| 81 | Por una vez

Los humanos compartimos dos aspectos universales: Dolor y miedo. Y para mi infortunio, yo sentía lo segundo sólo con verte.

Todos los días, todo el día, mi corazón, a cada minuto, se volvía más y mas pequeño a causa de esa compresión en mi pecho. Esa que tengo al posar mi mirada sobre ti.

—Juvia lo ama, Natsu-sama.

—Yo también te amo, Juvia.

Debo tragar saliva al verlos besarse tan amorosamente. Los ojos de Juvia brillan de una manera tan especial y radiante al estar contigo. No puedo culparla. Tiene sentido. Después de todo, eres tú con quien está.

Se que debería estar feliz por tu excelente relación junto a Juvia, y lo estoy, pero una gran parte de mi desea estar en su lugar; una parte de mi desea que ustedes rompan y en tu dolor te pueda abrazar, besarte, decirte que todo estará bien y... Hacerte mío.

Pero no. Se que no está bien desear al novio de una buena amiga. No es correcto. Yo no soy así. Y jamás lo sería.

Pero sabes, esta bien... Mientras tú seas feliz junto a la mujer que amas, yo también lo estoy.
Aún que no sea conmigo, tu felicidad es lo más importante para mi, Natsu.

***

Sentada en la barra, comiendo mi pastel, oigo las voces de mis Nakamas hablando y riendo. No puedo concentrarme del todo. Por mucho que intentó hacerlo, me cuesta demasiado dejarte ir. Anoche no pude pensar en otra cosa. Pero al menos pude tenerte en mis sueños. Hacerte mío. Con eso puedo feliz... Al menos lo suficiente para olvidar que el verdadero tú esta entre los brazos de otra mujer, y dentro de ella también.

—¡Hey, Erza, Mira! ¡Hola!

Justo lo que me faltaba... Tu y tu estúpida sonrisa.

—Hola, Natsu —te saluda Mira desde el otro lado de la barra—. ¿Que te sirvo?

—Dame lo mejor que tengas —tan sencillo y enérgico como siempre.

Mirajane se retira sonriendo y nos deja solos en la barra.
Y no tarda en posar su mirada sobre mi. Dios...

—¿Como has estado? —me preguntas. Si tan sólo lo supieras...

—Bien... —respondo lo más general que pude. Si hablaba más de la cuenta podría decir algo que no quiero decir.

Jamás sentí el tiempo pasar tan lento como ahora. Hablabas a la vez que comias mientras sostenias una conversación con Mirajane.
Finalmente te levantas, agradeces por la comida y te das la media vuelta dispuesto a irte.

No se que sucedió dentro de mi, pero reaccione de la peor forma posible.

—¿Hum'? ¿Erza? ¿Que sucede? —cuestionas con intriga luego de ser detenido por mi. La mano que sostiene tu ropa, mi mano, se aferra más a ti de un instante a otro.

—... Conmigo... —murmuró a duras penas, muy por lo bajo y sin articular bien mis palabras.
Obviamente me miras sin entender lo que salió de mi boca. No te culpo. Yo tampoco entendí lo que dije.

—Haz una misión conmigo —repito, ahora más firme y fuerte. Casi sonó como una orden.

Reaccionas como es común en ti. Tu frente se pone azul y varias gotas de sudor bajan por tu rostro.

—¡Hai! —gritas, asustado.

—Bien. Te veré en la estación dentro de una hora. Y Natsu...

—¿Si?

—Se puntual —ordenó. Lanzó una mirada aterradora y en este instante, tras prometer que lo serás, sales corriendo.

Vuelvo con mi platillo, pero sin comerlo. Simplemente me quedó estática. No lo pensé bien, pero ahora si lo hago. Y no tienen idea de cuánto lo estoy lamentando.

Nada de esto iba a terminar bien.

***

Tomé el trabajo más simple que halle: Un evento a la caridad.

La gente vestida de gala, dentro de una enorme sala y los camareros que iban y venían cargando charolas llenas de las más exquisitos y excéntricos bocadillos me hace cuestionar mucho que clase de caridad están haciendo.

No voy a mentir; me sentí feliz cuando llegaste a la estación de trenes sin compañía, y aún más al decirme que Juvia estaba con Levy mientras Gajeel estaba trabajando. Desde que nacieron sus gemelos ha estado fuera por largas jornadas. Bien por ellos.

Pero la felicidad no me duró demasiado. Apenas llegamos y, como si supieran de antemano que irías tu, un grupo de mujeres de la alta sociedad te acaparó por completo. Y por las insinuaciones que te estaban dando empecé a cuestionar si en verdad eran señoritas.

—Señorita, ¿Me permite invitarle una copa?

Rubio, ojos azules y vestido como todo un caballero blanco... El estereotipo del caballero azul para centenares de mujeres.
Pero no para mi.

No obstante, al verte hablando con todas esas mujeres de la alta sociedad, cedí. Este tipo y yo nos sentamos en la barra y comenzamos a hablar. Me cuenta miles de cosas acerca de la vida millonaria y yo solo fingo que pongo atención.
Cada tanto miró por el rabillo del ojo para ver cómo estás, y en cada ocasión mi corazón se siente más y más chico.

No sabes cuánto me duele que veas a otras en lugar de a mi.
Duele demasiado.

—Aquí tienes, señorita —me dice el tipo este a la vez que me ofrece una copa de champagne.

Lo tomó de manera indiferente y estoy dispuesta a beberlo del mismo modo, sin embargo...

—¿Que dijiste, estúpido? ¿"Ya gane"? Eso será sobre mi cadáver.

Apareciste súbitamente, entre nuestros asientos y de una forma tan importante, capaz de asustar al mas valiente. Me quitaste la copa de la mano para luego hervir el contenido de esta.

—¿Se puede saber quién te dió permiso de meterte donde no te llaman, plebeyo? —el rubio se ve molesto. Se levanta, mirándote con fuego en los ojos.
Que mal que no supiera lo mucho que te gusta el fuego.

—Cuando tratan de hacerle algo a mis amigos, me meto donde y cuando se me da la gana, idiota —dices con amenaza. Tu faceta seria siempre me sorprendía. No importaba cuantas veces la viera, jamás me acostumbraria a ella.
Era tan imponente.

Como era lógico, terminamos por llamar la atención.
El quiere lucirse y te tira un golpe al rostro. Ni te molestas en pararlo, simplemente dejas que aterrice sobre tu rostro. Y tu ni te inmutas.

Le devuelves el golpe y fácilmente lo dejas tendido en el suelo.

Me tomas, subes sobre tu hombro y nos vamos de la fiesta, no sin antes girar tu rostro a los presentes para enseñarles tu rostro y la expresión aterradora que hay grabada a fuego en ella.

—¿Quedó claro? —esa pregunta fue dirigida a todos los hombres presentes. Yo lo sabía y los presentes lo sabían, por eso asintieron de inmediato.

Algo me decía que no nos iban a pagar.

***

Apenas entramos a la habitación, deje a Erza sobre la cama.

Se que fue una imprudencia golpearlo, pero se lo merecía.
Eso de drogar a Erza, seguramente queriendo hacerle lo innombrable, no lo iba a permitir. Puede lanzarme toda su caballería si quiere, los estaré esperando con gusto.

—Siento lo que pasó, Erza —me disculpó con ella. Simplemente mantiene la cabeza abajo, sin decir nada.

No agregue mas y entre a la ducha.

Al salir solo tenía una toalla envuelta alrededor de mi cadera. Además, Erza ya no estaba sobre la cama. Pero apenas di dos pasos fuera del baño cuando sentí unas manos empujando hasta llevarme a la cama.

—¿Erza?

Erza se sienta sobre mi cadera y pone sus manos sobre mi pecho.

—Natsu... —noto que su voz esta algo quebrada. Lo único que alcanzó a entender es que esta sufriendo.

—¿Estas bien, Erza? —pregunte preocupado. Cuando elevó mi mano, con la intención de ponerla sobre su hombro, Erza me sorprende al tomarla y posarla sobre su pecho izquierdo.

Me sonroje, al igual que ella. Su labio inferior temblaba y su mirada se tornó de cristal sólo instantes después.

—Natsu... Te amo —confiesa.

Me quede en shock. No lo podía creer. ¿Erza gustaba de mi? Vaya broma...

—Ya basta, Erza. Necesitas dormir —intentó levantarme, pero me lo impides rápidamente.

—Hablo en serio... Te amo, Natsu. No sabes cuánto —dice, haciendo énfasis en ese hecho.

—Erza... Sabes que estoy con–

—No lo digas —posas tu dedo sobre mis labios haciéndome callar—. Lo se. Sólo... No digas su nombre, por favor.

Asientó tanto como puedo. Erza prosigue.

—Se que estás con ella —dices con dolor—. Y no estoy dispuesta a separarlos. No podría destruir tu felicidad a costa de la mía. Sin embargo... Te necesito, Natsu. Por favor, comparte conmigo. Solo por esta noche se mío, Natsu.

A punto de decirle que no podía hacerlo, que Juvia no lo merecía, sentí algo caer sobre mi mejilla, algo que me dejó pasmado: Una lágrima.

Erza estaba llorando y luchando por no hacerlo estrepitosamente. Ahora mismo está en juego mi moralidad y ética como hombre: ¿Ser leal a mi mujer y lastimar de sobremanera a mi amiga que sufre? O ¿Traicionar a mi mujer y curar por completo el dolor de mi amiga? Quizás no suene tan complicado, pero creanme, es totalmente diferente cuando estás entre ambas opciones y debes elegir.

—Erza.

No había una respuesta correcta. Ambas terminaban con alguien sufriendo. Pero si al menos puedo aliviar a Erza en su sufrimiento... Lo haré.

—Dios, Natsu, eres tan grande...

Soy consciente de lo incorrecto que es esto.

Si que me aprietas, Erza. Eres mucho más estrecha que Juvia...

Nuestros gemidos llenan toda la habitación mientras nos hacemos uno solo.

Y sin importar lo mágico que haya sido nuestro encuentro, no se si podré vivir sabiendo lo que le hice a Juvia.


















































































____________________________________

Alguien comentó lo agradable que es esta comunidad. ¿A poco no está chido ser parte de la TRComunity? ¡Viva el Navia, el Narza y el Harem, putos!

¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, compadre!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top