Querido Natsu

Su consciencia había vuelto en trozos, pero había vuelto, era lo importante. El último recuerdo que tenía era sobre el en una reunión privada, en casa de Gray, algunos tragos y de ahi, nada. No recordaba nada a partir de haber consumido una bebida color azul.

Al tratar de moverse, y escuchar el sonido metálico, supo que estaba encadenado a una silla. El lugar estaba oscuro, hacia frío y olía a azúcar. Esto estaba mal.

Repentinamente la luz lo golpeó en el rostro, pasando a llenar toda la habitación. Frente a el, entrando por la puerta, hizo acto de presencia alguien bien conocido.

—¿Dimaria?. —se escuchaba confundido, y algo asustado. No entendía las intenciones de la mujer.
—Me alegra que hayas despertado, mi amor. —dijo haciendo gestos de enamorada. Su voz era una extraña y bizarra combinación entre euforia y psicosis. Una combinación que asustó a Natsu.
—No se a que estás jugando, pero no es divertido. ¿Podrías abrir los grilletes?. —preguntó de modo amable. No tenía idea.
—¿Broma? Para nada, querido Natsu. Esto es más real de lo que mis fantasías sexuales más locas pudieran crear. —sus rostros estaban demasiado cerca. Natsu sentía su respiración y viceversa. Cada vez entendía menos.
—¿Intentas decir que... Me raptaste?. —cuestionó entre la sorpresa y la estupefacción. No lo podía creer.
—Raptar es una palabra fea. Más bien... "Retención contra tu voluntad en nombre de nuestro bello amor". —corrigió como si de una niña se tratase. Esto se estaba más extraño, y bizarro.
—Dimaria... Suéltame. —pidió en el forcejeo. —Prometo que no le diré a nadie sobre esto.
—Odio decirte que no; pero me temo que eso no será posible. —su sonrisa, su torcida y enferma sonrisa, era algo que Natsu no podía soportar. ¿Por que hacía eso?. —¿No te alegra estar aquí, conmigo?. —preguntó sentándose sobre su regazo.

Presionó su intimidad contra la de Natsu, creando una leve fricción que sirvió para que ambos dieran un leve gemido simultáneo. Los brazos de Dimaria, como si fueran serpientes, envolvieron el cuello de Natsu; sucesivamente sus manos invadieron la rosada cabellera. Esto se ponía de verdad incómodo para el.

—Dimaria, ya basta, por favor. —volvió a pedir amablemente. La risa que soltó lo asustó, ya que sentía lo que iba a pasar.
—Esta bien. Basta de acariciar tu hermoso y sedoso... Es tiempo de algo mejor, jeje.

Se arrodilló frente a su entrepierna y la miro sonriente. Natsu, sabiendo lo que haría, forcejeo fuertemente para escapar, pero nada; las cadenas eran realmente sólidas. A Dimaria le parecía realmente tierno que su Natsu tratará de escapar, como si pudiera.

Soy consciente de tu fuerza, querido Natsu; precisamente por esa razón pedí unas especiales, solo para ti. ¿No sería una gran esposa? Siempre preocupada por ti y tus necesidades... ¡Yo sería la mejor esposa!. —en sus ojos, la locura se veían reflejados, junto a la imagen de Natsu al verlo.

Estaba loca, siempre lo supo, pero esto era demasiado. Era consciente del desorden mental que padecía Dimaria, consecuencia de un hogar disfuncional, y el, por mucho tiempo trato de ayudarla y de verdad jamás imagino que haría algo como esto. Su psicosis Esquizofrénica se había convertido en una psicosis obsesiva enfermiza, cuyo blanco era el mismo. Nunca lo habría imaginado.

El sonido metálico de su hebilla ser abierta lo obligó a mirar hacia abajo, encontrando la cabellera rubia.

—Dimaria, ya basta. —pidió nuevamente, pero más desesperado. 
Sabes que me amas...
—A riesgo de hacer algo estúpido: No te amo, Dimaria. Recapacita y, por favor, déjame ir.  —respuesta equivocada.

Cuando sintió que nada pasaba, pensó que lo peor había pasado. Fatal error.

Dimaria se levantó, con el cabello cubriendo su mirada. Con fuerza atrapó las mejillas de Natsu y apretó fuertemente.

—Tu eres MIO, Natsu. Mataré a cada zorra y puta que se atreva a acercarte a ti. Te amo con todo mi corazón y tu me amas a mi; vamos a casarnos y tendremos docenas de hijos hermosos. Quiero varones rubios y hembras peli-rosas. ¿Por que no empezamos ahora? —cualquier posibilidad de escape, y de cordura, se había desvanecido en la bruma mental.
—¡Estas loca! —gritó perdido en su miedo.
—Esta loca va a follarte toda la noche, hará que gimas su nombre locamente, ¡y así ambos estaremos locos! ¡Tendremos un amor lunático e incomprendido! ¡Eso sería fantástico!

Se retiró la ropa como una Stripper profesional delante de sus ojos. Subió encima de él, luego de retirar sus pantalones y ropa interior, y comenzó a cabalgarlo fuerte y rápidamente.

Por mucho que quisiera evitarlo, empezó a gemir de placer, y sus ojos soltaban lágrimas.

—Tus gemidos son tan lindos. —dijo con el oído pegado a su boca. —Di mi nombre, mi amor. —le ordenó a la vez que subía el ritmo de sus movimientos.
—No... No...—debía ser fuerte. No debía darle ese placer.
—No te resistas... Sabes que lo deseas. —apretó sus labios más fuerte en su virilidad.
—¡Dimaria! —no pudo más.
—Así me gusta. —susurró en sus labios besándolo. —Te escuchaste tan tierno. Sabía que no podías resistirte a mi encanto. —aseguro orgullosa.

Espasmos los azotaron a ambos, concluyendo en un estallido corporal de placer que los inundó hasta el cuello. Natsu derramó su semilla hasta desbordar.

—Tan caliente... Tan espeso... Tan... Tuyo...—murmuraba extasiada y temblando ligeramente.

A partir de ese día nada se volvió a saber del peli-rosa. Sus amigos, por más que buscaron, nada hallaron. Sin sospechosos, ni pistas, era un callejón sin salida.

Lo único que quedaba por hacer era un homenaje en su memoria.

R.I.P.,
Natsu Dragneel.

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—Buenos días, querido. —como todas las mañanas, saludaba a su ″esposo″. —Te traje el desayuno a la cama. —elevó levemente la charola de plata que contenía la comida matutina.

No decía nada, ¿Que sentido tendría hacerlo?.

Ya no conocía el tiempo, la luz del sol ni la libertad. Día y noche, Dimaria se dedicaba a hablarle sobre su día, a a cocinarle y follar con el. La voluntad había desaparecido de su sistema, siendo arrancada por esa mujer.

—Di ″Ahh...″. —pidió con la cuchara lista.
—Ahh...—no tenía sentido resistirse a estas alturas. Sabía que no lo mataría, por lo que era más inteligente comer lo que le ofreciera.
—Sabes... Hay algo que debo decirte, pero no se como. —hablo entre bocados que le daba a Natsu. —¡Estoy embarazada! —confesó emocionada. —¡Vamos a ser padres! ¡¿No estas feliz!?
—...—no podía responder. Esto era una locura. Lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas.
—¡Me alegra que llores de felicidad! ¡Yo también te amo! —gritó abrazándolo.

Se montó sobre el. Era obvio lo que iba a suceder.

—*Ayuda... Quien sea...* —pensó débilmente mientras Dimaria saltaba sobre su miembro.

El sólo intento ayudar a Dimaria y ahora era residente del infierno.

Que triste Ironía.









































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TRminamos.

No importa lo que lean aquí, siempre ayuden a quien lo necesite. Si creen que pueden ayudarle, haganlo.

“Si alguien pide tu ayuda, se la das”—Ziggy, antiguo Rey Demonio.

¡Gracias por el tiempo y la atención prestadas a la lectura! y sin más que agregar, hasta la próxima.

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