Capítulo veinticuatro
TYLER
Sentía la sangre bullir en mi interior y el pulso martillándome en los oídos con fuerza, pero nada de eso impedía que alejara mi mirada de la única persona en el mundo de la cual me había escondido. Michael, mi hermano mayor Michael estaba sonriéndome a pocos metros de distancia como si los problemas de los pasados años nunca hubiesen existido.
Mis manos se cerraron en puños y apreté tanto los dientes que temí por mi dentadura. Estaba furioso y quería golpearlo; sin embargo, sabía que no podía hacerlo en ese restaurante y con Emma a mi lado.
Él dio un paso hacia mí y luego otro, su sonrisa fue menguando con cada centímetro que avanzaba.
—Creo que debo irme.
—No.
Mi mano viajó hasta la de Emma y la sostuve sin fuerzas para impedir que se escabullera. Necesitaba que se quedara allí porque era lo único que me aseguraba que no perdería la cabeza. Saber que tenía público podía ayudarme a contener mi furia, a no exteriorizarla de una manera que significara problemas.
—Tyler... —susurró, pero mis ojos recayendo sobre ella detuvieron sus palabras.
—Hola, Tyler.
Al escuchar la voz de mi hermano cerré los ojos con fuerza y dejé ir la mano de mi compañera porque temía dañarla al presionar el agarre sin notarlo. Ella no merecía el maltrato que le había dado unos minutos atrás porque no tenía la culpa de lo que había sucedido con mi familia, simplemente no lo había podido evitar. Tampoco merecía presenciar la escena que tendría lugar a partir del saludo del idiota de Michael, sería incómodo y le pediría disculpas en tanto pudiera escapar.
—¿Qué haces aquí? —solté entre dientes.
—Quiero hablar contigo, necesito hablar contigo.
Volví la mirada hacia él y esbocé una sonrisa carente de emoción. Él estaba de pie frente a mí, luciendo desaliñado y con una mochila colgada de sus hombros. Algo me decía que acababa de llegar, seguramente había ido del aeropuerto directo a buscarme. No debería haberlo hecho, no debería haber salido de Rose Valley. A mi parecer, él no debería haber salido del vientre de mi madre y punto.
—Me importa una mierda lo que necesites, Michael.
—Tyler, hermano...
—No —lo corté—. Hermano, nada. Tú y yo ya no somos hermanos, nunca lo hemos sido. Deja de fastidiarme la vida y vete.
Frunció ligeramente el ceño y paseó su mirada entre Emma y yo. No necesitaba observar a mi compañera para saber que probablemente estaba presionada contra el respaldo de su silla en un vano intento de desaparecer y con los ojos abiertos de par en par, sorprendida por la violencia de mis palabras. Tendría que explicarle la situación luego, sabía eso y entendía que quizás hubiese sido mejor dejarla ir, pero prefería contarle a una completa desconocida mis problemas familiares que hablar con Michael.
—¿Podemos hablar a solas?
—No.
—Por favor, Tyler.
—Ella se queda —sentencié—. Lo que sea que quieras decirme, tus patéticas palabras y disculpas, puedes decirlas delante de ella. ¿O tu valentía se esfuma cuando sabes que alguien además de tu hermano menor verá tu verdadero ser?
Él tragó con fuerza y supe que había dado en su fibra sensible. Había crecido creyendo que era bueno en todo cuando no sobresalía en nada, mis padres lo habían criado como a un ganador y se habían concentrado en hacerle creer que podría lograr lo que quisiera. Al final del día, no era más que un muchacho que intentaba el éxito y se equivocaba, alguien que tapaba sus fracasos con mentiras para seguir luciendo como el niño perfecto. Mentiras donde la culpa era mía y el rechazo terminaba en mis espaldas.
—Quiero hablar contigo, Tyler. Me gustaría que solucionáramos esto.
—¿Por «esto— te refieres a la parte en la que hacías mi vida un infierno, el robo, la estafa o cuando ocultabas información para que la bomba estallara y tú pudieras fingir inocencia?
Estaba hablando de más, mientras más dijera, más tendría que explicarle a Emma, pero no podía contenerme. Incluso si mordía mi lengua hasta que sangrara, las palabras venenosas escaparían de igual manera porque había contenido tanto odio por años y ya no podía continuar haciéndolo.
—Nuestros padres me han perdonado, ¿por qué tú no?
—Porque nuestros padres te creen un santo y porque seguro les has mentido, no puedes usar palabras lindas conmigo porque no funciono así. Michael, arruinaste mi vida. Realmente lo hiciste —remarqué las palabras con fuerza sin subir el tono de voz—. No finjas inocencia y no ruegues por perdón porque no obtendrás nada de mí.
—Solo escúchame, tengo mucho que aclarar.
—No. Tu oportunidad fue cuando perdiste todo mi dinero, no un año después cuando he rearmado mi vida. Puedes irte a la mierda y no volver, nada cambiaría para mí.
Michael dio un paso atrás como si mis palabras lo hubiesen abofeteado y esperaba que le hubiesen dolido tanto como su traición me había dañado a mí. Había tenido que abandonar mi casa y a mis padres para no tener que matarlo, y no olvidaría eso con sencillez. Más aún, con todo lo que había sucedido, nuestros progenitores seguían prefiriéndolo antes que a mí. Yo había quedado tan huérfano como Genesis, pero a diferencia de ella, tenía que seguir viéndoles la cara a todas las personas que me habían lastimado.
—Al menos ve a casa para Acción de Gracias, mamá y papá te extrañan.
—¿Tú estarás allí?
No contestó y esa fue la única respuesta que necesité.
—Desaparece de mi vista, Michael. Que siga pagando tus deudas y las de nuestros padres para que no se hundan, no significa que volveré con ustedes.
Soltó un suspiro y se llevó una mano hacia el cabello para jalarlo con frustración. Estaba enojado conmigo y no tenía razones para estarlo.
La verdad dolía, la vida era una mierda y tenía que seguir de todas maneras porque el final del camino estaba lejos y rendirse no funcionaba para mí.
—Estaré quedándome en un hotel cercano por unos días si cambias de parecer, tienes mi número. Estaré esperándote.
—Puedes volver hoy mismo porque no iré a verte, Michael.
Miró nuevamente a Emma y luego a mí. Su rostro era inexpresivo, siempre había sido así y eso también nos diferenciaba. Él actuaba como un robot y yo no podía ir por la vida fingiendo.
—Nos vemos luego, Ty.
Se dio la vuelta y con los hombros caídos caminó hacia la puerta. Me observó una vez más antes de traspasar el umbral como si esperara que lo detuviera y, al darse cuenta que no lo haría, siguió su camino.
Me permití respirar con normalidad cuando desapareció de mi vista y poco me faltó para desplomarme sobre la mesa. Dejé caer mi cabeza sobre la superficie dura y tomé una bocanada de aire para calmar mis nervios.
—¿Estás bien?
La voz de Emma escapó con suavidad, como si estuviera hablándole a un perro rabioso que estaba a punto de morderla.
—Sí, lamento eso.
No elevé la mirada porque me daba vergüenza saber que ella había presenciado toda esa situación horrible.
—¿Quieres hablar sobre lo ocurrido?
Despegué mi frente de la mesa y dejé posada la pera sobre la superficie. Sus ojos sobrenaturales estaban sobre mí y tenía una expresión similar a la preocupación en sus rasgos aniñados.
—¿Quieres saber qué ha sucedido?
—Solo lo que tú quieras contarme.
Suspiré y me incorporé, dejando descansar mi espalda contra el respaldar de la silla.
—¿Pedirás postre?
Me dedicó una leve sonrisa, una sonrisa mitad tensa y mitad tímida, y asintió con la cabeza.
—Claro.
—Aliméntame y sabrás la historia.
Emma elevó su mano llamando la atención del camarero y se encargó de pedir un postre de limón para cada uno. No me obligó a hablar, no dijo nada mientras esperábamos ni me miró con pena o enojo. La balanza se había inclinado a su favor, era su momento de saber de mí y mis problemas familiares, y aunque tenía la posibilidad de hacerme sentir incómodo, no lo hizo. Actuó con normalidad, incluso cuando nuestro último plato arribó.
—Mi hermano y yo nunca tuvimos una buena relación —comencé—. No recuerdo haberme llevado bien con él ni un día, ver una película juntos o disfrutar de una charla despreocupada. Desde que tengo uso de razón, él y yo hemos sido rivales. Bueno, yo era su rival y él jugaba el mejor juego de su vida, siempre saliendo ganador.
—¿Tus padres no intervenían?
Chasqueé la lengua y aproveché para llevarme una cucharada de mouse a la boca.
—Mis padres estaban muy ocupados con él como para darse cuenta que me moría de celos.
—Créeme que te entiendo —susurró.
—Sí, pero tú y tu hermano se llevan bien. Pasas tu tiempo libre en su casa y hablas a diario por teléfono con él o su esposa. Nunca he hecho algo similar por voluntad propia.
—Eso es horrible —comentó, pero en tanto se percató de sus palabras comenzó a boquear buscando otras palabras—. Digo, lo lamento, debe ser horrible.
Esbocé una sonrisa de lado, su torpeza me había dado un poco de calma y había ayudado con mi humor.
—Es horrible —admití—. Sobre todo cuando comienzas a crecer y te das cuenta que no importa lo que hagas, siempre serás su sombra y nadie le presta atención a una sombra. Mi familia ha sido mis mejores amigos, sus familias y recientemente Genesis y su abuela.
—Lo lamento, Ty.
Me encogí de hombros, restándole importancia.
—No es tu culpa.
Una nueva pausa llena de silencio se instaló entre nosotros y nos dedicamos a comer en ese momento. El postre sabía bien, la acidez no era insoportable y estaba lo suficientemente aireado para que masticar no resultara necesario. Sin embargo, sabía que ambos estábamos haciendo tiempo. Emma se estaba armando de valor para preguntar respecto a lo que había dicho y yo esperaba que lo olvidara.
—Respecto al dinero —solté cuando no quedó rastro de mouse en mi copa—. Él tomó mis ahorros, los que iba a utilizar para la universidad, y los invirtió en un negocio que terminó siendo una estafa. Si lo hubiera mencionado cuando sucedió, probablemente lo habría perdonado porque siempre supe que no era muy inteligente, pero lo ocultó y lo supe por error. De nuevo, si no fuera por Genesis, mi familia estaría en bancarrota y yo estaría trabajando en algún supermercado con la esperanza de reunir dinero para poder estudiar.
—¿Si no fuera por Genesis?
No me asombraba que se hubiese quedado en esa parte, yo habría hecho lo mismo en su lugar.
—Ella tomó mi manuscrito y lo presentó ante la editorial que me ha publicado. Fue la que me consiguió el contrato y también quien me permitió vivir en su casa por seis meses.
—Vaya —murmuró con sorpresa—. Ella es...
—¿Asombrosa? ¿La mejor persona del planeta? ¿Increíble? —Sonreí—. Lo es.
Emma también sonrió, casi como si estuviera enternecida por mi respuesta.
—¿Entonces no irás a tu casa por Acción de Gracias?
Negué con la cabeza.
—¿No extrañas a tus padres?
—He aprendido a vivir sin ellos.
Mi respuesta era un poco deprimente y no por eso dejaba de ser la verdad. Ellos eran mis padres, pero también eran completos desconocidos para mí. La abuela de Genesis se había comportado más como una madre que mi propia madre.
—¿Y qué harás en Acción de Gracias?
—Ver Harry Potter y comer helado.
—Suena como un buen plan.
—Puedes unirte si no deseas ir con tus padres ricos.
Asintió, aunque su mirada se oscureció un poco.
—¿Estás invitándome a pasar una festividad contigo?
—Estoy salvando tu pellejo. De nuevo.
Blanqueó los ojos y me arrojó su servilleta, la cual impactó sin fuerza contra mi rostro para luego caer al suelo.
—Púdrete, Murphy —soltó con una sonrisa.
—Púdrete, Williams.
Y esa frase finalmente cambió de significado, dejando de ser un insulto y volviéndose algo más animado.
¡Hola, hola! ¿Cómo están? ¿Qué tal su fin de semana? Espero que muy, muy bien.
Bueno, Michael llegó y el resultado fue un Tyler más sincero con Emma. ¿Cambiará esto su relación?
Muchas, muchas gracias por comentar, votar y leer. Las quiero muchísimo.
Me despido y les deseo un hermoso día.
MUAK!
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