Capítulo 1

De camino a casa, trato de explicarle a las chicas lo que ha ocurrido con Derek.

—Creo que no es para tanto. —Encoge los hombros.

—Ana tiene razón —apoya Amy.

¿En serio? No estoy exagerando, he notado algo. ¡No estoy loca!

—De acuerdo —gruño.

Tras esto, hablamos de las pruebas. Las tres estamos satisfechas y ahora solo nos queda esperar los resultados.

Llego a casa, le cuento a mi madre cómo me ha ido y subo a mi habitación. Desbloqueo mi teléfono, entro en Facebook y subo una foto jugando a voleibol con un trébol de cuatro hojas en el encabezado. En ella aparezco de espaldas y mi pelo negro está recogido en una cola de caballo.

Un rato después, reviso los me gusta que ha recibido mi foto y uno en concreto llama mi atención. Derek. Entro en su perfil y comienzo a mirar sus fotos. Sé de su existencia desde hace mucho tiempo, pues jugaba en el equipo de voleibol masculino hasta hace dos años y lo dejó para entrenar al equipo femenino. Siempre me ha parecido uno de los chicos más atractivos que he visto, su cabello es castaño y lo lleva muy corto; y sus ojos son color café.

Su guiño aparece en mi mente y me muerdo el labio.

De repente, me llega una nueva notificación. Derek le ha dado me gusta a una foto de hace dos años. Dios, él también está mirando mi perfil. Cuando vuelvo a entrar en mis notificaciones el me gusta ha desaparecido.

¿Significa esto algo o aún no es para tanto?

¿Es normal que ahora tenga más ganas de entrar al equipo solo por tenerlo cerca?

Creo que estoy loca.

Siempre he sido una chica muy enamoradiza, y por culpa de esto he llegado a sufrir bastante. Mi última relación duró unos cuatro meses, lo sé, es muy poco tiempo, pero solo tengo dieciséis años —casi diecisiete—, tampoco me ha dado tiempo a mucho más. La cosa es que el chico me lo hizo pasar realmente mal. Todo nos iba bien hasta que quiso dar un paso más y yo me negué. Entonces, me dejó y comenzó a difamarme por ahí a base de mentiras.

Esta mala experiencia no impide que Derek entre en mi cabeza. ¿Y si le mando un mensaje? No, mejor no, pensará que estoy desesperada. Que mire mi perfil no significa nada, ¿no? Y que me guiñe un ojo tampoco.

Decido hablar por el grupo de WhatsApp que tengo con Ana y Amy.

Bianca [21:14]: Derek le ha dado me gusta a una foto mía de hace años. ¿Sigo exagerando?

Amy [21:17]: Tía, es un me gusta, no te ha pedido que os caséis.

Bianca [21:18]: Qué graciosa.

Ana [21:19]: Bueno, tal vez al chico le has gustado.

Bianca [21:22]: ¿Tú crees? Dios no puedo esperar más. Quiero saber si estamos o no dentro. Quiero saber si su «ya nos vemos» significa o no lo que creo que significa. YO QUIERO VERLO TODOS LOS DÍAS DE MI VIDA. ¿Eso es pedir mucho?

Amy [21:23]: Tía, estás loca.

Ana [21:24]: Amy, Bianca enamorada, agárrate que

vienen curvas.

Bianca [21:25]: Yo también os quiero, zorras.

Vuelvo a entrar en el perfil de Facebook de Derek y le doy me gusta de manera intencionada a una foto de hace meses en la que sale jugando al voleibol sin camiseta, y en la que, por cierto, ¡sale tremendo! Después de unos minutos, aparece la respuesta que esperaba: Derek le ha dado me gusta a una foto mía de la semana pasada en la que salgo muy sonriente.

¡Oh, sí! ¡Este juego solo acaba de empezar!

Seguimos dándonos me gustas esporádicos durante tres días, sin embargo, ninguno de los dos se ha atrevido a hablar. Este jueguecito está volviéndome loca. Estoy todo el día pendiente de si tengo un nuevo me gusta suyo, y, por tanto, lo tengo todo el día metido en mi cabeza. ¿Es esto normal?

Después de clases, Ana y yo nos dirigimos al tablón de anuncios que hay en el ayuntamiento, ya que creemos que las listas de admitidas pueden estar colgadas. Una vez allí corroboramos que estábamos en lo cierto y nos acercamos hasta él temblorosas.

—¡Míralo tú! —le digo a Ana y me tapo los ojos.

Los segundos pasan y mi amiga no abre la boca.

—¡Tía, di algo! —insisto, aún con los ojos tapados.

—No... —susurra.

—¡Mierda! —Me destapo los ojos.

Miro la lista. No me lo puedo creer. ¡Hemos entrado las tres! ¡He entrado!

—Tía, ¡estamos dentro! —grito emocionada.

Ana pega otro grito y tras esto nos abrazamos y saltamos como locas.

—Voy a decírselo a Amy.

Bianca [15:11]: Amy, nos han cogido. ¡¡Estamos dentro del equipo de voleibol femenino!!

Amy [15:16]: Júrame que no estás mintiendo.

Le envío una foto del tablón con nuestros nombres: Ana Alcázar, Amy Gutiérrez y Bianca Rodríguez.

Llego a casa llena de felicidad y lo primero que hago es mostrarles la foto de la lista a mis padres. Ellos me felicitan por mi logro y yo comienzo a bailar como si la vida me fuera en ello. Mi gato parece asustarse y sale despavorido del salón.

Después de almorzar, subo a mi habitación para hacer la tarea, pero antes subo una foto a Facebook de pequeña con una pelota de voleibol. Escribo en el encabezado: «Los sueños a veces se cumplen».

Más tarde, cuando bajo a merendar, reviso mi teléfono. Hay varios comentarios en la foto que subí hace unas horas. Solo uno capta mi total atención, es de Derek. «Felicidades, muy merecido, campeona». Tengo que intentar controlar mi respiración tras esto y le contesto: «Gracias, parece que tú fuiste mi trébol de cuatro hojas, tres años intentándolo y solo en el que tú apareces ocurre. Nos vemos». Creo que me he excedido un poco con mi respuesta, pero no he podido evitarlo. De verdad creo que él es mi trébol. La segunda vez que nos presentamos a las pruebas, él ya estaba entrenando a las chicas, pero por motivos que desconozco, nos la hizo el antiguo entrenador.

Al día siguiente, en clases, Amy llega algo más tarde que Ana y yo —como de costumbre— y camina hasta nosotras con paso decidido.

—Parecen felices —dice cuando está a pocos centímetros—, ¿estar dentro del equipo de voleibol tiene algo que ver? —pregunta irónicamente.

—Puede que también tenga que ver con la tuya. ¡Mira qué sonrisa! —dice Ana agarrando sus cachetes para obligarla a sonreír.

—¡Estamos dentro! —grito y varias personas nos miran.

Nos damos un abrazo y casi nos ponemos a llorar —de felicidad, obvio—. Es increíble, hemos cumplido nuestra meta juntas.



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