🌊•Capítulo 46•🔥
Kaito Kim
Apenas eran las diez de la mañana, pero aún así decidí empezar a preparar el almuerzo, pues no tenía nada qué hacer. Estar sin trabajo y prácticamente solo en el apartamento ya que Jon sigue dormido y Lia está en la escuela no ayuda, para nada. Mi única compañía es Zwoo, el adorable gatito negro de ojos verdes que mi hermana trajo a casa el otro día.
El minino lamió varias veces mi tobillo, exigiendo su comida.
Bajé la mirada hacia él y torcí una sonrisa al verlo sentado en el suelo, moviendo de un lado para otro su cola impacientemente. Sin más remedio, estiré mi brazo hacia el estante sobre mi cabeza para coger la comida para gatos y echar un poco en la vasija de plástico escogida para él. Tras esto, lo coloqué frente a Zwoo y él, al instante, empiezó a comer a toda prisa, como si su vida dependiera de ello.
Dejando atrás al felino, regresé a lo que estaba haciendo anteriormente, el almuerzo. Cuando terminé, salí de la cocina, dirigiéndome al balcón para admirar un rato las hermosas vistas a la ciudad.
Cerré mis párpados, disfrutando de la refrescante brisa que llegó de repente. Abrí mis ojos y lo primero que vi fue el radiante sol que iluminaba todo lo que alcanzaba a observar. Sorprendentemente hoy no estaba nevando, porque en los pasados días no había parado de nevar, de cierta manera me alegro, pues ya extrañaba esta sensación calurosa en mi piel.
También extrañas otra sensación.
Las palabras de mi subconsciente me hicieron recordar eso que tanto extraño, mi mamá, y esa sensación a la que me refiero es lo seguro que me sentía a su lado. Ella era una persona muy amable, simpática y cariñosa con todos; nunca dudaba en ayudar a alguien cuando más lo necesitaba.
Nostalgia. Mucha nostalgia.
Que cruel es que las personas esperen a perder algo para luego valorarlo, ¿cierto? Ese fue el caso de mi padre, nunca valoro a la grandiosa esposa que tenía hasta que la perdió. A veces me entran ganas de darle una fuerte cachetada por lo mal que la trató, pero luego me doy cuenta de que no vale la pena malgastar mis energías en eso, después de todo, por unos cuantos golpes nada va a cambiar. Ella seguirá en la tumba.
Si se preguntan por qué amo tanto a Jary, es porque esa chica llenó el vacío que mi madre me dejó con su partida. Ambas poseen una sonrisa que cambia vidas, alegra tristezas, ilumina oscuridades y que, sobre todo, otorga paz. Le doy a gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de conocer a alguien tan especial como Jary y, aunque ella ya no siente lo mismo por mí, solo quiero verla feliz, como le dije a la misma.
Escuché mi teléfono vibrar desde el interior del apartamento, por lo cual me en caminé hacia donde se encontraba para ver quién me llamaba. Al tenerlo en mi mano, contemplé un número desconocido en la pantalla. Dudoso, contesté.
La voz de Blake me comunicó, al otro lado de las líneas, una malísima noticia. Con toda la prisa del mundo, corrí por la sala de estar hasta que encontré las llaves del auto encima del mostrador de la cocina y me dirigí hacia el ascensor, de camino al instituto al que asistía mi hermana.
Lia Kim
Hoy, miércoles, nos correspondía a todos los de mi salón la clase de Educación Física en la que debíamos darle dos vueltas a la pista deportiva. Por causa del cáncer de piel que aún resta de alguna manera en mi cuerpo, no puedo aguantar toda esa radiación a la que me sometería si corría con los demás, ya que es dañino para mi salud. Hana y yo —que ya nos habíamos vuelto mejores amigas— intentamos explicarle mi situación a la profesora, pero ella no nos creyó, teniendo en cuenta el hecho de que muchos estudiantes le dicen excusas como esa para no tener que correr más de cuatrocientos metros prácticamente .
Por un momento quise matar a mi hermano por no haberle hablado a la directora de mi causa, ahora yo tendría que sufrir las consecuencias.
Hana, muy gentil de su parte, me ofreció en los baños femeninos —lugar en el que estábamos cambiándonos al uniforme deportivo todas las chicas de nuestra clase— su suéter para que mi piel no recibiera tanto sol. Lo acepté, aunque sabía que vestir una prenda más no ayudaría mucho, ya que, de igual forma, mi cara y muslos aún seguirían expuestos, pues las prendas deportivas simplemente eran una blusa sin mangas y unos shorts cortos.
Sentí como el sudor empezaba a empapar mi espalda con tan solo recorrer los primeros cincuenta metros. Por obviedad, yo era la que iba en último lugar, pero eso no me importaba. Lo único que quería era no desmayarme en plena carrera para no poner nervioso a mi hermano.
Cuando corrimos los próximos cien metros, escuché al insoportable de Axel hablarme a mi lado. No le presté mucha atención, solo llegué a escuchar algo de un partido de fútbol que habría esta noche en no sé dónde.
—Entonces... ¿Vas a ir? —me preguntó, mirándome y manteniendo un ritmo estable en el recorrido. Gotas de sudor bañaban su frente y algunos mechones de su cabello negro se pegaban a esta por la humedad.
—¿Dónde decías que será el partido?
Él me repitió la dirección y, de casualidad, quedaba cerca de mi casa. Para ser sincera, nunca he ido a un partido de fútbol, ni siquiera me gusta ese deporte, pero no estaría mal ir una vez, ¿verdad? Además, eso es mucho mejor que quedarme en apartamento aburrida. Tengo que pensarlo.
—Toda la secundaria asistirá, y se me ocurrió que podríamos ir juntos, ya sabes, por lo del noviazgo falso.
No respondí, me sentía demasiado mal como para hacerlo.
Disminuí la velocidad de mis pies, observando como las dos chicas a las que anteriormente había pasado se me adelantaban, volví a ser la última. A medida que transcurría el tiempo me iba debilitando más y más, hasta que ya no aguanté y...
...
Empecé a abrir mis ojos con lentitud, lo primero que vi frente a mí fue a Blake, el cual estaba sentado a mi lado, mirándome. Me sonreía, formando en sus mejillas unos hoyuelos que lo hacían parecer súper tierno. Él aún vestía la ropa de educación física, y yo me preguntaba por qué. Examiné mis alrededores con la mirada: la enfermería de la escuela. Por lo cómoda que estaba supuse que me encontraba en una camilla, y tuve razón.
—Lia, ¿cómo te sientes?
Me estiré en mi lugar, sentándome sobre el colchón, —Un poco mejor, gracias.
Blake sonrió, cosa que causó estragos en mi estómago, —Me alegro. Estaba muy preocupado por tí, el hecho de que te desmayaras de repente... nos tomó por sorpresa a todos —admitió.
—¿Quién me trajo a la enfermería?
Pude ver cómo él giraba la cabeza hacia otro lado, no se por qué, pero presentía que se había sonrojado. Al cabo de algunos segundos, respondió:
—Yo.
En ese momento dejé de respirar. ¿Cómo no lo supuse? Era obvio que fue Blake, Axel no es ese tipo de chico romántico que se preocupa por su novia.
Alguien entró a la habitación, ganándose nuestras miradas instantáneamente. Resultó ser la enfermera.
—Oh, Lia, que bueno verte despierta —habló ella, alzando las extremidades de sus labios y sosteniendo algunas carpetas contra su pecho. Esta mujer da unos pasos hacia mí y se detiene a mi lado—. Le informamos a tu hermano de lo que pasó, ya viene en camino, no te preocupes.
—Gracias, eh...
—Jing-Li, mi nombre es Jing-Li.
—Ah bueno, gracias, Jing-Li.
Ella vuelve a sonreír a lo que yo hago lo mismo.
Kaito Kim
Estacioné mi auto frente al instituto, me bajé de este y caminé —en pasos veloces— hacia el interior de la escuela. Apenas puse un pie dentro, recibí todas las miradas de los adolescentes que estudiaban allí, tanto chicas como chicos. Por obviedad, pensé que eso solo sería porque llegó alguien nuevo, y luego ellos dejarían de mirarme. Pero no fue así, pues siguieron observándome con antelación mientras caminaba.
¿Recuerdas que lo mismo te pasaba cuando entrabas a tu antigua escuela? «me recordó mi subconsciente.
Sí, aunque eso era porque yo les gustaba a todas las niñas. Viejos tiempos.
Después de atravesar unos cuantos pasillos a la izquierda y a la derecha, estaba perdido. Miré por encima de mi hombro hacia unos casilleros, y para mi sorpresa allí estaba la amiga de Lia, Hana, con otras dos chicas a su lado. Las tres me miraban nerviosas y ligeramente sonrojadas. Me les acerqué para preguntarles dónde quedaba la enfermería.
—Eh... —habló Hana, contemplando el suelo con las manos a los lados de su cintura— Si no me equivoco, está a dos pasillos a la derecha.
—Muchas gracias —realicé una pequeña reverencia con la cabeza y seguí mi recorrido, más apresurado que antes.
Cuando estuve frente a la puerta correcta, tomé la manilla de esta y la abrí, encontrándome en la enfermería que tanto había buscado.
—¡Lia! —exclamé, corriendo hacia la camilla en la que se situaba ella. Empujé de su lado al imbécil de Blake y me senté ahí mismo.
La pobre lucía pálida, habían pequeñas manchas rojas en la piel de su cuello y brazos, naturales de cada vez que pasaba esto. Incliné mi cuerpo hacia delante, quedando más cerca de Lia. Acaricié su suave cabellera.
—¿Estás bien, hermanita? —cuestioné, en un tono de voz ligero para no alarmarla.
—Ya me siento mucho mejor, solo me duelen un poco las rodillas por la caída, pero nada más, tranquilo.
Suspiré, calmado, —Que bien, estaba muy preocupado.
—Señor, —me llamó la enfermera, al instante giré mi cabeza hacia su dirección— si lo desea, puede llevarse a Lia a su casa para que descanse y se termine de recuperar.
—Eso haré, muchas gracias por cuidarla.
Tomé la mano de la rubia y la ayude a levantarse, luego cogí su mochila, la cual yacía sobre una mesita de madera, y nos fuimos de allí.
...
Transcurrió el resto del día normal, como siempre. Nos encontrábamos mi hermana y yo sentados en el sofá de la sala de estar, viendo la telenovela que dan todas las noches. No me gustaban los protagonistas, ni la trama, ni las cosas que pasaban en esta, pero estaba aburrido así que no tenía más remedio. Seguro se preguntarán: "¿Y por qué no estás cocinando para entretenerte, como esta mañana?" La respuesta es simple, porque hoy le toca a Jon preparar la cena.
Lia, la cual se veía pensativa desde su lugar en uno de los sillones frente a la tele, giró su cabeza hacia mí.
—Hermano.
—¿Sí?
Ella bajó la mirada hacia su regalo, dudosa de lo que me quería decir, por lo visto.
Al cabo de algunos segundos, recobra valor, —Quiero ir a un partido de fútbol —confiesa, tomándome por sorpresa y ganándose mi completa atención.
Ella nunca antes me había pedido permiso para salir de noche a divertirse, quizás ya es hora de darle su libertad, o quizás no.
—El local no queda muy lejos de aquí. Todo el instituto irá, y por eso pensé que, tal vez, yo no tengo por qué ser la excepción, ¿no?
—Lia...
—¡Por favor! —me suplica, interrumpiéndome e inclinándose ante mis pies—. Prometo portarme bien y llegar temprano a casa, pero déjame vivir la experiencia al menos una vez en mi vida.
Rodeé los ojos, —Está bien. Tampoco tenías que—
Me vi envuelto en un fuerte abrazo de su parte que, por cierto, casi me deja sin aire. Una de sus mejillas se estampaba contra la mía, de manera cariñosa pero al mismo tiempo irritante. La rubia empezó a agradecerme por mi respuesta afirmativa.
Me separé de ella, empujándola hacia delante, —Vale, vale, pero tienes que llegar antes de las diez y media de la noche, ¿ok? —ella asintió velozmente—. Si no lo haces, no te dejaré volver a salir a estas horas. Quedas advertida.
—¡Sí! ¡Gracias de nuevo, oppa! —vuelve a abrazarme, como antes.
Me alegraba verla así de feliz, pero no podía evitar ponerme nervioso por el simple hecho de que mi niña pequeña y adorada ——a la que crié yo mismo— saliera solita, con todos los peligros que hay en las calles.
—¿Con quién irás? ¿Con Hana? ¿Blake?
Pude notar cómo se ponía pálida. Esperó un tiempo para contestar.
—Con otro amigo.
—¿En serio? ¿Cómo se llama?
—Axel.
No sé por qué, pero tan solo con escuchar el nombre ese muchacho no me cayó bien. Simplemente asentí y la dejé ir a cambiarse a su habitación.
De repente, se escucha el sonido del timbre sonar. Me paré del mueble y me dirijí hacia la puerta.
¿Quién llamará a esta hora?
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