¡Como toda una mujer enamorada! (97)
Eran exactamente las 3:27am, y la peli-azul se despertó adormilada, abrió los ojos y los talló con sus manos. Estaba oscuro y casi no veía. Se levantó de la cama y se quedó sentada esperando ver alguna prenda suya tirada. No quiso prender la luz, así que se puso la camisa del peli-rosa que dormía en el lado opuesto de su cama y caminó de puntillas hasta la cocina sin hacer el más pequeño ruido para no despertarlo.
Encendió la cafetera y se hizo un café, justo como le gustaba: Con dos de azúcar y terminando de hacer el amor.
Era extraño; ella nunca había experimentado está sensación; bailaba a mitad de la cocina y tarareaba alguna canción inexistente mientras el café era preparado y caía dentro del pequeño tarro de cristal. Sonreía como loca. Olía la camisa cada dos minutos y sonreía aún más. El olor de él se le impregnaba hasta el corazón. Toda esa felicidad se le remarcaba a más no poder en los hoyuelos de sus mejillas.
Su cabello estaba despeinado, pero eso no impedía que se viera hermosa.
Al terminar de recordar una y otra vez la escena de hace dos horas, se sonrojo. Cerró los ojos y mordió sus labios tratando de reprimir algo.
Sus labios todavía conversaban un pequeño tono rojizo, cortesía de las diminutas mordidas que le hizo buscando tener acceso a su boca por completo.
Volvió a sonrojarse aún más.
Al estar preparado, tomó la taza con café y se fue de puntillas a la habitación. Entró muy despacio, pero la puerta rechinó. Se quedó estática y con los ojos bien abiertos.
Él jamás despertó (O eso creía ella) porque se volvió a acomodar, esta vez boca abajo y con las sábanas cubriendo su espalda.
La peli-azul se quedó mirando a la cama, apoyada en el marco de la puerta, disfrutando el silencio, la calma y los recuerdos todavía muy vivaces en su mente.
—¡Seguramente parezco loca viéndolo así! —se dijo así misma en voz muy baja. Pero no dejaba de mirarlo ahí parada con el café en la mano.
Se escuchó un pequeño ronquido y ella se echó a reír, un poco más fuerte, pero se tapó la boca con su mano libre.
—¡Ronca como un niño cansado de tanto jugar! —pensó enternecida.
Una sonrisa se dibujó en sus labios ante ese pensamiento. La peli-azul tomó un sorbo de café y tocó su boca, muy despacio y con la punta de los dedos, recordando la sensación de sus labios rozando los de él. Con la misma mano empezó a bajar a su cuello mientras recordaba como la besaba y acariciaba hacia dos horas y 15 minutos.
Bajó un poco más por su pecho —sin sostén— y abrió los primeros botones la camisa que le pertenecía a su peli-rosa, la camisa que le había quitado unas horas antes, botón por botón y beso por beso.
Bajó hasta su abdomen, donde él tocó, besó y mordíó ansioso, deseando bajar y llegar a más.
Para esas alturas había vuelto a ponerse tan húmeda como lo había estado antes, provocado por los toques tan suaves y fuertes de las inquietas manos de él.
Dejó el café en la mesita de noche junto a la cama y se dirigió a él tan sensual como necesitada.
Subió de manera cautelosa, pues sus ganas no le ganaron a su sutileza y ternura. Al llegar a él, besó su espalda con suavidad. Fue subiendo poco a poco hasta frenar en su oído.
—Amor —susurró con una voz tierna.
El peli-rosa despertó fingiendo que había estado dormido todo este tiempo. Y lo primero que vio fue a su hermosa novia sobre él, observando con esos ojos que tanto le encantaban, tan azules como el mar.
Sabía perfectamente lo que quería.
—¿Otra vez? —preguntó el peli-rosa, girándose hacía ella.
—¿Puedes? —contestó ella, ansiosa y la vez tímida. Subió un poco más, hasta sentarse sobre sus caderas. Había empezado, también, a jugar con uno de sus mechones de pelo, esos tan rebeldes que la traían tan loquita.
—¡Sólo si está vez me invitas de tú café! —exclamó jocoso. La sujetó suavemente por sus caderas, mientras reía—. ¡Ah, y también si dejas de verme como asesina serial mientras duermo a mitad de la noche! —volvió a exclamar, esta vez de manera divertida.
Su mano comenzó a subir de forma juguetona. Primero pasó por su trasero, luego acarició su espalda y finalmente llegó hasta su nuca. La otra permaneció allí en su cadera.
La pobre peli-azul soltó una carcajada y se tapó la cara sonrojada por la vergüenza.
—¿Te diste cuenta?
—Si —respondió empujando su nuca, acercando sus rostros—. Eres ruidosa al hacer café... Y al hacer el amor —añadió finalmente con picardía.
La mano sobre su cadera también se movió. Empujó un poco hacia adelante, y fue allí cuando ella pudo sentir lo despierto que estaba.
—El café es de Juvia, y Natsu-sama también —susurró sobre sus labios, sensualmente antes de volver a dar inicio con un beso.
Se sentía feliz hasta desbordar.
Se sentía... ¡Como toda una mujer enamorada!
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Quiero aclarar que esto que acabas de leer no es mio, es una publicación de una página de Facebook. Pero me gustó tanto que decidí compartirlo con ustedes como una versión de Fairy Tail, más concretamente una versión Navia. Aún que eso si, tuve que reescribirlo, basado en el escrito original obviamente, por dos razones: La ortografía original, honestamente, si estaba un poquito de la patada, y también por que me encanta el detalle en el uso de las palabras (es mi sello personal).
¡Gracias por tu tiempo; te espero en la próxima entrega, vil alma pecadora!
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