Placer sin restricciones: Solo un hombre y una mujer (102)

Había sido una aventura sin igual el haber derrotado a Acnologia. Sin duda alguna sería un relato digno de contar a futuras generaciones.
Serviría como inspiración para volverse más fuerte y proteger el futuro en el que han de vivir.

Tras toda una odisea, la paz ahora era viable. La guerra concluyó, Álvarez y Fiore hicieron las paces y el rey Thomas se retiró de su cargo real, dejando a su hija, Hisui E. Fiore, como la nueva reina de Fiore.

Y es con ella que un nuevo evento empieza: Una recompensa para todos los gremios que, con valentía y honor, protegieron Fiore, su hogar y el hogar de muchos más.

Todos obtendrían lo mismo: Vacaciones con todos los gastos pagados a los sitios más exóticos que pudieran imaginar dentro y fuera de Fiore.

***

Fairy Tail, por cortesía e insistencia de la reina, había sido enviado de vacaciones a una playa privada en alguna parte de Caellum.
Esta playa era bien conocida en su tierra por ser el albergue vacacional de reyes, nobles, la alta sociedad y extranjeros adinerados. Contaba con un hotel 5 estrellas que podía cubrir todas las necesidades pensables, y las que no se pueden pensar también. Con la mejor comida, las arenas más hermosas y el mar tan brillante como el cristal, Fairy Tail disfrutaría sus dos mejores semanas al máximo.
Pero lo mejor no era eso en sí mismo, o que no debían pagar ni un centavo (los precios de estadías eran ridículamente altos, pero Hisui lo cubrió todo), sino que esto sería solamente suyo por dos semanas, sin ningún alma ajena que perturbara la paz que Fairy Tail merecía.

Y como en todo buen cliché de playa, los ojos brillaban y las narices sangraban ante el desfile erotico con temática costera que se presentaba ante todos los hombres del gremio.
Y es que, en efecto, las chicas se veían tan lindas como sensuales portando sobre sus grandes curvas y proporciones trajes de baño que no dejaban nada a la imaginación.

—Adoro el olor del océano por la mañana —comentó Erza mientras estiraba su cuerpo frente al mar, con los ojos cerrados y una sonrisa satisfecha.
La Espadachina escarlata llevaba un sencillo bikini de dos piezas, de color negro y bastante ceñido a sus curvas. Un deleite sin dudar.

—Vamos a jugar al mar, Levy-chan —indicó Lucy, apuntando al mar, mientras llevaba de la mano a su mejor amiga.
La dama celestial portaba un bikini de dos piezas, de color verde y con un pequeño listón amarillo en el puente de su sostén. Además, otro listón, también amarillo, mantenía firme la pequeña coleta a un costado de su cabeza. Sus llaves doradas, siempre leales, colgaban de un cinturón de cuero apretado alrededor de su cintura.

—Si, vamos, Lu-chan —accedió su mejor amiga, sonriendo y llevando una pelota bajo su axila.
La pequeña intelectual portaba un bikini de dos piezas, de color rojo y blanco a rayas horizontales. Más allá de su modesto busto, la parte inferior del bikini abrazaba perfectamente su cadera y su lindo trasero.

—Quiero hacer un castillo de arena —dijo Wendy, la segunda maga más joven del gremio, poniéndose de rodillas sobre la arena, lista con su balde y pala para trabajar.
Un sencillo bikini rojo era lo que llevaba la belleza inocente.

—¡Aye! —exclamó Happy junto a Wendy.

—Muy bien —fue la sencilla respuesta de Charle, quien estaba en su forma humana.

—Que bien sienta el sol en la piel —comentó Laki, recostada sobre una silla playera al tiempo que recibía el abrazo de los rayos ultravioleta—. Bien, bien, ahora cuéntame de tu novio —solicitó a su mejor amiga con entusiasmo.
La dulzura sádica portaba un bikini de una pieza, ceñido, de color verde y con un escote en forma de corazón. Además, sobre sus ojos habían unas gafas de sol oscuras.

—B-Bueno... Se llama Erick... —comenzó a contar Kinana con pena.
La Doncella reptil portaba un bikini verde de dos piezas, revelador a su manera y ceñido a su cuerpo.

—Esto esta delicioso —comentó Lisanna tras el primer bocado a su helado de frutas tropicales, la especialidad de la casa.
La joven belleza albina llevaba un sujetador a rayas de color verde y blanco junto a un pantalón corto de mezclilla que abrazaba su cadera y su trasero perfectamente. Se podían apreciar dos hilos que sobresalían del pantalón corto. Cualquier hombre con más libido que razonamiento sabría que esos hilos eran parte del calzón del bikini que se escondía bajo ese pantalón corto. Y, por lo que se podía apreciar, era de color celeste.

—Si. Son realmente una exquisitez —apoyó Mirajane, la Strauss mayor, dando un bocado a su pedido de la especialidad de la casa. Sonreía al probar.
La sensual demonio, sintiéndose un poco atrevida (y en secreto esperando llamar la atención de cierto individuo masculino), se decidió por usar un bikini de dos piezas, color rojo y bastante revelador. El sostén era mantenido por hilos, tenía un anillo metálico por puente y la parte inferior del bikini, además de estar bastante ceñido, era algo reducido, mostrando un poco más de la curvatura de sus glúteos. Y, como detalle adicional, llevaba el cabello recogido en una coleta alta.

Pero había algo que no figuraba en absoluto. Y este algo era la ausencia de una maga de agua conocida como Juvia Lockser. Muchos se extrañaron por su ausencia, y secretamente querían que apareciera para poder contemplar que traje de baño habría seleccionado para la ocasión.

Pero ni las mentes más pervertidas podrían haber imaginado, ni mucho menos predicho, la selección final de la maga acuática.

Apareció caminando como si estuviera en una pasarela de moda, y muchos juraban que iba en cámara lenta.
Llevaba un par de sandalias azules, portando un sostén de hilos cuyas pequeñas copas triangulares eran de color azul oscuro con lunares blancos. La parte inferior volvió locos a todos, pues se trataba de una tanga de color azul oscuro con lunares blancos, una prenda que permitía a los ojos contemplar su gran trasero y el como se mecía levemente con cada sensual  paso que daba la maga acuática. También, como detalle adicional, llevaba el cabello suelto y una linda flor tropical de color blanco con el centro amarillo decoraba el lado derecho de su cabello.

A más de uno se le cayó el helado que se estaba tragando al ver pasar a Juvia. Incluso el océano se estremecía ante la sensual belleza de su reina.

Hasta Mirajane debía admitir que en cuanto a atrevimiento, Juvia la sobrepasaba por mucho.

***

Natsu, como siempre, además de llevar su pantalón corto anaranjado con llamas negras, comía como si el mañana fuera una ilusión apocalíptica de esperanza y bienestar tras tanta miseria.
Sentado sobre una toalla, puesta sobre la arena, el asesino de dragones devoraba sus raciones totalmente a gusto, sin molestar a nadie.
Mientra algunos elegían jugar en el mar o practicar deportes playeros, Natsu elegía comer.

De pronto una sombra cubrió a Natsu. Al darse cuenta de que el sol no lo estaba golpeando, levantó la mirada.

—Hola, Natsu —saludó Anna Heartfilia, la invitada especial de Fairy Tail y la ancestro de Lucy que había decidido quedarse en este tiempo.

—Anna-sensei, hola —saludó Natsu esbozando una sonrisa alegre al verla.

Ella también esbozó una sonrisa, pero eras más pequeña.

—Quería que me dieras tu opinión con algo —le hizo saber.

—Claro —respondió Natsu sin dudar—. ¿En que te puedo ayudar?

—¿Podrías darme tu opinión respecto a mi traje de baño?

Fue entonces cuando Anna se quitó la playera holgada que llevaba.
A Natsu le pegó un sonrojo y una gota de sangre bajo hasta volverse hilo desde su nariz.

El bikini de Anna era tan pequeño como la inteligencia del dragon slayer al que se lo estaba mostrando.
Dos piezas, color verde menta, revelador y muy ceñido a su cuerpo de Milf. Natsu tomó aire y necesitó de la misma voluntad que usa al estar ante un enemigo formidable para poder hablar sin sonar como un adolescente hormonal.

—Te ves bien. Estas realmente linda, Anna-sensei —dijo a la vez que desviaba la mirada para no ser tan obvio, o tan descarado. Ese bikini revelaba mucho.

Anna sonrió y rio, complacida por la actitud timida de Natsu.
De seguir así, lograr su meta estaría a la vuelta de la esquina.

—Te haré compañía —avisó antes de darse la media para poder sentarse.
Por un breve instante, cuando se dio la media vuelta y bajó para tomar asiento, Natsu contempló su trasero.

—«Va en contra de las leyes de la naturaleza» —pensó el peli-rosa, sin creer que ese lindo y sensual trasero perteneciera a una mujer cuya edad biológica se sumaba a otros 400 años.

Comieron, hablaron, jugaron y rieron en su estadía diurna en la playa.
Anna-sensei era una persona realmente agradable y divertida. Pero la noche había llegado y era hora de volver al hotel para tomar el merecido descanso del primero de 14 días.

Como dato adicional: Durante las horas de diversión playera que Natsu y Anna compartieron, un par de ojos femeninos, que emanaban cierto recelo, no los perdieron de vista ni un segundo.

***

—Ah —suspiró con gusto—. Nada como un buen baño para alejar las penas.

Natsu volvía a su habitación.
Había sido un día agotador y necesitaba recuperar sus energías. Un buen baño caliente le había caído como una canasta de comida al oso yogi: Perfecto.

Ingresó a su habitación y se recostó en su cama. Suspiró de gusto nuevamente. Como desearía tener algo exquisito que poder degustar.

Alguien tocó a la puerta en ese preciso instante.

—Adelante —dijo Natsu en voz alta, esperanzado de que, de alguna manera, fuera el servicio a la habitación.

—Hola —saludó Anna, entrando a la habitación. Vestía una bata que estaba cerrada—. Estoy aquí, Natsu.

—Ya veo —contestó Natsu. Se sentía un poco decepcionado de que no fuera el servicio a la habitación—. ¿Que puedo hacer por ti, Anna-sensei?

—Hay muchas cosas que puedes hacer por mi, Natsu —aseguró la mayor, caminando hasta subir en la cama—. Pero lo primero que puedes hacer por mi, Natsu, es hacerme tuya.

—¿Eh?

Anna se abrió la bata, revelando una cantidad considerable de su busto y la ropa interior que llevaba. Sonriendo, se sentó a horcahadas en la cadera de Natsu mientras un sonrojo se hacía presente en sus mejillas. Había que admitir que se veía adorable en ella.

Natsu estaba atónito. Mientras miraba a Anna sin poder creer lo que estaba oyendo, la sombra de Anna se cernía sobre él.

—¿Anna-sensei? —cuestionó el peli-rosa.

—Eres tan tierno cuando te haces el tonto —sonrió—. Dejame ser más clara para ti, Natsu-kun.

Fue entonces que la bata se retiró por completo de su cuerpo.
Los ojos de Natsu por poco salieron de sus cuencas ante la voluptuosa delantera de Anna-sensei. Sus ojos, de manera mecánica, se instalaron en ese par tan seductor y grande.

—«Vaya, eso explica muchas cosas» —pensó sin apartar la vista. ¿Conque así se sentía una epifanía, eh? Ahora todo estaba más que claro. Ahora entendía mucho mejor los pechos de Lucy.

Anna-sensei tomó su cabeza y la abrazó entre sus pechos con gentileza y suavidad. Incluso empezó a acariciar y luego a rascar su cabeza.
No había hombre que se resistiera a eso.

—¿Fui lo bastante clara, Natsu-kun? —preguntó la rubia, sonriendo.

—Hai, Anna-sensei —respondió Natsu, con el rostro enterrado entre sus pechos, emanando mucha paz en su voz—. Soy todo tuyo.

El aura de la sonrisa de Anna-sensei cambió en ese momento. Pasó de la gentileza a la satisfacción. Además, aún que jamás lo admitiera, sintió su ego y su orgullo crecer al saber que incluso después de 400 años todavía conservaba su sensualidad y encanto.

Jamás lo iba a contar, pero hace 400 años, Anna-sensei había estado con algunos hombres en relación de amantes antes de conocer al que se convirtió en su marido.
No era prostituta ni tampoco promiscua; Anna-sensei disfrutaba del placer, era todo.

Curiosamente, el último hombre al que sedujo y con quien compartió una noche de pasión, antes de conocer a su marido, también se apellidaba Dragneel.

Anna-sensei y Natsu compartieron un beso. A primera instancia fue un beso casto que transmitía emociones, pero pasó a convertirse en una danza salvaje de lenguas. Anna-sensei no la tuvo difícil al hacerse con la supremacía en el beso. Pasó de su boca a su cuello, besando y lamiendo por turnos. Entre jadeos del peli-rosa, Anna-sensei dio con la peculiar cicatriz de su joven amante. Le dio un beso especialmente cariñoso y volvió a verlo a los ojos.

—Dejame atenderte, Natsu-kun.

—Hai.

Libre de hacer lo que quisiera, Anna se giró y volvió a sentarse, pero esta vez sobre el rostro de su joven amante.
Presumiendo una maestría superior de 400 años, Anna-sensei despojo a Natsu de su ropa interior y su pantalón usando sus nada más que sus pies.

—¿Te gusta mi culo, mi ropa interior, Natsu-kun? —cuestionó Anna-sensei, sonrojada.

—Hai. Tu culo es genial y tu ropa interior es muy linda —halago a la mujer mayor entre jadeos y con la voz un tanto entrecortada, pues se hallaba obstruida por el trasero de Anna-sensei.

Sonriendo, Anna-sensei, con una maestría que no se ve muy seguido, comenzó a masturbar al chico usando sus pies.

—Anna-sensei —gimio Natsu, poniéndose, a su vez, duro casi al instante.

—¿Te pusiste tan duro con algo como esto? ¿Tienes un fetiche con los pies acaso? —preguntó Anna-sensei, subiendo el ritmo de sus caricias.

—Hai. Me gustan mucho los pies —admitió en un suspiro, que pasó a ser gemido con el aumento rítmico.

Anna-sensei estaba húmeda. Los gemidos y suspiros de Natsu tuvieron ese efecto en todo su cuerpo.
Los sonidos percibidos por sus oídos viajaron a través de sus tímpanos, llegando a su cuerpo en forma de calor y excitación y, finalmente, llegando a su entrepierna transformados en humedad. Y dicha humedad empezaba a traspasar la fina tela de la ropa interior blanca de Anna-sensei.

—Anna-sensei —gimio más fuerte, sonrojandose en mayor medida mientras su erección, además de crecer, se ponía más dura.
El olor femenino de la humedad vaginal suele causar ese efecto. Y resultaba mayor y más evidente en alguien cuyos sentidos iban más allá de los límites humanos o fisiológicos—. V-Voy a... ¡Anna-sensei!

Con su dedo gordo obstruyo el escape de esperma. Un poco salió y cayó en torno al pene, de donde salió.
Anna-sensei retiró el dedo después y permitió que su amante gozara de la apropiada liberación.

—Oh —se sorprendió ante la cantidad que salió disparada. Le recordó a una fuente.

Natsu jadeaba. Estaba cansado. Había sido intenso, aun que no lo pareciera. Su corazón estaba frenético. También sudaba un poco. Pero quería más.
Había sido un orgasmo como ningún otro (aun que jamás hubiera tenido uno) y quería más. Su pene se lo estaba diciendo con una simple acción: No volverse flácido.

***

—Anna-sensei.

Ahora era el turno de su boca.
Había pasado de lo más bajo a lo más alto.

Anna-sensei envolvía su lengua sobre la carne de Natsu, recorriendo su base y subiendo hasta alcanzar el prepucio, su punto más erogeno. Lamia con suavidad la punta antes de volver a engullir su erección casi en su totalidad.

Por muy exótico que fuera su color, Anna-sensei no quería tener pelitos en su boca (ninguna mujer quiere, de hecho).

—No se... No... No se... —apenas y podía hablar.

—Tendrás que ser más claro —indicó la rubia, sacando su carne de su boca para verlo a los ojos—. Los niños que no hablan fuerte son ignorados.

—¡No se cuánto tiempo podre aguantar! —exclamó cuando pudo lograr articular oraciones enteras.

—Descuida —dijo—. No tardará mucho desde aquí.

Fue a por todas. Decidió usar sus armas secretas: Sus pechos.
Recordando algo, Anna-sensei dio un pequeño rasguño con su botón erecto en su pene. Natsu soltó un pequeño gemido de dolor y placer, pero no se quejó. Y cuando superó aquello, atrapó la erección de Natsu entre sus voluptuosos pechos.

—Oh por Mavis —gimio más fuerte y más ronco al sentirse atrapado entre tanta suavidad.

Anna-sensei hizo un puchero molesto, pero demasiado tierno a la vez, al escuchar salir de los labios de Natsu el nombre de otra mujer.
Pero decidió convertir ese enojo en determinación. Comenzó a subir y bajar, masturbando a Natsu con cierta agresividad pasiva.

Natsu echó hacia atrás la cabeza y volvió a gemir el nombre de Anna-sensei. Anna-sensei sonrió al haber recuperado la voz de Natsu para si misma. Pero dado que estaba funcionando tan bien, continuó con su ataque pasivo-agresivo.

—¡¡Anna-sensei!! —gritó más fuerte que antes. Toda su semilla salió, aterrizando en los pechos y el rostro de Anna-sensei.

Encontró unos restos blanquecinos todavía en la punta, así, tan amable como solo lo era ella, lamió para limpiarlo. También limpió su pene, dejándolo un poco brillante por su propia saliva.

Si Natsu estaba cansado, pues se iba a cansar todavía más, pues esto todavía no había terminado.

***

Natsu, en primera instancia, estaba arriba. Las piernas de Anna-sensei estaban a cada lado de su cadera mientras era penetrada por Natsu.
Los brazos alrededor de su cuello y la boca ocupada gimiendo su nombre, y un ocasional "más fuerte" cada tantos gemidos y/o suspiros.

Natsu tenía el rostro enterrado en la curvatura ascendente del cuello de Anna-sensei. Sonrojado y con los ojos cerrados, y también gruñendo, penetraba a la mujer rubia por instinto. Se movía hacia dentro y hacia afuera, guiado por su lujuria. Anna-sensei se mojaba un poco más oyendo los gruñidos lascivos de su amante. Con eso se cercioraba de que lo estaba disfrutando. Con cada estocada dentro suyo daba un pequeño empujón a su cuerpo. Se había pegado un par de veces en la cabeza por esto. Pero el placer se superponía al ocasional dolor.

Natsu, sacando su cabeza de su escondite como si fuera una tortuga, tomó posesión de los pechos de Anna-sensei con su boca.
Atrapó el pezón entre sus colmillos, dando un minúsculo mordisco travieso. Pronto su lengua recorrió la circunferencia de su aureola. Y finalmente comenzó a chupar su seno como un hijo hambriento.

Anna-sensei tuvo una regresión impropia de un encuentro sexual: Recordó su tiempo materno, amantando a su hija.

Una mordida de Natsu la devolvió a la realidad, y se dijo a sí misma que debía dejar de estar teniendo esa clase de regresiones o alguien pensaría que se quería coger a su hija, que estaba muerta hace 300 y pico de años.

Después del tercer orgasmo de Anna-sensei, las tornas cambiaron: Era su turno de estar arriba.

Las manos calientes de Natsu atraparon la suave piel de porcelana que conformaba sus acentuadas caderas mientras Anna-sensei saltaba como niño en un trampolín.
Se deleitaba con los gestos de placer y excitados de su joven amante. Tenía las manos sobre su duro pecho, dándose apoyo. Lo tomó del rostro y lo besó profundamente, parando sus saltos.

—Dame una nalgada —le pidió con la voz bajo los efectos de la excitación.

Natsu obedeció como un perro que debe hacer un truco espectacular si desea comerse esa galleta en la mano de su amo. Propinó una fuerte palmada en el glúteo derecho de Anna-sensei. Esta gimio con fuerza ante el contacto caliente con su carne posterior. Le había gustado. Le gustaba recibir nalgadas. No recordaba con cual amante le había agarrado el gusto, pero daba igual.
El punto es que recibir golpes en el trasero era su kriptonita.

Siguió saltando hasta que Natsu se corrió dentro de ella. Siguió por varios minutos posteriores hasta que sintió que la cadera de Natsu se rompió por causa suya. Su ego subía cuando algo le pasaba a Natsu por causa suya, y esta no fue la excepción.

***

Al final del encuentro, y tras una linda charla post-sexo, ambos amantes estaban abrigados por la sábana de la cama, abrazados y dormidos.
Bueno, Anna-sensei estaba dormida; Natsu todavía seguía despierto, pero no tardaría en quedarse dormido también.

—«Anna-sensei si que sabe cosas» —un último pensamiento antes de dejarse caer en el reino de los sueños junto a su amante rubia y madura.
















































































































































































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Estoy pensando hacer otras partes dos partes, en una especie de continuación, con Mirajane y Juvia. ¿Cuál quieren primero?

¿Juvia o Mirajane?

¡Gracias por el tiempo de tu vida. Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo, que probablemente salga en otros dos meses!

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