Capítulo 25
Cuatro años lejos de casa...
Como todas las mañanas Ángelo se levanta para preparar el desayuno. Se hace un té rápido, encontrándose con Héctor en la cocina y a Obregón.
—Te vez horrible —comenta el mayor, refiriéndose a las ojeras que lleva.
—¿Unos niños te dieron problemas? —insinúa el otro.
—Me duele todo —contesta al tocar sus costillas, también lleva cortes y raspones en su rostro, tuvo una noche atareada ya que fue la primera transformación de Valentín y Luca a causa de que la maldición despertó en ellos—. Sus transformaciones son más grandes que la tuya —se burla.
—¡No es cierto! Soy mayor que ellos —contesta al cruzarse de brazos, pues tiene 20 años mientras que los otros dos cumplieron 13 hace unos días.
—Voy a sacar unas fotos la próxima para comparar.
—Por ser la primera vez estarán así por 24 horas, tienen que desayunar —le explica Obregón y mira a Ángelo.
—Ya voy, ya voy —responde de mala gana.
Ángelo sale de la casa, se coloca guantes y un barbijo mientras se acerca al granero. Una vez listo carga los cuerpos descompuestos de las ovejas en la carretilla y alimenta a los lobizones con ellas.
Yo que tanto quería una maldición, la tengo pero no es como esperaba, murmura para sí mismo mientras ve a los lobizones comer. La peste de la carne descompuesta le da una idea de como huele él. Cada persona nueva que lo conoce se aleja inmediatamente por su hedor, la culpable es la mujer que lo maldijo cuando rescató a los niños.
—Buen provecho —les dice para luego salir del granero para respirar aire fresco.
—Que olor rompe madres —comenta alguien estando a la sombra de un gran árbol—. Eres tú otra vez —agrega al ver al morocho acercarse rápidamente. Al principio creyó que se trataba de un intruso pero habla con él como si lo conociera.
—Pombero... ¿Qué estás haciendo? —pregunta con cuidado. A pesar de los años Ángelo lo recuerda perfectamente, tiene la misma presencia y esa aura extraña. Obviamente también viste su característica capa de plumas negras.
—Soy atraído por los poderes de las brujas, hechizos, maldiciones. Mientras más fuertes sean más me molesta.
—Che, yo no tengo la culpa. Las locas quería sacrificar a dos niños. Además fui maldecido hace unos años, ¿por qué apareces ahora? —dice en su defensa, haciendo que el otro rasque su barbilla.
—Veamos —suelta para luego acercarse. Ángelo se queda muy quieto mientras lo ve rodearlo, está examinándolo con la mirada, de pies a cabeza—. Es una maldición que se vuelve más fuerte con el tiempo, fue hecha con cenizas de pelo de lobizón por eso hueles como ellos. Supongo que no debo preocuparme —comenta luego de terminar con el examen a primera vista.
—Ya sé que huelo mal. ¿Cómo termino con la maldición?
—No sé, no soy séptima hija —responde al subir y bajar los hombros—. Además no es para tanto, sólo hueles mal para las personas que no te aprecian, sólo no podrás hacer nuevos amigos —suelta una risa al final.
—Bien, tengo cosas que hacer. —Ángelo se aleja lentamente, sin embargo se detiene al escuchar un canto extraño. De inmediato mira el cielo y encuentra a un gran ave negra sobrevolando. El animal da un par de vueltas para finalmente aterrizar cerca de ambos, éste resulta ser una garza de gran tamaño de plumaje negro.
—Puntual como siempre -comenta el hombre—. Tranquilo Vega, lo conozco —agrega luego de ver al morocho ponerse en guardia, ya ve al ave convertirse en un muchacho como de su edad.
—Es un cambiaformas —habla mientras relaja su postura.
—De hecho no, también fue maldito —corrige el otro—. Toma su antigua forma cuando estoy cerca.
—Mi señor, hace tiempo que no lo veía —comenta al hacer una reverencia hacia el hombre.
¿Señor?, se pregunta Ángelo. Puede que él sea parte de otra infantería, después de todo el señor de las aves puede transformarse en cualquier persona y ya se había infiltrado como uno de sus instructores cuando pertenecía a la infantería 1-C. Aunque tiene sus dudas porque el muchacho está ojeroso, desalineado, su piel está oscurecida en partes y tiene plumas sobresalientes de sus brazo y espalda. Además su forma de hablar es bastante extraña con palabras de antaño mientras presenta una nueva capa para el Pombero.
—No hace falta darme este regalo, pero gracias Carau —responde éste al quitarse la vieja capa, la cual se convierte en cenizas que lleva el viento. Él se siente incómodo recibiendo el obsequio pero ya se imagina lo que causaría si no lo aceptara.
—¿Qué? —suelta Ángelo, haciendo que el otro lo mire. Sus ojos negros rápidamente se vuelven rojos, dando paso a lágrimas incesantes.
—Creí... que era su seguidor m-más dedicado pero... Tiene a alguien más.
—¡No, no, no, no! Vega no es nadie —dice, aunque ya es demasiado tarde.
—Él tiene un nombre... Yo olvidé e-el mío...
—Me lo llevaré, no van a querer que la casa termine en medio de un estero —el mayor se dirige a Ángelo para mientras toca el hombro del otro chico. Una fuerte ráfaga de viento los envuelve junto a la tierra y hojas secas, un momento después desaparecen.
El morocho acomoda su cabello, ya que fue revuelto por el viento, entonces ve a Benjamín acercarse. Él le dice que Obregón lo mandó a ver si todo está bien porque tardaba en volver.
—No pasó nada —murmura al desviar la mirada, entonces tiene la idea de preguntarle al respecto—. ¿El Pombero es una leyenda conocida? ―Benjamín reacciona rápidamente, cubriendo su boca para callarlo.
―No se dice su nombre en voz alta sino se te aparece —le advierte para luego soltarlo—. Obvio es famoso en todo el norte de Argentina, ¿los porteños no tienen cultura o que?
—No soy porteño.
—Es igual, ¿por qué la curiosidad de repente por el señor de las aves? —habla el castaño mientras caminan de regreso hacia la casa. Ángelo piens rápidamente en una excusa.
—Me interesan las leyendas, maldiciones y eso, ustedes fueron malditos y quería aprender más. ¿El señor de las aves es peligroso?
—Está difícil, muchos dicen que no es bueno ni malo. Ayudó a muchos y les hizo la vida imposible a otros —responde mientras Ángelo asiente a cada palabra.
—¿Y Carau? —él espera haber pronunciado bien ese nombre extraño.
―Es otra leyenda antigua, la de un muchacho que tenía su madre moribunda y en lugar de buscar los remedios se quedó en una fiesta. Ni siquiera pensó en ella cuando le dieron la noticia que murió, se quedó en la fiesta con una chica, diciendo que ya habría tiempo para llorar. Al día siguiente regresó a su casa y se ocupó del cuerpo, muy triste comenzó a vagar por los campos y con el tiempo se fue transformado en un pájaro negro, el Carau. Fue condenado a llorar eternamente y algunos dicen que sus lágrimas son dulces, por eso hay muchos esteros y lagunas en Corrientes -le cuenta para luego hacer una pausa y mirarlo—. Siempre viví aquí y nunca lo he visto pero creo que existe.
Luego de esa charla Obregón le tiene una nueva misión para el joven Vega. El dice que se prepare, ya que encontraron el lugar donde los cazadores de lobizones se reúnen. Lo malo es que tienen la mayoría del apoyo de las personas, mientras que casa Septimus son considerados como bestias peligrosas.
—No podemos ir Omar ni yo, creerán que es una declaración de guerra. Eso es lo último que quiero —habla el mayor para luego mirarlo—. Es peligroso y no quería pedirte esto pero la información dice que están planeando atacar la casa. Con Valentín y Luca transformados ya no hay niños que los detengan.
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