Capítulo 16
Como si no fuera suficiente haber sido perseguido por unas bestias, casi morir, tener múltiples ataques de corazón y tener que mudarse a un pueblito perdido en Corrientes debido a su nuevo entrenamiento, ahora sus padres le dicen que deberá visitar a Ruidíaz Romeo.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestiona al tragar saliva.
—Celestina Rey vino a pedirnos ese favor, le dimos nuestra palabra. —Diego lo toma de los hombros para mirarle a los ojos—. Esta vez haz caso.
Ángelo asiente, sabiendo exactamente a qué se refiere y esto forma un nudo en su garganta. Si papá, susurra. Entonces el mayor palmea su espalda. Los días pasan y a Ángelo le cuesta trabajo pensar que pasará seis meses alejado de sus padres, nunca había estado tanto tiempo separado de ellos.
Por eso se aseguró de pasar el mayor tiempo con ambos, aunque debió soportar los pellizcos de su abuela, las quejas de su abuelo, las preguntas de su madre y más.
Hasta tuvo que soportar la vergüenza, ya que ella vio su celular, justamente las conversaciones que tuvo con Catalina mientras él preparaba sus cosas para el viaje.
—Es la chica que vino, ¿no? ¿Siguen siendo amigos o...? —Milagros nota un ligero sonrojo en sus mejillas, entonces sonríe.
—Bueno, no. Somos novios —responde al subir y bajar los hombros—. No pude despedirme de ella —se lamenta. Lo único que sabe es que Lina estará todo el tiempo en la base, entrenando con Edgar.
—Oh, era eso —murmura para luego sentarse en la cama e indicarle el espacio a su lado—. Parece una buena chica, pero dijiste que era sólo tu compañera.
—Ya sé... Pero ahora me gusta, es muy raro.
—¿Por qué? —cuestiona la mujer.
—Lina me dio esto y desde entonces me comenzó a gustar —intenta explicarle al tener el carretel de alambre en sus manos—. Es raro.
—Para nada —niega mientras suelta una risa melodiosa—. Yo me enamoré de tu padre cuando me regaló un chocolate. Era su cumpleaños y trajo chocolates para su infantería, uno de sus compañeros no quiso, siempre fue un pelotudo, y me lo dio a mí. Dijo que me vio triste —le cuenta para luego tomar en carretel.
—¿En serio? ¿Puedes querer a alguien por cositas así? —pregunta el morocho confundido.
—El amor es impredecible. Pero no olvides lo básico, siempre tienes que respetarla y cuidarte. ¿Tienes forros o quieres que los compre?
—¡No gracias! Yo compro cuando regrese del curso —niega con la cabeza para luego regresar a guardar su ropa.
Con la llegada del lunes la familia se prepara para hacer la visita. Un auto los vino a buscar para llevarlos a las instalaciones de máxima seguridad. En el camino Diego interrogó al conductor, preguntándole dónde mantenían a Romeo y en qué consistía su tratamiento. El hombre no pudo responder, limitándose a decir que sólo era un chófer.
Unos minutos después de viaje, el coche se detiene frente al complejo, este se encuentra más alejado del recinto principal y Rey los recibe. Diego mira extrañado el edificio, entonces saluda a la mujer y al hombre que la acompaña.
—Bienvenidos —les dice con una sonrisa genuina en su rostro. Luego se inclina un poco hacia Ángelo para tomarle sus manos—. Gracias por venir.
Él sólo asiente, pues no quería venir, pero tampoco tiene el suficiente valor para decírselo. La familia sigue a Rey hacia la habitación de Ruidíaz, Milagros toca el hombro de Ángelo para decirle en voz baja que todo que los rodea es plástico, vidrio o cerámica, aunque las paredes parezcan reales no lo son, cosa que sorprende al muchacho. La conversación consigue tranquilizarlo un poco, entonces respira hondo cuando se detienen frente a una puerta de seguridad.
—Buenas tardes —Diego saluda a los guardias que están en la entrada, sin embargo sólo recibe una mirada seria de ambos—. Que carácter.
—Ustedes esperarán afuera, yo acompañaré a Ángelo —dice la mujer para luego hacerle una seña a los guardias, estos quitan los tablones gruesos que bloquean la puerta para dejarlos pasar.
—Vamos a estar de este lado. Si algo pasa voy a destruir este lugar, la tierra está justo debajo —le dice su madre antes de que él entre a la habitación. Ángelo sigue a Rey luego de asentir, entonces ve como la puerta es cerrada detrás de su espalda, al voltear se encuentra con una gran habitación amueblada y espaciosa.
En ese momento su vista se enfoca en la figura encorvada que sobresale del otro lado de la cama, un fuerte escalofrío atravesó su cuerpo y traga saliva. Rey lo mira para darle una sonrisa y le dice que todo está bien.
—Romeo, alguien vino a verte. —Ella empuja al morocho un poco más cerca y él debe fingir una sonrisa. Cosa bastante difícil cuando ve al hombre levantarse, gira hacia ellos lentamente y da unos pasos, mostrando un semblante más saludable, ya no tiene ojeras, su cabello correctamente cortado y sin sangre, muy diferente a como Ángelo lo recordaba.
Sus ojos castaños brillan un poco cuando hacen contacto con la personita ante él, entonces una sonrisa se extiende en su rostro y sus manos tiemblan mientras se acercan. Duda por momentos hasta que toca a Ángelo, provocando que éste tense todo su cuerpo, hasta detiene un golpe que el joven lanza hacia su rostro.
Rey da un paso atrás, pues nunca pensó que actuaría de esa forma, todo este tiempo había mantenido a Romeo alejado de la violencia al temer sus reacciones. Sin embargo él suelta una risa mientras sostiene el puño de Ángelo, entonces lo jala para atraparlo en un apretado abrazo.
—Entiendo... Te lastimé mucho —murmura al apoyar su cabeza en el hombro del menor.
—Suéltame —responde en un tono bajo. Consigue que Romeo se aleje, pero él todavía mantiene su sonrisa.
—Tengo chocolate, mi favorito. —Él corre hacia la mesa baja para tomar una barra y regresar rápidamente. Rompe un trozo y se lo entrega en la mano mientras le da un mordisco al resto de la barra.
—¿Mi favorito? —repite al mirar a Rey. Ella asiente, ya le había explicado la situación en la que se encuentra el mayor al llegar, por lo que accede a comer el chocolate, pero inmediatamente hace una mueca al sentir lo amargo que es—. Que asco —susurra para sí mismo.
A pesar de ser desagradable debe gustarle, es su chocolate favorito, además lo último que quiere es disgustar a Romeo. Vino allí a ayudar, no a causar más problemas.
—Jugaba mucho de pequeño y sólo hay esto. —Romeo lo toma del brazo para llevarlo y enseñarle las cajas de lego que hay sobre la alfombra—. Estaba tratando de hacer este —indica el dibujo del cohete que está despegando.
—Bueno...
—¿Me ayudas?
—Eh, si —duda un momento, pero termina por sentarse frente al mayor. Toma un par de piezas e intenta unirlas aunque no sean compatibles entre sí.
Rey observa todo esto con ojos maravillados, desde que Romeo fue internado en ese lugar no había dicho una sola palabra, sin embargo habla normalmente con Ángelo y hasta quiere jugar con él.
—Perdón por todo lo que hice... Y-Ya cambié y nada te volverán a lastimar. —El morocho hace una mueca y levanta la mirada, ve a Romeo señalar sus muñecas, las cicatrices que él mismo había hecho. Ángelo toca las marcas para luego asentir.
—Esto es muy difícil —comenta, refiriéndose a los bloques.
—¿Y si sigues las instrucciones? —sugiere el castaño—. ¿Más? —le ofrece otro trozo de chocolate.
Acepta aunque sabe amargo y cierra los ojos con fuerza para soportar el sabor fuerte. Los minutos pasan mientras construyen más cosas, abren caja tras caja con el transcurso del tiempo y Rey se encarga sólo de observar y anotar lo que sucede.
En eso Ángelo se pregunta cuándo va a terminar esa tortura, ya ha comido una barra de chocolate amargo entera y está aburrido de jugar con legos. Pero, para su suerte, el celular de la mujer suena y pone fin la sesión.
—Terminamos por hoy —dice para mirar al castaño. Romeo cambia su expresión en ese momento y baja la cabeza—. Vamos —se dirige al morocho mientras le indica la puerta.
Ángelo se pone de pie, aliviado al saber que ya acabó la visita pero Romeo lo toma del brazo, por tercera vez, cuando pasa a su lado.
¡Soy fiambre!, exclama en su mente al sentir el agarre, entonces baja la mirada hacia el mayor lentamente.
—Regresa —susurra para luego soltarlo.
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