| 75 | Perdón de los pecados
Llegó al lugar buscando salvar su alma de una eternidad ardiendo en las llamas del infierno. Tenía esperanza en quien le oyera para recibir el perdón de Dios por sus malos actos e indecentes pensamientos.
Se colocó de rodillas y juntó las manos con el libro bendito entre ellas. En su mente pedía perdón por lo que había hecho y al mismo tiempo oraba las respectivas oraciones que iban de la mano con la confesión al señor.
—¿Puedo ayudarte en algo, hijo mío?
Era una monja.
Su salvación finalmente estaba aquí.
—Me temo que he pecado, hermana —confesó el varón—. Por favor, ayúdeme, hermana.
Sus súplicas no cayeron en oídos sordos. La mano de la hermana se posó sobre su hombro e hizo un gesto que indicaba disposición.
El varón de cabello negro se levantó y siguió a la hermana hasta su oficina, siempre con su leal biblia en las manos.
Una vez que ya se hallaban dentro, la hermana procedió a indicar al varón que hablará.
—Me temo que he hecho un sucio y vil acto de lascivia pecaminosa —confesó con la voz quebrada—. ¿Cree que pueda tener el perdón de Dios luego de haberle robado un beso a una chica con la que salí recientemente? Necesito saberlo.
Sonaba y lucía desesperado. En su voz se notaba el deje quebrado y triste. Claramente estaba arrepentido de sus viles actos cometidos en contra de la creación de su creador Todopoderoso.
Agachó la cabeza en señal de vergüenza e instantes después escuchó a la hermana ponerse de pie.
Lo obligó a levantar la vista y verla como estaba.
Dios... Líbranos del pecado.
—Existe una manera de redimir tus pecados, joven oveja de Dios —reveló la hermana, sentada sobre su escritorio, delante del varón, y con ambas piernas cruzadas. En su rostro había una expresión sonriente que denotaba malas intenciones—. Para pagar tu deuda con el señor, debes hacer a la monja un acto peor. Sólo así podrá absorber el mal en su interior y destruirlo por completo.
Enredó sus piernas sobre su cuello y atrapó su rostro justo delante de "aquella zona prohibida por el señor".
—Hazlo, hijo de Dios. Lame y has olvidar al señor Todopoderoso tus pecados.
Colocó las manos en sus caderas y como el perro mejor adiestrado, comenzó a recorrer con su lengua toda la extensión de ese lugar confidencial.
—Eso es, si. La salvación esta cerca. ¡Sigue así! —gritó la hermana echando su cabeza hacia atrás y mientras gritaba con énfasis.
En su boca podía detectar un ligero sabor salado mezclado con otro sabor que no llegaba a identificar.
Guiado por la enviada de Dios, su rostro fue apretado entre los grandes senos de la monja. Y tras indicar lo que debia hacer, el varón comenzó a masajear y degustar ambos por turnos.
—Ahh~' Grrr' Puedo sentirlo... El mal esta saliendo de ti. ¡Dejame absorber toda la corrupción en ti para que pueda curar tu alma! —gritó, al mismo tiempo que sus largas piernas restringian la cadera del varón y lo abrazaba más a su cuerpo—. Ahora, a llegado la forma final de redimir tus actos.
—Estoy dispuesto a todo, hermana —aseguró alzando la cabeza para verla. La esperanza pasaba de lánguida a abundante y se reflejaba con el brillo de sus ojos.
Abandonó todas sus prendas inferiores y procedió a, por mandato divino de la hermana, ingresar en la entrada de su salvadora.
Cuando llegó al fondo comenzó a moverse como indicaba la monja albina.
El cuerpo del varón empezaba a reaccionar. Producía pequeñas descargas eléctricas al mismo tiempo que el calor crecía y sentía como algo estaba por salir. Aún que... No sabía exactamente por donde.
—Ains' Ains' Ains' Ains' —jadeaba a medida que pasaba el tiempo. Definitivamente algo quería salir de su cuerpo.
—En nombre de nuestro creador y señor Todopoderoso, yo, la hermana Ivry... —entonces sucedió. Durante su pausa pudo sentir como algo caliente y espeso la llenaba recorriendo todo su interior—... ¡Te liberó de tus pecados, hijo de Dios!
***
—Gracias por salvar mi alma, hermana Ivry.
—No hay problema, hijo de Dios —dijo la hermana Ivry, de regreso a su faceta religiosa—. ¿Cual es tu nombre?
—Shiki Granbell.
—Ve y vive tu vida, feliz y despojado de las garras del sucio y oscuro pecado, Shiki Granbell. Eres... Libre.
Shiki se retiró luego de esas conmovedoras palabras por parte de su salvadora.
Ahora podría dormir tranquilo sabiendo que su alma ya tenía el perdón de Dios. Que euforia más grande.
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Creyente... Si leíste esto, y te ofendiste, créeme... Pude hacerlo mucho peor.
Se los vendó como sátira; no tiene intenciones de ofender o burlarse de la religión, es sólo algo que escribí para entretener.
Especialmente por que llevaba mucho tiempo queriendo sacarlo de mi sistema y hoy, de la nada, me llegó la inspiración para hacerlo y lo hice. Es lo que hacen los héroes.jpg
¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, compadre!.
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