🌊•Capítulo 33•🔥


Lia Kim

Esto estaba súper raro, pero mañana me encargaría de responder cada una de las dudas que me llegaban a la mente ahora. Suspiré y cogí a mi padre del brazo para juntos mirar hacia los lados y luego cruzar la calle.

Una vez que estábamos los dos solos en el ascensor del edificio, mientras este ascendía me correspondía interrogarlo.

—Papá, ¿por qué le dijiste todo eso a Blake?

—Mi niña, solo invite a tu futuro marido a cenar, ¿qué tiene de malo?

Esas palabras me tomaron por sorpresa, —¡Papá! No digas eso, todavía soy muy joven para casarme —admití.

Él aguantó una carcajada, elevando las comisuras de sus labios.

—¿Qué te causa gracia? —pregunté.

Mi padre negó con sus manos, —Nada importante, hija.

Ya habíamos llegado al piso número diez. Las puertas se abren y nosotros salimos por ellas. Cuando tocamos la puerta del apartamento alguien las abre, seguro que es mi hermano.

Y sí, lo era, pero su cara al verme no fue la mejor, como había previsto anteriormente.

—Hermano, yo—

—¡¿Tú qué?!

Su voz fría y cruel. A veces él podía llegar a ser muy duro conmigo, y más que esta vez tenía buenas razones para serlo.

Bajé la cabeza, con miedo a que no me crea cuando le cuente. Un silencio muy incómodo se hizo presente. Sin más remedio, Kim suspira y nos deja entrar al apartamento, pero justo cuando pensé que ya no iba a decirme nada por lo de la llegada tarde, pasó lo contrario.

—Lia —me llamó mi hermano, a lo que yo giré sobre mis pies para observarlo—. Explícame, ¿por qué llegas a estas horas si tú sales de la escuela a las cuatro y treinta?

Con el corazón a mil, esquivé su mirada, centrando mi vista en el suelo frente a él.

Él peli negro aprietó su mandíbula y uno de sus puños, enfadado conmigo.

—¡Responde! —me ordena, alzando él volumen de su voz. Ese grupo fue tan alto que creo que se escuchó en todo el edificio.

Temblando por el miedo que corría en mis venas, tragué saliva en el intento de contarle todo sin que se enfadara aún más, —Hermano, verás... Yo solo salía de la escuela cuando empezó a llover fuertemente, así que tuve que ir a refugiarme en la parada del metro, pero me quedé dormida mientras esperaba a que parara la lluvia. Por eso llegué a esta hora.

Como si mi explicación no lo hubiera convencido, me sigue mirando igual de furioso que antes.

—Estaba preocupado por tí, ¿sabes?

Ignoré sus palabras, sin mirarlo, no quería o no me atrevía, pero eso solo lo fastidió más.

—¡Mírame!

Mi padre da unos pasos con lentitud hacia Kim y luego coloca una mano en el hombro de él, —Calma, hijo. Es tu hermanita, no deberías tratarla así.

Él le dedica una mirada cargada de furia, —¿Que no debería tratarla así? ¿Acaso sabes qué es lo que hizo?

—Claro que sé lo que hizo, si lo vives repitiendo —se lo echa en cara mi padre—. Lo que intento decir es que yo ya hablé con tu hermana allá abajo...

¡Ay no! Le va a contar a Kim sobre Blake, se pondrá peor la cosa.

Papá de la nada empezó a toser mucho, un síntoma que ya le había pasado a causa de su cáncer de pulmón. Lo ayudé a sentarse en el sofá mientras que Kim le buscó un vaso de agua. Cuando mi padre estuvo mejor, hizo lo que tanto presentí.

—Hijo, conocí al novio de Lia. Es un buen chico, lo acabo de invitar a cenar mañana con nosotros, así tú mismo podrás comprobar la clase de preferencias que tiene tu hermana.

El silencio tan repentino de parte de Kim hacía que me pusiera súper nerviosa, no sabía cómo se lo tomaría, si bien o mal. Tras unos segundos de pura agonía, él suspiró y me observó.

—Lia, ¿por qué nunca me dijiste que tenías novio?

Ok, ahora tendría que inventarme algo para responderle. O... quizás no.

—Hermano, luego te lo contaré con más detalle, ¿sí? Ahora es mejor que me vaya a dar una ducha, estoy muy cansada, así que ya me voy yendo, adiós —tras haber dicho esto, me voy con mucha prisa, literalmente huyendo de esa pregunta.

Me dirigí hacia mi cuarto, allí dejé mi mochila en una esquina de la pared y me quité los zapatos para luego pasar a desabrochar los botones de mi chaqueta, en serio tenía ganas de quitarme toda esta suciedad que traía encima.

Kaito Kim

Fueron muchos los intentos para calmarme y olvidar el tema anterior, eso de que mi hermanita ya estaba creciendo no sería fácil de sobrellevar. Pero bueno, ¿qué podía hacer? Después de todo no podía construir una muralla para que nadie entrara en su corazón.
Me dirigí a las escaleras de incendios, en donde estaba el balcón del apartamento con vistas a la ciudad, eso es lo bueno de vivir en una décima planta. Me incliné hacia delante, apoyando mis codos en la barandilla. Inhalé con lentitud y libré mi mente del más mínimo pensamiento, pero me sorprendió ver un hermoso cuerpo celeste brillando entre las nubes: la Luna llena. Se veía preciosa esta noche.

Obviamente me iba a quedar aquí un buen rato a observarla. Sinceramente, una vez se me ocurrió hacerme astrónomo en el futuro, pero esa idea fue reemplazada por otra mejor, es que cuando eso tan solo tenía ocho años. Siempre me ha encantado contemplar las estrellas, si la noche fuera eterna me la pasaría en esto.

Una sonrisa forman mis labios, esto en serio era relajante. Seguí mirando el cielo durante los próximos tres minutos, admirando lo que captaban mis afortunados ojos. Pero el hermoso silencio que había se esfumó cuando escuché que alguien subía las escaleras. Instantáneamente me di la vuelta para comprobar quién era esa persona, se veía una figura misteriosa cubierta por sombras, pero pronto se aclararía su identidad.

¿Quién podrá ser? Nadie suele subir hasta aquí arriba a estas horas. ¿Será un ladrón? No tiene sentido, ni siquiera el más tonto de los ladrones se atrevería a entrar a un apartamento con las luces encendidas y a las ocho y tanto de la noche, es demasiado temprano.

Mi mirada recae en esa persona justo cuando llegó la luz a su rostro: una mujer, pero no una mujer cualquiera, sino que era Min-jue, aquella chica que intentó suicidarse por lo mal que la trataba su hermana gemela, a la cual salvé. Su cabello negro estaba suelto y en sus labios había una alegre sonrisa.

—¿Min-jue? —dudé de si fuera ella, frunciendo el ceño.

—Buenas noches, Kim —me respondió mi vecina, mientras me sonríe—. Perdón si es un poco tarde, pero es que me aburría allá abajo así que decidí venir a visitarte al menos por un ratito.

Sonreí también, me alegraba verla así de contenta y no con ideas suicidas. La invité a observar el cielo conmigo y aceptó simplemente asintiendo con la cabeza. Ella se dirige hacia la barandilla y se sitúa a mi lado. Tras un pequeño silencio en el que ambos nos la pasamos mirando hacia la Luna, Min-Jue gira su cuello hacia mi dirección y saca un tema para hablar.

—¿Siempre haces esto?

—Sí, me encanta.

—A mí también... pero cuando mi hermana conmigo estaba viviendo conmigo, no tenía casi tiempo para hacerlo. Por suerte ahora ella no está en casa, así que puedo hacer lo que se me antoje.

—Me alegro —confesé, volviendo a mirar la Luna de nuevo.

—Kim, ¿puedo confesarte algo?

La miré y asentí con una inclinación de mi cabeza, —Sí, claro.

Esta suspiró, —Solo tengo una semana para decidir qué hacer con mi vida, ya sabes, escoger una carrera, pero no se me ocurre nada. ¿Cuál es la que tu escogiste? —me pregunta con curiosidad.

—No tengo, nunca fui a la universalidad.

—¿Y eso?

Tras unos segundos en los que me pensé mi respuesta, decidí hablar, —Es que no tuve como pagarla y, además, tampoco tenía tiempo, pues soy hermano mayor y tengo la responsabilidad de cuidar a mi hermana.

—Fuiste muy considerado con ella, en mi opinión.

—Gracias —le sonreí, dedicándole una mirada rápida — ¿Sabes algo? Yo quería ser psiquiatra.

Ella ne mira abriendo mucho sus ojos, le tomó por sorpresa eso, al parecer, —¿En serio?

Asentí con mi cabeza y vuelví a mirar hacia el cielo nocturno, —Me gusta esa profesión. Ya sabes, poder ayudar a personas con trastornos del estado de ánimo, como ansiedad y depresión, con timidez o incluso fobia social, adicciones, miedos, estrés, etc —hago una pausa, luego continúo hablando—. Yo pasé por algunos problemas psicológicos, por eso me sería fácil entender lo que me digan los pacientes en la consulta. Pero... —suspiré hondo— a veces me siento demasiado débil como para hacer eso.

Las comisuras de sus labios descienden, lo que yo había dicho debía haberle dado lástima. Min-Jue apoyó —insegura— su mano en mi hombro. Mi respiración se tornó a lena, ninguno de los dos hizo o dijo nada durante un incómodo y largo silencio. Ella corta el tacto entre su mano y mi hombro y se recuesta de espaldas a la barandilla.

Cuanto aburrimiento.

Vuelvo a suspirar. La verdad, quería que Min-jue se fuera, no me molestaba su compañía pero ya estaba algo cansado. Pedirle que se valla sería muy descortés de mi parte, así que lo mejor será esperar a que ella misma se le antoje irse.

Alcé mi cabeza y le dediqué una mirada de reojo a la chica a mi lado, con una pequeña sonrisa. Ella se puso roja instantáneamente, no sé por qué todas hacen lo mismo cuando sonrío así, ¿les gusta o qué?

De repente mis oídos escuchan un grito que casi me deja sordo, cerré mis ojos bruscamente ante tan alto sonido.

—¡Mira! —me pidió Min-jue mientras señala con gran entusiasmo al cielo, ganando que yo observara hacia esa dirección: una estrella fugaz.

Mi boca se abruó un poco, centré mi visión en el espectáculo que estaba empezando sobre nuestras cabezas.

Hermoso, terriblemente hermoso.





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