| 84 | Eres mi mas grande deseo

¿Cuando llegó a su fin la cordura? No lo sabía con exactitud. De hecho, creía haber dejado de saber muchas cosas.
Sin embargo, cualquier cosa que estuviera remotamente relacionada con "él", la recordaba hasta el más ínfimo detalle.

¿Cuando fue que perdió la noción del deber? Tampoco lo sabía; lo único que sabía era que su Ojou, la chica que fue su
mejor amiga en la infancia, a sus ojos, era su rival romántico. Incluso si era consciente de la poca competencia que representa ante Chitoge, estaba demasiado determinada (y loca) por el objetivo que anhelaba su corazón, al parecer, latiente por ese chico llamado Ichijou Raku.

Al principio no era más que una mancha; era un debilucho sin aptitudes para una relación con su Ojou, a quien podría fácilmente romperle las piernas o sembrar una bala entre sus cejas.

Pero el tiempo fue la encargada de cambiar todo. Conoció al chico que era, y terminó igual que el resto de féminas con quienes se relacionó: Enamorada.

Pero en su corazón ella sentia que iba más allá de eso; sentía que la conexión con Raku era, por mucho, superior a las de Marika, Kosaki y Chitoge.

Ella era la única digna de recibir su atención.

Si, ella era quien debía tenerlo todo de Raku Ichijou: Su atención, sus labios, sus besos, sus caricias, su semilla... Sus retoños. Ella y nadie más que ella podía gozar de ese privilegio.

Y personalmente se haría cargo de que fuese así.

***

Como siempre, fue bastante aburrido. Al menos así lo sintió Chitoge. Raku, a su lado, caminaba con las manos atrás de la nuca, totalmente despreocupado, algo raro en él.

—¿Piensas hacer algo hoy? —preguntó Chitoge espontáneamente. Raku pudo notar un deje tímido en sus palabras, cosa que le hizo reír—. ¿¡De que te ríes!? —rugió, ahora furica.

—¡No, no haré nada! —chilló con miedo. Tenía estiradas ambas manos y las meneaba nerviosamente, pensando que lo iba a golpear.

—¡Solo ven a mi casa más tarde, Baka! —gritó con molestia y exasperación. Joder, como le jodia la falta de tacto de su novio.

—¡Claro, claro! ¡Allí estaré! —respondió dando dos pasos en reversa, buscando una distancia segura.

Como toro, Chitoge se dió la vuelta y emprendió marcha a su hogar, resoplando aire por la nariz y dando pasos pesados sobre el suelo.

El chico soltó un suspiro de alivio al notarla lejos. Había esquivado una bala. Por suerte.

Hm? —soltó al sentir una vibración en la pierna, seguramente proveniente de su celular—. ¿Tsugumi? —cuestionó luego de ver en la pantalla el nombre del remitente.

—"Ven a mi casa en el menor posible, Ichijou Raku. Tenemos que hablar".

Ese último párrafo le inyectó miedo y muchos nervios. Generalmente, cuando alguien como Tsugumi decía que había que hablar, era un sinónimo de mucho dolor y muerte, incluído el físico.

Pero ya le había enviado el mensaje, así que lo último que debía pasar por su cabeza era faltar a su llamado.

—Que Kami-sama me agarré confesado —murmuró, entre asustado y preocupado.

Pero en fin. Si se trataba de Tsugumi, estaba seguro que debía ser algo serio y muy necesario.

Otra razón más para darse prisa.

***

—Oe, Tsugumi, soy yo. ¿Podrías abrirme?

—¡Esta abierta!

—Con permiso.

Al entrar no vió a Tsugumi. Supuso que estaría en el baño o en cocina, así que no le puso mucha importancia a eso.

Tomó asiento en el pequeño sofá, a la espera de la chica.

—¿De que querrá hablar Tsugumi? —se preguntó a si mismo, dudoso, cruzándose de brazos.

—Ya lo sabrás.

La humedad se apoderó de la boca y nariz de Raku. Súbitamente empezó a tener sueño y poco a poco, hasta quedar vacío, sus fuerzas se desvanecieron. Y finalmente quedó inconsciente.

Tsugumi, sonriendo con triunfo, retiró el pañuelo bañado en cloroformo de la boca de Raku, y usando su fuerza lo cargó para llevarlo a otro sitio de la casa.

—Tu yo, Raku Ichijou, tenemos mucho de que hablar —expresó de manera siniestra cerca del rostro del chico, cuyo cuerpo cargaba sobre su hombro—. Será la conversación más amena y agradable que hayas tenido. Te lo prometo.

***

El aroma aún permanecía en su nariz, pero ya no surtia el mismo efecto. Además, poco a poco, abrió los ojos hasta finalmente tenerlos en toda función.

—¿Pero que...? —movió sus manos, y notó la restricción que limitada su movimiento—. ¿Que esta...?

—No te tenses —sugirió Tsugumi, apareciendo en la habitación, vestida con una bata—. No es bueno para tu salud.

—¿¡Que esta pasando aquí!? —exigió saber Raku—. ¿¡Por que estoy atado a–

Cerró la boca y abrió los ojos cuando, delante de él, Tsugumi se despojó de su bata.

Estaba desnuda.

Una hemorragia lo golpeó con toda la fuerza de un canguro al ver esos senos al aire y toda esa figura, esculpida por Afrodita en persona.

—Veo que te gusta —comentó con ironía al ver la sangre bajar por la nariz del chico.

Se subió a horcajadas sobre la cadera del Yakuza. Usando un pañuelo limpió la sangre desde su nariz hasta el resto de piel donde cayó. Y mientras tanto, Raku permanecía con gesto inalterable. No lo podía creer. Esto debía ser algún sueño raro. Si. Seguramente era como esa vez que soñó que estaban casados y tenían un perro llamado Togechi.

Tenía que ser eso.

—¿Feliz de verme? —preguntó coqueta, al sentir el "piquete" de algo allá abajo que comenzaba a subir y rozar con su intimidad.

—¡Es una reacción natural! —se excusó alterado y muy, muy, sonrojado—. ¿¡Que esta sucediendo!?

—¿Acaso no es obvio? —preguntó. Atrapó el rostro del Yakuza entre sus manos y lentamente recortaba la distancia entre ellos—. Tus labios siguen luciendo muy suaves.

—Tsugumi, por favor, detente —suplicó Raku al ver que cada vez la distancia era menor.

—Solo un beso... —susurró con voz anhelante, acercándose cada segundo.

—¡No lo hagas, por favor! —gritó desesperado, quemando su último cartucho.

Sus labios, finalmente, se conectaron. La sensación era realmente cálida, con sabor a vainilla y canela... Una combinación un tanto rara, pero muy dulce en toda la extensión de la palabra.

Una de las lenguas se sentía muy ansiosa. Se adentró en el espacio del contrario, deseando recorrer toda la cavidad. Tsugumi soltó una mordida, y cuando Raku abrió la boca ella aprovechó para introducirse mucho más adentro.

Pequeños gemidos salían de ambos, siendo mucho más propenso el muchacho.
Al separarse, un hilo de saliva mantenía viva la conexión. En el corazón de la sicaria se sentía una enorme paz y satisfacción, imposible de describir.

—Raku... —pronunció mas anhelante que antes. Ahora que lo había probado, deseaba más. Mucho mas.

—Tsugumi, por favor, ya basta... —pidió al ver, y sentir, que la sicaria lo besaba en la mejilla y de ahí partía hacia abajo—. Esto no es correcto.

—Si esto está mal... —pasó su lengua por su clavícula y subió lentamente hasta el lóbulo de su oreja, para morderla suavemente—. Entonces no quiero estar bien.

Sus manos empezaron a abrir los botones de su camisa. Las yemas de sus dedos pasaban suavemente sobre la piel de Raku. Su amplio pecho y su cabello... Todo estaba tan sedoso. ¿Como lo haría? Seguramente ese era su secreto.

—Tsugumi... —al fin caía en cuenta de que suplicar no serviría de nada. Su última esperanza era que la ebriedad se le pasara y se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Si, Raku pensaba que Tsugumi debía estar ebria.

—Te sentirás bien. Confía en mí, Raku Ichijou —aseguró ella, sonriendo con picardía. Estaba claro que tramaba algo.

Se arrodilló en el espacio hecho por sus piernas, justo delante de su entrepierna.

—¡No, Tsugumi! ¡No lo hagas, por favor! —gritó Raku, desesperado. Esto ya se estaba saliendo de control.

—Puedes decir que no las veces que quieras, Raku Ichijou —advirtió Tsugumi, alzando la vista—. Pero tu amiguito pide a gritos que si.

Con una sonrisa pervertida, que decía lo dispuesta a todo que estaba, la sicaria desabrochó el cierre del pantalón del Yakuza. Su sonrisa se amplió, al igual que su lujuria, al ver la longitud obtenida por la gracia de sus encantos.

—Eres todo un hombre, Raku Ichijou —declaró al ver el amiguito de Raku, orgullosamente erguido.

Ella procedió a lamerlo. Lentamente, fue recorriendo cada centímetro del falo. Desde la base, con cuidado de no tragarse algunos vellos, hasta la cabeza, donde besaba la punta.

—T-Tsugumi... No... Aaah~ —gemía y se retorcía. En un burdo intento trataba de zafarse y resistirse. Pero todo era inútil. La boca de esa mujer era como una trampa de acero; lo hacía sentirse como si hubiese alcanzado el Nirvana y descubierto todos sus secretos.

Tsugumi sintió como una vena palpito. Eso la hizo sonreír. Indicaba que lo estaba haciendo bien. Como pudo, inguyo el falo, tomándolo con su boca hasta llegar a un poco antes de pubis. Elevó la mirada y guiñó un ojo a Raku.

Tal escena fue demasiado para el casto chico. Soltando un grito de placer dejó salir la carga de su semilla dentro de la boca de la sicaria.

Tsugumi pudo sentir como el espeso y caliente líquido recorría su boca hasta caer por su garganta debido a toda la longitud que abarcaba el pene dentro de su boca en cuestión. Procuró tragar tanto como pudo.

Al sacarlo quedaron un par de hilos que conectaban la boca y el pene. Pero nada que un par de lamidas no resolvieran.

—¿No crees que fue increíble, Darling?

Ok. Ahora si era un problema. Únicamente Chitoge lo llamaba así. Nadie más. Algo le estaba sucediendo a Tsugumi y seguramente no era bueno.

—Ya lo verás —dijo Tsugumi, subiéndose a horcajadas, nuevamente, sobre Raku.

—¿Que... Que veré...? —incluso preguntar le daba miedo.

—Verás... Que yo seré la dueña de tu corazón —declaró con ternura—. De aquí en adelante, serás mi esclavo sexual —aclaró—, y lentamente voy a enamorarte. Te haré adicto a mi cuerpo y después a mi corazón. Estaremos juntos por siempre, Raku Ichijou.






































































































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¿Continuara...? Nadie lo sabe.

Nah. La verdad si.

¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, lector promedio!

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