| 74 | Cursos extraordinarios
Lentamente los gemidos de ambos inundaban por completo el aula de clase.
Las manos del docente jugueteaban hambrientas, posandose sobre las nalgas de su pequeña alumna por debajo de su falda, dejando ver una pequeña porción de su ropa interior verde.
Al apretar ambos glúteos un tierno gemido fue exhalado por su brillante alumna.
Sus labios se apoderaron de los labios en un sucio beso, tan cargado de pasión y lascivia que todas las escenas de 50 sombras de grey harían el seppuku para no irse tan humilladas luego de ver presenciar aquello.
—Ah~' Ah~' Profesor Natsu-sama... —gimió su nombre al separarse para cargar sus necesarias dosis de oxígeno.
No importaba cuantas veces le oyera decirlo, su nombre salido de los labios de su alumna eran la melodía perfecta para ponerlo.
—¿Si, Juvia-chan? —preguntó al mismo tiempo que sonreía excitado y arrogante.
Estaba claro quién dictaba la jerarquía.
—J-Juvia quiere... Leche... —Dios, ¡Que vergüenza!. Aun no se acostumbraba del todo a esta "relación" con su profesor.
Pero, ¿Que más daba? Mientras pudiera sentirlo... Era feliz.
—Entonces... —se dió un segundo. En ese segundo observó como Juvia, con desespero, desabrochó los botones de su camisa de vestir—... Sirvete, Juvia-chan.
La dejó ir.
Ella, rápidamente, se arrodilló delante de su profesor con los ojos brillando en lujuria y una lasciva intención que ignoraba el concepto del "pudor".
Estaban haciéndolo, esta vez, sobre el escritorio del docente. Este se ubicaba delante de la pizarra, con la puerta del aula a su derecha y una ventana con vista al patio a su izquierda. Y justamente era eso el sazón de sus constantes, casi diarios, choques carnales: Nada podía encender el libido de alguien mejor que el peligro latente de ser descubierto.
Juvia procedió a abrir las piernas del mayor. Instantes después bajó sus pantalones, luego su boxer gris y finalmente dió con el premio más gordo, y en este caso largo también.
—«Juvia no se cansa de verlo. A Juvia siempre le sorprende su tamaño» —pensó, a la vez que su mano iniciaba el ritmo de las caricias.
Los gruñidos por parte del docente no se hicieron esperar.
A ella también se le podía subir el ego.
—Que bien lo haces, Juvia-chan —halago suspirando.
Rápidamente sus dos manos tomaron la cabeza de la chica, llevándola a su "Plumón para pizarrón blanco"—. Pero hoy quiero algo más directo. Ahora, haz tu magia.
No tardó en sentir la calidez y humedad engullir su falo en su totalidad, tanto en longitud como grosor.
Su lengua paseaba por su extensión sin pena. Ya estaba familiarizada con el terreno. Sabía a la perfección donde punzar para que su sensei–
—¡Ahhhh'! ¡Juvia-chan!
Si, justamente eso.
Comenzó a exhalar su aliento de menta al mismo tiempo que mecía la cabeza hacia adelante y atrás, cubriendo así toda la extensión.
—Así, si... Ahh~' No... ¡No pares! —suplicó echando la cabeza, y el cuerpo, para atrás. Tanto placer le estaba volviendo demente.
Pasaron los minutos y Natsu, por orden de la naturaleza, se corrió dentro de su cabeza.
Sonrojado y con la respiración irregular, Natsu regresó la cabeza a su posición normal y... La escena mas erótica que jamás iba a presenciar se manifestó justo debajo de el.
Juvia, con su pene dentro de su boca y un poco de su semilla escurriendo de sus labios, le guiñó un ojo de forma coqueta a la vez que sus manos seguían posadas sobre su cabeza y las de ella sobre sus caderas.
—«Desearía poder tener esta imagen como mi fondo de pantalla» —pensó mordiendo su labio inferior.
Luego de ingerir la semilla de Natsu, el aludido la tomó entre sus brazos y finamente la depósito sobre su escritorio.
Mientras una mano se encargaba de desabrochar los botones de su blusa escolar, dejando ver su sostén verde y pechos exhuberantes, y la otra mano acariciaba su pierna y subía hasta escabullirse por debajo de su falda, su boca, tan caliente y agitada, besaba y lamía su cuello. Claramente, teniendo cuidado de no dejar ninguna marca visible.
—No necesitamos esto —dijo, para luego retirar y arrojar las panties de su Juvia-chan al suelo—. Ahora si...
—¡AHH~'! ¡NATSU-SAMA! —gritó siendo poseída por el demonio del éxtasis sexual.
Sus manos se posaron sobre su cabeza rosada y empujaba más para que no dejará escapar nada.
Las callosas manos del docente atraparon y apretaron los muslos de la alumna. Sus piernas yacian colocadas sobre sus hombros y los dedos de los mismos estaban contraídos, señal del placer.
Y si a eso le añadimos los pechos al aire de Juvia y su cabeza colgando del borde de mueble... Era una escena que no se podía negar ni justificar. Esto era lo que parecía.
—¡M-Mas! ¡Siga devorando a esta desobediente alumna, Natsu-sensei-sama! ¡Enséñale a Juvia el significado de los valores éticos dentro de la institución educativa! —gritaba/gemía cada tanto, cuando Natsu subía o bajaba el ritmo de su "revisión".
—«Sería muy hipócrita decir que hay algo ético en esto» —pensó sin alejarse de su labor.
El clímax golpeó a Juvia como un exámen sopresa al más inepto del curso. Su cuerpo pudo relajarse a grandes pasos a la vez que sus miel femenina desbordaba en abundancia de su entrada. Semejante en aspecto a la orina, pero estaba claro que no era orina. Como docente, claro que lo sabía.
Volvió a colocarse sobre ella cuando acabó de beber.
Empezó besándola mientras se introducía por su vagina. Los brazos de Juvia, aún endebles, subieron para recorrer lentamente y con lujo de detalle la espalda de su sensei al mismo tiempo que el aludido le besaba el cuello y se movía rítmicamente en su interior.
—Que bien se siente... Es la mejor experiencia en la vida de Juvia. Juvia... Juvia lo ama, Natsu-sensei-sama —decía/gemía la peli-azul entre los asedios de las olas y olas de placer que constantemente chocaban con ella y su libido.
Ahora era su turno.
Comenzó a cabalgar al docente usando como apoyo sus manos sobre su tonificado y duro abdomen. A su vez, Natsu se entretenía jugando con los pechos de la chica.
Ambos pares de ojos estaban nublados por el placer y la lujuria. Volvieron cuando Natsu, por segunda vez, se corrió en el interior de alguna cavidad de Juvia.
Limpiaron debidamente, se cambiaron de ropa y abandonaron el sitio antes de que alguien del turno nocturno llegara.
Antes de separarse se dieron un beso en los labios y cada uno siguió su senda.
—«La alumna superó al maestro» —pensó cuando se subió a su auto.
Y era cierto. Juvia le hizo gozar mas que en cualquiera de sus otros choques prohibidos.
Recordaría darle un 10 en su próxima tarea por el gran esfuerzo.
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No importa lo que leyeron aquí, jamás anden con romances o aventuras con sus maestros (o alumnos si hay algún maestro entre el público; no cuentan maestros Pokémon. Esos jamás van a coger). Además de inmoral, es ilegal. No lo vale. No lo hagan. No sean pendejos. Tienen dentro más neuronas que hormonas, denles uso.
¡Gracias por el tiempo de tu vida y hasta el próximo capítulo, compadre!.
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