Está muy lejos (100)

Todas las criaturas, chicas, grandes y gigantes, volteaban la mirada cuando sus oídos detectaban cerca de ellos el inconfundible "crack" que emitían las hojas secas al ser pisadas.
El otoño había llegado a su fin hacia menos de una semana, por lo que el suelo entero era cubierto por el follaje naranjizo y quebradizo. Ahora entraba el invierno; tardaría al menos 2 o 3 semanas para que la nieve llegara a ese sitio, por lo que, siendo como era, decidió aprovechar al máximo el tiempo junto a su hogar antes de verse recubierto por la blancura de la última estación del año. Luego volvería a como era siempre una vez se vieran entrados en primavera.

Le encantaba sentir los trozos de hojas secas entre sus dedos y sobre las plantas de sus pies. Corría, o más bien trotaba con rapidez, sobre los caminos anaranjados de la isla, su hogar, hasta llegar al lugar que ansiaba. Cruzó todos los caminos y saludó cortésmente a los habitantes del bosque. Incluso daba de comer a los pequeños; por experiencia tenía sabido que su intentaba hacer lo mismo con los grandes, o los gigantes, lo único que se comerían sería a ella.

Finalmente había llegado.
La fuerte brisa, gélida y con aroma salino, movió los mechones que enmarcaban su dulce y tierno rostro. Disfrutaba poder sentir de las caricias del viento marino en su rostro durante las épocas donde el viento estaba, según su entendimiento, "más purificado". En realidad, cuando vives en una isla, el viento es de por si puro; pero cuando las estaciones frías se apoderaban del globo terráqueo, entonces era otra historia, una mucho mejor y que se podía disfrutar más.

A su vez, contemplaba el océano.
Las olas, yendo, viniendo y chocando con las inmediaciones rocosas y arenosas de la isla, la hacían sentir una paz indescriptible en su pecho.
La falda de su lindo vestido, un vestido sencillo de color blanco con detalles dorados, también se movía.
Se mecía como las velas de un barco en alta mar cuando el pronóstico auguraba una pesca tranquila con cielo despejado y mucho tiempo para pensar en cualquier cosa. También llevaba puesto un suerter naranja que cubría su torso y sus brazos. Por supuesto que lo llevaba; era el preludio invernal, así que era necesario. Calculaba —amaba hacer cálculos, ya fueran matemáticos o sobre simples cosas que le ocurrían; ella amaba usar su mente— que la nieve cubriría su hogar en cuestión de 2 o tal vez 3 semanas. Y aún que amaba, y por mucho, los climas cálidos, la idea de jugar entre capas del manto blanco invernal, en definitiva, no se le antojaba para nada desagradable, ni mucho menos.

Respiró hondo, atrapó todo el aire gélido que sus pulmones pudieron recolectar y lo soltó por la boca.
Era la forma en la que le decía a la isla, y al mundo entero, "Gracias por esto".

—¡Hikari! —exclamó una voz detrás suyo, en pos de ella.

Hikari tenía el cabello largo, ondulado y de un rubio claro tan hermoso como el alba asomándose sobre el mar y la arena de la playa en verano. Y sobre su cabeza, descansado perfectamente centrado en la cima de esta, tenía un mechón largo que acababa en punta y se curvaba ligeramente.
Dicho mechón se irguió completamente cuando oyó el llamado de aquel hombre detrás suyo, en pos de ella.

Giró sobre sus talones para verlo, esbozando una tierna sonrisa.
El hombre también sonreía a la vez que la distancia entre ambos era cortada por sus pasos, uno a la vez.

—Mamá ya preparó el desayuno —le hizo saber una vez que quedaron frente a frente—. Vayamos antes de que se enfade de nuevo.

Hikari asintió, aún sonriente, y le tomó la mano. Caminaron así por algunos metros, antes de que el hombre peli-rosa, su padre, la pusiera sobre sus hombros.
Hikari colocó sus pequeñas y delicadas manos como seda sobre la igualmente sedosa cabellera rosada de su padre.

—Últimamente mamá ha sido una gruñona —comentó Hikari de repente, con disgusto. Su padre soltó una fugaz pero audible carcajada ante ello.

—Bueno... Es lo que pasa cuando espera a un hermanito para su hija —explicó su padre tratando de no ser demasiado explícito. Su hija era una genio; lo mejor era no darle herramientas para hacer un descubrimiento.

—¿Cuanto falta? —preguntó impaciente. Hizo un arco con el cuerpo para ver cara a cara a su padre. El brillo en los ojos verdosos de su hija le provocó algo más grande que ternura, haciendo que su sonrisa se hiciera mucho más grande—. ¿Cuando traerá la cigüeña a mi hermanito? —volvió a preguntar con mayor impaciencia.

—Pronto —vivía por esos momentos de inocencia que destilaba su amada hija—. Muy pronto.

Dos meses, específicamente.

***

Atravesaron todo el bosque recubierto del naranjizo final del otoño hasta llegar a la casa.
Una cabaña modesta de dos pisos, hecha de madera, con un pórtico y un techumbre del mismo material. La chimenea de ladrillos emanaba una columna de humo y las ventanas emitían luz desde el interior, señal de que alguien la estaba habitando.

Cruzaron la puerta tomados de la mano. Ambos dejaron sus prendas de invierno en el perchero del recibidor. Cuando se sacudieron los pies para retirar los residuos de hojas secas de los zapatos y las plantas de los pies, entraron a la cocina directamente, atraídos por el exquisito aroma de la primera comida del día.

—¡Mami! —chilló de alegría Hikari, a la vez que saltaba y abrazaba las piernas de la mujer que veía por la ventana sobre el fregadero.

La mujer, también rubia y de ojos verdes pero, claramente, más alta que Hikari, solamente pudo girar de costado el cuerpo. Bajó la vista y posó una mano alrededor de la cabeza de su pequeña de 6 años. La apegó a sí misma con un cariño difícilmente descrito con palabras.

—Bienvenidos —saludó en plural, dirigiendo su mirada a su amado marido—. Espero que tengan hambre.

—Después de lo de anoche, una de lobo —respondió el peli-rosa soltando una risa con los ojos cerrados.

Una interrogante apareció sobre la cabeza de Hikari a la vez que un sonrojo y un entrecejo fruncido aparecían en el rostro de la madre de esta.

—Baka —lo regañó, avergonzada—. Ya te he dicho que no digas esas cosas frente a Hikari —le recordó para después inflar las mejillas en un tierno puchero.

Después de las risas por parte del peli-rosa, la familia se sentó a desayunar, siendo Hikari quien aventajara a ambos adultos.

—¡Delicioso! —chilló la menor, destilando brillos de los ojos y a la vez que su mechón curvo se movía de lado a lado sobre su cabeza, como la cola de un perrito que estaba muy feliz y emocionado.

Cuando el desayuno terminó, mientras el padre de familia lavaba los platos, Hikari subió a su cuarto a dibujar y su madre salió al pórtico.
Puso ambas manos sobre el barandal entre las columnas que sostenían el techumbre y reclinó el peso de su cuerpo sobre los brazos, los cuales recostó sobre la el barandal para después depositar el mentón suavemente sobre sus antebrazos.
Su mirada se paseaba de árbol en árbol mientras su mente divagaba en muchas otras cosas.

—Hola —saludó su marido peli-rosa al salir. Se acercó a ella y rodeó su barriga de 7 meses con sus manos, suavemente—. Y hola a ti también, Mavis —subió la mirada, esbozando una sonrisa y, acto seguido, depositando un beso en su mejilla.

—Hola —regresó el saludo, aún que se le podía notar distraída.

—¿Piensas en todo lo ocurrido? —preguntó apoyándose detrás de ella, estrechando más el abrazo por su espalda, obligándola a erguir el cuerpo para no molestar al próximamente nuevo integrante de la familia.

—Todos los días —respondió sinceramente. Amaba de eso de él, que podía ser sincera.

—Yo también —confesó mientras su mirada apuntaba al mismo punto que el de su esposa—. Como alguien revivido por un mago inmortal, jamás te esperas terminar con una vida tan maravillosa. Supongo que tengo suerte.

Mavis, como la había llamado, se volteó para encarar a su esposo.

—Es más que suerte, Natsu —le dijo con esa mirada que solo ella podía hacer. Y el que hubiera puesto ambas manos sobre su vientre abultado solo le impuso a un nivel mayor—. Fue el destino, un destino que te encargaste de escribir con tu propia mano.
Te lo ganaste.

Se dieron un abrazo.

Mavis tenía razón: Zeref, su hermano mayor y Mago oscuro incapaz de morir, lo había traído a la vida con el fin de convertirlo en un arma viviente. Y, sin embargo, el resultado fue el contrario al esperado. O por lo menos lo fue luego de haberla conocido a ella, un buen día como cualquier otro tras regresar a él luego de cumplir otro objetivo.

Su pecho se calentó, y no de la misma forma en que lo hacía cuando sus llamas brotaban de su cuerpo para reducir a cenizas a sus enemigos.
No. Había sido una cálida sensación. Fue como un abrazo dado por el resplandor del sol en un día de primavera.
Era lo que los humanos llamaban "amor", lo supo tiempo después.

Mavis se separó y se puso de puntillas con el propósito de besar a su marido. Natsu, sabiendo que incluso haciendo eso no lo lograría, se agachó lo suficiente para atrapar los labios de la mujer que amaba.

—¡Mami, papi! ¡Miren el dibujo que hice! —fue la voz de Hikari, llena de emoción, apareciendo desde el interior de la casa con una hoja de papel, que contenía un tierno dibujo de la familia, en sus manos.

***

—Fin —declaró Mavis, cerrando la tapa reversa del libro entre sus manos tras haberlo concluido.

Ambas niñas expresaron su inconformidad con un quejido, a la vez que se levantaban solo un poco del suelo con gestos desaprobatorios.

—¡No es justo! ¡Obviamente la princesa debía quedarse con el príncipe! ¿¡Que clase de final fue ese!? —reclamó Hikari, ahora de 13 años, en interrogantes de exclamación cargadas con su descontento.

—¡Hiki-nee-chan tiene razón! —prosiguió a reclamar Zera, de 5 años y rubia como su madre, secundando las palabras de su hermana mayor en igual estado de descontento—. ¡Era la mejor opción! ¿¡Por que se casó con el demonio que intentó dañarla!? ¡¡No tiene sentido!!

Ambos padres se vieron a los ojos un segundo, antes de soltar una risa unísona. Aquello irritó más a sus pequeñas.

Natsu posó la mirada en su hijo menor, Larcade, de solo 2 años de edad y también rubio.

—¿A ti que te pareció? —le preguntó. Larcade estaba sentado en su pierna, sostenido por la espalda por la mano de su padre. La mirada del infante pasó de su madre a su padre cuando escuchó la pregunta de este—. ¿Te gustó o estás más de acuerdo con tus hermanas? —preguntó. Con el mentón apuntó fugazmente a sus otras dos hijas. La mirada de Larcade pasó de él a ellas, quienes con el ceño fruncido y los brazos cruzados lo veían esperando su pronta cooperación de opinión.

Larcade se llevó un dedo al mentón con expresión pensativa que agachó apuntando al suelo por unos segundos antes de responder.

—Me gustó —respondió volviendo a su padre con la mirada.
Un respingo gemelo de indignación se escuchó por parte de ambas rubias—. Fue una historia hermosa —añadió junto a una tierna sonrisa, tan brillante e inocente como lo eran todas las sonrisas de dos años.

—Bien dicho, querido —dijo Mavis, sonriendo—. ¿Saben? —prosiguió, todavía sonriendo y dirigiendo la mirada a sus niñas—. No todas las historias de amor terminan como uno cree que van a terminar. A veces... —miró a su mirado, él cual sonreía también acariciando la cabeza de Larcade—. A veces simplemente está muy lejos de ser lo que uno espera.

Ellos lo sabían. Lo sabían de antemano, y estaban felices de saberlo. Habían pasado demasiadas cosas en el pasado y ahora estaban aquí, unidos en matrimonio junto a los frutos de su amor.
¿Que más podían desear? Nada, absolutamente.

Bueno... Quizás podrían pedir que a Hikari se le pasase de una buena vez y para siempre ese mal hábito que tenía de rascarse el trasero con tan poco disimulo. Eso sería genial.



































































































































































_______________________________________________

Aún que no lo crean, esta pareja me gusta más de lo que piensan. Y mientras llega a alguna de mis otras historias, esta es mi salida.
Estuvo bonito (creo), pero definitivamente debería hacer uno con lemmon, solo digo.

¡Gracias por el tiempo de tu vida.
Sintoniza para más pendejez en el próximo capítulo, terrícola culero!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top