🌊•Capítulo 47•🔥


Kaito Kim

Al estar frente a la puerta, la abrí, permitiéndome contemplar a una mujer de cabello y ojos pardos, ya conocida: Estella.

¿Qué hacía ella aquí? ¿No se suponía que estaba disfrutando de su Luna de Miel con Hiro?

Levanté una ceja ante su presencia, —¿Estella?

Ella se cruza de brazos, sonriendo burlonamente, —Kim.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué crees que vengo a hacer?

Me encogí de hombros, —No lo sé. ¿Cómo quieres que lo sepa? Ni que yo fuera un adivino.

—Que gracioso. Escucha, esto no es una simple visita, sino que vine a juntar todas las piezas del rompecabezas.

A lo que ella se refería, según lo que pude entender, es que venía a restaurar mi relación con la pelirroja.

Como si fuera tan fácil, Estella.

—¿Qué te parece si entramos y nos sentamos un momento para que me cuentes tu plan? —propuse, señalando con mi pulgar el interior del apartamento y dándole el espacio suficiente para que pudiera pasar.

Ella aceptó, por lo cual ambos nos dirigimos al sofá perteneciente a la sala. Una vez que estuvimos allí, cómodos sobre el esponjoso mueble, la recién casada empezó a contar su idea.

—Verás, Kim...

Narrador anónimo

Al día siguiente, la joven de cabellos cual escarlata se levantó de su cama de buen humor, encaminándose hacia la bañera para darse un baño en agua de pétalos de rosa. La olorosa fragancia se cuela en sus fosas nasales mientras enjabona sus brazos, permitiéndole disfrutar del momento. La cantante termina de bañarse, así que sale del agua, se envuelve en su toalla y camina hacia su habitación.

Parada frente al armario, ella abre sus dos puertas de par en par, permitiéndole contemplar la gran cantidad de opciones que tenía para vestir. Estira su mano y toma unos pantalones cargo de color verde militar y una blusa negra adherida al cuerpo. Se pone ambas prendas, las cuales le encantaron por cómo se ven juntas. Como maquillaje, se colocó un poco de base, corrector, rubor líquido y en polvo, y selló con un poco de polvo traslúcido. Para completar, se hizo un delineado sencillo y estuvo lista para salir.

Jary agarró su maleta —la cual había preparado el día anterior— y salió de su habitación, con el fin de acabar en el jardín delantero, donde la esperaba Adam para llevarla a una casa en la montaña. Resulta que ayer, en la tarde, Estella le propuso quedarse unos días en ese lugar para tomarse un descanso del mundo exterior, y ella aceptó pues, ¿a quién no le gusta descansar?

Al llegar allí, a la pelirroja casi le da un infarto al ver la altura de la montaña en la que pasaría las siguientes noches. Este es un lugar que, al ser tan alto, sus temperaturas descienden tanto que está cubierto de nieve por todos lados.

—¡Señorita Katie! —le grita Adam a lo lejos, corriendo hacia su dirección.

Apenas escucha su voz, ella se se gira hacia él, consiguiendo con esto ver cómo el pecho del hombre subía y bajaba con agresividad a causa de la falta de aire que sentía por la caminata, deteniéndose delante de la chica.

—La señorita Estella acaba de llamar y me dijo que le informara que ella tuvo un imprevisto y que por eso no la va a poder acompañar en su estancia aquí. Si quiere puedo llevarla de regreso a la ciudad, para que no esté sola.

—No te preocupes, Adam, puedo hacerlo, ya soy mayorcita.

Una hora más tarde...

—¡No puedo hacerlo! —se lamenta Jary, aguantando su frente con su mano derecha, dramáticamente. Empieza a dar vueltas en círculos en la cocina de la cabaña, cada vez más nerviosa—. ¿Quién va a cocinar? ¿Quién fregará los platos? ¿Quién me cuidará de los lobos del bosque? ¡¿Katie, por qué tuviste que decir que ya eras mayor?! Aún soy una niña que no sabe hacer nada por sí misma. Ni siquiera sé cómo prepararme el más simple de los bocadillos. ¡¿Qué voy a hacer?!

En ese instante, pero en otra cabaña, se encontraba cierto muchacho de ojos azules, el cual llegó a escuchar ese grito. Kim logró descubrir con él que lo que le había dicho Estella el día anterior, en su apartamento, era verdad.

"Conozco perfectamente a mi amiga. Cuando ella vea que tendrá que hacer todas las labores de la cabaña sola, entrará en pánico y estará dispuesta a que cualquiera venga y se encargue de cuidarla. El único que se encontrará en esa zona, además de Katie, serás tú, por lo cual se verá obligada a permanecer contigo las veinticuatro horas de cada día."

Una sonrisa pícara llega al rostro de Kim, —Estella, eres una genio. Tú fuiste quien creó el sorteo de amor en el que conocí a Jary, y ahora fuiste la que organizó todo esto.

Tras haber dicho eso al aire, él se dirige hacia el refrigerador, lo abre con la intención de sacar algunos ingredientes de este para preparar la cena, pero...

—No hay nada —dice Kim, pestañeando varias veces, para comprobar si lo que veía era cierto o si era que sus ojos le estaban fallando.

Sí, era cierto, lo cual causó que el chico se empezara a preocupar. Tras haber cerrado la puerta del frigorífico vacío,el peli negro suspiró y pasó una de sus manos por su cabello.

—Espero que en la cabaña de Jary sí haya algo de comer.

Al haber dicho eso, él se dispone a ir allí en busca de la pelirroja. Las suelas de sua zapatos se hunden un poco en la nieve del suelo mientras una brisa helada causa que se le erice la piel. Temblando, este muchacho decide tomar la sabia decisión de dar media vuelta y buscar un abrigo antes de darle una visita a la cantante.

...

—¡¿Qué haces aquí?! —le pregunta Jary a gritos una vez que lo vio en su cabaña, llena de rabia y batiendo contra el piso el vaso de cristal que llevaba en sus manos, del cual que había tomado un poco de agua anteriormente y ya estaba vacío.

—Tranquilizate un poco, ¿sí? —le propone Kim, intimidado por esa rápida e inesperada acción, tratando de calmarla.

—¡No quiero! ¡Tengo las suficientes razones para enfadarme contigo! ¡Hace tan solo unos días te dije que necesitaba tomarme mi tiempo, pero parece que eso a tí no te importa ya que—

Kim coloca su mano delante de la boca de la chica, evitando que continuase hablando y, al mismo tiempo, eliminando la distancia que había entre los dos. Los rostros de ambos estaban a pocos centímetros mientras intercambiaban miradas. Un tierno, romántico, y acogedor silencio se apodera de la situación, solo faltaba música de fondo para darle al momento su toque final.

La mano del peli negro disminuye su fuerza, pero no la separa de Jary por completo, quizás porque si lo hacía otro ruidoso grito de su parte volvería a retumbar por todo el lugar.

—¿Mi presencia te molesta tanto que ya ni siquiera soportas verme? —le pregunta él en tono serio, sin dejar de mirarla a los ojos.

Jary niega con la cabeza, a lo que él despega su mano por completo del rostro de ella para dejarla hablar.

—Solo me sorprendió verte aquí, en la montaña, nada más —admite la chica, luchando contra su propio ser para no bajar la mirada— Por cierto, ¿qué haces aquí?

Oh, oh «piensa Kim al escuchar esas palabras» ¿Y ahora qué le digo? Ni aunque me pagaran todo el dinero del mundo le diría la verdad, me odiaría si la supiera.

—Alquilé la casa de al lado para pasar unos días de descanso —empieza con la mentira—, de casualidad tú también habías hecho lo mismo, ¿qué se le va a hacer?

Jary se encoge de hombros. Transcurren unos segundos hasta que se le viene una idea a la mente, —Kim, te propongo un trato: si cocinas para mí te dejaré permanecer en la montaña—

—Wow, admiremos a la dueña de la montaña —bromea el de ojos azules, aguantando una carcajada.

—¡No me interrumpas! —lo reprende— Como decía... Esa es la condición, que te encargues del tema "comida", ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Solo espero que sí haya algo de comer en esta cabaña.

Katie frunce el ceño, —¿A qué te refieres? ¿En la tuya no hay?

Kim niega con la cabeza, para luego dirigirse hacia el frigorífico con la pelirroja siguiéndolo, pues ella también quería comprobar si era cierto lo que él dijo. Al abrirlo, ambos se quedan boquiabiertos al ver que no había absolutamente nada allí tampoco. No pasó mucho tiempo hasta que Jary procedió a entrar en pánico:

—¡¿Ahora qué haremos?! —exclama, ubicando ambos manos en sus mejillas.

—Tranquila, aún no podemos sacarle conclusiones al asunto, todavía nos falta revisar en el resto de la cocina.

—¿Y si allí tampoco hay nada? —cuestiona la de ojos ámbar, preocupada.

—Habrá que ir a cazar.



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