Capítulo 2

¿Le doy la carta o no se la doy?, es lo que piensa el muchacho mientras camina por los pasillos. Ya está cerca de la entrada y nota que sus manos comenzaron a temblar sin razón. ¿Y si no siento lo que dice la carta? ¿Qué pasa si no le gusta? ¿Quién escribe cartas ahora? Mi letra es horrible. No es una buena idea dársela ya, puedo esperar un poco.

—Al —Catalina lo saluda al verlo de pie en la entrada, entonces camina rápidamente hacia él y besa su mejilla.

—Hola —responde para luego devolver el beso como saludo. Él queda en silencio mientras su mano se dirige inconscientemente hacia su bolsillo.

—¿Cómo está tu papá? ¿Y los demás? Les traje un bizcochuelo —le dice luego de señalar su mochila.

—Él duerme, pero podemos ir a ver a los chicos —responde al darse media vuelta. Entonces termina chocando contra la puerta por no ver a dónde iba—. Ah, mierda —maldice al sentir el horrible dolor esparcirse por su brazo roto. Sin embargo la risa de la pelirroja hace que su mal humor desaparezca.

—Cuidado. Te vas a romper otra cosa —comenta y luego caminan hacia la habitación de los hermanos, en el camino Ángelo la pone al día de lo que está sucediendo con ambos.

—Francisco se recupera bastante rápido, pero Simón todavía no recuerda a su papá o sus poderes. Él vino varias veces a visitarlos y siempre se va enojado —él calla al ver al hombre frente a la puerta de la habitación, este se mantiene cabizbajo mientras sostiene con fuerza un libro grande entre sus manos.

—Señor —Catalina aclara su garganta para llamar su atención. Entonces, al ver al morocho presente, camina hacia él y le entrega el libro que resulta ser un álbum de fotos.

—No me conoces pero... ¿Puedes ayudarme? Por lo menos quiero que me insulte como antes, eso sería algo.

—S-Si. —Ángelo asiente y ambos se hacen a un lado para dejarlo pasar. Una vez solos miran el álbum y deciden entrar al cuarto. Dentro encuentran a Francisco, quien mira con mucha atención su mano izquierda. Por otro lado Simón busca algo que ver en la tele.

—Hola chicos —saluda Catalina moviendo su mano. Ella saluda a ambos con un beso en la mejilla y, como Ángelo, queda observando el nuevo brazo del rubio—. Wouh, pareces mitad robot —comenta sorprendida.

—Eso soy ahora —responde mientras abre y cierra su puño, asombrado de cómo el brazo artificial puede seguir las órdenes de su cerebro perfectamente. Sin duda es de los últimos modelos y de los más costosos.

—El pelotudo no quería aceptar la prótesis y trató de quitársela, porque es muy cara —comenta Simón al cruzarse de brazos—. Pero los doctores le dijeron que está unida al hueso, la carne y todo.

—¿No quieres el brazo? —le pregunta Ángelo confundido.

—Ni en cinco vidas voy a poder devolver la plata que cuesta —responde el rubio al suspirar.

—¿Y por qué debes devolverle plata a tu papá? Él pagó todo, ¿no? Incluso la curación instantánea —cuestiona Simón mientras se sienta en su cama.

—¿Ves? —le susurra el morocho a Catalina—. Tampoco se acuerda que son hermanos.

—Che, hablando de eso, ese tipo comienza a asustarme un poco. Quiere pagarme también la curación y llevarme a su casa, le dije que no, que mi casa ahora era la base —comenta el castaño, en un tono divertido para hacer reír a sus acompañantes. Sin embargo todos se le quedan mirando.

—Él... me dio esto —murmura Ángelo al dejar el álbum sobre los pies de la camilla—. Creo que piensa que recuperarás la memoria al ver las fotos.

—¿Qué? ¿Memoria? Si estoy perfecto, a él le falla algo, no voy a ver eso, seguro son fotos trucadas como las hacen los psicópatas.

Ángelo vuelve a tomar el álbum y no sabe qué hacer realmente, tampoco tiene idea en qué manera debe ayudar a Simón para que recuerde a su padre. Entonces Francisco le hace una seña y toma el gran libro, diciendo que él lo guardará.

—Papá ya lo presionó mucho, durante días —les dice en voz baja a ambos. Entonces Catalina le sonríe mientras se quita la mochila y la abre.

—Miren, les hice bizcochuelo —dice animadamente al acercar el bol con las porciones. Le entrega su porción a cada uno de los hermanos y por último a Ángelo, quién toma el bizcocho de chocolate mientras le da las gracias.

—¿Nos quieres matar? —bromea el castaño al ver su porción, el bizcochuelo no tiene decorado y lo único sobresaliente son las oreos de su interior—. Que ella lo pruebe primero —dice mirando a la chica.

—Yo hago el sacrificio. —Ángelo come su porción completamente de dos grandes bocados, al mismo tiempo que Simón espera su veredicto—. Está horrible, no coman —habla mientras trata de quitarle sus porciones a los otros dos.

—Mío —dice Simón y come el bizcochuelo que tenía en su mano, un momento después frunce el ceño hacia el morocho—. Mentiroso, Cata dame más.

—Bueno, pero deben dejar un poco para los demás.

Unos minutos después, ambos deben salir porque una enfermera llegó para cambiar los vendajes del castaño. Entonces aprovechan eso para ir a visitar a los otros dos. Esta vez Catalina le pregunta si Brayan o Julián tienen secuelas graves como los hermanos, a lo que él le respondió que sí y que debía verlo ella misma.

Al entrar ven al rizado sentado cerca de la ventana, mientras que Brayan continúa recostado en la cama. Ella los saluda sonriendo, sin embargo sólo el castaño responde. Julián simplemente lo mira y regresa la mirada a la ventana.

—¿Cómo están? —les pregunta ella.

—Mal, no puedo ir al baño solo —responde Brayan en un tono frustrado—. Además ese ya me está dando miedo —susurra al señalar a su compañero de cuarto.

—Hola Juli —Catalina lo saluda, esta vez girando la silla para que los mire.

—Hola —murmura con su voz apagada. Ella ladea la cabeza y mira por un momento a Ángelo—. Okey... Esto es muy raro.

—Súper raro —concuerda Brayan.

—Eh... ¿Por qué? —susurra el rizado.

—No tienes esa energía —responde la pelirroja al hacer un ademán con sus manos alrededor de él—. ¡Hasta perdiste tu acento cordobés! —agrega y toma su cabello con las manos por la angustia. Un momento después comienza a picar el rostro del moreno un par de veces.

—No lo toques tanto —interviene Ángelo, pero mira sorprendido como Catalina no recibe ningún tipo de descarga.

—Basta... Basta... Ya —dice Julián, pero no suena molesto, ni siquiera hace algo para detenerla—. No me molestes... —eso es lo último que murmura antes de temblar y dejar caer su cabeza hacia un lado mientras cae inconsciente por un momento.

Catalina da unos pasos atrás con las manos levantadas, luego gira hacia los otros diciendo que esa no era su intención. Un segundo después Julián regresa en sí y mantiene la mirada fija en la pelirroja.

—Deja de molestar —dice con el mismo tono desganado.

—Dejá de asustarnos —responde Ángelo—. ¿Por qué no gritas o te ríes? No fuiste tan lastimado como los demás.

—Yo... No sé y me molesta. Me parezco a los personajes que... odio de mis dibujitos —responde de manera lenta y pausada, en su interior se encuentra enojado y desea poder transmitir eso, sin embargo su rostro continúa natural, ni siquiera puede apretar la mandíbula o los puños.

—Disculpame —dice Catalina mientras le entrega el postre de chocolate.

—Gracias —susurra y come poco a poco.

—Hasta para comer es lento ahora —comenta Ángelo. Él hace memoria para intentar descubrir qué pasó, recuerda que cuando los paramédicos los asistieron Julián estaba alterado, asustado y no podían tocarlo debido a eso. Pero luego se separaron al ser llevados al hospital.

Eso significa que sea lo que sea, debió pasarle algo en el viaje o ya en el hospital, piensa el morocho mientras mantiene su mirada fija en un punto de la habitación.

En ese momento es sacado de sus pensamientos por un suave golpecito en el hombro. Catalina le sonríe mientras le entrega otra porción.

—¿Te gusta?

—¿No ves? —murmura con la boca llena—. Las galletitas le dan buen sabor —agrega. En ese momento, al terminar de comer toca su bolsillo y siente la carta. De nuevo sus manos tiemblan ligeramente y comienza a sudar.

Él saca la hoja mal doblada disimuladamente y luego la observa por un momento, entonces pega un salto del susto al escuchar a Catalina preguntarle qué es eso.

—Eh... Bueno... —Su brazo sano se extiende hacia ella con la hoja al frente.

—¿Mmm? —Catalina la recibe, curiosa y extrañada lee las palabras. Un segundo de terminar baja la mirada mientras aprieta la hoja con sus manos. Ella sale corriendo de la habitación con un fuerte sonrojo en el rostro.

—Hey, ¿siguen ahí? —Brayan rompe el silencio que se formó en el lugar—. ¿Me ayudan a comer? También quiero probar.

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