Capítulo 4
La habitación 1602. Diego le explica a Ángelo de que Antonio era un soldado más, con mal carácter al principio. Pero que al poco tiempo de su llegada se hizo amigo de Romeo, algo increíble porque ambos tenían personalidades muy diferentes. Luego de ser atacados por El caníbal pasó mucho tiempo en el hospital mientras estudiaba la anatomía humana y se perfeccionaba en medicina.
Él prefirió ayudar a las personas sin pelear y esperó hasta tener la mayoría de edad para donar todos sus órganos.
—¿T-Todos?
—Su habilidad le permite regenerar cualquier parte de su cuerpo —le explica para luego soltar un suspiro—. Él estaba tan feliz cuando vio que muchas personas que habían estado en la lista de espera durante años fueron dadas de alta. —Intenta sonreír mientras recuerda cómo él le presumía que salvó a muchos.
—¿Qué pasó después? —murmura Ángelo.
—Pasaron los años, este hospital se volvió su casa, la habitación 1602 era suya. Pero no podía llevar una vida normal, debía estar en cama mientras se preparaba para la operaciones. Cada semana removían alguno de sus órganos para trasplantes, los médicos no volvían a cerrar su cuerpo, sólo lo vendaban, porque en unos días volverían a abrirlo. Esa era su rutina.
—Se oye horrible.
—Antonio no pensaba lo mismo, salvar vidas era lo más importante para él. Romeo y yo lo visitábamos constantemente. Un día estaba muy deprimido porque un paciente no sobrevivió, unos días después de la operación el nuevo corazón falló porque su cuerpo lo rechazó —Diego hace una pausa, ya no soporta el nudo de su garganta y finalmente se quiebra—. Hace unas semanas todo estaba bien... N-No sé cómo o quién fue pero l-le inyectaron la sangre de e-ese asesino... y se convirtió en eso que viste. Es lo mismo que sucedió c-con Delfina y Kevin Rojas. La sangre tiene ese e-efecto en las habilidades de-de los demás y es impredecible -él hace su mayor esfuerzo para que su voz no falle al momento de explicarle. También se disculpa por no haberle prestado atención ya que estaba muy ocupado con esa investigación.
—No —niega Ángelo al abrazarlo―. No te disculpes. Está bien.
Él no sabe cómo reaccionar en este momento, siempre ve a su padre sonreír, nunca se había mostrado de esta forma. No sabe cómo pudo soportar tanto él solo.
Los minutos pasan mientras escucha los latidos de su pecho, un momento después se aleja para mirarlo. Ya no tiene lágrimas, aunque continúa con esa mirada triste.
—Che, ¿qué pasó con la carta? ¿Se la diste a tu chica? —pregunta con una sonrisa de lado en su rostro.
—¿Estabas despierto?
—Ustedes hablaban fuerte y no dejaban dormir —se excusa—. Bueno, ¿qué pasó al final?
—No sé, ella se fue corriendo —responde y suelta un suspiro. En eso mira su celular con la esperanza de encontrar algún mensaje de Catalina. Pero no hay nada.
—¿Por qué no le preguntas?
—Seguro que la cagué —murmura al dejar caer su cabeza sobre el borde de la camilla.
—No, está bien. Lo mejor es ser claro desde el principio.
Ángelo mira su celular por un segundo y luego lo toma, ya ha decido que hacer. Entonces le escribe, saludándola primero y luego pregunta qué le pareció la carta. Los segundos pasan y él levanta las cejas al notar que está en línea.
—Está escribiendo —le dice a su papá, notando después que lo hizo demasiado emocionado para su gusto.
Lina
Me quieres coger, ¿no?
El rostro del morocho colorea un poco al ver la respuesta y Diego suelta una carcajada al no poder contenerse. Ángelo sonríe al ver que volvió a ser el mismo de siempre.
—Que salvaje —dice entre risas, unos minutos después recupera el aliento y aclara su garganta—. Ya, hay que ponernos serios. Seguramente sus amigas están con ella y la ayudan a responder. Es un clásico.
—¿En serio? —él piensa por un momento y rápidamente imagina a Mía o a Delfina junto a la pelirroja—. La de corte carré me contestó —murmura para sí mismo.
—Es una pregunta trampa, respondes que si, se va a enojar o respondes que no y también se enoja. Tu mamá siempre me hacía eso —le explica—. Escribe esto.
Yo
Eso no tiene nada que ver con la carta
Lina
Eso me dio a entender
—Nada que ver —comenta él haciendo una mueca.
—Son sus amigas —dice Diego con una sonrisa egocéntrica.
Yo
No hablé de eso en ningún momento.
Que tu mente sea pervertida no es mi culpa
Lina
Quiero decir que es muy pronto para que me digas que te enamoraste
Yo
Nos conocemos hace meses y vamos a seguir juntos en la infantería
Esta vez Catalina tarda en responder, Diego mantiene su sonrisa mientras mira orgulloso hacia Ángelo. Este, por su parte, está más pendiente del celular y rápidamente lee el mensaje nuevo.
Lina
La verdad no sé que decir
Me gustó
—Al fin, esa es ella —indica el mayor para luego revolver el cabello de su pequeño—. Mi hijo tigre.
—¿Y ahora? ¿De qué le hablo?
—De lo que quieras. —Diego ríe de nuevo.
—Gracias papá.
Milagros entra a la habitación y los encuentra teniendo una pelea de almohadas, en un instante detiene a ambos con un grito mientras se acerca con los brazos cruzados. Diego desvía la mirada, haciéndose el distraído, pero Ángelo la recibe con un corto abrazo.
—¿Qué les pasa? Se van a romper otra cosa —comenta con su típico tono de regaño. Ella lo besa en las mejillas para luego pasar a su esposo, a quien le da un zape y se disculpa soltando una risita—. ¿Cómo te sientes?
—Mucho mejor, quiero ir a casita —responde al tomarla de la cintura para sentarla en su regazo.
—¿Mmm? Estabas llorando —murmura al notar sus pestañas húmedas.
Ángelo se apresura a salir de allí antes de que comiencen con los mimos y más. Al sentarse en la banca del pasillo piensa si él podrá llegar a eso con Catalina y también se pregunta como sería. Su mente rápidamente crea el momento en que la bese, que la acaricie y...
—¡Angie! —Simón se hartó de llamarlo y gritó para que salga del trance que lo tenía idiotizado—. Ya voy a volver a la base, ¿cuándo le dan el alta a tu viejo? —pregunta mientras acomoda la tela que sostiene su brazo herido, al igual que el morocho, pero sin estar enyesado.
—Ah, mañana sale, yo vuelvo mañana a la base —responde y sonríe al verlo bastante animado, además, tal vez, al volver puede que recuerde sus poderes y a su padre. Simón se sienta a su lado para comenzar a hablar sobre los demás, preguntándole al morocho sobre Julián y Brayan, pues en todo ese tiempo Simón no ha dejado a Francisco solo hasta ahora.
Ángelo le explica sólo lo que sabe y también le pide su ayuda para aclarar el asunto, ya que cree que la condición de Julián no es causa de un trauma postraumático. El castaño asiente luego de darle un suave golpe en el hombro.
—¿Cómo vas con la rojita? —pregunta, recordándole a Ángelo que tiene una conversación pendiente con ella.
—Todo bien, ¿por? —contesta al sacar su celular del bolsillo.
—Ah, bueno. Pasa que te vi rojo y me recordaste a ella —comenta para luego acercarse y ver la pantalla—. A la mierda, ¿de qué hablan?
—No, de nada —dice al notar que él vio la conversación, entonces suspira—. Le di una carta en donde le dije que me gusta.
—¿Quién escribe cartas ahora? —suelta una risa—. Que boludo, la cagaste porque va a pensar que querés coger.
—Como si ellas no pensaran en eso también —responde al subir y bajar los hombros. Simón le da la razón, aunque le aclara que aprendió que no por eso puede hacer lo que quiera, aunque le guste a Catalina ella podría mandarlo a la mierda si se llega a sobrepasar. Eso le recordó inmediatamente los consejos de su tío.
—¿Te funcionó? Eso de la carta.
—Si, dejó en claro todo desde el principio y a Lina le gustó. —Ángelo vuelve a abrir la conversación para hablarle.
Yo
Mañana le dan el alta a mi viejo y yo vuelvo a la infantería
Lina
Que bueno
Nos vemos mañana
Tenemos al reemplazo de Torres mientras él se recupera y no vas a creer quién es
Yo
Un suplente?
Quién es??
Lina
Joaquín Torres. El mellizo de Vale
Yo
Pero tenemos la misma edad, no?
Lina
Jajaja
Tienes que verlo, es como si el señor Torres estuviera con nosotros
—Lo que faltaba, el hermanito de Valentina no me va a decir qué hacer —murmura Simón mientras roda los ojos.
—¿Y si tiene el mismo poder que ella? Te va a patear el culo, a no ser que te defiendas.
—Sé pelear pero si es así estoy jodido —comenta sonriendo.
—¿Seguro? —insiste el morocho para que recuerde sus poderes de hielo. Pero Simón se levanta y termina la charla diciendo que debe irse a guardar sus cosas para regresar. También le desea suerte con la rojita y le promete que Julián volverá a ser el mismo, a base de golpes si es necesario.
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