Capítulo 26
La hora de la reunión empieza, siendo una gran estancia el lugar seleccionado para ello. Cada persona debe identificarse y entregar sus armas por seguridad antes de ingresar al complejo. Llega el turno de una chica de cabello negro, ella deja un gran machete de plata. Muy desconfiada de que se lo puedan robar. Pero todos deben hacerlo. Mientras vigila sus pertenencias a unos metros de distancia, ve como un muchacho de su edad también entrega sus armas siendo estas dos cuchillos grandes. Pero no termina allí porque de los bolsillos de su traje saca clavos, una colección de navajas, rollos de alambre y tuercas.
—¡Tiene un puto arsenal! —exclama en susurros, aunque él voltea hacia ella porque alcanzó a escucharla.
—Estás son de adorno, ¿las puedo tener? ―le pregunta al que guarda las armas.
—No son cortopunzantes, está bien —responde luego de mirar las telas blancas envueltas en sus brazos. Los extremos de las mismas son de plata y están ubicadas sobre el dorso de sus manos―. Su documento —indica al devolverle el pedacito de plástico.
—Gracias. —Él toma su identificación y lo ve acercarse. Pensó que le hablaría, sin embargo el muchacho sólo permanece a unos pasos de ella. Inmediatamente siente el olor repulsivo y característico de los lobizones, por ello gira hacia el morocho.
—¿Es él? No puede ser, ellos huelen luego de transformarse, no estando en su forma humana ―se dice a sí misma, la curiosidad le da suficiente valor para acercarse y oler que efectivamente proviene de él—. ¿Cómo te llamas? ¿De qué familia eres? ―lo interroga. Cada familia de cazadores tiene armas o un uniforme específico que los identifica como tal ante otros cazadores pero ella no había visto un traje como el del muchacho.
―Mi familia murió, fue asesinada por un lobizón y estoy aprendiendo a cazarlos para encontrarlo ―responde con un semblante triste—. Me llamo Aaron, ¿y tú? ―agrega extendiendo su mano hacia ella.
―Irupé —responde al estrechar su mano, pero debe cubrir su nariz para soportar el hedor.
—Ah, pasa que ayer cacé a uno. Saltó sobre mí y le abrí el estómago. Tengo este olor porque su sangre me empapó al igual que sus intestinos, lástima que no era el correcto.
Irupé frunce levemente el ceño para luego asentir, no tiene palabras. Aunque no debería sorprenderle, los compañeros de su madre y ella misma son bastante sádicos al momento de cazar esas bestias.
―Mi familia es Castillo, soy la tercera generación de cazadores —dice para continuar la charla de algún modo.
—Yo sería la primera, todo esto es muy nuevo para mí —confiesa al darle una sonrisa nerviosa.
—Entiendo. Puedo explicarse si quieres -propone, a lo que él asiente—. Tu traje se ve muy bien, ¿de dónde lo sacaste?
—Lo hice yo mismo, además este chaleco —él señala el que está usando sobre su camiseta negra de cuello alto, tiene muchos bolsillos a lo largo―, en realidad es un vestido.
―¿En serio? Y dicen que sólo las chicas usan vestido, jaja.
En ese momento pasa una mujer bendiciendo a los presentes con agua bendita. Ella lleva el agua en una fuente mientras la salpica a los demás una rama. Irupé le explica que siempre deben bendecir sus ropas y armas antes de salir de caza, los lobizones tienen debilidad por esas cosas, mientras más fuerte sea la fe del cazador más oportunidades tiene de ganar.
―Rezo una vez al día, ¿cuántas veces lo haces tú?
―Bueno... nunca ―suelta, haciendo que ella frunza el ceño.
—¿Que? ¿Tienes la Comunión al menos?
―Y la Confirmación. Soy creyente, sólo que no la practico —intenta explicarle, pero Irupé niega a cada cosa.
―Vas a terminar muerto si continúas así.
Deben interrumpir la conversación cuando todos comienzan a entrar dentro de la sala principal de la estancia. La casa por dentro un poco rústica pero es espaciosa y con un invernadero interior. Los presentes toman asiento, hay vegetación y flores alrededor, sin embargo todos están alertas por el olor familiar que hay en el lugar. Irupé no puede evitar mirar a Aaron, pero él se hace el desentendido.
La multitud de unas 35 personas hace silencio mientras el dueño de la estancia entra al lugar a pasos firmes. Se trata de un hombre de entre unos 40 o 45 años, su andar es seguro y mantiene la frente en alto. Sobre sus hombros luce la piel y cráneo de un canino albino. Él toma asiento al otro extremo de la sala para comenzar con la reunión.
—Llamé a un representante de casa familia porque hay algo que me preocupa. Algunos de nosotros terminaron encerrados por la policía en estos últimos años, todos ellos había atacado ese maldito nido de lobizones.
—¿Nido? —repite Aaron en voz baja.
—Habla de Septimus, es una casa grande donde ahora viven 8 lobizones —le explica Irupé con la misma discreción—. Uno de ellos tiene la idea de poder controlar sus instintos, son idioteces obviamente.
—Los llamé para decirles que atacaremos este viernes a las 2:00 de la madrugada. Todos tenemos la información de que los lobizones que faltaban transformarse ya lo hicieron, debemos atacar antes de que su número aumente —les dice el hombre de la piel.
En ese momento ve una mano levantada entre el público, el líder hace una mueca y le pide que pase al frente.
—Yo escuché que podemos regresarlos a la normalidad con tierra sagrada de las iglesias —comenta Aaron, quien no se ve intimidado por la multitud.
—¿Cómo te llamas? —cuestiona el hombre al levantarse también.
—Aaron.
—Lo que queremos es eliminarlos, Aaron. No nos sirve volverlos a la normalidad —le dice en un tono condescendiente para luego mirar al resto.
—No hacen eso porque verían lo que realmente son, chicos malditos —contesta el morocho en un tono desafiante—. Matarlos en su forma animal es mucho más fácil, ¿verdad? Sin cargo de conciencia.
—¿Cómo dijiste que te llamas? —El líder le da la espalda por un momento mientras espera su respuesta—. ¡Quiero tu verdadero nombre! —exclama al momento de voltear.
El muchacho esquiva la hoja del machete que el hombre lleva. El mismo se incrusta en la pared de madera, destrozando parte de ésta.
—¡No es uno de nosotros! Pero tranquilos, yo me encargo de él —murmura las últimas palabras mientras se acerca a pasos firmes hacia el intruso—. Ese olor a descomposición es propio de los lobizones.
—¿No sé de lo que habla? Sólo no estoy de acuerdo con sus métodos —responde, solo para esquivar nuevamente otro de sus ataques. Esta vez intentó cortar su vientre, en ese instante entiende que no resolverá nada hablando con alguien que viste un lujoso abrigo de piel.
—Crees que puedes ser amigos de esos monstruos, ¿no?, sueñan con que puedan controlar sus instintos asesinos —habla manteniendo su sonrisa, en eso nota que el morocho está viendo fijamente la piel que porta—. Es lindo, ¿no? Este tenía un trastorno de albinismo, por eso es blanco.
—¿Lindo? —susurra mientras retrocede poco a poco. Los demás presentes abren un círculo en el centro del lugar y bloquean la salida para que el intruso no escape. Ninguno interferirá porque el líder se los ordenó.
—¿Cómo es tu color de pelaje? No quiero a esperar hasta el viernes —cuestiona al apuntarlo con su machete.
—¿Me va a cazar? —responde en un tono que molesta aún más al cazador.
—¡Ahh! —exclama cuando corre hacia el muchacho y baja su arma con todas sus fuerzas. Está seguro que lo cortará fácilmente debido al filo de la hoja, sin embargo el muchacho detiene el ataque con sus brazos al colocarlos sobre su cabeza—. ¡¿Qué?!
—Mi nombre es Ángelo Vega —murmura al tomar la hoja del machete con sus manos y lo dobla hacia un lado, dejando sorprendido al dueño del arma—. Integrante de la U.C.S.H, nivel 3-C —agrega, sus manos no recibieron daño ya que la camiseta cuenta con guantes que lo protegen y deja sólo los dedos descubiertos.
—¿UCSH? ¡¿Qué carajo es eso? —cuestiona el más alto mientras mantiene su mirada fija en el objetivo.
—Unidad Captora de Séptimos Hijos. Pronto nos conocerán mejor.
—¡Vienes de Septimus! ¡¿Verdad?!
—¡Espere! —Irupé interrumpe un momento y mira al morocho—. También eres un cazador, ¿cierto?
—No, soy un captor —corrige mientras se endereza, con la frente en alto. Ahora se dirige al hombre—. Yo nunca usaría la piel de una persona, ¿sus padres estuvieron de acuerdo de que la llevaras como adorno?, ¿cómo se llamaba?, ¿cuáles son los nombres de sus seis hermanos? Alguno de ellos debía quererlo.
—Basta —lo calla el hombre, también comenzó a escuchar el murmullo de la muchedumbre—. Vienes a mi casa, desafías mi autoridad y esperas salir bien librado. ¡Destruiremos la casa Septimus!
—¡No lo permitiré! Está bajo en control de la UCSH, si llegan a hacerles daño a alguno de los habitantes de la casa serán encerrados por intento de homicidio —anuncia el muchacho en voz alta hacia todos los presentes.
—¿Y qué va a ser un pendejo de mierda contra todos nosotros? —dice el hombre para luego soltar una risa, está confiado en los números. Sin embargo ver su arma completamente arruinada y sin filo le preocupa un poco.
—No vengo a pelear. Quiero proponerles que se unan a mi unidad y aprender la forma correcta de manejar a los lobizones.
—¿Qué puedes enseñarnos? —pregunta alguien del público, otras voces también se unen.
—Nuestras familias por años mantuvieron a raya a esas bestias. Es un honor proteger a las personas.
—¿Escuchás eso? No quieren saben nada de tu unidad.
—¡Que importa! Voy a quitarte esa piel —exclama Ángelo para luego correr hacia él. Irupé intenta detenerlo, pero de un rápido movimiento la esquiva y lanza una patada al estómago. Consigue golpear eficientemente y deja sin aliento a hombre, pero, entonces, siente como sujeta su pierna y lo golpea contra el suelo, en ese instante todo se vuelve confuso, sus oídos zumban y su vista se hace borrosa.
—¡Te tengo! —Él logró tocarlo y lo sumergió en un profundo sueño con ayuda de su habilidad.
—¿Qué va a hacer? —pregunta la muchacha.
—Lo quebraré mentalmente. No lo lastimaré, será una limpieza. Será obediente y tranquilo con nosotros —contesta al tomar el brazo de Ángelo y luego cierra los ojos, con mucha concentración entrará a lo más profundo del subconsciente. Su cuerpo se siente flotar mientras entra a la mente del morocho, y, al abrir los ojos, encuentra un gran valle verde.
—Entré —se dice mientras mira a su alrededor. Por el lugar tranquilo y pacífico deduce que allí están los recuerdos, pensamientos y experiencias más atesoradas por el anfitrión—. Sus miedos deben estar muy enterrados-
Un estruendo lo interrumpe y la tierra debajo de sus pies se estremece haciendo que pierda el equilibrio, en ese momento nota que estaba parado sobre una enorme y descomunal serpiente cubierta de tierra y hierbas. Por un momento cree que se trata del animal que le agrada a Ángelo, sin embargo ésta le ruge, enseñándole el interior de su boca repleta de colmillos. Justo como una especie de hirudinea. El hombre huye del monstruo de pesadillas, preguntándose por qué algo tan horripilante se encuentra en ese valle.
—No es normal. —Él ha entrado muchas veces en el subconsciente de otros y aprendió que cada persona es diferente, pero siempre en sus mentes existe un lugar donde se concentran las cosas buenas y otro en donde las malas son encerradas.
Él continúa su camino, alejándose de la serpiente mientras corre sobre el lomo del monstruo, encontrando en su camino a un niño que también huye.
—Es su versión de niño. —El mayor se adelanta y al mirar a atrás ve las lágrimas del niño, quien extiende sus manitas hacia adelante, en busca de una salvación. Se niega a ayudarlo aunque otra representación del morocho aparece para enfrentar a la gran serpiente. Esta tiene el aspecto de un adolescente, parece más fuerte y valiente pero su ropa está desgarrada y su cuerpo lastimado.
—¡A dormir! —exclama al momento de saltar sobre la cabeza de la víbora para detenerla, la bestia deja de moverse y cierra sus ojos rojos lentamente hasta volver a unirse a la tierra. El adolescente retira su mano mientras suspira y sonríe al ver una flor en el punto donde estaba tocando—. A lo único que debes tenerle miedo es a mamá enojada —le dice al niño, quien continuaba llorando. La versión adolescente se aleja caminando mientras la más pequeña se distrae con unas mariposas que vuelan a su alrededor, deja su llanto para correr tras los colores mientras ríe.
—¿Y la adulta? No debe estar formada todavía... —El hombre opta por perseguir a la representación adolescente antes de que desaparezca. Al ir tras ella ve como pone a dormir a más serpientes como la primera, además también saluda a sus conocidos, como familiares y amigos.
Ángelo lo lleva hacia Septimus, una imagen en su mente que representa tal y cual a la original, sus colores y olores, todos esos pequeños detalles están gravados en su mente. El cazador lo ve hablar con tres chicos animadamente, todos son séptimos hijos malditos, cosa que lo hace sentir un poco a aversión. Esa escena se contradice con todo lo que él había aprendido acerca de los lobizones y algo tan simple como eso no lo hará cambiar de parecer. De repente nota un cambio a su alrededor, siente una extraña sensación y da un paso atrás cuando se percata que lo están observando.
Ángelo lo detectó, por ellos las representaciones ahora están conscientes de su presencia. El hombre sonríe mientras saca su arma, a pesar de estar en el subconsciente de otra persona tiene la fuerza necesaria para pelear y cambiará lo que tenga que cambiar.
—Te gané en la realidad, sólo me falta hacerlo acá —habla de manera orgullosa, ansioso por tener dos victorias seguidas. El lugar cambia rápidamente, dejando de lado esa atmósfera de calma para dar paso a un lugar lúgubre, el olor a descomposición sofoca un poco al cazador, pero éste mantiene la calma en espera del contraataque.
La representaciones de los chicos que acompañaban a la versión adolescente adoptan una pose cuadrúpeda, entre alaridos y llantos se transforman en lobizones que se lanzan hacia él, son rápidos y agresivos. Llega a sentir que realmente está inhalando el hedor a cadáver que estos expulsan.
—Hace que sus miedos me ataquen —dice al ver que Ángelo está atrás, temblando y con lágrimas en los ojos. Cuando quiere cortar a una de las bestias, siente como su machete se detiene en seco, incluso de dobla a un costado, destrozando su brazo derecho—. ¿Qué es esto? La versión adulta... No.
Por un momento creyó que se trataba de esa representación al ver una figura alta caminar hacia él, sin embargo descarta la idea al ver que es otro miedo arraigado, éste aleja a las bestias. Incluso llega a experimentar el miedo y desesperación que la versión adolescente siente.
—No regresaste —murmura, haciendo que el morocho sólo baje la cabeza y se proteja con los brazos—. ¿Quieres? Es mi favorito —agrega en un tono amigable, luego deja una tableta de chocolate amargo en la mano del muchacho.
—¿Quién es? —se pregunta el hombre, su brazo duele como si estuviera roto de verdad, además siente su cuerpo temblar ligeramente.
—Voy a quitarte esa piel —el castaño ahora se dirige a él mientras lo señala. En eso el cazador comienza a sentir su espalda caliente, un líquido abrasador baja desde sus hombros hacia el resto de su cuerpo, inmediatamente reconoce el olor a la sangre pero no siente ninguna herida. Aunque, al mover su cabeza a la izquierda, queda paralizado al ver que, donde antes descansaba la cabeza de lobizón blanco, ahora se encuentra la cabeza vacía de un chico albino. Su piel despellejada lo abraza por los hombros mientras continúa sangrando.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top