08

Misuk

"Noche de estrellas"

Nunca había vestido de esta manera, aunque en los últimos días no había estado haciendo nada de lo que normalmente hacía, así que ponerme un vestido no me iba a matar a esas alturas. Decidí por mi misma tomarme las palabras del señor Jeon enserio. Por llevar menos ropa y más bonita no iba a dejar de ser monja.

El vestido era blanco, y me había atrevido a ponerme zapatos de tacón también. Esta vez, cuando me miré al espejo, maquillada y peinada de una manera bonita, me sentí demasiado bien. Me sentí la chica mas hermosa al verme. Yo era hermosa y podía vestirme bonito.

Bajé las escaleras con seguridad a pesar de que los tacones dolían un poco en los pies, nada que no se pudiera aguantar. El señor Jeon me esperaba sentado en el sofá entretenido con su teléfono. Cuando se dio cuenta de que iba bajando casi su teléfono se hace astilla contra el suelo, de un momento a otro me sentí muy nerviosa, la mirada profunda y penetrante del señor Jeon era muy intimidante. Sus ojos negros parecían observar más allá de lo que tenía para ver al frente. Pero el señor Jeon no me miraba con desprecio o con odio, el señor Jeon me miraba con deseo, pasión, admiración, me observaba como si fuera un objeto muy bonito del cual no se cansaría nunca de mirar.

Y no me desagradaba para nada.

El señor Jeon pareció entrar en shock al verme. Tragó saliva y no pudo reaccionar durante un rato a pesar de que estaba ya abajo. Se puso de pie y caminó hacia mi. Incluso ahí no pudo articular palabra.

—Estoy lista —dije.

El pestañeó y sonrió un poco.

—Me acabo de dar cuenta —aquello me hizo sonrojar.

Una de sus manos subió a mi mejilla y la acarició suavemente. Su mano me produjo un cosquilleo parecido al que había sentido cuando me acorraló contra la estantería de la televisión, o cuando logró subirme la autoestima y seguridad en el vestidor la otra vez. Era un cosquilleo que amenazaba con explotar pero no tenía idea de qué significaba.

Su dedo pulgar separó mi labio inferior del superior y ambos nos miramos a los ojos.

En los ojos del señor Jeon no habían cosas buenas, pero tampoco todo era malo. Sin embargo, su miraba imponía muchísimo.

—Estás hermosa, Misuk —no mencioné palabra y él me soltó alejándose.

Yo recuperé todo el aire que me faltaba y luego lo seguí para salir de la casa.

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El señor Jeon vestía bastante bien, cualquier ropa, incluso la más desaliñada su cuerpo haría que se viera bien, porque tenía buen físico, y estaba acostumbrada a verle en trajes, pero especialmente hoy lo veía más guapo que de costumbre. Su cabello largo estaba peinado hacia abajo, con algunos mechones que le caían en la cara, vestía pantalones de pinza negro y una camisa blanca como la nieve con las mangas subidas hasta los codos mostrando sus tatuajes y unos botones sueltos mostrando su pecho. El piercing del labio le relucía cada vez que se lamía los labios como si tuviera esa mala maña. Sin duda, el señor Jeon debía de traer a media población femenina detrás.

—Reservación de mesa para dos —dijo el señor Jeon una vez habíamos llegado a nuestro destino.

Nunca había visitado un restaurante tan bonito como este. Era un poco a fueras de la ciudad, un restaurante que parecía bastante caro y rústico. Parecía un sueño de lo hermoso que era, todo era de cristal y desde adentro teníamos una vista increíble de la cuidad a lo lejos, y estar en el último piso de un edificio lo hacía más espectacular. Jungkook sujetó mi mano al caminar. El lugar estaba casi vacío cuando entramos, una mujer nos llevó a la que supuse que era nuestra mesa y nos sentamos. Obtuvimos un puesto justo al lado de los grandes ventanales de cristal.

—Wow, esto es increíble —mencioné fascinada mientras veía las luces de Seúl desde aquí.

—Hay lugares en Seúl que son fascinantes —dijo él.

—Seguro que si.

Otra mujer distinta a la anterior se acercó para tomarnos nota de lo que íbamos a pedir. Yo no quería ser una molestia y quería pedir poco, pero el señor Jeon era un hombre terco y terminó pidiendo muchísima comida para mí y para él. Yo solo de ver el menú me asusté con los precios, y decidí no mirarlo, o terminaría insistiendo por un vaso de agua nada más, ya que era gratis. También pidió una botella de Champagne que la trajeron al instante y nos la sirvieron en las copas.

—Puedes darle un trago, aquí nadie te verá —sonrió un poco.

—Lo siento, pero no bebo, no creo que beber sea lo mío —dije lo más cortés que pude.

—No puedes saber si es lo tuyo o no si nunca lo has hecho, Misuk, hay muchas cosas que se deben primero probar para luego decidir si son buenas o no —cogió la copa por mí, agarró mi mano e hizo que la sujetara —Solo un trago pequeño, para probar —me guiñó un ojo.

Yo lo pensé durante unos instantes. El alcohol no era bueno para la salud, todo el mundo lo decía. Aún así, estaba haciendo cosas que normalmente no haría, y tomar alcohol, solo un sorbito no creo que me haría algún daño.

Llevé la copa a mis labios y dejé que líquido me los mojara levemente para luego saborear desde ahí. Era asqueroso, tenía que admitirlo, el alcohol no era lo mío definitivamente. Debí de haber echo una cara bastante graciosa al probar porque el señor Jeon soltó una pequeña risa al verme.

—No te gustó para nada —alegó el y yo sonreí apenada.

—Lo siento, pero no —dejé la copa encima de la mesa.

—Es normal, al principio a todo el mundo le parece horrible, sin embargo, las personas lo siguen bebiendo sin medirse —añadió, pude ver cómo con su lengua jugó un rato con el aro de su labio. Bastante tentador, sin duda.

No sabía qué decirle o que preguntarle en momentos así. Pero con el señor Jeon nunca se sabía de qué hablar y eso era un poco molesto. Me mordí el labio inferior bajando la cabeza sin saber realmente que hacer.

—Papá traía a muchas mujeres a cenar aquí, pero a mi madre nunca la trajo, ella siempre se quedaba en casa cuidándome —por un momento me incomodé al oírlo.

¿Qué se decía en momentos así?

Reacciona Misuk, se está abriendo contigo y tú lo estás arruinando.

—Lo siento —no supe nada mejor aparte de disculparme por nada.

—¿Qué sientes? —levantó una ceja.

Yo jugué con mis dedos debajo de la mesa un poco nerviosa. ¿Sentir? Sentía muchas cosas en estos momentos, sentía calor, sentía mi pulso dispararse, sentía su mirada encima de mi, pero no sabía porqué lo sentía en realidad.

—Por lo de tú... Padre —añadí, el le dio un sorbo a la bebida de su copa y luego se lamió los labios quitando los restos.

—Nada que no haya superado ya, así que tranquila —le quitó importancia al instante —Por cierto, después de esto, te llevaré a un lugar mejor —asentí tímidamente mientras el sonreía.

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El señor Jeon condujo bastante tiempo, al rededor de dos horas estuvimos en la carretera, era pasada la media noche y nosotros aún estábamos por ahí. Aunque la verdad es que me la había pasado bastante bien, después de todo el señor Jeon no dejó caer ningún momento, siempre me habló e intentó crear temas de conversación cómodos para mí. Se insinuó varias veces como era normal en él pero me dejó disfrutar de la deliciosa cena y además me hizo reír varias veces con algunas ocurrencias.

Justo ahora me sentía muy cómoda a su lado, y solo hacía que me gustara más.

¿Debería de decirle que me gusta? ¿Si se lo decía que pasaría? ¿Se alejaría? ¿Sería demasiado mojigata para él?

Detuvo el auto, y yo no pude evitar mirar el lugar en donde nos encontrábamos. Me asombré al instante al ver el cielo totalmente estrellado y el reflejo de la luna en la playa. Estaba desierta porque claramente era bastante tarde, y aún así no dejaba de verse hermosa.

Nunca había visitado la playa, y verla por fotos no se acercaba para nada a verla en de verdad. El señor Jeon bajó del auto y abrió mi puerta permitiéndome salir. Mis tacones se hundieron en la arena y decidí agacharme y desabrocharlos para estar más cómoda. Cuando la arena cubrió la piel de mis pies sentí escalofríos.

El señor Jeon me tendió una mano para que caminara junto a él y así lo hice. Nos alejamos del auto. Su mano me proporcionó escalofríos por todo el cuerpo y decidí apretarla un poco. Su mano con la mía se veía bastante bonitas.

Él no lo pensó dos veces en arruinar su ropa para sentarse en la arena, a tres metros si acaso del agua. Yo decidí hacer lo mismo y abracé mis piernas, sintiendo la arena mojada en mis pies.

—La playa es preciosa —dije, fascinada con el cielo estrellado a estas horas.

A pesar de que hacía un frío de muerte, no había nada tan maravilloso como aquello que estaba experimentando.

—Y si le sumas una buena compañía, mucho más —lo miré y me llevé la sorpresa de que me estaba mirando igual.

Sus ojos brillaron como dos estrellas en la oscuridad, se acercó más a mi y con una de sus manos apartó el cabello que me caía en el rostro.

Es hora, Misuk.

—Me gusta, señor Jeon —dije sin pensarlo mucho. Si le daba muchas vueltas no iba a hacer capaz de soltar una sola palabra.

El señor Jeon se quedó mirándome y acarició mi rostro con su mano suavemente, cerré los ojos perdida en la sensación de cosquilleo.

—Sin embargo, no sé qué es lo que debería de hacer con usted si siento esto —me sinceré.

Él se acercó a mí, lo suficiente como para yo sentir su colonia varonil. Vaya, también olía bien.

—Solo dejarte llevar.

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