Puntos finales
Camilo sintió una presión en el pecho. Aún si hubiera querido, si realmente estuviera dispuesto a intentar comprender lo que sucedía en su mente, no habría podido. Acababa de encontrar a Bruno, siéndole infiel con Gabriel, su mejor amigo. Aquello le dolía en el alma pero ¿Qué no estaba él ahí haciendo exactamente lo mismo? Acababa de declararse a Gabriel a escondidas de Bruno, o tal vez no precisamente a escondidas, porque Bruno había escuchado todo.
Observó a Bruno, de pie en el pasillo con los brazos cruzados y una mirada espeluznante. Tenía la ropa arrugada y el cabello alborotado. Camilo sabía que las había dejado así a propósito, como si deseara gritarle en la cara lo que sucedía. Se preguntó qué era exactamente lo que estaban haciendo cuando él llegó ¿Acaso los había interrumpido estando en medio del sexo? Aquella idea le revolvió el estómago.
— Camilo… —escuchó la voz de Gabriel, pronunciando su nombre con tono casi suplicante. El sonido lo hizo reaccionar, trayéndolo nuevamente a la realidad. Aunque no había nada de aquello que no le pareciera excesivamente crudo.
— ¡Calla! —se apresuró a decir Camilo—. Ni siquiera intentes explicarlo.
Gabriel guardó silencio, encogiéndose de hombros. Camilo lo fulminaba con la mirada, se pasó una mano por el cabello llevándolo hacia atrás aunque inmediatamente los rizos castaños volvieron al mismo lugar.
— Te estás tirando a mi novio —dijo Camilo, sintiendo una presión que cerraba su garganta—. Esta tarde, en el pueblo tú…¿Tú ibas a declararte a pesar de que ustedes….?
— ¡No! —lo interrumpió Gabriel, dando un paso al frente y alzando ambas manos—. No es así. No pensaba declararme, iba a decirte lo de Bruno porque no quería secretos entre tú y yo.
Al escuchar eso Camilo se sintió un verdadero idiota. Apretó los labios y negó con la cabeza sin atreverse a mirar directamente a Gabriel.
— ¿Tú no ibas…? ¡Vaya! Que estúpido soy… —dijo Camilo cuando su respiración comenzaba a agitarse cada vez más. Se llevó ambas manos al cabello y sujetó los mechones con fuerza.
Luego Bruno comenzó a reírse sarcásticamente. Camilo alzó los ojos y pudo ver a Bruno observandolo. Él mayor tenía los brazos cruzados, la cara alzada y una sonrisa diabólica.
— Tú… —comenzó a decir Camilo—. ¿Tú me engañas con mi mejor amigo y después te burlas de mí en mi cara? Bruno, te has superado a ti mismo. No conoces la vergüenza
La sonrisa de Bruno se esfumó. Aquellas palabras de verdad lo hicieron arder de ira. Y cómo era un ser hiriente, que lastimaba para no ser lastimado, habló con voz grave y segura.
— A ti no te duele que yo te haya engañado. Te duele que lo hice antes que tú me lo hicieras a mí. Te duele que haya sido mierda antes que tú. Porque eres mierda, tú también lo eres.
Camilo sintió su garganta tensarse. Apretó los labios y asintió lentamente sin dejar de mirar dolorosamente a Bruno que permanecía inmóvil con esa actitud arrogante y desdeñosa. Simplemente le costaba imaginar que ese fuera su dulce y amable Bruno.
— No voy a caer en tu juego —dijo Camilo—. No voy a responder tus provocaciones. De hecho, no tengo nada que hacer aquí.
Camilo dió un paso hacia atrás. Gabriel se sintió desesperado, el corazón le golpeaba en el pecho duramente como un tambor mientras veía a Camilo a punto de alejarse con la más horrible impresión de él.
— No, Cami, no puedes irte así. Deja que yo… —Gabriel avanzó alzando una mano para tocar el hombro de Camilo, sin embargo, éste último se apartó energéticamente.
— ¡No me llames así! No lo digas como si me tuvieras aprecio —dijo Camilo, cuyos ojos se habían enrojecido al igual que su rostro.
— Deja que se vaya —intervino Bruno, como si no le importara en lo absoluto lo que Camilo estaba sintiendo en ese momento.
Camilo lo miró con dureza, arrugando la nariz. Odiaba ver el descaro de Bruno. Ni siquiera había un atisbo de arrepentimiento en la mirada enmarcada por las gruesas y severas cejas. Lo cierto es que jamás imaginó esa actitud de él. Ya anteriormente había dejado salir su lado malo y déspota pero ¿Burlarse? ¿ser intencionalmente indiferente? ¿Incluso tratar de herirlo? Se dió cuenta de que no conocía realmente a Bruno.
No soportaba estar un segundo más ahí. Miró a Bruno, con recelo después a Gabriel con la misma emoción aunque se notaba que este último estaba deshecho, pero a estás alturas no podía importarle demasiado. Se dió la media vuelta, para salir por la puerta escuchando las últimas súplicas de Gabriel pero éstas no consiguieron detenerlo.
Bruno sujetó a Gabriel por el hombro cuando éste trató de seguir a Camilo. Gabriel tembló al sentir aquel tacto fuerte aunque nada agresivo. Se dió la media vuelta para mirar a Bruno y realmente no pudo descifrar lo que sintió al verlo.
— ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? —le preguntó desesperado—. ¿Por qué carajo arruinaste todo así? ¡Ahora me odia!
Bruno arqueó una ceja incrédulo. Soltó el hombro de Gabriel. Al hablar, no lo hizo con el mismo desdén como había hecho instantes antes con Camilo.
— ¿Hablas de por qué interrumpí cuando mi novio se te declaró y te besó?
Gabriel cerró los ojos y suspiró.
— Oh, mierda. Es cierto. Lo siento —Gabriel se llevó las manos a la sien y apartó el cabello de su cara—. Yo no quería que esto pasara. Te lo juro, yo iba a hacerme a un lado otra vez.
— ¿Otra vez? —inquirió Bruno, endureciendo la expresión de su cara. Podría seguir indagando, tirar de aquel hilo pero se sintió temeroso de lo que pudiera encontrar.
Gabriel se percató de lo que había dicho, se sobresaltó y miró a Bruno. No estaba de humor para dar demasiadas explicaciones. Ni siquiera estaba seguro de dónde diablos estaban sus pensamientos. Lo único que ocupaba su mente era la agonía de haber herido a Camilo.
— ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó, cambiando el tema.
Bruno suspiró.
— Voy a ir a hablar con él. Tú tienes que quedarte. Necesitamos espacio para esto —respondió el mayor.
Gabriel se asintió, sintiéndose ligeramente más aliviado. Estaba seguro de que bajo el ácido comportamiento de Bruno hacía Camilo, seguía el hombre que hasta hace unos minutos le había dicho que no quería lastimar al joven Madrigal. Tenía que depositar su confianza en él. Esperar que pudiera lograrlo.
— Por favor, arregla esto —suplicó Gabriel.
Pero lo que no esperaba fue ver a Bruno alzar una ceja como si no comprendiera exactamente las palabras de Gabriel. El joven se alarmó al ver aquella reacción y se inquietó aún más con las palabras que dijo.
— ¿Arreglarlo? Gabriel ¿Por qué guardas la esperanza de que esto se arregle? No puedo prometerlo.
Aquello fue otro duro golpe para Gabriel. La penumbra de la casa le daba a todo aquel ambiente un aire deprimente que inyectaba sus pensamientos con autocompasión. Gabriel tomó la mano de Bruno, algo que al mayor sorprendió por completo.
— Inténtalo, por favor.
— Haré lo posible —Bruno pensó por algunos instantes. Contempló a Gabriel frente a él y percibió cómo el joven apretaba su mano ansiosamente pero poco después Gabriel lo soltó apartándose de él Bruno se había sumido demasiado en el papel de tipo rudo como para admitir lo asustado y dolido que estaba. Lo pensó mucho pero su curiosidad terminó por apoderarse de él—. Gabriel, tú no le respondiste a Camilo.
Gabriel paseaba la mirada por el suelo, pero al escuchar eso volvió a dirigir su vista perturbada a Bruno que parecía estar temblando.
— ¿Cómo dices?
— Camilo dijo que está enamorado de ti pero tú no le respondiste. Aparecí antes de que lo hicieras. Así que perdóname pero tengo que saber ¿Qué le habrías respondido?
Gabriel se sintió incapaz de plantearse a sí mismo esa pregunta. Él sabía perfectamente lo que deseaba: estar con Camilo. Pero no tenía el valor para eso. No lo había tenido antes y estaba preguntándose si lo tenía ahora.
— No lo sé, en realidad. No estoy seguro.
Bruno sonrió abatido.
— Yo sí lo sé. Es por eso que tuve que interrumpir.
Gabriel se llevó una mano al rostro. Aún no terminaba de procesarlo. Por el hueco formado entre sus dedos, pudo ver a Bruno acicalar su ropa y peinar su cabello con los dedos. El hombre caminó hacía la puerta pero al verlo a punto de salir, Gabriel sintió un tumbo agresivo en el pecho. En el instante en qué Bruno puso una mano en el picaporte, Gabriel gritó:
— ¿Y tú y yo qué? —preguntó.
Bruno se congeló, sus pupilas se contrajeron y la piel entera se le erizó. No se volvió, permaneció con la vista al frente.
— ¿Qué cosa?
— ¿También nos jodimos? ¿Esto es todo? ¿Ahora ni siquiera vamos a hablar de nuevo?
Bruno apretó más el pomo. Se dió cuenta de que temblaba. Lentamente giró su cabeza para mirar a Gabriel por encima del hombro. Le sonrió, una sonrisa inquieta y nostálgica, pero a fin de cuentas una sonrisa.
— A ti quién te preocupa es Camilo. Los dos lo sabemos. Por mí no te preocupes, yo soy fácil de olvidar.
Después de decir eso, abrió la puerta y salió. Gabriel se quedó en esa casa vacía, sintiendo la verdadera soledad. En un instante había pasado de casi abandonar su aventura con Bruno, a estar apunto de iniciar algo con Camilo y todo eso había terminado en una estúpida realidad irónica en la que ninguno de los dos estaba con él. Ellos hablarían. Se arreglarían, tal vez, en el mejor de los casos… ¿Y él?
Camilo, su mejor amigo, la persona que más quería no confiaba más en él. No era para menos. Le había hecho una mala jugada y se arrepentía terriblemente. Se arrepentía de traicionar la confianza de su Camilo pero ¿Habría escogido otro camino si se le volvía a presentar la oportunidad?
Ya no estaba seguro. Se dió cuenta de que no se sacaba de la mente los besos de Bruno. Los besos dolorosos, adictivos y venenosos que lo estaban hechizando dura y despiadadamente. Todo era un caos, un verdadero lío.
Gabriel subió a su cuarto. Tuvo que sujetarse del pasamanos para no irse de espaldas. Él no sabía lidiar con los problemas. No sabía enfrentar la realidad cuando se volvía sinuosa. Necesitaba un escape, algo que le permitiera fugarse del presente. Abrió el cajón del escritorio y tomó entre sus manos la bolsa de hierba y el encendedor.
Entonces pensó.
¿Y que hay si está vez sí debía permanecer en la realidad y no escapar de ella?
***
Camilo entró abriendo la puerta de Casita agresivamente. Mirabel estaba en el patio, llevando una cesta con ropa para doblar. Dolores estaba sentada en una de las bancas del patio.
Al verlo, su hermana se encogió de hombros y lo miró con ojos suplicantes. Camilo sintió su pecho arder al verla. Sabía que no era culpa de su hermana pero no se borraba la sensación de enojo que sentía.
— ¿Vas a sufrir mucho? ¿Fue lo mejor que pudiste decirme, Dolores? —preguntó Camilo, enardecido. Avanzó hacía su hermana, dando pesados pasos.
Mirabel observaba a ambos sintiéndose fuera de contexto.
— Lo siento —murmuró Dolores.
— ¿Acaso no pudiste decir "Oye Camilo, eres un pendejo preocupándote por enamorarte de Gabriel porque Bruno ya se lo está tirando"? —escupió esa frase como si se tratara de una serpiente lanzando veneno.
Mirabel se sobresaltó. No supo qué hacer, se aferró con más fuerza a la canasta que tenía entre las manos. Dolores pasó saliva, negó lentamente con la cabeza y habló con absoluta tranquilidad a su hermano.
— Yo no puedo seguir resolviendo tus problemas todo el tiempo. Te has metido en esto tú solo —dijo ella tranquilamente—. Es momento de que comiences a entender las consecuencias de lo que haces. Además ¿Cómo podría decirte algo tan duro como eso? No soy tan fría. No podría.
Camilo sabía que tenía razón, que su hermana no era la responsable y que tampoco estaba obligada a decirle lo que sucedía. Ella le había dicho explícitamente que quería mantenerse fuera del triángulo entre él, Bruno y Gabriel. Ahora entendía porque su hermana no quería entrometerse en eso. Ella veía la inevitable bomba de tiempo.
La puerta de la casa se abrió y Bruno entró por ella. Las miradas de ambos se cruzaron. Bruno seguía con aquella expresión dura como si toda la irá le volvía al cuerpo con solo ver a Camilo. Éste último, por su parte, sintió que se empequeñecía al verlo. No quería estar en su presencia, no quería enfrentarlo. Había tantas cosas que decir pero en ese instante se veía incapaz de manejarlo.
Mirabel y Dolores se miraron entre ellas. Estaban completamente fuera de lugar y presenciar aquella energía pesada entre los dos varones era más que incómodo.
— Tú y yo vamos a hablar —dijo Bruno, severamente. Los labios le temblaban.
— No tengo nada que hablar contigo —dijo Camilo.
El joven se dió la media vuelta con un paso tan digno como podía porque en el fondo sentía que su dignidad había sido mutilada y pisoteada en el vestíbulo de la casa de Gabriel. Comenzó a subir las escaleras. Bruno chasqueó los dientes y subió tras él.
— ¡No es una pregunta! Vamos a hablar, quieras o no.
— ¡Que no quiero! —repitió Camilo, acelerando el paso—. No me sigas, carajo. Lárgate. Regresa a terminar lo que estabas haciendo.
Camilo llegó a la puerta de su habitación, la abrió y entró por ella dispuesto a cerrarla en la misma cara de Bruno, pero el mayor lo impidió dando un empujón que hizo retroceder a Camilo.
— ¿Qué mierda? ¡No te quiero aquí! ¡No puedes entrar mi cuarto cuando te venga en gana!
Bruno se rió amargamente.
— Puedo hacer lo que se me de la maldita gana porque tienes hablar conmigo —dijo cerrando la puerta tras de él.
— ¿Qué carajos quieres? —preguntó Camilo, desesperado. El nudo en su garganta se volvía más grande. Y es que no quería abrir las puertas al desastre pero resultaba sumamente complicado. Bruno se acercaba a él y provocaba un escalofrío con cada paso que daba.
— ¿Por qué tienes tanto miedo a hablar?
Camilo sintió una rabia terrible. No podría creer que Bruno estuviera haciendo esa pregunta. Se quedó boquiabierto antes de que el sonido pudiera salir de su boca.
— ¡Porque acabo de encontrarte con Gabriel haciendo no sé qué diablos! ¿Crees que estoy listo para escucharlo? ¿Para escuchar como me viste la cara de estúpido?
— ¿Que yo te vi la cara? —preguntó Bruno. Él tenía toda la intención de mantener la calma pero la tarea era mucho más complejo de lo que pensaba—. Por favor, estás jugando.
— ¿Estabas cogiendotelo cuando llegué? —preguntó Camilo.
Bruno se quedó callado. De todas las cosas que había por decir, Camilo había decidido empezar por ahí.
— No.
— Pero ya lo hiciste ¿Verdad?
— Sí. Ayer.
Camilo creía estar preparado porque se había hecho a la idea pero se dió cuenta de que escucharlo era colosalmente peor. Cerró los ojos y sintió una pena insufrible instalándose y desgarrando su corazón.
— No puede ser…. Esto… Tú… ¿Cómo pudiste?
— ¿Qué cómo pude? ¿Qué cómo yo pude? Deja de fingir inocencia, Camilo. Tú estabas ahí para lo mismo.
— No es verdad. Yo me controlé. Yo fui dueño de mis acciones. No fui corriendo a meterme con él.
— ¿Te controlaste? ¡Le dijiste que lo quieres! A él, a Gabriel. Por favor, la única persona que no sabe que él está enamorado de ti desde siempre eres tú. Y aún así le has dicho que lo quieres.
— ¡Eso no es cierto! Las cosas no son así —se defendió Camilo cuando aquellas palabras dichas por Bruno intentaron entrar bajo el foco de analisis de sus pensamientos pero fueron rápidamente bloqueados por el calor del momento.
— ¡Su primera vez fue contigo! Él era virgen pero no pensó dos veces en dejar que se lo hicieras solo porque se lo pediste sonriendo. Es obvio que iban a hacerlo si hubieran podido. Porque sé bien cómo eres.
— ¿Ah sí? ¿Y cómo soy?
— Un impulsivo en el ámbito sexual.
— ¡Esto de verdad es increíble! —exclamó Camilo curiosamente más sorprendido que indignado— Estás diciendo que yo soy fácil cuando tú eres el que no pudo mantener el pene en sus pantalones.
Bruno se veía a sabía que estaba siendo cruel, que Camilo probablemente no se encontraba desarmado pero en él había llamas contenidas intentando salir.
— Pues lo eres. Es momento de que lo aceptes. Te me insinuante a mí. Te le insinuante a él. Me pediste que te dejará acostarte con él y yo lo hice porque confíe en ti. Pero no te bastó, también quisiste que yo me lo tirara —hacía ademanes que acompañan sus palabras m—. Luego lo ignoras a él y me mientes a mí ¡Tú no mides lo que haces!
Camilo se sintió mareado. Su mente vagaba inciertamente entre tantas cosas que debía asimilar. Estaba demasiado enojado, quería quedarse en el papel de víctima aferrarse a la carta de haberlo encontrado siendo infiel pero en gran medida las palabras de Bruno eran todas ciertas. Se dejó caer en los sillones, derrotado y con la vista en el suelo.
Bruno caminaba por la habitación, dando vueltas sin poder detenerse. Había demasiado, demasiadas cosas en su pecho que estaban tratando de salir. Llevaba ya un buen tiempo conteniendo miedos y pensamientos en su interior porque no quería afrontar a Camilo pero ahora estaban saliendo de su boca sin que tuviera la manera para controlarlas.
— Lo mío fue algo físico —dijo Bruno—. Pero lo tuyo es más que eso. Así que no esperes que yo me deshaga en disculpas ante ti.
— ¿Físico? Eso no parecía meramente físico. Te quedaste con él después de que me fui ¿Y por qué lo hiciste en un inicio? Nunca te agradó. Ni siquiera lo tolerabas. Morías de celos cuando me veías hablar con él y fuiste tú quien hipócritamente se metió con él.
Bruno rodeó el sillón y se sentó en el que estaba frente a Camilo. Mirándolo decididamente a los ojos. Camilo se estremeció y volvió a bajar la mirada ante la penetrante mirada de Bruno.
— Te diré ahora por qué. Porque fue él quien tuvo que decirme lo que pasaba entre ustedes. Porque me di cuenta de que tú te quedabas pensativo después del sexo pensando en él. Comenzaste a evitarlo porque no podías hacerle frente a lo que sentías —mientras más hablaba más agresivo se volvía el tono de su voz—. Me mentiste sobre haberlo visto justo después de tener sexo conmigo porque querías tenerlo con él y no podías. Yo tuve que ver cómo te enamorabas de él y tuve que escucharlo a él sufriendo porque te alejaste. ¿Y yo? Ustedes tienen algo tan sólido y tan profundo en lo que yo no puedo entrar. Estaba siendo desplazado cruelmente y tuve que aferrarme a algo. A él, porque tú estabas soltándome.
Camilo apretó los dientes. La sangre le hervía. Una parte de él escuchaba esas palabras sentía unas inmensas ganas de gritarle a Bruno hasta cansarse de insultarlo, otra parte se martillaba a sí mismo bajo el peso de aquellas acusaciones cuya verdad no podía descartar del todo.
— ¡Eso es basura! ¡Es la excusa de todos los que engañan! —exclamó Camilo pero su comentario fue un arma de doble filo.
Bruno hizo crujir sus nudillos. Las manos le temblaban. Camilo empezaba a notar que sus ojos se cargaban de lágrimas pero no creía que sería demasiado humillante llorar en esa situación así que tragó su llanto.
— ¿Quieres decir que es también tu excusa? —preguntó Bruno, hablaba tranquilamente, casi dolido—. Tú fuiste con él a decirle lo que sentías sin pensar un segundo en mí. Puede que no te acostaras con él pero tenías semanas pensándolo. También me engañaste. Si no fuiste más allá es porque yo no lo permití.
Ya no hubo autocontrol suficiente para mantener a raya las lágrimas de Camilo. Comenzaron a salir. Aquello le dolía porque era cierto. Porque también había lastimado a Bruno de una u otra forma. Le dolía tanto verlo así como le dolía saber lo que éste había hecho. No sabía quién de ellos había actuado peor pero de igual manera estaba sufriendo por los dos.
— No es justo —dijo Camilo con los ojos llenos de lágrimas —. Estás actuando como si él único que falló fui yo pero a pesar de todo y por más que intentes excusarte, yo no me acosté con él y no iba a hacerlo. Yo estaba esperándote para hablar de esto pero jamás llegaste porque estabas con él.
Bruno sintió vergüenza por sí mismo cuando Camilo lo enfrentó. Sabía que él mismo había tenido una gran parte de culpa y aunque había elevado una barrera defensiva contra Camilo, también tenía algunas cosas que escuchar.
— Pero no me esperaste… —intentó decir pero de inmediato se dió cuenta de lo estúpido que aquello sonaba.
— ¿Querías que esperara a que te lo volvieras a coger para hablar contigo sobre lo que sentía? Bruno ¡Escuchate! Tanta charla, tanto sermón sobre la forma en que yo estoy mal pero no te analizas a ti mismo. Tuviste sexo con Gabriel. Desde antes que yo fuera a buscarlo ya me habías engañado. ¿Y ni siquiera te importa como me duele eso? Dime de verdad ¿Tan poco de importo? ¿Tan poca consideración me tienes?
Camilo hablaba sin parar de llorar. Bruno lo observó y creyó que en cualquier momento perdería su posición porque la culpa comenzó a destrozarlo. Al estar ahí, de frente a Camilo observando como él chico estaba deshecho; eso hizo que Bruno bajara la mirada sin atreverse a mirarlo.
— Claro que no… tú sí me importas. Yo había ido a casa de Gabriel para decirle que dejaría de verlo. También es cierto que él iba a decirte lo que pasó. Me pidió que yo lo hiciera pero no tuve valor. Quien menos culpa tiene es él. Me pesa mucho saber que te lastimé.
Camilo limpió sus lágrimas con el dorso de la mano. Ya no le importaba el orgullo solo detestaba estar tan afectado que las lágrimas brotanran solas.
— Esto es una mierda. No sé qué podemos hacer ahora. No sé cómo solucionarlo —dijo Camilo.
Bruno llenó su pecho de aire y lo soltó lentamente. Observó a su sobrino frente a él. Él estaba llorando ahora y eso a Bruno le dolía en el alma. Sabía que su actitud defensiva estaba de más porque en efecto, él lo había engañado y Camilo no. Camilo había tenido más autocontrol que él a pesar de que a Bruno le hacía rabiar la idea de que Camilo pensará de esa forma en Gabriel.
— No estoy seguro de que haya solución —dijo Bruno—. No sé si tú puedas estar conmigo después de que te engañé porque yo definitivamente no creo ser tan seguro de mi mismo para soportar estar contigo sabiendo que lo quieres a él.
Camilo sintió como las conexiones químicas de su cerebro trabajaban a mil por hora. Una visión del mundo sin Bruno a su lado le parecía imposible. El vacío en su pecho se volvió tan doloroso que el llanto se convirtió en un sollozo.
****
En su habitación, Gabriel seguía torturandose con el hilo de pensamientos que surgían en su mente. Tenía el porro en la mano misma que temblaban. El encendedor en la otra se prendía y apagaba una y otra vez mientras libraba una guerra para decidir si debía encenderlo o no. Moría de ganas por llevarse el porro a los labios y dar una gran calada que no lo dejara pensar más en lo que sucedía pero luego llegó a su mente la imagen de Camilo cuando abrió la puerta aquella noche y vio la sonrisa enmarcada por las pecas.
Evocar esa imagen lo hizo sonreír.
Dejó caer el encendedor y se puso en pie. No iba a quedarse ahí sin saber lo que sucedía. Bruno le había pedido que les diera espacio pero a esas alturas lo veía imposible. Solo quería verlos. Quería formar parte de aquello, sea cual sea la forma en que acabara. Así que dejó el porro en su lugar. Salió de la habitación y bajó las escaleras saltando dos escalones por cada paso que daba, ansioso por llegar hasta ellos.
Le tomó muy poco llegar hasta ahí. Se quedó de pie ante la puerta de Casita, contemplando intimidado la imagen de la familia grabada en ella.
— Dolores, sé que me escuchas —dijo en voz baja—. Por favor déjame entrar. No quiero llamar a la puerta y arriesgarme a qué alguien vaya a buscarlos. Déjame entrar por favor.
Él esperó durante algunos instantes hasta que la puerta finalmente se abrió. Dolores apareció allí, ella tenía un semblante sombrío y bastante molesto.
— ¡Qué descaro el tuyo de venir aquí y pedir mi ayuda! —dijo ella—. ¿Es que no te das cuenta? En este momento ellos están arriba, están sufriendo. Y es por lo que tú hiciste. ¿Cuánto daño más quieres hacer?
Gabriel no había contemplado el hecho de que pedir la ayuda de Dolores significaba enfrentarla pero estaba dispuesto a ello.
— ¡No! No quiero hacer daño —dijo como si su vida dependiera de convencer a esa chica —. Lo único que quiero es intentar arreglar esto. Por favor, confía en mí.
Dolores suspiró. Estaba confundida pero quiso aferrarse a la idea de que aún había algo de esperanza para su hermano y su tío.
— Entra.
En la habitación de Camilo, él y Bruno seguían sopesando lo que su decisión. Se habían quedado en silencio por un momento. La única respuesta que ambos encontraban era sumamente dolorosa. Sin embargo, era inevitable.
— ¿Así que es todo? —preguntó Camilo. Ya no lloraba pero sus mejillas seguían húmedas por el llanto y los ojos estaban enrojecidos.
— Creo que sí —dijo Bruno sin animarse a mirarlo. Sabía que si lo hacía no podría soportarlo así que dejó su vista fija en el suelo.
Fue entonces que la puerta se abrió y Gabriel entró a la habitación de Camilo, el lugar donde todo comenzó.
Tanto Bruno como Camilo se sobresaltaron al verlo ahí. Pero el chico entró con pasos seguros y avanzó por la habitación deteniéndose frente a ellos.
— ¿Tú qué diablos haces aquí? —preguntó Camilo, colérico.
— Tengo algo que decirles —dijo Gabriel—. Y ustedes van a escucharme.
— No voy a…
— Sí lo harás —lo calló Gabriel, decidido a darle voz a sus pensamientos —. Porque esto también me afecta a mí. También estoy involucrado. Hasta ahora ustedes han tomado cada decisión y pasan de mí cómo si fuera un objeto. Piensan que esto solo les afecta a ustedes ¡Pero también yo estoy en esto! Los he dejado hacerlo a su manera pero ¡Mirense! Son un maldito desastre. Así que ahora voy a hablar yo y ustedes me escucharán.
Camilo y Bruno se miraron entre sí. Lo cierto es que tenía razón. Camilo aún estaba algo receloso pero miró a Gabriel y asintió lentamente para que él comenzara. Lo primero que Gabriel hizo fue disculparse con Bruno.
— Yo, lamento de antemano lo que vas a escuchar —le dijo mirando al mayor que lo observó sin comprender.
Gabriel tomó aire porque necesitaba armarse de valor pues estaba a punto de hacer algo que había postergado por mucho tiempo. Centró su atención en Camilo que seguía a la espera. Sintió un calor creciente en el pecho al ver al joven parpadear lentamente. Se dió cuenta de que había llorado por el adorable rosa intenso que iluminaba su nariz y los párpados de sus ojos. Pese a ello, él estaba impecable. Gabriel sonrió, como sonreía cada vez que lo veía.
— Camilo, yo te amo —comenzó a decir Gabriel siendo presa de una llamarada interna que quemaba cada fibra de su ser. Luego de tanto tiempo sus labios por fin dejaron salir esas palabras esclavizadas—. Te he amado desde que éramos unos niños. Desde que me llevabas a todas partes de la mano para que jugará contigo. Te quiero conmigo. Te quiero para mí. Nunca te lo dije porque tenía miedo.
Camilo irguió su espalda al escucharlo. Sus labios se entreabrieron temblorosos. De pronto el rencor que le tenía había disminuido un poco y con cada palabra disminuía un poco más. Bruno se removió incómodo. Él sabía que en algún momento aquello pasaría y solo pudo concentrarse en la expresión soñadora de Camilo y en el brillo que apareció en sus ojos al escucharlo.
Y no era para menos porque Gabriel estaba ahí radiante y confiado mostrando una dulce sonrisa. Mirando a Camilo con verdadero anhelo. Gabriel siguió hablando:
— Fui un cobarde y entonces Bruno llegó. Y yo te vi tan enamorado de él que supe que yo jamás podría competir con eso —la voz amenazaba con quebrarse pero reunió la fuerza necesaria para llegar hasta el final—. Me destrozó pero tú eras feliz. Y yo te amo tanto que preferí callar. He soportado verte con él si con eso me permitías estar junto a ti, fingiendo estar bien con ser tu mejor amigo aunque yo solo sueño con tenerte. Así que aquella noche fue lo mejor que pudo pasarme porque pude besarte y pude estar contigo.
— Yo… — Camilo estaba por hablar pero fue interrumpido.
— ¡Espera aún no termino! —gritó con energía pero sin soltar la sonrisa que iluminaba su rostro. Después miró a Bruno, que había permanecido en silencio, con verdadero miedo de lo que estaba sucediendo—. Y tú no sé cómo diablos puedes creer que eres fácil de olvidar. Al menos no para mí. Yo no puedo sacarte un instante de mi mente. No sé qué diablos me hiciste que no puedo dejar de pensar en ti y todo el tiempo estoy a la espera de volver a verte. De volver a besarte. Tal vez para ti fuí solo un juego pero en lo que a mí respecta ha sido maravilloso —se detuvo debatiendo internamente si debía continuar o no, pero optó por correr el riesgo —. Creo que me estoy enamorando de ti.
Para Bruno aquello fue una total sorpresa que terminó por arrancar lentamente una sonrisa que no pudo contener por más que lo intentó. Es que no se había detenido en realidad a pensar en el rumbo que habían tomado las cosas entre los dos pero ¿Enamorándose de él? No sabía porqué escucharlo lo hacía sentir tan bien. Aún así, Gabriel no había dado señales de haber terminado de hablar.
— Si los conozco bien ustedes estaban a punto de hacer una tontería —Gabriel alternó la mirada entre los dos, cuando las expresiones en sus rostros los delataron—. Pero no pueden terminar. Ustedes se aman. Son el uno para el otro.
Mientras lo decía, Camilo sintió el impulso de mirar a Bruno, lentamente llevó sus ojos hasta él solo para darse cuenta de que su tío lo observaba fijamente como si también contemplará las posibilidades. Cuando se estableció aquella conexión visual, Camilo fue sacudido por una oleada de sentimientos. Se dió cuenta de que era verdad: no quería separarse de Bruno.
— Por favor —siguió diciendo Gabriel—, no dejen que alguien como yo los separé. Me disculpo de verdad por entrometerme, pero ya he dicho lo que siento por cada uno. Ahora volveré a apartarme. No me meteré entre ustedes, así que no hay razón para que terminen.
Camilo se puso de pie de un brinco.
— ¿Ya puedo hablar? —preguntó.
Gabriel tragó saliva. No tenía más que decir así que asintió.
El chico de los rizos castaños sonrió. Avanzó hasta Gabriel quien lo veía atónito sin saber exactamente qué esperar. Camilo simplemente lo abrazó dejando caer su rostro en el hombro de Gabriel, escondiendolo en su cuello. Rodeó su cintura con sus brazos y Gabriel se derritió ahí mismo.
— No quiero que te vayas. No quiero que te hagas a un lado. Lo que quiero es poder estar contigo después de todo. Quiero que seas mi novio —dijo Camilo. Luego se incorporó y lo miró a los ojos—. Pero no quiero tener que elegir.
Camilo se giró un poco para ver a Bruno sin soltar a Gabriel. Bruno miraba aquella escena habiéndose quedado petrificado ante el abatimiento de verlos juntos pero las palabras de Camilo fueron una verdadera sorpresa. Cómo siempre, Camilo volteando su mundo al revés.
— Bruno, yo te amo. Siento haberte lastimado. Yo realmente no soportaría vivir sin ti. Y no puedo creer que lo de ustedes haya sido sólo físico porque tú lo defendiste todo el tiempo. Sé que él te interesa más de lo que admites —entonces Camilo sonrió, era aquella sonrisa loca y adorable que Bruno conocía tan bien—. Oigan, está claro que aquí los tres sentimos lo mismo ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué no intentar una locura? Estemos juntos los tres. No solo por una noche sino en una relación. Una relación de verdad.
En realidad Bruno no lo creía. No era capaz de procesar lo que estaba sucediendo y permaneció callado sin perder de vista a aquellos dos chicos, los dos chicos que, cada uno a su forma, lo volvían loco.
Gabriel le sonrió dulcemente a Bruno.
— Por favor, di que sí. Esto no sería lo mismo sin ti.
Bruno se deshizo ante aquella idea. Se preguntó si era posible tener para él a dos chicos increíbles de aquella manera. El corazón le latió intensamente pero la palabra salió de su boca sin más.
— Sí —fue una palabra simple, concisa, que logró abrir un mundo entero para los tres.
Camilo sujetó la mano de Gabriel mientras la otra aún lo rodeaba por la cintura. Lo acercó a él y le dió un beso en la mejilla.
— Te quiero —murmuró Camilo sobre la piel de Gabriel—. Ahora vamos con nuestro novio —dijo aquella palabra que provocó que un escalofrío recorriera la espalda de Gabriel.
Bruno pudo ver a los dos chicos tomados de la mano caminando hacia él. Ambos sonreían. Bruno no podía mirar a uno o a otro, sino que veía la imagen en conjunto. Camilo fue el primero en sentarse sobre su regazo, mientras Gabriel se quedó de pie frente a ellos. Camilo alzó la mano entrelazada a la de Gabriel mientras acariciaba el dorso con los dedos, con el otro brazo, rodeó el cuello de Bruno.
— Sé que estás molesto —comenzó a decir Camilo—. Yo tampoco sé bien lo que sucede pero sé que no quiero separarme de ti. Y definitivamente no quiero perder a Gabu —Camilo se acercó lentamente a Bruno hasta que sus labios encontraron los suyos. Aquel beso contenía diversas emociones, algo de culpa cargado con remordimiento pero endulzado con cariño.
Después de eso, alzó la vista para ver a Gabriel y se dirigió a él:
— Te he esperado por tanto tiempo. Y ahora que te tengo no quiero soltarte —Camilo tiró de la mano de Gabriel, haciendo que este se inclinara hasta besarlo también. Él simplemente estaba en la gloria. Luego de aquellas semanas atormentandose por no poder besarlo, ahora sus labios le sabían tan dulces como una victoria.
Camilo no podía describir aquello. Estaba justo entre los dos que le habían robado el sueño las últimas semanas. Mientras besaba a Gabriel, abrazaba a Bruno atrayéndolo más hacía él. De pronto sintió los labios de Bruno posándose sobre su cuello, por el costado derecho mientras su mano acariciaba el lado izquierdo. Camilo sintió un escalofrío, al verse sorprendido por las caricias de ambos a la vez. Dejó su beso con Gabriel y volvió a los labios de Bruno.
Bruno lo tenía en su regazo. Sus manos paseaban por la espalda y la cintura de Camilo. Si abría sus ojos podía ver también a Gabriel, inclinado besando el hombro de Camilo. Por alguna razón fue hasta entonces que Bruno se enfrentó a un insight que le reveló la naturaleza de sus emociones. Todo lo que había hecho los últimos días estaba motivado por el miedo de perder a Camilo: las mentiras, la forma de tratarlo. Muchos mecanismos de defensa creados a partir del miedo. Mismo miedo que también le había impedido ver algo más: lo que estaba sintiendo por Gabriel.
Y es que el chico de cabello azabache había despertado emociones en él que se asemejaban sintió la primera vez que estuvo con Camilo. Tuvo sexo con Gabriel, sexo rudo y bastante candente, pero al terminar le fue imposible contener las crecientes ganas de besarlo, abrazarlo e incluso de volver a verlo a pesar de que ni siquiera se había marchado aún. Y todo eso no lo pudo siquiera considerar por el miedo inmenso de perder a Camilo.
— Camilo, perdóname —le dijo Bruno, con la mano puesta en la mejilla—. No debí lastimarte así, mucho menos tratarte como lo hice. Fui un desgraciado ¡Y tú has sido tan maravilloso para querer seguir conmigo a pesar de todo!
Camilo le sonrió conmovido.
— ¡No! Es decir, sí pero ¡No solo así! En realidad creo que hay mucho que aprender de esto. No podemos volver a flaquear así. Siento haber sido un idiota.
Bruno volvió a besarlo.
— ¡Eres mi idiota! —dijo sin separar los labios de los suyos.
Bruno buscó a tientas la mano de Gabriel. Al encontrarla, enredó los dedos en los suyos y lo jaló con fuerza, haciendo al chico caer a su lado en el sillón, atrapandolo por la cintura. El mayor acercó su rostro a él, ante la conmovida mirada de Camilo.
— Y tú —dijo Bruno, perdido en la imagen de los hermosos ojos pardos de Gabriel—. No te esperaba. No imaginé siquiera tenerte, pero ahora que te veo no concibo la idea de estar sin tí. Claro que no eres un juego. Tú vales mucho más que eso.
Gabriel observaba los ojos oscuros de Bruno mientras escuchaba aquellas palabras. Sus mejillas se tiñeron de un intenso y adorable color carmín. Que Bruno le dijera algo como eso no era algo que el chico esperaba. Gabriel había sido sincero al decir que Bruno comenzaba a robarle el corazón pero no tenía idea de qué esperar de él. En realidad en el fondo creyó que aquella confesión haría incomodar al hombre pero lejos de eso, ahora se veía correspondido. Gabriel se impulsó frente para besar a Bruno.
Mientras los labios de Gabriel jugueteaban con los suyos, el beso se volvió más apasionado. Bruno sentía las piernas de Camilo sobre él y comenzó a alborotarse al tenerlos a los dos ahí. Movió un poco la cadera de Camilo y al hacerlo, un espasmo candente se apropió de él. Camilo pudo sentir como él miembro de Bruno comenzaba a despertarse y soltó una risa divertida.
— ¡Pero vaya, Bruno! Tú no quieres esperar ¿Eh? —dijo traviesamente, contoneándose sobre él. Apreciando como con cada movimiento, Bruno se endurecía más y más.
— ¿Y me culpas? —dijo Bruno—. Si los tengo a ambos aquí ¿Cómo voy a tener paciencia?
Camilo y Gabriel se miraron a los ojos. Se conocían tan bien que no hizo falta una sola palabra para saber exactamente lo que el otro pensaba. Camilo se deslizó suavemente para bajar del regazo de Bruno y sentarse en el sillón. Acarició el rostro de Bruno y luego fue bajando lentamente por su cuello, salteando los botones de la camisa para bajar hasta su vientre, que fue incitado con una caricia que terminó por alterar a Bruno. Gabriel, sin pensárselo demasiado, desabotonó el pantalón del mayor. Lo único que Bruno pudo hacer fue arquear una ceja y sonreír cuando los dos chicos se las arreglaron para abrir sus pantalones y descubrir su miembro.
Los dos jóvenes lo contemplaron encantados de la pronta reacción. Bruno estaba rígido, impaciente e incluso había comenzado a humedecerse. Como si aquellos dos chicos estuvieran mentalmente conectados, ambos se inclinaron para besarle el miembro. Bruno sintió un escalofrío cuando Camilo y Gabriel pasaron sus lenguas por ambos costados de su miembro. La vista le pareció simplemente hermosa. Los dos chicos, alegres y sonrojados con la boca abierta recorriendo su sexo. Era el maldito cielo. Camilo se metió la punta en la boca y Gabriel bajó un poco más para besar sus testículos.
— Ustedes dos son peligrosos —murmuró Bruno.
Camilo lo metió por completo en su boca, saboreandolo excitado mientras Bruno acariciaba su cabello. Comenzó a succionar con más fuerza. Escuchó los gemidos del mayor que se volvieron más desesperados cuando Gabriel mordió levemente su piel. Bruno echó la cabeza hacia atrás sin perder ni un segundo de aquella dulce imagen.
Era demasiado, demasiado para contenerse y tampoco quería hacerlo. Tomó a los dos por el cabello con fuerza, separando a Camilo de sí y levantando a Gabriel para que ambos estuvieran a la misma altura, con sus adorables boca abiertas cuando comenzó a derramar su semen en ellas con la ayuda de Gabriel que seguía masturbandolo, deseando ser intenso hasta el final.
— Entonces ¿Lo haremos de nuevo? —preguntó Gabriel, limpiando con la punta de los dedos las gotas de semen que cayeron en la comisura de sus labios—. ¿Los tendré a los dos de nuevo para mí?
Bruno y Camilo rieron.
— ¡Claro que sí! —exclamaron juntos.
Camilo pasó sobre Bruno para alcanzar a Gabriel, con una energía desmesurada. Lo jaló por el cuello de la camisa para ponerse de pie a la vez.
— No seas tonto —le dijo Camilo, sujetandondo su cuello con cariño—. Es todo lo que he querido hacer desde aquella vez y ahora no me voy a contener. Te quiero, quiero hacerte de todo —vio al chico moreno sonreír y Camilo se acercó hasta besarlo.
Estaba fascinado con la manera tan suave que tenía Gabriel para besar. Era como si su amigo… no, no podía pensar en Gabriel como su amigo sino como su novio. Bien, era como si su ahora novio dejara el alma en las caricias de sus labios, mientras que sus ojos lo miraraban con el resplandor de una adoración profunda. Aquella forma tan devota en que Gabriel lo besaba, hizo que Camilo quisiera solo complacerlo. Complacerlo en todo y en cada forma que pudiera. Entonces le llegó a la mente una idea que ciertamente hizo a Camilo temer.
— ¡Pero Gabu! Yo sé que tú… Sé que a ti te gustan las cosas un poco más rudas —Camilo se ruborizó un poco, bajando la cabeza aunque intentando no perder de vista los pardos ojos—. Aunque te confieso que no sé mucho de eso pero puedo intentarlo si me guías un poco ¿Qué te parece?
Gabriel le sonrió, oprimió con sus manos las de Camilo que seguían en su cuello.
— No te preocupes por eso. Tal cómo eres es perfecto para mí.
— ¡Vendale los ojos! —se escuchó la voz de Bruno desde el sillón.
— Oh. Sí, házlo por favor —dijo Gabriel de inmediato.
Camilo sonrió, ante la impaciencia de Gabriel. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que a él le hiciera feliz. Volvió a besarlo una vez más encantado por la idea de poseerlo con aquellos curiosos juegos. Pero lo primero era desnudarlo.
Quizá de todo lo que había deseado durante aquellas semanas pensando en él, quitarle la ropa era lo más destacable. Camilo podría darse por bien servido con solo arrancarle cada prenda y contemplarlo a su antojo. Así que no esperó para desabotonar la camisa de Gabriel, empujándolo para hacerlo caminar lentamente hasta la cama. Camilo dejó la camisa abierta, paseó las manos por su pecho. La piel de Gabriel era jodidamente adictiva.
Pronto Camilo lo recostó sobre la cama, subiendo sobre las caderas de otro. Deslizó la camisa por los hombros de él y rápidamente logró quitárselo por completo. Camilo se perdió pasando sus manos por los brazos de Gabriel, tocando sus músculos y apretandolos. Pero por más que su torso fuera perfecto, él aún deseaba más, así que no esperó mucho para bajar los pantalones y la ropa interior para dejarlo completamente desnudo. Camilo abrió las piernas de Gabriel y lo contempló durante un largo instante en el que pudo sentir como su propio miembro crecía al punto que punzaba contra la ropa. Sus ojos se deleitaron con el largo miembro de Gabriel que se mostraba duro y firme y un poco más abajo se encontraba la entrada suave y estrecha que disparó las ideas de Camilo.
— Los ojos, es verdad —se recordó a sí mismo Camilo. Tenía que buscar algo para venderlo pero detestaba la idea de alejarse de Gabriel en ese momento así que comenzó a buscar alrededor de su cama como si fuera a encontrar algo ahí.
Bruno se dió cuenta de ello, soltó una risa y se puso en pie. Se dirigió a Camilo y lo besó para calmar un poco su ansiedad. Bruno le quitó a Camilo la camisa mientras lo besaba. Gabriel, debajo de Camilo, los miraba complacido. Le gustaba verlos juntos, tenía que admitirlo. Verlos calientes juntos era lo mejor así que se acarició el sexo a sí mismo mientras Bruno desvestía a Camilo. Pero Bruno tenía sus propias razones para hacer eso, tomó la camisa de Camilo entre sus manos y alzandola frente a los chicos la rasgó para sacar una tira de tela. Camilo lloró por su arruinada camisa favorita pero cuando Bruno le entregó la tira, supo que tendría un mejor uso. Sonrió a Gabriel con picardía, quien se levantó sobre sus codos para que Camilo enredará el trozo de tela sobre los ojos.
— ¿Qué tal ahora? ¿Puedes ver algo? —preguntó Camilo.
— No, no puedo —respondió Gabriel intentando que su mirada atravesara la tela—. Creo que ha quedado perfecto.
Camilo le regaló a Bruno una sonrisa. Aún contra sus deseos, Camilo se vio obligado a bajar de la cama para dirigirse a su escritorio en el que guardaba todo su material para dibujar. De allí sacó una pequeña caja de madera sin tapa. La caja contenía pinzas metálicas para papel.
Bruno mientras tanto usó el resto de la camisa para atar las manos de Gabriel, sobre su cabeza. Observó como Camilo llevó la caja con pinzas a la cama y volvió a acomodarse sobre Gabriel.
— Bien… Espero que esto no te moleste. Si te molesta de alguna forma ¿Me lo dirás? —preguntó Camilo tímidamente.
— Lo haré. Diré la palabra clave. Es "Madrigal" —dijo Gabriel.
Camilo asintió. Pensó necesitar algo de valor así que atrajo a Bruno para besarlo una vez más. Mientras lo hacía su dedo pulgar acariciaba el vientre de Gabriel, toqueteando los vellitos bajo su ombligo pero pronto se encontró con la erección del chico. Camilo pasó aquel miembro entre sus dedos mientras sus labios besaban a Bruno. Lentamente comenzó a masturbarlo, logrando que el joven se removiera levemente.
Camilo comenzó a desvestir a Bruno. Sabía que lo que menos quería era que existiera ropa estorbando entre los tres. Instó a Bruno a desnudarse por completo, después el mayor le quitó a él los pantalones y fue entonces que Camilo tomó la primera pinza. Frotó la pequeña pinza delicadamente sobre la piel del Gabriel, recorriendo el vientre el pecho y los hombros. Pronto llegó a uno de los pezones y la boca de la pinza se abrió para morderlo.
Gabriel se sobresaltó ante el dolor en el pezón pero lo encontraba tan excitante que su miembro comenzó a gotear. No veía lo que sucedía, no tenía idea de que era aquello que Camilo usaba para pellizcarlo así que volvió a sorprenderlo cuando sintió otro objeto presionando el otro pezón.
— Ahh!! —dejó salir un gemido excitado y empujó la cadera al frente de forma involuntaria sacudiendo el erecto miembro el cual volvió a derramar algunas gotas más.
Bruno acarició las piernas de Gabriel, abriéndolas un poco más, subiendo por sus muslos hasta llegar a la entrepierna. Sabía que él tacto sin tacto era la clave de aquello así que cuidó bien no tocar la entrada o los testículos de Gabriel, solamente rozó sus dedos como si tuviera la intención de hacerlo.
Se acercó a Camilo besó sus hombros, beso su espalda y succionó un poco para dejar algunos chupetones por el cuello. Le encantaba como las marcas rojas de sus besos resaltaban con la pálida piel de su sobrino. Deslizó sus dedos por la espalda de Camilo hasta llegar a la cadera dónde pasó a acariciar el trasero del chico de rizos, mientras éste colocaba otra pinza en el vientre de Gabriel y luego una más en el brazo.
Bruno llegó a la entrada de Camilo. Presionó cuidadosamente, haciendo que Camilo se sacudiera de pronto. No había sido lubricado pero de todas formas Bruno aún no comenzaba a meter se dedo. Si. Camilo separó un poco las piernas y se inclinó al frente apoyándose con uno de sus brazos sobre el colchón. Está vez, Bruno comenzó a meter lentamente su dedo en la entrada de Camilo.
— Aahhh —gimió Camilo. Tomó otra pinza y la colocó en el muslo de Gabriel, lo más cerca posible de la entrada.
Gabriel gimió, se removió. Tenía ambas manos atadas pero no estaban sujetas a la cama de manera que podía mover ambas así que las llevó contra su pecho. Escuchaba los gemidos de Camilo y eso lo calentaba aún más.
— Mastúrbate, Gabriel —dijo Camilo sobre él, mientras Bruno introducía otro de sus dedos, abriéndolo gloriosamente.
— Pero mis manos….
— ¡Dije que te masturbes! —exclamó Camilo, inflexible.
Gabriel se derritió al escuchar la exigente voz de Camilo ordenándole eso. Bajó sus manos sujetas pero estás le permitieron la suficiente movilidad para sujetar su miembro con ambas manos y comenzar a jalarlo desesperadamente.
Bruno adoraba a sus niños. Adoraba al chico tendido en la cama, caliente y sudoroso dándose placer a sí mismo con el estímulo de dolor de las pinzas en su cuerpo. Y por supuesto adoraba a Camilo, encorvado sobre Gabriel, abriendo las piernas para que Bruno pudiera dedearlo a su antojo. Camilo jamás había sido discreto, gemia y se movía descaradamente insertándose las manos de Bruno mientras su encantador rostro sonrojado no perdía detalle de Gabriel. Bruno supo que tenía que follarselos a los dos hasta el alba.
Bruno tomó el miembro de Camilo y comenzó a masturbarlo. Camilo se retorció, moviendo la cadera adelante y atrás presa de la lujuria.
— Gabriel, métete los dedos —le ordenó Camilo.
— ¿Quieres que yo…?
— Deja de hablar y métete los dedos —repitió Camilo, con la voz entrecortada por el placer.
Gabriel lo pensó un poco. Jamás había hecho eso, le parecía un poco extraño pero como siempre, las palabras de Camilo eran órdenes para él. Gabriel estaba ahí para obedecer sin reparos a todo lo que Camilo se le ocurriera así que se llevó los dedos a la boca para humedecerlos y después de ello tocó su propia entrada con los dedos índice y medio. Metió los dos al mismo tiempo, lentamente experimentado la más deliciosa sensación.
Camilo se volvió loco al verlo así. Gabriel se metía los dedos sin control y desde el ángulo en que Camilo se encontraba lo veía todo perfectamente. Bruno se ocupaba de darle todo el placer físico que necesitaba. Los grandes y gruesos dedos de Bruno llegaban hasta el fondo.
— Ahhh.. Cogeme —susurró Gabriel, hundiendo los dedos en su interior.
Camilo debía ser quien daba las órdenes pero a algo como eso no podía negarse pues tenía tantas ganas de hacerlo que al escuchar esa palabra un sin fin de mariposas revolotearon en sus estómago. Le hizo una señal a Bruno para que dejara de masturbarlo.
Camilo levantó la cadera de Gabriel, apartó las manos de Gabriel y llevó la punta de su miembro a la rosada y deliciosa entrada. Metió solamente la punta lentamente.
— Ahh —soltó Gabriel al sentir la glande entrar y salir pacientemente de él.
Camilo comenzaba a volverse loco. Bruno besaba su cuello y espalda. Acariciaba su pecho y sus pezones.
— Querías cogertelo desde hace tiempo ¿verdad? —susurró Bruno en su oído—. Querías meterle la verga. Querías verlo gemir y rogarte que lo follaras.
Camilo chasqueó la lengua, naufragado en todas las sensaciones. Tomó el grueso miembro de Bruno para masturbarlo asegurándose de que la cabeza chocara contra su muslo. Saboreaba con toda calma como la punta y solo la punta de su sexo penetraba a Gabriel que soltaba suspiros impacientes.
— Quiero que gimas, Gabriel —dijo Camilo—. Quiero escucharte decir mi nombre cuando gimas.
El rostro de Gabriel se ruborizó por completo. Cada vez que se masturbaba decía el nombre de Camilo pero no sabía si se atrevería a decirlo frente a él. Camilo volvió a empujarse en su interior y sorprendentemente la palabra salió naturalmente.
— Ahh…Cami… Camilo ¡Ah! —Gabriel se sintió aún más avergonzado al ver los ardientes ojos de Camilo que observaban fijamente a su rostro. Le daba pena pero las palabras salían por cuenta propia, quizá disfrutando de lo embarazoso que resultaba eso—. ¡Aahhh! ¡Camilo, oh me encantas! ¡Camilo, hazme tuyo! ¡Cógeme por favor!
Camilo no resistió más, lo embistió con fuerza llegando hasta el fondo, haciendo que Gabriel echara la cabeza hacia atrás y se escapara de él un potente grito al sentir el intenso impacto llegar al límite. Camilo comenzó a follarlo duro al tiempo que besaba a Bruno y lo masturbaba. Bruno mordía sus labios y tocaba su lengua con la suya. Aquel hombre lo enloquecía con su actitud de fiera que lo proclamaba fervientemente mientras su miembro estaba siendo apretado por el dulce Gabriel que se entregaba a él por completo.
Gabriel estaba privado por completo de su sentido visual, sus manos estaban atadas y tampoco podía moverse. No sabía en realidad lo que ocurría solo podía percibir el falo de Camilo golpeándolo por dentro con rudeza, así como las pinzas que seguían presionando sus pezones, pecho y brazos salpimentado aquel encuentro con algo de dolor. Las pinzas de su entrepierna habían salido volando en algún momento por los bruscos movimientos de Camilo.
El chico de los rizos se dejó llevar fácilmente. Sus besos pasaron a ser catálogados como mordidas salvajes en Bruno. Jalaba el miembro del mayor con fuerza, su otra mano enterraba los dedos cruelmente en el muslo de Gabriel mientras se cogía con todas sus fuerzas al chico. Era delicioso, era excitante aunque no dejaba de parecerle un poco extraño el tener que salir de su zona de confort para complacer a Gabriel. En realidad deseaba cumplir sus expectativas. Así que se dejó llevar una vez más.. arañó el muslo de Gabriel con fuerza, enterrando tanto sus uñas que dejó una estela roja salpicada de sangre en la piel.
Gabriel sintió los arañazos de Camilo. Rasguños tan exquisitos que sintió punzadas en el sexo mismo que soltó otra pequeña dosis de líquido preseminal. Gabriel jadeó como loco pero aunque aquello le encantaba llegó a un punto en que deseo algo más. Se sorprendió porque a pesar de ser tratado exactamente como le gustaba y justamente por la persona que más amaba, ahora su pecho ardía por otro anhelo. Se mordió los labios con fuerza antes de decidirse a gritar:
— ¡Madrigal! —gritó la palabra clave.
Camilo se detuvo en seco. Tanto él como Bruno miraron preocupados, con expresiones confusas. Bruno se apresuró a desatar las manos de Gabriel.
— Lo siento —dijo Camilo, apenado mientras quitaba una a una las pinzas de la piel de Gabriel—. Fui demasiado lejos. ¡Perdóname! ¿Te lastimé? —Camilo llegó hasta la venda de los ojos y la retiró para encontrar la enternecedora pero insegura mirada de Gabriel.
— No, no. No te preocupes, todo ha sido excelente —dijo tímidamente, sin saber cómo continuar mientras Camilo frotaba con delicadeza las marcas que las pinzas habían dejado en el pecho de Gabriel—. Es solo que… bueno, creo que quiero algo diferente… esto es extraño para mí, jamás me había pasado.
Camilo lo miraba a los ojos, todavía tratando de calmar los estragos de las pinzas. Los verdes ojos de Camilo esperaban pacientemente con las cejas inclinadas a los lados debido a la preocupación. Sus labios entreabiertos suspiraban sutilmente.
— Bien dime lo que quieres y trataré de hacerlo —dijo Camilo, tratando de adivinar qué locura tendría que hacer ahora. No sabía si estaba listo para más.
Pero Gabriel se levantó para besarlo en los labios.
— No quiero rudeza. No quiero dolor solo quiero… quiero que seas tierno conmigo —susurró sobre sus labios. Después los ojos de Gabriel se encontraron con los de Bruno. Lo tomó por la nuca y lo acercó para besarlo también—. Quiero que los dos lo sean. Intensos sí y algo salvajes pero no quiero vendas, ni golpes ni nada de eso. Esto me da algo de vergüenza porque es nuevo para mí pero tengo que pedírselos.
Bruno le sonrió. Acarició su rostro con dulzura y besó su mejilla.
— No seas tonto, no tienes por qué avergonzarte por eso.
— Gabu es idiota a veces —dijo Camilo con una radiante y alegre sonrisa en los labios—. Pudiste decírmelo antes. Yo habría sido más suave contigo si es lo que querías.
Camilo tomó la mano de Gabriel, entrelazando los dedos con intensidad. Recostó nuevamente a Gabriel al tiempo que lo besaba con ternura sin dejar de sonreír.
Bruno los observó. Él en realidad los quería a los dos. Los quería para él pero comprendía lo que estaba pasando en ese momento. En las pocas veces que se había acostado con Gabriel se dió cuenta de lo sexual y fetichista que era por lo que no le costó entender por qué ahora cambiaba su forma de hacerlo: Ellos dos por fin habían confesado sus sentimientos y ahora Gabriel le entregaba todo el amor que había guardado para Camilo durante años. Bruno tenía la suficiente consideración para apartarse por un momento y dejarlos ser.
Gabriel envolvió el cuello de Camilo con sus brazos. El ritmo era lento, pero intenso y sumamente profundo. Camilo se movía con una pasión guiada por una calma demencial y vehemente, llegando tan adentro de Gabriel como podía. Camilo veía atentamente los mágicos ojos de Gabriel causando que el moreno se ruborizara cada vez más.
— ¿Te gusta así? —preguntó Camilo.
— Sí, está perfecto.
— Tal vez un poco más fuerte —dijo Camilo aumentando la velocidad con la que movía la cadera.
— ¡Aaah! ¡Ah! Sí, sí eso está bien… —gimió Gabriel.
Camilo se dejó caer en el pecho de Gabriel. Lo cierto es que sentía que todo era diferente a la primera vez que estuvo con él. Llenó los hombros de Gabriel con tiernos besos, incrementando el compás de sus embestidas hasta que ambos chicos terminaron jadeando uno frente al otro. No era fácil comprender las emociones que se estaban apoderando de él. Aquel paso de ser amigo a ser amante y finalmente amado era un cambio extremo pero era fácil perderse en eso. Cerró los ojos y solo disfrutó del creciente cariño que afloraba cada vez más en su piel mientras el calor del cuerpo de Gabriel lo envolvía.
Al abrir los ojos Camilo pudo ver a Bruno apartado, observando la escena de los dos jóvenes. ¡Cuánto lo amaba! Amaba a aquel hombre que lo miraba follarse a otro y simplemente sonreía, sonreía porque en el fondo sabía que nada jamás podría quitarlo del lugar tan especial en que él mismo Camilo le había otorgado.
— ¿Qué estás haciendo allá? Ven aquí, por favor —dijo Camilo.
— En realidad quiero darles un poco de espacio —respondió Bruno.
Gabriel sonrió al escucharlo, le tendió la mano haciendo un movimiento para que se acercara.
— Ven con nosotros —dijo Gabriel. Invitándolo con una mirada cargada de deseo.
Camilo le dió un lengüetazo en la mejilla a Gabriel sin apartar los insinuantes ojos de Bruno.
— ¿Vas a decirme que no quieres cogernos a los dos? ¡Por favor! Mira como se te ha parado.
Gabriel se impulsó adelante, haciendo que Camilo se sentará sobre la cama. Se subió a su regazo y contoneó la cadera ferozmente, enterrándose a sí mismo el falo de Camilo. Saltaba enloquecido, haciendo a Camilo soltar gemidos. Los dos mantenían la vista fija en Bruno, excitados de tenerlo a él viéndolos follar así. Gabriel, perdido por la morbosa sensación de ser observado, se levantó hasta casi sacar el miembro de Camilo y se dejó caer clavandoselo una vez más. Camilo gritó, llevó sus manos a las caderas de Gabriel y lo hizo repetir el movimiento una y otra vez frente a la caliente mirada de Bruno.
Preso de una lujuria incontenible, Camilo comenzó a moverse con mayor fuerza, abriendo las piernas de Gabriel. Los ojos de Bruno comenzaron a brillar de un sutil verde fluorescente que iluminó su rostro y Camilo se perdió en aquella sensual imagen.
— ¡Camilo! —gritó Gabriel, levantando el rostro y alzando los ojos hasta ponerlos en blanco— ¡Voy a venirme! ¡Por Dios! ¡Voy a venirme, no puedo más!
Camilo lo penetró nuevamente con fuerza.
— Aahh!! Correte Gabu, deja que Bruno vea cómo hago que te corras!
Gabriel dejó salir su semen sobre el pecho de Camilo. Sintió su interior contraerse una y otra vez mientras su miembro expulsaba su esencia sobre Camilo. El menor, al sentir el tibio semen de Gabriel en su piel, comenzó un vaivén tan frenético que lo hizo alcanzar el orgasmo, derramándose dentro de Gabriel.
Los dos chicos terminaron respirando con dificultad, Camilo recargó el rostro en el pecho de Gabriel, percibiendo el corazón de este golpeando su mejilla. Besó sus pecho con dulzura, mientras Gabriel llevaba sus manos a la castaña cabellera, envolviendola en cariños.
Gabriel le dió un beso en la frente a Camilo, pero después bajó de sus piernas sentándose en la cama apoyando la espalda contra la cabecera.
— Ven aquí —le dijo Gabriel a Camilo, mientras le tendía la mano. Camilo la tomó y dejó que Gabriel lo guiará hasta sentarlo frente a él, en el espacio entre sus piernas, apoyando la espalda contra el pecho de Gabu. En esa posición estaban de frente a Bruno.
Gabriel hizo que Camilo alzara y separara las piernas.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Camilo. Con algo de timidez.
Gabriel llevó su mano hasta la entrada de Camilo y lo abrió con los dedos, para que Bruno frente a ellos pudiera verla.
— He visto como te mira Bruno —dijo Gabriel—. Solo quiere hacértelo y lo hemos descuidado un poco.
Camilo sonrió al ver los ojos aún iridiscentes de Bruno. Ladeó un poco la cabeza y permitió que Gabriel lo tocara y lo abriera para Bruno. Su tío terminó por sonreír, avanzó a gatas sobre la cama para llegar a él. Por algunos instantes no intervino sino que se quedó de rodillas, observando el pequeño abujero siendo abierto y mostrando el interior.
— ¿Es cierto Bruno? ¿Crees que te hicimos a un lado? —preguntó Camilo.
Bruno sujetó los muslos de Camilo y levantó las piernas ligeramente encorvadas, separándolas mientras seguía observando.
— No importa en verdad porque ahora no voy a dejarlos —murmuró Bruno.
Gabriel tuvo la gentileza de abrir por completo a Camilo así que Bruno solo llevó el miembro hasta ahí y lo deslizó en el interior. Camilo hizo un gesto de placer y descansó la cabeza en el hombro de Gabriel. Bruno lo penetró impaciente, dejándose caer hasta llegar al fondo de Camilo quien soltó un grito placentero.
Camilo apenas se recuperaba de un orgasmo cuando Bruno ya estaba allí penetrandolo.
— ¿Así será siempre tener dos novios? —preguntó Camilo con la voz interrumpida por los movimientos de Bruno—. Puedo cogerme a uno y que el otro me coja inmediatamente después ¡Aahhh! —gritó cuando Bruno levantó su pierna derecha en el aire y embistió con fuerza a Camilo.
Bruno estaba demasiado excitado. Apoyó la pierna levantada de Camilo en su hombro y sujetó sus muslos para follarlo con más intensidad. Adoraba el rostro de Camilo con los ojos entrecerrados y las mejillas sonrojadas, abriendo la boca para gemir con cada estocada. Gabriel abrazaba a Camilo por el pecho, le daba pequeñas mordidas en la oreja, lamía su lóbulo y cuello. Camilo inclinaba más la cabeza, dejando que Gabriel hiciera con él lo que quisiera. Bruno pudo ver cómo Gabriel dejaba chupetones en el cuello de Camilo mismos que se mezclaban entre los que él había dejado.
— ¡Bruno! ¡Estoy demasiado caliente! ¡Aaaahhh! —gritó Camilo—. ¡Más rápido por favor, más rápido!
Bruno obedeció, moviéndose con gran velocidad. Gabriel, por su parte, encontró el pene de Camilo y lo acarició lentamente antes de envolverlo con su mano y comenzar a masturbarlo duramente.
Camilo tenía la mente y el cuerpo viviendo su perfecta fantasía. Cerraba los ojos y percibía las brutales embestidas de Bruno, mientras su miembro era acariciado por Gabriel, mismo que le besaba el cuello y lo mordía candentemente. Camilo experimentó el deseo de desvivirse por ellos, de caer rendido para dejar que sus dos novios hicieran con él lo que quisieran.
De pronto Bruno salió de su interior, lo que causó una molesta sorpresa para Camilo pues le pareció haber sido arrancado del mismo cielo. Bruno le ofreció la mano, invitándolo a levantarse.
— Date la vuelta —le pidió Bruno.
Camilo se giró, poniéndose a gatas sobre la cama. Con su rostro de frente al de Gabriel quien le sonrió con cariño. Apenas estaba terminando de colocarse en aquella posición cuando Bruno volvió a invadirlo violentamente, golpeando con fuerza en su interior.
Camilo jadeaba mirando de frente a Gabriel, con el rostro a pocos centímetros del suyo mientras era follado por Bruno. Una de las embestidas de Bruno fue tan potente que impulsó a Camilo hacía adelante y éste se la arregló para aterrizar suavemente en los labios de Gabriel y besarlo. Él se quedó quieto besando a uno mientras el otro lo penetraba como un desquiciado. Camilo dejó de besarlo y bajó para meterse la verga de Gabriel en la boca. La tomó con ambas manos y saboreó cada centímetro de ella. La devoraba con desesperación. Al poco tiempo el mismo Gabriel comenzó a moverse tirándose la adorable boca de Camilo, que lo recibió encantado.
¿Qué más podía pedir? ¿Qué podía ser mejor que aquello? Tener a los dos hombres a los que adoraba, haciéndoselo a la vez. El sexo se le había vuelto a poner duro, porque claro, todo aquello era una bomba de placer. Quería gritar pero su voz terminaba ahogada en el miembro que estaba ocupando su boca entera. Sentía que estaba a punto de correrse, pero deseaba mucho más.
Se enderezó sobre sus rodillas, haciendo que el miembro de Bruno saliera de su interior y sin pensarlo se movió al frente para dejarse caer de una metiéndose el falo de Gabriel.
Gabriel se sorprendió, abrió los ojos por completo volviéndose a ruborizar por milésima vez aquella noche. Y es que no había soñado siquiera con la dicha de ser él quien tomara a Camilo, pero lo tenía ahí saltando locamente sobre él al tiempo que se giraba para besar a Bruno y masturbarlo. Gabriel podía haber tenido un maldito infarto entonces y sabría que habría muerto de amor por ese candente muchacho.
— Perdona —dijo Camilo sobre los labios de Bruno—. Los quiero a los dos, los quiero a ambos.
Camilo se rodó para caer sobre la cama, con Gabriel sobre él. Las manos de Camilo llegaron al trasero de Gabriel y le lanzó una lasciva mirada a Bruno.
— Metesela.
Bruno sonrió. Le gustaba cuando Camilo se desesperaba tanto que no tenía idea de qué hacer para satisfacerse. Era como si su sobrino quisiera hacer todo al mismo tiempo y eso resultaba encantador. Así que, bajo la solicitud de Camilo y su propio deseo, llevó su miembro hasta Gabriel y lo penetró. Era suave y apretado. Le había encantado aquella sensación desde el primer momento y ahora estaba decidido a disfrutarlo cada vez que pudiera.
— ¡Aaaahh! —jadeó Gabriel, al sentir a Bruno entrando en él—. Esto es demasiado.
Gabriel comenzó a moverse. Hacérselo a Camilo era lo mejor que había sentido en su vida y sumado al enorme sexo de Bruno dentro de él la cosa se volvía de otro mundo. Camilo lo besó, a la vez que movía sus caderas al mismo ritmo que él. Los tres estaban enfrascados en un ardiente frenesí.
Bruno abrazó el torso de Gabriel y lo hizo incorporarse lo suficiente para besarlo.
— Eres una maldita máquina de sexo —dijo Gabriel en los labios de Bruno— ¿Por qué diablos coges tan bien?
— Porque son hermosos —le respondió Bruno—. Quiero hacer esto cada día de mi vida —volvió a besar a Gabriel una vez más, enamorado de los gruesos labios del chico.
Camilo estaba fascinado por los dos. Los adoraba en serio. Sin embargo al verlos besándose de esa forma un nuevo torrente de emociones se desató en él. Y aunque quiso detenerse terminó por soltar sus pensamientos que brotaron de la nada para llenar aquél ambiente de pasión irrefutable.
— ¡Ustedes no pueden volver a hacerme eso! —gritó más afligido de lo que esperaba. Su pecho comenzó a arder cuando las palabras se formaron en sus cuerdas vocales.
Bruno y Gabriel se quedaron paralizados y lo miraron desconcertados para encontrar al menor de los tres con una mirada acuosa y herida.
— No quiero que vuelvan a hacerme a un lado —continuó Camilo, con voz lenta y nostálgica que logró hacer que los otros dos percibieran en el la piel el dolor al que Camilo se enfrentaba—. Yo los quiero a los dos. Estoy loco por ambos pero… pero me mintieron. Me hicieron a un lado y eso me destrozó… Y no soportaría que lo hicieran de nuevo así que si en algún momento quieren seguir solo ustedes … Si de pronto deciden eliminarme de esto, por favor solo díganlo. Porque otra mentira no la soportaría.
Se separaron. Bruno tomó la mano de Camilo y lo ayudó sentarse en la cama. Camilo se quedó con la mirada baja. Se sentía un tonto por explotar de aquella forma tan absurda justo en un momento en el que creía que todo era perfecto. Pero su traicionero corazón le había jugado una mala pasada. Bruno se sentó a su derecha y Gabriel a la izquierda. Éste le acariciaba el cabello mientras el mayor frotaba sus hombros con una delicadeza de la que apenas le dejaba sentir el tacto.
— No fue mi intención lastimarte, te lo juro —le dijo Gabriel, llevando un rizado mechón detrás de su oreja. Su voz se esforzaba en mantener la serenidad aunque estaba claro que ver a Camilo así le partía el alma—. Te aseguro que Bruno tampoco.
— No querría dejarte —dijo Bruno colocando sus dedos bajo el mentón de Camilo y levantando su rostro para encontrar su perturbada mirada. Bruno sonrió dulcemente intentando calmar el incontenible tumulto de pensamientos de su sobrino—. Tú eres lo que nos une. Eres lo que más amo. No podría vivir sin ti. No soy tan fuerte.
Camilo dejó aparecer una sonrisa conmovida. Los ojos de Bruno y el sincero arrepentimiento implicado en su voz, depositaron un atisbo de esperanza en el pecho de Camilo.
— ¿Lo dicen en serio? —preguntó Camilo débilmente.
Gabriel se acercó, con sus dedos dibujó una línea imaginaria desde el cuello de Camilo hasta su hombro, donde depositó una secuencia de frágiles besos.
— Por supuesto —dijo Gabriel.
Bruno sujetó el enardecido rostro de Camilo y plantó un beso en sus labios, sintiendo la suavidad de su dulce boca. De pronto aquel beso se volvió un enredado desafío de emociones confusas mezcladas entre sí. El menor envolvió el cuello de Bruno con sus brazos mientras sentía la cercanía de él, su tibio pecho chocando contra el del otro. De pronto el deseo y la pasión que los embargaba cobraron un significado diferente. Ya no era un simple impulsó sexual sino la búsqueda de una reconciliación emocional. Como si con aquello pudiera borrar las huellas de la angustia que amenazaba el alma de Camilo.
Bruno lo subió a sus piernas, concentrado en el latir del corazón de Camilo que podía sentir contra el suyo. Pronto volvió a entrar en él, Camilo suspiró enamorado al sentir la humedad y la tibieza de los labios de Bruno.
Lo único que Gabriel quería era desvanecer esa sensación en Camilo. Pasó las manos gentilmente por la nuca y la espalda de Camilo y llevó sus labios a su oreja misma que besó suavemente. No tardó nada en percibir que el chico correspondía sus caricias acercando los dedos a su mejilla.
Camilo subía y bajaba lentamente por los movimientos de Bruno. De alguna manera había logrado abrazar a ambos y quería quedarse así. Quería disfrutar ese momento en que los dos centraban su atención únicamente en él. Fuera del egocentrismo, estaba maravillado por la experiencia de ser amado por los dos a los que él amaba mientras sus gemidos se escapaban lentamente. Cerró las manos sobre el cabello de Bruno, jalandolo con pasión. Giró su rostro y besó a Gabriel.
— Gabriel yo quiero… quiero que me la metas también —declaró Camilo pasando su lengua por el labio inferior de éste—. Hazlo ahora. Los quiero a los dos adentro a la vez.
— ¿Estás seguro? Es más doloroso de lo que parece —preguntó Gabriel, divisando las coloradas mejillas de Camilo.
Bruno penetró a Camilo llevando al límite su sensibilidad. Él cerró los ojos, presionando los párpados al sentir como Bruno invadía por completo su interior.
— Sí, sí quiero. Hazlo ahora por favor.
Gabriel asintió lentamente. Sus ojos se encontraron con los de Bruno que parecía deleitarse solamente con imaginarlo. Así que sujetó su miembro y lo llevó hasta la entrada de Camilo, separando levemente la piel.
— Por favor dime si es demasiado para ti. Yo me detendré en cuanto me lo pidas —le indicó Gabriel.
Camilo se mordió los labios y prometió hacerlo.
Gabriel se empujó lentamente hacia adentro. Camilo soltó un gemido por el dolor. Enterró sus uñas en el hombro de Bruno quien besó su sien para consolarlo. Gabriel entró un poco más provocando un espasmo en el cuerpo de Camilo.
— No te detengas —indicó Camilo, después con un tono pasivo e indefenso le agregó—. Llévalo hasta adentro, es una orden.
Gabriel, ciego de amor y cariño, obedeció metiendo su miembro hasta el fondo.
Ciertamente era doloroso casi insoportable por eso Camilo no entendía cómo algo tan tortuoso tenía un efecto tan satisfactorio. Tal vez no lo habría encontrado así si no tuviera el ferviente anhelo de ser poseído por los dos. Se quedó quieto cuando los dos comenzaron a moverse como si estuvieran sincronizados.
Lo que caracterizaba a Camilo era la forma en que se dejaba llevar por su carácter hipersexual gritando y moviéndose fogosamente pero está vez no sucedió así. A pesar de que el placer de tener ambos miembros penetrandolo casi al punto de lastimarlo, era indescriptiblemente perfecto, Camilo se quedó quieto y en silencio. Estaba totalmente concentrado en la manera que sus dos novios se movían cada vez más y más rápido pero más que eso en la dicha de estar con ellos.
Bruno comenzó a jadear descontrolado. Le daba la impresión de que su pecho estallaría en cualquier momento. A pesar de que ya habían hecho algo parecido semanas antes está vez parecía ser algo nuevo. Y es que sabía que podía dejarse llevar y que al final los dos chicos seguirán siendo suyos en cuerpo y alma. Así que dejó que sus sentimientos crecieran de la misma forma en que la pasión de su ritmo crecía fervientemente. Tomó la mano de Gabriel, entrelazandola con la suya y después se dejó llevar. Golpeó con fuerza el interior de Camilo que se rehusaba a gritar conteniendo los adorables sonidos de su voz con desesperación.
Para Camilo se volvió imposible mantener el control. Sus sentidos estaban aturdidos y sus mejillas ardían cada vez que los dos se adentraban en él. Cuando los dos lo penetraron con fuerza mientras uno de ellos (para ese punto su mente estaba tan elevada que no tenía idea de cuál de ellos hacía qué cosa) dejó salir un potente grito.
— ¡¡AAAHHH!!! ¡YO… YO…! ¡YO LOS AMO! ¡LOS AMO A LOS DOS! —gritó fuertemente cuando su miembro explotó expulsando su semen en el momento en que un desgarrador orgasmo se apoderó de él.
Aquello por supuesto hizo que la delirante lujuria asaltara a los otros dos, haciéndolos correrse a la vez. Bruno no perdía de vista la devoción en la mirada de Camilo mientras se sacudía por las contracciones del orgasmo.
Camilo creyó que iba a desmayarse, por el dolor, por el placer y sobretodo por el amor que ya no cabía dentro de él y que no encontraba ni las palabras ni los medios suficientes para expresar. Extenuado, dejó que Gabriel lo levantará para después recostarlo suavemente sobre el colchón. Su pecho se expandía y contraía tratando de respirar.
— ¿Estás bien? —le preguntó Bruno cariñosamente.
— Sí, estoy bien —afirmó dócilmente con una voz agitada.
— Iré a traerte algo para que deje de dolerte —dijo Bruno con una amable sonrisa.
Estaba por levantarse cuando Camilo tomó su mano.
— ¡No! —exclamó—. No quiero que me des nada que me quite esta sensación. Estaré bien, el dolor se irá pero aún los siento dentro de mi y quiero que siga así tanto como pueda. Ahora recuestense conmigo por favor.
Los dos morenos sonrieron. Se acomodaron a cada lado de Camilo y ambos los consintieron esparciendo delicadas caricias en su pecho y rostro.
— Dijiste que nos amas —dijo Gabriel con los labios pegados a la mejilla de Camilo—. Has dicho que me quieres pero ¿Me amas?
Camilo rió encantado.
— Claro que te amo —respondió besando sus labios, después se volvió para hacer lo mismo con Bruno—. También a ti te amo.
Estaba feliz, se sentía completo y en plenitud recostado entre sus dos amores, siendo abrazados por ambos. Dejó salir un lento suspiro. Luego abrió los ojos de golpe cuando una idea le llegó a la mente.
— ¡Oh diablos! —dijo Camilo con verdadero terror—. Dolores debe odiarnos a los tres por hacerla escuchar esto de nuevo.
Gabriel comenzó a reírse sin control.
— ¡Es cierto! Estaba tan enojada conmigo hoy. Va a matarme.
— Tendrá que acostumbrarse —dijo Bruno, levantándose para besar a cada chico en kid labios y sonreírles con dulzura.
Y era verdad pues aquella sería la primera noche de muchas que pasarían juntos.
Más que una relación sexual, se volvió una verdadera relación. Una relación completamente fuera de lo común pero no importaba. No podía importar en realidad porque el amor que se tenían era tan intenso que todos los convencionalismo cayeron por la borda.
Solo tenían un objetivo: ser felices los tres. Y eso resultaba ser lo más sencillo de todo si estaban juntos.
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No tienen idea de lo mucho que me costó escribir este Cap. Atravesé un bloqueo horrible pero de alguna manera se logró. Creo que perdí el don para escribir porno.
¿Alguien tiene alguna pregunta sobre este fic? Con gusto la responderé
Gracias por haber leído esta historia que llega a su fin con este capitulo. Dos caps más largo que la idea inicial. Los quiero mucho!!
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