Capítulo 9

Las personas comienzan a discutir la existencia de dicho suero y también sus efectos. Ángelo baja la cabeza rápidamente al notar la mirada de su padre sobre él, no tiene el valor para verlo a los ojos y simplemente comienza a jugar con sus manos.

Cuando le murmullo de la discusión se vuelve insoportable para Kevin, él cambia a su forma humana y les grita que se callen de una vez. Logra su cometido, haciendo que sus sensibles oídos descansen un poco.

—Rumores... Son adultos y profesionales pero se guían por rumores —dice el pecoso al enfrentar a la multitud de periodistas, ni siquiera se encuentra avergonzado por no vestir nada.

—Pero todos hablan de-

—¿Tienen pruebas? Mi hermana y yo somos así desde que nacimos. Se terminó. —Kevin baja del escenario y abandona el lugar, entonces Ángelo corre de allí también para seguirlo. No mira atrás y continúa hasta llegar a la habitación de su infantería.

Allí están reunidos todos y Delfina se apresura a cubrir a su hermano con unas sábanas.

—No tenés vergüenza —le dice entre dientes mientras él sonríe—. Lo estaban pasando en vivo, todos te vieron —agrega la castaña. Detrás de ella Mía y Valentina habla de Kevin y se sonrojan al verlo presente.

—Muy lindo, ¿haces ejercicio? —le pregunta la de cabello corto y la rubia ríe nerviosa.

—Hey. —Catalina recibe a Ángelo, dándole un abrazo que lo sorprende—. Estuvo bien —le dice en un tono bajo para luego darle un beso en la mejilla.

—Es... Pero-

—¿De qué suero estaban hablando? —le pregunta ella al levantar la mirada.

Él muerde su labio inferior, pensando en una respuesta creíble. Sin embargo algo lo distrae, haciendo que olvide todo lo que acaba de pasar. El escote de Catalina termina haciendo que su rostro se caliente tanto que ya imagina lo rojo que se ve. Entonces se separa de ella un poco y peina su cabello para disimular, sin embargo no puede ocultar los objetos de metal que se adhieren a su cuerpo.

—No sé —responde apenas.

—Es clasificado —advierte Kevin al oírlos.

—Q-Quiero salir un rato —susurra el morocho, entonces Catalina lo detiene.

—No puedes, hay mucha gente afuera y no vas a estar tranquilo —le asegura mientras lo lleva a la habitación, esta vez es el de las chicas y le ofrece un poco de agua al verlo bastante nervioso—. Yo también tengo pánico escénico aveces, pero ya terminó.

—S-Si. —Él acepta el vaso, bebe un poco pero casi se atraganta cuando ella se sienta a su lado. Catalina lo mira en silencio por un momento mientras intenta disimular, sin embargo nota un ligero temblor en su mano por lo que debe dejar el vaso en la mesita de noche.

¿Cómo lo hace? Yo no puedo. Un segundo después nota que estaba mirando su escote por demasiado tiempo y lo sabe cuando ella lo cubren un poco con su cabello disimuladamente.

—Estás rojo —indica mientras una sonrisa aparece en su rostro.

—Si, bueno, n-no puedo verme sin un espejo y es la primera vez que veo mostrar las... Mostrarlas. ¿Eso lo dije o lo pensé? —comenta, sus palabras tiemblan y también su voz. Se queda callado al ver el ceño fruncido de la pelirroja—. ¡Lo dije! —exclama para luego cerrar los ojos, pues Catalina avanza hacia él.

Ángelo espera algún golpe y unos insultos, sin embargo siente otro beso en su mejilla. Mira a Catalina sorprendido y ella sonríe, su cara semejante a un tomate.

—Es por mí, que tierno —dice y aprieta las mejillas del morocho—. Y eso que esto no es un escote —señala su remera para luego reír bajo.

—¿No? Es que siempre llevas el uniforme, no puedo... Mejor me callo —comenta y luego traga saliva para intentar recomponerse.

Catalina acomoda su cabello mientras se acerca un poco más, llega a apoyar su cabeza en el hombro del morocho y le da un par más de besos al encontrarse cerca de su rostro. Él queda paralizado, un segundo después relaja su cuerpo poco a poco, todavía siente calientes sus mejillas pero disfruta de la compañía de la pelirroja.

En eso gira un poco su cuerpo para mirarla, sus manos toman el rostro de Catalina con delicadeza y se acerca para, finalmente, besarla en los labios. Cierra los ojos antes de tiempo y siente que sólo le ha tocado una comisura, pero al segundo intento logra hacerlo bien. Sin duda se sorprende por la extrema suavidad que siente al acariciar sus labios suavemente. En un momento abre los ojos para encontrarse con los iris azules de Catalina que continúan abiertos, por lo que mueve sus manos para cerrarle párpados. 

—Cata, ¿estás acá? —La voz un poco chillona de Mía provoca que la pelirroja entre en pánico, mucho más cuando esta abre la puerta y los ve. 

—M-Mía —musita. Entonces suelta un pequeño grito cuando la puerta se cierra sola en la cara de su amiga.

—Ya se fue —le dice Ángelo y para asegurarse de que no los molesten coloca el seguro al hacer un movimiento con su mano, no tuvo que moverse de su lugar.

—Abrí la puerta, magneto de la salada —ordena la castaña al dar unos golpes a la madera que lastimó su rostro—. ¡Me dolió!

—Voy a abrir. —Catalina se apresura a caminar a la entrada, pero tampoco puede hacerlo, la llave siempre la tiene Valentina—. ¿Puedes...? —Ella voltea hacia Ángelo, reuniendo todo su valor y le pide con la mirada que los deje entrar, pues también escuchan las voces de Julián y Brayan.

Él hace una mueca y se arroja sobre la cama de ella, escondiendo su rostro contra la almohada. Catalina iba a insistir pero al final los demás logran entrar a la habitación. Brayan se muestra más preocupado, mientras que Mía mantiene el ceño fruncido, su frente está roja por el golpe.  

—¿Qué estaban haciendo? Nada de cochinadas o me muero. 

—Mirá quien habla —señala Julián.

—Soy el líder de la infantería y si hacen algo me llaman la atención a mí —se explica el castaño de las marcas. 

—No hicimos nada —responde la pareja al mismo tiempo. Catalina mantiene la mirada abajo mientras el morocho continúa recostado.

—Jajaja, eso no lo esperada —comenta Simón al asomarse por la puerta, tiene una gran y burlona sonrisa en su rostro mientras presencia la situación.

—La sanguijuela se tiene que ir. —Mía toman de la pierna al morocho, pero él se sujeta de la cabecera.

—No quiero, ¿a quién le dices sanguijuela? —responde él y continúan forcejeando.

—Es la habitación de las chicas —murmura Julián—. Te estoy gritando pero no me sale —agrega con el mismo tono monótono. Entonces Ángelo se levanta de golpe al recordar que todavía no ha descubierto porqué su amigo está así.

—Bueno —responde y los tres salen, aunque Ángelo se lleva a Julián diciendo que deben buscar a Simón urgente. Brayan los dejó ir con la condición de que no hagan nada que les traiga problemas.

En el camino Ángelo mira atentamente al rizado, de pies a cabeza para luego sujetar su cabeza. Murmura para sí mismo que no hay ningún golpe que pudiera cambiar su forma de ser. Entonces piensa, sin embargo tiene la mente en blanco en este momento, mejor dicho, no puede dejar de pensar en ella.

—Estás... raro y rojo —dice Julián —. Doble erre.

Son sus típicos comentarios, pero carece de su alegría, energía y sobre todo de su acento cordobés.

Por su parte Ángelo siente vibrar el celular dentro de su bolsillo, encontrando un mensaje de la rojita. Fue muy agradable, espero que se repita, lee en voz baja y una sonrisa aparece en su rostro. Obviamente contestará.

—¿Qué estabas haciendo con Catalina? —cuestiona Julián al ladear la cabeza, sus rulos se sacuden un poco.

—Nos estábamos besando —contesta con una sonrisa en su rostro luego de enviar la respuesta, un segundo después se da cuenta de lo que acaba de decir. Entonces ve a Julián sacudirse, temblar, para luego caer al suelo inconsciente—. ¡Hey! —Ángelo se arrodilla a su lado rápidamente y lo levanta, en eso lo ve abrir los ojos nuevamente.

—Ah, ay —se queja mientras frota su rostro.

—Me asustaste boludo, ¿qué te pasó?

—N-No sé. Me sorprendió lo que dijiste y... Estoy feliz por ti —le explica ya que no puede demostrarle nada de eso con su expresión. Ángelo lo escucha con atención y llega a una conclusión.

—Entonces tienes esos "desmayos" cuando sientes una emoción fuerte. Parece que es más de un simple trauma.

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