AU: La familia Dragneel (3)
Capítulo 3: Mentes y piernas abiertas.
I
La alarma comenzó a sonar y en pocos instantes llenaba por completo, con su incesante y castrante tonada, el aire de la habitación. Sin embargo, había alguien sin la disposición de acoplarse a los mandatos del diabólico y tiránico aparato. Con un simple golpe, dado a ciegas, lo hizo acallar. Por supuesto que no se rompió en miles de trozos, en resortes y engranajes. Claro que no; solamente ocurría eso en las caricaturas; en el mundo real debías de tener una fuerza inhumana para lograrlo.
Pero la persona debajo de las sábanas y sobre la cama a un lado de la mesita de noche en donde descansaba el molesto artilugio se conformaba con haberlo hecho dejar de emitir ruido. Arruinaba su siesta de belleza.
—Hey, Umi, ¿puedo pasar? —fue una voz, femenina, al otro lado de la puerta luego de repetir tres una tocada a su puerta.
De entre surgió una ahogada y quejosa emisión de voz. También se interpretaba como extrema pereza.
—Pasa —fue la indicación, dada por alguien que seguía hundido en su cama.
La persona que entró, con toda formalidad y discreción, tenía cabello y ojos azules, así como piel blanca.
Ella era Sylvia Fullbuster, hermana menor de Umi por 2 años. Su aspecto no era un decir, era una realidad: Era la viva copia de su madre.
—Umi, son las 2:34 de la tarde. ¿En serio seguirás en cama? —preguntó Sylvia mientras trataba, olímpicamente, de traspasar las legiones de basura en el suelo hasta su objetivo.
—¿Que importa? No es que haya algo interesante que hacer —replicó Umi, todavía hundida en su cama—. Y apropósito, ¿que quieres?
—E-Es secreto —respondió mientras seguía buscando.
—Bah, da igual —respondió Umi, dándole igual lo que sucedía por fuera de su cama y sus sábanas.
Sylvia tomó lo que necesitaba y salió de la habitación, no sin antes, y solo por joder a su hermana, encender la luz. Cerró rápido y salió volando. Pero incluso así pudo oír el rugido rabioso de Umi adentro de la habitación, quejándose por la luz.
—¡Voy a matarte, Sylvia! —gritó, a la vez que intentaba salir de sus sábanas.
Se puso de pie una vez que estuvo libre. Ahora se podía notar más su aspecto, su belleza.
Umi era alta, con el cabello azabache como su padre y los mismos ojos que él; tenía la piel pálida de su madre, además de los pechos y las caderas también. Vestía únicamente ropa interior negra, que contrastaba con su piel. Jamás salía de la cama, así que para ella estaba bien.
—Maldita Sylvia y sus bromas estúpidas —mascullaba furiosa mientras llegaba al encendedor y apagaba la luz.
De vuelta a su cama, antes de lanzarse a ella de nuevo, observó que su celular emitía un parpadeo verde muy pequeño. Eso era indicador de que tenía una notificación nueva.
—Veamos de que se trataba —sujetó y levantó el artefacto con pereza, mucha pereza. La luz emitida por el aparato le lastimaba la vista. Se apartó un poco y cuando ya no sentía reacia la mirada ante el brillo, pasó a ver de que se trataba.
Era un mensaje de Storm «Saldré con Nashi, así que te quedas sola en casa. No la quemes, por favor».
Del mensaje ya habían sido 20 minutos, por lo que se daba la certeza de que ya estaba sola.
—¿Y ahora que? Podría volver allí y dormir... Pero eso me da pereza también —hablaba pesadamente. Como un adulto abatido por la monótona existencia que llevaba entre casa y oficina.
Bajó a la cocina, tomó una botella de jugo de naranja y bebió de ella como lo hubiera hecho un zombie. Mucho jugo de naranja caía por su barbilla y acababa en el piso, mientras que Umi, con mirada vacía y agotada, miraba a la nada infinita.
—Algún día me voy a coger a Luke —soltó de repente—. Y nos casaremos y tendremos 100 hijos. No, eso es poco. Mejor 250. Si, eso está mejor —siguió diciendo al aire.
Llamaron a su puerta repentinamente. Dejó el envase sobre la barra en la cocina y, a regañadientes, tuvo que ir a atender. Caminaba lentamente y como si arrastrara un pie. También le colgaban los brazos y se balanceaban de lado a lado al ritmo de su lento andar. Exactamente igual que un zombie.
—¿Que? —soltó al abrir la puerta.
—Eh... Buenas tardes.
La expresión de Umi se transformó en cámara lenta. De un instante a otro pasó de un rostro zombie y cansado a uno de aturdimiento y estupefacción totales, con la boca todavía abierta.
La peli-azabache soltó un grito breve y azotó la puerta en la cara de Luke después.
—Supongo que volveré otro día —se dijo a sí mismo. Antes de darse vuelta e irse...
—¡Buenas tardes y bienvenido, Luke-sama!
A Luke le bajó una gota por atrás de la cabeza. Y por poco se quedaba ciego debido al resplandor de belleza que emanaba repentinamente de Umi. Ahora estaba peinada, vestida, bañada, perfumada, maquillada y cualquier término que terminase en "da".
—¿Puedo pasar? —preguntó el rubio.
—Adelante —Umi se apartó para dejarlo pasar.
El rubio entró con sutileza a la casa. Notó que estaba reluciente de limpia, casi en un sentido literal.
—¿Que te trae por aquí? —preguntó Umi, llegando con Luke.
—Bueno —dijo—, prepare lasaña y quería una opinión de que tal esta. Y tú siempre has sido muy sincera conmigo, Umi. ¿Que dices? ¿Quieres probar y darme una opinión?
—¡Por supuesto! Yo preparo la mesa, tú siéntate.
II
Cana Alberona era la tía divertida y alcohólica que jamás podía faltar en la familia. También sumale que usa malas palabras y da malas enseñanzas de las buenas. No fumaba, no estaba casada y tenía 2 hijos (Cornelia y Gildarts Jr) estudiando en el extranjero, nacidos de un padre al que Cana lanzó a la calle por idiota. Por lo tanto, era la cómplice perfecta para lo que entre ella y Luna, la tercera hija de apellido Dragneel, estaban diciéndole. Y hasta que vio la seriedad en sus caras cuando preguntó, para estar segura, pensaba que era una broma.
—¿Entonces por eso me pediste que...?
—Si —contestó Luna, y sonrió.
Sylvia se sonrojó fuertemente y bajó la mirada. La idea era totalmente mala y no quería tener nada que ver en ella. Quería mucho a Luna, su mejor amiga, pero definitivamente no iba a ser participe de algo como eso.
—Supongo que dirás que no —dijo Cana mientras veía la reacción de la peli-azul.
—E-Es que... —tartamudeaba y no sabia que decir.
Luna, hastiada de tantos rodeos, se levantó, caminó hasta su mejor amiga, la obligó a levantar la cara y la besó en los labios. Con la mano derecha le sostenía la parte posterior de la cabeza, con los dedos entre sus cabellos ondulados, mientras empujaba para hacer más profundo el beso. Y con su mano izquierda atrapó y comenzó a amasar su pecho. Los gemidos de Sylvia se ahogaban en la boca de Luna quien estaba usando su lengua y la frotaba contra la de su mejor amiga.
Terminó, y un hilo de saliva las seguía conectando.
—Di que si, Sylvia —le dijo con tono seductor y los ojos entre cerrados, como si la estuviera desafiando—. Sabes que una parte de ti lo desea. Crecimos juntas aquí, junto a la tía Cana; deja de reprimir tus deseos carnales y se tú misma. Es natural. Estaré contigo todo el camino.
El corazón le latía a más de 10,000 revoluciones y sus ojos azules brillaban como si fuese el mismo océano reflejando el cielo nocturno. ¿Para que seguirse mintiendo? Sus pezones erectos y humedad en la entrepierna la delataban.
Sylvia asintió y Luna sonrió. Dirigió su vista a su tía Cana y alzó el pulgar.
—Yo me encargo de conseguir al resto —repuso la peli-rosa.
—Una vez que lo hagas avísame para arreglar mi alcoba. La orgía local será aquí en mi casa, no se te olvide decirles eso —la señaló con un dedo para darle más énfasis a sus palabras.
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Los niños aprenden muy rápido y la tía Cana no sabe guardarse las cosas para ella. Esa es una mala combinación.
—¡Ahora el momingo! —gritó Albino, parándose en dos patas y sacando un cuadro enmarcado con el meme—. ¡Aquí esta!
¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, lector promedio!
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