Capítulo treinta

TYLER

Estaba recostado en la cama tamaño queen de la habitación de huéspedes con la mirada fija en el techo mientras esperaba que mi amigo Theo contestara la llamada. Me había enviado un mensaje un tanto preocupante unos minutos atrás y necesitaba saber que todo estaba en orden con él.

Dude —soltó al contestar—. ¿Qué tal la luna de miel con Em?

—¿Nos hemos levantado graciosos hoy?

Rió con ganas y no pude evitar sonreír. Extrañaba a Theo, era la mejor persona de género masculino que conocía en el mundo y quien se había asegurado por años de mantener intacta nuestra amistad. Taylor y yo solíamos tener peleas porque al final del día éramos muy parecidos y él siempre había sido el encargado de mediar entre nosotros.

Lo lamento, era necesario.

Lo dudaba mucho.

—¿Está todo en orden contigo?

Se quedó en silencio por unos segundos y esa fue la confirmación que necesitaba. El buen Johnson no era de los que se quedaban callados a menos que fuera para escucharte y yo no estaba diciendo nada importante.

Estoy un poco estresado, pero estaré bien.

—¿La universidad?

Sí, en parte.

—¿Sophie?

De nuevo ese silencio que me sirvió de confirmación. Él y su novia se habían alejado con el correr de las semanas cuando la distancia física comenzó a pesar sobre ellos. Todo había sido color de rosas al principio, Sophie ni siquiera se había enfadado cuando Theo decidió pasar el verano con nosotros en Massachusetts en lugar de quedarse con ella en Rose Valley. Eso me había pensar bien de ella; sin embargo, todo había comenzado a desmoronarse cuando la chica se mudó a Chicago y Theo se quedó en San Francisco.

Todo es una jodida mierda —admitió. Que utilizara palabrotas no era un buen indicio—. Ambos estamos en Rose Valley, pero ella está ignorándome.

—¿Por qué?

—No lo sé. Creo que se ha enojado porque no he tenido mucho tiempo para ella últimamente. La universidad consume buena parte de mi día y los entrenamientos el resto.

Solté un suspiro y me acomodé en la cama. No había querido decírselo en su momento, si bien Sophie era una buena persona y una gran amiga para Genesis, no era la persona adecuada para Theo. Ella se había enamorado de él antes de conocerlo y había esperado que mi amigo sacrificara gran parte de su tiempo por ella. A mí parecer, la chica quería un romance ficticio, un romance de cuento de hadas donde él tenía que sacrificarse por ella y la vida no funcionaba así.

—¿Se lo has explicado?

—Claro, pero dice, y con un poco de razón, que prefiero pasar mi tiempo libre con ustedes y no con ella. ¿Puedes culparme? Son mis mejores amigos y los únicos que han estado apoyándome a pesar de todo. —Me pareció que su voz se quebró un poco—. Habíamos planeado pasar las vacaciones de Acción de Gracias juntos y creo que el plan se irá por el excusado.

—Amigo, ve a su casa y habla con ella. Los mensajes de textos se pueden malinterpretar.

Tienes razón —bufó—. Gracias, Ty. Necesitaba un amigo.

—Cuando quieras, Theo. Oye, ¿y la universidad? ¿Has elegido carrera?

Sí, me inscribiré para administración de negocios el próximo semestre —contestó con mayor entusiasmo—. Tendré que esforzarme porque tienen un importante y competitivo programa, pero estaré bien.

Sonreí, aunque no pudiera verme, me hacía feliz que finalmente hubiese encontrado lo que le gustaba.

Dude, debo irme. ¿Hablamos mañana?

—Claro. Envíale saludos a tu familia.

Y tú a Emma.

Lo último que escuché antes de que colgara fue su risa contagiosa.

Estaba a punto de depositar el teléfono móvil en la mesa de noche cuando sonó con una notificación. Emma acababa de seguirme en Instagram y me había enviado un mensaje a pesar de tener mi número. El mensaje era corto, simplemente decía: «¿Estás en tu habitación?».

No dudé en contestarle y segundos después escuché unas pisadas veloces subir o bajar por las escaleras. No tardaron en hacer audibles unos leves golpes contra la madera de la puerta.

—Pasa, Emma.

—¿Estás vestido? —preguntó desde el otro lado.

—No —mentí.

—No entraré entonces.

—Anda, Em. Entra, solo estoy bromeando.

El picaporte se giró y Emma apareció bajo el marco de la puerta tapando sus ojos con su mano libre. La simple imagen me hizo reír y me senté en la cama esperando a que reuniera el coraje para mirarme.

Me había salido de bañar unos treinta minutos atrás luego de tomar una siesta y aunque me había apetecido quedarme en ropa interior, no lo había hecho porque esa no era mi casa. Estaba vestido con jeans, camiseta y un sweater verde oliva que me había regalado Taylor para mi cumpleaños. El color exclamaba a gritos que él lo había escogido y no Genesis.

—Em, déjate de idioteces.

—Deja de llamarme así —replicó como cada día.

—Solo si descubres tus ojos.

Eso fue exactamente lo que hizo y mantuvo los ojos cerrados por tres segundos antes de abrirlos también. Su mirada, de ese color sobrenatural, se encontró con la mía y me recorrió de arriba abajo asegurándose que estuviera vestido. De haber estado desnudo me habría visto hasta el pene porque no dejó ni un centímetro sin recorrer.

—Habrá una fiesta hoy a la noche en la casa de una vecina, ¿quieres ir?

—¿Una vecina anciana o una vecina que está buena?

Blanqueó los ojos con hastío.

—Una vecina de nuestra edad que no te prestará atención porque no le gustan los muchachos desde que tiene uso de razón.

—¿Pero está buena? —bromeé.

Mi broma no le causó gracia y se cruzó de brazos, recargando su peso sobre una de sus piernas.

—Eres un idiota.

—Y tú todavía lo dices con sorpresa.

—Tengo la esperanza de que cambies.

—Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. —Sonreí—. Entonces, una fiesta. ¿Tú quieres ir?

Desarmó su postura rígida y se encogió de hombros. Dio un paso hacia delante, hacia mí y vaciló por unos segundos antes de continuar caminando. Se sentó a los pies de la cama, dejando un espacio de un metro entre nosotros.

—Ella me agrada —confesó— y somos algo así como mejores amigas desde pequeñas. Es casi mi deber ir, pero tú puedes quedarte.

—¿Habrá alcohol? —aventuré y ella me dedicó una mirada de pocos amigos.

Público difícil.

—Sí.

—Cuenta conmigo.

—Quedarás tonto de tanto alcohol.

—Entonces probarás tu punto de que eres más madura que yo.

Contuvo una sonrisa frunciendo sus labios.

—Iré a prepararme, intenta estar listo en una hora —sentenció poniéndose de pie.

—¿Estoy mal así?

Me recorrió de arriba abajo de nuevo y negó con la cabeza. ¿Era eso bueno o malo?

—Estás bien así.

—Vaya, eso casi sonó como un cumplido. Estás cayendo por mí, Williams.

—En tus sueños, Murphy.

Se alejó de mí dejándome una vista en primera plana de su trasero y cerró la puerta tras de sí. Me recordé entonces que no debía buscar razones para que Emma me gustara y que tenía que mantenerme lo suficientemente sobrio como para no hacer una idiotez.

Era el primer día en Los Hamptons y no quería meter la pata; sin embargo, al final de la noche lo hice de todas maneras.

***

Emma caminaba a mi lado casi dando saltitos de felicidad y cargando una botella de tequila que se veía costosa, lo cual era bastante sorprendente porque ella no bebía alcohol e Ethan no parecía ser la clase de hermano que compraría una espirituosa para su hermana menor. Era probable que lo hubiese robado o Mila se lo había entregado a escondidas. De todas maneras, ella lucía feliz, casi radiante lo cual era lo opuesto a como lucía en la ciudad.

—¿Tequila? —pregunté enarcando una ceja.

—Primrose me pidió que trajera alcohol.

—¿Primrose?

No pude contener la burla porque, vamos, ¿quién demonios llamaba a su hija así? Los ricos y sus locuras de poner nombres originales a sus hijos.

—No te burles o patearé tu trasero, Tyler.

—Presiento que cumplirás tu promesa.

Me dedicó una mirada que decía «claro que lo haré» y que surtiría efecto si ella no fuera tan delgada y con cara de niña buena. Pero yo sabía que debajo de esa apariencia había una muchacha un poco loca y con fuerza por lo que era mejor no tentar a la suerte.

—Recuerda el camino en caso de que nos separemos —me indicó.

—Entendido. ¿Planeas abandonarme?

—¿Planeas tú abandonarme?

De haber sido una amiga a la que conocía hace años, mi respuesta hubiese sido afirmativa porque no desperdiciaría la oportunidad de acostarme con alguien si se presentaba, pero Emma y yo no teníamos esa confianza y mucho menos conocía a su familia como para volver solo a la casa.

—No, seré tu sombra.

Frunció el entrecejo.

—Te doy libertad.

—¿Soy un elfo libre?

Rió y asintió con la cabeza; no obstante, la carcajada se volvió un recuerdo en pocos segundos cuando se quedó de pie frente a una enorme construcción. Era una casa que lucía más como una mansión, se alzaba un poco más arriba de las otras y estaba con las luces apagadas por lo que a duras penas se distinguía algo más que el camino de entrada.

—¿Emma?

—Lo siento, es la casa de mis padres —susurró.

—¿Y eso es malo?

—No vengo desde el verano del 2018.

Fue mi turno de fruncir el ceño.

—¿Por qué?

—Te lo contaré otro día —soltó y volvió a caminar con mayor rapidez que antes—. No arruinemos la noche.

A pesar de que había sonado convincente, la mirada triste en sus ojos la delató. Otra vez dejaba entrever que tenía serios problemas con sus padres y a pesar de que me producía una fea curiosidad, dejé el tema pasar.

Justo al lado de esa casa inmensa se encontraba otra de tamaño similar que estaba completamente iluminada y de cuyo interior escapaba música.

—Llegamos —anunció.

Subió las escaleras de la entrada y yo la seguí. La noche estaba fría, pero no lo suficiente como para desear estar más abrigado o haberme quedado en la cama. Después de todo eran vacaciones y una fiesta no dañaba a nadie.

Cuando llegamos a la puerta, Emma hizo sonar el timbre y dio un paso hacia atrás. No pasó mucho tiempo antes que una muchacha de cabello rubio casi blanco abriera y sonriera ampliamente al observar a Emma. La envolvió en un animado abrazo y mi compañera de habitación se lo devolvió con el mismo entusiasmo.

Emma parecía una persona por completo distinta en ese pueblo. Una chica no tan rígida y con menos preocupaciones y reglas, con más sonrisas y más honesta. Una Emma que me atraía mucho más.

—¡Emma! ¡Has traído un bomboncito! —exclamó la rubia para hacerse oír sobre el ruido y clavó sus ojos celestes en mí—. Soy Prim.

Estreché su mano y sonreí. Sabía que no estaba coqueteando porque Emma me había dicho que le gustaban las chicas, pero me cayó bien de manera automática. Se veía como alguien divertida, la clase de persona con la que mi compañera necesitaba juntarse para dejar de lucir tan seria.

—Tyler.

—Pasen, pasen —indicó, haciéndose a un lado—. Siéntanse como en su casa. De verdad, en el piso de arriba hay condones y habitaciones de sobra.

—¡Prim! —se quejó Emma, luciendo un puchero—. No seas pervertida.

—Tengo algunas personas para presentarte. Vengan, se divertirán.

Prim tomó el tequila de la mano de su amiga, así como también una de sus manos y tiró de ella. Causándome una enorme sorpresa, Emma se giró hacia mí para ofrecerme la mano y yo no dudé en tomarla. Sus dedos delgados y fríos se enredaron con los míos justo a tiempo para ser impulsados hacia delante por la rubia que estaba un poco ebria, si no era que drogada también.

No dejó de caminar hasta llegar a la amplia cocina donde un muchacho de cabello rubio y pinta de adicto al gimnasio estaba acomodando unas botellas de alcohol costoso sobre una península.

—Chicos, él es Jaden. Es un compañero de intercambio en Harvard, es de Inglaterra. Jaden, ella es mi amiga Emma y Tyler.

El muchacho nos dio una mirada de dos segundos acompañada de un asentimiento de cabeza y volvió su atención hacia Primrose que le tendió la botella de tequila. No parecía ser la clase charlatán y lucía como todo un estirado de primera. Me cayó mal y ni siquiera había emitido una palabra.

—Bueno, allá están otros chicos de intercambio que vienen de Australia, Caleb y Lara, y mi novia Vanessa —continuó mientras seguía moviéndose por el lugar con más lentitud que antes—. En el piso de arriba están Victoria y Kendall terminando de vestirse. Han llegado temprano, la fiesta no comenzará hasta más tarde, pero pueden beber lo que deseen y si tienen hambre en un rato llegarán unas pizzas.

—¿Y tus padres? —preguntó Emma.

—En casa, me dejaron venir aquí sin ellos. Están en proceso de separación y quieren consentirme para que no me sienta mal. Bah, tonterías porque ya tengo veinte años.

—Lo lamento.

Prim se encogió de hombros y dejó ir la mano de Emma por lo que ella hizo lo mismo con la mía.

—Ya era hora, nunca deberían haberse casado. —Se encogió de hombros de nuevo y luego esbozó una amplia sonrisa—. Entonces, ¿quieren jugar a algo?

No necesité saber de qué iba su propuesta para asentir porque los juegos que incluían alcohol eran mis favoritos. Emma quedó en silencio unos segundos en los que procesó la idea, al final aceptó también.

Y ese fue el inicio de una terrible resaca y de una decisión que no lamentaría.

¡Hola, hola! ¿Qué tal están? ¿Durmieron bien?

Les tengo una buena noticia... *redobles de tambores* ¡Hoy subiré otro capítulo! ¿A qué hora? Entre las 12 y las 13 de Argentina dependiendo de qué tan ocupada tenga la mañana, puede ser antes o después pero les prometo que lo subiré.

Espero que les haya gustado el capítulo y prepárense para el número 31.

Me retiro por un ratito y les dejo un edit (me dio flojera buscar gifs).

MUAK!

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