Maîtres de l'hiver
Adrien se acomodó las holgadas mangas de encaje antes de ponerse de nuevo la chaqueta de seda negra. Estaba ensimismado, totalmente concentrado en no pasar nada de su traje por alto, cuando Marinette se acercó a su espalda. Con suavidad, Marinette le tomó de la mano e hizo que se girara para quedar cara a cara. Adrien apretó las mandíbulas en un intento de evitar soltar un aspaviento fruto de la sorpresa.
Su traje había pasado por multitud de pruebas, más incluso de las que estaba acostumbrado con su padre, todo porque Marinette era una auténtica perfeccionista y se sentía presionada ante todos los ojos que analizarían a Adrien con lupa esa noche. Él se habría sentido culpable por hacerle sentir de esa manera si no hubiera logrado un resultado tan impecable y no la hubiera visto tan orgullosa por ello. Aún recordaba sus enormes ojos brillar emocionados cuando le enseñó el diseño. Estaba tan ilusionada que ni siquiera había prestado atención a que estuvo a punto de fundir el timbre de su casa por el mero deseo de verle. No obstante, no había visto antes el diseño del disfraz de Marinette. Apenas algunos bosquejos, pero ella dedicaba todo el tiempo que pasaban juntos en él. Marinette estaba increíble.
El vestido caía pesado hasta sus pies. La seda negra crujía suavemente con sus movimientos y encima se intercalaban delicadas capas de tul con encaje desde el cinturón fruncido bajo el pecho, dándole un aspecto etéreo. El cuello halter de seda se anudaba en su nuca antes de caer en V sobre su pecho, dejando ver las pequeñas piedras brillantes que adornaban su piel. El escote se cerraba a dos centímetros bajo el pecho con un broche camafeo de bronce.
Marinette, totalmente ajena a la impresión que había causado en Adrien, revisó por última vez su traje. Los pantalones oscuros se amoldaban a la perfección a sus piernas pese a la rigidez de la tela. El chaleco de oscura seda verde podía verse gracias a la chaqueta abierta, los diseños de ramas y hojas brillaban tenuemente ante la luz. Acomodó el cuello alto de la camisa y el collar que lo mantenía cerrado y erguido, una cadena de plata con un rubí en forma de lágrima. Cerró la chaqueta y la abotonó, convencida de que el vestuario estaba perfecto, antes de alzar la mirada para comprobar el maquillaje y el peinado.
Como si hubiera estado hacía apenas unos segundos en plena tormenta, el cabello de Adrien estaba en un completo desorden que aún así era hermoso. Delicados copos de nieve artificial se mostraban intrusos y brillantes entre los mechones. El maquillaje de sus ojos, haciéndole parecer que estaba a punto de derramar lágrimas de sangre, estaba perfecto.
—Estás perfecto —aseguró Marinette, dando su inspección por terminada.
—Tú también —contestó Adrien y entonces Marinette se dio cuenta de que no era la única que estaba haciendo un escaneo completo.
Le picaron los dedos y tuvo el deseo de tocarse el pelo con nerviosismo. Solo el recuerdo de su peinado se lo impidió. Aunque parecía que llevaba el pelo suelto, los mechones se entrelazaban entre sí gracias a pequeñas flores de bola de nieve pintadas de rojo, simulando gotas de sangre. Como reflejo, Marinette clavó la mirada en el suelo.
—Hoy los vas a deslumbrar a todos —comentó Adrien.
—No soy yo quien se llevará la atención —contestó Marinette.
—Créeme que sí, después de esto no van a faltar las personas interesadas en tu nombre.
Y porque Adrien sabía que la gran mayoría de los asistentes de la fiesta eran personas de la generación de su padre, que si no estaba seguro de que Marinette despertaría el interés de más de uno más allá de su enorme talento. El alivio que sintió Adrien al darse cuenta de que no tendría que preocuparse porque eso sucediera le desconcertó, pero prefirió dejarlo pasar.
—Es momento de irnos —dijo Adrien, tendiéndole el brazo a Marinette.
Marinette asintió y aceptó el gesto, entrelazando su brazo con el suyo. En ese momento Adrien se dio encuentra de lo nerviosa que realmente se encontraba Marinette. Le temblaba el pulso y parecía estar haciendo un esfuerzo titánico por no cerrar el puño con ansiedad.
Desde que Marinette había aceptado su petición, el desarrollo del proyecto había estado lleno de altibajos que Adrien había podido contemplar con sus propios ojos. Pese a que Marinette era una chica decidida y segura de sí misma, había momentos como aquel que parecían lograr desestabilizarla por completo. Adrien había logrado darse cuenta de que, en muchas ocasiones, Marinette no estaba atacada de los nervios cuando más tensa era la situación o más peliagudas estaban las cosas, sino justo en ese segundo de tranquilidad entre un problema y otro. La había visto diseñar, plantear la logística de la fiesta y de los disfraces, trabajar a presión para conseguir el traje perfecto sin que fallara ni una puntada. Pero ahora que por fin había terminado con todo el desarrollo y solo quedaba la fiesta era cuando Marinette sentía que el viento trataba de tirarla abajo.
Adrien acarició la temblorosa mano de Marinette con su mano libre, llamando su atención. Marinette lo observó con sorpresa, clavando aquellos brillantes y limpios ojos azules en él. Adrien apretó el agarre de su mano.
—Voy a estar todo el tiempo a tu lado.
Marinette no pudo resistir el amago de sonrisa que bañó sus labios. Entrecerró los ojos en una mirada llena de ternura y un ligero color rosado ascendió a sus mejillas. Adrien siempre había considerado que Marinette era agradable y linda, pero esa fue la primera vez que fue consciente de lo bonita que era. Su corazón se saltó un latido. Al inclinar la cabeza ligeramente hacia arriba para verle mejor, la luz la cubrió y sus pestañas brillaron gracias al rimmel rojo sangre que se había aplicado. Sus ojos adquirieron un mágico color violeta durante un segundo.
—¿Adrien? —lo llamó Marinette, confusa ante la expresión perdida de Adrien—. ¿Estás bien?
—¡Sí! Digo, sí... —Adrien carraspeó y peleó por mantener la compostura—. Solo que estoy maravillado por tu trabajo. Eres una diseñadora fantástica.
El sonrojo de Marinette aumentó y apretó los labios con vergüenza.
—Y ha llegado el momento de que el resto del mundo también lo sepa —concluyó Adrien—. Es hora de irnos.
Las sospechas de Adrien fueron acertadas. Los trajes que había confeccionado Marinette estaban basados en el terror gótico y, gracias a la tétrica decoración que había preparado Celastiel, ambos habían despertado más de un susto en los invitados. Sin embargo, también habían arrebatado varios suspiros y miradas ensimismadas y abstraídas. Como si al verles pasar les cubriera una bruma. Incluso su padre, que estaba disfrazado de ángel, había contemplado con apreciación el trabajo de Marinette.
—Finalmente habéis llegado.
Marinette entreabrió los labios, emitiendo un jadeo mudo. Observó a Gabriel de arriba a abajo y ni siquiera fue consciente de lo obvia que era la sorpresa en su rostro. Gabriel realmente parecía un ángel. Alejado de su clásico vestuario blanco y minimalista, sus togas azules estaban llenas de color. El cinturón dorado mantenía sujeta la trompeta de oro. La ausencia de las gafas rejuvenecía su rostro y las alas a su espalda eran la mayor maravilla que Marinette había visto jamás. Eran grandes, de impresionantes plumas turquesa, lapislázuli, cobre y perla. Era tan brillante que parecía un espejismo idóneo para Halloween, paradójicamente.
Inconscientemente, estiró la mano hacia Gabriel en un amago de tocar las plumas. Adrien la observó con sorpresa, contemplando su expresión completamente absorta, y Gabriel enarcó una ceja ante su leve acercamiento. Marinette se encogió, sorprendida por su arrebato. La sangre se arremolinó en sus mejillas.
Gabriel ahogó un suspiró y giró levemente el cuerpo, para que las plumas estuvieran al alcance de Marinette y lejos de Adrien.
—Adelante.
Adrien no daba crédito. Si había alguien cuidadoso con su espacio personal y su trabajo, ese era su padre.
Tímidamente, con un tacto muy delicado, Marinette rozó las plumas lapizlázuli, maravillandose con el brillo que reflejaban con el suave movimiento.
—Son plumas reales...
—Exacto.
—Por eso teníamos que ir en distintos coches —afirmó Adrien. Aunque él sabía que su padre pensaba usar plumas, también estaba claro que ir juntos en un mismo coche, con unas alas que ocupaban el espacio de tres personas, era prácticamente imposible.
—Son increíbles. El color parece natural, pero son teñidas, ¿no es así?
—Una a una.
A Marinette le brillaban los ojos y parecía que podría quedarse analizando cada costura y pliegue del traje de Gabriel durante toda la noche. Adrien se sorprendió cuando su padre cruzó una mirada con él y pudo apreciar un gesto de aprobación. Sintió que sus mejillas se enrojecían, aunque se negó a pensar por qué.
Gabriel le tendió galantemente una mano a Marinette. Ella lo observó sin entender, pero correspondió el gesto colocando su mano sobre la suya.
Al igual que Marinette había hecho con él antes, Gabriel hizo que Marinette diera una suave vuelta sobre sí misma.
—Interesante diseño, debo entender que me encuentro ante una regia pareja de vampiros neovictorianos.
—Algo parecido —contestó Marinette.
—Sea como fuere, habéis logrado embrujarlos a todos. Buen trabajo.
Gabriel se despidió de ellos al tiempo en que Adrien volvía a tenderle el brazo a Marinette. Ella correspondió el gesto como una autómata, demasiado entusiasmada por las palabras que Gabriel Agreste, un diseñador de talla internacional, un peso pesado de la industria, le había dedicado. No fue la única persona de renombre que se acercó para observar con interés.
Adrien, inconsciente de que él mismo había caído presa del embrujo que había mencionado su padre, estaba seguro de que los halagos no iban directamente hacia él aunque muchos hablaran con él en primer lugar. La magia estaba en Marinette. La decoración de la fiesta tenía como protagonista una enorme luna artificial cuya iluminación parecía idéntica a la real en todo su esplendor. Su reflejo hacía que la piel de Marinette pareciera tener la palidez y la belleza de las perlas. El contraste con la tela negra y las flores de sangre hacía que el efecto fuera aún mayor. Sin darse cuenta, sus ojos perseguían constantemente a Marinette. Era un impulso extraño, porque la única chica que le había hecho vivir esos arrebatos había sido Ladybug.
Cuando otro de los invitados pegó un sonoro grito al verlos aparecer tras una esquina, Marinette no pudo sino reírse. Se tapó educadamente la boca con los dedos, pero la pequeña carcajada prometía convertirse en una ruidosa cadena. Llevaba ya una hora logrando que los demás gritaran y suspiraran por igual, a algunos incluso más de una vez, y la impresión estaba haciendo mella en ella. Giró el rostro ligeramente hacia Adrien, apoyando la frente en su hombro. Adrien apretó los labios al comprobar que la risa de Marinette era contagiosa. Besó sus cabellos, escondiendo así sus labios, y soltando una leve risa que no pudo reprimir. El sonido hizo que Marinette tuviera aún más ganas de reír, así que se apretó aún más contra él dejando escapar pequeñas carcajadas. Adrien acarició la mejilla de Marinette en un intento de que no se viera el repentino ataque de risa que le había entrado y que le había calentado la piel.
Se sumieron en su pequeña y frágil burbuja, sin percatarse de que así atraían aún más miradas que si hubieran roto a reír en aquella extraña fiesta. Juntos parecían la composición de la más bella pintura de fantasía que pudieran encontrar. Ellos, ajenos a todo y a todos, permanecieron juntos, riendo en silencio y con unas inocentes mariposas revoloteando en sus estómagos.
Lunes, 29 de julio de 2019
¡Hola a todos, lindas flores!
Pues aquí tienen los misteriosos disfraces. Fue una fantasía imaginarlos, pero también me costó la vida y misterio darles forma en mi cabeza. En fin, espero que hayan disfrutado de este capítulo tanto como yo, ¡y aún queda historia que contar así que abróchense los cinturones!
Con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top