Capítulo 23
Al día siguiente Daniel despierta, viendo asustado que se encuentra en un lugar extraño. Lo último que recuerda era que estaba paseando a caballo y luego cayó. Sus tíos deben estar muy preocupados por él. En ese momento algo llama su atención, el gran bulto bajo las colchas. Cuando las levanta se topa unos ojos cafés viéndolo fijamente.
—¡Ah! —suelta un grito y trata de protegerse con sus telas. Pero rápidamente se da cuenta que no están.
—¿Por qué le gritas al que te cuida? —dice Guido al salir de la cama. Entonces Leandro y los demás corren para ver lo que sucede―. El paciente despertó —señala el rubio mientras sonríe.
—¡Te dije que no entres! —exclama Ángelo.
—¡No le hice nada! —se defiende para luego cruzarse de brazos.
—¡Mis telas! ¡¿Dónde están?! —grita Daniel mientras intenta mantener el equilibrio. Él toca su espalda con desesperación, por lo que Leandro se acerca a él para tranquilizarlo.
―Ángelo te encontró inconsciente y te trajo aquí, ya le hablaron a tus tíos pero no quieren acercarse a la casa Septimus.
―¡Claro que no se acercarán! Es un nido de lobizones —suelta, haciendo que Ángelo no se arrepienta de haber convertido sus telas en hilos―. Tú, ¿cómo puedes vivir con ellos? Esa peste es-
—Lo que hueles es el granero, la casa la mantenemos muy limpia ―lo corta rápidamente ya que sabe que habla del hedor que los lobizones tienen al transformarse. Sin embargo Daniel cubre su nariz cuando él se acerca.
—Que asco, no te me acerques —le ordena y sacude su mano para dispersar el olor. Los niños hacen una mueca y huelen a Ángelo pero no sienten nada raro—. Hueles horrible, como a carne podrida -agrega al señalarlo.
—No es cierto ―dice en su defensa pero luego huele su ropa—. Ayer peleé con un lobizón pero...
En ese momento Obregón llega junto a Omar a la habitación, los demás se hacen a un lado para darles paso y ambos se acercan a joven soldado. Daniel mira sorprendido las identificaciones que ambos tienen en su uniforme.
―¿UCSH? ¿Qué infantería es? —pregunta al fruncir el ceño. Omar lo ignora para voltearlo y revisar su espalda, por otro lado Obregón está ocupado haciendo una llamada.
—Los apéndices extra se desprendieron por sí solos, la piel no está cortada ni lacerada ―dice Omar en voz alta para que la persona del otro lado de la línea lo escuche—. Coloración normal, al tacto se sienten unas líneas duras bajo la piel.
Obregón regresa el aparato a su oído para escuchar el diagnóstico.
―Bien, se lo diré -contesta para luego cortar—. Sirra, a primera vista sólo has mudado. Las telas viejas se cayeron y pronto crecerán unas nuevas ―le explica al muchacho, haciendo que éste se calme mucho más.
—¿Volverán a creer? ¿Cuándo?
—No lo sé, deben hacerte más pruebas para saberlo. Prepárate, te llevaré con tus tíos —comenta para luego sacar a los demás de allí para darle un respiro o más bien salvarlo. Héctor está a punto de saltar sobre él para despedazarlo por todo lo que dijo de ellos.
Luego de tranquilizar a sus muchachos Obregón le da la buena noticia a Ángelo, ya que a partir de mañana comenzará a trabajar junto a Leandro en la fábrica textil. Benjamín festeja porque dejará de reparar la ropa del soldado, Omar, por su parte, lo felicita pues ha regresado a casa con su familia y ahora sólo viene a visitarlos un par de veces al mes. Luego de haber controlado sus instintos al transformarse volvió con su pareja e hija. Pero ahora pertenece al U.C.S.H, Unidad Captora de Séptimos Hijos, junto con Obregón y Ángelo.
Al día siguiente Leandro despierta a Vega para ir a trabajar, entregándole su propio uniforme que consiste en un jardinero marrón, una camiseta blanca de mangas largas, gorra negra y zapatos de combate. Ambos toman el auto de Obregón para ir a la fábrica a unos kilómetros de la casa, la estructura está rodeada de campos cultivados con algodón y el blanco.
—La fábrica es pequeña y apenas la van equipando con maquinaria pesada por lo que el trabajo es muy pesado. —Mientras van llegando ven un grupo de personas vestidas con los mismos uniformes, al bajarse nota que se trata de un grupo de mujeres quienes saludan a ambos. Aunque se mantienen alejadas del chico apestoso.
Si me puse desodorante, piensa al ver el rostro de desagrado de las mujeres. Ninguno de la casa se queja de su olor y eso que tienen los sentidos más desarrollados que una persona normal. Supone que si huele mal ellos serían los primeros en quejarse.
—Trajeron una máquina que hace prendas —les dice la compañera de Leandro, quien se presentó como Julia. Todos están ahí afuera mientras esperan que instalen dicha máquina. La dueña de la fábrica prueba hacer una simple camiseta colocando los hilos frente a sus trabajadoras para luego mostrarles el resultado.
Todos vuelven al trabajo, siendo el de Ángelo cosechar el algodón junto con Leandro, deben cortar las plantas y recoger las flores. Al terminar el morocho ve los callos de sus manos pero no le toman importancia.
Al día siguiente Leandro pierde de vista al muchacho entre las plantaciones de algodón. Él entra en pánico porque ya se lo advirtieron.
—Si Vega causa algún problema serás el responsable ―recuerda a Obregón diciéndole esas aterradoras palabras.
—Matías me va a matar —se dice al frotar su rostro—. A ver... Es un pendejo caliente, debe estar en el vestuario de las mujeres. Ha estado encerrado sin contacto femenino, yo estaría igual si me gustaran.
—Es un gran catálogo de ropa, hay muchos diseños ―murmura Ángelo mientras revisa la máquina textil, obviamente todo estaba bajo llave porque primero deberían hacer los hilos pero él fácilmente abrió las puertas. Él sigue los consejos de Héctor por lo que elige una camiseta de cuello alto, un pantalón militar con muchos bolsillos y un cinturón de unos seis metros―. También se puede elegir los colores —susurra sorprendido y se pregunta si podrá teñir sus hilos. Rápidamente selecciona ambas prendas en color negro, incluso la máquina le avisa que tiene material suficiente para hacer una prenda más. Ángelo se decide por un chaleco que se ve muy bien y elige el color rojo.
—¡Vega! —escucha el grito de Leandro minutos después, por lo que se oculta rápidamente luego de tomar su nuevo uniforme.
A veces es tan inoportuno, se dice mientras arroja una lata en el otro extremo del lugar. Uno muy alejado pero Leandro consigue escucharlo con sus agudos oídos. Cuando el hombre corre hacia la dirección del sonido, Ángelo se mueve a pasos ligeros hacia la salida y logra salir sin ser visto.
Un rato después ve a Leandro regresar a la plantación, agitado y molesto lo toma de los brazos para sacudirlo.
—¡¿Dónde estabas?! Te busqué por cada lugar de la fábrica, mis compañeras tampoco te vieron.
—Tenía ganas de mear y me perdí buscando el baño. Entonces me fui al monte porque no aguantaba más —le explica rápidamente, el mayor cree en sus palabras pero pronto sabrá la mentira cuando deba explicar de dónde sacó su nuevo uniforme.
Dos años lejos de casa...
Es el tercer ataque de los cazadores y la experiencia es peor que las anteriores. Sorprendieron a Ángelo mientras hacía guardia frente al granero, habían planeado este ataque porque llevaron a otro muchacho con control de metal. Él rápidamente se vio superado por ese poder, muy superior al suyo. Fue atacado, lo ataron y golpearon lo suficiente como para que no pueda usar sus poderes.
Mierda, debí tener mi traje, se maldice por no habérselo puesto antes de hacer la guardia. Pero no creyó que algo así pasara. Tampoco está Obregón u Omar para salvarlos esta vez.
—¡Son monstruos, deja de defenderlos! —le grita uno de ellos mientras lo sostiene con fuerza del cabello.
—S-Son mis amigos —responde con dolor. Así lo obligaba a mirar como los torturan, Benjamín es lentamente despellejado con un cuchillo normal aunque muy afilado por el líder de los cazadores. Ya que conseguir y portar la piel de las bestias era una gran hazaña para ellos.
—¡Basta! —suplica con todas sus fuerzas pero el hombre continúa cortando, dejando los músculos sangrantes. Al estar muy débil, las heridas de Benjamín apenas comienzan a sanar, sus chillidos lastimeros llenan todo el lugar mientras que los demás lobizones todavía están dentro de sus jaulas.
—Ahora vamos por la cabeza —dice el hombre. Entonces cambió el cuchillo cubierto de sangre por uno de plata para darle el golpe de gracia. La piel suelta colgaba de la nuca de Benjamín y el hombre comenzó a cortar a partir de allí.
—¡No! —Él se retorcía de forma descontrolada, por ello recibió una patada en su estómago que apenas lo hizo inmutarse.
—No te muevas hijo de puta. —Su cabeza fue bajada con fuerza, haciendo que su frente golpee brutalmente las tablas de madera que forman el suelo.
—Ah —gime de dolor mientras intenta incorporarse. Uno de sus ojos se tiñe de rojo debido al reguero de sangre que comienza a brotar de la herida.
—No se cansa —murmuró el que acababa de patearlo.
Van a matar a todos... Yo soy un inútil, se dice al apretar fuertemente sus puños. En ese momento una idea para por su cabeza, es peligroso para él pero si no lo intenta los cazadores matarán a Benjamín. Por primera vez quiere usar la atracción de objetos pero se concentra en sus manos. De repente el chico cazador sintió como su cinturón, donde lleva sus armas es jalado por una fuerza invisible y su cuchillo termina por ser arrastrado hacia el morocho.
—¡Hey! —exclama e intenta recuperarlo con sus poderes pero esta vez el golpeado soldado levanta sus manos y lo atrapa para cortar sus ataduras de un rápido movimiento. Una vez libre ataca primero a su semejante, clavándole un trozo de madera puntiaguda en la pierna y atándolo con la cuerda que cortó. Luego para a los otros cazadores, haciendo cortes en los brazos y piernas de cada hombre, al acercarse al líder clava con todas sus fuerzas la hoja en su hombro. Fue sencillo ya que ellos estaban acostumbrados a ataques de frente y descuidados como los de los lobizones.
—Les dije que pararan —murmura al sacar el cuchillo y volverlo a clavar en el mismo lugar. Le saca gritos desgarradores al hombre junto con maldiciones hacia él. Después de eso regresa a Benjamín a su jaula fue bastante difícil con sus heridas, pero no descansó hasta que finalmente pudo colocar el candado—. Ya está, perdón por tardar —le dice mientras intenta recuperar el aliento. Al voltear ve a los heridos y luego mira sus manos, por un momento su poder fue más fuerte que el de ese otro chico.
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