Capítulo cuarenta y siete

EMMA

Tyler demoró una semana en volver y cuando regresó no parecía la misma persona. Su rostro lucía cansado; su cabello, alborotado y su piel, pálida; todo su aspecto evidenciaba los malos momentos que había pasado. Llevaba unas gafas de sol cubriéndole los ojos y estaba abrigado de la misma manera que la última vez que lo vi en nuestra cita de San Valentín.

Casi corrí a su encuentro, pero me detuve al ver que no venía solo. A su lado caminaba un muchacho de su misma estatura, cabello oscuro y piel blanca como la nieve. Tardé unos segundos en reconocerlo, pude identificarlo por el color verde intenso de sus ojos. Era uno de sus mejores amigos y el novio de Genesis: Taylor.

—Hola, Em —saludó Tyler.

Me dio un abrazo tan corto que no tuve tiempo de reaccionar y luego se apartó. Llevaba una mochila que imaginé había adquirido en San Francisco y me dedicó una sonrisa trémula.

—Hola, Ty.

—Él es Taylor.

El chico me sonrió con ánimos, aunque detecté con rapidez que estaba fingiendo su buen humor. No era porque me odiara, sino porque estaba de luto. Podía entenderlos a los dos, perder a un abuelo era horrible y aunque la abuela de Genesis no era su familia sanguínea, sí había sido importante para ellos.

—Hola —saludé—. ¿Te quedarás en la ciudad?

—No, tengo que volver al MIT.

—Nos llevará a la residencia y luego se irá —me hizo saber Ty—. A menos que hayas venido con Ethan.

—No, he llegado en autobús.

Ambos asintieron con la cabeza, casi a la misma vez, y comenzaron a caminar hacia la salida del aeropuerto. Los seguí de cerca, apresurando mi paso para ir a la misma velocidad que ellos. Tyler y Taylor permanecieron en silencio mientras recorríamos el estacionamiento privado buscando el coche de Genesis. No sabía si era correcto hablar, no sabía qué decir en una situación como esa, pero sentía que los dos necesitaban emitir palabra para no perderse en sus pensamientos.

—¿Genesis ha ido directo a Massachusetts?

—No, se ha quedado con Theo —contestó su novio—. Tiene... tiene que solucionar algunas cuestiones referidas a los bienes de su abuela.

—Oh. —Rasqué mi brazo con incomodidad—. ¿Y Theo vive en San Francisco?

—Sí, asiste a una universidad allí —me explicó Tyler—. Juega al baloncesto y esas cosas.

—¿Y es bueno?

Los dos volvieron a mover la cabeza a la misma vez brindándome una respuesta afirmativa. Era un poco escalofriante, nunca había visto a dos personas tan distintas moverse de manera coordinada sin ensayarlo. Suponía que era algo que se producía por la cercanía, ellos habían sido amigos durante toda su vida.

—¿Y tiene novia? —intenté bromear.

Sin embargo, en tanto hablé y ellos se tensaron, supe que había metido la pata. ¿Cómo era posible que me equivocara con un tema tan tonto como ese? Quizás, simplemente, debía guardar silencio.

—¿Por qué preguntas, Emma? —Taylor sonrió de lado—. ¿Quieres tirártelo?

Tyler le dio un empujón y él rió con ganas. Me encontré sonriendo también, al parecer mi pregunta estúpida había aligerado un poco el ambiente. Mi compañero de habitación estaba listo para reñirlo por sus palabras, pero me adelanté para continuar con la broma.

—Bueno, recuerdo que era apuesto. —Me encogí de hombros—. No suena como un mal plan.

Los labios de Ty se separaron con asombro y su amigo volvió a reír. Sus ojos verdes se posaron sobre mí y sentí por un momento que se me cortaba la respiración. Era atractivo y, si bien a mí me gustaba muchísimo su amigo, mis hormonas eran débiles.

—Me agradas. Cualquier persona que moleste a Tyler tiene mi simpatía.

—Eres un idiota, Tay —gruñó Tyler, aunque una sonrisa se formó en sus labios de todas formas—. Y me siento muy reemplazado en este momento.

Rodeó mis hombros con uno de sus brazos y me atrajo hacia sí. Depositó un beso sobre el tope de mi cabeza y sentí que las mejillas se me encendían. No me molestaban las demostraciones de afecto en público, pero que lo hiciera delante de uno de sus más antiguos amigos suponía algo distinto. Él no estaba ocultándome y eso se sentía más que bien.

—Nadie se resiste a Theo, ni siquiera mi novia.

—Es un chico muy atractivo —comenté—. Muy.

Tyler me dedicó una mirada de pocos amigos y yo sonreí con inocencia.

—Quizás no deberías haber dejado a Genesis con él, Tay. Espero que se acueste con ella así dejas de fastidiar.

—Espero que se acueste con ella así dejas de fastidiar —repitió con burla—. Madura, Ty.

—¿Yo debo madurar? Tú acabas de imitarme como un niño.

En ese momento detuvieron su andar y entendí que habíamos encontrado el vehículo correcto. Un Toyota rojo cereza se hallaba estacionado entre dos automóviles de lujo, desentonando por el color intenso, así como por lo común que se veía entre tantas marcas internacionales de renombre. Había esperado encontrar un Audi o algo similar ya que Tyler había afirmado que Genesis tenía muchísimo dinero; sin embargo, el auto rojo parecía mucho más su estilo. Me agradó al instante.

—Extrañaba este cacharro —dijo Tyler y acarició la carrocería como si fuera un perro.

—No se lo digas a Genesis o nunca lo venderá

—¿Por qué debería hacerlo? Es nuestro vehículo —chilló.

—Porque no lo utilizamos en la universidad, está siempre en el estacionamiento. Hemos tenido que llevarlo al taller mecánico porque se rompe por el desuso —explicó Taylor mientras abría la cajuela—. Está desperdiciando dinero.

—Claro, porque G no puede permitírselo.

Mis ojos viajaron de uno a otro mientras hablaban. Al ingresar al auto continuaron discutiendo respecto al tema, si era correcto o no venderlo, y yo permanecí en silencio escuchándolos mientras ocupaba el asiento trasero.

Con ayuda de mis indicaciones, no tardamos en llegar a la residencia Lincoln y fue el momento de despedirse de Taylor. Le quedaba conducir por cuatro horas hasta llegar a su universidad y era un viaje larguísimo luego de estar seis horas en un avión.

—Fue genial volverte a ver, Emma —dijo al detenerse frente al edificio—. Espero que la próxima vez tengas un mejor novio.

Tyler le dio un golpe leve en el brazo que lo hizo reír con ganas.

—Intentaré conseguir otro. Gracias por traernos.

—Sí, Taylor, gracias por traernos y por intentar que Emma me deje —se quejó Ty—. Eres el mejor amigo del mundo.

El muchacho blanqueó los ojos y ambos salimos del automóvil. Lo saludé con la mano y caminé hacia la puerta, brindándoles un poco de privacidad para que se despidieran. Hablaron por unos pocos minutos en susurros y luego mi compañero se encaminó hacia mí.

—Nos vemos en las vacaciones de primavera, Tay.

—O en tu funeral, lo que suceda primero.

Tyler le mostró el dedo medio y él volvió a reír. Agitando su mano a modo de saludo, se incorporó al tráfico y pronto fue un puntito lejano de color rojo que se perdió en las calles neoyorkinas.

Me agradaba Taylor, tenía un buen sentido del humor que parecía ser contagioso.

—No me digas que él también te ha flechado, Williams —lloriqueó Tyler, abriendo la puerta de la residencia para los dos—. No podría soportarlo.

Aparté la mirada de la calle y posé mis ojos sobre él.

—Bueno, es guapo, pero no es mi tipo —confesé.

—¿Y cuál es tu tipo?

—Ya sabes, escritores de libros de misterio y policiales que se meten en el baño mientras te duchas y siempre tienen comentarios sarcásticos preparados. Los llaman patanes en algunas culturas.

Entrecerró los ojos en mi dirección y cerró la puerta a nuestras espaldas. El aire calefaccionado nos dio la bienvenida y también lo hizo Paris al venir a nuestro encuentro. Bueno, al ir a abrazar a Tyler como si no hubiese un mañana.

Tyler articuló hacia mí algo similar a «hablaremos de tu comportamiento luego» y dejó que nuestra amiga lo condujera hacia la sala común. Robert, April y los amigos de esta última esperaban allí y lo recibieron con los brazos abiertos.

***

Era de noche, una semana después de la llegada de Tyler, mientras comíamos pizza en nuestro cuarto, cuando habló. Había permanecido silencioso esos días, solía bromear cuando yo lo hacía con él, pero luego volvía a la introspección. No lo había presionado para hablar, era probable que no tuviera nada para hablar conmigo. Sin embargo, esa noche se abrió y oculté mi sorpresa cuando lo hizo.

—Vi a mis padres en San Francisco —comenzó con la mirada fija en el queso de la pizza que estaba comiendo con lentitud—, llegaron junto a los padres de Taylor y Theo al enterarse del estado delicado de Meredith. No me había cruzado con ellos desde que me fui de Rose Valley en junio y habíamos hablado solo por teléfono. Fue raro, sobre todo porque Michael también estaba allí.

—¿Y qué sucedió? —me animé a preguntar.

—Al principio no quise hablarles, estaba muy enojado con ellos por todo lo que sucedió el año pasado. Genesis me convenció de hacerlo, mientras ella lloraba la muerte de su abuela se volteó hacia mí y dijo: «No dejes que los errores del pasado te impidan disfrutar de tu familia, tú todavía tienes la oportunidad de volver a sus brazos». No pude decirle que no —admitió en voz baja—. No podía no hacer lo que ella me pedía, así que los invité a tomar un café y hablamos de lo sucedido. Michael terminó la escuela de cocina y le dieron la oportunidad de trabajar a medio tiempo en un restaurante conocido, el resto del día trabaja con mis padres. Él ha estado pagando las deudas y me devolvieron el dinero que les había prestado, incluso cuando les dije que no era necesario.

Se frotó uno de sus ojos con el dorso de la mano, no lloraba, pero lucía cansado y triste. Sufría por dentro, quizás estaba batallando para contarme eso y lo agradecí en silencio. Tener su confianza se sentía bien.

—Me pidieron disculpas y una nueva oportunidad.

—¿Qué les dijiste?

—Que los perdonaba y que intentaría visitarlos en algún momento. Ellos en verdad parecen otras personas.

—Eso es genial, Ty.

Él asintió con la cabeza y volvió a la tarea de comer. Me quedé mirándolo por unos instantes, la tensión de sus músculos parecía haber desaparecido, aunque su mirada seguía perdida. Quise saber cómo consolarlo, pero no estaba segura de nada, tan solo coloqué mi mano sobre su rodilla y le sonreí.

—En las próximas semanas tendré una de esas fiestas que hace la editorial para mí —comentó—. ¿Te gustaría venir? Podemos ir los dos solos como... como en una cita.

—Me encantaría.

Me dedicó una sonrisa de pocos segundos que pareció una ilusión y volvió a perderse en el silencio. Necesitaba traerlo de vuelta.

—¿Quieres hacer ejercicio? —pregunté con diversión.

Su ceño se frunció ligeramente y tragó antes de hablar.

—¿Ejercicio? ¿A esta hora y con nieve cayendo del cielo? ¿Elle te ha golpeado la cabeza esta tarde?

Su tono burlón me hizo sonreír con ganas y con la mano aún en su rodilla me incorporé sobre la cama para luego inclinarme hacia él. Deposité un beso de pico en sus labios y luego otro en la comisura.

—Pensaba en un ejercicio que se hace sin ropa —susurré contra sus labios.

Me eché hacia atrás unos centímetros para ver su expresión y me mordí el interior de las mejillas para no reír. Tenía los labios separados, los ojos abiertos de par en par y un brillo divertido en su mirada.

—No bromees conmigo, Em.

—¿Quién dijo que lo estoy haciendo?

Subí mi mano por su pierna acariciándolo con la punta de los dedos sobre la tela de sus jeans. Su mirada bajó y siguió el camino que trazaba para luego volver hacia mis ojos.

—No tengo sexo desde antes de San Valentín, ¿segura que no estás bromeando?

—Segura.

Tardó dos segundos en cerrar la caja de pizza y depositarla en el suelo con un movimiento. Sus manos viajaron a mis mejillas con rapidez y su boca buscó la mía. Su beso estaba cargado de emociones, de necesidad y de lujuria. Aun así fue tierno y devoró mis labios con lentitud mientras me recostaba sobre la cama, acomodándose sobre mí.

—¿Em?

Abrí mis ojos para encontrar los suyos y me perdí en la ternura de mirada.

—Sé que es muy pronto y que quizás esto te asuste, pero me estoy enamorando de ti.

Tardé unos segundos en procesar sus palabras y cuando estuve a punto de contestar, sus besos volvieron a callarme. Me acoplé a sus movimientos, pero lo separé de mí para brindarle una respuesta luego de unos minutos.

—También me estoy enamorando de ti —admití.

Sus labios se curvaron hacia arriba, formando una sonrisa con hoyuelos incluidos, y besé su mejilla. Su expresión había cambiado por completo, parecía una persona distinta a la que me había contado el reencuentro con sus padres y mi corazón latió con fuerza al percatarse de ello.

—¿Emma? —murmuró.

—¿Sí?

—¿Quieres ser mi novia?

—¿Tyler?

—¿Sí?

—Claro que quiero.

Nuestras bocas volvieron a encontrarse a medio camino, transformando una noche aburrida y silenciosa en el comienzo de algo distinto.

Saboreé sus labios, acaricié su cuerpo y me perdí junto a él mientras comprendía el significado de las palabras que habíamos pronunciado. Tyler Murphy era mi novio, yo era su novia. ¿En qué momento habíamos dejado de odiarnos para empezar a querernos? No sabía la respuesta, pero sí sabía que quería que el sentimiento continuara.

¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están? ¿Ya dejaron de odiarme y volvieron a quererme?

¡TYEM FINALMENTE ES UNA REALIDAD! ¿Su aniversario? El 28 de febrero, que cute. (Recordemos que ellos están en el 2021).

¿Les ha gustado el capítulo? ¿Tienen alguna parte favorita?

Oficialmente quedan 10 capítulos más el epílogo para llegar al final de esta historia. La semana que viene les armaré el calendario de actualizaciones y, además, pronto sabremos de qué trata el tercer libro. ¡YAY! Espero que estén tan emocionadas como yo.

Muchísimas gracias por sus comentarios, votos y lecturas. Agradezco infinitamente su apoyo y cariño. I really, really love you.

Espero que tengan un hermoso día, nos leemos mañana.

MUAK!

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