Capítulo 1: Oportunidades

Seúl, Corea. 8:15 a.m.

En el corazón de Corea, en una prestigiosa universidad, una muchacha se encuentra luchando por mantenerse despierta en su segunda clase del día. Claro que el dormir poco afectaba a su desempeño como estudiante, Chaeyoung sostiene su mentón con la palma de su mano; sus ojos revoloteando para tratar de no cerrarlos. Sabe que si lo hace la profesora se daría cuenta, con esa vista de águila nada se le escapa.

—Psss... Chaeyoung —la chica pelinegra escucha un susurro desde atrás, seguro es Dahyun. No se digna a voltear a donde se encuentra, la vista de águila de la maestra puede descubrirla infraganti—. Chae, necesito hablar contigo de algo importante.

—Señorita Kim, ¿algo que quiera compartir con la clase? —la voz de la profesora rompe el silencio, se vuelve realidad lo que la pelinegra ha estado temiendo desde que comenzó su clase de teoría sobre el color.

Chaeyoung suspira y tensa su cuerpo, ahora el sueño sí que había desaparecido, dejándola en un estado de alerta.

Ella sabe que en esta clase no se puede conversar, ahora muy probablemente sería reprendida y definitivamente es lo último que busca. Al estar ocupada en la semana, se había olvidado de hacer una parte de un trabajo en equipo con sus compañeros de clase, lo que le restó calificación.

—Nada, profesora, lo lamento —. Dahyun se disculpa salvando así el pellejo de su amiga, y la pelinegra no volvió a escucharla hasta el final de la clase.

Chaeyoung cursa su segundo año de carrera en una universidad privada, estudia artes plásticas. Ahí fue en donde conoció a su amiga Dahyun, que normalmente no podía quedarse callada en las clases, no es que Chaeyoung lo hiciera pero últimamente estaba teniendo problemas para mantener la concentración.

Ambas chicas se dirigen al comedor, donde tendrían un pequeño receso de media hora para poder desayunar. Aquella universidad era muy tranquila, en realidad a nadie le importaba la vida de nadie, a nadie le importaba cuanto dinero pueden generar tus padres al mes. A nadie le importaba con quién estás en una relación y a nadie le importaba la vida personal de los demás. Tal vez era porque estaban muy ocupados estudiando para su futuro.

Al llegar a una de las mesas del fondo, se encuentran ya desayunando Tzuyu y Jihyo. Ellas estudian carreras diferentes y asisten a diferentes cursos, así que esa media hora era la única oportunidad que tenían para platicar con sus dos amigas.

—Te lo he dicho Dahyun, no pienso perder un día en el trabajo y una práctica para ir a ese evento. No tengo tiempo —Chaeyoung le dice de manera cortante a su amiga de piel pálida, las demás en la mesa las ven con curiosidad, pues parece que ambas chicas mantienen esa conversación desde antes de llegar a desayunar.

—¿Ahora que traen ustedes dos? —pregunta Jihyo con una ceja elevada mientras las apunta con el tenedor, a su lado Tzuyu como siempre se dedica a observar.

Mientras Jihyo es dueña de una personalidad fuerte e inquisitiva, Tzuyu era una persona más tranquila. No opina mucho sobre cosas que no le corresponden, pero tiene un carácter de cuidado, no quisieras verla enojada.

—Chaeyoung no quiere ir a la subasta de las que les platiqué hace unos días.

Jihyo ahora sabe de lo que se trata. Dahyun les había hablado sobre una subasta benéfica que se llevaría a cabo en una semana, en dicha subasta se expondrán obras y lo recolectado iría a fundaciones a lo largo de Corea y Japón en favor de niños huérfanos. La madre de Dahyun es una de las organizadoras, misma que aceptó hacerle un lugar a la mejor amiga su hija, porque sabe las circunstancias que enfrenta todos los días.

—Ya te lo dije, no iré a perder el tiempo. Tengo cosas que hacer, no todas nacimos en cuna de oro —. En el momento en el que lo dice se arrepiente, al ver la expresión de incomodidad de sus amigas siente culpa.

Si bien, ella no poseía lo mismo que sus amigas, estudia en esa universidad debido a una beca que le costea todos los gastos. Beneficios de ser una deportista desde pequeña. Sin embargo, lo anterior no quita el hecho de lo grosera que ha sido, esas tres mujeres lo único que quieren es ayudarla, pero Chaeyoung cree que puede sola.

—Lo siento, he tenido una semana sumamente ajetreada y no debería recargar sobre ustedes. Pero la realidad es que no tengo tiempo, tengo que cuidar a mamá e ir a trabajar.

—Escucha lo que tiene que decir Dahyun, Chae —esta vez fue Tzuyu, sorprendiendo a las presentes por el simple hecho de opinar sobre un tema en el que no se pidió su punto de vista —. Podría hacerte cambiar de opinión.

—¡Está bien! Pero una vez tome una decisión, no quiero hablar más del tema —. Jihyo asiente y Dahyun comienza a hablar.

—Resulta que al presentar la obra, puede que alguien la compre, por supuesto. Las ganancias van a fundaciones para niños sin padres, pobres niños... —Dahyun hace una pausa y suspira pensando en lo difícil que sería crecer sin padres—. La cuestión aquí, es que no podemos simplemente tomar obras de artistas jóvenes, que es lo que busca mi madre. Apoyar al talento jovén y dar de comer a niños. Por lo que el cinco por ciento de la suma final, iría a tus bolsillos si alguien decide pagar por lo que presentes, Chae. —Ahora la pelinegra está interesada en lo que la chica de piel pálida tiene para decir —. Oportunidades así no se presentan todos los días, convencí a mamá de dejarte llevar una de tus obras.

Chaeyoung sabe que no lo puede dejar pasar, ella dirige su vista hacia sus amigas, quienes la ven esperando a que recapacite. Ellas siempre han querido que Chaeyoung salga adelante, pero por los obstáculos que la vida le ponía muchas veces no podía explotar su talento. La chica tiene muchas cosas de que encargarse. Sin embargo, podría ser que ese pequeño porcentaje le ayudará a respirar más tranquila al menos por un par de meses, tiene una idea de la cantidad que pueden llegar a pagar personas como los padres de sus amigas. Lo iba a intentar.

—Pensaré en qué obra puedo presentar, Dahyunnie —dice la pelinegra haciendo sonreír a sus amigas, se levantan y la envuelven en un abrazo. Un abrazo apretado, y Chaeyoung siente que tiene una oportunidad.— Me tengo que ir, el entrenamiento comienza pronto. Hasta luego chicas.— Chaeyoung lanza un beso antes de irse corriendo y sus amigas se dedican a terminar de comer, sabiendo que la menor se fue sin terminar su almuerzo.

—Señorita Yoo, quisiera pedirle un favor.

Ahora Chaeyoung se encuentra en la panadería que trabaja medio tiempo, llevaba unos cuantos meses con el puesto de cajera. Trabajar ahí tiene sus ventajas, como que no hay muchos clientes y puede completar tareas en sus tiempos libres o que la Señorita Yoo, quien es su jefa, le regala una bolsa de pan al final del día. Chaeyoung realmente ama el pan dulce.

Aquel lugar era muy bonito, sus paderes eran completamente blancas y los estantes donde se encontraban bandejas de pan recién horneado eran de color café, creando una paleta de colores relajantes y acogedores. Chaeyoung cree que la Señorita Yoo hace un gran trabajo manteniendo su negocio.

La Señorita Yoo la mira desde un estante de panes, está rellenando las bandejas vacías— Dime, Chaeyoung ¿qué necesitas? —pregunta la mujer rubia y la mira por unos segundos elevando la ceja derecha. Ciertamente su única empleada nunca le había dado problemas, era eficiente y muy educada con los clientes.

De hecho Yoo Jeongyeon no necesitaba ningún empleado, pues es un negocio relativamente pequeño y con la ayuda de su hermana tenían todo controlado, pero cuando aquella jovén llegó a su local pidiendo trabajo, vio desesperación en aquellos ojos así que decidió darle el trabajo de medio tiempo y uno que fuera fácil de llevar. Ponerla a hornear panes dulces no sería buena idea.

—El viernes entrante se hará una subasta de obras de arte, una amiga me hizo un lugar y puede que venda alguno de mis cuadros. Me preguntaba si puedo cambiar mi día de descanso por única ocasión —Chaeyoung habla rápido, pues está nerviosa. Nunca ha solicitado un trato especial a su jefa, pero esta vez en realidad lo necesita—. Si me da el día viernes, vendré el martes a cubrirlo, lo juro —dice Chaeyoung mientras junta sus manos e inclina su cabeza hacía adelante, haciendo una leve reverencia. Sus cabellos negros y cortos cubren su rostro sonrojado.

—Está bien, muchacha. Puedes tomarte el día y no te preocupes por el día de descanso. Te lo mereces.

Chaeyoung suspira al escuchar a su jefa y después le da las gracias, haciendo una profunda reverencia. Ciertamente la chica tenía un poco de miedo de perder su trabajo, no le daba para mucho pero con la ayuda que reciben del gobierno por la enfermedad de su madre y el pequeño extra que la panadería le da, completaba para los gastos de la casa.


Horas después, termina su jornada de trabajo.

—¡Mamá, estoy en casa! —Chaeyoung entra a su casa con muchas cosas encima. Carga su mochila de la universidad, su bolsa de entrenamiento y unas cuantas bolsas de despensa, no mucho pero lo suficiente para cocinar alimentos básicos.— ¿Has comido algo? —pregunta a la nada, su madre no está por ningún lado. Con un poco de esfuerzo logra dejar aquellas bolsas sobre la encimera de la cocina y después se deshace de su mochila, contrae los músculos de la espalda y siente alivio al sentir los movimientos, está cansada.

Toma una manzana del frutero y le da una mordida, no se molesta en lavarla pues ya ha salido de la cocina y regresar solo a eso sería un pecado para su cuerpo agotado. Con los pies arrastrando va hacia el cuarto de su madre, la puerta está abierta así que es fácil ver desde afuera que su madre está dormida. Sin hacer ruido, se adentra a la habitación y se sienta al borde de la cama, a su lado su madre está descansando.

Chaeyoung toma un segundo para analizar la habitación de su madre. En el buró se encuentra un vaso sin nada, probablemente era agua potable. A un lado de aquel vaso está un plato en las mismas condiciones y la pelinegra deduce que su madre sí ha comido antes de irse a dormir. En la cama, el cuerpo de la mujer que le dio la vida se encuentra tranquilo, de espaldas a ella y en posición fetal. Chaeyoung toma la manta y cubre el cuerpo de su madre, para después dejar un beso en su cabeza carente de lo que alguna vez fue una bonita melena negra.

Por fin sale de la habitación cerrando la puerta detrás de ella. Recoge su mochila y bolsa de entrenamiento y ahora se encamina a su habitación, que se encuentra en el segundo piso. Con los restos de la manzana en la mano, entra en su santuario y se deshace de lo que sobró de aquella manzana verde.

Su cuarto es el lugar en donde Chaeyoung se relaja, y eso es lo que haría. Se acerca a su escritorio y enciende un pequeño reproductor de música mientras coloca sus cosas de la escuela en el mueble. Mientras escucha aquellas melodías logra ordenar el caos que se encuentra en el lugar.

Deposita la ropa sucia del entrenamiento en un cesto y se dedica a hacer la limpieza general de aquel espacio. Cuando finalmente termina, se quita toda la ropa y entra al baño que se encuentra en el pasillo, su desnudez no era problema pues su madre y ella son las únicas que viven en aquella casa.

Al llegar al cuarto de baño se analiza frente al espejo. Su cabello negro le llega a los hombros, su cara se ve un poco demacrada por la falta de sueño y un día sumamente pesado. Sin querer mirar más allá, porque le da tristeza no cuidar de ella lo suficiente, entra en la regadera y abre las llaves de agua, sin importar lo fría que está.

—Necesitas descansar, Chaeyoung. —dice para sí misma, pero sabe que eso no será posible. Tendría que hacer unas cuantas tareas de práctica y otras teóricas. Además que debía escoger qué cuadro llevar a la exposición de la siguiente semana.

La vida de Chaeyoung es agotadora.

Al día siguiente la alarma suena muy temprano, cinco y media de la madrugada. Chaeyoung gruñe con enojo, no descanso lo que le gustaría haberlo hecho. Afortunadamente la noche anterior había logrado terminar todas sus tareas para la universidad, pero aún no tiene respuesta sobre la subasta del viernes.

Con calma se levanta de la cama y organiza lo que necesitará el día de hoy, por suerte hoy no tendría práctica de voleibol así que no cargaría con la bolsa todo el día. Sale de su cuarto vistiendo unos jeans a la cadera, unos converse altos y una camisa suelta, todo acompañado de una gran hoodie negra para el frío de una mañana en Seúl.

Llega a la primera planta, escucha ruido en la cocina y sabe que su madre le está preparando el desayuno. Chaeyoung suspira, no le gusta que su madre se levante tan temprano pues a ella le parece un esfuerzo innecesario. Sin embargo, al entrar en la cocina abraza el cuerpo de la mujer por la espalda, recarga su mentón en el hombro de Sowon.

—Buenos días, hija. Ayer no escuché cuando llegaste. —Dice la mayor mientras trata de zafarse de Chaeyoung— Hija te amo, pero me estorbas, tengo que hacer tu desayuno.

—Buenos días, madre. Por cierto qué bonita manera de rechazar a tu hija —dice con un tono juguetón, sabe que su madre jamás la rechazaría, ella no. — Llegué temprano a casa, solo que ya estabas dormida y no quise despertarte. De hecho, no deberías estar despierta. Puedo hacerme el desayuno, mamá. No te esfuerces en vano.

—No me esfuerzo nada —Sowon niega mientras sirve aquel omelet en un plato y llena una taza de café para su hija para después ponerlo frente a Chaeyoung que ya se encuentra sentada en el taburete frente a la cubierta de la cocina —. Quien debe cuidarse soy yo, Son Chaeyoung. No hagas enojar a tu madre, estoy calva no invalida.

Chaeyoung decide ignorar aquel intento de broma, ciertamente le duele que su madre esté enferma, pero no puede hacer nada para quitar aquella enfermedad así que se decide a comer. Los minutos pasan en silencio y la señora Son toma asiento con una taza de té entre sus manos, aquellos minutos eran los que podían estar juntas, con más calma.

—Mamá, necesito uno de tus vestidos o algo de ropa formal —Chaeyoung rompe el silencio y su madre eleva una ceja, su hija no es de salir mucho y menos a eventos formales.

—Con gusto, cariño. ¿Para qué lo necesitas? —pregunta mientras acomoda un mechón de cabello, acariciando el cabello de su hija.

—Dahyun me convenció de ir a la subasta benéfica que hará su madre. Trataré de que alguna de esas personas ricas compre una de mis pinturas, si eso pasa me darán el cinco por ciento del total, su madre ha hecho un espacio para mí.

—¡Eso es maravilloso, Chae! —La mujer se levanta y abraza a su hija. Sowon se siente muy culpable de no poder trabajar como se debe, le está dejando una carga a su hija, una carga que no le corresponde. Afortunadamente su tratamiento estaba rindiendo fruto y pronto estaría bien, eso es lo que quiere creer, pues necesita que su hija viva una vida normal—. Te puedo prestar uno que es casi nuevo, te quedará precioso.

Chaeyoung sonríe y abraza de vuelta a su madre, al final de cuentas es la razón por la cual se esfuerza tanto. Después de unos minutos donde la mujer mayor alardea sobre lo buena que es su hija para el arte, Chaeyoung tiene que irse a la universidad. Se despide de su madre y comienza otro día agotador, pero por alguna razón el viernes comienza a ser un día que espera.

 Tiene un buen presentimiento.

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