| 83 | Caín y Abel

Gemidos y suspiros en aumento rápidamente. Poco a poco llenaban el aire de la habitación en donde hacían el amor, mejor definido como su "Nido de amor".

Los movimientos del hombre peli-azul eran constantes y lentos a un nivel tortuoso. La mujer debajo de el gemía ansiosa, esperando que el ritmo se hiciese mucho mayor.

—Mas rápido... Futaro —suplicó la peli-rosada con necesidad.
Sus uñas se clavaron un poco más en su espalda y sus piernas, tan largas y de porcelana, lo enrollaron como una boa constrictor.

—Como desees, Miku —aun que sonreír no era lo suyo, esta vez dejó ver ese lado suyo. Miku siempre deseo verlo mas alegre y ahora, en un momento de alta intimidad, podía hacerlo en su máximo esplendor.

Retomó los aullidos al momento que su interior ardió mayormente. El pene de su amado Futaro ahora llegaba mas profundo, más fuerte y más rápido. Sus gritos no podían ser acallados. Entre el placer y el éxtasis, Miku no pudo contener su fuerza y sus uñas se clavaron en su espalda hasta hacer semejanza con una espada.

—Mierda... —gimió Futaro de dolor por lo bajo.

—L-L-Lo siento... —se disculpó, entre tímida y avergonzada.

—Esta bien... —dijo recuperando su habitual calma—. Pero si en verdad quieres ayudarme, empieza ahora.

Las tornas cambiaron súbitamente. Ahora la peli-rosada se hallaba en la cima mientras su amado hombre debajo de ella, totalmente a su merced.

—Sigue así, no pares —dijo Futaro entre gemidos. Miku saltaba sobre el rápidamente. Subía tanto como podía y luego se dejaba caer con toda su fuerza y peso, brindando olas inmensas de placer a todo su cuerpo.

—No lo haré. No importa cuanto supliques para que me detenga, —lo encaró con fiereza. Atrapó sus muñecas y las colocó a cada lado de su cabeza—no lo haré.

Futaro tragó saliva, asustado.
Podía ver claramente la lujuria y determinación reflejados en sus ojos.

No podía llegar a la respuesta de si eso lo asustaba o lo excitaba.

—¡Futaro!

—¡Miku!

El orgasmo llegó como un tornado: Apenas tuvieron aviso de el y arrasó por donde pasó. Provocó que ambos amantes cayeron rendidos y sudados sobre el colchón.
Futaro alcanzó a cubrir sus cuerpos con la sabana y a abrazar a su mujer.

—Te amo, Futaro —dijo la mujer desnuda sobre el lecho de su hombre mientras era abrazado por el mismo.

—Yo también, Miku —respondió el peli-azul.
Le dió un beso en la mejilla y se acomodó mejor para poder dormir un poco.

—«Futaro dijo que me amaba... Que alegría» —pensó la mujer llena de júbilo—. «Casi me hace sentir mal por acostarme con el marido de mi hermana. Casi».

Con ese último pensamiento en la cabeza, se dejó caer dormida. Estaba muy cansada por toda la acción con Futaro esa noche en la que el mismo dijo que estaría en una junta de trabajo.
Pero sólo era una excusa para que Ichika no se preocupara mucho.

***

—Estoy en casa —avisó Futaro, entrando por la puerta de su hogar.

Ichika, la esposa de Futaro, salió de la cocina y lo recibió con un beso en los labios.
Vestía con un delantal y un par de guantes en las manos, indicando que estaba o ya había preparado la cena.

—Bienvenido a casa, Futaro-kun —dijo Ichika, dulcemente, recibiendo a su marido—. Toma asiento y te servire la cena. Prepare tu favorito.

—Gracias —respondió el, sonriendo.

Ichika le regresó la sonrisa antes de volver a la cocina. El peli-azul se sentó a la mesa y durante el tiempo que esperaba a su esposa, la imagen de Miku como Dios la mandó al mundo le llegó a la cabeza.

Sacudió varias su cabeza para alejar esos malos pensamientos. No debía tenerlos, al menos no en su hogar.

—Permíteme —dijo al ver a Ichika entrar, cargando platos y vasos.

—Gracias. Yo–Oh'... —su vista se posó hacia algo abajo y se cortó a si misma, sonrojadose.

—¿?' —la visión de Futaro bajó a donde Ichika miraba, e igualmente se sonrojó.

Dejó los platos en la mesa y cubrió su erección con ambas manos. Se disculpó e intentó irse, pero fue detenido por su esposa.

—E-Esta bien... —dijo, nerviosa—. Estamos casados... Es normal tener esa clase de... Deseos.

Futaro tragó saliva y se sentó a la mesa por petición de la mujer.
Si tan sólo supiera que esa reacción fue provocado por su hermana Miku, tal vez no sería tan comprensiva.

La cena transcurrió sin problemas. Los cónyuges hablaron amenamente, contando sobre su día o algún tema sin mucha transcendencia.
Finalmente, luego de lavar los platos y limpiar la mesa, Futaro se abrigó en su cama. Esperaba descansar un poco, pero alguien tenía un plan diferente.

—Futaro —escuchó que lo llamaban.

—Ichi... Ka —las palabras quedaron al aire. Sus ojos se abrieron y el sonrojo no tardó en llegar a sus pómulos.

—¿Te gusta? —preguntó luciendo su lencería—. La compre hace tiempo, pero jamás tuve la oportunidad de usarlo —confesó. Rápidamente saltó a la cama y se montó sobre su marido. El aludido apenas pudo reaccionar.

Ni tiempo para reaccionar tuvo. Ichika lo besó apasionadamente, como hace tanto no lo hacía.
Futaro, aún sorprendido, no tardó en responder y sus manos se posaron sobre su mejor atributo, apretando fuertemente.

—Eres muy atrevido, Futaro-kun —dijo de modo coqueto—. ¿Sabes? Estos últimos tres años pensé que estabas indispuesto —confesó tímidamente, para sopresa de Futaro—. Y estaba bien, sabía de antemano como eras y podía vivir con eso. Pero ahora, luego de ver tu... Reacción, entendí que tu también sientes deseo. Lo estuve pensando por mucho tiempo y finalmente, luego de esto, entendí que es lo que quiero. Futaro... Seamos una familia.

Aquella declaración, que mas bien era una petición, si que lo tomó por sorpresa. Abrió los ojos y quedó frío. No había ninguna reacción de ningún tipo.
Simplemente era algo duro de procesar.

—¿Q-Que dices...? ¿T-T-Tu quieres... Hijos?

—Ichika...

Ahora cambiaron las tornas: Ahora Futaro estaba sobre Ichika.

—Ichika... Seras una gran mamá —aseguró, sonriéndole a su esposa.

—Futaro... —conmovida, Ichika pudo pronunciar su nombrar de manera llorosa, casi desbordando alegría pura.

Se besaron pasionalmente y la mejor noche de sus vidas, oficialmente, dió inició.

***

—F-Futaro...

Dejó caer la prueba de embarazo al suelo, que marcaba positivamente el resultado.
Las lágrimas no tardaron en aparecer por su rostro y una sonrisa las acompañó.

—El bebé de Futaro y mío... —murmuró Miku, alegre.
Sus manos tocaron su vientre y la sonrisa se amplió mientras un par de lágrimas bajaban por sus mejillas—. Futaro estará feliz de saber que será padre... Si, estoy segura.

Se puso de pie y salió a su habitación. Tomó su celular y marcó el número del padre de su futuro hijo.
No contestó y simplemente optó por un mensaje de texto que rezaba "Tengo que darte una gran noticia. Llámame".

—No puedo esperar a que lo sepa —dijo risueña. Ella misma estaba convencida de que la noticia sería la mejor que le hayan dado en toda su vida.

Quedaría impactado.

***

—¿Miku?

—¿Ichika?

Como si nunca se hubieran conocido, ambas hermanas se miraban con mucha intriga.
Miku pensaba que Ichika no estaría en casa e Ichika pensaba que Miku ya no tenía ningún tipo de contacto con Futaro.

Que equivocadas estaban ambas partes.

—¿Que haces aquí? —preguntó Miku todavía atónita.

—Vivo aquí —contestó ella—. ¿Y tú? Pensaba que ya no sostenias contacto con Futaro.

Mierda.

—E-Es que... —su cerebro empezó a trabajar a mil por hora. Necesitaba pensar; necesitaba un plan y lo necesitaba ahora—. «Concéntrate hija de toda tu puta madre».

—¿Hm'? —musitó Ichika en espera de una respuesta.

—Vine a verte a ti —dijo lo más convencida que podía sonar.
Ichika arqueó una ceja, confundida.

—¿Entonces por que me preguntaste que que hago aquí? —cuestionó intrigada.

—Es que Yotsuba me dijo que no estarías en casa y esperaba encontrar a Futaro para preguntarle por ti. Me sorprendió verte aquí, es todo —explicó tratando de sonar convincente.

—Anda, pasa, te explicaré adentro —se hizo a un lado y la invitó a pasar.

Miku entró, notando lo bello de su hogar. Por un instante sintió envidia. No quería reconocerlo, pero Ichika si servía como ama de casa. Tal vez más que ella misma.

—¿Y bien? ¿En que puedo ayudarte, querida hermana? —preguntó Ichika sentándose en uno de los sillones de la sala.

—Antes de eso dime ¿Que haces aquí tan temprano? ¿Te sucedió algo? —preguntó imitando su acción y fingiendo interés por su hermana.

—De hecho, si —contestó, sonriendo. Su mano tocó gentilmente su vientre, provocando un escalofrío y una mala sensación en Miku—. Me dieron un descanso en el trabajo por mi embarazo.

Esa última palabra provocó un clic en la cabeza de Miku que se convirtió rápidamente en el sonido seco y fuerte de un crack. No lo podía creer. No quería creerlo, mejor dicho.

—¿Q-Que...?

—Estoy embarazada —repitió, ahora más claramente—. Apenas tengo 3 semanas.

Miku se levantó súbitamente. Su mirada era cubierta por su flequillo y su labio inferior temblaba.

—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó Ichika, sin emoción alguna—. O tal vez... ¿A Futaro?

La mención del hombre la asustó. Retrocedió un paso y frunció el ceño enojada.

¿Crees que no se lo de Futaro y su amorío? No soy tan estúpida, Miku —habló secamente, sin ninguna emoción—. Lo supe desde el primer día que empezó y Futaro lo corroboró cuando hicimos a nuestro hijo.

Miku no sabía que decir. Más bien, no tenia nada que pudiera decir.

—Pero, te dijo algo, esta bien —aseguró relajándose—. No me importa. Después de todo, su esposa soy yo. Tu sólo eres... La otra mujer.

Tres palabras; tres palabras fueron suficientes para que algo dentro de Miku se rompiera.
Ichika, que era consciente de lo que su hermana sentía por su esposo, desde que eran jóvenes, prosiguió con su charla.

—No importa cuanto lo intentes, jamás será tuyo, no como es mío —alzó la mano, mostrándole el anillo en su dedo—. Tu podrás hacerle el amor todas las noches si quieres, a mis espaldas también, pero el título de esposa me pertenece. Tu tan sólo, como todas las amantes, eres una distracción. Eres su forma de escapar de la rutina. No eres algo o alguien transcendente. ¿Lo entiendes? Para Futaro, no eres más que su medio para descargar la tensión. No hablan, no discuten, no hacen nada que no sea follar. Eso es triste, demuestra la falta de profundidad que existe entre ustedes. Siempre supe que algo como esto podría pasar, pero jamás me comió la cabeza. Como dije antes, sólo eres la otra mujer. Es lo que eres y es lo que serás por el resto de tu vida.

Ichika se levantó de su sillón y se dirigió a la puerta. Su plan era abrir la puerta y pedirle a su hermana que se retirará.
Sin embargo, la peli-rosada también tenía un plan. Y era para ambos.

—Ichika...

La mencionada apenas pudo reaccionar. Su rostro se estampó violentamente contra la pared más cercana, provocando que su frente y cabeza sangraran.

—¡Diablos! ¿¡Cual es tu problema, maldita loca!? —gritó Ichika una vez en el suelo, con ambas manos cubriendo la herida en su frente.

—Tu... —murmuró fríamente—. Tu eres mi problema, her-ma-na.

Un grito de mujer resonó por toda la casa, acompañado por sonidos de golpes y cosas rompiéndose. Súbitamente, el silencio reinó. Y permaneció callado hasta la hora de llegada del hombre de la casa.

Futaro entró como de costumbre, pero un extraño y muy grotesco olor llenó sus fosas nasales.

—Futaro.

No tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió el frío acero de un arma punzante clavarse en su abdomen.

Escupió sangre y cayó sobre su trasero, recargado en una pared.
Miku lo encaró. Su vista estaba vacía y sin brillo alguno. Además de eso, la expresión en su rostro no prometía nada bueno.

—¿Miku...? —pronunció a duras penas.

—¿Sabes? Puedo tolerar que no nos veamos, que te hayas casado con Ichika en vez de mi; puedo soportar saber que le haces el amor como me lo haces a mi, e incluso puedo soportar la idea de no volver a verte jamás. Pero la idea de que ella tenga a tu bebé... Me es inconcebible. No puedo permitir algo así —aquella declaración le hizo sentir a Futaro la emoción más primitiva de todas: El terror.

—¿E Ichika...? ¿Y el bebé...? —interrogó, entre asustado y desesperado.

—No te preocupes por ellos —dijo Miku—. De hecho, incluso si quisieras, no volverás a preocuparte por nadie, Futaro. La única que debe preocuparse por alguien, soy yo. Cuidaré bien de nuestro bebé.

—Miku... —no podía creerlo. Estaba atónito.

—Pudimos ser felices, Futaro-kun —dijo lamentándose—. Es una pena que supieras elegir el lado correcto, Futaro-kun.

Lo único que debe saberse sobre el final de esta historia, es que no fue para nada feliz.



































































































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Quiero aclarar que, aún que no lo parezca, soy TeamMiku, putos. Pero durante la realización de esta cosa me salieron varias ideas y las fui incorporando poco a poco, hasta que finalmente quedó así. Quería ser más gráfico y ponerle más gore, pero me dió mucha pereza.

Si alguien entre público, pinches cochinos, desea ver una orgía entre Futaro y las quintillizas, o al menos un FutaroxMiku más sexual y romántico, hágamelo saber.

¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, compadre!

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