me haya hecho algo así? Yo... Yo confiaba en él.
Nino se arrodilló junto a ella, devolviéndole la pulsera.
—Lo siento mucho, Natalia —dijo, con sinceridad—. Sé lo importante que era esa pulsera para ti. Debe ser muy doloroso.
Natalia tomó su pulsera, secando suavemente sus lágrimas.
—Es que... no lo entiendo —sollozó, con frustración—. Parecía ser tan amable y confiable. ¿Cómo pudo robarme algo tan valioso?
Nino la observó con empatía, sintiendo un nudo en la garganta al verla tan devastada.
—Tal vez fue un malentendido —intentó consolarla, aunque en el fondo, sabía perfectamente que no era así—. Tal vez alguien más puso la pulsera en su mochila.
Marinette intervino, con tono conciliador.
—Nino tiene razón, Natalia —dijo, apretando suavemente su mano—. Podría haber sido un error. No debes juzgar a Sergio tan rápidamente.
Natalia negó con la cabeza, jugando con las cuentas de la pulsera.
—No, yo... Yo vi la pulsera en su mochila —murmuró, con frustración—. No puedo perdonarlo. Me siento tan traicionada...
Kagami se acercó, colocando una mano en su hombro.
—Es comprensible que te sientas así —dijo, con empatía—. Pero tal vez deberías darle una oportunidad de explicarse.
Nino sintió una punzada de celos al escuchar a sus amigas intentando convencer a Natalia de perdonar a Sergio. Él quería que ella lo odiara, que se alejara de él para siempre.
—No creo que sea una buena idea —intervino, con firmeza—. Sergio ha demostrado ser indigno de tu confianza, Natalia. ¿Por qué deberías darle otra oportunidad?
Marinette lo miró con sorpresa, notando la intensidad en las palabras de Nino.
—Nino, entiendo que estés enojado por lo que le hicieron a Natalia —dijo, con cautela—. Pero tal vez deberíamos escuchar a Sergio antes de sacar conclusiones.
Nino apretó los puños, sintiendo cómo los celos lo consumían.
—¿Escucharlo? —espetó, con frustración—. ¿Acaso no viste cómo reaccionó Natalia? Está claro que ese tipo le hizo daño.
Kagami asintió, comprendiendo la posición de Nino.
—Tienes un punto —admitió, mirando a Natalia con preocupación—. Tal vez lo mejor sea que te enfoques en ti misma por ahora, Natalia. No permitas que Sergio se acerque a ti si eso te hace daño.
Natalia levantó la mirada, expresando una mezcla de gratitud y determinación.
—Tienes razón, Kagami —dijo, secándose las últimas lágrimas—. No voy a perdonar a Sergio. Él... Él me traicionó, y eso es algo que no puedo olvidar.
Nino sintió una oleada de satisfacción al escuchar esas palabras. Su plan había funcionado, y ahora Natalia se alejaba de Sergio, tal y como él lo había deseado.
—Me alegro de escucharte decir eso, Natalia —dijo Nino, con una sonrisa sincera—. Mereces mucho mejor que alguien que te haga daño.
Natalia le devolvió la sonrisa, aún con rastros de lágrimas en sus mejillas.
—Gracias, Nino —murmuró, tomando su mano con gratitud—. Tú has sido un gran apoyo en todo esto.
Nino se sintió enrojecer ante el contacto, y su corazón se aceleró al ver la mirada de Natalia. En ese momento, se juró a sí mismo que haría todo lo posible por cuidar de ella y protegerla.
"No dejaré que nadie más te lastime, Natalia", pensó, con determinación. "Yo siempre estaré aquí para ti".
Mientras tanto, Sergio observaba la escena desde lejos, visiblemente afectado por la reacción de Natalia. Parecía genuinamente confundido y dolido por la acusación, pero Nino no sintió ni un ápice de piedad.
"Que se pudra", pensó, con una sonrisa de satisfacción. "Ahora Natalia es mía".
Con ese pensamiento en mente, Nino se concentró en consolar a Natalia, abrazándola con delicadeza y ofreciéndole todo su apoyo. Haría lo que fuera necesario para mantenerla a su lado, incluso si eso significaba seguir mintiendo y manipulando a los demás.
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