2.

Sayaka era popular en Kibougamine Gakuen. Nadie podía negarlo.

Debido a su estatus como idol, sus canciones, apariciones en televisión y entre otros, era prácticamente imposible que personas cercanas a su edad, ya sea menor o mayor, no la reconocieran. Había tanta información sobre ella en Internet que Sayaka ya no era ajena a que la trataran como si en verdad la conocieran.

Eso, y que por alguna razón le dio pereza crear un nombre artístico que separara su yo real del de las pantallas.

¿Estás bien, Maizono-san?

Entonces, Sayaka recordó su primer año de preparatoria.

Sus cosas esparcidas por el suelo, su hombro con un posible futuro moretón y un chico de estatura más baja que la miraba con preocupación de rato en rato mientras recogía lo que había tirado.

Sayaka lo reconoció cuando se las entregó. Makoto Naegi. No estaban en la misma clase, pero lo había visto antes.

Por un segundo pensó que lo había hecho a propósito. Vamos, chocar accidentalmente con alguien como ella no podía ser coincidencia.

Pero...

¿"Maizono-san"? —repitió confundida.

¿Eh? ¿Ese no es tu apellido? —él pareció entrar en pánico por un segundo.

Habiendo pasado ya un tiempo en la industria de la música y la actuación, Sayaka había aprendido a diferenciar verdad de mentira y este chico...

Sus ojos verdes mostraban genuina consternación y vergüenza.

¿Ah? —Sayaka no esperaba que le contestara con una pregunta —. No, bueno, sí —él inclinó la cabeza sin entenderla y esta vez fue ella la que se avergonzó de la nada. Vaya manera de olvidar su propio apellido —. Es solo que últimamente todos me llaman por mi nombre... ¿Por qué no lo haces tú?

La última parte salió de su boca antes de darse cuenta, pero ya era muy tarde para cambiarlo.

Sayaka tragó saliva. De seguro ahora pensaba que estaba siendo arrogante, ¿no?

Sin embargo...

... Es embarazoso...

Esta vez fue Sayaka la que inclinó la cabeza. Definitivamente no esperaba esa respuesta. Su sorpresa debe haberse revelado en su cara, pues cuando Naegi la miró otra vez, empezó a explicar.

Quiero decir... No me has dado la confianza para eso... —aunque su explicación terminó como si se lo estuviera cuestionando a sí mismo.

Entonces sin querer, Sayaka rió. No fue una risa escandalosa ni mucho menos, pero sí fue verdadera, lo que por alguna razón causó que Naegi entrara en pánico de nuevo.

¡Ah... Pero si no te gusta, puedo intentar llamarte por tu nombre! —sugirió moviendo las manos, como si enfatizara sus palabras, pero con la voz temblorosa de alguien que dudaba.

() () () ()

Sayaka exhaló y negó con la cabeza cuando el recuerdo llegó a su fin. En ese entonces, ella había preferido esperar a que ambos tuvieran la confianza suficiente en el otro para llamarse por sus nombres; sin embargo, ahora sentía que probablemente se estaba arrepintiendo de esa decisión.

Debido a sus horarios, su propio trabajo y a que no estaban en el mismo salón, sus conversaciones eran notoriamente reducidas. Se saludaban cuando podían y hasta a veces se prestaban notas de los cursos, pero no era ni de cerca suficiente.

Estaba segura que Leon había notado su frustración al respecto en ese entonces, pues varias veces le llegó a preguntar sobre Naegi.

Por eso, cuando inició ese año y se dio cuenta que ahora estaban en el mismo salón, no pudo evitar sentirse enormemente feliz. Sobre todo cuando empezaron a ser vecinos de escritorio.

Sayaka sentía que estaba teniendo mucha suerte.

—En serio me salvaste, Maizono-san —le comentó Naegi una vez más tras volver a su asiento junto a ella. Kuwata había convencido a Hagakure de ir a por algo de tomar antes de que acabara el mini receso.

Sayaka sonrió y cerró su estuche de lápices. Un poco inútil ya que lo tendría que volver a abrir.

—Ya te lo dije, no es para tanto —contestó.

—¿Entonces no quieres que te compre nada a cambio? —él preguntó.

—No, no es necesario, aunque...

Se interrumpió así misma con un jadeo sorprendido. Como había pasado antes, ese "aunque" había sido dicho sin ser procesado de la manera correcta.

—¿"Aunque"? ¿Entonces sí quieres algo? —insistió.

Sayaka se quedó en silencio unos segundos. Si era honesta...

—Bueno... Puede que sí quiera... Algo a cambio —comentó insegura. No estaba mirando a Naegi a la cara, como si eso fuera a evitar que él viera lo avergonzada que se sentía.

No era algo natural para ella pedir cosas. Sayaka obtenía lo que deseaba por ella misma, pero había cosas que no podía obligar a otros a hacer.

—Hay una película que estrena en la semana... Me preguntaba si, bueno..., si quieres ir conmigo.

—¿Eh?

Nunca, absolutamente nunca le había costado decir algo tan simple como eso. Por supuesto, gracias a Leon, no sería la primera vez que iba al cine con Naegi, pero ir con amigos e ir con un amigo en el que estaba interesada era totalmente distinto.

Debió haberlo pensado mejor. ¿Por qué estaba siendo tan arriesgada? ¿Y si decía que no?

Por supuesto, al tener todo eso en la cabeza, se perdió el sonrojo sorprendido de Makoto.

Él tragó saliva, tenía que decir algo.

—¿Me invitas, pero me haces pagar? Puedes ser muy cruel, Maizono-san —bromeó para aligerar el ambiente.

Esta vez fue Sayaka la que reaccionó con pánico.

—¡No, no, no es así! ¡Yo solo-...! ¡Yo quería-...!

Naegi entonces empezó a reír. A ojos de Makoto, ver a Maizono tan nerviosa por algo tan simple como lo era invitar a un amigo era algo novedoso y ciertamente agradable.

Makoto a veces olvidaba que, pese a todo, Maizono seguía siendo una chica normal.

—¡Eh! ¡Qué malo eres, Naegi-kun! —fue entonces que Sayaka se dio cuenta que había perdido la sensación de vergüenza.

Makoto sonrió al saber que ahora podría hacer algo por ella.

—Entonces, um... —esta vez, fue él quien de repente se sintió nervioso, aunque intentó camuflarlo mientras se rascaba la mejilla —. ¿Te parece bien el sábado?

El corazón de Sayaka saltó y casi dijo que sí, pero...

—Yo... Uh... Lo siento, tendrá que ser después de las grabaciones.

Las cuales, si calculaba bien, durarían alrededor de un mes. Ah, qué tonta había sido.

Sin embargo, Naegi no pareció molesto.

—No tengo problema, pero trata de no exigirte demasiado, Maizono-san.

Sayaka sonrió ante la preocupación de Naegi. Como persona pública, muchos asumían que la vida que llevaba era algo a lo que uno podía acostumbrarse si pasaba el suficiente tiempo, pero no era así. Naegi no lo daba por sentado. Naegi la trataba como a cualquier otro de sus amigos.

—¿Sabes por qué me exijo, Naegi-kun? —le preguntó

Él la miró confundido. No era un tema del que uno hablaría justo cuando ya estaba entrando el profesor.

Naegi negó y ella apoyó su cabeza sobre una de sus manos.

—Por las personas que se animan con mis canciones —contestó.

Sí, pese a todo, Sayaka Maizono era una idol por una razón: le gustaba ver sonreír a sus fans.

No importaba que tuviera que quedarse despierta hasta muy tarde o dormir menos horas. No importaba que a veces sintiera como que su carrera era más que ella misma. Ella estaba dispuesta a sacrificar su propia libertad, al menos hasta un cierto punto, por animar a quienes lo necesitaban.

Por supuesto, el dinero y otros privilegios eran un plus.

—Por eso, cuando estés triste, llámame. Cantaré hasta que te sientas mejor.

No supo si lo ofrecía de verdad o si lo decía de broma, y tampoco se atrevió a pensar en lo que Naegi había asumido.

Sin embargo, su sonrisa bastó para que ella relajara los hombros.

Le creía. No se burlaba ni pensaba que era una respuesta genérica. Naegi le creía.

Sayaka pensó en toda la suerte que tenía.

Quizá demasiada, pero eso no lo sabría hasta la semana siguiente, que el nuevo alumno llegó.

O mejor dicho, nueva alumna.

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