❛ 72 . 2 ❜
🔞🔞🔞
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
U N P L A N N E D
setenta y dos
❀̸
❛ 𝓕ase: luna de miel ❜
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
❝ Fui bastante bueno en cometer errores durante toda mi vida, pero contigo finalmente sé que hice algo bien. ❞
ㅡI Choose You, Forest Blakk.
14 DE MAYO, 2019
00:58 am.
❪ ❛ JEON JEONGGUK ❜ ❫
DURANTE EL RESTO de la noche, evité mencionar el tema nuevamente, aunque tratar de distraer a Haye no fue precisamente sencillo. Ella no iba a dar su brazo a torcer tan fácilmente. Y mi chica era testaruda, muy testaruda cuando se lo proponía. No la juzgaba, yo entendía su preocupación; ella había sido muy honesta al expresar su punto de vista, y en serio apreciaba que se preocupara tanto por mí. Sin embargo, conocía a Saerom, sabía cómo lidiar con ella y con toda su mierda. Y necesitaba hacer esto a mi modo, pero más allá de eso, necesitaba asegurarme de que Haye estuviera bien con mi decisión.
Haye era mi prioridad, no haría nada con lo que ella no estuviera de acuerdo, no quería angustiarla más de lo que ya estaba así que si al final ella decidía que quería que enviara a Saerom derechito por donde vino, yo lo haría.
Pero mientras, me aseguraría de que se olvidara de todos nuestros problemas por un par de horas más.
—Ya está, eso es todo, no puedo dar ni un solo bocado más —juró Haye con un tono quejumbroso, caminando perezosamente a mi lado—. Apenas puedo estar de pie. ¿Por qué no me cargas hasta el auto, mh?
La observé con una sonrisa, rodeando sus hombros con mi brazo para atraerla más cerca. Su aroma me llenó de inmediato.
—¿Eso quieres? —le pregunté, disfrutando de la cercanía y del brillo de ilusión en sus ojos.
—Sí, por favor. Y así puedes ejercitarte un poco; imagina que cargas un refrigerador —Haye puso las manos en su estómago y lo sostuvo como si tuviera una gran panza—. Uno lleno de deliciosa y costosa comida.
—¿Y yo qué gano? —inquirí, distrayéndome un poco por su inconsciente gesto de humedecer sus labios. Mhh. Esos suaves y tentadores labios rosados.
—Pues mi eterna devoción.
—Tentador.
—Y mi amor incondicional —añadió, sin dejar de mirarme con esos ojos que transmitían tanto y que fácilmente me desarmaban.
—Creí que ya tenía eso.
—Cárgame —suplicó con un adorable puchero, su voz llena de ternura—. Es una muestra de amor, mis piernas ya no pueden soportar más mi peso.
—¿Y yo soy el bebé? —ironicé, agachándome frente a ella para permitirle subirse a mi espalda—. Vamos, súbete.
La escuché reír con esa risita tierna y encantadora suya que siempre le hacía cosas a mi corazón justo antes de sentir todo su peso sobre mí. Cuando Haye se subió a mi espalda, se sostuvo firmemente de mis hombros y rodeó mi cuello con sus brazos, abrazándome de manera que sentí toda la calidez de su cuerpo contra el mío. Enganché mis brazos debajo de sus rodillas, asegurando que se sintiera cómoda y segura. Ella apoyó su barbilla en mi hombro, y pude escuchar su suave respiración cerca de mi oído.
—Ah, mucho mejor —suspiró, dándome un beso en la mejilla.
—Para ti —bromeé.
—Shh —siseó—. Es una muestra de amor, ¿recuerdas?
Viré mis ojos, divertido, y comencé a caminar. No estábamos tan lejos del estacionamiento pero a Haye le gustaba ser dramática. Ese era una de sus encantos. Mientras caminábamos bajo la suave luz de las farolas, decidí retomar nuestra conversación con una pregunta que había quedado antes en el aire.
—Entonces, sobre lo que hablábamos antes, ¿me decías que si pudieras volver en el tiempo, escogerías dedicarte a algo diferente? —recordé, tratando de captar nuevamente esa chispa de honestidad que habíamos compartido en el restaurante. Después de la conversación sobre Saerom, Haye se había interesado más que nunca en mi pasado, así como yo en el suyo, especialmente sobre las cosas no tan bonitas.
—Nope, dije que me lo pensaría dos veces.
—¿Y por qué? —indagué, porque si había algo de lo que Haye siempre había parecido muy segura, era de su carrera.
Ella guardó silencio por unos segundos, como si buscara las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. —Empecé a tomar clases de ballet a los cuatro años. Desde entonces, nunca lo he dejado ni he mirado atrás. Y amo lo que hago, en serio, pero a veces siento que es lo único que realmente conozco y lo único que hago bien. Es como si no supiera quién soy si quito eso de mí.
La vulnerabilidad en su voz hizo que me detuviera un momento, sus palabras resonaron profundamente en mí. Muchas veces olvidaba que Haye había tenido una infancia y adolescencia muy diferente a la mía, y a la de la mayoría de las personas con las que yo me rodeaba. Ella había escogido dedicarse a algo que demandaba todo su tiempo y atención, debido a eso nunca había tenido realmente tiempo para ella ni para nada más. Y a pesar de que amaba lo que hacía, eso debía de pesar en ella.
—Eres buena en muchas cosas, muñequita. Quizás no en la cocina, pero... —bromeé, intentando aliviar la tensión. Ella soltó una risita, y se abrazó a mí con más fuerza—. Pero hablando en serio, no deberías atormentarte por eso. Tienes veinte años y mucho tiempo para descubrirlo.
—Cierto.
—Y ahora también tienes un esposito que puede ayudarte con eso. Si quieres podemos empezar probando si eres buena con los deportes extremos. Yo creo que podría ser lo tuyo.
—Y yo creo que es algo que mejor debería descubrir por mi cuenta...empezando por cualquier cosa menos los deportes extremos —dijo con una sonrisa que no veía pero sabía que tenía, lo intenté—. Aunque, en todo lo demás te doy la razón.
—A veces puedo ser sabio.
—Seguro que sí, conejito —volvió a apodarme del modo menos varonil posible...aunque, no me estaba quejando—. Pero ese era solo uno de los motivos. La verdad es que el camino que escogí no es uno pavimentado con rosas. La dedicación total, las largas horas de práctica, las exigencias físicas extremas, y la presión constante para ser perfecta... A veces, cuesta mucho mantener todo en equilibrio.
Asentí, aunque yo ni siquiera podía empezar a imaginarlo. —Jimin dice que es muy duro, no solo en la práctica, sino en todo lo que implica dedicarse al mundo de la danza.
—Sí, pero creo que Jimin se quedó corto. No es sólo duro es...traumático, la mayoría de las veces.
Rememorando una anécdota compartida por Seulgi hace unos años, antes de que nuestros caminos volvieran a cruzarse, añadí—: Recuerdo que Seulgi me contó una vez que estabas lista para una presentación, te estabas cambiando para salir a escena y te diste cuenta de que habían roto tu traje.
La conversación me hizo recordar ese momento, fue indignante en ese entonces, pero ahora el solo pensar que Haye pasó por eso me hacía sentir impotente.
—Así es. ¿Y sabes qué fue lo que el maestro me dijo? Que era mi culpa por no haber estado más atenta.
—Que hijo de puta.
¿Qué carajos? ¿Y Haye había tenido que lidiar con esa mierda siendo una niña, lejos de su familia, en un país extranjero, completamente sola? Ahora me sentía más enfermo.
—Eso es lo que nos enseñan, a ser muy competitivos entre nosotros. Y ese maestro era un ser de luz comparado a otros que tuve. Había uno que me aterrorizaba tanto que no podía controlar las ganas de llorar cuando lo tenía frente a mí. No tienes idea de cuántas veces me sacaron de sus clases porque me ponía a llorar. Y no sólo eran unas cuantas lágrimas sutiles, nope, yo lloraba desconsoladamente.
Tenía un maldito nudo en la garganta.
—Nunca me habías contado eso.
Con ironía, Haye comentó—: Lo había olvidado, mi mente me protege de esos recuerdos, es el trauma.
Su tono burlón reveló un mecanismo de defensa ante el dolor pasado. Mi dulce Haye, quería matar a alguien.
—¿Quieres oír algo aún más enfermo? —preguntó.
—No estoy seguro —repliqué cauteloso. Me mataba saber que así había sido un día normal en su vida hace unos años, pero si ella quería hablar sobre ello y sacarlo de su sistema, iba a escucharla...aunque me matara por dentro.
—Más de cuatro veces me ocurrió que pusieron vidrio molido en mis puntas —reveló. ¿Qué mierda?
—¿Vidrio...molido?
—Sí, lo hacen para arruinar tus pies. A veces sucede sin que te des cuenta, simplemente te colocas las puntas, te cortas y entonces quedas inhabilitada, obligando a alguien más a ocupar tu lugar.
Sabía que Haye no estaba de acuerdo con esas prácticas, sin embargo, sonaba como quien se había resignado a aceptarlo como parte inherente de su disciplina artística.
Yo no pude ocultar lo horrorizado que estaba cuando le respondí con un rotundo—: ¿Qué carajos?
—Y luego estaban los entrenamientos que muchas veces eran...infernales. Cuando era más joven, a menudo me colocaban encendedores debajo de las piernas para que no las bajara, o me pinchaban con agujas para lograr una mayor elevación en mis movimientos.
—¿Tus padres sabían sobre eso?
Su respuesta fue contundente—: ¿Estás loco? ¡Por supuesto que no! No lo hubieran permitido, hubieran tomado medidas drásticas y me habrían arrastrado de vuelta a Corea.
Sí, yo hubiera hecho justo eso si hubiera sido ellos. ¿Cómo diablos había ocultado algo así durante tanto tiempo?
—Eras una niña. Y esa mierda suena como una tortura.
Haye suspiró con resignación ante mis palabras, reconociendo la crueldad detrás de esas practicas dentro de su mundo.
—Sí, desafortunadamente muchos maestros recurren a métodos bestiales en busca de la perfección. De todos modos, era mucho más duro cuando era más joven.
—Sí, porque ahora eres perfecta, ¿qué más podrían exigirte? —pregunté con sarcasmo, tratando de aligerar la pesadez del tema porque sabía que ella sólo quería desahogarse, no ser cuestionada ni recriminada.
—Oh, créeme, siempre encuentran algo —respondió Haye un tanto irónica, revelando la constante presión y exigencia bajo la cual vivía—. ¿Entiendes ahora que no soy tan frágil? Soy mucho más fuerte de lo que tú crees.
—Sí, pero ahora quiero cuidarte y protegerte incluso más. No pude antes, puedo ahora. Por cierto, nuestras hijas no serán bailarinas de ballet.
—Oye —replicó Haye con una risa suave, dándome un golpecito en el hombro.
—No dejaré que ningún maestro desquiciado torture a nuestras niñas.
—No todos son desquiciados. Tuve muchos maestros increíbles. Y yo misma podría enseñarles —negoció con ese tono dulce al que era imposible decirle que no.
—Bien, porque sólo te confiaría nuestras hijas a ti. Nuestras siete hijas —jugué con la idea y ella soltó una carcajada irónica.
—Olvídalo, Jeon, ya te lo dije: dos hijas, tómalo o déjalo —volvió a rechazar mi ambiciosa propuesta.
—Con siete hijas podrías tener tu propia escuela de ballet.
Haye se re acomodó en mi espalda con un pequeño brinco, soltando una risita contagiosa. —Que considerado, pero no quiero mi propia escuela de ballet, gracias.
Diablos, ¿qué hacía ahora con el escenario mental de una familia muy bulliciosa de nueve integrantes?
—Bien, será como tú quieras, por supuesto. Pero pasarnos nuestros treinta haciendo bebés no suena tan mal, piénsalo.
—Hablas como si criar hijos fuera como dar un paseo por el parque. Imagínate salen como tú: hiperactivos y escandalosos —señaló con cariño algo no muy cariñoso.
—No soy eso, pero incluso si lo fuera, tú me amas de todas formas. Así que amarás a nuestros hijos sin importar qué —respondí muy seguro, con una sonrisa cómplice.
—Por supuesto que sí —afirmó ella antes de volver a presionar un ruidoso beso en mi mejilla—. Pero sí resultan ser así, creo que con uno nos bastará.
—Yo digo que mejor esperemos a tener al primero. Luego ya podemos decidir —opiné, esperando disuadirla en un futuro, aunque sabía que era más bien imposible. Como sea, dos no estaba nada mal.
Mierda, era loco pensar que algún día realmente tendríamos hijas.
—Podemos hacernos una idea con bichito de Seulgi.
—Ser padrinos va a prepararnos. O va quitarnos todas las ganas.
Haye se rió. —Guarda esas ganas para dentro de diez años. Oh, Jeongguk, bájame, bájame.
Ordenó Haye de pronto, dándome dos golpecitos en los hombros para dejarla caer cuidadosamente sobre el suelo.
—¿Qué...? —cuestioné confundido.
—Shh, son los padres de Yeosang —indicó entre dientes en el momento que una pareja a la distancia parecía notar nuestra, o más bien, su presencia, haciéndole una amistosa señal de saludo a Haye.
Los padres de Yeosang.
Pero que suerte la mía.
—No digas nada —me pidió Haye con tono de súplica mientras ellos se acercaban a nosotros. ¿Qué creía que iba a decir?
—¡Haye! —saludó la señora madre del sufrido, con una sonrisa cálida y amable, yo sólo me quedé a un lado de Haye, con una sonrisa que esperaba no se viera tan forzada—. ¡Oh, cariño! ¿Cómo estás? Tanto tiempo ya sin verte.
—Señora Kang —Haye saludó a la señora con un efusivo abrazo que duró un par de segundos—. Estoy muy bien, ¿y usted? Que grata sorpresa encontrarla aquí.
—Hace poco nos estábamos acordando de ti —le dijo el padre de Yeosang, también con una sonrisa. Al parecer lo amargado no lo heredó de ellos—. Yeosang nos dijo que has estado muy ocupada.
Sí, ignorándolo.
—Sí, uhm, el estudio me ha mantenido muy ocupada y algo estresada. Apenas hoy pude hacerme algo de tiempo para distraerme un poco con...este es Jeongguk, por cierto —me presentó. Yo, cortés y amablemente, extendí mi mano hacia ellos, haciéndoles una ligera pero respetuosa reverencia con la cabeza.
—Es un placer conocerte, Jeongguk —expresó la madre de Yeosang, manteniendo su sonrisa cálida y amigable.
Yo miré a Haye de reojo y ella lo notó, por obvias razones, quería que me presentara por lo que era.
—Él es...uhh —Haye titubeó y yo tuve que contener el impulso de terminar la oración por ella—. Es mi novio.
Su novio.
Y una mierda.
Me mordí la lengua y tuve problemas para mantener la falsa sonrisa en mi rostro. La palabra "novio" sorprendió a los padres de Yeosang, supuse entonces que la palabra "esposo" los habría dejado realmente desconcertados.
—Oh, vaya, no sabíamos que tenías novio, eso explica mucho —comentó el padre de Yeosang en tono jocoso. La noticia no pareció molestarles tanto como al llorón de su hijo—. No podemos sacar a ese chico de la casa, quizás podrían presentarle alguna chica.
Felizmente.
Así tal vez dejaba de sufrir y babear por la mía.
—Seguro que sí, lo mismo le decía a Haye —respondí a la broma del señor Kang y Haye se las arregló para mirarme mal a pesar de mantener la sonrisa en su rostro.
—Yeosang odiaría eso, detesta la idea de las citas a ciegas —intervino Haye en nombre de su amiguito.
—Sí, últimamente nada le gusta —replicó la madre de Yeosang—. Supongo que todavía se está adaptando a la vida de regreso en Corea.
—Eso debe ser —Haye estuvo de acuerdo. Sí, claro, a lo que se estaba adaptando era a su nueva vida lejos de Haye.
—Le diremos a Yeosang que nos cruzamos con ustedes —agregó la señora Kang a modo de despedida.
—Envíele nuestros saludos —respondí. ¿Estaba siendo un dolor en el culo? Sí, ¿me importaba? Para nada.
—Y por favor dígale que lo llamaré en estos días para vernos —agregó Haye y la sonrisa se desvaneció de mi rostro. Karma instantáneo—. Fue un gusto poder saludarlos.
No logré procesar completamente la despedida, mi mente estaba en piloto automático mientras estrechaba la mano de los padres de Yeosang en un gesto de hasta luego. En primer lugar, había sido reducido a la categoría de "novio"; y en segundo lugar, ¿iba a encontrarse con Yeosang? ¿Sólo por habernos encontrado con sus padres?
—Eso estuvo mal —me reprochó Haye en voz baja una vez que los padres de Yeosang se hubieron alejado—. No tenías que burlarte de él enviándole nuestros saludos. No era necesario, fuiste muy inmaduro.
—Deberías estar agradecida de que solo fui "inmaduro".
—Jeongguk —me regañó, y rodé los ojos—. ¿Qué? ¿Ahora tú eres el ofendido?
—Me señalas a mí, pero ¿qué hay de ti? ¿Mi comportamiento estuvo mal? ¿Y qué hay del tuyo? ¿Decirles que soy tu novio sí estuvo bien?
—Los padres de Yeosang son como familia para mí. ¿Querías que les dijera: "Oh, por cierto, este es Jeongguk, mi esposo, ¿Yeosang no se los dijo? Claro que no, porque él tampoco tenía idea, ¿saben por qué? Pues porque nos casamos en secreto y no pude invitarlos a la boda, lo siento por eso, pero les prometo que no fue nada personal".
—¿Qué si yo te presentara como mi novia? ¿Te parecería bien? Además, esa es la verdad, lo sabrán tarde o temprano —resoplé.
Entendía su punto de vista, pero...mierda, no podía evitar sentirme mal.
Haye puso sus ojos en blanco. —Ya he perdido a suficientes personas por eso, no quiero que también ellos se sientan decepcionados.
Maldita sea, ¿por qué carajos no pensaba antes de abrir la puta boca? ¿Y por qué mierda siempre me sentía culpable por enfadarme? También tenía derecho a sentir...lo que sea que estuviera sintiendo.
—¿Vas a ir a verlo? —cuestioné con reticencia. Sabía que eventualmente ella querría hablar con él, pero la idea seguía sin gustarme.
Haye dejó escapar un suspiro. —Entiendo cómo te sientes con respecto a Yeosang, yo tampoco estoy contenta por lo que hizo, pero no puedo simplemente seguir ignorándolo. Antes de todo esto, él fue el que siempre estuvo para mí, lo de ahora no puede anular ni borrar todo eso.
—Su amistad no volverá a ser lo que era.
—Tú no sabes eso —sostuvo, y yo no estaba seguro de si estaba siendo demasiado testaruda o demasiado ingenua—. De todos modos, sólo espero que puedas entenderlo.
—No tengo otra opción, ¿o sí?
Haye alzó sus ojos grandes y brillantes, haciendo esa mirada que me recordó a un tierno cachorrito, y por un instante ahí olvidé que estaba molesto.
—No hagas eso —murmuré con un tono de reproche, sabiendo que si de por sí ya me costaba resistirme a ella, cuando me ponía esos ojitos, me era prácticamente imposible negarle algo.
—No vamos a terminar la noche molestos, ¿sí? Por favor, todo estaba siendo perfecto hasta ahora —me pidió, envolviendo mi cuello con sus brazos en lo que dejaba un suave y dulce beso en la línea de mi mandíbula—. ¿Jeongguk?
—¿Qué? —respondí, tratando de resistir el cosquilleo que sus labios dejaron en mi piel.
—Te amo.
—Mierda —maldije, el corazón latiéndome más rápido—. Bien, pequeña manipuladora, tú ganas. Ni siquiera recuerdo por qué carajos estaba enojado.
Haye soltó una encantadora risita victoriosa y se elevó de puntillas para fundir brevemente sus labios con los míos. Quería más. Ahora.
—Ya no haremos más paradas —le avisé, una vez que finalmente llegamos a nuestro destino.
Quería tenerla acurrucada contra mí y besarla de un modo que no era apto para el ojo público. Tenía que estar tocándola, tomando su mano o abrazándola, no podíamos hacer eso fuera de casa, y el no poder me ponía impaciente. Además, su embriagador aroma me había tenido deseando tenerla sólo para mí desde que salimos de casa. ¿De eso se trataba la fase de luna de miel? porque tenía sentido, sentía como que me volvía más y más adicto a ella. Estaba tan jodido.
—Aún tenemos que planear nuestro futuro, pensar el nombre de nuestras hijas y recostarnos en el césped a mirar las estrellas —enumeró, recordándome el plan que había hecho para nosotros esta tarde. Y bueno, el plan tendría un par de cambios.
—Todavía podemos hacer todo eso, podemos ver las estrellas y tenemos mucho césped en casa.
14 DE MAYO, 2019
01:32 am.
❪ ❛ BAE HAYE ❜ ❫
JEONGGUK SE HABÍA pasado toda la noche tratando de mantener mi mente apartada de todos esos pensamientos intrusos que amenazaban con perturbar nuestros, ya de por sí, limitados momentos de tranquilidad. Y el muy maldito sí que era bueno en eso.
—Yo creo...creo es lo más justo —intenté articular con dificultad mi punto de vista mientras que Jeongguk, con una determinación deliberada, buscaba distraerme, dejando un rastro de besos hambrientos y húmedos por la línea de mi mandíbula, bajando por mi cuello y deteniéndose en el delicado hueso de mis clavículas—. Uhm, ¿no estábamos tratando de...? Ah, Jeongguk —susurré sin poder contener un pequeño gemido cuando sentí su lengua trazar aquel punto sensible en mi cuello que siempre me hacía estremecer.
Se me escapó de la mente el tema de nuestra conversación en el instante en que su boca trazó un camino por el valle entre mis pechos, explorando con devoción cada centímetro de mi piel al alcance de sus labios. Una corriente de electricidad recorrió mi cuerpo cuando sus besos superficiales dejaron una estela de fuego en mi dermis, despertando ese tipo de sensaciones.
—¿Te dije ya que no quiero dispararte con un lanzador nerf? —susurró con una sonrisa astuta, recordándome el tema en cuestión antes de volver a hundir su rostro en el hueco de mi cuello.
Maldito seas, Jeon Jeongguk.
¿Por qué de pronto hacía tanto calor? Dios, estábamos estableciendo cómo nos organizaríamos a partir de ahora en los quehaceres de la casa hace menos de diez minutos, ¿cómo habíamos terminado así? Jeongguk no podía dejarse las manos quietas y mi voluntad quedaba por completo anulada cuando él me tocaba.
—¿Y quién te asegura que lo harás? —desafié, presionando mis labios juntos para ahogar mis delatores gemidos, sintiendo como su boca hacía su magia en donde él sabía que más me afectaba—. Tal vez te sorprenda.
—No, porque siempre te dejaré ganar.
—Jeongguk, no —protesté, despertando apenas de mi ensoñación e intentando apartarlo lo suficiente como para pensar claramente—. Sabré si lo haces.
—¿No hay otra forma? —me miró con una mueca divertida—. ¿No se te ocurre otra manera de organizarnos que no tenga que ver conmigo lanzándote dardos?
—Son de juguete, no vas a matarme —obvié, distrayéndome un poco con el intenso brillo de sus preciosos y redondos ojos—. Y no, no se me ocurre otra manera. Es lo más justo: si yo te disparo primero, tú te encargas de cocinar y de lavar los platos; si tú me disparas primero, yo me encargo. Sencillo. Además, es más divertido. Ah, y si te disparo en la cabeza, eso vale por dos días.
Teníamos que establecer cómo funcionarían las cosas de ahora en adelante, y quería que lo hiciéramos a nuestra manera.
—¿Y si siempre gano? —hipotetizó con suma confianza en sí mismo.
—Entonces seré tu esclava.
Jeongguk me regaló una de sus condenadamente atractivas sonrisas de costado y mi corazón se aceleró de un modo casi violento ante aquella atractiva visión suya. —Eso promete. De hecho, suena muy, muy prometedor.
—Esclava en la cocina.
—No he dicho nada —fingió demencia—. ¿En qué estabas pensando? Pervertida.
Bostecé, más bien fingí un bostezo. —Como sea, ya que no te lo tomas en serio, ¿ya nos vamos a dormir?
Hice el ademán de ponerme de pie, pero fui detenida en seco por Jeongguk, cuyos brazos rodearon firmemente mi cintura, impidiéndome levantarme y provocando que cayera de nuevo, quedando sentada en su regazo.
—¿Así será? —inquirió, acariciando suavemente un lado de mi rostro con una mano mientras me mantenía sujeta a él con la otra, evitando cualquier intento de escapatoria—. Si ahora me burlo de ti vas a castigarme, ¿mh?
—¿Te estoy castigando? ¿De qué manera? —me hice la desentendida.
Su suave beso rozó la comisura de mis labios, ascendiendo lentamente por mi mejilla en un recorrido tortuoso que terminó cerca de mi oído. Allí, su cálido aliento acarició mi piel, provocando un cosquilleo delicioso que me hizo retorcer ligeramente—: No dejándome hacerte el amor.
Ay, demonios ¿por qué me seguía ruborizando yo cuando era él quien decía esas cosas? Sabía que esas eran sus intenciones, ¿por qué me seguía sorprendiendo tanto?
—¿Qué? pero si no estaba...
Jeongguk se burló—: Te pones a la defensiva.
—¿Y?
—Uy.
—¿Quieres que en verdad me vaya a...?
—No, tú ganas —cedió antes de que pudiera concluir mi advertencia—. Puedes dispararme todos los dardos que quieras, lo haremos a tu modo. Excepto los fines de semana, esos días cocináremos y haremos todo juntos —condicionó Jeongguk, trazando suavemente el contorno de mi labio inferior con su pulgar.
Su mano seguía ahuecando mi mejilla, provocándome querer acurrucarme en el calor de su tacto como un gatito, porque sí, así de fácil caía en sus manipuladores encantos.
—¿De acuerdo? —preguntó, acomodando el molesto mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
Asentí emocionada, me gustaba mucho esa idea. —Y también haremos caminatas nocturnas.
—Y desayunáremos juntos siempre, sin excepciones.
—Y me abrazarás cinco minutos enteros, todos los días, antes de levantarnos.
—Te abrazaré toda la noche, muñequita.
—Lo tomo —sonreí ilusionada, olvidándome de que hace menos de un minuto estaba deseando darle un golpe—. ¿Qué más?
—Jugarás videojuegos conmigo siempre que te lo
pida.
—Lo haré si tú haces pilates conmigo siempre que te lo pida.
—No sé nada de pilates.
—No sé nada de videojuegos.
Jeongguk quiso protestar, él abrió la boca y titubeó, seguramente pensando en que lo mejor era que cada uno hiciera lo suyo, sin embargo, lo consideró bien antes de agregar—: De acuerdo, ambos podemos poner de nuestra parte.
—Así es. Aunque, primero tenemos que ver si tendremos algo de tiempo para todo eso de las actividades recreativas —bromeé, recordando apenas lo ocupados que ambos estábamos durante todo el día.
Una sombra de desaliento se coló en mis pensamientos al considerar nuestras obligaciones diarias, pero albergaba la esperanza sincera de que, tarde o temprano, el frenesí de nuestras vidas se redujese significativamente.
—Haremos tiempo —aseguró él, dejando una caricia reconfortante en mi mejilla—. Ah, y vas a tener que dejar que me duche contigo.
—Tampoco te pases —me reí, dándole un sutil golpe en el pecho.
La ducha podía ser un lugar peligroso junto a Jeongguk, sus intenciones nunca eran inofensivas.
—Anda —insistió con falsa inocencia, trazando suaves círculos con su pulgar sobre la piel de mi cadera—. Al menos una vez en la semana...prometo que tendré los condones a mano esta vez.
—Ugh, Jeongguk —resoplé y él se rió, mis mejillas inmediatamente comenzaron a arder—. ¿No conoces la sutileza?
—Estaba siendo sutil, pude haber sido mucho más explícito.
—Olvídalo, no siempre vas a salirte con la tuya.
—Es eso o ir a escalar conmigo.
¿Escalar?
¿Yo?
Jamás.
—Bien, como sea, podemos ducharnos juntos de vez en cuando, pero sólo ducharnos, ¿oíste? No te hagas ilusiones —decidí, porque no iba a fingir que la idea me disgustaba cuando era todo lo contrario.
—¿Vamos ahora? —jugó, mirando mis labios con ese brillo travieso en sus ojos.
Sentí sus dedos impacientes presionarse en la piel de mi cadera, manteniéndome firmemente presionada contra él. —Como que estás un poquito ansioso, ¿no?
—¿Ansioso? —inquirió con una sonrisa lasciva, moviendo mis caderas suavemente sobre las suyas. Diablos—. No estoy ansioso, muñequita, estoy caliente —afirmó siendo brutalmente honesto, como siempre, restregando intencionalmente su creciente excitación contra la parte más sensible de mi cuerpo.
Presioné mis labios juntos para ahogar el ruidito involuntario que amenazaba con delatarme. —¿Es que no te cansas?
—¿De ti? No, nunca.
—¿Cómo lo hacías antes para dejarte las manos quietas, hm?
—¿Y tú? —se burló, ¿disculpa?—. Si mal no recuerdo, tú eras la que se la pasabas poniendo a prueba mi débil voluntad.
—Sólo te besaba, Jeongguk, que tú te imaginaras otras cosas no era culpa mía.
Jeongguk soltó una risita baja. —Supongo que tienes razón.
—Por supuesto.
—Me refiero a que, si mi novia nos encierra en su cuarto, se quita la camiseta y se monta sobre mí, es totalmente mi culpa tener pensamientos impuros. Eso tiene mucho sentido.
—Cierra la boca.
Jeongguk sonrió y trazó suaves caricias en la piel desnuda de mi cadera. —Medio nos comprometimos esa noche.
—La primera vez que me lo propusiste fue más sencillo, sólo tuve que cuidarte mientras estabas borracho —le recordé esa noche, cuando jamás, ni en un millón de años, hubiera imaginado que realmente termináramos casándonos—. La segunda vez implicó un nivel distinto de compromiso de mi parte...tuve que casi desnudarme.
—Oye —él puso esa carita de cachorrito y yo sonreí inevitablemente, ¿cómo podía cambiar de estado tan drásticamente?—. No te lo pedí por eso.
—Si tú lo dices —bromeé, y Jeongguk hizo un adorable mohín—. ¡No es en serio!
Jeongguk escondió su rostro en mi pecho por un segundo, acurrucándose en mi calor. —¿Sabes que te amo por mucho más que solo este precioso, perfecto y caliente cuerpo, verdad?
—Eso esperaría.
Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios mientras elevaba su rostro desde mi piel. —Que modesta.
Con una expresión de confianza, Jeongguk humedeció con su lengua su labio inferior, deslizando al mismo tiempo su mirada hacia mi boca, enviando un escalofrío de anticipación por mi espalda. Quería un beso. Uno lento y romántico, pero no me besó. Sus dedos acariciaron gentilmente mi piel, hundiéndose con ternura mientras sus manos me guiaban suavemente hacia abajo, incrementando la presión que nos unía, creando esa electricidad palpable entre nosotros.
—¿Pues qué te digo? He trabajado duro en este cuerpo —mencioné con orgullo, tratando de no titubear ante su intensa mirada.
—¿Sí? —preguntó él, y en un gesto provocativo y lleno de insinuación, me impulsó hacia abajo, presionándome no tan delicadamente contra su entrepierna—. ¿Quieres trabajar un poco más duro?
Idiota. Él se estaba burlando de mí, tenía esa sonrisita ladina y socarrona curvando sus labios, sin embargo, acababa de decidir que no me importaba.
—Mh, apuesto a que sí —dijo, su voz resonando con un matiz afectado, sus labios entreabriéndose y su cabeza cayendo ligeramente hacia atrás en el momento que deslicé mis caderas de adelante hacia atrás sobre las suyas.
—No —presioné mis labios en la piel expuesta de su cuello y lo sentí estremecerse deliciosamente debajo de mí cuando chupé en aquel punto palpitante—. Pero apuesto a que tú sí quieres. Trabajarme duro, me refiero.
Jeongguk casi se ahogó con su propia saliva cuando oyó mis palabras y entonces yo fui la que sonrió, dos podían jugar ese juego. O podía intentarlo, porque la verdsd ya estaba toda colorada.
—Mierda, Haye —Jeongguk maldijo, su voz sonando más bien como un jadeo—. Si querías que me corriera en mis pantalones, lo lograste. Se acabó la diversión.
Puse mis ojos en blanco y me aseguré de que su declaración no fuera más que otra de sus bromas, por suerte, lo fue. —Eres solo habladurías, Jeon Jeongguk.
—Necesito más de un segundo para recomponerme. Todavía estamos vestidos y siento que si me tocas en serio voy a correrme —juró casi sin aliento, afianzando su agarre en mis caderas para que no me moviera.
—¡Ni siquiera he hecho nada!
—Haye —advirtió, como si no estuviera literalmente tiesa como estatua. Al parecer hoy estaba demasiado sensible.
—¿Qué? ¿No puedes aguantar otro poco, grandulón?
—¿No puedes aguantar otro poco, grandulón? —me imitó con voz aguda, y yo lo miré mal—. Tengo la imagen mental de la última vez que estuvimos así y me está haciendo algo.
—Pues quítala.
—No puedo. Estuviste increíble, tan increíble, nunca había visto nada más perfecto. Y...mierda, no paraste hasta que...
—¡Ya lo sé! —lo callé con un chillido, porque lo recordaba y me daban ganas de hacer combustión espontánea—. También estaba ahí. Y no volverá a pasar.
—Lo sé, por eso no voy a olvidarlo —se lamentó dramáticamente, retirando con lentitud sus manos de mi cadera. Por fin.
—¿Ya me puedo mover? —inquirí, y no obtuve una respuesta de inmediato, sin embargo, yo misma decidí otorgarme el permiso para hacerlo.
—Estás preciosa —susurró inesperadamente, y en mi vientre las mariposas revolotearon frenéticamente, de pronto me volví demasiado consciente de que sus ojos me bebían por completo—. Eres hermosa, tan...tan hermosa, cada vez que te miro, no puedo creer que te pertenezco. Y me perteneces.
—Oye, ¿qué intentas? ¿Hacerme el amor o hacerme llorar?
Jeongguk rió suavemente en la curva de mi cuello, enviando escalofríos con su aliento antes de depositar un tierno beso en ese lugar. —Sólo estoy emocionado por pasar el resto de mi vida contigo.
Mi corazón se encogió conmovido en mi pecho. Hoy había sido un día largo, sin embargo, a pesar de que todo lo demás era complejo, esto, nosotros, no lo era; amarlo, amarnos, era tan sencillo. —Y yo contigo.
Me sostuve de su cuello, presionando el resto de mi cuerpo con el suyo, deseando poder sentir de una vez su calor en todas partes. Así de fácil, Jeongguk se transformó en el foco principal de toda mi atención. Y en ese momento, las palabras parecieron superfluas, prescindibles, porque en el segundo que percibí su necesidad, mi mente se convirtió en un torbellino de emociones y sensaciones que nublaron mi capacidad de raciocinio...y de hilar palabras.
—¿Lo sientes? —presionó, intensificando la presión en mis caderas contra las suyas, probando expresamente su punto—. ¿Lo emocionado que estoy?
Por supuesto que tenía que salir con eso.
Jeongguk inclinó su rostro hacia el mío y capturó mi labio inferior entre los suyos, chupándolo y maltratándolo deliciosamente en lo que sus caderas no dejaban de alzarse, buscando encontrarse con las mías, rozando justo donde mi cuerpo ansiaba su contacto.
Sentí sus dedos tantear codiciosamente la piel cubierta por mi camiseta, él no dejaba de tirar de mí más cerca de él, empujándose igualmente en el proceso para eliminar cualquier distancia. Esa era la cosa con Jeongguk, cuando él me besaba, lo hacía con todo su cuerpo. Y no estaba siendo precisamente gentil. Su boca no me estaba dando tregua, no podía seguirle el ritmo, pero eso no parecía importarle mucho...y a mí tampoco.
Deslicé suavemente mis dedos por sus hombros, indicándole que quería que se quitara la prenda que lo cubría. Pero él, en lugar de permitirme terminar con la tarea, me alzó sin mucho cuidado en sus brazos, obligándome a sostenerme por instinto de sus hombros para que él seguidamente procediera a recostarme sobre mi espalda en el sofá. Su movimiento fue tan repentino y rápido, que apenas sí pude procesar que acababa de ocurrir.
Jeongguk se quitó la chaqueta y la camiseta casi simultáneamente, acomodándose entre mis piernas en lo que su cuerpo se cernía por completo sobre el mío. Su boca no tardó en volver a cubrir la mía con hambre y necesidad, eso me dificultó mucho más el poder apartarme de él.
—Jeongguk —hablé a duras penas, con mi voz siendo amortiguada por sus besos—. Oye, ya...—sonreí sobre su boca, volteando mi rostro para que me diera la oportunidad de hablar—. Para, hay que ir arriba.
—No, aquí está bien —protestó, deslizando con ansias sus besos por el costado de mi rostro, al mismo tiempo que sus traviesos y expertos dedos se encargaban de desprender sin ningún problema el botón de mis pantalones—. Levanta —indicó con voz baja, con la intención de que alzara mis caderas lo suficiente como para que él pudiera deshacerse de mis pantalones.
Sacudí mi cabeza, esbozando una sonrisa al observar la expresión de desaprobación y confusión en su rostro. —Quita esa cara, ya te dije que eso no va a pasar...no otra vez.
No existía sensación comparable a tener a Jeongguk de esa forma. Había significado un mundo de diferencia para mí, algo inmensamente más íntimo y especial, pero también había sido estúpidamente riesgoso y no podía volver a pasar. No estaba en control de natalidad y tenía que ser más responsable, teníamos, no podía meter la pata, no había ninguna posibilidad.
Tristemente.
Jeongguk resopló al oír la razón de mi negativa y se apresuró en alcanzar su chaqueta, yo me distraje un poco con la vista de su perfectamente bien esculpido torso...y rostro, ay, todo él era tan increíblemente atractivo, hacía que las mariposas en mi estómago revolotearan. Aunque, mi ensoñación no duró demasiado, pues él prontamente volvió a llamar mi atención al sacar un pequeño sobre plateado de uno de los bolsillos interiores de la chaqueta.
Ah, bueno.
—¿Lo has tenido todo este tiempo? —inquirí, dejando que él hábilmente se deshiciera de mi camiseta.
Y luego de mis pantalones.
—Por si acaso —replicó vagamente, apartando la prenda a un lado mientras sus ojos inspeccionaban detenidamente mi semidesnudez.
No tuve la oportunidad de sentirme autocrítica sobre mi apariencia o preocuparme por cómo diablos me veía después de haber comido todo lo que había comido porque...bueno, es que frente a él jamás me sentía insegura...ni poco atractiva, al contrario, la manera en la que Jeongguk me miraba: con esa intensidad, con ese resplandor en sus preciosos ojos, con ese sentimiento que no terminaba de comprender, todo el tiempo le hacía maravillas a mi autoestima. Y es que si no me hiciera sentir todo eso, simplemente no podría entregarme a él.
Jeongguk pasó su lengua por su labio inferior y, sin demora, se deslizó de nuevo sobre mí, envolviendo mi cuerpo con el suyo. Lo recibí felizmente, rodeando su cuello con mis brazos en lo que se hacía espacio entre mis piernas. Sonreí cuando su nariz tiernamente chocó con la mía, y busqué instintivamente sus labios cuando nuestros rostros quedaron alineados.
—Así que por si acaso, ¿eh? —lo molesté, rozando mis labios con los suyos y conteniendo el impulso de gemir pateticamente cuando sentí sus caderas presionando contra las mías.
—Nunca se sabe —me sonrió de medio lado, respirando entrecortadamente cuando su miembro cubierto rozó entre mis piernas. Jeongguk acercó su boca a la mía pero no me besó; parecía estar fascinado al observar cómo mi rostro reflejaba el placer que me provocaba cada sutil movimiento de sus caderas. Sus ojos no abandonaron los míos en ningún momento mientras él se cernía contra mí cada vez con más ansias—. Esas cosas pasan.
Mordí con fuerza mi labio, ahogando los ruiditos que en realidad sólo deseaba dejar de contener. La necesidad y el cosquilleo entre mis piernas se volvían más y más intensos con cada una de las burdas imitaciones de sus embistes, las cuales a pesar de darme cierto alivio, no eran ni de cerca el suficiente.
—Esas cosas no sólo pasan —le contradecí apenas, sintiendo que hablar de repente requería un esfuerzo considerable—. Tú...mhh, tú haces que pasen.
—¿Sólo yo? —se burló, delineando mi barbilla con su nariz, respirando profundamente de mí antes de sentir su lengua en el punto más sensible de mi cuello. Diablos, mis caderas se sacudieron involuntariamente en busca de las suyas, necesitando mucho más de lo que me estaba dando. Gemí penosamente y deslicé mis manos por su espalda, necesitaba tocarlo y que me tocara, ugh, era vergonzoso, Jeongguk me había convertido en esta cosa toda necesitada de él—. No eres tan inocente, dulce...dulce Haye.
Lo era,
antes de él.
Me reí cuando él sopló su aliento intencionalmente en mi cuello, haciéndome cosquillas. —Sí lo soy.
—¿En serio? —dijo con tono sarcástico, deslizando sus dedos como una caricia suave por el muslo de mi pierna y envolviéndola alrededor de su cintura. Quería más. Anhelaba sentirlo de nuevo de inmediato, sintiendo una urgencia estremecedora por aliviar el doloroso palpitar entre mis piernas, mientras él se burlaba de mí—. ¿Y quién fue la atrevida chica que tuvo la ingeniosa idea de frotarse contra mí hasta que...?
—Cállate.
—Con todos nuestros amigos en la casa —finalizó, sonriendo complacido al recordar aquella noche.
En mi defensa...no tenía realmente ninguna defensa, pero no era culpa mía. Supongo que había tenido todo eso de la revolución de las hormonas con un par de años de retraso. En todo caso, era su culpa por venir y provocar todo un caos en mí.
—No recuerdo nada de eso —mentí, cerrando los ojos y conteniendo la respiración mientras intentaba enfocar mis pensamientos en cualquier cosa que no fuera la forma en que sus dedos se deslizaban tortuosamente por mi vientre—. Por favor...
—¿No lo recuerdas? —insistió con diversión, delineando superficialmente el inició de mis bragas—. ¿Qué hay de "no quieres mi boca en otro lugar"?
—Idiota, en serio que no te soporto —maldije en un tembloroso suspiro, alzando mis caderas en busca de más de su contacto cuando él, sin previo aviso, tanteó con sus dedos por encima de la ropa interior la humedad entre mis piernas.
—¿O de "déjame jugar con él hasta que te corras", hm? ¿Tampoco lo acuerdas? —cuestionó, dejando en evidencia como su respiración se aceleraba mientras acariciaba con dos de sus dedos mi centro caliente. Me estremecí y sacudí instintivamente como respuesta a sus caricias, sintiendo calor en absolutamente cada parte de mi cuerpo cuando repitió el movimiento, frotando suavemente donde más lo necesitaba.
—¿Lo...lo memorizaste? —jadeé, en este punto ignorando por completo que tal vez debía de sentir bochorno por las cosas que dije anoche cuando deseaba complacerlo.
No era la única que decía cosas, dos podían jugar ese juego. O podía tratar. La verdad, no lograba formar pensamientos coherentes si Jeongguk se encontraba tocándome de esa manera tan impúdica.
Jeongguk buscó mi mirada con la suya, conectándonos mientras continuaba acariciándome de la forma en la que él quería, no con la suficiente presión ni la suficiente rapidez que yo urgía. Estaba siendo cruel, poniendo a prueba mi inexistente paciencia.
—"Me gustó la cara que hiciste cuando te venías", ¿piensas que podría olvidar algo de eso? —continuó fastidiándome, pasando la lengua por su labio inferior antes de proceder atraparlo entre sus dientes.
¿Cómo demonios podía verse tan jodidamente caliente haciendo eso?
La tensión evidente en su rostro me demostró que no sólo a mí me afectó su acción de apartar mi ropa interior hacia un lado para poder explorar sin restricciones mi sexo, sino que a él también. Con el primer contacto directo de sus dedos con mi centro palpitante, una deliciosa ola de calor se extendió por todo mi cuerpo.
Sentí como mi rostro se contraía por el placer que me sacudía cada vez que sus dedos se deslizaban por mis pliegues, frotando de la manera más exquisita y embriagadora aquel pequeño punto entre mis piernas que me tenía sumida en un torbellino de pensamientos incoherentes.
Jeongguk presionó su frente sobre la mía, sosteniendo mi mirada en todo momento. Sentí como nuestros alientos se entrelazaban, notando la irregularidad en su respiración a pesar de que se encontraba enfocado únicamente en mi placer, dejando de lado el suyo.
—Jeongguk —lloriqueé su nombre, siendo incapaz de quedarme quieta cuando su mano se encontraba trabajándome de manera tan exquisita—. Ah, sí, mhh, Dios, se siente...se siente tan bien.
—¿Sí? —dijo con un sonido ronco que parecía provenir del fondo de su garganta, presionando la punta de su dedo corazón en aquel lugar donde sólo él había estado—. Mh, mira eso...mi dulce chica ya está lista para tomarme.
Hizo énfasis, con su voz claramente afectada, presionando la palma de su mano en el punto más dulce de mi cuerpo mientras retiraba su dedo ligeramente, sólo lo suficiente para volver a empujarlo dentro de mí con exquisita precisión. —Tan apretada...y caliente —jadeó cerca de mi oído, bombeando su dedo dentro y fuera de mí, mientras que sus labios jugaban de forma perversamente provocativa con el lóbulo de mi oreja—. Mierda, me aprietas tan bien. Y mira la húmeda que estás...siempre tan lista para mí.
Mi visión se nubló de lágrimas no derramadas por la cantidad innumerable de sensaciones que estaba experimentando, era...demasiado, lo que le hacía a mi cuerpo, la forma en la que me tocaba, la manera en la que me hablaba...Dios, no podía soportarlo por mucho más tiempo.
—Jeongguk —gimoteé, tirando de regreso su rostro al mío, quería besarlo, necesitaba sus labios, su lengua, sentir todo de él.
Un gruñido ronco fue la única respuesta que obtuve. Él apretó su mandíbula con firmeza cuando moví mis caderas contra su mano, alzándolas y moviéndolas con cierta desesperación en pequeños movimientos circulares. Sentía que algo se estaba construyendo dentro de mí, el cosquilleo familiar y el creciente, e intenso calor en mi vientre me lo advertían, y mi cuerpo instintivamente se movía y hacía todo lo necesario para poder conseguirlo.
—En serio...en serio me gustó —reafirmé con patética necesidad sobre su boca, besándolo superficialmente en su confusión—. La cara que hiciste cuando te venías en mi boca —le expliqué casi sin aliento, deleitándome yo esta vez con el efecto que mis palabras podían tener en él—. Cómo me sostuviste en mi lugar, cómo te estremecías, y tu sabor...quiero hacerlo de nuevo.
El movimiento de su mano se entorpeció por un instante cuando mis palabras lo golpearon, perdiendo el exquisito ritmo que había establecido y llevándome lejos del precipicio de mi culminación. La frustración que me azotó, sin embargo, no fue permanente, pues cuando lo vi apartarse lo suficiente de mí para poder deshacerse de sus pantalones, me sentí incluso más emocionada. Estaba más que lista y eso era todo lo quería...a él.
El bulto bajo su ropa interior era más que prominente y la idea de que merecía un poco de atención se cruzó por mi mente. Antes quería afectarlo, pero yo verdaderamente ansiaba volver a tomarlo, no creí que pudiese ser a así, pero la experiencia de anoche me había resultado increíblemente satisfactoria, ver a Jeongguk tan vulnerable, tan perdido en su propio placer, era algo que quería volver a hacer...muchas veces.
Jeongguk volvió a hacerse espacio entre mis piernas, pero esta vez se encargó de deshacerse por completo de mis bragas, deslizándolas fuera de mi cuerpo. Me acomodé en mi lugar para recibir a Jeongguk de regreso, pero él permaneció muy quietecito en su posición. ¿Por qué no estaba haciendo nada?
Tuve el fuerte impulso de cerrar las piernas cuando él, en lugar de volver a acomodarse entre ellas, se quedó observando lujuriosamente mi sexo expuesto. Él no me permitió negarle la vista, por supuesto. Jeongguk pasó sus dedo por el interior de mis muslos, haciéndome temblar por sus crueles juegos, acercándose a mi centro, pero nunca lo suficiente.
—Por favor —pedí, supliqué, más bien, estirando mi mano en su dirección porque quería tocarlo...y jalarlo hacia mí.
—¿No querías jugar? —inquirió, muy entretenido con la forma en la que mi cuerpo reaccionaba a su tacto por la pura necesidad—. ¿Como puedes ser tan hermosa, mh? —elogió, humedeciendo sus labios, con la vista fija en el trabajo tortuoso que sus dedos estaban ejerciendo, tocándome habilidosamente, sólo para detenerse cuando más bien comenzaba a sentirse.
Sentí su dedo corazón introducirse en mí al mismo tiempo que presenciaba la imagen de él metiendo su mano dentro de su ropa interior, sacando finalmente su urgido pene de su confinamiento. Como siempre, aquella parte de su anatomía logró maravillarme; se veía imponente y muy listo, con la punta hinchada y las venas que lo rodeaban más visibles que en otras ocasiones. Mi corazón dio un vuelco violento cuando recordé cómo se sentía en mi boca. En este punto, ni siquiera era necesario que él sostuviera su erección con su mano, esta se encontraba tan firme que se mantenía sola y erguida contra la parte baja de su abdomen.
Creí que Jeongguk me haría terminar de esa forma, con esa caliente imagen suya acompañado de sus expertos dedos, fácilmente podía hacerlo...pero no, en lugar de eso, él bombeó sus dedos dentro y fuera de mí, cubriendo su mano con mi húmeda esencia sólo para luego envolver su longitud con esta, privándome de mi alivio para otorgárselo a él.
Jadeé con incredulidad, alzándome en mis codos al ver como se burlaba de mí. Traté de no distraerme con la fascinante imagen de él masturbándose con mi propia necesidad, pero apenas sí pude contener el impulso de trepar por su cuerpo.
—¿Es en serio? —inquirí con voz débil, queriendo transmitirle que no se me hacía nada divertido, pero fallando miserablemente porque mis ojos no dejaban de admirar la manera en la que se tocaba a sí mismo, rápido y duro, justo como lo necesitaba.
—¿No te gusta ver?
—Déjame hacerlo —pedí, incorporándome en mi lugar y olvidándome por completo de mi propia frustración—. Por favor —puse mi mano sobre la suya, deteniendo parcialmente su movimiento para reemplazarlo con el mío. Jeongguk tomó aire entre dientes y tembló sutilmente cuando lo acaricié—. ¿Te dije que también me gusta ese sonido que haces cuando te corres? —tonteé, arrastrándome más cerca de él.
No siempre me sentía con el valor de tomar la iniciativa, pero esta vez, antes de que siquiera pudiera reconsiderar hacer lo que estaba a punto de hacer, empujé a Jeongguk sobre su espalda, cambiando de lugar con él y montándolo al nivel de sus caderas.
Un suspiro tembloroso se escapó de mis labios cuando sentí ese ligero alivio que era capaz de provocarme el tan sólo sentir su dureza entre mis piernas. Jeongguk exhaló simultáneamente junto a mí, cerrando inmediatamente sus manos en mis caderas, enterrando sus dedos ahí.
—¿Qué intentas hacer? —alzó una de sus cejas, inmovilizando mis caderas con sus manos cuando quise moverme encima de él.
—¿No es obvio? —bromeé, inclinándome sobre su pecho para depositar un beso justo en el lugar donde intuía que latía su corazón—. Te estoy dando más para recordar.
Moví mi boca lentamente hacia arriba, besando dulcemente la piel de su cuello, imitando las acciones que él solía ejercer en mí. Jeongguk se estremeció cuando lamí y mordí gentilmente su punto sensible, y sus manos acariciaron impacientemente mis costados, deteniéndose en la curva de mi trasero, en donde enterró codiciosamente sus dedos, empujando mis caderas con las suyas, rozando su erección entre mis piernas.
Jeongguk se removió bajo mi cuerpo cuando me alcé sobre él, presionando mis manos en su pecho y arqueando mi espalda.
—¿Hay...? ¿Hay más? —preguntó con la voz entrecortada, su pecho subiendo y bajando irregularmente.
Me encogí de hombros, perdiendo el enfoque por un momento por lo bien que se sentía su dureza perfectamente alineada entre mis piernas, frotándose entre mis pliegues.
—Mierda, Haye —gruñó, incitándome a moverme con mas fuerza, guiando mis movimientos con sus grandes y fuertes manos—. Así...ah, mierda, sí, haz eso.
Lo hice, mi cuerpo respondiendo mecánicamente a sus mandatos, moviéndome con vergonzosa necesidad sobre su pene, sosteniéndome de su pecho para más soporte.
—Hay...sí hay más —admití, haciéndome ligeramente hacia atrás, tomando entre mis trémulos dedos el condón que había dejado a un lado.
Le tendí el pequeño sobre metálico, pero él no lo recibió, al contrario, permaneció recostado cómodamente en su lugar.
—Tú ponlo —desafío astutamente, sonriéndome.
—No sé cómo —refunfuñé.
—Aprende —se burló.
Lo miré mal, sin poder creer que siguiera tomándome el pelo en esta situación. —No.
—Bien.
—¡Jeongguk!
—Haye.
—O lo pones tú o me largo.
—¿No ves que lo estoy poniendo? —cedió al instante, deshaciéndose del envoltorio sorprendentemente rápido y cubriendo su longitud con la misma rapidez, vaya—. Que mandona.
Sí, bueno, ese era un trabajo que le dejaría a él. Sabía que no había muchas formas de poner mal un condón, pero no iba a arriesgarme.
Cuanto todo el asunto estuvo resuelto, Jeongguk despegó su espalda del sofá y se inclinó hacia mí, ahuecando mis mejilla entre sus manos antes de guiar mi rostro al suyo. No hubo prisa en el beso, en cuanto ambos dejamos de reñir infantilmente, pudimos deleitarnos el uno con el otro.
Mientras sus labios se fundían con los míos, Jeongguk desabrochó el broche de mi sujetador y me liberó de esa prenda, marcando un sendero de besos húmedos desde mi mentón hasta la suave curva de mis senos. Sus dedos se clavaron en mi trasero y mi centro palpitó con la necesidad de sentir algo allí. Sus labios se movieron a sus anchas y yo me estremecí cuando lo sentí tomar el pequeño montículo de mi pecho entre sus dientes, su cálida boca enviando calor sobre todo mi cuerpo.
—Muñequita —susurró, alternando entre lamer, morder y succionar con delicadeza el sensitivo punto, dejándome sin aliento con cada acción —. Mhh...te amo —declaró de forma espontánea, haciendo que las mariposas corrieran por mi estómago. Y por mi pecho. Y por todos lados.
Jeongguk volvió a alzar su cabeza y acercó su frente a la mía, inmediatamente doblé los dedos y los arrastré ligeramente por su nuca. —También te amo conejito.
Jeongguk esbozó una sonrisa encantadora y acercó nuestros labios, apartando con dulzura los mechones de cabello que se adherían a mi rostro. —Pero sí sabes que no se sentará sobre sí misma, ¿verdad?
Preguntó retóricamente, señalando sin nada de sutileza su imponente erección.
—Tenías que arruinarlo.
Puse mis ojos en blanco cuando en realidad, ya no podía soportarlo. Lo demás sucedió rápido, nuestros labios encajaron a la perfección y sus manos, firmemente sujetando mi cintura, me atrajeron hacia él. Hundí mis dedos en su cabello, disfrutando el instante íntimo en el que su lengua buscó la mía.
Metí la mano entre nosotros y envolví su erección con esta, dándole un ligero apretón antes de acomodarla perfectamente en mi abertura. Sentí su punta apenas presionar en aquel lugar y mis caderas se sacudieron, Jeongguk exhaló pesado y tragó.
—Ve con cuidado —advirtió en un hilo de voz, sosteniéndose a sí mismo para que yo pudiera tomarlo con cautela—. Hazlo lento.
Ya lo sabía. Había cometido el error de ir por ello a lo loco una vez, pero no era un error que planeara volver a cometer.
Jeongguk empujó lentamente su punta en mi pequeño agujero, acomodándose solito para ir más allá, y yo me sostuve de sus hombros, deslizándome cuidadosamente por su longitud. Al fin. El ligero dolor y ardor de ser penetrada nuevamente se mezcló con el placer de sentirme llena de él.
—Mierda...así es —jadeó Jeongguk, con su aliento cálido sobre mi boca, respirando entre dientes mientras se movía deliciosamente dentro de mí.
Me abracé a él, permitiendo que la sensación de Jeongguk enterrándose en mí se arraigara en mi ser, acogiendo sus movimientos mesurados y controlados, disfrutando de la mezcla de placer y dolor en lo más profundo de mí. Tenía que adaptarme, sentirlo las primeras veces seguía sintiéndose un poco incómodo, pero era un buen tipo de incomodidad.
—¿Estás bien? —se aseguró, buscando mi boca.
Asentí, guiando cuidadosamente mis caderas de arriba hacia abajo, yendo al encuentro de las suyas. —Sí...sí, muy bien.
—Te amo —reafirmó en un susurro, moviéndose en mi interior, escapándosele un gruñido cuando finalmente logré tomarlo por completo. Quise corresponderle, pero el placer que recorrió cada nervio de mi cuerpo cuando lo sentí llegar hasta al fondo, eclipsó por completo mi capacidad de raciocinio.
Me moví más rápido, estableciendo un ritmo que nos tuvo a los dos respirando con fuerza contra los labios del otro. Se sentía demasiado bien...y se sentía en todas partes, provocaba un anhelo por más, nunca era suficiente, nunca podría serlo. Jeongguk guió mis movimientos, empujándome firmemente contra sus caderas, haciéndome gemir desvergonzadamente cada vez que la punta de su eje golpeaba ese lugar.
—Dijiste que había más —me recordó, con voz baja y ronca, apretando su mandíbula y llevándome hacia sí, inmovilizando mis movimientos brevemente antes de indicarme que quería que moviera mis caderas en círculos, sabiendo bien que eso se sentiría increíble para mí—. Dime...¿qué más?
Le hice caso, moviéndome contra él de esa manera que lograba estimularme de la forma más exquisita. Comencé a balancear mis caderas contra las suyas, sintiendo su longitud masajear mi interior, haciéndome gemir mientras me retiraba y deleitándome con la sensación de piel contra piel.
—Quiero escucharte —pidió, repartiendo besos suaves y cortos desde mi mejilla hasta mi hombro.
—Yo...ah, Dios, me gusta...me gusta tanto...tanto la forma en la que me llenas —susurré sin aliento, sintiendo como mis piernas temblaban por el placer de lo que ocurría dentro de mí.
—¿Así? —provocó, enterrándose completamente en mí, con su lengua surgiendo para humedecer pecaminosamente sus labios.
—¡Sí! ¡Ah, sí, por favor...! —chillé por su repentino y preciso movimiento, gimiendo por el placer de sentirlo justo en aquel lugar, convirtiéndome en un desastre de nervios.
—¿Qué quieres? —presionó, con su respiración entrecortada, con sus músculos doblándose debajo de mí y el sudor perlado en su cuello mientras jadeaba y gemía sin contenerse; me encantaba y me daban ganas de llorar porque se sentía tan, tan bien.
Con sus manos agarradas firmemente en el hueso de mi cadera, me mecí sobre él, sintiéndolo todo dentro de mí mientras el punto más sensible entre mis piernas se frotaba contra su pelvis una y otra vez, más y más. No podía pensar en nada que no fuera lo mucho que amaba esa fricción, y estaba tan perdida en mi propia satisfacción que apenas noté la intención de Jeongguk de recostarme nuevamente en el sofá.
Lo noté cuando ya me encontraba recostada de espalda sobre este.
—¿Qué...? —balbuceé, permitiéndole sin rechistar que abriera mis piernas y se posicionara entre ellas. Esperé volver recibirlo de inmediato dentro de mí, pero en lugar de hacer eso, Jeongguk sostuvo su erección en su mano y la deslizó lentamente por mis pliegues, haciéndome rodar los ojos por la intensa ola de calor que me recorrió hasta la punta de los pies, erizando cada vello de mi cuerpo.
Oh...Jeongguk volvió a repetir la misma acción, frotándose contra mí, lento pero duro, asegurándose de que sintiera cada centímetro suyo desde la parte superior de mi clítoris hasta mi entrada. Observé como los músculos de su abdomen bajo se tensaban y relajaban con cada movimiento, respirando agitadamente mientras continuaba rozándose contra mí, más fuerte y duro con cada segundo que transcurría, haciéndome perder cualquier rastro de vergüenza. Hambrienta por mi orgasmo y sin aliento por los remolinos de placer llenando mi vientre, abrí más mis piernas, extendiéndolas y permitiéndole que hiciera lo que sea que deseara conmigo.
Cuando Jeongguk se cernió sobre mi cuerpo, buscando mi boca y tentándome ávidamente con su lengua mientras toda su longitud permanecía moviéndose entre mi resbaladiza entrada, yo fui incapaz de pensar en algo más que no fuera en él. Mis ojos se cerraron cuando él deslizó sus manos por mi cuerpo, tocando con hambre y necesidad, como si no pudiera tener suficiente. Y yo tampoco podía, lo necesitaba en todas partes. Arqueé la espalda contra la blanda superficie y enterré mis dedos en su pelo, atrayéndolos más cerca de mi, deseando fundirme en su calor.
—Eres perfecta...tan perfecta —habló en mi boca, delineando mi labio inferior con su lengua, presionando la punta de su eje con mi punto dulce. Oí su áspera voz y comencé a sentir pequeñas olas en mi vientre—. Quiero que te vengas así.
Obligó, empujándose con más determinación entre mis pliegues, haciéndome lloriquear, literalmente, por la deliciosa presión que sentía en mi vientre, las tentadoras vibraciones se sintieron tan bien que me sacudí bajo su cuerpo, besándolo nuevamente para ahogar inútilmente mis gemidos.
—Sí, sí...por favor, sólo...por favor —no sabía que trataba de decir, pero no importaba mucho porque los temblores y estremecimientos dentro de mi cuerpo no me permitían pensar—. Jeongguk —mi voz tembló mientras él bombeaba su pene alrededor de mi entrada, nunca entrando, sólo masajeando y jugueteando.
Mi núcleo palpitaba y ardía, lo necesitaba tanto, pero de esta forma...se sentía increíble. Él hundió su lengua en mi boca y una de sus manos cubrió mi pecho, apretándolo y pellizcando suavemente mientras aceleraba sus empujes. Calor fluyó de mí, las vibraciones profundas pulsando en zumbidos rápidos, arremolinándose en mi vientre.
Oh, Dios. Más rápido, más rápido, más rápido, imploré, alzando mis caderas con ganas de más, necesitando más. Jeongguk se frotó hacia arriba y alrededor, y grité por la brusca sacudida de toda su erección presionada en mi clítoris.
—¡Ah! Sí, sí, así...—chillé, temblando y conteniendo la respiración mientras el ciclón entre mis piernas se acumulaba en mí.
Me aferré a la espalda de Jeongguk y entonces me perdí, con el último vaivén de sus caderas, acariciándose contra mí, alcancé el punto más alto, latiendo y estallando mientras el orgasmo quemaba en mi interior, haciendo a mi corazón saltar en mi garganta. Sentía como mi centro se contraía alrededor de nada, una y otra vez, palpitando, y me tensé, con cada músculo de mi cuerpo apretándose mientras experimentaba las arrolladoras repercusiones de aquel orgasmo.
Pequeños espasmos me sacudieron y grité cuando Jeongguk en lugar de darme tiempo para procesar las millones de abrumadoras sensaciones que se extendían a lo largo de todo mi cuerpo, calentando todo a su paso, él me llenó, hundiéndose en mi interior hasta el fondo.
Jeongguk se retiró hacia atrás, se arrodilló entre mis piernas y las levantó hasta poder sostenerlas en sus hombros, procediendo embestir dentro de mí sin esperar a que el efecto de mi orgasmo cesara. Me olvidé de cómo diablos existir después de eso. Un tornado desgarró mi cuerpo cuando el penetró más profundo, arremolinándose entre mis piernas, volando mi mente en el proceso.
Jeongguk retiró sus caderas, pero volvió a empujar dentro de mí inmediatamente, duro y rápido. Él enterró sus dedos en mis muslos y su gemido vibró en su pecho, maldiciendo y expresando con palabras sucias lo bien que se sentía estar dentro de mí, enviando escalofríos a través de mi columna vertebral. Las lágrimas colgaron de las esquinas de mis ojos porque todo lo que estaba sintiendo, apenas podía soportarlo...era demasiado.
Jeongguk volvió a separar mis piernas para poder cubrirme con su cuerpo, llenándome con desesperación mientras me besaba, hundiéndose también en mi boca, tomándome con todo lo que podía. Pasé mis dedos por su cabello y sobre su cabeza, sintiéndolo derretirse en mis brazos. Lo amaba así. La expresión de puro éxtasis en su rostro aceleró aún más los latidos de mi corazón, sus labios entreabiertos y sus cejas juntas, evidenciando su latente deseo. Deslicé mis manos por su pecho, rodeando su cuello y por su espalda antes de rodear su cintura, abrazándolo.
—Te amo —repitió, apoyando su frente en la mía, con su cuerpo sudoroso pegándose al mío.
—Y yo te amo —repliqué con voz débil, manteniendo su rostro cerca mientras él se enterraba en mi interior.
Lo besé en todas partes, a lo largo de su mandíbula, su mejilla, bajando por su cuello, y volviendo a sus labios. De esta manera, sentía que podía sentir lo que él sentía, que podía pensar lo que él pensaba, era una conexión íntima y única, me hacía querer llorar porque era tan intenso y hermoso, no podía compararlo con nada más.
Sostuve su rostro en mis manos y pasé mis labios por sus párpados y su frente, presionando suavemente, casi mareada por su aroma y su sabor. Los movimientos de Jeongguk se volvieron más rápidos, pero por la forma en la que él buscaba que lo abrazara, lo volvió romántico.
Bajé la mirada entre nosotros, mirándolo perderse en mí y percibiendo el sutil cambio de como sus embistes se volvían irregulares, ansiosos y urgidos. Jeongguk tomó mi rostro y me obligó a mirarlo directamente a los ojos todo el tiempo, empujándose en mí con innegable necesidad, instintivamente mis piernas se abrieron más para él cuando parecía no poder tener suficiente.
Jeongguk rozaba con su pelvis exquisitamente mi punto sensible cada vez iba hasta el fondo, volviendo a encender ese fuego en mi interior.
—Haye, voy a...—avisó entre dientes, apretando fuertemente su mandíbula, deslizando su mano por mi vientre hasta encontrar el punto más delicado en mi feminidad, arremolinándolo en movimientos desesperados, como si buscara hacerme sentir lo mismo que él estaba sintiendo.
Y funcionó, porque con esto, sentí mi barriga calentarse mientras que algo se acumulaba. Cerré mis ojos con fuerza por aquel delicioso maltrato, lista para lloriquear de gusto mientras él bombeaba con más ímpetu, más fuerte y precipitadamente.
—Mírame —pidió, con ese tono demandante pero al mismo tiempo vulnerable, exhalando temblorosamente.
Obedecí, porque en estas situaciones, mi primer instinto era siempre el de hacer lo que él me decía, así que de la forma en la que pude, sostuve su mirada, intensa y oscura, sintiendo como el placer se deslizaba entre mis piernas, ansiando alcanzar ese punto culmine. Estaba cada vez más cerca y sentía como me deshacía con cada uno de sus erráticos y frenéticos embistes. Los dedos de Jeongguk permanecieron entre mis piernas, frotando e igualando la velocidad de sus empujes. Un gemido ronco, gutural, proveniente desde el fondo de su garganta salió de sus labios cuando su pene se sacudió en mi interior, palpitando de una manera que pude sentir cuando mis paredes se estrecharon a su alrededor. Instintivamente apreté mi estómago, gimiendo cuando una ola de hormigueo se extendió por mis piernas y subió por mi pecho. Dios, Dios, Dios. Mi boca cayó abierta cuando percibí que todas las sensaciones me inundaban, luchando por recuperar el aliento mientras me contraía alrededor de su pene, con ese intenso cosquilleo caliente llenándome profundamente.
Mis ojos finalmente se cerraron, sin ser capaz de mantenerme en este plano por otro segundo más, no podía seguir viendo la caliente expresión reflejada en todo su rostro, ni ese brillo lascivo en sus ojos, ni siquiera fui capaz de responder su beso cuando él cubrió mi boca con la suya, empujándose mecánicamente en mi interior, manteniéndose enterrado en mí mientras su orgasmo lo golpeaba con la misma intensidad. Su aliento caliente, mezclándose con el mío se sintió como una droga, debilitándome mientras su pene palpitaba y se corría en mi interior. El pulso en mi cuello latía a kilómetro por minuto y sentía que flotaba muy lejos de aquí.
Jeongguk escondió su rostro en mi pecho, derramando toda su liberación en el preservativo, aún muy profundamente dentro de mí. Su corazón latía tan veloz como el mío y su respiración era superficial, y sólo cuando los pequeños espasmos de su cuerpo se detuvieron, él se puso rígido e inmóvil, tratando de no dejar caer todo su peso sobre mí.
No me importaba en lo absoluto si lo hacía, por eso lo abracé fuertemente a mí.
Jeongguk dejó besos en mi pecho, clavículas y cuello, respirando en mi piel, sin apartarse de mí. Y tenerlo así, encima de mí...era una maravilla. Quería mantenerlo junto a mí, justo así, todo el tiempo. Deslicé mis dedos por su cabello, tratando de ralentizar mi ritmo cardiaco. Todo seguía muy caótico dentro de mí.
Jeongguk soltó un quejido ronco que vibró desde su pecho hasta el mío, haciéndome sonreír con la poca energía que me iba quedando. —No quiero apartarme.
Tampoco quería que se apartara así que permanecí pasando mis dedos por las despeinadas hebras de su pelo, al menos por unos pocos segundos más antes de que él se moviera a un lado fuera de mí. Bu.
—Odio estos —rezongó, refiriéndose al condón, levantándose de mala gana antes de hacer su camino directo al baño. Seguro los odiaba, pero probablemente no tanto como odiaría tener un...
Detuve el flujo de mis pensamientos, definitivamente no quería ir por ahí, especialmente no ahora.
Me incorporé en mi lugar, sintiendo la primera ráfaga de aire frío azotar mi cuerpo. Por Dios, estábamos a sólo unos pocos peldaños de la habitación, ¿por qué lo habíamos hecho aquí? Recolecté toda la ropa que se encontraba esparcida en el suelo, preguntándome cómo diablos mi sujetador había acabado justo bajo el sofá...
—Que vistas —silbó Jeongguk, regresando de mucho mejor humor...aún muy desnudo.
También estaba muy desnuda, recordé cuando me encontraba en suelo tratando de alcanzar la prenda.
—Déjalo —indicó, tirándome del brazo para poder acercarme a él—. Te prepararé una ducha.
—Tengo frío —protesté, metiéndome entre sus brazos, presionando mi mejilla en su pecho—. Oye, abrázame.
—Te estoy abrazando —se rió.
—Abrázame más fuerte —pedí, presionándome más a él.
Jeongguk lo hizo, me estrechó mucho más efusivamente y deslizó una de sus manos por mi cabello, sosteniéndome cariñosamente. —¿Estás bien?
Muy bien.
—¿Tú qué crees?
—Suenas feliz —percibió correctamente, ahora me miraba de una forma muy cariñosa. Lindo.
—Lo estoy.
—Bien —musitó, sin ir más allá.
—Espera, ¿te refieres a...?
—A todo...en realidad —esclareció, sin dejar de abrazarme.
—Estoy bien —reafirmé, haciéndome un poco hacia atrás para poder besarlo rápido en los labios—. Hoy me gustó mucho.
Jeongguk sonrió, quitó el cabello de mi rostro y dejó un dulce beso en mi frente.
—¿Sí? ¿Estás segura?
Sabía qué era lo que lo estaba molestando, y la verdad no podía decir que la situación me era indiferente, pero no iba a voltear todo esto en su contra.
—Si quieres saber si estoy bien con respecto al asunto de la perra mentirosa esa, yo...no sé lo que siento con certeza. No me agrada y no creo en una palabra de lo que dice, no me gusta la idea de que estés cerca de ella, pero no voy a decirte que hacer.
—No haré nada con lo que tú no estés de acuerdo, no quiero que esto sea un problema entre nosotros.
—Oye, si quieres intentar y hacerlo a tu modo, no voy a oponerme, tampoco voy a enfadarme contigo, pero...tan sólo prométeme que si ella intenta hacer algo, lo que sea, vas a enviarla derechito por donde vino.
—Lo prometo.
—Y no estés solo con ella. No puedes estar solo con ella, nunca.
—No planeaba estarlo —aseguró, besando la punta de mi nariz—. No tienes que preocuparte por nada de eso.
—Y no puede tocarte —fui muy clara, porque esta noche la zorra había cruzado todos los límites—. Es en serio, si vuelve a manosearte y acercarse a ti como lo hizo hoy, voy a...
—¿Qué? —instó, curioso y divertido, como si estuviera diciendo algo divertido—. ¿Qué harás?
—Simplemente no puede tocarte —establecí, estos ni siquiera eran celos...al menos no del todo—. Sólo yo puedo tocarte. Y ya, quita esa carita.
—Por supuesto que sólo tú puedes tocarme, no quiero que nadie más lo haga —quiso darme en el gusto, acariciando tiernamente su nariz con la mía—. A mí sólo me importas tú.
—Más te vale —traté de mantener una expresión seria en mi rostro, pero fallé miserablemente cuando él respiró en mi cuello, haciéndome cosquillas.
Jeongguk enterró su rostro en el punto que unía mi cuello y mi hombro, haciéndome reír y removerme en sus brazos cuando no soporté el sutil hormigueo.
—Te amo —juró repetidas veces mientras presionaba ruidosos besos y soplaba en la piel de mi cuello, complacido con las carcajadas que me robaba—. Gracias por no condenarme por...uhm, lo que pasó.
¿Me agradecía?
Él había sido honesto hoy, apreciaba eso como seguramente no tenía una idea. Además, lo que ocurrió en el pasado no tenía nada que ver conmigo. No me cegaba simplemente porque lo quería, esta chica estaba aquí, amenazándolo con difundir una historia que no era cierta, buscando perjudicarlo y volverme en su contra, ¿por qué? ¿por una decisión que ambos tomaron cuando eran jóvenes e inmaduros? Como si no hubiera sido ella misma quien aceptó que, en primer lugar, ese supuesto bebé podría o no haber sido de Jeongguk. No lo sabía, nunca podríamos saberlo, pero ¿por qué jugar con ese tema ahora? Tenías que estar muy mal de la cabeza para pensar en utilizar algo como eso para joder a una persona. Y tal vez Jeongguk no lo veía de la misma forma que yo, para en todo esto, él también era una víctima.
Agh, como odiaba todo esto. Sinceramente, estaba harta de las personas que se sentían con el derecho de imponerse y forzarse en la vida de Jeongguk y la mía.
—Nunca hice eso, y no tengo intención de comenzar a hacerlo ahora. Simplemente...por favor, si hay alguna otra chica que pueda aparecerse queriendo generar disturbios, dímelo de una vez. Las cosas están a punto de volverse un poco más caóticas y estoy en un punto en el que quiero estar preparada mentalmente para todo lo que se venga.
—No hay más.
—¿Ninguna otra ex novia de la cual tenga que cuidarme?
—Sólo he tenido dos novias.
—¿Alguna ex casi novia? —especifiqué.
—No todas estaban locas. Ni eran de cuidarse.
Casi me reí. —Bueno, si tú lo dices.
—Objetivamente...tú en un mal día eres más peligrosa que todas ellas, mi amor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top