XXVI

—Puedo ver por qué te eligió a ti. Eres hermoso. Pero apuesto a que tienes un pequeño fuego en ti, ¿verdad? ¿Te gustaría desafiar al gran Hoseok? —Jimin se sobresaltó, la confusión se arremolinaba a su alrededor.

Él necesitaba escaparse. El impostor bajó la mano hasta que encontró el estómago extendido de Jimin y una sonrisa burlona apareció en la cara del hombre.

—Si no pensara que podría matarte arrancaría al pequeño perro callejero —dijo, con los labios retorcidos de diversión —supongo que tendré que esperar diez años antes de que estés listo para reproducirte nuevamente. Pero ello valdrá la pena porque tú serás mío —El temor llenó a Jimin, su corazón dolía cuando el hombre que amaba hablaba sobre asesinar a su bebé.

¡No! Hoseok nunca haría eso. Este hombre se parecía un poco a Hoseok, pero no era él.

Hermano. Por supuesto. Gemelos.

¿Por qué no se lo había dicho Hoseok?

—Tu expresión me dice que sabes quién soy —dijo, arrastrando las puntas de los dedos por la chaqueta del contrario. Incluso a través de la tela, Jimin podía sentir su toque helado —Sin embargo, entraste directamente en la guarida del lobo. A menos que... ¿mi querido hermano no te dijo lo cerca que estamos?

—¿Qué quieres? —Logró decir Jimin. El hombre se encogió de hombros.

—Fue una oportunidad que capté el aroma de mi hermano hace meses. Pero me sorprendió encontrarte —Su toque descendió hasta rozar el estómago de Jimin y éste reflexivamente formó su puño en un golpe —Necesito un heredero. Un omega que pueda brindarme cachorros. Como su gemelo, ambos experimentamos nuestros calores al mismo tiempo y los omegas son tan difíciles de encontrar. Si su semilla está pegada a usted, entonces la mía lo hará —Jimin jadeó cuando el hombre le agarró la nuca y lo obligó a alejarse aún más de la cabaña y de la burbuja protectora.

La ira surgió; enojo consigo mismo por ser tan crédulo; enojo con Hoseok por no decirle que eran gemelos.

—¡No! ¡las garras! —Las uñas se clavaron en la piel de Jimin y él siseó.

—Guarda tus luchas en la cama cuando estemos en pleno apareamiento —dijo el hombre, su diversión hizo que a Jimin se le revolcara el estómago —Me encantaría eso.

Piensa. ¡Piensa!

Jimin se agarró el estómago y se desplomó en el suelo, gimiendo de fingido dolor. El hombre gruñó como el lobo que era y tiró de la cabeza del menor hacia atrás. Los ojos fríos y amarillos lo quemaron y reconoció al lobo que lo había atacado.

—¿Qué está pasando? —Jimin susurró débilmente. El hombre lo soltó y suspiró.

—Bueno, mejor deshazte de eso ahora. Solo esperemos que no tengas un aborto espontáneo antes de que pueda llevarte de vuelta a mi guarida —Antes de que Jimin pudiera responder, fue empujado hacia la nieve y su pantalón bajó por sus piernas, la tela se rasgó.

Con el culo expuesto al hombre, buscó frenéticamente en su bolsillo la pequeña navaja que Hoseok le había dado mientras le mostraba cómo sacarle los sesos a los peces. Sus dedos hicieron contacto con el frío metal y la agarró con fuerza.

—No estás lubricando —gruñó el hombre —Estas seco.

Jimin agarró la daga y luego la clavó en el muslo del impostor, provocando un gemido lobuno de dolor, aprovechó su oportunidad y recogió sus pantalones rotos. Él bombeó sus piernas con todo lo que tenía, si podía entrar dentro de la burbuja, estaría a salvo hasta que Hoseok llegara a casa.

La nieve hacía difícil el correr, pero puso todo lo que tenía en la carrera. Los árboles se adelgazaron y pudo ver la extensión de tierra desnuda que rodeaba la cabaña y el olor del humo de la chimenea.

Su corazón se alzó cuando la cabaña apareció a la vista: unos brazos fuertes y ásperos lo envolvieron y lo levantaron de sus pies. Gruñó y pateó, cuando no pudo liberarse, le echó la cabeza hacia atrás. Su cráneo se conectó con algo sólido y todo se arremolinaba a su alrededor por un instante. Duras maldiciones llenaron sus oídos y el aroma de la sangre estalló a su alrededor. Un fuego abrasador estalló en su hombro cuando el impostor lo mordió, con los colmillos cortando profundamente.

Jimin gritó tanto en agonía como en negación. Seguiría luchando, se prometió a sí mismo. Él no sería tomado vivo. Cuando el malvado gemelo de Hoseok intentó arrastrarlo de vuelta al bosque y alejarse de la seguridad de la barrera, un rugido llenó el área como un trueno.

Un aleteo de esperanza golpeó al corazón de Jimin cuando Hoseok salió disparado del bosque, sus ojos brillaban de rabia, y una boca llena de colmillos que prometía rasgar carne. Jimin se rió y se burló.

—Estás jodido.

Oscuridad.


3/3

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