🌊•Capítulo 30•🔥
Lia Kim
—Lia, —me llama la profesora de inglés. Antes de que sus palabras me sacaran de mi mundo, yo estaba mirando a la ventana, como solía hacer siempre que me sentía aburrida. Ella de seguro se fijaba en mí porque pensaba que no estaba prestando atención a la clase, pero es todo lo contrario— ¿cómo puedes pedirle a un individuo formalmente su número de teléfono?
Enderecé mi espalda en la silla, echando los hombros para atrás y apoyando uno de mis codos en la mesa, —Decimos: Excuse me, what's your phone number?
Como respondí correctamente, sorprendiendo a la maestra, me dejó en paz, girando sobre su propio eje y caminando hacia la pizarra para continuar con su trabajo. La verdad, soy una persona inteligente, esto les toma por sorpresa a todo el que me conoce ya que aparento ser la típica chica que anda en las nubes siempre que le hablan. Decido dejar la ventana para escuchar la explicación que debía dar la profesora, pues una chica acababa de decir un disparate en su respuesta.
Cuando fijé mis ojos hacia el ángulo en el que podía contemplarlo todo, siento que me tocan la espalda con la punta de un dedo.
—Lia —dice en susurros Axel.
Indignada, giro en la silla para encararlo, —¿Qué quieres?
—Prestame un lápiz —me pide aún hablando bajo.
—No, solo tengo el mío y no pienso dártelo —aclaré para volver a sentarme como se debe.
Rápidamente me jala del brazo y sigue insistiendo, —Anda, no seas mala, que ya sabes que al que no tenga la clase copiada en su cuaderno le quitarán puntos.
—Sí, lo sé. Esa es una de las muchas razones por las que me niego —tras pronunciar lentamente las sílabas de la palabra, me enderezo en mi puesto.
Unos segundos más tarde, ya era hora de copiar la tarea, pero a esta profesora le encanta dictarla en voz alta en vez de escribirla en la pizarra, así que tuve que ponerme a copiar junto a los demás lo que escuchaba decir de su parte.
Como suelo tener buena mano para el arte de dibujar, me es fácil copiar a la misma velocidad que la maestra dictaba, claro, mientras no me desconcentraba.
—Lia —seguía mi tan molesto compañero de atrás con sus peticiones. Lo ignoré. Consigo restarle importancia al asunto y seguir con lo serio. Pero no se dio por vencido. Ya me estaba irritando, como tengo yo tengo TANTA paciencia.
Apreté mis dientes, tratando de no enfadarme y formar un escándalo. Suspiré y seguí escribiendo, pero resultó que hoy tendríamos tarea doble, así que luego de cinco segundos todos tendríamos que volver a mover la mano.
—Lia... —susurra el irritante Axel, esta vez tirando de mi cabello.
Paso mi mano por este, colocándolo para atrás, y torso mi cuello hacia él, —¿Ahora qué?
—¿Tienes agua?
—Sí, pero no te voy a compartir.
Bufó, molesto por mi respuesta, —Por favor, dame un poco, que no es mucho.
Fruncí el ceño ante esa estupidez, —¿Qué?
—Que tengo sed y la necesito —arregló sus palabras.
—Si tienes sed es por estar hablando tanto, cállate y verás cómo se te pasa —le digo la verdad, juguetona.
La orientación de la segunda tarea empezó así que fijé mi vista en la libreta, pero... Axel siguió molestando, hasta que mi paciencia cesó.
—¡Cállate! —le grité con todas mis fuerzas, adquiriendo todas las miradas del salón, incluida la de la profesora.
Ella me miró con mala cara, deteniendo su dictado. El miedo llegó a mí. La mujer empezó a caminar hacia mi puesto, enfadada.
—No era con usted, profe—
—Lia Kim, ¿cómo te atreves a interrumpir mi clase? —no me dejó explicar.
Niego con mis manos frente a la silueta de ella, asustada, y tartamudeando, —N-no es a-así, señorita. Era con este —señalé el pupitre detrás de mí— que no me ha dejado en paz durante toda la clase pidiéndome primero un lápiz —enumeré, levantando mi meñique— y ahora agua.
Su ceño fruncido era la señal de que no se lo creía o que no la convencía mucho. Dio un paso hacia delante, mirando al insoportable.
Axel decidió defenderse, —Eso que ella dice es mentira, profesora, y se lo puedo demostrar.
Él metió una mano en la gaveta de su puesto, luego de eso la saca con una botella de plástico llena de agua.
Me quedé atónita con eso.
¡Solo me pedía agua para molestarme!
—¿Y el lápiz? —le pregunté, rezando para que no sea otra mentira también.
El chico abre su cuaderno de par en par, dejando a la vista un lápiz situado en la división de las hojas.
—Ella no disfruta de sus clases, mi querida profesora —me acusó Axel—. Se la pasa pensando en otras cosas, y me involucró a mí para salvarse, pero usted sabe que yo no haría eso, ¿verdad? —pestañea varias veces, curva sus labios hacia abajo y pone ojitos de cachorro triste. Le dedico una mirada a la mujer, angustiada porque parecía que le iba a hacer caso.
—Claro que lo sé, Axel —le cree la profesora. Esta se gira hacia mí, no con la misma cara bondadosa—. Lia, esta vez olvidaremos lo sucedido, ¿sabés por qué? —niego— Porque solo falta un minuto para que toque el timbre, así que no servirá de nada sacarte de la clase.
Me entristecieron esas palabras. La mujer se da vuelta para continuar orientando lo que faltaba de la tarea, dejándome totalmente paralizada por esa injusticia. Suspiré y continué copiando hasta que tocó el timbre. La mayoría de los alumnos sale del aula, pero yo prefiero quedarme para lograr mi dulce venganza. Me paro de mi silla y me dirijo hacia Axel, con una sonrisita malvada.
—Te voy a matar.
Dicho eso, me le acerqué lo suficiente como para agarrarlo por el cuello de su camisa. Quedamos muy cerca.
Lo miro a los ojos y él a mí, levanta una ceja, —¿Qué me vas a hacer?
Iba a pegarle justamente en su cara pero en ese mismo momento se escucha el sonido de la puerta abrirse. Torso mi cuello hacia su proveniencia.
Era la chica que me empujó ayer en al medio día, junto con las otras dos. Sus ojos recaen en nosotros y la busca problemas se empieza a acercar, jugando con uno de sus mechones de cabello y sonriendo descaradamente.
Cuando queda detrás de mí, me empuja hacia un lado, causando que mi cintura chocara bruscamente contra una mesa y que cayera de nalgas al suelo.
—Tú eres el chico nuevo, ¿cierto? —le pregunta la tal Mei, utilizando un tono de voz seductor.
En un intento de pararme, mi espalda crujió, formé una mueca al instante. No soy débil, es que ella es una grosera.
Dejé de prestar atención a lo que decían, pues no me incumbía de seguro. De repente, cuando al fin conseguí ponerme firme sobre mis pies, Axel me jala del brazo, obligándome a acercarme a su pecho, contra él. Instantáneamente me sonrojé, la cercanía me ponía nerviosa.
—Tengo novia —le anunció el de los pierces a Mei, dejándome pensativa con esas palabras.
—¿Quién? —pregunté, dudosa.
La chica bajó su barbilla y levantó lo más que pudo las cejas, como diciendo: "¿en serio?" Axel me asesinó con la mirada.
¿Y yo qué hice?
—Que novia tan graciosa tengo —Axel trata de arreglar mi desastre, entre risas sarcásticas. Me pellizca la espalda, haciéndome captar el mensaje.
—Ah sí —hablé, sonriendo falsamente.
Mei gira los ojos y se cruza de brazos, sin la más mínima gracia. Ella mira al de cabellos ondulados, frunciendo el ceño, —¿Tú y ella?
—¡Mei!
Todos dejamos el tema atrás para averiguar quién era la chica que la llamaba. Era una de las das que siempre estaban junto a ella, como un séquito o algo así.
—¡Apresurate y ven, tenemos clase natación ahora! —le informa la nueva presente, a lo que Mei nos abandona y se dirige hacia su dirección.
—Ya voy, no te desesperes.
Tras haber dicho esto, las dos salen del salón, sin hacer ruido alguno. Me giré hacia el extranjero, molesto e insoportable mentiroso de Axel. Me debía una buena explicación.
—¿Tu novia?
Él mira hacia nuestro alrededor a lo que yo lo imito: nadie a la vista. Una vez que se había asegurado de que estábamos completamente solos, respira hondo.
—Lia hermosa, —cambia su tono de voz a uno agudo, medio convincente— ¿tú serías capaz de hacerme un pequeñísimo favor?
—Depende —cruzo mis brazos sobre mi pecho, esperando a que lo soltara de una buena vez.
—¡Sé mi novia!
Instantáneamente me pongo igual que un tomate. Algo explotó en mi cabeza como mismo pasa en las películas, ya saben, ocurre una explosión y todo se torna a humo, llamas y voluminosos ruidos. Todos mis sentidos llegaron a una conclusión. Le pegué con todas mis fuerzas en la mejilla, causando que él se callera hacia atrás hasta que su trasero terminó en el suelo. Aún roja de la vergüenza y apretando mis puños, me digno a hablar.
—¡No! Ni siquiera te conozco del todo, no sé nada de tí y no me gustas —lo dejé bien claro.
Axel acaricia la mejilla víctima del anterior ataque, con una mueca de dolor y varios quejidos. Alza la mirada, aún lloriqueando, —Falsa.
¿Qué?
Arrugo la frente y doy pequeños pasos hacia él, me detengo delante de sus pies.
—No entiendo —le confieso.
El chico baja la cabeza e intenta sujetarse del borde de un pupitre para así pararse, pero luego de pocos intentos fallidos, se termina rindiendo.
—Si me dejaras explicarte.
Suspiro y le alzo mi mano para ayudarlo a ponerse en pie. Cuando lo estuvo, le di la oportunidad de expresarse.
—Me refiero a mi novia falsa, o sea de mentira.
—¡Ah! —alcé la voz, eso sí tenía sentido— Pero... ¿cómo?
Sus ojos me observan fijamente durante algunos segundos, —Mira, como te habrás dado cuenta tengo muchas admiradoras, —presume el muy descarado— pero ahora mismo me gusta mi soltería, ¿sabes?
—Ve al grano.
Suspira, —Está bien. La cosa es que no me dejan tranquilo ustedes las mujeres, así que se me ocurrió que tú podías ayudarme con esto cuando apareció Mei. No es tan difícil, solo hace falta que nos vean andar juntos, compartir risas, y otras cosas tontas. ¿Qué dices?
Mi rostro no tenía expresión alguna, pues, la verdad, no sabía qué decir. Hasta que recordé un detallito importante.
—Y dime, ¿por qué yo perdería mi valioso tiempo en eso? —pregunto, esperando a que me dé una buena razón.
Él se pone pensativo, buscando algo que ofrecerme, — Si lo haces, prometo dejarte en paz durante el resto de tus días.
Chispas invaden mis ojos y sonrío felizmente, —¿En serio? —él asiente a lo que yo me pongo súper emocionada— Trato hecho.
Axel sonríe victorioso, —Sabía que accederías.
Se escuchó timbre sonar, ya era hora de entrar a dar clases.
Kaito Kim
—¡Ian-juen, pásame una col china, diez gramos de harina de arroz, cuatro dientes de ajo y un trozo de jengibre para el Kimchi de la mesa cuatro! —le grita Gon-ji a mi compañero de al lado, el cual estaba muy ocupado preparando un pedazo de carne de cerdo.
—Kaito, —me dice Ian-juen, separando su vista del cuchillo filetero que llevaba en la mano— ¿puedes buscarle a Gon-ji lo que necesita por mí?
Asiento, —Claro, no hay problema —tras de haber dicho esto, alejo mi vientre del mostrador, giro sobre mi propio eje y camino por el pasillo con el fin de llegar a la cámara frigorífica.
Una vez que estaba frente a la puerta de esta, entro y mis ojos captan la presencia de Lisa —otra de mis compañeras— tratando de alcanzar, por lo visto, una cebolla blanca que se situaba en la parte más alta de uno de los estantes.
Río para mis adentros y me acerco a ella, sus pies estaban de puntitas y sus brazos estirados al máximo, en el intento de lograr su objetivo. Levanto mi mano y, cuando estuvo a la altura de las cebollas, miro a Lisa para preguntarle:
—¿Cuántas necesitas?
Ella me sonríe, —Tres.
Agarré las cebollas necesarias y se las entregué, en un gesto de generosidad.
—Gracias, jirafa —me agradece la muchacha, burlándose de que le llevaba más de una cabeza.
—Oye... —me defiendo, juguetón.
Nosotros nos conocemos desde hace ya un año y siempre nos hemos llevado muy bien, pues resulta que Lisa es una persona humilde y muy simpática con todos los que la rodean.
Ella ríe un poco y se dirige a la puerta con las verduras en las manos, hasta que termina saliendo.
Sonrío y trato de recordar lo que tenía que buscar aquí.
—A ver, —hago una pausa para rebuscar en mi lenta memoria— una cebolla china, diez gramos de... ¿de qué era? ¿De harina de arroz o de harina normal? —llegan las fallas a mi cerebro— Bueno, Kim, solo trata de recordar bien y ya está. Creo que era harina de arroz... sí, era eso.
Me puse a buscar el saco en donde estaba la harina, lo vi en una esquina del frigorífico, recostado a otros sacos. Caminé hacia él y en un vaso de plástico eché los diez gramos, procedí a buscar la cebolla china. Encontré algunas en el estante del medio, amontonadas. Cogí la que necesitaba—. Ahora son los cuatro dientes de ajo y el Jengibre —me recordé, continuando con la búsqueda.
Cuando estaba separando los dientes de ajo de los demás, me puse a pensar en...
Ese momento en el que los labios de Jary se impactaron contra los míos, no fue durante mucho tiempo pero sí me volví loco. Ese niña de ojos ámbar y con muchísima energía, tan tierna y hermosa...
Los siguientes treinta segundos me los pasé pensando en ella como un tonto. Es que así me sentía: como un tonto enamorado. ¿Qué más podía hacer? No puedo obligar a mi corazón a que deje de latir por ella.
Decidí recostar mi espalda a uno de los estantes cargados de ingredientes, pero fue una malísima idea. El estante empezó a inclinarse hacia atrás, pero cuando iba por la mitad de la caída creó una reacción en cadena con los demás estantes.
Toda la comida que estaba en ellos terminó en el suelo, creando la imagen de un enorme desastre.
Escuche el recinto de la puertabrirse, varias personas entraban a la cámara frigorífica para comprobar qué había sucedido que, seguramente, se escuchó por toda la cocina.
...
—¡Estás despedido! —me grita el chef, dando un golpe a su escritorio, enfadado por el caos que armé en su trabajo.
Estábamos en su oficina, él sentado en la silla de su escritorio, yo en uno de los dos muebles frente a este, con las manos apoyadas en mis rodillas y la mirada fija al suelo.
—Señor Siu, piénselo dos veces —le dice Jon, mi mejor amigo, que se había enterado de lo sucedido y vino a ayudarme, pues él también trabajaba aquí conmigo—. Recuerde que Kim ha estado trabajando duro aquí en el restaurante desde hace más de un año, y lo ha hecho de maravilla; nunca llega tarde, respeta los horarios de trabajo, se relaciona muy bien con los demás empleados y sus platillos les encantan a los huéspedes del hotel.
—¡No me importa! ¡Él ha hecho un desastre enorme! ¡¿Tú acaso sabes lo mucho que cuesta esa cantidad de ingredientes que él —me señala— lanzó al suelo?!
Un silencio incómodo invade el despacho, pero este se acaba cuando Jon me sigue defendiendo.
—Superior, ahora que recuerdo, —me lanza una mirada burlona, la cual no entendí— el muchacho está enamorado, y ya sabe usted como es el amor.
El hombre se tranquiliza un poco, gracias a Dios, porque mis tímpanos no soportarían otro grito más.
—Yo sé que eso a un hombre lo suele volver loco —admite el enano— pero enamorado o no debe trabajar bien, porque un error puede hacerle daño a los demás, como el que acaba de pasar.
No paraba de mirarlo, por respeto, quizás. En serio necesitaba este empleo, mi hermana necesita que yo trabaje y que la mantenga, y aquí pagan muy bien, sin mencionar que la gente es súper amable, a excepción del chef.
—¿Entonces? —le pregunto yo para saber su última palabra en el asunto.
—¡Despedido!
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