AU: Stone Age

Parece tan difícil de creer siendo joven, pero hace mucho tiempo existió una época donde la civilización actuaba de otra manera, muy distinta a las personas que ves a diario caminando por la calle o cuando compras algún vivere necesario.

No habló de lustros o siglos, habló de millones de años, cuando el mundo era regido por una sola idea, mucho más simple y práctica, que imponía sobre todo ser viviente de pie y albergado en una tierra cruel e indiferente: "La ley del más fuerte".

¿Como era la vida de un humano regido por esta doctrina? Mucho mas dura que esperar 30 minutos por algo de comida que pediste usando un celular, eso es seguro. Se trataba de una existencia cruel y desalmada, capaz de desgarrar la voluntad del más fiero y hacerle entender quien establecía las reglas del mundo.

Esta es una historia antigua, que nos habla acerca de la versión más primitiva, y el origen, de la peor enfermedad que ha contraído el planeta tierra: La humanidad.

***

El sol se alzaba sobre los largos prados y altas montañas hasta cubrir con su brillo las cabañas y huertos dentro de la zona habitada, mejor conocida como aldea, "La aldea del fuego".

Del interior de la cabaña más grande emergió un hombre alto, robusto, musculoso y de cabello rojo. Tenía diversas cicatrices por su cuerpo y rostro, vestía únicamente un taparrabos hasta las rodillas y en su mano izquierda cargaba una lanza gruesa con piedra aguda, conectada al bastón con lianas. De la misma cabaña emergió otro hombre, mucho más pequeño y con cabello rosa.

—Un gran día para cazar —menciona el mayor mirando al cielo y aspirando el aroma matutino de ese día—. Ven, muchacho.

—¿A donde vamos? —preguntó el menor, dudoso.

—A cazar, ¿A donde más? —cuestionó, como si fuera obvio—. Aprenderás todo para ser un Rey, pero aún más importante, un hombre. Vamos.

Se perdieron en la profundidad del bosque, donde se albergaban las bestias más feroces y los peligros más extremos.

Igneel, Rey del fuego, hizo únicamente dos cosas: Darle un cuchillo de hueso a su vástago y sentarse sobre una roca cercana.

—¿Que debo hacer? —preguntó el menor.

—Pelear —contestó a secas.

Un breve instante después, un lobo se abalanzó sobre el pequeño. Logró evadir el golpe por muy poco, pero perdió su arma en el proceso.

—¡Papa, ayúdame! —suplicó el pequeño con ojos llorosos y el miedo a flor de piel.

Ayudate tu mismo —se negó fríamente—. ¿Matar o morir? Elige una.

Gruñendo y observando furtivamente, el dientes de sable acechaba en círculos a su presa, procesando cuando sería mejor saltar y atacar.

El pequeño, aún asustado, se armó de valor y corrió sobre su arma blanca. El dientes de sable reaccionó instintivamente por el movimiento y no espero para atacar. El más veloz ganaría la batalla y comería ese mismo día.

Un premio doble.

—¡ROAR'! —rugió el dientes de sable, saltando sobre el pequeño.

—¡Ahhhhgh'!

La sangre saltó violentamente y cayó sobre la tierra.

Igneel encogió la mirada tratando de aclarar la situación: El dientes de sable permanecía inmóvil sobre su hijo y sangre se volvía un charco debajo de sus patas.
Era difícil saber cuál de las opciones más obvias podía ser la acertada.

Acercándose más, lo descubrió.

—Acaba con el —ordenó Igneel a su hijo.

El pequeño no hizo caso. Permaneció en la misma posición, con el cuchillo incrustado en el pecho del animal y viéndolo directamente a los ojos.

—Acaba con el —repitió su padre, insistente.

—No puedo —declaró el pequeño para sopresa de Igneel.

—Bien. Lo haré yo.

Apenas puso un pie fuera de su sitio, el dientes de sable giró y lanzó un zarpazo con intención de matar a la vez que rugia. Igneel retrocedió estratégicamente y evadió el ataque. Empuño su lanza y, listo para atacar, se detuvo cuando su hijo se metió en medio.

—Puede ayudarnos —declaró a favor de la bestia—. Nos dará una ventaja sobre los invasores que sean rápidos o ataquen por la noche.

Igneel, ante las palabras de su hijo, mostró reflexión. El pequeño supo que estaba de acuerdo cuando bajo su lanza y se dió la media vuelta.

—Tu lo cuidas —fue la condición impuesta.
Si bien, era cierto que sería una ventaja muy útil contra invasores o en la cacería, necesitaba mantenimiento. Y el no se lo iba a dar.

El pequeño sonrió y abrazó al tigre, en señal de afecto.

—Seras Happy —sentenció el pequeño—. Y yo soy Natsu.








































































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Primero jugué Far Cry Primal, después recordé el Omake de Mashima, luego mi conciencia dijo "No lo pienses ni por error" y luego esto :v

De cualquier modo, espero lo disfruten. Quiero aclarar que no será con comedia o cosas por el estilo; será una historia donde expresare, lo mejor que pueda, la crudeza de la vida cuando el ser humano inició con la población global.

Haber si luego de esto sigues quejandote por que tu pizza ya tardó más de 30 minutos.

¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, compadre!

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