Capítulo 21
Casi han pasado seis meses y este es el último día del mes. Como todas las mañanas Ángelo despierta temprano para alimentar a las ovejas y lavar la ropa, aunque siente demasiada tranquilidad este día. Al notar lo que falta rápidamente corre en busca de su instructor para darle la mala noticias.
—¿Los niños no están? —murmura pensativo para luego revisar el mes—. ¿Cuándo fue la última vez que los viste?
—Anoche, no, en el desayuno —contesta el morocho, confundido por lo que sucede—. Siempre me acompañan a darle de comer a las ovejas pero ahora-
—Deben estar preparando un sacrificio para el medio día.
—¡¿Sacrificio?!
—Las séptimas hijas tienen la costumbre de hacer sacrificios para incrementar sus habilidades o hacer maldiciones. Prefieren animales negros —le explica Obregón mientras se coloca su uniforme—. Vamos Vega, tenemos una misión de rescate.
—¡Si! Pero... —él recuerda que su uniforme está deshecho, le falta una manga y además ahora le ajusta mucho en la espalda. Aún así asiente para ir a prepararse.
Minutos después ya se encuentran fuera de la casa, Omar y Leandro se quedan a cargo por pedido de Obregón. Él se deshizo de su ropa, dejado sólo su collar con placa y comenzó a rastrear a los pequeños por los extensos campos.
Ángelo corre detrás de él, siendo capaz de seguirle el paso a través de los pastizales. Ambos saltan alambrados y tienen cuidado de no estropear los cultivos. En un momento el mayor se detiene frente a una gran plantación de maíz. Obregón se adentra junto a su alumno y vuelve a su forma humana por un momento para hablarle.
—Están aquí, distingo cuatro olores diferentes además de Luca y Valentín —comenta mientras ve al morocho preparar sus carreteles de alambres—. No lastimes a las damas.
—Señor, no son lobizones.
—Lo sé. Pero nadie toca a mis niños —murmura para luego cambiar de forma. Ángelo traga saliva al encontrarse nervioso, ya había tenido otras misiones anteriormente y capturó a tres lobizones en las zonas cercanas. Sin embargo esta es la primera vez que enfrentará a séptimas hijas.
Ángelo avanza lentamente por el maizal, teniendo cuidado de no hacer mucho ruido con sus pasos. El mayor también cuida sus movimientos y lentamente se separan para poder rodear al grupo de mujeres. Ella se encuentran en el centro de la plantación. Ángelo se agacha y lentamente se asoma, viendo que prepararon un altar.
Los niños están allí, maniatados y unas mordazas callan sus gritos desesperados. En un momento Luca detiene su llanto al sentir un aroma familiar muy cerca. Él empuja suavemente a Valentín para mirarlo y los gritos cesan. Las aterradoras mujeres los miran por un momento pero continúan con los preparativos para el ritual.
Vega siente un fuerte escalofrío, entonces ve a Obregón saltar sobre una de ellas, yendo directamente hacia su cabeza. La sangre salpica sobre las hojas verdes del maizal, manchando el lugar con el color rojo.
—¡¿Qué haces?! —exclama al levantarse, delatando su posición. Luca y Valentín se retuercen para intentar liberarse.
—¿Que? —Obregón todavía sigue oculto y maldice luego de que el chico gritara. Las mujeres voltean rápidamente hacia Vega, viendo que el muchacho de mente débil fácilmente cayó en una ilusión que hicieron para protegerse de los curiosos.
—Es un soldado.
—¿Qué estará viendo? —se pregunta una de ellas con curiosidad.
—¡Basta! —grita el muchacho al momento de extender los metros de alambre a su alrededor. El metal actúan como enredaderas que sujetan a cada persona que se encuentra cerca, incluso a Obregón. Ángelo pensó que esa era la única forma para detener al feroz perro negro.
—Hijo de puta —dice una de las mujeres para luego romper sus ataduras. Su fuerza es superior al de las demás y se acerca al chico, ninguna de ellas esperó que atacara en su estado.
—¡Vega, despierta! —le ordena el mayor luego de cambiar a su forma humana, sin embargo parece estar muy sumergido en la ilusión. Ángelo detuvo al perro antes de que ataque a alguien más pero tuvo a fuerza suficiente para liberarse, él sabe que no puede pelear contra su superior, sin embargo golpea con su cabeza. El impacto saca a Ángelo de la ilusión para ver que acaba de golpear a una de las mujeres, ella quedó adolorida a sus pies mientras siente la sangre manchar su visión.
—¡Al, Al! —chillan los niños, entonces él cae sentado y un fuerte dolor se esparce por su frente y cabeza.
Obregón inmediatamente toma el celular del menor para darles su ubicación a la policía. Ángelo está muy confundido, nadie ha muerto, las mujeres están atadas y golpeó una de ellas.
—¿Qué p-pasó? ¡Peques! —dice para luego correr hacia los niños y desatarlos—. ¿Por qué los secuestraron?
—¿Por qué ayudas a estas bestias? Ahora son lindos pero se transformarán.
—Son niños —dice mientras es abrazado por ambos, no pueden dejar de llorar y se aferran por su ropa.
La mujer que fue golpeada, voltea hacia él y le arroja una tierra rara y roja en el rostro. Ángelo se retuerce al mismo tiempo que la escucha decir unas palabras extrañas, seguidas por un: ¡te maldigo!
—¡Vieja loca! —grita mientras trata de limpiar su cara, los ojos le arden mucho. Finalmente terminó tendido en el suelo mientras los niños lloran, diciendo que lo mató.
Obregón los tranquiliza ya que el morocho quedó inconsciente debido al golpe de su cabeza y a lo lejos escucha él escucha a los vehículos de la policía acercarse.
Unas horas más tarde Ángelo despierta en su habitación, siente dolor y algo frío en su frente. Al tocarla nota que tiene una gasa sobre el golpe junto con una crema con efecto frío especial para golpes. A su lado ve a los niños, Valentín le sonríe y deja el cuerpo sin cabeza de un pájaro sobre su pecho.
—La cazamos para ti. El señor Leandro dice que es una paloma torcaza —habla Luca mientras el otro pequeño asiente rápidamente.
—Ah, gracias. No hacía falta. —Él ve que el ave es más grande que las palomas normales y no puede rechazarla al ver las sonrisas de ambos. En ese momento Obregón entra al cuarto y suelta un suspiro cuando ve el pájaro cercenado.
El mayor les propone ir a la cocina para cocinar a la paloma con Omar, entonces los niños salen y dejan a ambos solos. El castaño toma asiento a los pies de la cama para luego tender el celular hacia Ángelo.
—Buen trabajo, diles que te llevaré a casa y llegaremos mañana —dice con una sonrisa.
—¡¿Puedo volver?! —suelta sorprendido, entonces mira el celular—. Pero no estoy listo... caí en esa ilusión y después me desmayé.
—¿No estás listo?
—Puedo seguir entrenando, ayudarte a cazar a lobizones.
—Nosotros no los cazamos, los capturamos —corrige el mayor para luego cruzarse de brazos—. ¿Estás seguro? Tendrás que lidiar con los cazadores de lobizones, los activistas, las brujas, las compras y los muchachos constantemente.
—Ya sé. Pero mis poderes son un poco útiles aquí —piensa en voz alta al ver las marcas de sus muñecas.
—Es una decisión muy importante... ¡Puedes ser el primero de mi propia infantería! —dice alzando un poco la voz—. Hay muchos séptimos hijos sueltos por el país que necesitan contención y con una infantería que se ocupe especialmente de eso sería lo ideal. ¿Quieres ser el primer integrante?
—Si.
—Bien, pediré los permisos y haré los trámites correspondientes. Llevará tiempo pero primero lo primero. Necesitamos el permiso de tus padre, debes llamarlos.
Ángelo baja la mirada hacia su móvil, ahora no está seguro de su decisión. Quiere volver a casa. Pero también quiere quedarse allí y ayudarlos mientras sigue entrenando. Luego de pensarlo por unos minutos él llama a su madre, ella lo saluda alegremente, quiere saber a qué hora volverá. Sin embargo Ángelo lo interrumpe para decirle sobre su decisión.
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