🌊•Capítulo 31•🔥


Kaito Kim

—Que hombre más terco ese —se queja Jon del chef, mientras caminábamos juntos por la calle principal.

Como Jon le había insistido tanto al jefe para que no me despidiera, terminó sacándonos a los dos. Ese dicho de "la unión hace la fuerza" no funciona con nosotros.

—Siento que te despidieran a tí también —me disculpé por el incidente, dedicándole una mirada por encima de mi hombro.

—No pasa nada. Somos un equipo, y si tú te vas yo me voy contigo, así funciona.

Una sonrisa llegó a mi rostro. Él y yo nos conocimos cuando apenas éramos unos niños, desde entonces somos muy unidos.

Jon me mira y sonríe burlonamente, —Ahora dime, ¿en qué pensabas antes de aquel desastre que armaste?

No sabía cómo responderle sin que se riera de mí. Por lo general, este chico se caracteriza por ser impulsivo y jodedor, así que si le cuento cada detalle de lo que pensé se ahogaría en sus propias carcajadas.

—¿Kim? —me llama mi amigo, bajándome de la Luna para que le respondiera a su anterior pregunta.

—Estaba pensando en Jary.

—¿Te refieres a Katie Chan Jary, la del sorteo?

Asentí levemente a lo que él empiezó a reír, tal y como me lo esperaba. Puse mis ojos en blanco y seguimos caminando. Detuvimos el paso para mirar hacia los lados antes cruzar la calle. Cuando estuvimos ya en el otro lado, decidí volver a sacarle conversación a Jon.

-¿Y qué haremos en cuanto al tema "trabajo"?

El suspiró hondo, —No lo sé.

Sin volver a decir nada, avanzamos por la siguiente cuadra, unos cincuenta metros después nos correspondía descender por las escaleras que conducían a la estación de tren.

Unos minutos después, el tren acababa de llegar y todos los que lo estábamos esperando nos levantamos de nuestros bancos y corrimos hacia las puertas de este. Mientras trataba de entrar, a pesar de la gran cantidad de personas empujándose para lograrlo, me sorprendió ver a Jon detrás de mí.

¿Y él que hacía aquí si este tren no es el que devería tomar?

Conseguí entrar, busqué con la mirada un lugar para sentarme y cuando lo encontré me dirigí hacia allí. Mi amigo se sentó a mi lado.

—¿Se puede saber qué haces? —le pregunté, arrugando la frente.

El chico sonríe con cierta inocencia, como suele hacer cuando no quiere sacarme de quicio, —Voy a tu apartamento.

—¿Y eso?

—Quiero ver a Lia, hace siglos que no la veo.

Eso era cierto. Dejé de darle importancia al tema para observar al frente de mí. Había una mujer con un bebé en brazos, el bebé estaba envuelto en una cobija rosa, debía ser una niña. Me conmoví por la señora así que le ofrecí mi lugar para que estuviera cómoda, lo aceptó así que yo me paré y ella se sentó.

Me sostuve del pasamanos con una mano y miré por un segundo a Jon, él me asesinó con la mirada, como si estuviera tratando de decirme "te voy a matar por esto".

Reí para mis adentros. Unos minutos más tarde ya habíamos llegado a nuestro destino, pero aquella mujer con la bebé necesitaba ayuda para cargar sus bolsos, pues se veían muy pesados. También la ayudé con eso, salí detrás de ella con todas sus cosas, haciendo muchísimo esfuerzo para no perderla de vista.

—Muchas gracias, señor —me agradece ella cuando conseguimos separarnos de la multitud de pasajeros, ya fuera del transporte.

Alzo las comisuras de mis labios y le entrego sus cosas, pero me detengo a mirar a la bebita en sus brazos, —Es muy hermosa —elogié a la pequeña, inclinándome hacia esta para jalar uno de sus carnosos cachetes.

La bebé suelta una carcajada y su madre hace lo mismo.

—Dile gracias el jovencito, Kima —le pide la muchacha a su hija, mirándola con ternura.

—¡Gachas!

Eso me tomó por sorpresa. Mis párpados superiores suben y mi mandíbula recae, pero esto solo duró un corto tiempo, pues incliné mi cabeza hacia un lado y sonreí para la bebé.

—Con que hablas, ¿eh?

La muchacha aguanta una risita y la niña envuelta en la manta me agarra la nariz con fuerza y violencia. En el gracioso intento de librarme, terminé cayendo para atrás, pero no llegué a tocar el suelo, pues mantuve el equilibrio a tiempo.

Tras unas cuantas risas de parte de la madre, esta me dedica una mirada, toma una de las manitas de su hija y la mueve hacia mí, como una despedida.

—Dile adiós al señor.

—¡Adiós, sheñor! —obedece la lindura.

Me despidé yo también y empecé a alejarme poco a poco hasta que, sin darme cuenta, terminé al lado de mi amigo.

—¿Por qué eres así? —me pregunta él, frunciendo el ceño, como si no me conociera desde hace años.

Me encogí de hombros, —No lo sé, solo me gusta ayudar.

Jon gira los ojos, estos recaen en mí con picardía mientras me señala con su dedo índice, —Si no fuera porque te conozco, pensaría que le estabas coqueteando.

—Claro que no.

—Pues así parece —admite, volviendo a girar los ojos, tan dramático como siempre.

—Te vas a quedar visco si sigues haciendo eso —le advierto en cuanto ascendemos por las escaleras de la parada de tren, con el fin de llegar a donde daba la luz del sol.

El pervertido me observa, curvando sus labios hacia abajo y estrechando la apertura de sus párpados.

Dejé de prestarle atención a él y concentré toda mi vista en la carretera llena de automóviles trasladarse de un lado hacia otro, a gran velocidad. Alcé mi cabeza hacia atrás para poder observar al cielo, estaba nublado, parecía que iba a llover pronto.

Lia Kim

Este día había sido un completo desastre, pues resulta que la chismosa de Mei se encargó de que todo el instituto se enterara de la nueva noticia: el chico extranjero y la rubita son pareja. A veces me entraban ganas de matarla, pero me tranquilizaba un poco gracias a la compañía tan agradable de Blake y de Hana.

Ahora mismo estaba con Axel, en su coche. Según él, tenían que vernos irnos juntos del colegio para que pareciera más realista la mentira. Él detuvo el auto dos cuadras más adelante de la escuela, justo frente a un horrible callejón con aspecto espeluznante. Este me mira sin expresión alguna, sin despegar sus manos del volante.

—¿Qué esperas para bajarte e irte? -me pregunta descaradamente.

Me enfadé con rapidez y lo miré de reojo, tratando de no reventar en ira, —No te atreverías...

—¿Quieres ver como sí me atrevo? —me pregunta, poniéndome a prueba, algo que no le iba a dejar nada fácil.

Giré mi cabeza hacia el otro lado, ignorando al insoportable. Le saqué la lengua cuando lo volví a mirar, despertando la rabia en él.

—Tú lo pediste.

Luego de decir eso, escuché cómo tiraba la puerta a su lado, pero lo ignoré.

Axel abrió la entrada a mi asiento y me cargó en sus brazos, causando que yo, sorprendida por su acción, me quedara estupefacta durante el tiempo en el que me sacaba del vehículo. Cuando ya se había alejado a una distancia conveniente del coche, me mira a los ojos y yo a él.

—¡¿Cómo puedes ser tan molesto?! Dejé a Hana irse sola a su casa solo porque me dijiste que ibas a "llevarme" —sobresalté la frase con mis dedos— a mi apartamento para que todos nos vieran juntos.

El peli negro tuerce sus labios hacia un lado, —Yo no dije eso, yo te dije: "mientras estemos a la vista de los demás te llevaré en el coche", nunca dije que te llevaría a tu casa.

—¡Mentiroso! —le echo en cara.

—Lo que sea. Ahora te irás y yo también, tengo cosas que hacer.

Arrugando la nariz por la ira que corría por mis venas, decidí marcharme, pero no porque él lo halla dicho, sino porque no valía la pena seguir con esto.

—¡Suéltame! —ordené.

El chico frunce el ceño, —¿En serio?

Asiento bruscamente, a lo que él...

¡¿Me dejó caer al suelo?!

Sentí un ardor recorrer mis nalgas al impactar contra la superficie de la acera. Un gesto de dolor invadió mi rostro, me llevé una mano a la espalda y la empecé a acariciar con suavidad. Cuando alcé la vista por el ruido del auto encender el motor, ví a Axel colocarse unos lentes oscuros a través de la ventanilla de transporte.

—Hasta la vista, baby —fueron su creyentes palabras antes de encender el coche y avanzar recto por la carretera.

Me mantuve un instante en mi sitio, además de que me dolía el trasero no me creía lo que acababa de suceder. Intenté pararme, pero eso llevó consigo muchísimo más dolor. Tras algunos intentos lo conseguí, abriendo mis brazos hacia los lados para mantenerme en equilibrio.

Intenté seguir mi camino con normalidad, pero no podía parar de entristecer mi corazón. Sé que no éramos nada, pero aún así me lastimaba ver cómo Axel me maltrataba. Respiré profundó y di pequeños pasos, sin siquiera mirar al frente.

Cuando estaba mirando a los lados para cruzar la calle, un auto pasa a gran velocidad por encima de un charco de agua, salpicando mi falda escolar y zapatos.

No puede ser.

¿Por qué sucede esto?

¿Por qué ahora?

¿Por qué a mí?

Tratando de calmar mi furia —que cada vez se alimentaba más— dije para mí misma:

—Mirale el lado bueno, Lia, —sonreí sin felicidad— no puede ir—

Un trueno suena y de repente las nubes expulsan el agua que acumulaban, justo en ese momento las comisuras de mis labios se curvaron hacia abajo.

Repito, ¿por qué a mí?

Bajé la cabeza, dejando que mechones rubios cubran mi frente. No sabía si reír o llorar.

Suspiré y seguí caminando con la cabeza gacha, la mochila sujeta de mi mano derecha, rozando el suelo, y dejando que la lluvia bañara mi cuerpo.

Una lágrima se me escapó.

Da igual, de todos modos, nadie sabrá que estoy llorando «pensé.

Más lágrimas llegaron, ni siquiera tenía que tratar de secarlas porque sería en vano, ya que el agua de la lluvia seguiría mojando mi rostro.

Sentí que el agua dejó de caer sobre mí, miré hacia el frente y vi que sigue lloviendo. Entonces... ¿qué pasaba?
Giré con lentitud mi cuello hacia arriba.

Una sombrilla.

Bajé la mirada hacia su portador y era...




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