❛ 58 ❜

Antes de leer: se viene capítulo con contenido de adultos (you know what i mean) y exceso de cursilerías, están advertidas ;)

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U N P L A N N E D
cincuenta y ocho
❀̸
❛ 𝓢iempre será amor
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❝ Cuando piensas en tu "por siempre"
ahora, ¿Piensas en mí? ❞

10,000 hours, Justin Bieber.

08 DE MAYO, 2019
11:50 am.


❪ ❛ JEON JEONGGUK ❜ ❫


▬▬ OBSERVÉ DETENIDAMENTE como Haye devoraba con demasiado entusiasmo su sencillo desayuno a prueba de tontos: yogurt con cereal, moviéndose cuidadosamente sobre la cama para sentarse con sus piernas cruzadas mientras que narraba los diálogos que ya conocía de memoria de the vampire diaries.

  
"¿Sabes por qué estaba en ese puente?" Recitó los diálogos, asombrándome al ver sus preciosos ojos brillando con lágrimas no derramadas, ¿en serio iba a llorar otra vez por la misma escena? "Volvía contigo, Stefan". Prosiguió, sorbiendo su nariz y tragándose el contenido de su boca. "Tuve que escoger...y te escogí a ti, porque te amo. No importa lo que pase, fue la mejor elección de mi vida.

 
Sabía que Haye era sensible, habíamos visto un montón de películas juntos y ella había llorado en todas, y cada una de ellas...sin excepción, sin embargo, hasta ahora no me había percatado realmente de lo fácil que era para ella ponerse a llorar. Hace unos minutos estaba riéndose a carcajadas y ahora estaba llorando como si alguien hubiese muerto.

 
—¿Cómo puedes...? ¿Cómo puedes decir cosas como esas y luego...luego simplemente ir y romper su pobre corazón, huh? —hipó, metiéndose otra cucharada de yogurt a la boca, discutiendo con el televisor.

 
—No a los spoilers —jugué, secando con mi pulgar una de sus lágrimas—. ¿Por qué insistes en volver verla si sufres tanto?

 
—No lo sé, su amor era épico —lloriqueó, sorbiendo nuevamente su nariz. Ah, era tan adorable, quería comérmela a besos—. Nunca me hagas eso.

 
—¿El qué? ¿Dejarte por Damon? —pregunté y su boca rompió en una sonrisa—. Nunca lo haría. Lo consideraría si fuera Klaus, pero...


Le sonreí, y al ver reflejado mi gesto en el resplandor de sus ojos, sentí cómo mi corazón se contraía en una dulce agonía de alegría. La manera en que su sonrisa iluminaba el mundo a su alrededor era como ese rayo de sol que se filtra a través de las nubes después de la tormenta; cálido, reconfortante, esperanzador. Sólo quería verla así de feliz y sonriente todo el tiempo. Quería ser el responsable de esa sonrisa, yo....mierda, estaba tan jodido. Necesitaba ser yo, ahora y siempre, la razón de esa felicidad; anhelaba ser el artífice de su alegría.

 
La amaba tanto.


Me encontraba irremediablemente atrapado en los hilos de su risueña expresión, y sentía, con cada latido, que mi amor por ella se profundizaba. Creía haber llegado al punto en el que mis sentimientos por Haye no podían profundizarse más, que no había forma de que estos pudiesen magnificarse, pero estaba equivocado. Apenas me daba cuenta de que la amaba con una intensidad algo abrumadora, con una pasión que creía haber explorado en todas sus facetas, pero ahí estaba ella, demostrándome que aún quedaban océanos de sentimientos por navegar.


Después de lo de anoche, mis pensamientos y todo mi ser estaba inextricablemente entrelazados con su esencia, me hallaba en un punto donde la idea de un amor aún más grande me parecía imposible. Había descubierto nuevas dimensiones de nuestra conexión, después de anoche, cada fibra de mi ser le pertenecía a Haye, y lo hacía con una certeza que superaba cualquier lógica o razón. Estaba convencido de que, más allá del entendimiento humano, estábamos unidos por un lazo que ya nunca podría destruirse. Así de profundo seguía cayendo.

—Me estás mirando raro otra vez —me atrapó, entrecerrando sus ojos con chistoso recelo—. ¿Es por mi cabello todo desastroso? Porque tú eres el responsable de...

 
—Me gusta tu cabello, no, amo tu cabello, así te ves hermosa —aclaré, se veía bonita cuando se maquillaba y se arreglaba, pero se veía igual de bonita cuando no lo hacía, tenía que saberlo—. ¿No notas que te estoy mirando con amor y absoluta devoción? Trato de ser romántico y me llamas "raro".

   
Haye se rió de mi dramatismo y dejó la taza sobre una de las mesitas de noche para proceder a literalmente montarse sobre mí, de la manera más inocente, por supuesto. Sus rodillas estuvieron a cada lado de mi cadera y ella envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. ¿Mencioné ya que después de lo de anoche, Haye se había vuelto mucho más pegajosa y cariñosa? porque lo había hecho, y estaba amando cada segundo de ello.

 
—Tienes que admitir que eres un poco raro —se burló, jugando con los mechones detrás de mi cabeza—. Tu historial lo avala.

  
—Te aseguro que no soy el único que ha hecho una propuesta de noviazgo con una presentación.

 
—Tampoco eres el único que le ha pedido matrimonio a una chica incluso antes de siquiera confesar sus sentimientos, ¿verdad?

  
En mi defensa, estaba borracho.

   
—¿Qué hay de cuando nos hiciste bailar sin música? ¡No! y cuando dijiste: "Alexa, pon música clásica para un baile lento" —recordó, soltando una risita—. ¿O cuando viajaste desde Jeju hasta acá sólo para verme como cinco minutos?

 
—Preciosa, eso no me convierte en alguien raro, me convierte en alguien muy enamorado...e intenso, pero oye, crecí viendo a mis padres, no puedes juzgarme.

      
Cuando lo decía de esa forma, me provocaba querer bajarle diez cambios a mi intensidad. No notaba esas cosas cuando las hacía, yo simplemente...las hacía y ya.


—Eso es lindo —halagó—. Tu intensidad es la razón principal por la que me gustas tanto.


Sonreí, justo cuando comenzaba a pensar que había llegado a abrumarla. —¿Recuerdas cuando no podías ni siquiera decirme que te gustaba?

  
Las mejillas de Haye se ruborizaron inmediatamente e hizo un puchero, frunciendo su ceño. —Que vergüenza, recuerdo cuando...ay, no, olvídalo, lo pienso y me dan ganas de vomitar.

  
—¿Qué? —presioné divertido—. ¿Cuándo dijiste: "Me gustan tus ojos, y...uhm, me gusta que seas tan brutalmente honesto y directo. Me gusta cuando me llamas al desper..."?


—¡Ya! —chilló apenada—. ¿En serio lo memorizaste? Creí que lo habías olvidado, por Dios, que vergonzoso.

  
¿Olvidarlo? Recordaba con detalle cada cosa que ella me había dicho.


—Fue la primera vez que sentí que realmente te gustaba, por supuesto que lo memoricé. Además, ese día me diste un beso...que sepas que pensé seriamente en tatuarme esa fecha en el brazo.

   
El beso más inocente y dulce de todos...en la mejilla, pero que me tuvo temblando patéticamente como una gelatina.


—¿Recuerdas también que fallaste en cocinarme una simple pasta, mh?


—Me estabas distrayendo —acusé.


—¿Yo? Disculpa, pero si mal no recuerdo, tú me tenías arrinconada.


—¿Arrinconada? Así haces que suene como si te estuviera acosando, trataba de seducirte, por cierto. Aunque tú eras inmune a mis encantos.


Haye resopló. —No creo que exista una chica inmune a tus encantos. Además, si hubiese sido así, creo que la historia sería muy distinta.

  
—Mh —escondí mi rostro en la curva de su cuello, inhalando mi aroma aún impregnado en ella y la abracé a mí—. Me gusta esta historia.

    
No cambiaría nada.

  
Sabía que esto apenas estaba comenzando, todavía teníamos muchos asuntos que resolver, muchos planes que hacer. Todo sería diferente ahora, teníamos un compromiso el uno con el otro y era...muy serio. Teníamos muchas cosas que aprender, mucho en lo que trabajar, pero nunca había estado más emocionado, ni tan preparado, para empezar una nueva etapa como lo estaba ahora.

  
Sabía que no sería sencillo, todavía teníamos que lidiar con todo el mundo exterior: con los padres de Haye, con mi padre, con mi detestable abuelo. Y apestaba, pero podía prever que no conseguiríamos las mejores reacciones, dudaba que tuviésemos mucho apoyo, pero...a la mierda, no éramos niños, no necesitábamos su permiso para empezar a vivir la vida que deseábamos. Además, esto, nosotros casándonos, ocurriría tarde o temprano, sólo nos habíamos adelantado un par de años.

 
Seulgi dijo una vez que creía que cuando Haye encontrara a su persona, pasaría el resto de su vida con ella. Y creo que en ese momento lo supe. Lo vi muy claro. Durante mucho tiempo me negué a cualquier clase de compromiso y un día, de la noche a la mañana, me encontré a mí mismo deseando, más que cualquier otra cosa, ser su persona. Eso me asustó como la mierda y me hizo pensar en alejarme, pero luego...la vi y entendí que no podría hacerlo. Si ella no se apartaba, yo simplemente no tendría la fuerza de voluntad para hacerlo.


¿Cómo podría permitirme perderla antes de siquiera tenerla?

No podía cometer tal error.


Y es que no fue una realización inmediata pero después de conocer a Haye, después de pasar tiempo a su lado, me di cuenta de que durante los últimos años había estado respirando un gas tóxico y venenoso, uno que había estado drenando mi vida y destruyendo mi alma, y que me convirtió en la clase de hombre que jamás quise ser.


Me perdí a mí mismo durante mucho tiempo, pero luego apareció ella, con ese adorable gesto de confusión en su rostro, con ese suéter rojo y ese tierno osito de peluche en el brazo, y la primera palabra que pronunció, la primera sonrisa que vi brotar de sus labios, fue aire fresco.


Ella era oxígeno.

  
Y tal vez merecía a alguien mejor que yo, tal vez merecía estar con alguien tan gentil y puro como ella, alguien más adecuado, más decente y respetable, pero...ella me escogió a mí. Y haría todo lo que estuviese en mis manos para que no lamentara su decisión. Nunca la perdería. Ella era dueña de cada gramo de mi alma, de cada pensamiento en mi cabeza. Haye era la dueña de todo mi corazón y de cada segundo de mi futuro. Sólo ella.


—Jeongguk —irrumpió en mis pensamientos—. ¿Piensas que hicimos lo correcto? —, pensé automáticamente, pero ella rápidamente agregó—: Es que...me siento tan segura al respecto que pienso que tal vez perdí la cabeza.

  
Sonreí, porque estaba esperando que la Haye racional hiciera su espectacular regreso. —¿Esperabas arrepentirte?


—No, pero...esperaba, no lo sé, tener alguna duda, que mi consciencia cuestionara un poco mi cordura y mis decisiones, pero de verdad que no hay...nada.


—Porque no hicimos nada malo, princesa. Apresurado, sí, pero ¿y eso qué? hicimos lo que muchos desean hacer pero que no se atreven. Fuimos fieles a nuestros sentimientos y a nuestra esencia, y actuamos en consecuencia a ello.


Tal vez nuestra esencia era extremadamente espontánea y precipitada, pero...así eran las cosas entre nosotros. Y me gustaba.

 
—Sí que eres bueno con las palabras, eh. ¿Acaso cometí un error y me casé con alguien más listo que yo?


—Definitivamente no, tú tendrás que cargar con la responsabilidad de ser la bonita, la inteligente y la racional de la relación. Yo seré el más enamorado.


—Nope, también soy esa.


—Olvídalo, tienes que dejarme algo. También seré el más cursi y el más romántico...evidentemente.


—Quédate con esas, pero soy la más enamorada.


Me reí. —Ni tú te crees eso, pero gracias por intentarlo, vuelva pronto.


—Ya —soltó una carcajada—. Que seas mejor expresando tus sentimientos no significa que estos sean más fuertes. Yo te amo mucho.

  
Ah, puta madre.

   
Estaba jugando sucio. ¿Cómo le hacía eso a mi pobre e inestable corazón? La sinceridad y dulzura en su última declaración me hizo algo. No podía con esos ojitos.


—¿Me amas mucho, mh? —pregunté y ella asintió, determinada—. Bueno, pero yo te amo mucho más, todo lo saben, muñequita —me burlé competitivamente, haciéndola refunfuñar.


—No seas pesado, déjame ganar esta vez, ¿sí?


—Siempre te dejo ganar, te vas a mal acostumbrar.


Ahuequé su rostro entre mis manos y presioné mis labios sobre los suyos cuando quiso replicar. Esa boca, tan dulce y tentadora. Sentía una urgencia latente y constante por profundizar nuestros besos, sin embargo, lo controlé mucho mejor que hace un rato.

  
Creo.

   
Quería tomarla aquí, ahora, lo había querido también hace un rato en la cocina, pero el rugido de su estómago vacío y hambriento me recordó que tenía que alimentarla. Y necesitaba ese recordatorio urgentemente porque no quería presionarla. Todo esto era nuevo para ella, no quería lastimarla, pero...aunque trataba, no podía dejar de pensar en que debajo de esa camiseta, no estaba usando nada más que sus bonitas bragas. Y ella estaba sentada justo encima de mí. Definitivamente me daba mucho crédito considerando que después de anoche, la deseaba con cada maldita fibra de mi ser...a cada maldito segundo.

       
Ni siquiera cuando me la pasaba con todas las hormonas alteradas mi cerebro me jugaba tan malas pasadas. Acababa de tomar su virginidad hace menos de veinticuatro horas y en algún momento, perdido la cabeza en el proceso. Necesitaba un poco de control.

 
—¿Qué quieres hacer hoy? —le pregunté, pasando mis brazos por alrededor de su cintura, queriendo desviar el rumbo de mis pensamientos—. ¿Te gustaría ir a...?


—No, no quiero ir a ningún lado, quiero estar aquí.


—¿Quieres ver the vampire diaries hasta morir?


—Puede ser —bromeó—. Y luego podemos cocinar algo juntos, tal vez pueda aprender algo de ti.

  
Le di un beso rápido en los labios y permití que mis manos acariciaran su espalda baja, necesitando tocarla de alguna manera. La verdad era que sí quería enseñarle algunas cosas, pero no precisamente de cocina.


—Hoy haremos lo que tú quieras, estás a cargo.


Haye protestó. —Ya sabes que eso no se me da, ¿Por qué me das tremenda responsabilidad?


—Porque mi cerebro ahora mismo sólo puede pensar en una cosa, muñequita, y estoy tratando de ser un buen chico.


Y un buen esposo.


Ah, mierda, aún tenía que acostumbrarme al concepto. Sonaba malditamente bien, pero todavía me parecía ajeno.


Vi la comprensión en el rostro de Haye, y por el hecho de ser ella, no esperé en ningún momento que directamente preguntara—: ¿Quieres hacerlo?


¿Huh?


—¿El qué? —inquirí, no queriendo sacar conclusiones erróneas. Luego me ilusionaba y...pues no.


—Jugar a la mamá y al papá —ironizó, poniendo sus ojos en blanco. Me reí, a mi chica no le gustaba ser muy técnica.


—Que atrevida —sonreí por su mala cara, es que esa ni siquiera debía de ser una pregunta—. Lo siento, sí, quiero hacerlo. ¿Tú quieres hacerlo?


—Ya no, arruinaste el momento.


—Oye —protesté cuando hizo el ademán de ponerse de pie, tirando de su brazo para que volviese a caer sentada en mi regazo—. ¿A dónde crees que vas?

 
—Por ahí —se encogió de hombros—. ¿O qué? ¿Acaso me quieres aquí sentada todo el día?

 
—Sí, eso es justamente lo que quiero —afiancé mi agarre alrededor de su cintura—. Te necesito cerca.

      
—Que lástima.


Fingió desinterés, pero se estremeció inevitablemente cuando presioné mis labios en aquel punto en su cuello que anoche la hizo suspirar. Delineé la línea de su barbilla con mi nariz y luego la besé superficialmente, apenas permitiéndome una probada de su sabor.

  
—Hueles a mí —me regodeé sobre su boca.

 
—Sí, porque estuviste todo sobre mí durante toda la noche, listillo —ella mencionó, inclinándose en busca de mis labios.


—Sí, porque tú querías "hacerlo bien" —le recordé, burlón—. Me querías todo sobre ti, admítelo.


Los labios de Haye se entreabrieron, escandalizada con mi falta de sutileza. —¡Yo me refería a mientras dormías!


Ah —solté una carcajada, deleitándome con esa exagerada expresión suya—. Sí, eso también. Me gusta que estés entre mis brazos mientras duermes. Y me gusta que huelas a mí. Me aseguraré de que apestes a mí de ahora en adelante.


Busqué sellar sus labios con los míos, pero ella se hizo hacia atrás, apartándose. Y por alguna razón, eso me dolió, no me gustaba que me rechazara, no me gustaba ni siquiera cuando lo hacía en broma.


—¿Qué? ¿Ahora qué dij...?


—Tengo una pregunta.


Oh, bueno. —¿Qué pregunta?


—Es sólo...curiosidad.


—¿De acuerdo? —dudé—. ¿Qué es?


Haye se removió algo incómoda, indecisa, como si no estuviese muy segura de cómo proseguir. Eso me inquietó.


—No te lo tomes a mal, es sólo que...¿tú...? ¿Tú realmente no sentías nada cuando...uhm, dormías con esas otras chicas? —preguntó finalmente y como que se me detuvo el puto corazón.


Carajo, esa era una pregunta que ciertamente no esperaba. Especialmente no ahora. Haye nunca me había preguntado por otras chicas, con excepción de Sowon, ella nunca había ido por ese camino y sinceramente no estaba seguro de querer ir por ahí. En ese aspecto, no había nada que pudiese decir que fuera bueno.


Pero ella tenía curiosidad, y percibí un deje de tristeza en su voz que me hizo evitar sus ojos.


—¿Y eso? —no pude responder directamente.


—Es que...no lo sé, simplemente no puedo imaginar hacer lo que hicimos con alguien por quien no siento nada.


Podía entender porqué era una idea difícil de concebir para ella. No creía que hubiese algo mejor que hacer el amor con alguien a quien realmente amabas. Era otra cosa muy distinta, nada se le comparaba. Y eso había sido para nosotros, esa era su única experiencia, por ende debía de ser difícil imaginar ese acto de un modo más superficial e insignificante.


—Sólo...me gustaría entender —agregó, encogiéndose de hombros, como si no fuera la gran cosa.

 
—Tal vez te sea difícil de creer, pero no tenía sentimientos por ninguna de esas chicas —admití, aunque no estaba orgulloso de ello—. Sentía atracción física, no había nada más.

    
Haye mordisqueó el interior de su mejilla y creo que mi respuesta la puso algo indispuesta. —¿Nada...más?

       
—No espero que lo entiendas, Haye, porque nunca será así para ti, lo nuestro siempre será amor, pero...mira, no quiero sonar como un patán, es sólo que con esas chicas era un acto vacío, una forma de obtener placer, no...tenía otro significado.

   
Tampoco iba a entrar en detalles. Desearía no haber estado con tantas chicas, pero no podía volver y cambiar lo que había hecho, y revivir esa mierda no tenía sentido. Entendía de dónde venía su curiosidad, pero eso no debía preocuparle, ella era mi futuro, y no quería que supiera toda la mierda que hice.

 
—Tu primera vez, ¿esa chica...? ¿Ella fue especial para ti? ¿fue...uhm, fue con...? —sabía a quien se refería: Sowon, fue evidente pues tuvo problemas incluso para pronunciar su nombre, pero no, mi primera vez no fue con ella, imaginaba que aunque no lo quisiera, esa incertidumbre le molestaba.

 
—No, fue antes de conocerla, con una chica que conocí en unas vacaciones, ni siquiera volví a verla después de eso. No fue precisamente "especial" pero, ya ves...—fui vago, había tenido mi primera vez con una chica que apenas conocía por calenturiento, no fue memorable ni nada, pero tampoco me atormentaba, apenas lo recordaba.


—¿En serio? —se sorprendió inocentemente.


Bueno, la mayoría de las primeras veces eran incómodas y no tan especiales. Haye había esperando bastante, por eso sus primeras veces fueron distintas.


—No tuve las mejores primeras veces, pero sí las últimas mejores.


No comprendió y su expresión la delató. —¿Las últimas mejores?


—Sí, ya sabes...tú eres mis últimas primeras veces.


Y a decir verdad, junto a ella lo único que me importaba eran los para siempre.


Haye sonrió y pude ver como aquella repentina inseguridad la abandonaba.


—De acuerdo, que buena respuesta —elogió contenta, descolocándome al verla ponerse de pie—. Ahora sí podemos hacerlo.

  
Me alivié al escucharla bromear, pero al instante volví a tensarme cuando la vi deshacerse por su cabeza de la gran camiseta que cubría su cuerpo. Creí que jugaba y ciertamente no esperaba ser expuesto a su parcial desnudez tan de repente. Mi corazón bombeó sangre violentamente a cada parte de mi cuerpo y no pude contener el impulso de admirarla con detenimiento.


Maldita sea, no llevaba sujetador. Ahí estaban, sus preciosos y firmes pechos en todo su esplendor, perfectos. Tragué duro y ella procedió a deslizar las bragas por sus piernas, exhibiendo su cuerpo por completo. Mieeeerda.


Haye aclaró su garganta, sacándome del trance en el que caí inmerso, indicándome sutilmente con su cabeza que esperaba que hiciera lo mismo. No lo pensé dos veces, separé las caderas de la cama y quité mis pantalones y bóxers al mismo tiempo, procediendo a tirar de su mano en mi dirección.


Haye, con piernas temblorosas, se sentó a horcajadas sobre mí, y antes de que yo ansiosamente sellara mis labios con los suyos, ella tiró del dobladillo de mi camiseta hacia arriba, ayudándome a deshacerme de la prenda que ni siquiera recordaba que traía puesta.


Haye buscó mi boca instintivamente cuando ambos estuvimos desnudos y yo me tragué su gemido cuando ella se meció sin ninguna advertencia sobre mí, tomando la iniciativa y dándome luz verde para ir más allá. Diablos, no parecía que fuera nueva en esto. Eso hizo que me enamorara imposiblemente más de ella.

  
Haye envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y balanceó sus caderas, sabiendo exactamente que hacer para afectarme, de todas las malditas maneras posibles, aunque...siendo justos, tampoco tuvo que esforzarse demasiado, con sólo sentir el calor entre sus piernas yo ya estaba muy listo. Llevaba listo toda la puta mañana.


Necesitaba enfocarme y recuperar un poco de control, teníamos que ir lento, ella estaría adolorida y no podía sólo tomarla, la quería regresando por más, sin embargo, mi dulce chica no lo hacía nada fácil. Su cuerpo se encontraba presionado deliciosamente contra el mío y sus caderas no dejaban de tentarme. La dulzura de su boca tampoco me estaba dando tregua.


—Preciosa —jadeé entre necesitados besos, tratando de llamar su atención—. Espera un segundo, tengo que pre...ah, mierda —mi pene se presionó en su abertura caliente y húmeda, y por instinto apreté sus caderas, casi gruñendo—. ¿Quieres matarme?


Haye soltó una risita y volvió a balancear su caderas pecaminosamente contra las mías, tuve que utilizar todo mi autocontrol para detener esa deliciosa tortura. Yo tenía que prepararla, no ella a mí, quería que fuera buena para ella, me negaba a lastimarla.

 
—Haye, nena...por favor.


—Estoy bien —aseguró en susurro suave y sin aliento, y toda mi sangre se fue al sur cuando ella deslizó su mirada hacia abajo, hasta la parte de mi cuerpo que se encontraba más evidentemente afectada por ella. Estaba dolorosamente duro y tenerla mirándome como si estuviese estudiándome no lo hizo más tolerable. Imágenes de la noche anterior, de Haye tomándome en su mano, de Haye recibiéndome en su interior, de su deliciosa succión, de su calor, hicieron que mi pene se sacudiera y creciera bajo su expectante mirada—. ¿Puedo...? ¿Puedo tocarte?


Carajo.

  
Yo quería tocarla. Sus muslos se encontraban abiertos y sólo podía pensar en lo mucho que necesitaba enterrarme en su húmedo calor. Quería probarla. Quería vivir deleitándome con el dulce y adictivo sabor entre sus piernas, pero al menos esta vez iba a permitir que ella hiciera lo que quisiera conmigo primero. No es que me quejara.


—¿Te duele? —preguntó, sus ojos parecían impresionados y curiosos, y casi salté, estremeciéndome, exhalando duro y rápido cuando ella tentativamente extendió su mano y empezó a acariciarme.

  
No me estaba preguntando eso, maldita sea. Ni siquiera fui capaz de hallar mi voz cuando vi su reacción al percatarse de mi cuerpo respondiéndole. Sus ojos se alzaron al ver como crecía y me erguía en su suave pero firme toque. Haye rozó la punta de mi pene con su pulgar y todos los músculos de mi abdomen bajo se tensaron.


¿Lo hace? —titubeó—. ¿Jeongguk...?


—No...mh, no, tú...tú haces que se sienta bien —dije apenas, alcanzando su mano para envolverla a mi alrededor—. Así —indiqué al verla dudosa de cómo seguir.


Haye asintió y lo hizo por su cuenta, sin embargo, su agarre fue demasiado gentil, como si temiera hacerlo mal.


—Más duro, preciosa —pedí y cogiendo nuevamente su mano, guié su movimiento, estrechándome fuerte y deslizando su mano de arriba hacia abajo. Solía ser más fuerte que esto, ahora sentía como que podía correrme sólo con eso—. Justo así, eso es...

  
Liberé su mano y Haye se centró en hacer exactamente lo que le pedí, mordiendo su labio inferior muy concentrada y conectando de vez en cuando su mirada con la mía, como si buscara mi aprobación. Eso era demasiado. No podía sostener su mirada, apenas soportaba el estímulo de saber que era su mano la que me cubría.


Eché mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos, enterrando dolorosamente mis dientes en mi labio inferior, necesitaba enfocarme en algo más que en el creciente placer, pero no estaba funcionando, el corazón me latía desbocado. Estaba tan jodido que ni siquiera podía verla haciéndome eso, si lo hacía me avergonzaría a mí mismo y me vendría condenadamente rápido.


Mierda, espera, espera...—pedí en un gruñido gutural, sosteniendo su muñeca cuando ella se aventuró en ir más duro y rápido, disfrutando de la deliciosa agonía de la expresión de mi rostro.


Necesitaba un segundo si no quería que perdiera la maldita cabeza, lo necesitaba casi tanto como volver a sentirla deshacerse entre mis brazos. Quería poner mis labios en cada parte de su piel, ansiaba primero sentirla, saborearla, y luego fundirme en su calidez, pero Haye estaba impaciente por algo más.


Quiero hacerlo así —declaró, su respiración oyéndose tan rápida y superficial como la mía.


Su petición llegó justo cuando envolví su cintura con uno de mis brazos con la intención de recostarla sobre su espalda. Quería tener mi turno con ella, nunca había necesitado nada de eso, pero ahora que lo hacía, Haye tenía otros planes.


No quería limitarla, quería que Haye explorara su sexualidad de la forma en la que ella deseara, a su ritmo, con sus condiciones, sin embargo, no tenía la certeza de si esta era una buena posición para ella, todavía era pronto, no quería que fuera doloroso para ella como las otras veces, me jodía la cabeza pensar en lastimarla a pesar de que a ella no parecía importarle demasiado.


—No sé si sea...—me las arreglé para decir, pero Haye distrajo mis ideas cuando presionó las palmas de sus manos en mi pecho y me obligó a recostarme en la cama. Demonios, Haye era mandona en la cama, ¿quién lo diría?—. ¿No vas a dejar que cuide de ti?


—Te necesito ahora —musitó precisamente y su labio inferior sobresalió, ah...Haye me estaba pidiendo que la tomara mientras hacía un puchero, mi chica sí que era especial—. ¿Por favor?


No importaba la situación, la naturaleza de Haye seguía siendo inocente, debido a eso sus mejillas se pusieron color carmesí sólo con pronunciar aquella palabra.


—Estaré bien, lo prometo —aseguró, considerando apenas mis preocupaciones.


—¿Sí?


—Sí, sí lo estaré.


—¿Y luego me dejarás hacértelo a mi manera? —le pregunté, deslizando mis manos por sus costados, pasando por sus costillas y deteniéndome en sus perfectos pechos. Ella contuvo el aliento cuando delineé su pequeño montículo y dificultosamente asintió.


Era tan hermosa que me nublaba el jodido sentido. Quería acariciarla y sostenerla. Nunca creí que pudiera sentirse así. La necesitaba tan malditamente mal. Y tenerla aquí, de esta forma, desnuda y tan vulnerable, era como llevar a cabo una fantasía.


—¿Segura que puedes tomarlo de esta forma? —insistí, pasando mi mano por su vientre, haciéndola estremecer incluso antes de tocar el lugar entre sus piernas.


Y justo cuando creí que no podía estar más duro, la realización de que Haye se encontraba jodidamente húmeda sólo por haberme tocado, me mostró que estaba equivocado. Darme placer la había excitado, eso había sido suficiente para ella. por eso lo quería tan ansiosamente. Carajo, sí que había sido hecha para mí.


—Sí...sí puedo —aseguró, tragando pesado cuando acaricié la pequeña protuberancia entre sus piernas, soltando un suspiro profundo cuando presioné diligentemente mi pulgar en donde sabía que lo necesitaba más—. Ah...mh, por favor, por favor...


A la mierda, ¿a quién carajos trataba de engañar? No iba a soportar mucho de esto, necesitaba enterrarme en ella ya.

     
Agarré mi erección, con la intención de sostenerla para que ella pudiera deslizarse sobre esta a su propio ritmo, rindiéndome sin más ante su terca necesidad, mas cuando incliné mi rostro en busca del suyo, el sentir su boca respondiéndome con la misma efusividad y desesperación mientras que su cuerpo se amoldaba perfectamente al mío, me distrajo un poco del objetivo principal. Saboreé el interior de su boca, acariciando ávidamente su lengua con la mía y amortiguando los dulces gemidos que no podía contener al generarse el roce de su sexo con el mío.

   
Haye movió sus caderas de adelante hacia atrás, frotando con necesidad su entrepierna a lo largo de mi longitud, buscando ansiosamente otorgarse a sí misma algo de alivio. Y yo iba a perder la puta cabeza si seguía haciéndolo. Esta chica sí que sabía como ponerme las cosas malditamente difíciles. Creí sentir que la amaba incluso un poco más por eso.


Mis manos acunaron su culo, enterré mis dedos en sus tiernos músculos, llevándola brusco y duro contra mí, moliendo su calor sobre mi necesitada erección. Se sentía tan condenadamente delicioso. La besé profundo, perdiéndome felizmente en su sabor. Y Haye colocó sus manos en mis hombros, moviéndose sobre mí, esta vez lento, permitiéndome sentir cada centímetro suyo, desde la parte superior de su clítoris hasta su tentadora abertura. Necesitaba más.


Traté de alzarme junto con ella, y su cabello castaño cayó sobre sí cuando volvió a empujar mi espalda determinantemente contra el colchón, mi corazón dio volteretas en mi pecho cuando pude admirar lo preciosa que se veía de ese modo.


Te amo —declaré sin aliento, emocionándome al ver como a pesar de todo, una tímida sonrisa alzaba las comisuras de sus labios—. Maldición, te amo tanto. Eres perfecta. Tan perfecta para mí.


Sus ojos brillaron al oír mis palabras y tuve que esforzarme para no tomar la situación en mis manos. Necesitaba estar dentro de ella, necesitaba tenerla lo más cerca humanamente posible de mí.


—Estás delirando —jugó, tratando de ocultar de este modo su nerviosismo cuando tomó mi erección con su mano.


—Sí —jadeé, con el simple tacto de su mano quitándome la respiración—. Pero sí te amo, espera...tranquila —le indiqué, sintiendo mi pene presionarse con su abertura cuando ella buscó acomodarse—. Tienes que ir lento y con calma, preciosa. Vas a estar adolorida.


Traté de ocultar la emoción en mi voz y Haye asintió, nerviosa. Su hendidura era pequeña así que necesitó de mi ayuda. Agarré la base de mi erección con anticipación y la sostuve para que pudiera hundirse en mí. Haye levantó sus caderas y por suerte me acomodé solo, mi punta rozó su centro y empujé apenas un poco en su interior.


Haye se apoyó sobre mi pecho y con ayuda de ese soporte, lentamente comenzó a descender sobre mí.


El placer me azotó como una ola cuando sentí su abrigado y húmedo calor en mí, aunque traté de enfocarme sólo en ella por un instante. —Cuidado —advertí, conteniendo la respiración—. Ve lento. Si quieres detenerte, sólo tienes...


Haye no me dejó acabar la frase cuando se dejó caer de golpe, hundiéndose en mí duro y rápido. Mierda. Cerré mis ojos con fuerza cuando me apretó firme y deliciosamente con las paredes de su interior, sintiéndome como la mierda por disfrutar de su succión cuando su grito resonó en la habitación.


—Auch, maldición...mala idea, muy mala idea —maldijo entre dientes, recargando su frente en mi hombro y manteniéndose anormalmente quieta mientras susurraba distintas palabrotas.


—Carajo...maldita sea, Haye —gruñí, apretando mi mandíbula—. Lento, cariño, tenías que ir lento. No te muevas, ¿sí? Tienes que acostumbrarte —indiqué con dificultad, tratando de ignorar el hecho de que estar dentro de ella se sentía diferente esta vez, mejor, si eso era posible.

   
De alguna manera todo se sentía más intenso ahora, como si las sensaciones se hubieran magnificado. Tal vez se debía a la falta de preparación o a su descuidado y brusco actuar, pero su interior se encontraba más caliente y húmedo, más estrecho y...mierda. El condón. Hijo de puta...me olvidé del maldito condón.


La realización me llegó de golpe y odié con cada fibra de mi ser tener que utilizar esa mierda, quería sentirla así, se acababa de volver una necesidad, lo quería sin nada entre nosotros. La manera en la que se apretaba a mi alrededor era condenadamente perfecta, nunca lo había hecho sin uno y no tenía ni puta idea de lo bien que se sentía. Era como estar en el puto cielo.


Tenía que decirle, iba a decirle, pero mientras Haye se recuperaba de su inconsecuente acción, sólo me mantuve quieto, acariciando su cabello con mi mano hasta llegar a su espalda.

 
—¿Estás bien? —pregunté, luchando por contenerme de agarrarla y moverme dentro de ella de la forma en la que quería hacerlo.

 
—Sí, sí, no fue tan...—murmuró, volviendo a hacerse cargo de la situación, incorporándose con lentitud, con su cuerpo alzándose mientras que ella posicionaba sus palmas en mi pecho y se levantaba con cuidado sobre mi erección—, malo.


Sus caderas se movieron en un vaivén parsimonioso, con cuidado de no ser lo suficientemente brusca como para volver lastimarse a sí misma. Y aunque apenas se encontraba estableciendo un ritmo, yo sentía que estaba al borde. Ella se movió despacio, dándose el tiempo de adaptarse, y yo cerré los ojos ante el placer que me provocaba hasta el más sutil de sus movimientos. Era caliente y seriamente estrecha ahí abajo, su humedad y su calor me tenían con la cabeza hecha un puto lío. Quería tomarla así, lo quería tanto, pero...maldición, no estaba bien.


—Haye —gemí patéticamente, enterrando mis dedos en la piel de su cadera cuando ella se dejó caer con más fuerza sobre mí, no quería, pero tuve que detenerla—. Espera, no te muevas...


—Está bien, se siente bien —se apresuró en dejar claro, volviendo a mecer su caderas, esta vez de adelante hacia atrás. Ah, santa mierda.


No es eso...—jadeé, pero Haye se inclinó sobre mí, tomando mi boca con la suya para acallar mis protestas mientras sus caderas seguían moviéndose, estableciendo el ritmo perfecto.

  
Fui débil, su cuerpo se encontraba trabajando tan gloriosamente el mío que no pude frenar sus movimientos, no hasta que el pensamiento de que si ella seguía con eso durante un par de segundos más entonces yo iba a correrme dentro de ella. La sola idea de hacer eso casi me envió por el precipicio, y entonces reaccioné, rompiendo el beso con una brusquedad tal que la obligó a detenerse. Y entonces la pobre me miró sin entender qué carajos ocurría.

 
—Lo siento, es el...es el condón...necesito...necesito un maldito condón —expuse finalmente, decepcionado al sentir como el calor que comenzaba a acumularse en mi interior se desvanecía de golpe. Bueno, fue bueno mientras duró.


La impresión fue notoria en su rostro, sus labios cayeron entreabiertos y sus ojos se alzaron con estupor. Ella dejó de moverse definitivamente. —Oh.


—Debe haber uno ahí...—le indiqué, tanteando inútilmente con mi mano al costado de mi cama, señalando la mesa de noche.


Haye me privó de su delicioso calor, levantándose de mí y gateando hasta alcanzar el lugar que le mencioné.


—¿Aquí? —inquirió, abriendo el cajón y buscando ansiosamente dentro de él—. Esto es...no, no es...aquí no hay nada.


¿Qué?


—¿Cómo que...? Tiene que haber —aseguré, incorporándome en mi lugar, aterrado ante la posibilidad.

 
Me estiré hacia la otra mesita, rezando para que hubiesen ahí, pero justo entonces Haye volvió a hablar: —Espera, creo que aquí...¿por qué guardas tantas cosas aquí, huh? —bufó, sacando el pequeño sobre plateado.

 
Como que me volvió el alma al cuerpo en ese momento. Haye me tendió el sobre, impaciente, y creo nunca me había tardado menos en ponerme un condón.

 
—Ven aquí —tomé su mano y volví a llevarla sobre mí, buscando desesperadamente su boca—. Perdón, siento haberlo olvidado...

 
—Está bien, también lo olvidé —me abrazó a ella—. Tenemos...que tener cuidado con eso.

 
—Sí...—concordé, deslizando mis labios por su cuello, dejando un camino de húmedos besos por su acalorada piel hasta llegar su clavícula, afianzando mis manos en su cadera para alzarla ligeramente y volver a guiar mi pene dentro de ella—. Sólo dame una advertencia antes de desnudarte y estaremos bien.

 
Medio bromeé, porque era cierto, mi cerebro se desconectó cuando empezó a quitarse la ropa.


—Ve lento —repetí cuando ella comenzó a descender sobre mí, tomándome paulatinamente hasta el final, atrapando su labio inferior entre sus dientes en lo que trataba de contenerse de soltar esos ruiditos que me encantaban.


Haye se agarró de mis hombros con ambas manos y se mantuvo quieta por unos segundos, presionando su frente con la mía antes de musitar: —Se sintió diferente.


Lo otro había sido increíble, y ahora que sabía como se sentía sólo podía pensar en volver a tenerla de esa forma...algún día, porque ese era un riesgo al que no iba a exponerla.


—¿Fue diferente para ti? —curioseó inocentemente, quitándome el aliento cuando se levantó y volvió a dejarse a caer.


—Mierda...sí.


No entré en detalles porque no podía, pues cuando Haye advirtió que su cuerpo se había amoldado al mío, ella comenzó realmente a moverse, tan condenadamente bien y estableciendo el ritmo perfecto para ella. Sus muslos se abrieron más con cada pequeño salto, tomándome por completo y yo me olvidé hasta de cómo carajos existir. ¿Se suponía que fuera tan buena en esto?


Enterré mi rostro en su pecho, pegándola a mí y pasando mi lengua por uno de sus pequeños montículos, lamí y succioné, asegurándome de que su sabor quedara grabado en mi memoria. Haye enterró sus dedos en mi cabello, manteniéndome en aquel lugar mientras que sus gemidos llenaban mis oídos. Su corazón latía sorprendentemente rápido y era como si ella tratara de igualar sus latidos con los movimientos de sus caderas. Iba a matarme.

   
Tomé su rostro entre mis manos y la besé duro, enredando mi lengua salvajemente con la suya, necesitando de su boca para distraerme de enterrarme en ella con abandono total. Tenía que ser a su ritmo, pero maldición, también quería moverme jodidamente mal.


—Dios, se siente bien...se siente muy bien —gimoteó, meciéndose de adelante hacia atrás, impulsándome a alzar mis caderas y embistiendo con fuerza dentro de ella.


Comencé a preguntarle si se encontraba bien, si estaba bien que hiciera eso, pero ella me calló, cubriendo mi boca con la suya y hundiéndose en mí, duro y rápido. Y bueno, para ser la primera vez que montaba un pene en su vida, sí que sabía cómo hacerlo.

  
Alcé mis caderas, encontrándome con sus movimientos ya expertos, pasando mi mano por su cuerpo; apretando su seno, deslizándome hacia su cuello y sosteniéndole la cara para devorar con hambre su boca. Tanto mi lengua como mi pene se encontraban enterrados dentro del dulce cuerpo de Haye, y ya no podía pensar con claridad, quería follarla como un maniático.

  
—¿Puedo...? —me tropecé con mis palabras—. ¿Puedo moverme?

 
—Sí —jadeó, con su rostro contorsionándose con ese buen tipo de dolor—. Sí, sí, por favor...


Demonios, sí. Eso era todo.  El miedo de que estuviera dolorida se desvaneció con su súplica. El calor líquido bajó por mi cuerpo y me moví con fuerza, apretando sus caderas y embistiendo con ímpetu, empujando con ganas, golpeando su cuerpo sin descanso y deleitándome con la forma en la que sus estrechas paredes se envolvían a mi alrededor.

   
Haye tembló y lloriqueó entre mis brazos cuando guié sus caderas en movimiento circulares en lo que su pequeño cuerpo me tomaba hasta el fondo, presionándose con la fuerza que ella necesitaba para estremecerse de placer.

 
Haye echó su cabeza hacia atrás, enterrando sin cuidado sus uñas en mi piel, meciéndose y frotándose contra mí como si no pudiera tener suficiente.


—Eso es, preciosa. Mierda, sí —maldije en un gruñido que me arrancó la caliente imagen de Haye moviéndose con desesperada necesidad sobre mi cuerpo, buscando su propio placer. No tenía idea de cuantas veces había soñado justo con esto, con el día que Haye finalmente me dejara amarla de esta manera, con mi dulce chica tomándome hasta el fondo, con su pequeño y caliente coño apretándose alrededor de mi polla. Sabía que sería bueno, pero no tenía ni puta idea que se sentiría así de increíble.


—Así...mh, ah...te siento...Dios, te siento hasta el fondo —gimoteó, como si no supiera que sólo con eso podía hacerme explotar—. Es...es...ah, sigue haciendo eso, por favor, por favor.


—Se siente bien, ¿verdad? ¿Ser follada? —expuse y Haye gimió un gritito agudo, dejando de hacer aquellos movimientos circulares con sus caderas para comenzar a dar pequeños y rápidos brinquitos sobre mi pene, ah, carajo, fue como si mis palabras hubiesen encendido algo en ella—. Sí, sí, justo así, mierda, eres...eres increíble.


—Jeongguk —gimoteó mi nombre, mordiendo fuertemente su labio cuando deslicé mis manos por su firme cuerpo, sosteniendo sus pechos en mis manos, pasando tentativamente mis dedos por sus necesitados y rosados montículos. Quería tomarlos en mi boca, quería saborearla entera.


—Te gusta esto, ¿no es así? —presioné, deleitándome con las reacciones de su cuerpo, con las expresiones de su precioso rostro, contorsionado por el placer—. Apuesto a que no sabías que se sentiría así de bien, ¿hm? —sostuve con las estremecedoras olas de placer extendiéndose por todo mi cuerpo, no podía pensar con claridad, era todo y puras sensaciones, sólo Haye, lo único en lo que parecía capaz de pensar era en la gloriosa manera en la que su pequeña hendidura se cerraba alrededor de mi polla, apretándome como si buscara llevarse mi último rastro de cordura—. Hmm...dime, preciosa, ¿te gusta?...¿te gusta sentirme dentro de ti?


Haye chilló cuando me enterré duro y profundo en su interior, asintiendo frenéticamente con su cabeza, asegurándose de ir al encuentro de mis embestidas.


—Me gusta...me gusta mucho —lloriqueó, haciendo que toda la sangre se acumulara en mi pene con sus suplicas silenciosas.


—¿Sí? —insistí, quedándome sin aliento al ver como Haye, perdida en sus propias sensaciones, inadvertidamente pasó sus manos por su propio cuerpo, acunando brevemente sus sensibles pechos en el proceso. Supe que esa imagen se quedaría conmigo por siempre cuando ella acarició como por inercia sus pequeños pezones. Carajo, iba a matarme, esto con ella...definitivamente era mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido—. Mierda, nena, nos hiciste esperar tanto tiempo, mhh...tanto tiempo, ¿recuperáremos todo el tiempo perdido, verdad?


—¡Ah! Sí, sí, por favor...


—¿Me dejarás vivir enterrado en este pequeño y dulce coño?—escupí obscenamente y Haye se cernió sobre mi cuerpo, buscando perderse en mi boca de la misma forma en la que yo me perdía en su cuerpo. Su lengua se enredó con la mía y ella me besó con todo lo que tenía, sin dejar de moverse de arriba a abajo sobre mi pene—. ¿Lo harás, mh? —susurré sobre sus labios y ella asintió obedientemente, con su boca rozándose con la mía—. Porque es mío, ¿verdad? Este caliente y apretado coño es mío.


—Jeongguk, por favor —Haye gimió con una súplica implícita.


—Di que es mío —ordené y ella jadeó patéticamente en confirmación, sus paredes me succionaron con más fuerza y yo embestí en su interior hasta que el ruido de nuestros sexos chocando era lo único que se oía en la habitación. Estaba enterrado en su calor, hasta el fondo, y no era suficiente, necesitaba más—. Mío.


—Tuyo —replicó Haye simultáneamente, demasiado desesperada buscando saciar su necesidad como para avergonzarse por sus declaraciones.


—Sí, mío —enterré mis dedos en sus mejillas, obligándola a mantener su mirada en mí mientras me enterraba profundo en su interior, una y otra vez—. Mío para tocar —embestí y Haye se estremeció sobre mí—. Mío para probar —volví a empujarme en su interior y ella chilló desvergonzadamente—. Y mío para follar.


—¡Sí, ah! —Haye atrapó mi labio entre sus dientes y tiró gentilmente de él, haciéndome gemir sobre su boca—. Jeongguk...más, por favor...por favor...dime algo más.


No iba a durar, el estímulo de mirarla tomar todo lo que le daba se estaba volviendo demasiado, pero escucharla pedirme más, eso...yo no era tan fuerte.


—Por favor...


—¿Qué quieres decir? ¿Hm, preciosa? —cuestioné, conteniendo apenas el impulso de virar los ojos cuando ella se dejó caer con fuerza sobre mi erección, maldita sea—. Dime, ¿Acaso a mi dulce chica le gusta que le hablen sucio?


Haye, con sus mejillas todas sonrojadas y la piel brillando con sudor, asintió débilmente. —Sí, sí, me gusta, por favor —pidió entre respiros entrecortados cuando arrastré mis dedos por su vientre, pasando por la zona de su ombligo y pelvis temblorosa; acariciando codiciosamente la hendidura de su centro, sintiendo su humedad y presionando mi pulgar en el capuchón de su entrepierna para estimular su pequeño montículo de nervios de la forma en la que realmente lo necesitaba—. Así, así, ah, se siente bien. Haces que me sienta tan bien.


—Carajo, Haye, vas a matarme —jadeé con voz temblorosa, con el placer nublando mi juicio—. Creí que eras dulce e inocente, pero tienes una mente sucia, ¿Qué quieres escuchar, mh? ¿Lo delicioso que se siente la forma en la que me aprietas?


Susurré en un hilo de voz ronco y Haye se alzó sobre mí, empujando mi espalda contra el colchón, sosteniéndose con sus palmas en mi pecho y arqueando su espalda para estrecharse más íntimamente contra mí. Puta madre, así lucía...perfecta.


—Mierda, ¿tienes alguna idea de lo bien que se siente la forma en la que me tomas? Ah, mmh...no puedo dejar de pensar en este dulce coño —confesé y Haye tembló, sus piernas de pronto luchando inútilmente por cerrarse. Ella lo había sentido, su orgasmo acercarse, y trataba de frenarlo—. No, no, abre las piernas, abre, preciosa, quiero ver como me tomas.


Capturé su mirada, disfrutando de la expresión de pura satisfacción en su rostro en lo que ella hacía lo que le ordenaba, abriendo sus temblorosas piernas y volviendo a mecer sus caderas de atrás hacia adelante. Permití que lo hiciera a su manera, que ella hiciera conmigo lo que sea que quisiera, dejándola utilizarme para su propio placer mientras mis dedos mantenían la fricción en su hinchado clítoris.


—Míralo, mira como me pierdo en tu interior. Ah, ¿lo ves? ¿Lo bien que me follas? —señalé y Haye miró abajo hacia nosotros, justo donde nuestros cuerpos se unían. Todo su cuerpo se calentó ante la visión y sus labios cayeron entre abiertos—. Mierda, te gusta esto, ¿no? ¿Quién lo diría? A mi dulce e inocente Haye le gusta cojer.


Y yo nunca iba a poder quitarme esa imagen de la cabeza. Tener a Haye sobre mí, tan hermosa y necesitada, gimiendo mi nombre, con enredos en el cabello pegados a su rostro, toda sudorosa, temblorosa y con esa mirada de puro éxtasis, era...definitivamente lo más hermoso y perfecto que había visto.

  
Los movimientos de sus caderas se volvieron más torpes y erráticos con el pasar de los segundos, y supe que estaba punto de alcanzar su límite cuando la vi contener el aliento. Sus caderas se sacudieron, montándome como si su mente se hubiese desconectado y su cuerpo hubiese tomado el control. Con mis manos agarradas al hueso de su cadera, la mecí sobre mí y ella se frotó contra mi pene una y otra vez, más y más, hasta que su centro se contrajo a mi alrededor. Y entonces yo supe que ya no tenía que aguantarlo más.

 
Haye cerró sus ojos, dejó de moverse y yo empujé, reclinando la cabeza y embistiendo en ella sin piedad, penetrando en su interior en lo que el devastador orgasmo sacudía su precioso cuerpo, apretándome tan jodidamente fuerte que no me permitió pensar en nada más. Sólo Haye. Haye, Haye y más Haye.

  
Carajo.
Tan bueno.

  
La boca de Haye se abrió en un grito silencioso y el calor me llenó la ingle, la sangre se precipitó hasta ese lugar en específico, haciéndome palpitar y con una última embestida en su calor, mi liberación me golpeó, corriéndome y derramándome dentro del preservativo en lo más profundo de su interior.

  
Envolví mis brazos alrededor de su cintura porque mientras mi cuerpo sufría los efectos de ese alucinante orgasmo, la necesitaba conmigo. Mi caderas se sacudieron hacia adelante sin control y mi cuerpo vibró y tembló mientras luchaba por respirar. Haye hundió su rostro en mi cuello y su débil cuerpo se retorció sobre el mío. Su sexo todavía me apretaba con fuerza mientras los espasmos golpeaban su anatomía, y cada vez que su interior se contraía en mi pene, sentía que tocaba el jodido cielo. Era como si me estuviera corriendo una y otra vez. Fue...alucinante.

  
¿Cómo mierda era que seguía volviéndose más y más bueno? Carajo, nunca iba a tener suficiente.

  
Ambos jadeábamos, sudábamos y temblábamos el uno contra el otro. Haye se encontraba acurrucada en mí y podía sentir el latido de su corazón, bombeando incansablemente. Y quería permanecer aquí, junto a ella, todo el maldito tiempo....pero tenía que encargarme de esa mierda.

  
Pasaron unos instantes, permití que Haye regulara su respiración y que bajara de la nube en la que parecía estar, antes de sacar mi longitud de dentro de ella, echando de menos inmediatamente su calor.

 
Ella frunció su ceño y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello cuando traté de ponerme de pie.

 
Espera, quédate...—protestó a medias, apenas advirtiendo porqué tenía que levantarme—. Olvídalo.

    
Me liberó de su agarre y yo me apresuré en deshacerme del condón, esta vez me tardé más de lo que Haye se tardó en cubrirse con la camiseta. Bu.

 
—Haye, nena, esta es una zona nudista, quítate eso —intenté persuadirla inútilmente, regresando a la cama y tirando de ella hacia mí.

 
Haye cayó sobre mi pecho para nada elegantemente y me dio un manotazo en el hombro por golpear su rostro en mi esternón.


—Auch, hombre, ten más cuidado —rezongó, esforzándose para no mostrarme su sonrisa—. Soy delicada, ¿sí? Trátame con suavidad —frotó su nariz, el lugar en donde se había golpeado.

 
—¿Delicada? Y yo que creía que te gustaba rudo —me burlé y ella me aniquiló con la mirada.

 
—No te soporto —bufó y recogió mis pantalones, tirándomelos para que me los pusiera.

 
—Segundo día de casados y ya no me soportas, supongo que este sí que será un laaaargo matrimonio —jugué con ella, subiéndome los pantalones—. Ven aquí, quiero abrazos.

 
Haye hizo un puchero y cruzó los brazos sobre su pecho, actuando en modo berrinche. —No quiero.

 
Me indigné. —¿Perdón? ¿Como que no quieres?

 
—Pues no quiero, quiero darme una ducha.

 
—Corrección: quieres que nos demos una ducha. Adelante, vamos.

 
—¡Ya! —exclamó, conteniendo una sonrisa—. ¿Es que acaso tienes una respuesta para todo, mh?

  
—Por supuesto que sí —me incliné en la cama y besé fugazmente sus labios—. Me darás mis abrazos aquí o en la ducha, tú decides.

 
Ella resopló. —Pff, vale —cedió, como si detestara la idea, rodeando de fingida mala gana mi cuello con sus brazos.

 
—Uy, que horror —le seguí el juego, estrechándola entre mis brazos, sintiéndome completo con la simplicidad de ese acto—. ¿Cuántas veces te he dicho ya que te amo?

  
La hice sonreír, sacándola de su papel de Haye gruñona, al menos por un instante, pues la pobre pasó de verse feliz a verse desconcertada y aterrorizada en cuestión de un segundo.

 
Y yo también.

  
Antes de que Haye pudiese darme una respuesta, el estruendoso ruido de la puerta principal siendo azotada con fuerza, nos exaltó a ambos.

 
¿Qué carajos...?


Haye dio un pequeño brinco en su lugar, encogiéndose por el fuerte golpe y no entendí una mierda.

 
Alcancé mi camiseta del suelo y me la puse rápidamente con la intención de bajar a ver de quién demonios se trataba, sin embargo, mi duda fue contestada antes de salir de la habitación.

 
—¡JEON JEONGGUK! —escuché gritar mi nombre con tanta furia y claridad que tuve inmediatamente la certeza de quién se trataba.

 
Mierda, esto era...demasiado pronto.

 
Los ojos de Haye se alzaron preocupados y conmocionados. —¿Ese es...?

 
—Sí —repliqué, maldiciendo internamente mi jodida mala suerte—. Quédate aquí ¿sí? yo...uhm, iré a hablar con él.

  
Bajaría antes de que él subiera, pero necesitaba que Haye no se moviera de aquí.

 
—No me tardaré, ¿de acuerdo? pero...por favor, por favor, no salgas de aquí.

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