Unicornio

Cómo siempre adradezco a BruniloIsReal por ser una mala influencia para mí.

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- ¡Yo gané! -gritó Mirabel, soltando una mano de cartas con la que había derrotado a Bruno y Camilo. Ella se levantó de su silla y comenzó a hacer un pequeño baile de victoria que su primo y tío observaron como malos perdedores.

Mirabel se apresuró a tomar todas las monedas que se encontraban apiladas en el centro de la mesa. Las juntó todas dejándolas caer en la capa superior de su falda con la que se había improvisado una forma de sujetarlas todas.

- Tuviste que hacer trampa -dijo Camilo, mirando las cartas que Mirabel dejó sobre la mesa.

- No me culpes de tu mala suerte.

Camilo apoyó su mejilla en su mano pues su brazo descansaba sobre la mesa y fijó los ojos en Bruno, sentado en el frente.

- ¿Seguro que no eres un charlatán? ¿Cómo es que ves el futuro y no ganas ni una?

- Qué mal perdedor eres -le respondió Bruno.

- Quería un helado y ahora me quedé sin dinero. Mirabel, tú me quitaste todo, invitame un helado.

- Nooo, para nada -dijo demasiado contenta.

- Yo te lo compro -lo calmó Bruno, sacando una sonrisa que Camilo trató de disimular, incluso tuvo que mirar hacia otro lado para que los demás no vieran la cara de bobo que estaba poniendo.

- ¡Yo también quiero uno! -gritó Toñito desde su sitió.

- Sí, también a ti -respondió Bruno. Era el pequeño precio a pagar por consentir a Camilo. Si un sobrino quería algo, todos lo querían.

Dolores, que estaba leyendo recostada en uno de los sillones, alzó su oreja para escuchar algo. Luego volvió la vista a su libro, mientras dijo:

- Camilo, Gabriel te espera en la puerta.

Camilo se enderezó sobre su asiento, mirando a la puerta. Apenas iba a levantarse para dirigirse allí cuando Dolores volvió a hablar.

- Hoy va a llover. No sales.

Camilo refunfuñó.

- ¿No puede llover otra noche?

- No, mamá está muy ocupada toda la semana, quiere llenar las presas antes de que sea un problema. Sospecho que lloverá mucho porque se llevó "Orgullo y Prejuicio" -dijo señalando el librero de donde ella misma había tomado su libro.

Camilo hizo una mueca resignada.

- Bien -dijo de mala gana, para dirigirse a la puerta,

Bruno por el contrario sonrió para sí mismo. Le alegraba que los planes de Camilo para salir con Gabriel se arruinaran. No es que los celos a aquel chico moreno continuarán pero tampoco le gustaba pasar demasiado tiempo, porque ya de por sí coincidían muy poco, lejos de Camilo. Al menos, si su sobrino no salía podrían arreglárselas para escaparse a su habitación y pasar un tiempo a solas.

Pero entonces Camilo entró en la casa, caminando al lado de Gabriel. Los dos muchachos hablaban alegremente entre ellos y Bruno supo que sus planes eran los que terminaron destruidos.

- ¡Camilo! Te dije que no saldrías -dijo Dolores.

Camilo y Gabriel se detuvieron en medio del patio.

- No voy a ningún lado, nos quedaremos en mi cuarto.

Bruno tuvo que mirar al suelo para que no vieran la mirada enfurecida que tenía al escuchar aquellas palabras. Bien, tal vez sí, aún sentía celos. Cuando los dos chicos reanudaron su marcha, Bruno por fin levantó la mirada para ver a ambos subir por la escalera. Antes de que Camilo terminara de subirlas, su mirada se encontró con la de Bruno. Él le hizo un gesto con el dedo índice para que subiera también.

Bruno se lo pensó. Después de aquella noche antes de la boda de Dolores, descubrió que pasar algo de tiempo con los dos, por mucho que le costará la idea en un principio, no era tan malo. Pero no, no tenía nada que hacer él con dos adolescentes. Eso pensó hasta que vio la puerta de Camilo cerrándose detrás de ellos.

Claro que iría.

Adentro de la habitación, Camilo y Gabriel tomaban asiento cada uno en un sofá.

- Es raro que me disculpe por la lluvia, pero lo siento -dijo cuando se escuchó el primer trueno fuera de la casa. Poco a poco, las gotas de lluvia se estamparon contra el cristal de la habitación de Camilo-. Bueno, ahora no sé cuándo parará.

Gabriel le sonrió.

- Bien, no importa. Igual podemos quedarnos aquí -cruzó los brazos detrás de su cabeza y se recostó en el sillón. A Gabriel siempre le impresionaba la cantidad de espejos en todas partes de esa habitación. A dónde él mirara siempre había un espejo en el cual se reflejaba.

Entonces Camilo se recostó en el suelo, metió el brazo entero en el espacio entre el piso y el sofá, buscando algo. Por fin se separó del mueble con una botella de whisky en la mano.

- Al menos recordé que tenía esto escondido aquí -dijo todavía tumbado en el suelo, con la botella en alto.

Gabriel lo estaba mirando por el reflejo del espejo en el techo. Guiándose por dicho reflejo, estiró el brazo y alcanzó la botella quitándosela de las manos a Camilo. Quitó la tapa y vertió un chorro de licor en su boca. Dió el trago amargo y le devolvió la botella.

- Veo que arruiné al chico bueno de los Madrigal.

Camilo se sentó en el suelo y le dió un trago a la botella.

- No te atribuyas tanto -dijo. Quería agregar que ya estaba arruinado antes de él pero prefirió callarlo.

En la puerta se escuchó un golpeteo.

- Espero que no te moleste. Le pedí que viniera -dijo Camilo, escondiendo la botella detrás de él. Solo en caso de que no se tratara de Bruno.

Eso era algo que Gabriel odiaba de los espejos de Camilo, no podía hacer ni un solo gesto que no quisiera que Camilo viera porque su reflejo lo delataba. Así que mantuvo una expresión tranquila cuando dijo:

- No hay problema.

- ¡Entra! -dijo Camilo sin molestarse en levantarse.

Bruno entró. Solamente al cerrar la puerta, Camilo le extendió la botella.

- ¿Veneno?

Camilo siempre era así cuando estaba con Gabriel. Era hierba o era alcohol. Camilo no era una víctima influenciada por un mal amigo, no. Era un adolescente con otro adolecentes portándose como tal. Lo peor del caso es que no le gustaba que él consumiera eso pero por alguna razón, ebrio o drogado, era aún más atrayente. Se volvían más salvaje, más desinhibido y tenía que aceptar que eso le fascinaba.

"Qué bajo eres, Bruno", pensó.

Así que se acercó a él y le dió un trago a la botella.

Camilo palpó el asiento del sillón, a un lado de dónde él se encontraba. Cuando Bruno tomó asiento, él descansó su brazo en la rodilla del mayor puesto que seguía en el suelo.

- No me van a echar otra vez ¿Verdad? -preguntó Gabriel.

- No, si quieres puedes ver -respondió Bruno.

Camilo le clavó el codo en la pierna.

- Era broma... -dijo Bruno riendo.

Gabriel, por lo bajo, soltó una risilla. Se levantó del sillón donde estaba. Se acercó al sofá dónde Bruno y Camilo se encontraban y se sentó ahí, del lado opuesto de Bruno. Se quitó los zapatos y subió los pies descalzos al asiento, en dirección a Bruno mientras recargaba su espalda en el reposabrazos del sillón. De esa forma, podría tener acceso a la botella antes de que Bruno la monopolizara.

- Dame un trago.

Bruno le entregó el Whisky y Gabriel se lo llevó a los labios.

- Ash, esto sería más fácil si tuviéramos vasos aquí. Que pereza ir por ellos a la cocina -dijo Camilo- ¡Dolores, Trae tres vasos!

Gabriel por poco escupe el licor encima de los otros dos y Bruno tampoco pudo evitar soltar una carcajada. Cuando se controló, Gabriel le dió una leve patada con el talón al hombro de Camilo.

- Auch -dijo exageradamente, al ser empujado hacia adelante para después soltar una risilla burlona-. Es que estoy harto de que me pregunten si sé que Dolores me está escuchando cuando hago o digo alguna estupidez. Quisiera que entendieran de una buena vez que no tengo que esconderle nada y que es la mejor hermana que alguien podría tener, con o sin don.

Hasta donde Gabriel sabía, él mismo podría tener tres de esas. Podría.

- Lo dices porque sabes que te está escuchando y le tienes miedo ¿Cierto? -preguntó Bruno.

- Si -se río, Camilo y después agregó, para el fino oído de Dolores-. Perdón, hermana.

Camilo comenzó a sentir que los huesos de sus caderas de cansaban por estar sentados en el suelo así que se levantó, apoyandose en la rodilla de Bruno. Se dejó caer en el sillón, en el espacio entre Bruno y Gabriel. Debido a la posición en la que Gabriel se encontraba, los dedos de los pies de Gabriel rozaban levemente con su pierna. No pudo evitar mirarlos por un momento. Entonces sintió el brazo de Bruno rodeando su cuello y atrayendolo un poco hacía él.

Bruno estaba marcando territorio, expresando con su lenguaje corporal que Camilo era suyo, que le pertenecía. Eso le gustaba, encontraba excitante cierto grado de posesividad en él. Pensaba que si fuera posible, caminaría por el pueblo entero con Bruno rodeando su cuello dejando en claro que era su dueño.

Pasó al menos una hora en la que estuvieron los tres bebiendo y riendo. Afuera seguía lloviendo con fuerza. Jane Austen causaba verdaderos diluvios. La botella, que era pequeña para los tres, se había acabado rápidamente.

Camilo vertió las últimas gotas en su lengua. Al ver que no podía extraer nada más, arrojó la botella al sofá frente a él.

- Hay que ir por otra -dijo Camilo. Tomó un poco de impulso y se puso en pie-. Creo que la abuela tiene algunas en la cocina. Tengo que ir por ella.

Se dirigió a la puerta, con decisión.

- También voy -dijo Gabriel levantándose del sillón.

Camilo se giró un poco para ver a Bruno.

- ¿Y tú? Ven también -le invitó.

Bruno se levantó dispuesto a ir con ellos. El patio central de la casa por supuesto no tenía techo por lo que la lluvia caía fuertemente en el interior. Por está razón todos estaban resguardados en sus habitaciones y la casa se apreciaba vacía. Había anochecido ya. Los tres avanzaron por el corredor. Ellos podían llegar a la cocina por cualquiera de las dos escaleras, la que se encontraba enfrente a la habitación de Antonio o la que se encontraba dentro del corredor y daba casi en la puerta principal de la casa.

Tal vez lo más sensato es que fueran por la segunda escalera, pero al parecer a ninguno de los tres le interesó mantenerse secos porque se dirigieron sin vacilar a la escalera principal.

- Vamos a empaparnos si vamos a la cocina -dijo Bruno.

Los dos chicos rieron. Después de todo, no les importaba mojarse un poco.

- No seas aburrido, Bruno -dijo Camilo tomándolo de la mano-. Un poco de agua de vez en cuando no te matará.

- Muy gracioso...

El primero en bajar fue Gabriel. El chico se bajó por las escaleras a paso veloz. Cuando iba por la mitad, Casita modificó los escalones para crear una rampa. Gabriel se deslizó por ella, sujetándose de la barandilla para mantener el equilibrio. El chico ya estaba completamente empapado por el agua fría.

- ¡Yo quiero hacer eso! -dijo Camilo, dando un brinco al frente. Justo cuando sus pies tocaron el suelo, este se convirtió en una rampa. Camilo bajó mientras sentía la lluvia estrellarse sobre su cuerpo. Casi pierde el equilibrio al llegar a la planta baja pero Gabriel lo detuvo con una mano.

Bruno también se deslizó pero él no necesitó sujetarse, simplemente bajó como si fuera cosa de todos los días. Eso sorprendió a los más jóvenes.

- A veces veo que tienes habilidades muy escondidas -dijo Camilo, cuando tuvo a Bruno frente a él.

Gabriel comenzó a reírse al escuchar aquello.

- Vaya ahora entiendo por qué estás con él. Debe tenerte muy contento con sus habilidades -dijo Gabriel, comenzando a caminar.

Camilo y Bruno, se soltaron a reír pero siguieron andando detrás de él. Al llegar a la cocina, Camilo se dirigió a la alacena en dónde guardaban las botellas de alcohol. Había una gran variedad de botellas, todas ellas con diferentes niveles. Buscó entre ellas el whisky. Era una botella más grande que la anterior y estaba casi completa. Camilo sonrió. Las gotas de agua caían de su ropa dejando un gran rastro a su paso en el suelo. Se levantó y echó el mojado cabello hacía atrás, mostrándoles a los demás la botella.

- Listo. Podemos irnos.

Camilo no espero a salir de la cocina cuando abrió la botella y le dió un gran trago, pasándosela después a Gabriel. Apenas habían llegado nuevamente al patio cuando el mareo causado por el alcohol se dejó sentir un poco más.

Camilo se detuvo en el centro del patio, levantó el rostro y permaneció allí sintiendo la lluvia cayendo en su cuerpo. En esa posición y con los ojos cerrados, extendió la mano solicitando la botella de whisky, que Gabriel le entregó. Le dió un gran trago, mientras seguía concentrado en el agua que resbalaba a chorros por su espalda.

Camilo no llevaba su poncho aquel día, por lo que Bruno podía ver a la perfección como las ropas mojadas se pegaban a su cuerpo, transparentándose levemente. Se dió cuenta de que no era el único mirándolo, porque Gabriel, que estaba a un lado de Bruno, tampoco le quitaba la vista de encima. Eso por supuesto, no le gustó en absoluto a pero lo dejó pasar por esta vez.

Gabriel se acercó a Camilo para tomar la botella. Éste se la entregó y puso la mano sobre el hombro de su amigo mientras lo observaba beber. Camilo pensó que ya estaba más ebrio de lo que creía porque lo atrapó la imagen de la clavícula que se asomaba por el par de botones abiertos en la camisa de Gabriel. Tenía que estar suficientemente ebrio para mirarlo así ya que antes no había sentido ninguna atracción por él.

"Mentiroso, sí que lo hiciste" pensó Camilo.

Recordó que un par de meses atrás, la primera vez que fumaron marihuana, Gabriel con un ligero roce de las yemas en su cuello, le había provocado una erección. Camilo era perfectamente consciente de que si Bruno no hubiera interrumpido en ese instante, lo habría hecho. Él hubiese aprovechado ese momento con Gabriel y no con Bruno.

Pero se alegraba de que no hubiera sido así, después de todo, gracias a eso había vuelto con Bruno. Camilo le lanzó una mirada a Bruno. Avanzó hasta él dejando a Gabriel bebiendo. Le echó los brazos al cuello y lo acercó a él.

- Quiero pedirte algo en especial -le susurró al oído para que solo Bruno lo escuchara.

- ¿Qué cosa?

- Más tarde te lo diré -lo soltó y comenzó a caminar, mientras agregaba en voz alta-. Vámonos.

Llegaron al cuarto de Camilo completamente empapados. Dejaron un camino de gotas de agua por todo el corredor. Camilo le dió a cada uno una toalla seca para quitar el exceso de humedad.

- Qué bien, ahora no me puedo sentar en tu sofá -se quejó Gabriel-. No quiero empaparlo.

- Que no te importe, tú siéntate.

Gabriel siguió esta sugerencia y se dejó caer en el sofá. Le dió otro trago a la botella. Él bebía con regularidad pero aún así ya empezaba a sobrepasarse con el alcohol y se notaba en la manera tonta en qué intentaba mantener la mirada.

- Perdón ¿Quieren?

Camilo se la quitó de las manos rápidamente. Bebió un poco, después se volvió a Bruno. Acercó la botella a los labios del mayor y le pidió que abriera la boca. Camilo dejó caer una considerable cantidad de whisky en sus labios, hasta que él licor terminó derramandose un poco por la comisura de los labios. Camilo de soltó a reír al ver eso y paso su lengua por el cuello de Bruno, limpiando los restos de licor. Causó un estremecimiento en Bruno que posó la mano en su cadera y la apretó con fuerza.

Había sido intencional verter tanto alcohol. Quería que Bruno estuviera lo suficientemente ebrio.

- ¡Basta! -gritó Gabriel entre risas-. ¿Si entienden que no todo en la vida es sexo?

- No me voy a detener porque tú me lo digas -dijo Bruno, con una mezcla de diversión e insolencia. Hizo que Camilo se diera la vuelta y lo abrazó por la cintura restregándose contra los muslos de su sobrino.

Camilo sintió el miembro de Bruno contra él, pero intentó no hacer expresión alguna. Dió otro trago más, alzando su cabeza atrás hasta que se recargara en el hombro de Bruno. Ahora sí, él estaba suficientemente ebrio. Solo faltaba Bruno. Le entregó la botella, soltandose de su abrazo. Complacido, vio a Bruno beber un buen sorbo de whisky.

- No seas tan malo con él, B-bruno -dijo tartamudeando ligeramente-. No ves que está solo. No tiene a nadie que le quite la calentura.

Camilo tomó asiento a un lado de Gabriel, mirando fijamente a Bruno que bebía sin medirse.

"Creo que eso es suficiente" pensó.

Se volvió para mirar a Gabriel, a un lado suyo. Su amigo reía y miraba la botella en las manos de Bruno, solo esperando con ansia el momento para pedirla.

- Y no te ayuda nadie porque no quieres. Te falta confianza, para eso estamos los amigos.

Camilo lo dijo tan casual en son de broma. Gabriel a quien todo le hacía gracias estando sobrio, le hacia más gracia cuando bebía así que comenzó a reirse. A quien no le pareció en absoluto divertido fue a Bruno.

- Camilo...

El chico de rizos castaños lo escuchó pero fingió no hacerlo.

- Un poco y de vez en cuando, así mi novio no va a darse cuenta -siguió bromeando con Gabriel, mientras rozaba su antebrazo con los dedos.

Para Gabriel eso era un simple juego, una mala broma de aquellas que decían todo el tiempo sin darle importancia. El alcohol en su cuerpo hacia que todo sonara más divertido, más relajado, así que reía de buena gana.

- Ya para, Camilo. Deja de hacerte el gracioso -soltó Bruno.

Él, por el contrario, estaba hirviendo de celos. No le gustaba para nada ver a Camilo inclinado a Gabriel diciéndole esas cosas mientras manoseaba su brazo. Puede que ellos bromearan así pero él no pensaba aceptarlo.

Camilo claro que sabía que estaba haciendo enojar a Bruno. Le encantaba provocarle celos. Lo hacía cuando podía y cómo podía, porque le parecía tan sensual en él. Pero está vez iba un poco más allá porque se dió cuenta de que su broma tenía algo de verdad. Gabriel tenía esa encantadora sonrisa y reía como si nada le importara, como si no se diera cuenta de la mirada asesina que Bruno le lanzaba.

Y qué encantadora combinación: el diabólico Bruno y el ángel Gabriel.

Pensarlo así lo llevó a actuar.

Hizo que Gabriel girara su rostro, tomándolo por la mejilla, y aprisionó los carnosos labios de Gabriel entre los suyos. No creía que podría probarlos nunca pero si hubiese tenido expectativas ya las habría rebasado. Sus labios eran firmes, suaves y deliciosos. Por un instante sus lenguas se tocaron causando un escalofrío en él.

Tan repentino cómo ese beso inició, terminó cuando Bruno tomó a Camilo por el brazo y lo obligó a apartarse. Los ojos de Bruno estaban inyectados en sangre, furiosos, por un momento Camilo pensó que le estamparía un golpe en la cara como mínimo, pero Bruno se limitó a apretar sus labios y lanzarle una dolorosa mirada.

- Vete al infierno -le dijo. Se dió la vuelta y se dispuso a marcharse.

Gabriel solo los miraba sin terminar de comprender cómo había terminado todo en esa situación. Miró la botella de vidrio en el suelo que Bruno había soltado y que por mera suerte no se rompió. Lo que hace el alcohol.

De un salto, Camilo se levantó y se apresuró a detener a Bruno, quien forcejeó pero no con la suficiente fuerza para que se apartará así que lo envolvió en un abrazo intenso.

- No, no entiendes -le dijo en un tono tranquilizador, casi rogándole-. Tienes que dejarme hacer esto. Por favor déjame hacerlo.

- Te volviste loco...

- No, porque quiero que tú lo hagas conmigo.

Para Bruno fue un shock total. No tenía idea de qué responder o siquiera qué debía pensar de eso. Miró a Camilo esperando una explicación.

En el momento en que sus miradas se cruzaron Camilo supo que ya lo había conseguido. No había forma de que se negara. Lo sabía porque lo conocía bien.

- Me mentirías si me dijeras que no quieres. Así que hagamos esto juntos.

Bruno sintió como su pulso comenzó a acelerarse. Sabía lo que Camilo estaba pidiéndole. Ese muchacho era todo un laberinto de sorpresas, pero tenía una forma de idear sus locuras de una manera tan cautivante que siempre terminaba seduciendolo.

Los dos, al mismo tiempo y como si una especie de conexión los impulsara, miraron a Gabriel.

Gabriel aún estaba en el sillón. Pasmado, mirando aquella escena sin tener idea de lo que estaba pasando. Bruno y Camilo le transmitían inquietud y alguna emoción que no lograba identificar, una extraña mezcla de deseo y curiosidad. Arqueó una ceja.

- ¿De qué estamos hablando?

Camilo, tomado de la mano de Bruno, se acercó y nuevamente se sentó junto a él. Directa y descaradamente le puso la mano en la pierna, justamente a la mitad del camino entres su rodilla y su ingle, pero con suavidad, subió un poco más.

- Queremos que nos acompañes está vez -Camilo sintió la necesidad de ser más claro, más específico-. Ten sexo con nosotros.

Gabriel sintió un cosquilleo subir por su espalda y sus hombros. Camilo lo miraba fijamente a los ojos con una mirada traviesa, insinuante. Estaba perdido en su rostro tan perfecto, con aquellos labios delgados y suaves que tan solo unos minutos antes había besado.

Claro que quería acostarse con Camilo, siempre había querido hacerlo con él pero en todas las veces que había fantaseado con eso, Bruno no figuraba en ello. Sin embargo, la idea no le desagradaba.

Gabriel se dirigió a Bruno.

- No lo alientes si no vas a soportarlo -le advirtió, apuntandole con el dedo índice.

- Lo voy a hacer -afirmó con mucha seguridad.

Gabriel le lanzó una sonrisa retadora.

Tomó a Camilo por el rostro abarcando sus mejillas y orejas, metiendo sus largos dedos entre la rizada cabellera, para acercarlo y besarlo. No fue un beso tímido y tierno, como el anterior. Fue un beso apasionado, caliente y con uno que otro lengüetazo mientras sus ojos entreabiertos miraban a Bruno, evaluando su reacción.

Rápidamente se dió cuenta de lo excitado que estaba porque estaba besando a Camilo frente a Bruno que tanto se preocupaba por mantenerlo al margen, por reclamar al joven Madrigal como su propiedad.

Bruno cumplió su palabra y le sonrió, pasándose la lengua por la punta de los dientes y el labio superior.

Gabriel sintió las manos de Camilo posarse en sus caderas, lo instó a levantarse sin detener el excitante beso. Comenzó a apretar sus caderas con los dedos, tomando impulso para poner a Gabriel de frente a él, con una pierna en cada lado del menor. Camilo empujó su cuerpo hacía adelante y al hacerlo, apretó el duro bulto contra el trasero de Gabriel. Eso provocó en Gabriel una extraña sensación en su vientre.

Se encontraba disfrutando del roce cuando percibió las manos de Bruno en su pecho, moviéndose con cuidado para desabotonar la mojada camisa que llevaba. Cuando sus manos hicieron contacto directo con la piel de su cuello, enloqueció un poco al sentir los duros y ásperos dedos apartando la camisa para dejar sus hombros descubiertos al igual que su pecho.

Bruno comenzó a besarle el cuello y los hombros. Gabriel se vio obligado a dejar el beso con Camilo.

- Espera... tú no... Oh, mierda, sí. Házlo -estaba por decir que él no debía besarlo así. Era un extraño para él, pero terminó callando porque se dió cuenta de que el hombre, con su melena negra y su fina barba, lo estaba poniendo igual o más caliente que el dulce Camilo.

Los besos de Bruno llegaron hasta su oreja. Gabriel solo mantenía los ojos cerrados. Dejándose llevar, hasta que los labios de Bruno llegaron al borde de los suyos y no pudo evitar girarse para encontrarlos.

Camilo besaba exquisitamente pero Bruno era un puto experto. Ahora entendía porque su amigo estaba tan obsesionado con él. Jugueteaba y exploraba su boca con la intensidad y velocidad exacta, logrando así que la presión de sus pantalones se hiciera casi insoportable.

Camilo terminó de desabotonar la parte inferior de la camisa de Gabriel. Acarició su abdomen lentamente y así fue retirando la prenda hasta quitársela por completo. Tanto Camilo como Bruno se perdieron mirando el torso desnudo de Gabriel. El chico tenía los hombros anchos, los brazos de piel canela fuertes y ejercitados, el abdomen duro y cuidadosamente trabajado. Un fino surco de vello bajaba desde su ombligo perdiéndose bajo la tela del pantalón.

- Bruno... -dijo Camilo, perdido ante la imagen de Gabriel-. Gracias por esto. De verdad gracias.

Gabriel soltó una risilla sintiéndose halagado.

Él tampoco quería y no podía esperar para quitarle la ropa a Camilo. Así que comenzó a desvestirlo, ante los ojos de Bruno que disfrutaba con un placer retorcido el ver cómo otro chico le quitaba la camisa y tocaba lujuriosamente a Camilo. Gabriel se deshizo sin mucha paciencia del cinturón y desabotonó el pantalón.

- Te lo vuelvo a preguntar -le dijo Gabriel a Bruno- ¿Estás seguro? No quiero que cambies de opinión y quieras clavarme un picahielo.

Bruno sonrió con cierta malicia.

- Estoy bastante seguro de que no cambiaré de opinión, aunque si me gustaría clavarte otra cosa.

Gabriel sintió su rostro acalorarse pero de todas maneras continuó. Bajó del regazo de Camilo y se puso de rodillas en el suelo. Decididamente le bajó los pantalones hasta quitarlos por completo. Le dejó la ropa interior porque quería un poco de misterio aunque no demasiado. Apretó con las manos el miembro de Camilo por encima de la ropa, y éste echó la cabeza atrás. Insertó los dedos en el borde de la ropa interior y lo hizo bajar para hacer aparecer el sexo duro de Camilo. Gabriel lo contempló por unos instantes.

- Que cachondo te pones -le dijo Gabriel.

- Sí y soy muy impaciente.

Camilo levantó la vista para mirar a Bruno. Cogió su mano y le dedicó una sonrisa. En ese momento Gabriel lamió su miembro suavemente de abajo hacia arriba. Camilo sintió un escalofrío y cuando Gabriel se metió la punta en la boca para succionarla despacio, él dió un tirón a la mano de Bruno para acercarlo y besarlo. Mientras besaba apasionadamente a Bruno, Gabriel se metía y sacaba su miembro de la boca. Camilo suspiraba en los labios de Bruno, al sentir la cálida boca de su amigo saboreandolo. Se dió cuenta de que Bruno era el único completamente vestido así que se apresuró a quitarle la ropa de la parte superior hasta dejarlo sin ella.

Estaba por desabotonar el pantalón de Bruno cuando las manos de Gabriel se adelantaron. Su amigo con una destreza increíble se abrió paso entre las prendas de Bruno con una mano sin reducir en ningún momento la intensidad del oral. Cuando por fin sacó el pene de Bruno, sí que interrumpió lo que estaba haciendo con Camilo.

- No puede ser verdad... es enorme. Que puta suerte, Camilo.

- ¿Por qué paras? Sigue que estoy por venirme.

- ¿Ah sí? Es bueno saberlo -dijo traviesamente, regresando a su labor.

Camilo centró su atención en los ojos pardos de Gabriel que lo miraban seductoramente, pero de vez en cuando esos ojos iban a parar al miembro de Bruno al que Camilo estaba acariciando.

- ¿La quieres? ¿Quieres la verga de mi novio? -le preguntó Camilo, recorriendo con las manos el miembro de Bruno, mostrándoselo a Gabriel como si lo estuviera presumiendo.

Gabriel como pudo asintió.

Eso enloqueció a Camilo, que comenzó a mover su cadera, metiendo y sacando su miembro de la boca de Gabriel. Le excitaba de verdad todo lo que estaba sucediendo y no tenía idea de dónde venía esa sensación. Empujó un poco a Gabriel y terminó sobre su cara, manchando sus mejillas y pómulos.

- ¡Chupasela! -le ordenó Camilo.

Gabriel, con la cara llena de semen, se acercó a Bruno. Abrió su boca y Camilo, que sujetaba el miembro de Bruno, lo puso en los labios para continuar succionando está vez a él. Bruno le llenaba la boca y tocaba su garganta. Gabriel usó su lengua para jugar con el falo y sus manos para acariciar los testículos.

Bruno miraba a aquel chico que extasiado que se estaba comiendo su sexo, con la cara salpicada por el semen de Camilo el cual jadeaba a su lado, observandolo con las mejillas enrojecidas y el cabello humedecido por el sudor y la lluvia. Tomó a Gabriel por el pelo, no con tanta fuerza como lo hacía con Camilo pero sí la suficiente para someter a Gabriel y moverlo a su antojo. Hundió su miembro hasta el fondo y se corrió inundado su garganta.

- Vaya, ustedes... Que candentes... -dijo Gabriel luego de algunos segundos.

Camilo se inclinó a él y comenzó a limpiar el semen de su rostro. Gabriel, al sentirse un poco más relajado le dió un beso tierno en los labios. El beso estaba ausente de lujuria, era simplemente una muestra de cariño. Camilo le sonrió con dulzura.

- Eres increíble -le dijo Camilo, acariciando sus mejillas y retirando en cabello de su frente-. Nos enloqueciste a ambos. Ahora déjanos hacer lo mismo por ti.

Camilo empujó a Gabriel para recostarlo en el suelo. Gabriel se dejó hacer, él estaba demasiado caliente para dar más vueltas al asunto pero en cuanto los labios de Camilo comenzaron a bajar por su vientre supo que tenía que arriesgarse a hacer de ese momento justo como él lo había imaginado.

- Camilo... Bruno... ¿Es cierto que quieren complacerme?

Camilo, que lo besaba un poco más abajo del ombligo le lanzó una mirada curiosa.

- Pues claro.

- Es que hay algo que quiero hacer -dijo Gabriel, sintiéndose un poco intimidado-. Bien, yo... necesito tu cinturón.

Camilo lo miró extrañado, pero si algo sabía es que no era nadie para juzgar. Alcanzó el cinturón que Gabriel había dejado sospechosamente cerca. Se lo entregó y vio como Gabirel comenzó a enredarlo en su muñeca.

Camilo, un poco sorprendido, le lanzó una mirada a Bruno. Pero Bruno estaba cubriendo parcialmente su rostro con la mano, sin perder de vista a Gabriel, a todas luces se había vuelto a excitar al ver al muchacho hacer aquello.

Con gran destreza, Gabriel dió varias vueltas al cinturón sobre su muñeca e introdujo la otra mano entre la correa.

- Ahora solo estira un poco aquí y asegúrate de que esté bien apretado.

Camilo hizo exactamente lo que Gabriel le decía.

- ¿Así?

- Sí, justo así. Ahora ¿Puedo ir a la cama?

A Camilo le volvió la erección sólo por escucharlo decir eso. Volvió a mirar a Bruno. También aquella parte de él había decidido volver a erguirse. Él encontró los dedos de su novio y los sostuvo firmemente mientras le respondió a su amigo.

- Sí puedes, ve a la cama.

- Sí, yo necesito que me ayudes... ata el otro extremo de la correa a la cabecera.

"Oh, por Dios" pensó Camilo, sintiendo como el miembro le empezaba palpitar.

- Yo lo hago -dijo Bruno cuando notó que Camilo tardaba en responder-. Dale un minuto.

Gabriel se subió a la cama y se sentó en la parte superior con la espalda apoyada en la cabecera. Bruno, hincado a su lado, sujetó el extremo del cinturón a uno de los barrotes de la cabecera.

Camilo observó detenidamente a Gabriel, ligeramente recostado, con los brazos elevados y atados. El pecho desnudo, las piernas separadas pero aún con el pantalón puesto. A pesar de que Bruno, desnudo y con una gran erección, estaba a su lado, Gabriel no apartaba la vista de Camilo. Lo estaba esperando a él.

Por fin Camilo reaccionó y subió a gatas a la cama. Cuando acercó sus manos al pantalón de Gabriel, este último habló.

- Hay una cosa más. Un detalle pequeño -Gabriel se mordió el labio inseguro. También miró a Bruno, pero su mirada inmediatamente volvió a Camilo-. Es mi primera vez con un chico.

- ¿Cómo?

Camilo creía que iba a salirse su corazón.

- No te menti cuando te dije que no me gustaban los varones, pero omití que eso cambió cuando supe que a ti sí.

Camilo miró a Bruno. Todo había cambiado ahora, porque pasó de ser un simple desliz a significar algo para Gabriel. Eso era complemente diferente y estaba haciendo esto en pareja así que necesitaba asegurarse antes de continuar.

Bruno vio como Camilo buscaba su aprobación, y no dudó un segundo en aceptar. Sabía que una oportunidad así no se presentaba a menudo y aunque así fuera no volvería a convencerlo de intentarlo. Además la idea de que Camilo desvirgara a Gabriel frente a él, lo calentaba a sobremanera.

Camilo le quitó el pantalón y la ropa interior. Contempló por algunos instantes él crecido miembro de Gabriel que era largo y un poco más grueso en la base. Camilo separó más las piernas de Gabriel, dejando su entrada expuesta. Bruno. Por su parte, se acercó a Camilo y le habló cerca de la oreja en un susurro.

- Tienes que tener cuidado con él. Usa tus dedos primero.

Bruno estiró la mano para tocar a Gabirel. Con los dedos índice y medio, abrió un poco el abujero para mostrárselo a Camilo. Gabirel dió un salto al sentir las manos de Bruno. Camilo escupió un poco sobre la entrada de Gabriel y comenzó a masajear esparciendo la saliva. Gabriel hacía retroceder su cadera ligeramente mientras sentía las manos de su amigo tocándole así. Camilo comenzó metiendo el dedo medio, dibujando suaves círculos en el interior.

- Ahhh eso se siente bien.

Bruno le beso el cuello a Camilo, le susurraba al oído.

- ¿Te queda claro que te adoro y confío en tí? De otra forma nunca te hubiera dejado hacer esto -dijo Bruno, mirando lascivamente al chico frente a ellos.

Camilo siguió metiendo otro dedo, espero a que Gabriel se acostumbrara a la sensación y después introdujo uno más con sumo cuidado. Los movió, al principio lentamente pero pronto incrementó la velocidad haciendo que Gabriel se moviera desesperado.

- Ya está bien -le dijo Bruno-. Métesela ya.

Camilo, sacó los dedos. Tomó las caderas de Gabriel y las levantó un poco. Acercó su miembro a la entrada, pero antes de meterla se inclinó para besar a Gabriel. Éste le mordía delicadamente los labios y lo acariciaba con su lengua. El beso excitó todavía más a Camilo que comenzó a empujarse abriéndose paso dentro de Gabriel. Lo hizo tranquilamente, mordiendo un poco sus labios mientras disfrutaba de la deliciosa presión que rodeaba su miembro. Aún sujetando las caderas comenzó a moverse.

Bruno veía a Camilo que tocaba y masajeaba las caderas y las piernas de Gabriel mientras se la metía con un ritmo constante y cuidadoso. El chico con las manos atadas, hacía un pequeño esfuerzo por soltarse o tal vez solo quería reafirmar la sensación de que estaba atado.

- Puedes ir más rápido -le dijo Gabriel-. No te preocupes tanto por mí.

Camilo lo sujetó por las caderas y le clavó el miembro con toda su fuerza.

- ¡Aaaahhh! -grito Gabirel-. Sí, así, hazlo así yo lo soporto.

Camilo volvió a hacerlo una vez más.

- ¡Ahhh! Duele...

- Lo siento -se disculpó Camilo.

- No te disculpes. Sigue, me gusta que duela.

A Bruno todo esto lo estaba enloqueciendo. Estaba besando el cuello de Camilo pero quería más, necesitaba disfrutar de eso también. Comenzó a rozar su miembro contra el trasero de Camilo, lo direccionó con firmeza y cuando Camilo hizo su cadera hacia atrás para darle a Gabriel, el miembro de Bruno se introdujo un poco por aquel estrecho abujero.

Camilo, estremeciéndose al sentirlo, exclamó.

- Oh, por dios esto es... es perfecto.

Camilo repitió el movimiento con más fuerza. Penetró deliciosamente a Gabriel y luego se impulsó atrás para ser invadido él mismo. No había tregua. No había descanso para el placer. Terminó venciendose, apoyando sus manos sobre el cinturón que sujetaba las muñecas de Gabriel. A gatas sobre su amigo, empezó a moverse desesperadamente arrancando algunos gritos ahogados de Gabriel que arqueaba su espalda y cerraba los ojos totalmente concentrado en el gozo de su cuerpo.

Gabriel jalaba sus manos, sintiendo la presión de la correa apretando sus muñecas. Trataba de moverlas pero no podía, la sensación de estar privado le parecía tan sensual. Camilo lo embestía salvajemente, enterrandole el grueso miembro y eso le causaba dolor. Pero él se llevaba bien con el dolor, le gustaba, lo excitaba más, así como el hecho de estar siendo sometido, usado para complacer a Camilo y Bruno. Sintió la mano de Camilo alcanzando la suya, entrelazando los dedos con los suyos.

No podía negar que aquel chico le encantaba. Camilo se apoyaba ahora con una mano en la cama y la otra tomando la suya. Desde dónde estaba, Gabriel podía ver el rostro excitado de Camilo, sus ojos deseosos le fascinaban, aunque era difícil observarlos por el movimiento que los sacudía a ambos.

Bruno llevado por la pasión, presionó su cuerpo contra Camilo, quien se movía por sí mismo, mientras Bruno se quedaba quieto simplemente sintiendo. Descanso su mentón en el hombro de Camilo para así poder ver a Gabriel, declinado sobre la cama. Estiró su mano para alcanzar la boca de Gabriel, abriéndola con sus dedos. Él abría los labios de forma insinuante mientras gemía de placer.

Entonces Bruno perdió la cordura. Se la metió a Camilo con una vehemencia brutal que éste, a su vez, se empujó contra Gabirel.

- ¡Ahhh!

- ¡Aaah!

Gritaron los dos jóvenes a la vez. Y Bruno continuó, moviéndose implacablemente, causando que Camilo replicará sus movimientos en Gabriel.

- No, no, no... -gritó Camilo-. Vas a hacer que me venga...

Pero fue como pedirle al mar que detuviera sus olas. Bruno le acarició el vientre y subió lentamente hasta su pecho acariciando sus pezones con la punta de los dedos. También quería o mejor dicho tenía que tocar a Gabriel. Así que sujetó el duro y caliente sexo de Gabriel, y comenzó a mastrurbalo con fuerza, al tiempo que se movía cada vez con más y más potencia.

- ¡Bruno, haces que se la meta más...! -dijo Camilo-. ¡Y tú estás tan apretado, Gabriel! ¡Aaahh! ¡AHHH! ¡MÁS ADENTRO, TENGO QUE IR MAS ADENTRO!

Gabriel miraba a Camilo gritando descontroladamente. Ni en sus fantasías había imaginado ver a su amigo tan lleno de placer. Ahora Camilo estaba perdiendo el control y moviéndose radicalmente al mismo tiempo que Bruno acariciaba su pene. Era demasiado para soportarlo.

- ¡¡OH DIOS!! ¡¡ME VENGO!!! -gritó Gabriel, derramando su semen por su vientre, cuando el placer del orgasmo se volvió insoportable.

Camilo y Bruno se corrieron a la vez, Bruno besó a Camilo en ese momento evitando que el más joven gritara frenéticamente. Se quedaron quietos sintiendo el climax apoderarse de su cuerpo.

Cuando terminaron, Camilo se dejó caer sobre Gabriel, acomodando su rostro en el hueco de su cuello. Bruno se tendió en el colchón mirando al techo. Gabriel aún respiraba con dificultad esperando que sus latidos volvieran a la normalidad. Le gustaba que Camilo estuviera ahí, abrazado a él.

- ¿Es que tú jamás te vienes? -preguntó Gabirel, sintiendo los rizos de Camilo haciendo cosquillas en su mejilla.

- Acabo de hacerlo -respondió Camilo.

- Pero estás duro todavía -señaló Gabriel que aún tenía a Camilo dentro de sí..

- Oh, eso. No conoces mi superpoder -respondió, levantándose para darle una sonrisa traviesa.

Bruno comenzó a reír desde su lugar, mirando la expresión de Gabriel por el espejo del techo.

- Debiste advertirle antes.

- ¿Qué cosa? -preguntó Gabriel.

- Tiene multiorgasmos -respondió Bruno-. Podría no parar.

- No me jodas -dijo, Gabriel un poco asustado-. No, yo si tengo que descansar un poco.

Camilo se levantó, separándose de Gabriel. Desató el cinturón, liberando las muñecas enrojecidas de Gabriel. Camilo se recostó en el pecho de Bruno, cubriendo el cuerpo de ambos con una sábana. Bruno pasaba sus manos por el cabello de Camilo, mientras ambos veían a Gabriel frotarse las muñecas.

- ¿Te lastimaste? -preguntó Bruno.

- No. Estoy bien -Gabriel centró su atención en la pareja, abrazada frente a él-. Ustedes de verdad son intensos.

Camilo dejó escapar una risita.

- Tú también lo eres -respondió Camilo, sin dejar de mirarlo mientras tamborileaba sus dedos en el antebrazo de Bruno.

- Un placer ser su unicornio -dijo con una simpática sonrisa.

- ¿Unicornio? -preguntó Camilo, confundido.

- La persona que se une a la pareja -respondió Bruno.

Camilo rió al comprender lo que decían.

- No saben lo que daría ahora por un buen porro... -murmuró Gabriel.

Camilo se levantó, sentándose sobre la pelvis de Bruno.

- ¡Qué buena idea!

Se puso de pie, quiso mantener un poco el pudor pues ahora que la situación de había calmado se sentía un poco intimidado al ser observado desnudo por ambos hombres, pero su ropa seguía empapada así que se envolvió envolvió en una de las sábanas y anduvo hasta el armario, dónde encontró los pantalones que usaba para dormir que eran de tela más ligera y cómoda. Se los puso y después de eso siguió buscando entre sus cosas.

- ¡Sabía que estaba aquí! -dijo sacando la pequeña caja de cartón que Gabriel le había regalado en su cumpleaños.

- ¡No te pases! -dijo Gabriel cuya mirada se iluminó-. Trae eso acá.

Camilo volvió de un brincó a la cama, se colocó con las piernas cruzadas frente a Gabriel.

- Creo que hay un encendedor en la mesa de noche -dijo Camilo, se volvió para ver a Bruno que seguía recostado en el mismo sitio-. Ven aquí o no quedará nada para ti.

Bruno lo obedeció, se acercó sentándose junto a él. Por supuesto que el primero en dar una calada al porro fue Gabriel, que lo hizo con gran intensidad, cargando los pulmones de humo para exhalar en dirección al techo. Le entregó la hierba a Camilo que hizo lo mismo antes de pasársela a Bruno.

Los tres permanecieron un buen rato en silencio, turnándose el porro de uno a otro. Se olvidaron de tensiones, inhibiciones e incluso del decoro pues Gabriel a quien no le importaba nada exhibir su cuerpo desnudo, se deshizo de las sábanas y permaneció sin nada que lo cubriera, completamente confiado.

Camilo se dió cuenta de la manera en que Bruno observaba a Gabriel, recorriendolo minuciosamente con la mirada, pero no le importaba demasiado porque él mismo había tenido a Gabriel. Además era inevitable mirar la perfecta figura de Gabriel.

- ¿Ustedes escuchan sus latidos? -preguntó de pronto Gabriel-. Porque puedo oírlos ¿Creen que si me acuesto con dos Madrigal pueda tener un don? Tal vez tengo el mismo don que Dolores.

Aquello arrancó una risotada por parte de los dos.

- Yo dudo que funcione así -dijo Camilo-. Estás muy drogado.

- Sí lo estoy -convino Gabriel-. Por cierto ¿Cómo estará sobrellevando está noche Dolores? ¿Me escuchas prima? ¿Cómo lidias con tus traumas al oír a estos dos cogiendo todos los días?

- ¿Prima? -preguntó Bruno.

Camilo le dió un codazo a Gabriel para que se callara.

- No es tu prima... -le dijo Camilo seriamente.

- Supongo que no. Es primastra ¿Eso? Oye, tú también lo eres -Gabriel empezó a reírse como idiota-. Te gusta mantener todo en familia ¿No es así?

- Cierra la puta boca -le dijo Camilo, mientras se levantaba y le daba un pellizco al brazo de Gabriel.

- ¡Aaahh...! -arrancó un gemido lascivo-. Hazlo otra vez, se sintió bien.

- ¿De qué está hablando? -preguntó Bruno.

- No le hagas caso, está demasiado drogado -dijo Camilo.

- ¡Vuelvelo a hacer pero está vez en mi pecho! -exclamó Gabriel, olvidándose de lo que estaba hablando. Fue así como Bruno, demasiado distraído por la marihuana, terminó por aceptar que era un simple delirio.

Camilo comenzó a reír sin parar, aunque no estaba seguro de por qué pero la expresión confundida de Gabriel lo divertía.

Bruno miraba a los dos chicos hablando y jugando. Sabía que había algo en ellos que él no podía romper, algo que compartían. Su mente estaba alterada por el cannabis pero ello le ayudaba a analizar algunas cosas como el hecho de que la confianza que se tenían era tan fluida y natural que ni siquiera él se podía comparar. Eso es lo que le había provocado los celos en un principio. Eso y el hecho de que Gabriel era un maldito Adonis, del que si no se cuidaba, quizá le habría terminado robando a Camilo.

Porque el chico era perfecto en cada centímetro. Por más que lo miraba, no era capaz de encontrar una sola imperfección, y así, desnudo después de un buen orgasmo, se veía mucho mejor.

Camilo vio que una vez más Bruno estaba perdido mirando a Gabriel. Eso le pareció divertido. Se inclinó sobre él y le susurró al oído.

- Te vuelve loco ¿no? Tendrías que probarlo -acto seguido lamió su oreja provocativamente.

Bruno se estremeció.

- Basta ya.

- No quiero -dijo con un puchero infantil. Le mordió el lóbulo de la oreja con cierta picardía-. Yo te lo daré -con mayor volumen en su voz, agregó-. Oye Gabirel.

Gabriel estaba mirando fijamente a la nada, en algún punto perdido en el techo, sumido en sus pensamientos.

- ¡Gabriel!

Pero no respondía. Camilo sabía que estaba bien, porque lo veía parpadear y reírse solo. Con ciertas ganas de mostrarse travieso, se acercó a él.

- ¡Gabriel te estoy hablando! -le gritó, jalando levemente un mechón de su cabello.

- ¡Por las mil putas! ¿Qué te pasa? -grito el pobre chico, espantado.

Camilo se soltó a reír sin poder contenerse. Al final se inclinó a él y lo besó sin previo aviso. Gabriel, no estaba dispuesto a dejar pasar eso. Cualquier toque, cualquier provocación de Camilo era interpretada por su cerebro como una orden precisa. Así que tomó a Camilo por la nuca y continuó el beso por tanto tiempo como pudo.

- Espera, espera -dijo Camilo riendo, interrumpiendo ese beso-. Tenía que llamar tu atención. Ven, juega conmigo...

Gabriel se sentó en la cama.

- ¿Qué quieres que haga?

- Bésame sin tocarme.

- ¿Solo eso?

- Hazlo...

Gabriel sonrió, se acercó a sus labios y comenzó a besarlo. Era sencillo, besarlo en los labios sin tocar otra parte de él. Al menos le parecía sencillo porque apenas comenzó el roce tuvo el impulso de acariciarlo. Hizo ademán de hacerlo, llevando sus manos a su mejilla pero se detuvo en el último momento. Se impulsó un poco hacía adelante, pero antes de tocar su pecho con el de Camilo,nuevamente se vio obligado a parar. Cuando cayó en cuenta de que no podía cumplir el juego tal como había creído se soltó a reír.

- Sí es difícil.

- Lo hiciste bien.

Camilo se acercó a él, sugerente y le dió un pequeño beso en el cuello. Para Gabriel fue como una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. La marihuana lo volvía demasiado sensible, así que fue más difícil contenerse cuando el beso se convirtió en un recorrido por su cuello.

- ¿Ya puedo tocarte? -preguntó Gabriel, levantando su rostro y disfrutando del calor de sus labios.

- No -respondió Camilo-. Pero puedes tocar a Bruno.

"Tocar a Bruno. No te das cuenta de lo que dices" pensó Gabriel

Las manos de Camilo recorrían su pecho pero Gabriel no reaccionaba porque era demasiado obediente, demasiado sumiso para no seguir una orden de Camilo. Así que solo dejaba al menor acariciar su cintura y pasar los dedos lentamente por sus costillas hasta llegar a su pecho. Camilo comenzó a bajar sus labios poco a poco hasta llegar a sus pezones y comenzar a besarlos. Le dió una pequeña mordida a uno de ellos.

- ¡Ahh! -soltó Gabriel.

Luego Camilo volvió a subir y le habló con los labios tan cerca de los suyos que Gabriel no registró la información visual, ni táctil, solo el sonido de su voz al hablar.

- Quiero que montes a Bruno. Quiero verte hacerlo. ¿Lo harías por mí?

Y el hechizo de Camilo se completó cuando éste le acarició el pene suavemente. Él ya tenía una erección cuando Camilo lo tocó pero sus manos consiguieron que se hinchara y creciera todavía más.

- Yo haría lo que sea que tú me pidas.

Camilo recompensó esa respuesta con un beso, sensual pero un poco más romántico que los que le había dado hasta ahora.

- Eres el mejor.

Camilo se volvió a Bruno y le pidió que se recostara en el centro de la cama, cosa que él hizo de inmediato. Camilo estaba a un lado de Gabriel, que veía fascinado el enorme miembro de Bruno totalmente erguido.

Gabriel estaba impresionado por Bruno y el sex appeal se mancho dominante que se cargaba. Hicieron contacto visual y Gabriel sintió un cosquilleo en su estómago. Lo ponía nervioso porque no sabía muy bien cómo actuar. Con Camilo las cosas simplemente se daban, pero era diferente con Bruno.

Bruno le extendió la mano y Gabriel la tomó.

- Te ves demasiado tenso -le dijo Bruno, atrayéndolo a él. Gabriel terminó inclinado hasta tu rostro-. Tienes hermosos ojos. No había prestado atención antes.

Bruno lo cogió por la nuca y se acercó para besar su boca. Gabriel experimentó una vez más los besos candentes del mayor. Tal vez era por la marihuana pero se sintió mucho más relajado. Poco a poco se dejó caer en su pecho. Bruno recorrió su espalda, fuerte y perfecta, bajando hasta llegar a las nalgas. Él la apretó con lujuria, acercando su mano un poco a la parte interior de sus muslos pero sin tocar demasiado. Solo se permitió quedarse ahí, apretando, amasando su trasero con deseo. Guió una de las piernas de Gabriel por encima suyo, logrando que este se sentará sobre su pelvis.

Bruno no dejaba de besarlo. El joven estaba embebido en el beso. Podía sentir su miembro duro frotándose contra el suyo. Gabriel contoneaba sus caderas ejerciendo una presión deliciosa en su miembro. Incapaz de contener el impulso por más tiempo, Bruno comenzó a toquetear la entrada de Gabriel. Sintió como él se estremeció. Bruno ejerció un poco de presión en la entrada como si quisiera meter un dedo, pero no tenía intención de hacerlo aún. Estaba solamente evaluando la reacción de Gabriel.

Gabriel se separó del beso y miró a Camilo a un lado de ellos.

- Oye Cami, ¿Puedes ayudarme? Me dolerá si lo hago así. Tal vez puedas ¿Besarme?

Camilo sabía que no era su boca lo que quería que besara. Se levantó y se acomodó entre las piernas de Bruno, quedando con su rostro de frente a Gabriel. La imagen lo excitaba demasiado, su entrada estaba allí frente a su rostro, tan cerca esperando que él la probara. Delicadamente separó sus muslos y comenzó a besar esa zona. Al hacerlo, su mentón tocaba con los testículos de Bruno a los que quiso consentir también acariciándolos con delicadeza.

Gabriel prisionero de su deseo, volvió a besar a Bruno sintiendo como su pene presionaba el suyo mientras la lengua de Camilo recorría su entrada. Gabirel soltó un gemido excitado cuando Camilo hizo un movimiento inesperado con la lengua.

- Mierda se siente tan bien... -susurró Gabriel.

Bruno empujó sus caderas hacia adelante. Gabriel se ruborizó un poco pero no pudo esconderlo porque Bruno lo veía directamente al rostro.

- Tu rostro se ha puesto rojo -dijo Bruno, sonriendo-. Eres lindo ¿Qué te tiene así?

- Nada... -respondió Gabriel. Lo miraba directamente a los ojos aunque le costaba mucho esfuerzo mantener aquella mirada.

Bruno volvió a empujarse al frente. Sus manos seguían en el trasero de Gabriel, por lo que avanzó un poco más a su entrada, sintiendo como sus dedos eran lamidos también por Camilo. Bruno metió su dedo despacio, dándole a Camilo la señal de que era momento de apartarse. Deslizó llevándolo completamente hasta adentro.

Gabriel, demasiado apenado, volteó su rostro para mirar a otra parte pero eso no le agradó a Bruno.

- Mírame a la cara. Quiero verte el rostro.

Gabriel, como era de esperarse, obedeció ciegamente aún cuando aquella petición le costara. Bruno metió otro dedo, obteniendo una mueca de placer en el rostro de Gabriel.

Bruno encontraba encantador como el chico obedecía y pedía permiso para todo lo que quería hacer. Después de jugar durante un rato con sus dedos, Bruno por fin le indicó a Gabriel lo que quería que hiciera.

- Métetela tú solo. No dejes de mirarme en ningún momento.

Gabriel no objetó nada, solamente se levantó un poco, cogiendo el miembro de Bruno y posicionándolo en la dirección correcta. Poco a poco se dejó caer sintiendo como aquel enorme pene entraba suavemente en él.

- Es tan grande... -susurró con la cara roja pues tenía los ojos de Bruno fijos en él.

Bruno dió un empujón ligero para meterla un poco más.

- ¡Ah! Duele...

Bruno esperaba que el chico se retirará un poco después de expresar que le dolía pero por el contrario se dejó caer de una clavándose el falo por completo.

Bruno comenzó a moverse mientras apretaba los muslos de Gabriel. El chico estaba estrecho, caliente y no dejaba de mirarlo con esos ojos complacientes y excitados que estaban sacando su lado salvaje.

- ¡Aaahh ahhh! Estás entrando muy duro -dijo Gabriel.

Gabriel, demasiado excitado, se giró para ver a Camilo que observaba la escena con gran atención, apretando su propio sexo con deseo encima del pantalón gris por el que se notaba obscenamente su erección.

- Camilo tu novio tiene una verga enorme. Coge tan bien... -le soltó extasiado. Bruno la metió hasta el fondo con impaciencia- ¡AAAAHH!! El cinturón, dame el puto cinturón.

Bruno observaba el cambio tan radical de un chico tímido a un fetichista impaciente.

- ¿Te vas a atar las manos? -preguntó Bruno, esperanzado.

- El cuello.

Bruno dejó de ser una persona para convertirse en un animal. Tumbó a Gabriel sobre la cama y siguió dándole con fuerza mientras esperaba a Camilo que con una sonrisa complacida le daba a Bruno el cinturón.

- ¡Dame otro! -dijo Bruno a Camilo-. Quiero atarle las manos también.

Bruno no sabía mucho de aquellas prácticas sólo había oido algo muy vagamente pero intentó establecer los limites claramente. Sin parar el movimiento de su cuerpo le dijo:

- Debes decir "Madrigal" cuando quieras que pare y lo haré.

- ¡¡Ahhh!! ¡¡sí!! -Gabriel se encorvó un poco para que Bruno le pasara el cinturón por el cuello y lo ajustara-. Un poco más apretado,

Bruno obedeció. En ese momento Camilo se acercó con otro cinturón.

Camilo se hincó en la cama detrás de Gabriel. Lo ayudó a levantarse sentándolo sobre el regazo de Bruno. Desde dónde estaba, podía ver perfectamente como el miembro de Bruno entraba y salía de Gabriel. Cogió las manos de Gabriel y las sujetó con fuerza detrás de la espalda de este. Tal como había visto hacer a Gabriel, ató primero una muñeca y después la otra.

Bruno cogió la correa de su cuello y con rudeza lo acercó para besarlo. Camilo que estaba ahora detrás de Gabriel, le besó la espalda con pasión y llegó a sus hombros dónde no pudo con la tentación de encajar sus dientes y morder la bronceada y tersa piel.

Gabriel a quien todo eso lo excitaba soltó un gritó desinhibido. Bruno sujetaba la correa de su cuello con firmeza, con poco cuidado mientras él estaba imposibilitado de moverse pues sus manos estaban atadas en su espalda. Camilo le mordía los hombros, causándole un placentero dolor que se intensificaba con cada embestida que Bruno le daba. Él abría las piernas cada vez más, dejándolo entrar. Éstas comenzaron a temblarle cuando Camilo tomó su miembro entre sus manos y lo acarició.

- Le que daría por cogerte yo también -le susurró Camilo al oído.

Bruno se detuvo en seco. Miró a los dos jóvenes con una mirada maníaca y efusiva. Había evocado una preciosa imagen mental y ahora no tenía otra cosa en mente más que hacerla realidad.

- Hazlo -le dijo a Camilo, con dureza.

- ¿Qué? -preguntaron los dos al unísono.

- Metesela también. Él puede.

- No -dijo Gabriel, removiendose levemente.

Bruno alcanzó su entrada con los dedos, esta estaba ocupada por su miembro pero a pesar de eso, se las arregló para meter un dedo con suavidad,

- ¡¡Ahh eso duele!! -se quejó Gabriel.

Bruno se abrió paso introduciendo otro más

Gabriel se estremeció por el dolor. Agradeció infinitamente estar drogado porque de otra forma no lo hubiera soportado. Se dejó caer en el hombro de Bruno, apoyando su frente en él. Jadeaba, le costaba respirar mientras sentía los dedos de Bruno moviéndose en el interior. Trató de zafar sus manos pero le resultó imposible.

- No, por favor duele demasiado -dijo con los labios casi pegados al cuello de Bruno.

- No te escucho decir la palabra clave. Tienes que decirla si quieres que pare.

Gabriel se mordió el labio. No lo diría, lo sabía bien. Su miembro presionando al abdomen de Bruno había mojado completamente el vello de su vientre. Estaba demasiado caliente, demasiado excitado. Rotó su rostro para mirar hacia atrás, sin separar la mejilla del hombro de Bruno, y miró a Camilo que esperaba quieto detrás de él.

- Hazlo, metemela también.

- ¿Estás seguro?

Bruno sacó sus dedos pero los usó para mantener la entrada de Gabriel abierta. Camilo, con el corazón palpitando agresivamente se acercó. No estaba seguro de si debía hacerlo o no. Gabriel respiraba con dificultad aun refugiado en el pecho de Bruno. Entonces Bruno lo tomó de la mano. Camilo lo miró, él tenía una mirada seductora que extrañamente lograba tranquilizarlo.

- Dijimos que haríamos esto juntos. No te preocupes, si él quiere parar, nos detendremos.

Camilo llevó su miembro a la, apenas notoria, abertura entre el miembro de Bruno y la piel de Gabriel.

- Se sentirá más tranquilo si lo besas tú -le dijo Bruno.

Camilo tocó el hombro de Gabriel, y este se incorporó. Camilo lo besó intentando ser lo más dulce que podía Gabriel cerró sus ojos, cuando Camilo avanzó lentamente en él.

El dolor era demasiado para Gabriel. Mordió los labios de Camilo con un poco más de fuerza de lo que esperaba. Sin embargo, aquel acto le causaba un placer indescriptible. No quería detenerse, dolía pero deseaba más. Haciendo uso de toda su paciencia, se contuvo hasta que Camilo logró meterla por completo.

- ¡¡AAAHHH!! -gritó encorvandose un poco.

- ¿Estás bien? -le preguntó Bruno.

- Sí, sí. Lo estoy.

Durante algunos instantes ninguno se movió. Se quedaron observando a Gabriel que apretaba sus ojos intentando acostumbrarse al dolor.

- Ya está, pueden seguir.

Pero Gabriel no esperaba lo que sintió cuando los dos comenzaron a moverse a la vez. Dolía a horrores, es verdad, pero se sentía tan intensamente bien que puso los ojos en blanco y se perdió por completo en las sensaciones de su cuerpo.

- ¡¡AAHHH!! ESTO... LOS DOS DENTRO... ME VAN A ROMPER... ¡¡JODER SE SIENTE TAN BIEN!!

Camilo sujetó con fuerza la correa de su cuello mientras se impulsaba adelante y atrás para meterlo, como si fuese un perro, pero él no era un animal, era su amigo. Un amigo al que estaba cogiéndose deliciosamente. Camilo se acercó a besar su cuello, lo mordió y luego succionó con fuerza dejando una enorme marca roja en él. Bruno, hizo lo mismo con el lado opuesto del cuello de Gabriel. Le dejó una marca tan grande y oscura que dudó que pudiera cubrirla.

- ¡¡BASTA!! ¡BASTA! ¡¡PAREN YA QUE VAN A HACERME...!! ¡¡AAAAHH!!

Bruno lo tomó por las caderas con firmeza, llevándolas hacia abajo mientras él, sin ningún tipo de consideración lo embistió con todo. No solo sentía la estrechez de Gabriel en su miembro sino también la dureza del de Camilo, que se presionaba provocativamente contra el suyo. Camilo, por su parte, jaló con un poco más de fuerza la correa teniendo cuidado de no lastimarlo, y volvió a morder esta vez con mayor agresividad la espalda de Gabriel.

- ¡¡AAHH!! ¡¡MÁS FUERTE!! ¡¡MÁS POR FAVOR!! ¡¡AAAH!!

En ese instante Gabriel se corrió con tanta fuerza que su semen salió disparado hasta su propio pecho e incluso algunas gotas llegaron a su rostro. Él comenzó a temblar, sus piernas cedieron por lo que se dejó caer nuevamente sobre Bruno. Camilo soltó la correa. Tanto Camilo como Bruno, terminaron en el interior de Gabriel.

Jadeando y completamente empapado en sudor, Camilo se apartó. Se separó de Gabriel y se sentó a un lado, observando al joven que apenas podía respirar. Su debilitado cuerpo estaba sobre Bruno que con cuidado lo recostó en la cama.

- Ustedes dos... -dijo después de un momento, con una sonrisa nerviosa y satisfecha-. Han acabado conmigo. No puedo ni moverme. Son tan maravillosos.

Camilo rió, se recostó junto a él y le dió un beso en la mejilla mientras retiraba el cabello sudado de su frente. Bruno besó a Gabirel en los labios, limpió el semen del pecho y rostro del joven. Él mayor se levantó para vestirse. No dijo nada, solo se vistió y salió de la habitación. En la cama, Camilo y Gabriel permanecieron acostados uno al lado del otro, mientras el pecho de Gabriel poco a poco regulaba la dificultad con la que se expandía. Bruno volvió después de unos minutos con un plato repleto de arepas. Se sentó en la cama junto a ellos Tomó una arepa, cortó un trozo y se la dio a Gabriel en la boca.

Cuando se cercioró de que Gabriel estuviera bien, se recostó junto a Camilo, acercando su pecho a la espalda del menor. Se dió cuenta de que en algún momento mientras alimentaba a Gabriel, Camilo se había quedado dormido, con el rostro recargado en el hombro de Gabriel y la mano en la mejilla también de su amigo. Bruno suspiró, le dio un beso en la sien a su chico que dormía tranquilamente. Levantó la vista para ver a Gabriel que también comenzaba a dormirse. Dudó un poco pero al final tomó a Gabriel de la mano. El joven, abrió los ojos sorprendido pero le dedicó una sonrisa y entrelazó sus dedos con los de él. De esa forma los tres se quedaron dormidos.




- Mariano -dijo Dolores, recostada mirando al techo de su habitación.

Su esposo taciturno se levantó para mirarla. La chica tenía los ojos bien abiertos y una expresión de horror en el rostro,

- Necesito terapia, odio mi don.

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