🌊•Capítulo 13•🔥


Katie Chan Jary

Estella y yo fuimos llevadas por Adam —mi chófer— a mis ensayos de baile. Cuando terminé de practicar la coreografía que presentaría esta noche, me sentí muy mareada, tanto que de la nada pensé que me iba a desmayar. Mi coreógrafo y bailarinas me ayudaron a sentarme, mientras que solo pasaba por mi cabeza la idea de acostarme a dormir. Sin avisarle a nadie, cerré mis ojos y tuve una pequeña siesta, la cual no duró mucho ya que Estella se apareció aquí y me levantó para ir a una de las mejores Boutics de la ciudad, todo para recoger mi vestido de esta noche.

Una vez allí, me encantó ese atuendo, pues lo diseñó mi modista favorito —Jiu-Jin— especialmente para mí. Escuché decir a las mujeres que me ayudaban con los ajustes del vestido que Jiu-Jin escogió por sí mismo las mejores telas para confeccionar tal traje, lo cual no era común ya que él siempre deja que otras personas decidan la calidad de las prendas.

Me gustó como me quedaba, ni tan ajustado, ni demasiado grande, sino a la perfección. Salí con el vedtido aún puesto para que mi amiga viera cómo me quedaba y después no empezara a criticar. Me paré frente a ella, haciendo un poco de ruido con mi garganta para anunciar mi presencia. Estella me examinó de pies a cabeza con la mirada, notando cada mínimo detalle en busca de alguna falla, la cual nunca encontró. Tras su derrota, lo que hizo fue dar pequeños aplausos sin muchas ganas.

—Te queda bien —fue su único comentario.

Regresé a los vestidores y me quité el traje, volviendo a usar mi ropa anterior. Afuera del probador estaba Liu-Min ——mi maquillista— con su maleta llena de cosméticos, y a su lado se encontraba Kima —mi peluquera— con su bolso lleno de cosas para el cabello. Las cuatro salimos de la Boutique para trasladarnos a donde se realizaría el concierto y empezar a arreglarme.

Transcurrida una hora, ya me dolía la cabeza de tantos jalones de cabello provenientes de Kima, quien me torturaba como si nada. Hasta que ella no anunciara que había acabado, no podía ponerme de pie. Mientras tanto, Liu-Min se encargaba de maquillarme para adelantar un poco.

Al ellas acabar con su trabajo, miré tranquilamente por una ventana desde la cual se podía observar una gran multitud de personas adentrarse al auditorio; todos se veían sumamente emocionados. Una sonrisa se formó en mi rostro al ver a una niñita pequeña dada de la mano con su madre, esta niña vestía una camiseta negra ancha con una foto mía en el centro, además de que ella misma se había puesto una peluca igual a mi cabello. Fans como esa niña son las que me motivan a darlo todo en los escenarios, hasta el punto en que ya no pueda más.

Empecé a sentir muchos nervios, pues iba a cantar con uno de mis artistas favoritos frente a miles de personas.

—¿Katie?

Escuché la voz de Estella decirme desde afueras de mi camerino. Me levanté de mi cómodo asiendo, dirigiéndome a la puerta para luego abrirla y dejar a mi amiga pasar.

Ella entró rápidamente, quedando frente a mí con la manos en la cadera y una sonrisa orgullosa, —Estás nerviosa, ¿cierto?

Sonreí, —Sí, la verdad.

Al haber pronunciado esa oración sentí como mi garganta ardía por dentro. Tragué saliva, pero eso no alivió por completo el ardor.

—Me duele la garganta —le conté, realizando muchos esfuerzos para pronunciar bien cada palabra.

Eso fue suficiente para alarmar a mi mánager. Ella se acercó a mí para luego tocar mi frente con su mano, notándose aún más preocupada al sentir mi piel, —No puede ser. Estás ardiendo, Katie.

Yo también me alarmé. Cuando ella separó su mano de mi frente, yo toqué ahí comprobar sus palabras. Era cierto, mi temperatura estaba demasiado alta.
Tras un suspiro de su parte, dio media vuelta, salió del camerino y volvió a entrar luego de algunos segundos con un hombre un poco mayor.

—La chica dice que tiene fiebre, encárgate de ella —le ordenó Estella al señor, quien llevaba en una mano un botiquín de primeros auxilios.

—Déjame examinarte, querida —me dijo él, dando algunos pasos hacia mí. Tras hacerme una seña para que me sentara en el sofá del despacho, lo hice.

Él puso el botiquín encima de sus piernas una vez que se sentó en un sillón frente a mí, y empezó a husmear en este. Lo vi sacar un pequeño palito, ancho y aplanado.

—Esto se llama depresor lingual, voy a revisar con él tu garganta, ¿sí? —asentí ante su amable pregunta y abrí la boca, dejando que el hombre metiera esa cosa en mi garganta.

Al haber examinado lo suficiente, el señor retiró el palito de mi boca.

—¿Has tenido tos frecuente?

Negué con la cabeza.

—Okey. Y... ¿estuviste bajo la lluvia, por casualidad?

Con mi mano sujeté mi barbilla mientras trataba de recordar. Sí, con Kim, en aquel abrazo en la azotea. Eso explicaba por qué estaba así, con tanto dolor de garganta.

Estella dio un paso al frente, dirigiéndose al hombre, —Doctor, eso no impedirá que esta noche cante, ¿verdad? —cuestiona, algo preocupada.

El tal doctor suspiró y se puso de pie, quedando frente a ella con su botiquín en la mano, —No creo que sea bueno arriesgar su salud, sería mejor que descansara un poco.

El doctor y Estella caminaron hacia la puerta y allí hablaron de algo que no llegué a escuchar. Luego el señor tomó el picaporte y se fue, dejándome con la duda de si cantaría o no.

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